Ta-hio.
Confucio
La dependencia de la eficacia real del gobierno de los pueblos con respecto a un conocimiento de los principios intelectuales que rigen el dominio del "devenir" y el procedimiento que deben seguir aquellos a quienes será confiada esta misión son descritos por Confucio con una claridad impresionante, en el siguiente pasaje del "Ta-hio", 1ª parte:
"Los antiguos príncipes, para hacer brillar las virtudes naturales en el corazón de todos los hombres (7), se aplicaban antes a gobernar bien sus principados. Para gobernar bien sus principados, antes ponían orden en sus familias. Para poner orden en sus familias, trabajaban antes en perfeccionarse ellos mismos. Para perfeccionarse ellos mismos, ordenaban antes los movimientos de sus corazones. Para ordenar los movimientos de sus corazones, tornaban antes su voluntad perfecta. Para hacer su voluntad perfecta, desarrollaban sus conocimientos tanto como era posible. Desarrollaban estos conocimientos escrutando la naturaleza de las cosas. Una vez escrutada la naturaleza de las cosas, los conocimientos alcanzan su más alto grado. Habiendo llegado los conocimientos a su más alto grado, la voluntad se hace perfecta. Siendo perfecta la voluntad, los movimientos de su corazón están ordenados. Estando ordenados los movimientos de su corazón, todo hombre está exento de defectos. Tras haberse corregido a sí mismo, se establece el orden en la familia. Reinando el orden en la familia, el principado está bien gobernado. Estando bien gobernado el principado, pronto todo el imperio gozará de paz".
viernes, 27 de junio de 2008
jueves, 26 de junio de 2008
El otro es fascista. José María Pemán
El otro es fascista.
José María Pemán (nº 97 Razón española)
Hasta ahora, todas las afiliaciones y calificaciones políticas se hacían de dentro a fuera del individuo; quiero decir que las hacía el propio interesado. La denominación de color o de partido era una cosa que se conjugaba en primera persona. Se decía: «Yo soy liberal», o «yo soy conservador», o republicano, o tradicionalista... Pero ahora, desde hace unos años, ha surgido una calificación nueva, que no se conjuga en primera persona, sino en segunda o tercera. Me refiero al fascismo, «Tú eres fascista», «él es fascista», se dice. No es una declaración política que hace el interesado. Es un diagnóstico que le hace una persona desde fuera, como si le asegurara: «Usted es diabético, o escrufuloso, o linfático. Usted no lo sabe, pero lo es...» Así es como han sido «fascistas» Churchill, De Gasperi, De Gaulle, el arzobispo Damaskinos y tantos otros que ni lo sospechaban.
El «fascismo» es la primera idea política que se concede como un cargo honorífico y gratuito, sin intervención del candidato. Además, como resulta que eso no es una organización, ni un partido, ni nada concreto y con volumen, no hay por dónde agarrarlo, ni por dónde trazar la línea hamletiana entre el «ser o no ser». Si hubiera unas listas, unos boletines de inscripción, un recibito, siquiera, semanal, aunque fuera de cincuenta céntimos, uno podría saber de verdad, con relación a ese pequeño signo externo, si era o no era. Pero, ¿cómo sabe uno si pertenece o no a una sociedad en la que no se paga cuota, ni le hacen a uno firmar nada, ni se llevan listas de socios? Le dicen a uno que es socio, ¿y cómo lo desmiente uno?...
Hasta ahora lo más parecido que había a esto del «fascismo» era el nombramiento de «hijo adoptivo». Uno no quería ser hijo adoptivo de Villamelones de Abajo, ni tenía nada que ver con el pueblo, ni hacía nada por considerarlo padre. Sino que un buen día, por cualquier razón, el Ayuntamiento lo nombraba a uno «hijo adoptivo», y aunque uno desairase el nombramiento y no recogiese el diploma uno era «hijo adoptivo de Villamelones de Abajo». Pero ahora, ese terrible juego frente a nuestra pasividad, se ha refinado todavía más. Ahora el nombramiento de «hijo adoptivo de Villamelones de Abajo» se lo hace a uno el Ayuntamiento de Villamelones de Arriba. Este pueblecito, rival del otro, lo odia, y considera a los villameloneses de Abajo malos, bárbaros y tontos. Entonces, cuando odian los de Arriba a cualquier persona, aun ajena del todo a aquel pleito, se reúnen y le nombran «hijo adoptivo» del otro pueblo, del de Abajo, que es para ellos como nombrarles hijo de cualquier cosa fea. Esto es lo que está pasando en el mundo. El «fascismo» es un casino cuyas listas administran los del casino de enfrente. Es Rusia la que otorga los nombramientos de «fascistas».
Yo creo que, bien pensado, en el fondo de todo esto hay un pequeño embrollo gramatical. Creemos que «fascista» es un sustantivo o un adjetivo. Pero resulta que no, que lo que es es un pronombre. Un pronombre demostrativo, como «este», «aquel», «el otro». Nadie puede ser por sí mismo el otro, ni éste, ni aquél. Los pronombres los manejan los demás. Uno puede vigilar sus adjetivos y sus sutantivos. Pero los pronombres vienen de fuera y hay que resignarse a recibirlos. «Fascista» vale tanto como decir «el otro». Usted puede ser abogado o médico, según usted quiera o decida. Pero «el otro» lo será usted cuando quiera el vecino, con consentimiento de usted o sin él.
Pero lo más sutil de este novísimo fenómeno político es que no sólo le asignan a un paciente la palabra cuando quieren, sino que, además, le construyen la realidad correlativa. Así, por ejemplo, en estos días en Colombia va a haber unas elecciones presidenciales, que ya se habrán celebrado, probablemente, cuando estas líneas se publiquen. Pero al candidato conservador señor Gómez, que toda la vida ha dicho que es demócrata, le aseguran de pronto, desde fuera, que es «fascista». Él no lo sabía, pero nadie sabe sus diagnósticos. Es como si le hubieran dicho que es leproso. En seguida el partido liberal, para evitar el contagio, se retira de las elecciones. Si el señor Gómez sale elegido, los otros no irán al Parlamento, no discutirán con él, no le harán el juego político. Y cuando le tengan así, bien solo, en el Poder, dirán: «¿Ven ustedes? Lo que decíamos: «¡fascista!» Porque ahora resulta que «fascista» no es una cosa que se «es», sino que se encuentra uno siendo.
De este modo resulta ahora que la democracia es como un juego de cartas, en el cual uno de los jugadores se levanta y deja el juego a medias cuando quiere. Entonces el que queda, como no puede seguir jugando a la democracia, resulta que es «fascista». Suponemos al doctor Gómez, tan gran patricio demócrata, volviendo a su casa y diciéndole a su familia: «¿Sabéis?»... Me han hecho fascista. Yo no lo había pedido, pero me han hecho.» Los familiares quizá creen que es un cargo, una función. No entienden bien: «¿Y te pagan algo por eso?» «No, hijo. Ni me cobran... Es gratuito y honorífico.»
Ya le pasó a don Prudencio en el casino de su pueblo, según contaba el «Séneca». Él había sido «upetista» de Primo de Rivera. Esto no quiere decir que fuera dictatorial o tiránico. Al revés. Era la dulzura hecha carne. Porque a Primo de Rivera le pasó al revés que lo que ahora ocurre en esto del «fascismo». Él anunció a grandes voces que iba a ser dictador muy enérgico y duro. Pero los españoles se dejaron gobernar tan suavemente, que no hubo modo de ejercer la dictadura sobre ellos. En este país no hay como anunciar a voces que se va a ser dictador para que no haya modo de serlo. Pero este contagio con la dictadura bastó para que cuando eligieron a don Prudencio presidente del casino del pueblo, como los demás señores eran avanzados liberales, se retiraran dignamente. Nadie quiso formar parte de la directiva, nadie quería acudir a las juntas generales, se despoblaron las tertulias... Y así, cuando don Prudencio, un buen día, a solas con el conserje, le rogó dulcemente que comprara un escupidor para el patio, se dio cuenta de que, sin saberlo, estaba ejerciendo la dictadura.
Es lo que ocurre ahora por el mundo. Le extienden a uno el nombramiento de «fascista» desde fuera, cuando quieren. Pero, además, resulta que lo es uno también cuando quieren los demás. Porque, claro, los demócratas son, por definición, los dueños de las democracias. Y como son los dueños, cuando quieren la empujan como un carrito de ruedas y se la llevan... Y entonces el otro se encuentra con que es «fascista», como se encuentra cualquiera con que es soltero cuando la novia le dice que no
José María Pemán (nº 97 Razón española)
Hasta ahora, todas las afiliaciones y calificaciones políticas se hacían de dentro a fuera del individuo; quiero decir que las hacía el propio interesado. La denominación de color o de partido era una cosa que se conjugaba en primera persona. Se decía: «Yo soy liberal», o «yo soy conservador», o republicano, o tradicionalista... Pero ahora, desde hace unos años, ha surgido una calificación nueva, que no se conjuga en primera persona, sino en segunda o tercera. Me refiero al fascismo, «Tú eres fascista», «él es fascista», se dice. No es una declaración política que hace el interesado. Es un diagnóstico que le hace una persona desde fuera, como si le asegurara: «Usted es diabético, o escrufuloso, o linfático. Usted no lo sabe, pero lo es...» Así es como han sido «fascistas» Churchill, De Gasperi, De Gaulle, el arzobispo Damaskinos y tantos otros que ni lo sospechaban.
El «fascismo» es la primera idea política que se concede como un cargo honorífico y gratuito, sin intervención del candidato. Además, como resulta que eso no es una organización, ni un partido, ni nada concreto y con volumen, no hay por dónde agarrarlo, ni por dónde trazar la línea hamletiana entre el «ser o no ser». Si hubiera unas listas, unos boletines de inscripción, un recibito, siquiera, semanal, aunque fuera de cincuenta céntimos, uno podría saber de verdad, con relación a ese pequeño signo externo, si era o no era. Pero, ¿cómo sabe uno si pertenece o no a una sociedad en la que no se paga cuota, ni le hacen a uno firmar nada, ni se llevan listas de socios? Le dicen a uno que es socio, ¿y cómo lo desmiente uno?...
Hasta ahora lo más parecido que había a esto del «fascismo» era el nombramiento de «hijo adoptivo». Uno no quería ser hijo adoptivo de Villamelones de Abajo, ni tenía nada que ver con el pueblo, ni hacía nada por considerarlo padre. Sino que un buen día, por cualquier razón, el Ayuntamiento lo nombraba a uno «hijo adoptivo», y aunque uno desairase el nombramiento y no recogiese el diploma uno era «hijo adoptivo de Villamelones de Abajo». Pero ahora, ese terrible juego frente a nuestra pasividad, se ha refinado todavía más. Ahora el nombramiento de «hijo adoptivo de Villamelones de Abajo» se lo hace a uno el Ayuntamiento de Villamelones de Arriba. Este pueblecito, rival del otro, lo odia, y considera a los villameloneses de Abajo malos, bárbaros y tontos. Entonces, cuando odian los de Arriba a cualquier persona, aun ajena del todo a aquel pleito, se reúnen y le nombran «hijo adoptivo» del otro pueblo, del de Abajo, que es para ellos como nombrarles hijo de cualquier cosa fea. Esto es lo que está pasando en el mundo. El «fascismo» es un casino cuyas listas administran los del casino de enfrente. Es Rusia la que otorga los nombramientos de «fascistas».
Yo creo que, bien pensado, en el fondo de todo esto hay un pequeño embrollo gramatical. Creemos que «fascista» es un sustantivo o un adjetivo. Pero resulta que no, que lo que es es un pronombre. Un pronombre demostrativo, como «este», «aquel», «el otro». Nadie puede ser por sí mismo el otro, ni éste, ni aquél. Los pronombres los manejan los demás. Uno puede vigilar sus adjetivos y sus sutantivos. Pero los pronombres vienen de fuera y hay que resignarse a recibirlos. «Fascista» vale tanto como decir «el otro». Usted puede ser abogado o médico, según usted quiera o decida. Pero «el otro» lo será usted cuando quiera el vecino, con consentimiento de usted o sin él.
Pero lo más sutil de este novísimo fenómeno político es que no sólo le asignan a un paciente la palabra cuando quieren, sino que, además, le construyen la realidad correlativa. Así, por ejemplo, en estos días en Colombia va a haber unas elecciones presidenciales, que ya se habrán celebrado, probablemente, cuando estas líneas se publiquen. Pero al candidato conservador señor Gómez, que toda la vida ha dicho que es demócrata, le aseguran de pronto, desde fuera, que es «fascista». Él no lo sabía, pero nadie sabe sus diagnósticos. Es como si le hubieran dicho que es leproso. En seguida el partido liberal, para evitar el contagio, se retira de las elecciones. Si el señor Gómez sale elegido, los otros no irán al Parlamento, no discutirán con él, no le harán el juego político. Y cuando le tengan así, bien solo, en el Poder, dirán: «¿Ven ustedes? Lo que decíamos: «¡fascista!» Porque ahora resulta que «fascista» no es una cosa que se «es», sino que se encuentra uno siendo.
De este modo resulta ahora que la democracia es como un juego de cartas, en el cual uno de los jugadores se levanta y deja el juego a medias cuando quiere. Entonces el que queda, como no puede seguir jugando a la democracia, resulta que es «fascista». Suponemos al doctor Gómez, tan gran patricio demócrata, volviendo a su casa y diciéndole a su familia: «¿Sabéis?»... Me han hecho fascista. Yo no lo había pedido, pero me han hecho.» Los familiares quizá creen que es un cargo, una función. No entienden bien: «¿Y te pagan algo por eso?» «No, hijo. Ni me cobran... Es gratuito y honorífico.»
Ya le pasó a don Prudencio en el casino de su pueblo, según contaba el «Séneca». Él había sido «upetista» de Primo de Rivera. Esto no quiere decir que fuera dictatorial o tiránico. Al revés. Era la dulzura hecha carne. Porque a Primo de Rivera le pasó al revés que lo que ahora ocurre en esto del «fascismo». Él anunció a grandes voces que iba a ser dictador muy enérgico y duro. Pero los españoles se dejaron gobernar tan suavemente, que no hubo modo de ejercer la dictadura sobre ellos. En este país no hay como anunciar a voces que se va a ser dictador para que no haya modo de serlo. Pero este contagio con la dictadura bastó para que cuando eligieron a don Prudencio presidente del casino del pueblo, como los demás señores eran avanzados liberales, se retiraran dignamente. Nadie quiso formar parte de la directiva, nadie quería acudir a las juntas generales, se despoblaron las tertulias... Y así, cuando don Prudencio, un buen día, a solas con el conserje, le rogó dulcemente que comprara un escupidor para el patio, se dio cuenta de que, sin saberlo, estaba ejerciendo la dictadura.
