(presentamos
a continuación un célebre texto de don Nicolás sobre la democracia. En él,
gómez Dávila hace una auténtica demolición de la "teología" Gnóstica
que subyace a los planteamiento democráticos y nos muestra la verdadera faz de
ese nuevo ídolo con pies de barro que ha subyugado a la conciencia occidental)
Indiferente
a la originalidad de mis ideas, pero celoso de su coherencia, intento trazar
aquí un esquema que ordene, con la menor arbitrariedad posible, algunos temas
dispersos, y ajenos. Amanuense de siglos, sólo compongo un centón[1]
reaccionario.
Si un propósito didáctico me orientara, habría escuchado sin
provecho la dura voz reaccionaria. Su escéptica confianza en la razón nos
disuade tanto de las aseveraciones enfáticas, como la de las impertinencias
pedagógicas. Para el pensamiento reaccionario, la verdad no es objeto que una
mano entregue a otra mano, sino conclusión de un proceso que ninguna
impaciencia precipita. La enseñanza reaccionaria no es exposición dialéctica
del universo, sino diálogo entre amigos, llamamiento de una libertad despierta
a una libertad adormecida.
• toda sociedad finalmente estalla con la expansión de la envidia
• "pueblo" es la suma de los defectos del pueblo. Lo demás es elocuencia electoral
· El reaccionario
auténtico no parte de ideas políticas reaccionarias. A veces llega a ellas.
·
La historia no tiene sentido. Lo que da sentido a la aventura humana
trasciende la historia.
El progresista
siempre triunfa y el reaccionario siempre tiene la razón.
Tener razón en política no consiste en
ocupar el escenario, sino en enunciar desde el primer acto los cadáveres del
quinto.
Cualquiera que sea su oriundez plebeya,
quien logra que el catolicismo medieval lo adopte, parece de alcurnia patricia.
El reaccionario, hoy, es meramente un
pasajero que naufraga con dignidad.
No pertenezco a un mundo que perece. Prolongo y transmito una
verdad que nunca muere.
El reaccionario no es un pensador
excéntrico, sino un pensador insobornable.
La reacción explícita comienza a finales
del siglo XVIII; pero la reacción implícita comienza con la expulsión del
diablo.
El medioevo fascina como paradigma de lo
antimoderno.
Los reformadores de la sociedad actual se
empeñan en decorar los camarotes de un barco que naufraga.
Cuando el progresista condena, todo hombre
inteligente debe sentirse aludido.
El que radicalmente discrepa no puede
argüir sino enunciar. La época de argumentar feneció para el que rechaza los
postulados modernos. No compartiendo convicciones con nuestros contemporáneos,
podemos ambicionar convertirlos, pero no convencerlos. Al reaccionario sólo le
es dable proferir sentencias abruptas que se le indigestión al lector.
No soy un intelectual moderno inconforme,
sino un campesino medieval indignado.
Reaccionar no es caer en pasados muertos, sino arrancarse a una
enfermedad que mata.
En nuestro
tiempo la rebeldía es reaccionaria, o no es más que una farsa hipócrita y
fácil.
La existencia del reaccionario auténtico suele escandalizar al
progresista. Pero si todas las tesis del reaccionario sorprenden al
progresista, la mera postura reaccionaria lo desconcierta. Que el reaccionario
proteste contra la sociedad progresista, la juzgue, y la condene, pero que se
resigne, sin embargo, a su actual monopolio de la historia, le parece una
posición extravagante.
Si el
reaccionario admite la actual esterilidad de sus principios y la inutilidad de
sus censuras, no es porque le baste el espectáculo de las confusiones humanas.
El reaccionario no se abstiene de actuar porque el riesgo lo espante, sino
porque estima que actualmente las fuerzas sociales se vierten raudas hacia una
meta que desdeña.
Ser
reaccionario es defender causas que no ruedan sobre el tablero de la historia,
causas que no importa perder.
El reaccionario no es el soñador
nostálgico de pasados abolidos, sino el cazador de sombras sagradas sobre
colinas eternas.
1 comentario:
Escolios que llegan bien profundo. Atrevidos sin duda.
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