Jean Tourniac: LA IDEA DE TRADICIÓN (1)
Antes de precisar cuáles son los postulados de un
Tradición única y primera para Guénon, es importante asimilar el sentido que el
autor da a la palabra tradición.
En el sentido etimológico del latín tradere, se
trata de "lo que es transmitido". No obstante, el término ha adoptado
en nuestros días un matiz peyorativo, de información legendaria, de rutina, de
costumbre. Muy al contrario, la Tradición, con T mayúscula, se aplica, para
Guénon, a todo lo que depende de verdades principiales o de principios
inmutables que se derivan de la Verdad primera y única.
Uno de los pensadores próximos a Guénon afirmará que
tales verdades principiales "vinculan todo lo humano a la Verdad
divina" (F. Schuon, "L’Œuvre de R. Guénon", en Etudes
traditionnelles, nº 256-261, 1951). Esta tradición tendría un origen
trascendente, según nos dice otro colaborador de la revista de Guénon (J.
Thamar, "Comment situer l’œuvre de René Guénon?", E.T., nº 282-288,
1951), que "escapa a toda investigación histórica"... porque es
"tan antigua como el mundo", según la expresión de Joseph de Maistre.
He aquí ciertamente que las cosas no se simplifican, desde el instante en que
se trata de localizar la parte de realidad de las perspectivas religiosas que
conciernen a esta tradición de los orígenes.
Sea como sea, se observa que esta noción de
tradición es todo lo contrario a una repetición mecánica y humana, y que
postula en favor de una transmisión consciente de elementos invariables y
sagrados. En la acepción guénoniana, comprende todo lo que puede ser vinculado
a un principio metafísico y cosmológico. Su lenguaje más adecuado, e incluso el
único adecuado por ser la menos específica de todas las formas de expresión y
la más próxima a una asimilación intelectiva primera y central, es el
"lenguaje simbólico".
El objetivo de la tradición así definida consiste en
provocar una comprensión de las "razones profundas", tal que
desemboque en el conocimiento del orden metafísico, de la Unidad del
Macrocosmos y del Microcosmos y de todos los estados del ser; en suma, al
término de la trayectoria, que puede ser "instantánea", se sitúa la
realización última de la "identidad suprema" entre el hombre y el
Principio divino. Tal es la finalidad de este "vínculo" tradicional y
de las perspectivas y las "técnicas" espirituales que lo acompañan.
Estas perspectivas requieren de una ética y de una
estructura sociales. Toda sociedad "tradicional" comprende entonces
una jerarquía gradual que refleja, en su nivel, un aspecto del orden
tradicional. Así, la sociedad hindú antigua tenía su sistema de castas, no
necesariamente hereditarias, sistema que consideraba una estratificación humana
"funcional" basada en las cualificaciones de la actividad humana,
armonizadas con los criterios doctrinales de la tradición. Inútil para
nosotros, pues, llevar sobre este sistema un "juicio" dependiente de
aspectos morales; estos últimos reflejan a su vez un punto de vista
"moderno", luego no tradicional por hipótesis, y sobre todo
"individualista", mientras que el orden tradicional no tiene en
cuenta de la persona más que la función; el individuo se funde en ésta, como el
actor antiguo en su máscara. La "máscara" es la realidad superior del
actor. Es entonces a la perspectiva del Bhagavad-Gîtâ a la que deberemos
referirnos en este análisis de la noción de tradición en Guénon y en la de sus
aplicaciones.
El incumplimiento de los actos en su modalidad
tradicionalmente reglada, es decir, según el orden del mundo y en conformidad
con los "principios", constituye a este respecto el rito (sánscrito
rita). Así, todo acto conforme a su prototipo eterno es ritual: la actividad
que pone en juego tiene por objetivo identificar al ser humano con ese
"Esto" que justamente supera su individualidad y funda su
"ex-istencia" en una expresión del Ser universal uno y eterno.
Es esta misma idea de orden principial y jerárquicamente
funcional lo que conducirá a Guénon a ejemplarizar, para Occidente, la sociedad
medieval con su doble autoridad sacerdotal y real, sus iniciaciones, etc.
Otro punto de vista digno de atención es que siendo
la tradición interactiva en los elementos, conjuntos y sub-conjuntos que la
constituyen (sin lo cual no habría transmisión entre un "antes" y un
"después"), la historia tradicional no es lineal, sino cíclica. La
"entropía", debida a la progresiva pérdida de la receptividad
tradicional y a la proliferación cuantitativa -pues la tradición depende del
aspecto cualitativo del Universo- conduce a una "caída" o
degeneración cuyo punto final coincide, en su cúspide jamás alcanzada, con el
punto de partida de un nuevo ciclo.