Es lo que ocurre ahora por el mundo. Le extienden a uno el nombramiento de «fascista» desde fuera, cuando quieren. Pero, además, resulta que lo es uno también cuando quieren los demás. Porque, claro, los demócratas son, por definición, los dueños de las democracias. Y como son los dueños, cuando quieren la empujan como un carrito de ruedas y se la llevan... Y entonces el otro se encuentra con que es «fascista», como se encuentra cualquiera con que es soltero cuando la novia le dice que no
miércoles, 25 de junio de 2008
Un proyecto alternativo
Un proyecto alternativo
Ernesto Milá
El pensamiento tradicional posee una serie de ventajas subjetivas: por una parte, es un pensamiento que no puede asumirse de manera doctrinaria, sino que es necesario vivir y practicar; es un pensamiento que se ve privado de límites: es una síntesis que afecta todas las ramas del saber y del conocimiento ; facilita la elaboración de un modelo interpretativo que permite analizar todas las tendencias de la civilización (sexualidad, ecología, política, estética, ética, ciencias, etc.) ; es un pensamiento operativo (a través de la acción, a través de la meditación, a través de la investigación in situ de las ciencias tradicionales, etc.) ; es un pensamiento perfectamente definido que ayuda establecer barrieras "diferenciadoras", sin equivoco posible, entre el pensamiento moderno y ella misma; por último, es un pensamiento que ayuda establecer el significado de la crisis actual, su inclusión en una visión cosmogónica del mundo y del papel del hombre que quiere escapar del mundo del devenir para descubrir el del ser en la crisis actual de civilización. Aunque, en este caso, es necesario vivirla intensamente, se podrá también añadir que el pensamiento tradicional, por su radicalismo, permite al hombre que lo asume y lo experimenta, poder, más que cualquier otro, enfrentar y sobrevivir a las desintegraciones que se acercan: hoy día es quizá ya imposible salvar la humanidad que avanza hacia las últimas consecuencias de su "huida hacia adelante", pero es aún tiempo de salvar nuestro ser.
OBJETIVOS, ESTRATEGIA Y TÁCTICA
Lo hemos dicho: para nuestra generación, luchar por un simple cambio de Gobierno es un objetivo tan tenue que no merece la pena de ser tenido en cuenta; un cambio de sistema que sería problemático y complicado no es tampoco un objetivo válido. ¿Se puede imaginar que el poder de las multinacionales, el poder de los imperialismos va a dejar el campo libre una nueva sociedad? Al contrario, va a precipitar la crisis destructiva, que abrirá únicamente las puertas al único objetivo por el que valga la pena luchar: el advenimiento de una nueva Edad de Oro, la Revolución del siglo XXI.
El Edad de Oro es el objetivo de una larga marcha de vuelta a los orígenes, el resultado de un triunfo del reino de la calidad sobre el de la cantidad, de lo Absoluto sobre lo relativo, de lo espiritual sobre lo material, de lo eterno sobre lo temporal, del ser sobre el devenir, de lo trascendente sobre lo contingente, en definitiva del Orden sobre el Caos.
Hoy día, en la noche obscura de Occidente, como antes del Solsticio de invierno, el Sol parece no recalentar más la tierra y perderse en el espacio infinito, hundiendo el planeta en el frío y la noche. Es preciso, incluso si solo se trata de un pequeño puñado de hombres, ser capaz de permanecer de pie, en vigilia, en el curso de la noche caótica del tiempo moderno, ya que el día del Solsticio de invierno es, finalmente, el anuncio de la nueva primavera que vendrá y de la victoria del Sol sobre las potencias telúricas de la noche y la oscuridad. Este pequeño puñado de hombres en vigilia debe hoy ya, y desde ahora, organizarse, ser el espejo de la nueva edad de Oro, ser un punto de referencia para el que busca una orientación, una pista, una guía; debe constituir una roca en el océano, ante las desintegraciones que anuncian las señales del tiempo; debe ser comparable a los alquimistas de la disolución moderna que, utilizando el elixir de la Tradición, coagulan este Edad de Oro.
En lo que los concierne, hoy, su reino no es de este mundo; es posible que estén físicamente aquí pero sienten sus cuerpos exiliados sobre de este planeta que ya no nos destila más que la miseria espiritual y la tragedia material. Se sienten extranjeros esta tierra y sus estructuras, sus leyes, sus instituciones y sus fronteras; participan en otra realidad, más elevada, demasiado elevada para permitir al hombre participar en la civilización moderna y de integrarse y darse cuenta. Pero al igual que una colonia de exploradores aislados sobre otro mundo, se ven obligados a construir, allí donde se encuentran, esta nueva sociedad que llevan en ellos; no se resignan solamente a vivir el "pensamiento tradicional", no quieren solamente constituir una referencia abstracta: quieren llevar a la práctica lo que llevan en ellos a fin, para emplear una vez más las palabras de Hofmansthal, que "los que velan en la noche obscura, dan la mano a los que nacen en la nueva alba". Y de allí surge una estrategia precisa: la contrasociedad.
Los "hombres de la Tradición" viven en el "mundo moderno" que experimentan y consideran como su lugar de exilio. Pero esta sensación causa en ellos un deseo de libertad. Deben pues aprovecharse de las características, de los mecanismos, de las posibilidades de la sociedad moderna para crear la nueva sociedad de la Edad de Oro: tienen que vivir de su trabajo, por eso estos hombres pueden agruparse en cooperativas de producción y consumo, pueden construir cooperativas de artes gráficas, cooperativas artesanales o agrícolas; con este fin, pueden pedir créditos a los bancos, a las instituciones de ayuda; pueden pedir exenciones de impuestos; pueden recurrir a las instituciones sociales; no deberán enajenarse trabajando en las obras y las grandes fábricas, en los inmensos cadenas de producción; serán los propietarios de su propio trabajo; no trabajarán para acumular grandes fortunas, sino para adquirir el mínimo indispensable la supervivencia. Esta red de hombres que desean del otro modelo de sociedad podrá, gracias a sus iniciativas personales, estar en condiciones de constituir redes que cubrirán todas sus necesidades vitales.
Entre ellos, los que son médicos responderán a las necesidades sanitarias, redescubrirán la medicina natural; otros, que sientan la llamada la tierra, experimentarán los viejos sistemas de cultivo, producirán alimentos sin agentes, sin aditivos y sin carroña; los que se sienten atraídos por la comunicación y la información, utilizarán sus propias imprentas, sus radios libres y crearán pequeños boletines periódicos, revistas donde analizarán la información, los acontecimientos de la "otra humanidad", no se limitarán informar de los hechos con objetividad sino, además, guardarán sus distancias." Los que son atraídos por las artes manuales constituirán el equipo que elaborará todo lo que es necesario el hábitat (muebles, vestidos, objetos de consumo, etc.) de estos nuevos civilizadores. Se sentirán tan alejados de la sociedad que un simple combate electoral, un cambio de Gobierno o una crisis económica no los afectará; serán "apolíticos" al sentido griego del término: no por desinterés por la política, sino por menosprecio y por deseo de tomar sus distancias con respeto a los hombres políticos, sus esquemas y sus instituciones.
Los deseos culturales estarán cubiertos por profesionales de la cultura; los profesores se agruparán en escuelas libres, no sometidos al control del Estado. Aparecerán escuelas diferenciadas para los que se sienten sobre todo atraídos por la vocación ascética, así como escuelas guerreras para los que llevan en ellos el fuego del combate y la acción, escuelas profesionales para los que se sienten atraídos por el trabajo de las materiales y las formas, las escuelas campesinas destinadas los que quieren identificarse con una tierra y con su llamada - en definitiva, una enseñanza para que los hombres sean verdaderamente hombres, íntegros en su virilidad, y para que las mujeres sean mujeres en su femineidad; de esta manera finalizará la promiscuidad temática de la enseñanza moderna; se tenderá diferenciar los caracteres, a observar las tendencias innatas de los jóvenes. Se organizarán en grupos, según sus afinidades, estando dirigido cada uno de ellos no por el que ha recibido más votos en su favor sino por el que halla llegado lo más lejos posible en las etapas de realización del ser: así resurgirá el viejo sentido de la autoridad y, de nuevo, el Orden triunfará del Caos. Estas comunidades diferentes, dispersas, estarán en interrelación. Las unas y los otros intentarán responder la totalidad de sus necesidades con el fin de reducir al mínimo su dependencia frente al mundo exterior
Considerarán la ecología y las energías alternativas con simpatía y tratarán de aplicarlos. Buscarán practicar una vida comunitaria; por su ejemplo, intentarán en primer lugar suscitar una convicción teórica y, a continuación, intentarán pasar a la realidad práctica con vecinos y amigos; el proselitismo no constituirá una obsesión y no hipotecará su tiempo: "los que quieren oír, que oigan". Sus comunidades se distinguirán de las experiencias contraculturales, las palabras autoridad, orden y jerarquía serán sus normas internas. Todas estas redes constituirán los embriones de una contrasociedad ejercitada conjuntamente en la sociedad moderna, pero que no participa más en ella. Se ingeniarán en no tomar parte ninguna de las absurdidades de la sociedad moderna. Si las trompetas de guerra suenan, no será la patria de los banqueros y oligarcas, ni la patria de los políticos corrompidos, ni la de los hombres-masa a quienes servirán, defenderán solamente a su comunidad , procurarán que en tiempos de crisis agudas y destrucción espectacular, su comunidad se repliegue en ella misma. No esperarán que los tanques soviéticos o las bombas de neutrones los destruyan en las trincheras de la Europa social-democrática, de los burgueses conservadores o comunistas tan alienados como los que los combaten. Su patria estará allí donde se encuentra a su comunidad. Pero no serán pacifistas: si deben combatir para defender su comunidad, combatirán, pero no sacrificarán el más grande tesoro del que disponen - su vida - para defender ideales cuyo pobreza no merece incluso el sacrificio de un perro: la democracia liberal, la sociedad del bienestar y del consumo, el proyecto socialista, el "Occidente libre", etc.
Con el tiempo, el debilitamiento y la desintegración de la sociedad moderna se volverán más palpable." Irán acentuándose. Paralelamente, estos hombres que se cuelgan al polo inmóvil de la Tradición irán aumentando. Este embrión de contrasociedad se volverá un germen de contrapoder y este poder tenderá superponerse al poder oficial. No se tratan de crear ""
jerarquías paralelas ", como lo hace la subversión en el curso del proceso de la guerra subversiva:" las jerarquías paralelas nacen para sustituir a las de un régimen considerado como caduco, el contrapoder nace para sustituir a la Edad de Hierro por el Edad de Oro. El contrapoder no debe instalarse por la fuerza, de la misma manera que el luchador de aikido sabe que no es su fuerza la que le dará la victoria o como el practicante de kendo sabe que es su calma y su estabilidad impasible que le hace experimentar la debilidad del adversario. Se trata precisamente de eso: de ser impasible, impasible cara la posibilidad de asistir al advenimiento de un nuevo mundo, impasible ante la crisis, las desintegraciones y los fuegos fatuos, y de seguir, inflexible, su propio camino, colocando ante todo el ejemplo de la fidelidad y el rigor frente al pensamiento tradicional, sin compromiso, sin expedientes, oportunismos y vacilaciones. La impasibilidad de los brahmanes, mucho más que su número - reducido -, les permitió imponerse millones de habitantes de la India y de ser reconocidos y amados como los jefes de las comunidades; no es la cantidad que importaba, sino su calidad interior, su temple y su espíritu de decisión: eran el "motor inmóvil".
Un Project alternatif pour les forces nationales ,Ernesto Milá ,Totalité nº 25 , Puisaux 1986
Ernesto Milá
El pensamiento tradicional posee una serie de ventajas subjetivas: por una parte, es un pensamiento que no puede asumirse de manera doctrinaria, sino que es necesario vivir y practicar; es un pensamiento que se ve privado de límites: es una síntesis que afecta todas las ramas del saber y del conocimiento ; facilita la elaboración de un modelo interpretativo que permite analizar todas las tendencias de la civilización (sexualidad, ecología, política, estética, ética, ciencias, etc.) ; es un pensamiento operativo (a través de la acción, a través de la meditación, a través de la investigación in situ de las ciencias tradicionales, etc.) ; es un pensamiento perfectamente definido que ayuda establecer barrieras "diferenciadoras", sin equivoco posible, entre el pensamiento moderno y ella misma; por último, es un pensamiento que ayuda establecer el significado de la crisis actual, su inclusión en una visión cosmogónica del mundo y del papel del hombre que quiere escapar del mundo del devenir para descubrir el del ser en la crisis actual de civilización. Aunque, en este caso, es necesario vivirla intensamente, se podrá también añadir que el pensamiento tradicional, por su radicalismo, permite al hombre que lo asume y lo experimenta, poder, más que cualquier otro, enfrentar y sobrevivir a las desintegraciones que se acercan: hoy día es quizá ya imposible salvar la humanidad que avanza hacia las últimas consecuencias de su "huida hacia adelante", pero es aún tiempo de salvar nuestro ser.
OBJETIVOS, ESTRATEGIA Y TÁCTICA
Lo hemos dicho: para nuestra generación, luchar por un simple cambio de Gobierno es un objetivo tan tenue que no merece la pena de ser tenido en cuenta; un cambio de sistema que sería problemático y complicado no es tampoco un objetivo válido. ¿Se puede imaginar que el poder de las multinacionales, el poder de los imperialismos va a dejar el campo libre una nueva sociedad? Al contrario, va a precipitar la crisis destructiva, que abrirá únicamente las puertas al único objetivo por el que valga la pena luchar: el advenimiento de una nueva Edad de Oro, la Revolución del siglo XXI.
El Edad de Oro es el objetivo de una larga marcha de vuelta a los orígenes, el resultado de un triunfo del reino de la calidad sobre el de la cantidad, de lo Absoluto sobre lo relativo, de lo espiritual sobre lo material, de lo eterno sobre lo temporal, del ser sobre el devenir, de lo trascendente sobre lo contingente, en definitiva del Orden sobre el Caos.
Hoy día, en la noche obscura de Occidente, como antes del Solsticio de invierno, el Sol parece no recalentar más la tierra y perderse en el espacio infinito, hundiendo el planeta en el frío y la noche. Es preciso, incluso si solo se trata de un pequeño puñado de hombres, ser capaz de permanecer de pie, en vigilia, en el curso de la noche caótica del tiempo moderno, ya que el día del Solsticio de invierno es, finalmente, el anuncio de la nueva primavera que vendrá y de la victoria del Sol sobre las potencias telúricas de la noche y la oscuridad. Este pequeño puñado de hombres en vigilia debe hoy ya, y desde ahora, organizarse, ser el espejo de la nueva edad de Oro, ser un punto de referencia para el que busca una orientación, una pista, una guía; debe constituir una roca en el océano, ante las desintegraciones que anuncian las señales del tiempo; debe ser comparable a los alquimistas de la disolución moderna que, utilizando el elixir de la Tradición, coagulan este Edad de Oro.
