lunes, 10 de junio de 2013

Nicolás Gómez Dávila , Escolios reaccionarios



 (presentamos a continuación un célebre texto de don Nicolás sobre la democracia. En él, gómez Dávila hace una auténtica demolición de la "teología" Gnóstica que subyace a los planteamiento democráticos y nos muestra la verdadera faz de ese nuevo ídolo con pies de barro que ha subyugado a la conciencia occidental)

 
Indiferente a la originalidad de mis ideas, pero celoso de su coherencia, intento trazar aquí un es­quema que ordene, con la menor arbitrariedad po­sible, algunos temas dispersos, y ajenos. Amanuense de siglos, sólo compongo un centón[1] reaccionario.

Si un propósito didáctico me orientara, habría es­cuchado sin provecho la dura voz reaccionaria. Su escéptica confianza en la razón nos disuade tanto de las aseveraciones enfáticas, como la de las im­pertinencias pedagógicas. Para el pensamiento re­accionario, la verdad no es objeto que una mano entregue a otra mano, sino conclusión de un proce­so que ninguna impaciencia precipita. La enseñanza reaccionaria no es exposición dialéctica del univer­so, sino diálogo entre amigos, llamamiento de una libertad despierta a una libertad adormecida.

 
•    toda sociedad finalmente estalla con la expansión de la envidia


•    "pueblo" es la suma de los defectos del pueblo. Lo demás es elocuencia electoral

·         El reaccionario auténtico no parte de ideas políticas reaccionarias. A veces llega a ellas.

  
·         La historia no tiene sentido. Lo que da sentido a la aventura humana trasciende la historia.

 La violencia no basta para destruir una civilización. Cada civilización muere de la indiferencia ante los valores peculiares que la fundan.

 
El progresista siempre triunfa y el reaccionario siempre tiene la razón.

 
Tener razón en política no consiste en ocupar el escenario, sino en enunciar desde el primer acto los cadáveres del quinto.

 Este siglo se hunde lentamente en un pantano de esperma y de mierda. Cuando manipule los acontecimientos actuales, el historiador futuro deberá ponerse guantes.

Cualquiera que sea su oriundez plebeya, quien logra que el catolicismo medieval lo adopte, parece de alcurnia patricia.
 

 
El reaccionario, hoy, es meramente un pasajero que naufraga con dignidad.


No pertenezco a un mundo que perece. Prolongo y transmito una verdad que nunca muere.
 

 
El reaccionario no es un pensador excéntrico, sino un pensador insobornable.
 

 
La reacción explícita comienza a finales del siglo XVIII; pero la reacción implícita comienza con la expulsión del diablo.

 Izquierdistas y derechistas meramente se disputan la posesión de la sociedad industrial. El reaccionario anhela su muerte.

 
El medioevo fascina como paradigma de lo antimoderno.

  
Los reformadores de la sociedad actual se empeñan en decorar los camarotes de un barco que naufraga.


 
Cuando el progresista condena, todo hombre inteligente debe sentirse aludido.
 

 
El que radicalmente discrepa no puede argüir sino enunciar. La época de argumentar feneció para el que rechaza los postulados modernos. No compartiendo convicciones con nuestros contemporáneos, podemos ambicionar convertirlos, pero no convencerlos. Al reaccionario sólo le es dable proferir sentencias abruptas que se le indigestión al lector.

 El reaccionario yerra suponiendo que el demócrata rechaza sus razones, pero comparte sus repugnancias. El mundo moderno es una porqueriza en cuyo cieno el hombre actual regocijado se revuelve.
 
No soy un intelectual moderno inconforme, sino un campesino medieval indignado.


Reaccionar no es caer en pasados muertos, sino arrancarse a una enfermedad que mata.


 
En nuestro tiempo la rebeldía es reaccionaria, o no es más que una farsa hipócrita y fácil.

La existencia del reaccionario auténtico suele escandalizar al progresista. Pero si todas las tesis del reaccionario sorprenden al progresista, la mera postura reaccionaria lo desconcierta. Que el reaccionario proteste contra la sociedad progresista, la juzgue, y la condene, pero que se resigne, sin embargo, a su actual monopolio de la historia, le parece una posición extravagante.


Si el reaccionario admite la actual esterilidad de sus principios y la inutilidad de sus censuras, no es porque le baste el espectáculo de las confusiones humanas. El reaccionario no se abstiene de actuar porque el riesgo lo espante, sino porque estima que actualmente las fuerzas sociales se vierten raudas hacia una meta que desdeña.

 
Ser reaccionario es defender causas que no ruedan sobre el tablero de la historia, causas que no importa perder.

 
El reaccionario no es el soñador nostálgico de pasados abolidos, sino el cazador de sombras sagradas sobre colinas eternas.

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Escolios que llegan bien profundo. Atrevidos sin duda.