Así, la evolución se produce de un estado de
perfección y de simplicidad inicial a un estado de disolución y de
multiplicidad final, inversión completa del primero. Guénon demostrará que esta
teoría de los ciclos se verifica tanto en las cuatro fases de la vida humana
como en las cuatro edades de las diferentes tradiciones, o en las
polarizaciones extremas de la Escritura bíblica con el Paraíso terrestre
circular coincidiendo con la Jerusalén celeste cuadrangular, tras la final
decadencia de los acontecimientos apocalípticos.
Presentimos entonces que el estado inicial y
principial es aquel que lleva el nombre de "Tradición primordial",
paradigma de cada una de las tradiciones por venir en el desarrollo de los
tiempos, tradiciones que no son sino una adaptación temporal y espacial de
aquella.
En suma, el retorno a la "Tradición
primordial" constituye la finalización del ciclo. Es también el fin de la
vida individual: enderezamiento metafísico, reintegración, búsqueda de un
estado original perdido. Es la razón de ser de las "organizaciones
tradicionales".
Las modalidades de este retorno a los orígenes
forman un registro de itinerarios y de vías variadas, adaptadas a las
"funciones" tradicionales e insertadas en las mencionadas
organizaciones tradicionales. Éstas pueden adoptar una forma religiosa y
dispensar a la totalidad de los seres sometidos a su jurisdicción una enseñanza
mínima general: es el "exoterismo", cuya finalidad consiste en
asegurar la "salvación" o la prolongación póstuma del ser que ha
finalizado el ciclo del estado corporal humano en una modalidad individual del
estado humano integral. Pueden también adoptar una forma más secreta y
"central" y dispensar entonces una enseñanza "esotérica",
que toma su apoyo sea sobre la primera, sea sobre una actividad humana ordenada
a la tradición; se trata entonces de organizaciones de forma iniciática. Guénon
demostró que el "esoterismo" no es sino la dimensión interior, el
corazón, el núcleo vivificante y "legitimador" en cierto modo del
"exoterismo", manifestando a este último en un grado en que el
"mundo manifestado" (es decir, múltiple e incapaz de una asimilación
"central") puede no obstante parcialmente beneficiarse de él.
En el fondo, se podría resumir el universo
tradicional en algunas imágenes geométricas entre las cuales las
correspondientes al punto central (sin dimensión y unido a la multiplicidad en
número indefinido de sus rayos) tendrían un lugar privilegiado, las que
conciernen a la representación de los ciclos sucesivos en forma de escala
helicoidal, y las que muestran la triple jerarquía tradicional: altura
ascendente, base media plana y profundidad descendente, que
"jerarquiza" las funciones de la actividad humana, pues el hombre
tradicional guénoniano es en principio un homo hierarchicus.
Para retomar las organizaciones tradicionales, vemos
que aquí también se trata de la "Tradición primordial", bien sea
cuestión del Paraíso en las Escrituras religiosas, bien se trate de la
Iniciación: entrada, comienzo, rito de apertura de la Vía que hace acceder al "principio",
y que finaliza, para las perspectivas orientales, en la llamada "Identidad
suprema", más allá de la dualidad sujeto-objeto e incluso más allá del
dualismo Dios-hombre. Guénon descubre la indicación metodológica de este
"Fin = Origen", tanto en el esoterismo islámico (de donde proviene
por otra parte la expresión "Identidad suprema") como en el
Hinduísmo, con la afirmación de la identidad Atman-Brahman, o en el Budismo,
con el Nirvâna, o en el Taoísmo chino, con el Tao.
Tal es la "razón suficiente" de la tradición,
pero como no se puede transmitir lo que no se ha recibido, Guénon insistirá en
la necesidad de la transmisión ininterrumpida, de la filiación tradicional de
hombre a hombre y de generación en generación a través del "rito" -el
"orden"-, o de las formas rituales, por simples que puedan ser. Así,
al igual que no está en poder de ningún jardinero el hacer crecer un roble allí
donde falta la semilla, no está en poder de hombre alguno el insuflar el
Espíritu si él mismo no lo ha recibido. Y con ello tocamos precisamente la idea
de un origen único de la Tradición.
Por lo tanto, si bien muchas organizaciones
tradicionales actuales se remontan a "tiempos inmemoriales", otras
conocen fundadores históricos determinados, pero cuyo mensaje se da y aparece
como dependiendo de un origen divino, lo que ilustra bien el conocido símbolo
del árbol invertido, cuyas raíces se elevan hacia el cielo.
El "cielo", aquí, no es sino la
"tierra" primera: la de la Tradición primordial en el universo
conceptual definido por René Guénon.
1. Cap. I de Jean Tourniac, Melkitsedeq ou la
Tradition primordiale, París, Albin Michel, col. "Bibliothèque de
l’Hermétisme", 1983.
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