En lo que los concierne, hoy, su reino no es de este mundo; es posible que estén físicamente aquí pero sienten sus cuerpos exiliados sobre de este planeta que ya no nos destila más que la miseria espiritual y la tragedia material. Se sienten extranjeros esta tierra y sus estructuras, sus leyes, sus instituciones y sus fronteras; participan en otra realidad, más elevada, demasiado elevada para permitir al hombre participar en la civilización moderna y de integrarse y darse cuenta. Pero al igual que una colonia de exploradores aislados sobre otro mundo, se ven obligados a construir, allí donde se encuentran, esta nueva sociedad que llevan en ellos; no se resignan solamente a vivir el "pensamiento tradicional", no quieren solamente constituir una referencia abstracta: quieren llevar a la práctica lo que llevan en ellos a fin, para emplear una vez más las palabras de Hofmansthal, que "los que velan en la noche obscura, dan la mano a los que nacen en la nueva alba". Y de allí surge una estrategia precisa: la contrasociedad.
Los "hombres de la Tradición" viven en el "mundo moderno" que experimentan y consideran como su lugar de exilio. Pero esta sensación causa en ellos un deseo de libertad. Deben pues aprovecharse de las características, de los mecanismos, de las posibilidades de la sociedad moderna para crear la nueva sociedad de la Edad de Oro: tienen que vivir de su trabajo, por eso estos hombres pueden agruparse en cooperativas de producción y consumo, pueden construir cooperativas de artes gráficas, cooperativas artesanales o agrícolas; con este fin, pueden pedir créditos a los bancos, a las instituciones de ayuda; pueden pedir exenciones de impuestos; pueden recurrir a las instituciones sociales; no deberán enajenarse trabajando en las obras y las grandes fábricas, en los inmensos cadenas de producción; serán los propietarios de su propio trabajo; no trabajarán para acumular grandes fortunas, sino para adquirir el mínimo indispensable la supervivencia. Esta red de hombres que desean del otro modelo de sociedad podrá, gracias a sus iniciativas personales, estar en condiciones de constituir redes que cubrirán todas sus necesidades vitales.
Entre ellos, los que son médicos responderán a las necesidades sanitarias, redescubrirán la medicina natural; otros, que sientan la llamada la tierra, experimentarán los viejos sistemas de cultivo, producirán alimentos sin agentes, sin aditivos y sin carroña; los que se sienten atraídos por la comunicación y la información, utilizarán sus propias imprentas, sus radios libres y crearán pequeños boletines periódicos, revistas donde analizarán la información, los acontecimientos de la "otra humanidad", no se limitarán informar de los hechos con objetividad sino, además, guardarán sus distancias." Los que son atraídos por las artes manuales constituirán el equipo que elaborará todo lo que es necesario el hábitat (muebles, vestidos, objetos de consumo, etc.) de estos nuevos civilizadores. Se sentirán tan alejados de la sociedad que un simple combate electoral, un cambio de Gobierno o una crisis económica no los afectará; serán "apolíticos" al sentido griego del término: no por desinterés por la política, sino por menosprecio y por deseo de tomar sus distancias con respeto a los hombres políticos, sus esquemas y sus instituciones.
Los deseos culturales estarán cubiertos por profesionales de la cultura; los profesores se agruparán en escuelas libres, no sometidos al control del Estado. Aparecerán escuelas diferenciadas para los que se sienten sobre todo atraídos por la vocación ascética, así como escuelas guerreras para los que llevan en ellos el fuego del combate y la acción, escuelas profesionales para los que se sienten atraídos por el trabajo de las materiales y las formas, las escuelas campesinas destinadas los que quieren identificarse con una tierra y con su llamada - en definitiva, una enseñanza para que los hombres sean verdaderamente hombres, íntegros en su virilidad, y para que las mujeres sean mujeres en su femineidad; de esta manera finalizará la promiscuidad temática de la enseñanza moderna; se tenderá diferenciar los caracteres, a observar las tendencias innatas de los jóvenes. Se organizarán en grupos, según sus afinidades, estando dirigido cada uno de ellos no por el que ha recibido más votos en su favor sino por el que halla llegado lo más lejos posible en las etapas de realización del ser: así resurgirá el viejo sentido de la autoridad y, de nuevo, el Orden triunfará del Caos. Estas comunidades diferentes, dispersas, estarán en interrelación. Las unas y los otros intentarán responder la totalidad de sus necesidades con el fin de reducir al mínimo su dependencia frente al mundo exterior
Considerarán la ecología y las energías alternativas con simpatía y tratarán de aplicarlos. Buscarán practicar una vida comunitaria; por su ejemplo, intentarán en primer lugar suscitar una convicción teórica y, a continuación, intentarán pasar a la realidad práctica con vecinos y amigos; el proselitismo no constituirá una obsesión y no hipotecará su tiempo: "los que quieren oír, que oigan". Sus comunidades se distinguirán de las experiencias contraculturales, las palabras autoridad, orden y jerarquía serán sus normas internas. Todas estas redes constituirán los embriones de una contrasociedad ejercitada conjuntamente en la sociedad moderna, pero que no participa más en ella. Se ingeniarán en no tomar parte ninguna de las absurdidades de la sociedad moderna. Si las trompetas de guerra suenan, no será la patria de los banqueros y oligarcas, ni la patria de los políticos corrompidos, ni la de los hombres-masa a quienes servirán, defenderán solamente a su comunidad , procurarán que en tiempos de crisis agudas y destrucción espectacular, su comunidad se repliegue en ella misma. No esperarán que los tanques soviéticos o las bombas de neutrones los destruyan en las trincheras de la Europa social-democrática, de los burgueses conservadores o comunistas tan alienados como los que los combaten. Su patria estará allí donde se encuentra a su comunidad. Pero no serán pacifistas: si deben combatir para defender su comunidad, combatirán, pero no sacrificarán el más grande tesoro del que disponen - su vida - para defender ideales cuyo pobreza no merece incluso el sacrificio de un perro: la democracia liberal, la sociedad del bienestar y del consumo, el proyecto socialista, el "Occidente libre", etc.
Con el tiempo, el debilitamiento y la desintegración de la sociedad moderna se volverán más palpable." Irán acentuándose. Paralelamente, estos hombres que se cuelgan al polo inmóvil de la Tradición irán aumentando. Este embrión de contrasociedad se volverá un germen de contrapoder y este poder tenderá superponerse al poder oficial. No se tratan de crear ""
jerarquías paralelas ", como lo hace la subversión en el curso del proceso de la guerra subversiva:" las jerarquías paralelas nacen para sustituir a las de un régimen considerado como caduco, el contrapoder nace para sustituir a la Edad de Hierro por el Edad de Oro. El contrapoder no debe instalarse por la fuerza, de la misma manera que el luchador de aikido sabe que no es su fuerza la que le dará la victoria o como el practicante de kendo sabe que es su calma y su estabilidad impasible que le hace experimentar la debilidad del adversario. Se trata precisamente de eso: de ser impasible, impasible cara la posibilidad de asistir al advenimiento de un nuevo mundo, impasible ante la crisis, las desintegraciones y los fuegos fatuos, y de seguir, inflexible, su propio camino, colocando ante todo el ejemplo de la fidelidad y el rigor frente al pensamiento tradicional, sin compromiso, sin expedientes, oportunismos y vacilaciones. La impasibilidad de los brahmanes, mucho más que su número - reducido -, les permitió imponerse millones de habitantes de la India y de ser reconocidos y amados como los jefes de las comunidades; no es la cantidad que importaba, sino su calidad interior, su temple y su espíritu de decisión: eran el "motor inmóvil".
Un Project alternatif pour les forces nationales ,Ernesto Milá ,Totalité nº 25 , Puisaux 1986
martes, 24 de junio de 2008
LA HOMOSEXUALIDAD COMO IDEOLOGÍA. PÍO MOA
LA HOMOSEXUALIDAD COMO IDEOLOGÍA
PÍO MOA
EN el ensayo La sociedad homosexual intenté explicar el feminismo como una ideología homosexual. Una cosa, desde luego, es la homosexualidad, un fenómeno minoritario, y otra la ideología que intenta hacer de él un modelo de conducta y hasta de concepción social, pretende representar a los homosexuales y, por fin, dictar las normas morales, las reglas de la ciudadanía y la enseñanza de nuestros hijos. Feminismo y homosexualismo han ido juntos hasta confundirse, pues por algo el primero trata de negar las evidentes diferencias entre hombres y mujeres.
La gran mayoría de los homosexuales no están contra la familia ni hacen de su peculiaridad una causa política. Pero como ideología, la homosexualidad (el amor estéril) se opone a la familia y, en definitiva, a la procreación, y no por casualidad hay tantas lesbianas en el movimiento feminista, sobre todo en los puestos decisivos. Suelo citar unos comentarios muy ilustrativos de Doris Lessing: "Las feministas trataban a las mujeres que decidían tener hijos como ciudadanas de segunda clase". Pues tener hijos, puede observar cualquiera, contradecía demasiado obviamente esa igualdad homosexual buscada. ¿Por qué sólo tenían que parir las mujeres? Una maldición para las feministas, tan aficionadas, por eso, al aborto: "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Proseguía Lessing: "El banco Natwest tenía un proyecto para promocionar a las mujeres dentro del propio banco y descubrió que sólo interesaban a una parte muy pequeña de las empleadas. En cambio lo que sí deseaban era casarse y tener una familia". Y comenta de Simone de Beauvoir, típica mujer sin hijos ni deseo de tenerlos, con abundantes experiencias lesbianas: "Nunca le gustó ser mujer. No le gustaba serlo y siempre se estaba quejando de ello. A mí no me parece nada terrible. Tiene sus ventajas. Y de todas maneras, ¿qué puedes hacer? Lo que me asombra es que noto cierto tono de queja en lo que se dice. ¿A quién dirigen sus quejas? ¿A la naturaleza?"
Puesto que la naturaleza ha hecho de los humanos una de las especies con una diferenciación sexual más acentuada -física y anímica-, y ha impreso en ellos una fuerte inclinación a reproducirse, no hay duda del carácter antinatural de esta ideología. La cultura, desde luego, ha evolucionado oponiéndose en alguna medida a la naturaleza, pero, obviamente, no en tan gran medida.
La literatura feminista, pareja a la de otras muchas ideologías utópicas, exhibe casi siempre un fondo de pensamiento histérico, de rebelión contra la realidad en nombre de fantasías un tanto contradictorias o pueriles. Una constante en estas ideologías: la más característica, el marxismo, tan influyente en el feminismo y muchas otras, pretendía emancipar al ser humano de lo que la naturaleza puso en él y crear un "hombre nuevo" diseñado, en fin de cuentas, por la mente de unos burócratas exaltados y chiflados. Ahora tenemos en el gobierno español al grupo de políticos más necios desde la transición, empeñados en modelar "una nueva masculinidad" al zerolesco modo.
Otro rasgo de estas ideologías es su fraudulenta pretensión de representar a tal o cual sector social. El marxismo afirmaba defender a los obreros, pero chocaba con los obreros de verdad, a quienes "por su propio interés" privó de todo derecho.
Algo así pasa con los nacionalistas vascos, catalanes o gallegos, autonombrados representantes metafísicos de unas poblaciones cuya libertad acosan y a las que pretenden despojar de las partes más relevantes de su cultura; cultura española, se mire por donde se mire. Lo mismo vale para las pretensiones de los zerolos de representar a los homosexuales, o de las feministas, entre las que tanto abundan lesbianas y marimachos, de representar a las mujeres; y, últimamente, de cambiar al varón a imagen y semejanza de sus ideíllas, harto ridículas o repulsivas, según se las mire.
EPOCA Semana de120 a126 de junio de 2008
PÍO MOA
EN el ensayo La sociedad homosexual intenté explicar el feminismo como una ideología homosexual. Una cosa, desde luego, es la homosexualidad, un fenómeno minoritario, y otra la ideología que intenta hacer de él un modelo de conducta y hasta de concepción social, pretende representar a los homosexuales y, por fin, dictar las normas morales, las reglas de la ciudadanía y la enseñanza de nuestros hijos. Feminismo y homosexualismo han ido juntos hasta confundirse, pues por algo el primero trata de negar las evidentes diferencias entre hombres y mujeres.
La gran mayoría de los homosexuales no están contra la familia ni hacen de su peculiaridad una causa política. Pero como ideología, la homosexualidad (el amor estéril) se opone a la familia y, en definitiva, a la procreación, y no por casualidad hay tantas lesbianas en el movimiento feminista, sobre todo en los puestos decisivos. Suelo citar unos comentarios muy ilustrativos de Doris Lessing: "Las feministas trataban a las mujeres que decidían tener hijos como ciudadanas de segunda clase". Pues tener hijos, puede observar cualquiera, contradecía demasiado obviamente esa igualdad homosexual buscada. ¿Por qué sólo tenían que parir las mujeres? Una maldición para las feministas, tan aficionadas, por eso, al aborto: "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Proseguía Lessing: "El banco Natwest tenía un proyecto para promocionar a las mujeres dentro del propio banco y descubrió que sólo interesaban a una parte muy pequeña de las empleadas. En cambio lo que sí deseaban era casarse y tener una familia". Y comenta de Simone de Beauvoir, típica mujer sin hijos ni deseo de tenerlos, con abundantes experiencias lesbianas: "Nunca le gustó ser mujer. No le gustaba serlo y siempre se estaba quejando de ello. A mí no me parece nada terrible. Tiene sus ventajas. Y de todas maneras, ¿qué puedes hacer? Lo que me asombra es que noto cierto tono de queja en lo que se dice. ¿A quién dirigen sus quejas? ¿A la naturaleza?"
Puesto que la naturaleza ha hecho de los humanos una de las especies con una diferenciación sexual más acentuada -física y anímica-, y ha impreso en ellos una fuerte inclinación a reproducirse, no hay duda del carácter antinatural de esta ideología. La cultura, desde luego, ha evolucionado oponiéndose en alguna medida a la naturaleza, pero, obviamente, no en tan gran medida.
La literatura feminista, pareja a la de otras muchas ideologías utópicas, exhibe casi siempre un fondo de pensamiento histérico, de rebelión contra la realidad en nombre de fantasías un tanto contradictorias o pueriles. Una constante en estas ideologías: la más característica, el marxismo, tan influyente en el feminismo y muchas otras, pretendía emancipar al ser humano de lo que la naturaleza puso en él y crear un "hombre nuevo" diseñado, en fin de cuentas, por la mente de unos burócratas exaltados y chiflados. Ahora tenemos en el gobierno español al grupo de políticos más necios desde la transición, empeñados en modelar "una nueva masculinidad" al zerolesco modo.
Otro rasgo de estas ideologías es su fraudulenta pretensión de representar a tal o cual sector social. El marxismo afirmaba defender a los obreros, pero chocaba con los obreros de verdad, a quienes "por su propio interés" privó de todo derecho.
Algo así pasa con los nacionalistas vascos, catalanes o gallegos, autonombrados representantes metafísicos de unas poblaciones cuya libertad acosan y a las que pretenden despojar de las partes más relevantes de su cultura; cultura española, se mire por donde se mire. Lo mismo vale para las pretensiones de los zerolos de representar a los homosexuales, o de las feministas, entre las que tanto abundan lesbianas y marimachos, de representar a las mujeres; y, últimamente, de cambiar al varón a imagen y semejanza de sus ideíllas, harto ridículas o repulsivas, según se las mire.
EPOCA Semana de120 a126 de junio de 2008
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Pío Moa
El sabor del pánico. Aleix Vidal Cuadras
EL SABOR DEL PÁNICO
Aleix Vidal Cuadras
LOS horrores del legendario crack de 1929, las recomendaciones del Club de Roma en 1972 de detener el crecimiento poco antes del shock petrolero subsiguiente y la recesión de 1974, recuerdos sombríos que la actual combinación de marcada desaceleración y fuerte inflación está reviviendo. Mientras escribo estas líneas, la mitad de las gasolineras de Madrid se han quedado sin combustible y los ciudadanos se agolpan en las grandes superficies y comercios para abastecerse ante la anunciada huelga del transporte. Y es que el panorama pinta de lo más amenazador. Una crisis múltiple, la primera del siglo XXI, combina una extensión geográfica sin precedentes con la convulsión de sectores tan diversos que algunos expertos nos avisan de que nos preparemos para lo peor.
Crisis a la vez financiera, alimentaria, monetaria, medioambiental y de materias primas, suscita los análisis más variopintos y las predicciones más contradictorias. El Fondo Monetario internacional ha estimado las pérdidas que se van a producir en el sistema financiero internacional en 607 billones de euros, el barril de crudo se aproxima a los 140 dólares, el dólar alcanza su nivel de cotización más bajo desde 1975, el oro sobrepasó la barrera psicológica de 1.000 dólares por onza en marzo pasado, el precio del trigo se ha duplicado en el último año, la tonelada de cobre se paga casi a 9.000 dólares y el Informe Stern, publicado en octubre de 2006, calculaba en 5.500 billones de euros el coste de un calentamiento de la atmósfera planetaria de 4°C en 2050.
Cifras de vértigo; volatilidades desconocidas en el pasado, demanda de combustibles fósiles, acero, cemento y alimentos completamente desbocada en los gigantes asiáticos emergentes, muchas antiguas repúblicas soviéticas y del Este europeo plenamente incorporadas a la economía de mercado en una vorágine imparable que priva del aliento e impide planificar mínimamente el futuro. Las bocas de la gente mascan el sabor del pánico mientras ZP, impávido, tañe la lira sin alterar su vacua sonrisa.
EPOCA Semana del 13 al 19 de junio de 2008
Aleix Vidal Cuadras
LOS horrores del legendario crack de 1929, las recomendaciones del Club de Roma en 1972 de detener el crecimiento poco antes del shock petrolero subsiguiente y la recesión de 1974, recuerdos sombríos que la actual combinación de marcada desaceleración y fuerte inflación está reviviendo. Mientras escribo estas líneas, la mitad de las gasolineras de Madrid se han quedado sin combustible y los ciudadanos se agolpan en las grandes superficies y comercios para abastecerse ante la anunciada huelga del transporte. Y es que el panorama pinta de lo más amenazador. Una crisis múltiple, la primera del siglo XXI, combina una extensión geográfica sin precedentes con la convulsión de sectores tan diversos que algunos expertos nos avisan de que nos preparemos para lo peor.
Crisis a la vez financiera, alimentaria, monetaria, medioambiental y de materias primas, suscita los análisis más variopintos y las predicciones más contradictorias. El Fondo Monetario internacional ha estimado las pérdidas que se van a producir en el sistema financiero internacional en 607 billones de euros, el barril de crudo se aproxima a los 140 dólares, el dólar alcanza su nivel de cotización más bajo desde 1975, el oro sobrepasó la barrera psicológica de 1.000 dólares por onza en marzo pasado, el precio del trigo se ha duplicado en el último año, la tonelada de cobre se paga casi a 9.000 dólares y el Informe Stern, publicado en octubre de 2006, calculaba en 5.500 billones de euros el coste de un calentamiento de la atmósfera planetaria de 4°C en 2050.
Cifras de vértigo; volatilidades desconocidas en el pasado, demanda de combustibles fósiles, acero, cemento y alimentos completamente desbocada en los gigantes asiáticos emergentes, muchas antiguas repúblicas soviéticas y del Este europeo plenamente incorporadas a la economía de mercado en una vorágine imparable que priva del aliento e impide planificar mínimamente el futuro. Las bocas de la gente mascan el sabor del pánico mientras ZP, impávido, tañe la lira sin alterar su vacua sonrisa.
EPOCA Semana del 13 al 19 de junio de 2008
Se acabó la comida barata
Se acabó la comida barata.
En Estados Unidos, dos de las grandes cadenas de venta mayorista, Costco y Sam's Club, han comenzado a racionar la venta de arroz a un máximo de cuatro bolsas de nueve kilos por persona. En el Reino Unido, la cadena de supermercados Asda ha restringido su compra en algunos barrios, y Tilda, principal importadora de arroz, ha informado que restringe el suministro a dos sacos por persona. La explicación de lo que sucede es sencilla: la demanda es superior a la oferta, lo que ha producido un aumento considerable de los precios y dificulta el suministro poniendo en peligro el abastecimiento. Según la FAO, desde enero de 2008 los precios internacionales del arroz han aumentado casi un 20 por ciento. En España, el consumo de arroz en 2005 fue de unas 200.000 toneladas, por lo que el suministro debería estar garantizado: en 2006, la producción fue de 746.900 toneladas. Aun así, habría que preguntarse qué sucedería si esta producción, para ganar más dinero, en vez de venderse en España, se vendiese a otros países. ¿Y tenemos igualmente garantizado el abastecimiento de trigo, cereales, carne, leche, aceite, harina...? El Gobierno debería asegurarnos que no habrá problemas de racionamiento y crear un plan de choque, ya que todos los indicios apuntan que la comida barata se ha acabado.
PABLO MARTÍN THARRATS.
BARCELONA
XL SEMANAL nº 1073 18-24 mayo 2008
En Estados Unidos, dos de las grandes cadenas de venta mayorista, Costco y Sam's Club, han comenzado a racionar la venta de arroz a un máximo de cuatro bolsas de nueve kilos por persona. En el Reino Unido, la cadena de supermercados Asda ha restringido su compra en algunos barrios, y Tilda, principal importadora de arroz, ha informado que restringe el suministro a dos sacos por persona. La explicación de lo que sucede es sencilla: la demanda es superior a la oferta, lo que ha producido un aumento considerable de los precios y dificulta el suministro poniendo en peligro el abastecimiento. Según la FAO, desde enero de 2008 los precios internacionales del arroz han aumentado casi un 20 por ciento. En España, el consumo de arroz en 2005 fue de unas 200.000 toneladas, por lo que el suministro debería estar garantizado: en 2006, la producción fue de 746.900 toneladas. Aun así, habría que preguntarse qué sucedería si esta producción, para ganar más dinero, en vez de venderse en España, se vendiese a otros países. ¿Y tenemos igualmente garantizado el abastecimiento de trigo, cereales, carne, leche, aceite, harina...? El Gobierno debería asegurarnos que no habrá problemas de racionamiento y crear un plan de choque, ya que todos los indicios apuntan que la comida barata se ha acabado.
PABLO MARTÍN THARRATS.
BARCELONA
XL SEMANAL nº 1073 18-24 mayo 2008
lunes, 16 de junio de 2008
Edy Minguzzi, Feminidad y feminismo (Edad de hierro)
EDY MINGUZZI
FEMINITÉ ET FEMINISME,
LA FEMME DANS LE MONDE DE LA TRADITION,
Pardès, Puiseaux 1991
(La Edad de Hierro)
Según una antigua alegoría, las "cuatro Edades" coinciden con los cuatro "centros" fundamentales del hombre: a la Edad de Oro correspondan el hombre en su totalidad; a la Edad de Plata, la espiritualidad; a la Edad del Bronce, el corazón (el valor heroico), mientras que a la última, la de Hierro, correspondería el vientre y el sexo en sentido más material y más inmediato. Ahora bien, estos dos mitos son en efecto propios de la edad que se abre con la filosofía de las Luces. La Revolución Francesa nace bajo la signo del igualitarismo económico (incluso si no hizo más que volver más gruesa aún a la burguesía) y nuestra época ha llegado incluso a “enriquecer” de un erotismo difuso las pretensiones sociales. Burguesía y proletariado prosiguen como único objetivo el bienestar material y se encuentran, por lo tanto, desde el punto de vista de la Tradición, exactamente sobre el mismo plano - y están también sobre el mismo plano por lo que se refiere al sexo, todas las clases sociales comulgando en el mismo gusto por la pornografía. La satisfacción material y colectiva de las necesidades del vientre y del sexo: tal es la téofanía hoy día del polo femenino. Nada de más verdadero que la frase del más profético intérprete la sociedad contemporánea, Karl Marx: "el movimiento entero de la historia es pues(...) el acto de procreación real de este comunismo" (3).
(3). K. Marx, Manuscrits de 1844 (Economie politique et philosophie), ED Sociales, París, 1972, p. 87.
(Edy Minguzzi, Feminité et feminisme, la femme dans le monde de la Tradition, Pardès, Puiseaux 1991, p.107)
CAPÍTULO I
CUANDO MUERE El MITO
Hemos examinado hasta aquí los grandes principios de la cosmología tradicional según la cual - de lo infinitamente pequeño lo infinitamente grande, en la multiplicidad de sus manifestaciones - la marcha del universo debe llevar a lo Uno, equilibrio perfecto entre dos polos opuestos, armonía de los contrarios en su complementariedad: equilibrio del Hombre y de la Mujer en el Andrógino - comparable al equilibrio de protones y electrones en el átomo -, del yo y del subconsciente en ser humano.
Por otra parte, observamos que la aceptación de la cosmología tradicional implicaba también la de una determinada ética: si todo lo que existe participa o de uno, o del otro polo, todo debe tender a encarnar la esencia de la manera más pura y que corresponda mejor a su forma ideal.
Sobre esta base, hemos examinado las manifestaciones del polo femenino en las hiérofanías y las teofanías hipostasiadas que el pasado nos ha legado, poniendo en evidencia el substrato eterno al cual se conectan sus distintas (y, en algunos casos, al parecer contradictorias) representaciones (1).
(1). el método que hemos seguido está, con las adaptaciones que se imponen, el de la neolingüística: confrontación de los isoglosas (elementos lingüísticos comunes) y de los isoídes (aspectos culturales comunes). Véase. E. Minguzzi, "Le leghe linguistiche", en Lingua e didatlica, n - 17, oct 1974.
(Op. Cit. P. 141)
El materialismo ha acabado por absorber la díada metafísica y la ha disuelto en lo indiferenciado. Llegado a este punto, la Tradición está muda: es la larga noche de la edad del Lobo, a la salida de la cual surgirán tal vez los “hombres de la aurora” para abrir un nuevo ciclo, una vez que el bautismo de otro diluvio haya regenerado el cosmos.
La única que puede hablar ahora, es la ciencia – esa que no ve más que el tejido epitelial del gran organismo del universo- y además, no completamente; inclinada sobre su microscopio, observa los “virus” que le saltan a los ojos y se parte la cabeza para saber de donde pueden provenir, lo que harán y donde pueden ir.
Ante lo desconocido, toda explicación es plausible, toda coyuntura enfocable: es por eso que la ciencia es tan tolerante frente a los intérpretes de lo real –en el supuesto, bien entendido, de que se funden ¡sobre bases rigurosamente “científicas”!
(Op. Cit. P. 147)
LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO
Dios ha muerto
De la verdad, se dice o que existe, o que no existe, o, a semejanza de la virtud, que está entre los dos - pero, en este caso, no es más que una semi-verdad. Quizá vale más situarse en el dictamen de Pirandello y pensar que existe probablemente, pero que es imposible cogerla en su esencia, dado que "conocer" significa al mismo tiempo evaluar a partir de parámetros subjetivos. De modo que se vuelve de nuevo al viejo conflicto entre los noumenos y las categorías de este caro viejo Kant. Ahora bien, si se confrontan los argumentos que apoya la Tradición y los que proponen las teorías progresistas, es imposible decir con certeza que la verdad sea el atributo exclusivo de una otra de las partes en presencia. Debemos más bien pensar que la sabiduría tradicional y la ciencia moderna proponen simplemente dos métodos, subjetivos, de interpretar la realidad y que la adopción de uno o de otro, con todas las implicaciones que eso comporta, es un problema puramente personal: en un determinado sentido, es un acto de fé. Se cree que al principio eran el Eden, dioses y la Edad de Oro, destinados degenerar miserablemente, por un proceso de involución, edad del antropopitecus (la nuestra, precisamente); o bien se cree que al principio era el antropopitecus
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, el cual, gracias a los cuidados diligentes de Darwin, se expandió irradiadoramente en el homo sapiens y el triunfo del progreso.
Se trata, en definitiva, de "leer el presente": la elección del registro (threnos o péan, lamento o exaltación, anatema o apología) depende solamente de nuestra forma mentis.
Lo importante es no perder de vista el presente, los hechos, la realidad. Y, sobre esto, Tradición y antitradición están de acuerdo - asistimos a la débácle de una civilización, a los sobresaltos, a la agonía de un mundo cuyas estructuras no son apropiadas para las nuevas generaciones. Que sea falta del antiguo sistema, como lo pretenden los progresistas, o de las nuevas generaciones, como afirman la Tradición, no está nosotros el determinarlo. Podemos a lo sumo ofrecer a los unos y a los otros la constatación de una comprobación siempre válida: lo que llegó debía llegar y lo que llegará deberá ser - sin querer ofender a cualquiera, Hegel no más que a otro.
Examinemos pues "lo que ha llegado" y, dentro del límite de nuestras posibilidades, "lo que llegará".
Ocurre que se ha perdido la dimensión de la trascendencia, del de Ser, de la Metafísica, de todo lo que antes se escribía con una mayúscula, y se adquirió a cambio la dimensión del mundo fenomenal y del devenir. En la óptica del pensamiento tradicional, hemos visto que esto significaba estar caídos del mundo de dioses y de la luz al flujo ciego y caótico de la materia, al oscuro Kali Yuga, "la cuarta edad". Una brusca coz del caballo negro y, he ahí que el carro de Platón muerde el polvo y que el auriga, halcón de los extensos espacios, se transforma en una tímida paloma que obligada por la ceguera, quiere recuperar la tierra.
Para los progresistas, eso significa al contrario liberarse finalmente de los oscuros delirios de la Edad Media para, finalmente,
(1)Cf.. T. Burckhardt, Scienza moderna e.saggezza tradizionale, Borla, Turín, 1967, donde este tema ha sido tratado más ampliamente.
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ofrecer a la paloma kantiana un terreno más sólido sobre el cual picotear y un "aire más respirable" para revolotear.
¿Los arquetipos eran quizá demasiado luminosos y la paloma no estaba a "la altura"? ¿O no había allí arquetipos (o no había allí ya) y, en su lugar, simulacros vacíos? Para nosotros, el resultado es el mismo en los dos casos y Zaratustra nos lo anuncia descendiendo de su montaña: Dios ha muerto.
El mensaje nietzscheano abre una era: cada uno de entre nosotros se reconoce existencialista, presa del lamentable destino de la "Geworfenheit": en tanto que “ser arrojado" en el mundo, como un proyecto que debe ser realizado, pero nadie sabe cómo ni porqué. Es justamente en esto que reside nuestra libertad, dicen los unos; es en eso que reside el Némésis de nuestra locura, piensan los otros.
El crepúsculo de los dioses y el materialismo.
Antes, la humanidad vuelta temerosa e "instrumentalizada" por los antojos bíblicos, no sabía demasiado si había pasado de la oscuridad a la luz - o, viceversa, de la luz a la oscuridad; hoy que las nubes del smog * y del progreso han hecho también justicia de las distinciones de Jéhovah, la cuestión no se plantea ya. El antiguo dilema bien/mal hizo de San Agustín su última víctima; hoy se lo soluciona de manera más simple en la dialéctica bienestar/malestar (que, más tarde revela ser otra cosa). Estamos sin embargo todos de acuerdo en un punto: llegados allí, no se vuelve de nuevo atrás. Porque no se puede, publica la Tradición; porque no se puede quererlo, grita el progreso. ¿Pero qué diferencia? Esta marcha es irreversible, tal es la conclusión. No se puede sino ir adelante.
En cualquier caso, el mundo que nos ha caído en suerte después de la muerte de Dios, es un mundo que se reconoce materialista. El resto es “superestructura”
* en inglés en el texto (N.D.T.).
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: Marx lo dijo y, a la luz de los hechos, no hay ningún motivo para culparle. Los templos aristocráticos de dioses, que comenzaron a agrietarse cuando Lucrecio hablaba, se han aplastado hoy definitivamente. En su lugar, nos encontramos casas del pueblo y tanto y más igualitarismo ya que, ante el materialismo, que se tenga una célula de cuanto más o de menos, nosotros somos absolutamente iguales. La lógica está a salvo y humanitarismo florece. Un humanitarismo muy diferente de la ética tradicional, que tenía el honor de distribuir a cada uno, según su dignidad, una chispa de luz divina (lo que, además no costaba nada, precisan sarcásticamente los economistas); el humanitarismo distribuye hoy, con más de sensatez quizá, bienes de consumo. Es una cuestión de utilidad práctica y, según la lógica del materialismo, de justicia social. Una justicia sometida al reino de la cantidad: hablar de calidad entre los seres humanos es un delito, puesto que eso implica un concepto de diferenciación, o incluso de selección, - lo que es una ofensa al nuevo derecho de gentes. Pero se percibe que la cantidad es también discriminatoria puesto que, en efecto, las minorías terminan por ser marginalizadas. Existe también una solución a este problema: basta con impedir que se constituyan minorías, reforzando en cada uno los principios de la nueva lógica - o bien dejar libre curso la anarquía.
Por ello nosotros henos ahí todo iguales. Incluso la distinción entre gordo y delgado se suprime gracias a dietas draconianas, y la generación filiforme que nace inmediatamente se empaqueta sobre la marcha en blue-jean. afin de impedir toda futura diferenciación injusta y clasista.
Algo no ha funcionado, a pesar de todo. En el fenómeno de integración general, hay quien aún busca su verdadero lugar, su verdadera identidad, o al menos su etiqueta - o también, a falta de algo mejor, su alienación -, pero que sea adecuada para ellos y perfectamente definida, si no se arriesga perder definitivamente su propio ser en del espacio de ósmosis colectiva. El macabro descubrimiento de no ser nadie
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es un discurso que, para ellos tiene un vago olor de la necrofilia. Gracias al Cielo, en el momento actual, son pocos y es suficiente, para apaciguarles, ofrecerles el yoga domesticado de las salas de cultura física que abre el tercer ojo a los que han cerrado los otros dos. Es a ellos a los que se refiere la máxima evangélica: beati monoculi in urbe caecorum. Estamos asistiendo a un revival * de el Oriente y sus símbolos milenarios, que se convierten en género de pacotilla para los supermercados, consumen en el espacio de una estación, y sus grandes religiones sintetizadas en un texto en sánscrito (el antiguo deva nagari, ¡la "ciudad de los dioses”!) que se desliza en el bolsillo-revólver de su jean. Es de ahí de donde nacerá el nuevo credo: por lo demás , ¿no enseñan los Tantras que es justamente allí donde están la serpiente Kundalini , tras las glándulas suprarrenales?.
Familias de espectros
Mezclar y redistribuir en partes iguales: esta es la Buena Nueva. Y por cierto, al hacerlo, seguimos la obra de Cristo. Un Cristo ahora monofisista y huérfano de Padre celestial, habida cuenta de que hoy día Dios está muerto; pero al final, leyendo bien,¿ no está escrito que "Dios se hizo hombre"? Bueno, atengámonos al hombre y no vayamos a discutir de manera indiscreta sobre sus orígenes. Esto no tendría ningún sentido, tan demodé** como está la familia **. Las guarderías, los asilos, las escuelas obligatorias (que sustituyen al angel de la guarda, acompañarán en lo sucesivo a los nuevos hombres del nacimiento a la edad adulta a fin de integrarlos, como conviene, en el contexto social) son el sustituto ideal de la familia nuclear - que, a decir verdad, ya no tiene ningún sentido: ya sea en el contexto capitalista como en el sentido patriarcal y matriarcal.
* En Inglés en el texto (N.D.T.).
** En francés en el texto (N.D.T.).
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El padre, que antiguamente tenía como función transmitir a los hijos el patrimonio espiritual de los ancestros, ha comprendido que este patrimonio es un tipo de bienes de consumo obsoleto que el mercado no acepta. Esa es la razón por la que arroja a la ortigas (con el pretexto de que se trata de una abyecta vergüenza, una tara hereditaria, como los "fantasmas" de lbsen) y, privado de sus raíces, que espera poder reciclar de una forma más útil, práctica y socialmente digna de estima. La madre, que una vez simbolizó la casa y vigilaba celosamente el mismo famoso patrimonio espiritual, teme con razón, el ridículo al se expone esta custodia folclórica de un fantasma fabricado con todas las piezas, y abandona el domicilio conyugal para "realizarse socialmente”. Lo que originalmente era una misión en nombre de ciertos valores, ha llegado a ser, hoy día, una injusticia insoportable porque los valores han sido echados abajo como los ídolos paganos, y la misión ha sufrido la suerte de todas las misiones de los buenos viejos tiempos: ha sido desmitificada. Los tradicionalistas precisan: "desacralizada," pero esto es la misma cosa, el hecho es que la misión ya no existe y que se encuentra en su lugar, trágico como el retrato de Dorian Gray, el papel ancilar de la mujer. Y, por supuesto, conviene rechazarlo en bloque. En tal situación, hablar aún de la familia es realmente la última de las hipocresías. El puro y simple hecho de procrear (porque, porque a fuerza de pequeños golpes de desgaste iconoclastas, no le ha quedado más que esta función) no es suficiente para justificar el pesado bártulo de condicionamientos que se asocia al concepto de familia. Esta es también una "superestructura" y, por tanto, como tal, a abolir. La colectividad y el Estado pueden perfectamente sustituirla, convertida en lo sucesivo en mitológica - con todas las consecuencias que hemos observado. Eso es lo que también enseña Suecia, la patria de la libertad y el suicidio. Y no sólo de Suecia.
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Amor y sexo
Queda el amor, o más bien su contrapartida física: el sexo. Pulula por cada esquina y hay incluso quien escribe por encima pensamientos terriblemente cerebrales de gran consumo (ya sea novelas, poemas o canciones); mayoría barrida por una irresistible gracia desmitificadora, consagrándose a pensamientos obscenos – de acuerdo a caenum, "fango" - para cubrir de barro y, sin duda, para cubrirse ellos mismos. Cerebralizar o ensuciar, parece que no procede propiamente hablar de esa alternativa; excepción hecha del baratillo sentimentalista - supervivencia, que ha tenido a mal desaparecer, del mundo burgués. Por otra parte, los tradicionalistas dirán que si no se mira más que el lado materialista de las cosas, el horizonte se restringe terriblemente, entonces. El materialismo y la sociedad de consumo se han puesto de acuerdo para hacer del sexo un artículo de gran consumo, saturando la atmósfera de reclamos eróticos; hasta hace poco todavía la mujer era el objeto; ahora, es el turno del hombre, justamente: he ahí lo que hace la publicidad, vestido de una hoja de parra, a propósito del inefable confort de slips cosidos a mano que él lleva. Efebos de Praxíteles o atletas de Policleto inflados los músculos por el culturismo revelan, en las revistas para mujeres solas, cómo se hace para repartir un aparato genital detrás de cinco centímetros cuadrados de tela.
A intención de los más frustrados, todo esto exalta las formas exhibicionistas priápicas que desembocan en la alcantarilla o la violencia. Puntos de paso obligados que, antaño, la experiencia, o los dioses, había enseñado a los Antiguos: kóros-hybris-áte, saciedad-violencia-ceguera, tales son las tres etapas del castigo divino. Y si Dios está muerto y no castiga más, somos lo suficientemente grandes como para castigarnos a nosotros mismos.
Se observa que se desarrolla en las mujeres una tendencia a considerar de manera comercial el interés sexual, al punto de de desnaturalizarlo bajo diversas formas de frigidez: y las feministas
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van aun más lejos y predican el safismo. Incluso el sexo ha perdido el cuerpo y los bienes.
Hay otras que imaginándose haber entendido a que juego se juega, rechazan dejarse condicionar y comulgan en el mito naturalista a lo J.-J. Rousseau, tratando de encontrar al contacto con la Naturaleza (¡por desgracia! cuan enormemente distorsionada, también!), una saludable instintividad capaz de canalizar la libido. Al desvanecerse el mito del hombre, permanece el de la bestia. Surgió así el picnic, con su mitología, sus papeles grasientos, sus provisiones y las carnavalescas aldeas de tela, o la comunidad, con sus improvisados campesinos que reencontraron el gusto de las cuatro estaciones del año y la promiscuidad. Sobre todo, la promiscuidad, pero es ya demasiado. En el fondo, el naturalismo vale más que ese "virtuismo" hecho de medias virtudes que, según Vilfredo Pareto, fue el sello distintivo de la sociedad burguesa. Así, se tiene la ilusión de borrar siglos de historia y regresar al estado salvaje de la paz bucólica.
Si bien esto parece humorística, es realmente grotesco: nuestra generación pasa la mitad de su tiempo a obrar el progreso, y la otra mitad en huir de él como la peste. Esa es la lógica de la sociedad de consumo, dicen los más optimistas; abolámosla también y nos encontraremos puros y hermosos como los nuevos. Y diciendo esto, se reduce al silencio a cualquiera que se halla apercibido que hace estragos la imparable lógica de la locura.
La ciencia de Satanás
El gran mérito de nuestra sociedad es creer inquebrantablemente que sabe perfectamente lo que quiere. Que se trate de una convicción “satánica", como piensa la tradición, esto aún no se ha demostrado. Por cierto, basta entenderse sobre el significado de estas palabras para finalmente llegar a un acuerdo porque, después de todo, ¿qué es Satanás? Es la ciencia, y nada más: la ciencia del mundo material, por supuesto. Carducci lo sabía tan bien el mismo
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, que le dedicó una canción al apogeo del positivismo. Desde el siglo de las luces, Satanás y Prometeo como dos hermanos caminando de la mano (por otra parte, si es suficiente, hoy en día, inclinarse sobre la antropología y el psicoanálisis del mito para descubrir los parentescos más insospechados ¿qué podemos decir que esta, que salta a los ojos de tal forma?): Satanás, expulsado de los cielos y empujado hacia la tierra; Prometeo, y de manera similar exiliado y encadenado aquí abajo , a hacerse devorar el hígado, han sido ambos triunfalmente "recuperados" por nuestra civilización que, en consonancia con ella misma por una vez , no ha recogido del mundo antiguo más que los únicos símbolos de la materialidad no redimida. Pero la realidad es que la antigua edad del symbolon, del ser trascendente, llamaba al mundo material díabolon: lo que está disperso, para convertirse en caos. ¿No es ese el objeto mismo de la ciencia moderna? Admitir el diablo como el espíritu de la ciencia da, por tanto, satisfacción a todos.
A fuerza de recuperaciones concienzudamente psicoanalizadas, el progreso ha aparecido en todo su esplendor. Fue suficiente abatir a golpes de ideas claras y netas, la bóveda celeste cuya opacidad oprimía los cerebros medievales para que la razón triunfante nos invente la ciencia. Un hombre de gran valor de la “edad sombría”, Bernardo El Trevisano, había evocado una temible fuente, afortunadamente puesta bajo el sello de su tiempo, que," si fuera fracturada, causaría nuestra pérdida”. Si romper los sellos fue un juego de niños, desmentir al bueno de Trévisano lo fue menos, y esto fue la ciencia, con su deflagraciones, sus masacres ecológicas, sus experiencias que aumentaron o disminuyeron a voluntad la población (¿No era suficiente una píldora?), con su titilaciones insinuantes de núcleos atómicos - que acabarán quizá por decretar ellos solos la despoblación definitiva. Los físicos de Dürrenmatt se encierran voluntariamente en hospitales psiquiátricos expresando por ahí que sus conocimientos al servicio de la sociedad de consumo es la más terrible de armas. Pero la literatura es una cosa, la vida es otra. La ciencia es como la tela de Penélope. De día, ella se fabrica una máscara
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evangélica penitente y suelta mea culpa: por la fisión del átomo, por las enfermedades "iatrogénicas" para la locura colectiva de las cadenas de montaje, por los temblores de una tierra que sacuden los ensayos nucleares, por la masacre de peces pequeños, de agua dulce o de mar (pero, en el fondo, ¿qué importa? Tenemos ya beefsteaks de petróleo, dejadnos hacer, y os ofreceremos además pronto pescado). Y por la noche, ella reanuda su discurso con la industria donde lo había dejado, y la destrucción continúa.
Pero la ciencia se cree que sabe cómo defenderse contra todo, incluso contra si misma. Ella ha debido tomar al pie de la letra el mensaje de Schopenhauer y considera el mundo como "voluntad y representación": es suficiente quererlo y representarlo como el mejor de los mundos posibles y lo será - incluso en contra de cualquier apariencia. Y luego siempre hay forma de salir: si Fausto, signatario de un pacto con el diablo, ha sido rescatado, ¿por qué no deberíamos rescatarnos nosotros también? Si bien es cierto que, como dice Rabelais, "La ciencia sin consciencia no es más que la ruina del alma” *, basta con crear un nuevo eslogan "ciencia con conciencia ", y está jugada la partida. Pero ¿que conciencia si la de la Tradición ha desaparecido con los dioses, si la de la religión es una "superestructura" si la de la burguesía es farisaica? La consciencia simplemente humano, entonces. Sin embargo, hemos llegado demasiado tarde: la ciencia ahora no es más la medida del hombre. Ella le ha atrofiado las piernas con sus coches, el espíritu con los cerebros electrónicos y su estómago con sus alimentos homogeneizados. Los tradicionalistas ríen sarcásticamente: tienen siempre el macabro confort de concluir fatídicamente: "Os lo habíamos dicho." Pero los progresistas, con la boca llena de "alienaciónes", "instrumentalizaciones" y "cosificaciones", se imaginan siempre ser capaces de colonizar la luna y recuperar la mayonesa. Es la sabiduría de la brava Margarita de la antigua opereta: "Sabía muchas cosas, pero todas mal".
* En francés en el texto (N.D.T.).
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¿Quizá era en ellos en quien pensaba el visionario de Zaratustra cuando señala en El Gay Saber (¡nomen omen!): "Aquellos que tienen en la boca una voz demasiado gruesa son incapaces de tener pensamientos sutiles" ?
Y tenía razón. En el mundo del materialismo, lo sutil - oscuro legado de la época en la que se creía (locura lamentable) en los cuatro elementos y en la quintaesencia - ya no se existe: se ha evaporado. ¿Se habrá ido también a la Luna, junto con la razón del guerrero Rolando?
"¡Velad para que lo sutil no escapa de su recipiente! ", decían los sabios de los tiempos de antaño rumiando sobre sus alambiques. Nos hemos reído en sus narices, pensando que deliraban persiguiendo sus quimeras, mientras que en realidad se referían al espíritu del hombre y del mundo. Ahora que se ha evaporado la leyenda cobra todo su sentido, pero todavía estamos ahí, incluso privados mismo de espíritu, y decimos: “¿ Ha partido? Bien !paz a su alma ".
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(Op. Cit. P. 187-197)
LA PROSTITUTA DE BABILONIA Y LA VIRGEN-MADRE
La nueva civilización
La Ginecocracia y la sociedad contemporánea
Los más optimistas siempre pueden objetar que la destrucción general (de Dios, de la naturaleza y de la sociedad) forma parte de un plan querido y ordenado por la humanidad y cuyo fin último es la creación de una civilización mejor con el estandarte del igualitarismo y la ginecocracia. Otros reconocerán, con mayor sabiduría, que la destrucción estaba en la lógica de las cosas: una lógica imponderable e imprevisible llamado "el espíritu de la escalera". Y, de hecho, no es tanto la voluntad consciente de los hombres como la ley de la continuidad histórica lo que ha hecho que el capitalismo mismo, "patriarcal, represivo y falocrático" por excelencia, ha creado las primicias de su propia destrucción. No es difícil de identificarlas. La obligación de comprar que impone la sociedad de consumo, ha arrancado a la mujer del medio familiar insertándola en el mundo del trabajo; de inmediato se haderivado su independencia económica y su capacidad de ser autosuficiente en la promiscuidad las relaciones sociales. El papel protector del hombre ya no tiene ningún sentido y paralelamente, la función de la mujer, en una familia abandonada tanto física como espiritualmente, se desvanece.
Es fácil para las mujeres comprender el alcance del
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nuevo papel que es el suyo: la Ley del Trabajo y le enseña que economía y poder marchan al mismo paso - y la realidad cotidiana le confirma que, de hecho, la economía está en sus manos, al menos en dos tercios: su antigua misión de administración doméstica le permite controlar los ingresos del hombre, además de los suyos, mientras que en la empresa, puede decidir, en pie de igualdad con él, el empleo de los capitales. Y decir "en pie de igualdad" puede ser un anacronismo al día de hoy, ya que allí donde las mujeres no son la mayoría cuantitativamente, lo son en términos de calidad - al menos según lo que se considera hoy en día como tal-, la misma sociedad capitalista ha elevado a una virtud ciertas características que antes eran reservados al dominio de una existencia apagada, o considerada como vil o afeminada.
En un mundo donde vivir es ya una prueba de valentía, donde el razonar es inútil (este es el papel de los ordenadores) y decidir imposible (que se piense en la publicidad), se convierten en virtudes de primer orden: la diligencia, la adaptabilidad, la elasticidad mental, la afabilidad en las relaciones sociales - la famosa "simpatía"-. Las nuevas estructuras de la sociedad de trabajo no exigen prestaciones asociadas con el sexo específico de una persona: no existen más ni hombre ni mujer, sino "inteligentes" o "limitados", "stakhanovistes " o “absentistas","aptos" o "no aptos" sobrevaluando las capacidades neutras, es decir iguales en el hombre y la mujer, e incluso con mayor frecuencia más eminentemente las de la mujer, se ha favorecido, conscientemente o no, la afirmación del poder femenino. Y esta es la primera piedra la construcción de la nueva sociedad.
Colectivismo y Mutterrecht (1)
La mujer triunfa en el preciso momento en que prevalece la
(1) De la obra del mismo nombre de J.J: Bachofen, al cual nos hemos referido precedentemente.
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tendencia hacia el colectivismo. Como hemos señalado (2), las doctrinas tradicionales asocian, estigmatizándolas, igualitarismo y matriarcado en tanto manifestaciones exteriores de una misma realidad supra-histórica: a períodos durante los cuales se impone la forma , el acto (en sentido aristotélico), y el ordenamiento central y jerárquico - interpretados como cualidades viriles - suceden a través de un proceso de degeneración, épocas en que prevalece la potencialidad indiscriminada, la materialidad sujeta al devenir y el caos – las cuales se definirían como características femeninas.
Sin invocar valores metafísicos, otros han señalado la constancia de este fenómeno y lo han reducido a una interpretación psicoanalítica: al abominable autoritarismo patriarcal y jerárquico, debido a la identificación de la sociedad, en su conjunto, el padre edipiano, se oponen a la permisividad de las sociedades matriarcales y colectivistas, frutos de la identificación con la madre (3).
Cualesquiera que sean las motivaciones y la interpretación de esta "coincidencia”, permanece el hecho de que se ha verificado constantemente. Igualitarismo y colectivismo son precisamente dos de los temas más importantes del feminismo, que en sus aspectos más moderados, la lucha por reivindicaciones igualitarias - políticas, sociales o económicas -, mientras que acepta e incluso defiende, la feminidad como una realidad psicobiológica: ellas exigen ser respetadas como mujeres y en tanto que mujeres, aceptando sin reservas el papel femenino originalmente asignado por la Kultur androcrática. La corriente moderada no demanda la revolución, sino simplemente una nueva evaluación de la personalidad femenina a la luz de la nueva realidad social: en sustancia, demanda su deseo de ser "recuperada" y parte activa del bienestar general. La reivindicación igualitarista no se radicaliza más que entre las más progresistas, que rechazan incluso la distinción
(2) Cf. especialmente 1 '° parte, cap. V.
( 3) Cf. E. Rattray Taylor, Sex in History.
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de papeles entre hombres y mujeres, y ponen, en consecuencia, en cuestión los cimientos mismos sobre los que reposa la civilización patriarcal.
Si el feminismo moderado es compatible con el marxismo y la dictadura proletariado , el feminismo radical, como se ha visto, también lo rechaza porque encuentra, incluso si no se trata más que de sus epígonos, las estructuras misóginas de la sociedad androcrática.
El sexo colectivo
Y no lo ha hecho del todo mal. La experiencia demuestra que el colectivismo, tal como lo concibe el hombre, tan abierto e igualitario como parece ser, es siempre unilateral y tiene efectos adversos para la mujer. Hemos visto los resultados en el ámbito de la libertad sexual, tal como es enfocado y realizado por las corrientes más progresistas que sostienen, por otra parte, las franjas más inconsecuentes del feminismo. Se pensaba liberar a la humanidad de los tabúes sexuales (las "corazas" de W. Reich) y el resultado fue exactamente lo contrario: es el sexo el que se ha liberado de los tabúes, dominando ahora sin freno a la humanidad. Y es especialmente la mujer la que ha pagado las consecuencias: los tabúes eran la única defensa que le concedía la ley patriarcal, la cual guardaba, gracias a ellos, la tutela de su valiosa moneda de cambio (cf. IIª'Parte, cap. I). Desaparecidos estos, la sexualidad desencadenada se ha hecho dueña de la mercancía tan envidiada (que, por otra parte, no parece tal), y descarga en ella sus propios complejos de culpabilidad, acusándola de todos los males, y la ha etiquetado como " mujer objeto".
San Juan, sin duda, hijo de la sociedad judía y androcrática y judío además, fue más allá: la ha representado como una prostituta, cabalgando sobre la Gran Bestia, viva imagen de todas las torpezas. Muchos se refieren a él, identificando en la pandemia contemporánea de sexo la faz femenina de la prostituta de Babilonia. Y se regocijan al pensar que, por
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la gracia de Dios, vendrá la Virgen que dará a luz un hijo - en otras palabras, que vendrá la mujer, tal como ellos la conciben y dará a luz a un nuevo fundador de la androcracia.
No hay diferencia entre ser una mercancía, un objeto o una prostituta: la desaparición de los tabúes no ha hecho regalo a la mujer de esa alma que, según los Antiguos, ella no poseía. Un alma (hecha de autoconciencia, de responsabilidad y de dignidad) que habría debido construirse con antelación, antes de hacer caer sus defensas. De creer a las feministas, aun no es demasiado tarde. Ellas lo están haciendo, e interpretan como sigue la profecía joanica: de la mujer convertida en prostituta, porque privada de su dignidad, nacerá la mujer nueva que sentará las bases de una nueva sociedad basada en el Demétrismo y la díada la Madre-Hijo .
Se desprende de todo esto que la mujeres se han descubierto parcialmente antimarxista, ya que este colectivismo la instrumentaliza, y totalmente revolucionario frente a la sociedad actual, regida por el alienante complejo de Edipo.
El Androgino .
El hecho es que llevamos ese complejo "emboscado" en inconsciente (en el inconsciente "colectivo", precisa Jung), que como el arcángel Gabriel, espera el momento crucial de las mujeres vacilantes para reprimirlas en las casas que han abandonado. Lo hemos dicho, es por esto por lo que las feministas consideran el inconsciente como una moda pasajera Freud y sus colegas, y niegan que pueda existir. Por otra parte, nadie nunca lo ha visto jamás: él también es un tabú, el último quizá, después del cual el campo estará libre para edificar la nueva sociedad y la nueva ética. Una civilización de mujeres y una ética amazoniana. Y, sin embargo, esto no es seguro, ya que la cara más visible de la nueva feminidad que nos revelan ya un ser
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que, si no es hombre, desde luego, no es más mujer - al menos en el sentido tradicional.
La primera fase de su inserción en el mundo del trabajo ha impuesto a la mujer una máscara viril, para ser aceptados por la sociedad androcrática en la cual se sentía atávicamente inferior, ella ha considerado oportuno optar por la imitación, reprimiendo las características físicas y psicológicas que los distinguía como una hija de Eva. Ya hemos hecho alusión al tipo de estructuras impuestas por la sociedad contemporánea: el mundo del trabajo es asexuado, e incluso cuando reconocemos que sus postulados son ficciones, si no directamente paradojas, ella ha sido llevada inconsciente a asumir las reglas como normas de vida y de comportamiento. La mujer, ya está dispuesta a renegarse, emancipándose se ha desnaturalizado en el sentido de que ha perdido contacto con el plano más profundo, que tradicionalmente, la cualificaba como mujer. Ha resultado un ser neutro: un andrógino.
Frente a esto los hombres suelen adoptar generalmente actitud de laudatores tempori acti o bien imputan la culpa a las feministas. Y no piensan que ellos son precisamente los que, habiendo tomado la responsabilidad de la historia, han creado las premisas de una situación y se han conformado aquí, los primeros de todos: cronológicamente, el hombre afeminado precedió a la mujer virilizada.
Para el que acepta las tesis de pensamiento tradicional, el razonamiento según el cual, cuando se “desnaturaliza” uno de los dos polos (ya sea masculino o femenino), se "desnaturaliza" al mismo tiempo el otro polo -este razonamiento se sostiene. La sociedad patriarcal disponía para "redimir la Mujer en la mujer”, medios del que no era el menor el que aconsejaba Nietzsche: "¿Vas entre mujeres? No olvides tu látigo".
Si ella no ha llegado a redimirla en función de sus fines últimos, que recite su mea culpa. El proceso es irreversible ahora: las profundas fuerzas que definían la mujer absoluta ya no puede ser puestas en marcha porque no existe más
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el hombre absoluto - "castrado" como está por la mujer virilizada. Es un círculo vicioso del que no se ve la salida: es una de las aporías, entre tantas otras, de nuestro tiempo.
Incluso la física se ha adaptado aquí: por la evolución, si se quiere creer Darwin; a consecuencia de una involución interna, si se acepta el pensamiento tradicional. De hecho, estando en falta un centro diferenciado y diferenciante , el cuerpo mismo, por correspondencia psicosomática, acaba por conformarse a la indiferenciación interior.
Cuales quiera que sean las causas, esta situación se expresa, en el plano humano, por una determinada realidad social muy precisa: el desarrollo de la homosexualidad. Los más progresistas lo admiten el nombre de la libertad - o porque son las señales de advertencia de lo indiferenciado. Como hemos visto, las feministas radicales lo predican sin rodeos, por diversas razones: por liberarse sexualmente del varón, por fortalecer los lazos entre las mujeres, o bien porque (y esto es, para Freud, un punto crucial) se debería encontrar en la mujer, durante las relaciones sexuales, a su propia madre. Y ya que, hasta ahora, sólo los hombres se aprovecharon de esa incestuosa identificación, ahora es el turno de las mujeres que en busca la madre, se ponen a convertirse en lesbianas.
Pero la verdadera razón es muy diferente. La mujer está en busca de la androginia pero no sabiendo cómo justificarlo, rebate sobre los argumentos que le ofrece la cultura androcrática. A veces, la palabra fatal se le escapa, y con Germaine Greer (4), le gusta autodefinirse como "eunuco femenino" - pero inmediatamente después, ella invoca con una tendencia demagógica, a hacerse la víctima, el complejo de castración y asume esta definición en señal de protesta. De todas formas, ella lo asume. Vuela entonces a su rescate W. Reich que, como se ha visto, ha edificado una teoría sobre "orgones sexuales" neutros que conviene identificar más o menos con una fuerza vital más general. La sexualidad diferenciada fastidia: que exista
(4). G. Greer, la femme eunuque, tr fr., Robert Laffont, 1971.
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naturalmente, o que sea el producto de la cultura, más vale anexarla y reducirla al rasero de la energía eléctrica - lo que Reich hace, precisamente. La ginecocracia ha liberado el sexo; la androginia libera del sexo.
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(Op. Cit. P.199 - 206)
El hijo de la Amazona
Eurípides ha inmortalizado al casto Hipólito, hijo de la Amazona - el andrógino amante de la naturaleza y de los "prados no corrompidos”
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, misógino y más generalmente refractario al amor puesto que afecto a una casta y desapegada Artemisa," pótnia semnotate ", venerable y muy santa (Véase Euripides, Hipólito)."
Es a su repugnancia frente al sexo que se le debe la primera formulación del principio de la fecundación artificial para evitar todo contacto con las mujeres, el efebo proponía meter en frascos el líquido seminal y esperar que, con la ayuda a dioses, se realice el milagro de la vida. Quizá el mito antiguo al cual Eurípides se refería no había previsto intervención divina sino que se refería a operaciones complejas y altamente "científicas" - si es verdadero, como lo pretenden algunos-, que seamos los retoños de los muy evolucionados Atlantes (véase también el nacimiento sin madre de Atenea). Pero que importa: Eurípides, se dice, se divertía en complicar algunas historias y simplificar otras hasta la trivialidad.
Hipólito es el descendiente de la civilización ginecocrática por excelencia: la civilización amazónica, y es incontestablemente andrógino. Es suficiente una "ampolla" (1): tal es la solución que propone al problema de la compatibilidad entre androginia y continuidad de la especie. En la época en que Eurípides escribía, la cual ignoraba todo de la reproducción, esta solución legada por la prehistoria aparecía como un absurdo, como el delirio de un espíritu enfermo: no es ya el caso hoy. Previsores (o clarividentes), o guiados por un instinto (¿subconsciente, supraconsciente o memoria atávica ocultada en lo más profunda del uno o el otro?), los hombres velaron, mucho antes de que se perfile la posibilidad misma de la ginecocracia, a recapitular sus conocimientos científicos con el fin de realizar la fecundación artificial y, quizá, la reproducción en laboratorio de la vida. Al mismo tiempo, las mujeres comenzaron bruscamente a experimentar un irreducible disgusto por todo lo que se relaciona con
(1)Como es sabido, el hallazgo de Ia “ampolla” hizo reir mucho a Aristófanes: le afectó tanto que en su comedia las Ranas, con la cual triunfó en las fiestas de Dionisos en 405 a. J.-C., se divirtió al ridiculizar todos los discursos de Eurípides añadiendo la cantinela: “ha perdido una ampolla”.
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la función procreadora femenina: el embarazo se considera como una enfermedad (si no, sería inútil difundir libros y opúsculos que se destinan demostrar el contrario), el pecho se vuelve plano (y raras son las que amamanta, hoy día), el ciclo menstrual es un odioso castigo, una marca de infamia, un recuerdo de la castración. Reproducir la vida en laboratorio sería una liberación para todos.
Una voluntad profunda y latente empuja siempre a la humanidad a crear preventivamente el remedio a las enfermedades destinadas a afligirla. Así se comenzó por invalidar al anatema bíblico "parirá con el dolor", que sanciona la subordinación de Eva, antes de controlar racionalmente - y sin asesinatos de fetos - el aumento de los nacimientos.
Pero sobre todo, una vez reducido a la nada el fatal complejo de Edipo y toda su alienante mitología, con él desaparecieron el mito del padre, de la madre, del hijo y de la hija - así como del sexo en general. Más psicoanalistas para los futuros alienados. ¿Pero quizá allí no habrá más, y que el mejor los mundos verá el día?
Es necesario volver de nuevo al antiguo acto de fe. Si existen ontológicamente, como realidades suprahistóricas, el ser y el devenir, Kosmos y Caos, en este caso nos precipitamos hacia la materialidad más total y el caos. Y es inútil alegar la frase de Nietzsche: "Es necesario llevar en si mismo el caos para dar nacimiento una estrella que baila". Aquí, no hay estrellas. El caos del solitario de Sils- Maria es otro desierto y otra soledad.
Si todo, por el contrario, se puede reducir a una proyección del inconsciente, en este caso, la civilización contemporánea ha reencontrado su gran alivio, el indiferenciado pre-edipiano: ha retornado a su ser más auténtico, al inconsciente prenatal, al das Kind, al dulzor de los juegos infantiles en el seno de la naturaleza, la Gran Madre...
¿Y si esto sucede, que más feliz edad de oro que esta?
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(Op. Cit. P. 208-210)
En la actualidad, por el contrario, el fanatismo apocalíptico realza de la voluntad de los hombres, o más bien, de las mujeres. Y, más allá de la ironía fácil , y repetida hasta la saciedad, en cuanto a su relación con el demonio, nos es preciso constatar que el movimiento feminista, por la amplitud y la resonancia que está destinado a tomar (que dirigiéndose a pequeños grupos corporativos, ni al patriotismo estrecho de las naciones, sino a las mujeres de mundo entero) y por su misión, de la que no hace misterio, de revolución cultural, el feminismo, por lo tanto, se presenta como el movimiento mesiánico más formidable del que la historia se acuerde - formidable, también, al sentido etimológico del término, es decir "espantoso".
Ha llegado el momento de examinar los distintos aspectos del antiguo y del nuevo frenesí del Apocalipsis, afín de precisar en el interior de qué límites se sitúa la feminismo del Año 2000.
(Op. Cit. P. 213)
Es a partir del momento en que se desvanece la finalidad trascendente, que en el cuadro de una concepción tradicional, constituía el sentido y el fin de la existencia para la mujer, todo lo que le queda no es más que un amasijo de obligaciones privadas de significación. Lo que antaño era un sexo que convenía defender y proteger, porque era el “sexo débil”, ha llegado a ser hoy día débil sin más, y debe defenderse solo.
Y esta fatal debilidad es el terreno más fértil para los mitos apocalípticos. Por otra parte, el feminismo presenta todos los trazos del quiliasmo revolucionario. Se pretende protegido por un poder misterioso ( las brujas), al cual querría identificarse, y carga a los hombres de las mismas torpezas que, por ejemplo, el antisemitismo milenarista medieval atribuía a los judíos: sadismo, voluntad de castración, sevicias. “Insertados en el imaginario escatológico, el Judío y el eclesiástico se convirtieron en las figuras de un tipo absolutamente terrorífico (…) Los milenaristas (…) veían aquí un monstruo de furor destructivo y de potencia fálica “. Hoy día las feministas ven todo esto en el hombre, el cual goza ahora, en el drama escatológico, el papel del demonio medieval.
Las innumerables legiones de mujeres que, en el mundo entero, han identificado el varón a la Gran Bestia joánica , serán las propagadoras de una nueva guerra santa donde ellas harán explotar esa “rabia” que incuban desde hace mucho tiempo.
Según Spengler (2) el último proceso de una civilización material, ahora en pleno debacle, consiste en la irrupción de una espiritualidad salvaje , la “segunda religiosidad” ( a la cual
pertenece para nosotros , el neo-espiritualismo, cf, Iª parte, Cap I) : la mística apocalíptica del feminismo puede ser considerada como su manifestación más acabada. Es una mitad del mundo quien se revuelve contra la otra con el fin de destruir, más que la vida, el sentido de la vida, reduciendo así a nada las ligazones elementales que relacionan aun a la humanidad a su forma biológica más simple : la sexuación.
Y he aquí que toma cuerpo la idea de que, quizá por primera vez en la historia, el mito del Apocalipsis podrá desembocar en un verdadero apocalipsis como tapiz de fondo del paisaje desolado de una Tierra en agonía.
(2) O. Spengler, Le Declin de l’Occidente, Gallimard 1948
(Op. Cit. P. 220)
FEMINITÉ ET FEMINISME,
LA FEMME DANS LE MONDE DE LA TRADITION,
Pardès, Puiseaux 1991
(La Edad de Hierro)
Según una antigua alegoría, las "cuatro Edades" coinciden con los cuatro "centros" fundamentales del hombre: a la Edad de Oro correspondan el hombre en su totalidad; a la Edad de Plata, la espiritualidad; a la Edad del Bronce, el corazón (el valor heroico), mientras que a la última, la de Hierro, correspondería el vientre y el sexo en sentido más material y más inmediato. Ahora bien, estos dos mitos son en efecto propios de la edad que se abre con la filosofía de las Luces. La Revolución Francesa nace bajo la signo del igualitarismo económico (incluso si no hizo más que volver más gruesa aún a la burguesía) y nuestra época ha llegado incluso a “enriquecer” de un erotismo difuso las pretensiones sociales. Burguesía y proletariado prosiguen como único objetivo el bienestar material y se encuentran, por lo tanto, desde el punto de vista de la Tradición, exactamente sobre el mismo plano - y están también sobre el mismo plano por lo que se refiere al sexo, todas las clases sociales comulgando en el mismo gusto por la pornografía. La satisfacción material y colectiva de las necesidades del vientre y del sexo: tal es la téofanía hoy día del polo femenino. Nada de más verdadero que la frase del más profético intérprete la sociedad contemporánea, Karl Marx: "el movimiento entero de la historia es pues(...) el acto de procreación real de este comunismo" (3).
(3). K. Marx, Manuscrits de 1844 (Economie politique et philosophie), ED Sociales, París, 1972, p. 87.
(Edy Minguzzi, Feminité et feminisme, la femme dans le monde de la Tradition, Pardès, Puiseaux 1991, p.107)
CAPÍTULO I
CUANDO MUERE El MITO
Hemos examinado hasta aquí los grandes principios de la cosmología tradicional según la cual - de lo infinitamente pequeño lo infinitamente grande, en la multiplicidad de sus manifestaciones - la marcha del universo debe llevar a lo Uno, equilibrio perfecto entre dos polos opuestos, armonía de los contrarios en su complementariedad: equilibrio del Hombre y de la Mujer en el Andrógino - comparable al equilibrio de protones y electrones en el átomo -, del yo y del subconsciente en ser humano.
Por otra parte, observamos que la aceptación de la cosmología tradicional implicaba también la de una determinada ética: si todo lo que existe participa o de uno, o del otro polo, todo debe tender a encarnar la esencia de la manera más pura y que corresponda mejor a su forma ideal.
Sobre esta base, hemos examinado las manifestaciones del polo femenino en las hiérofanías y las teofanías hipostasiadas que el pasado nos ha legado, poniendo en evidencia el substrato eterno al cual se conectan sus distintas (y, en algunos casos, al parecer contradictorias) representaciones (1).
(1). el método que hemos seguido está, con las adaptaciones que se imponen, el de la neolingüística: confrontación de los isoglosas (elementos lingüísticos comunes) y de los isoídes (aspectos culturales comunes). Véase. E. Minguzzi, "Le leghe linguistiche", en Lingua e didatlica, n - 17, oct 1974.
(Op. Cit. P. 141)
El materialismo ha acabado por absorber la díada metafísica y la ha disuelto en lo indiferenciado. Llegado a este punto, la Tradición está muda: es la larga noche de la edad del Lobo, a la salida de la cual surgirán tal vez los “hombres de la aurora” para abrir un nuevo ciclo, una vez que el bautismo de otro diluvio haya regenerado el cosmos.
La única que puede hablar ahora, es la ciencia – esa que no ve más que el tejido epitelial del gran organismo del universo- y además, no completamente; inclinada sobre su microscopio, observa los “virus” que le saltan a los ojos y se parte la cabeza para saber de donde pueden provenir, lo que harán y donde pueden ir.
Ante lo desconocido, toda explicación es plausible, toda coyuntura enfocable: es por eso que la ciencia es tan tolerante frente a los intérpretes de lo real –en el supuesto, bien entendido, de que se funden ¡sobre bases rigurosamente “científicas”!
(Op. Cit. P. 147)
LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO
Dios ha muerto
De la verdad, se dice o que existe, o que no existe, o, a semejanza de la virtud, que está entre los dos - pero, en este caso, no es más que una semi-verdad. Quizá vale más situarse en el dictamen de Pirandello y pensar que existe probablemente, pero que es imposible cogerla en su esencia, dado que "conocer" significa al mismo tiempo evaluar a partir de parámetros subjetivos. De modo que se vuelve de nuevo al viejo conflicto entre los noumenos y las categorías de este caro viejo Kant. Ahora bien, si se confrontan los argumentos que apoya la Tradición y los que proponen las teorías progresistas, es imposible decir con certeza que la verdad sea el atributo exclusivo de una otra de las partes en presencia. Debemos más bien pensar que la sabiduría tradicional y la ciencia moderna proponen simplemente dos métodos, subjetivos, de interpretar la realidad y que la adopción de uno o de otro, con todas las implicaciones que eso comporta, es un problema puramente personal: en un determinado sentido, es un acto de fé. Se cree que al principio eran el Eden, dioses y la Edad de Oro, destinados degenerar miserablemente, por un proceso de involución, edad del antropopitecus (la nuestra, precisamente); o bien se cree que al principio era el antropopitecus
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, el cual, gracias a los cuidados diligentes de Darwin, se expandió irradiadoramente en el homo sapiens y el triunfo del progreso.
Se trata, en definitiva, de "leer el presente": la elección del registro (threnos o péan, lamento o exaltación, anatema o apología) depende solamente de nuestra forma mentis.
Lo importante es no perder de vista el presente, los hechos, la realidad. Y, sobre esto, Tradición y antitradición están de acuerdo - asistimos a la débácle de una civilización, a los sobresaltos, a la agonía de un mundo cuyas estructuras no son apropiadas para las nuevas generaciones. Que sea falta del antiguo sistema, como lo pretenden los progresistas, o de las nuevas generaciones, como afirman la Tradición, no está nosotros el determinarlo. Podemos a lo sumo ofrecer a los unos y a los otros la constatación de una comprobación siempre válida: lo que llegó debía llegar y lo que llegará deberá ser - sin querer ofender a cualquiera, Hegel no más que a otro.
Examinemos pues "lo que ha llegado" y, dentro del límite de nuestras posibilidades, "lo que llegará".
Ocurre que se ha perdido la dimensión de la trascendencia, del de Ser, de la Metafísica, de todo lo que antes se escribía con una mayúscula, y se adquirió a cambio la dimensión del mundo fenomenal y del devenir. En la óptica del pensamiento tradicional, hemos visto que esto significaba estar caídos del mundo de dioses y de la luz al flujo ciego y caótico de la materia, al oscuro Kali Yuga, "la cuarta edad". Una brusca coz del caballo negro y, he ahí que el carro de Platón muerde el polvo y que el auriga, halcón de los extensos espacios, se transforma en una tímida paloma que obligada por la ceguera, quiere recuperar la tierra.
Para los progresistas, eso significa al contrario liberarse finalmente de los oscuros delirios de la Edad Media para, finalmente,
(1)Cf.. T. Burckhardt, Scienza moderna e.saggezza tradizionale, Borla, Turín, 1967, donde este tema ha sido tratado más ampliamente.
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ofrecer a la paloma kantiana un terreno más sólido sobre el cual picotear y un "aire más respirable" para revolotear.
¿Los arquetipos eran quizá demasiado luminosos y la paloma no estaba a "la altura"? ¿O no había allí arquetipos (o no había allí ya) y, en su lugar, simulacros vacíos? Para nosotros, el resultado es el mismo en los dos casos y Zaratustra nos lo anuncia descendiendo de su montaña: Dios ha muerto.
El mensaje nietzscheano abre una era: cada uno de entre nosotros se reconoce existencialista, presa del lamentable destino de la "Geworfenheit": en tanto que “ser arrojado" en el mundo, como un proyecto que debe ser realizado, pero nadie sabe cómo ni porqué. Es justamente en esto que reside nuestra libertad, dicen los unos; es en eso que reside el Némésis de nuestra locura, piensan los otros.
El crepúsculo de los dioses y el materialismo.
Antes, la humanidad vuelta temerosa e "instrumentalizada" por los antojos bíblicos, no sabía demasiado si había pasado de la oscuridad a la luz - o, viceversa, de la luz a la oscuridad; hoy que las nubes del smog * y del progreso han hecho también justicia de las distinciones de Jéhovah, la cuestión no se plantea ya. El antiguo dilema bien/mal hizo de San Agustín su última víctima; hoy se lo soluciona de manera más simple en la dialéctica bienestar/malestar (que, más tarde revela ser otra cosa). Estamos sin embargo todos de acuerdo en un punto: llegados allí, no se vuelve de nuevo atrás. Porque no se puede, publica la Tradición; porque no se puede quererlo, grita el progreso. ¿Pero qué diferencia? Esta marcha es irreversible, tal es la conclusión. No se puede sino ir adelante.
En cualquier caso, el mundo que nos ha caído en suerte después de la muerte de Dios, es un mundo que se reconoce materialista. El resto es “superestructura”
* en inglés en el texto (N.D.T.).
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: Marx lo dijo y, a la luz de los hechos, no hay ningún motivo para culparle. Los templos aristocráticos de dioses, que comenzaron a agrietarse cuando Lucrecio hablaba, se han aplastado hoy definitivamente. En su lugar, nos encontramos casas del pueblo y tanto y más igualitarismo ya que, ante el materialismo, que se tenga una célula de cuanto más o de menos, nosotros somos absolutamente iguales. La lógica está a salvo y humanitarismo florece. Un humanitarismo muy diferente de la ética tradicional, que tenía el honor de distribuir a cada uno, según su dignidad, una chispa de luz divina (lo que, además no costaba nada, precisan sarcásticamente los economistas); el humanitarismo distribuye hoy, con más de sensatez quizá, bienes de consumo. Es una cuestión de utilidad práctica y, según la lógica del materialismo, de justicia social. Una justicia sometida al reino de la cantidad: hablar de calidad entre los seres humanos es un delito, puesto que eso implica un concepto de diferenciación, o incluso de selección, - lo que es una ofensa al nuevo derecho de gentes. Pero se percibe que la cantidad es también discriminatoria puesto que, en efecto, las minorías terminan por ser marginalizadas. Existe también una solución a este problema: basta con impedir que se constituyan minorías, reforzando en cada uno los principios de la nueva lógica - o bien dejar libre curso la anarquía.
Por ello nosotros henos ahí todo iguales. Incluso la distinción entre gordo y delgado se suprime gracias a dietas draconianas, y la generación filiforme que nace inmediatamente se empaqueta sobre la marcha en blue-jean. afin de impedir toda futura diferenciación injusta y clasista.
Algo no ha funcionado, a pesar de todo. En el fenómeno de integración general, hay quien aún busca su verdadero lugar, su verdadera identidad, o al menos su etiqueta - o también, a falta de algo mejor, su alienación -, pero que sea adecuada para ellos y perfectamente definida, si no se arriesga perder definitivamente su propio ser en del espacio de ósmosis colectiva. El macabro descubrimiento de no ser nadie
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es un discurso que, para ellos tiene un vago olor de la necrofilia. Gracias al Cielo, en el momento actual, son pocos y es suficiente, para apaciguarles, ofrecerles el yoga domesticado de las salas de cultura física que abre el tercer ojo a los que han cerrado los otros dos. Es a ellos a los que se refiere la máxima evangélica: beati monoculi in urbe caecorum. Estamos asistiendo a un revival * de el Oriente y sus símbolos milenarios, que se convierten en género de pacotilla para los supermercados, consumen en el espacio de una estación, y sus grandes religiones sintetizadas en un texto en sánscrito (el antiguo deva nagari, ¡la "ciudad de los dioses”!) que se desliza en el bolsillo-revólver de su jean. Es de ahí de donde nacerá el nuevo credo: por lo demás , ¿no enseñan los Tantras que es justamente allí donde están la serpiente Kundalini , tras las glándulas suprarrenales?.
Familias de espectros
Mezclar y redistribuir en partes iguales: esta es la Buena Nueva. Y por cierto, al hacerlo, seguimos la obra de Cristo. Un Cristo ahora monofisista y huérfano de Padre celestial, habida cuenta de que hoy día Dios está muerto; pero al final, leyendo bien,¿ no está escrito que "Dios se hizo hombre"? Bueno, atengámonos al hombre y no vayamos a discutir de manera indiscreta sobre sus orígenes. Esto no tendría ningún sentido, tan demodé** como está la familia **. Las guarderías, los asilos, las escuelas obligatorias (que sustituyen al angel de la guarda, acompañarán en lo sucesivo a los nuevos hombres del nacimiento a la edad adulta a fin de integrarlos, como conviene, en el contexto social) son el sustituto ideal de la familia nuclear - que, a decir verdad, ya no tiene ningún sentido: ya sea en el contexto capitalista como en el sentido patriarcal y matriarcal.
* En Inglés en el texto (N.D.T.).
** En francés en el texto (N.D.T.).
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El padre, que antiguamente tenía como función transmitir a los hijos el patrimonio espiritual de los ancestros, ha comprendido que este patrimonio es un tipo de bienes de consumo obsoleto que el mercado no acepta. Esa es la razón por la que arroja a la ortigas (con el pretexto de que se trata de una abyecta vergüenza, una tara hereditaria, como los "fantasmas" de lbsen) y, privado de sus raíces, que espera poder reciclar de una forma más útil, práctica y socialmente digna de estima. La madre, que una vez simbolizó la casa y vigilaba celosamente el mismo famoso patrimonio espiritual, teme con razón, el ridículo al se expone esta custodia folclórica de un fantasma fabricado con todas las piezas, y abandona el domicilio conyugal para "realizarse socialmente”. Lo que originalmente era una misión en nombre de ciertos valores, ha llegado a ser, hoy día, una injusticia insoportable porque los valores han sido echados abajo como los ídolos paganos, y la misión ha sufrido la suerte de todas las misiones de los buenos viejos tiempos: ha sido desmitificada. Los tradicionalistas precisan: "desacralizada," pero esto es la misma cosa, el hecho es que la misión ya no existe y que se encuentra en su lugar, trágico como el retrato de Dorian Gray, el papel ancilar de la mujer. Y, por supuesto, conviene rechazarlo en bloque. En tal situación, hablar aún de la familia es realmente la última de las hipocresías. El puro y simple hecho de procrear (porque, porque a fuerza de pequeños golpes de desgaste iconoclastas, no le ha quedado más que esta función) no es suficiente para justificar el pesado bártulo de condicionamientos que se asocia al concepto de familia. Esta es también una "superestructura" y, por tanto, como tal, a abolir. La colectividad y el Estado pueden perfectamente sustituirla, convertida en lo sucesivo en mitológica - con todas las consecuencias que hemos observado. Eso es lo que también enseña Suecia, la patria de la libertad y el suicidio. Y no sólo de Suecia.
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Amor y sexo
Queda el amor, o más bien su contrapartida física: el sexo. Pulula por cada esquina y hay incluso quien escribe por encima pensamientos terriblemente cerebrales de gran consumo (ya sea novelas, poemas o canciones); mayoría barrida por una irresistible gracia desmitificadora, consagrándose a pensamientos obscenos – de acuerdo a caenum, "fango" - para cubrir de barro y, sin duda, para cubrirse ellos mismos. Cerebralizar o ensuciar, parece que no procede propiamente hablar de esa alternativa; excepción hecha del baratillo sentimentalista - supervivencia, que ha tenido a mal desaparecer, del mundo burgués. Por otra parte, los tradicionalistas dirán que si no se mira más que el lado materialista de las cosas, el horizonte se restringe terriblemente, entonces. El materialismo y la sociedad de consumo se han puesto de acuerdo para hacer del sexo un artículo de gran consumo, saturando la atmósfera de reclamos eróticos; hasta hace poco todavía la mujer era el objeto; ahora, es el turno del hombre, justamente: he ahí lo que hace la publicidad, vestido de una hoja de parra, a propósito del inefable confort de slips cosidos a mano que él lleva. Efebos de Praxíteles o atletas de Policleto inflados los músculos por el culturismo revelan, en las revistas para mujeres solas, cómo se hace para repartir un aparato genital detrás de cinco centímetros cuadrados de tela.
A intención de los más frustrados, todo esto exalta las formas exhibicionistas priápicas que desembocan en la alcantarilla o la violencia. Puntos de paso obligados que, antaño, la experiencia, o los dioses, había enseñado a los Antiguos: kóros-hybris-áte, saciedad-violencia-ceguera, tales son las tres etapas del castigo divino. Y si Dios está muerto y no castiga más, somos lo suficientemente grandes como para castigarnos a nosotros mismos.
Se observa que se desarrolla en las mujeres una tendencia a considerar de manera comercial el interés sexual, al punto de de desnaturalizarlo bajo diversas formas de frigidez: y las feministas
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van aun más lejos y predican el safismo. Incluso el sexo ha perdido el cuerpo y los bienes.
Hay otras que imaginándose haber entendido a que juego se juega, rechazan dejarse condicionar y comulgan en el mito naturalista a lo J.-J. Rousseau, tratando de encontrar al contacto con la Naturaleza (¡por desgracia! cuan enormemente distorsionada, también!), una saludable instintividad capaz de canalizar la libido. Al desvanecerse el mito del hombre, permanece el de la bestia. Surgió así el picnic, con su mitología, sus papeles grasientos, sus provisiones y las carnavalescas aldeas de tela, o la comunidad, con sus improvisados campesinos que reencontraron el gusto de las cuatro estaciones del año y la promiscuidad. Sobre todo, la promiscuidad, pero es ya demasiado. En el fondo, el naturalismo vale más que ese "virtuismo" hecho de medias virtudes que, según Vilfredo Pareto, fue el sello distintivo de la sociedad burguesa. Así, se tiene la ilusión de borrar siglos de historia y regresar al estado salvaje de la paz bucólica.
Si bien esto parece humorística, es realmente grotesco: nuestra generación pasa la mitad de su tiempo a obrar el progreso, y la otra mitad en huir de él como la peste. Esa es la lógica de la sociedad de consumo, dicen los más optimistas; abolámosla también y nos encontraremos puros y hermosos como los nuevos. Y diciendo esto, se reduce al silencio a cualquiera que se halla apercibido que hace estragos la imparable lógica de la locura.
La ciencia de Satanás
El gran mérito de nuestra sociedad es creer inquebrantablemente que sabe perfectamente lo que quiere. Que se trate de una convicción “satánica", como piensa la tradición, esto aún no se ha demostrado. Por cierto, basta entenderse sobre el significado de estas palabras para finalmente llegar a un acuerdo porque, después de todo, ¿qué es Satanás? Es la ciencia, y nada más: la ciencia del mundo material, por supuesto. Carducci lo sabía tan bien el mismo
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, que le dedicó una canción al apogeo del positivismo. Desde el siglo de las luces, Satanás y Prometeo como dos hermanos caminando de la mano (por otra parte, si es suficiente, hoy en día, inclinarse sobre la antropología y el psicoanálisis del mito para descubrir los parentescos más insospechados ¿qué podemos decir que esta, que salta a los ojos de tal forma?): Satanás, expulsado de los cielos y empujado hacia la tierra; Prometeo, y de manera similar exiliado y encadenado aquí abajo , a hacerse devorar el hígado, han sido ambos triunfalmente "recuperados" por nuestra civilización que, en consonancia con ella misma por una vez , no ha recogido del mundo antiguo más que los únicos símbolos de la materialidad no redimida. Pero la realidad es que la antigua edad del symbolon, del ser trascendente, llamaba al mundo material díabolon: lo que está disperso, para convertirse en caos. ¿No es ese el objeto mismo de la ciencia moderna? Admitir el diablo como el espíritu de la ciencia da, por tanto, satisfacción a todos.
A fuerza de recuperaciones concienzudamente psicoanalizadas, el progreso ha aparecido en todo su esplendor. Fue suficiente abatir a golpes de ideas claras y netas, la bóveda celeste cuya opacidad oprimía los cerebros medievales para que la razón triunfante nos invente la ciencia. Un hombre de gran valor de la “edad sombría”, Bernardo El Trevisano, había evocado una temible fuente, afortunadamente puesta bajo el sello de su tiempo, que," si fuera fracturada, causaría nuestra pérdida”. Si romper los sellos fue un juego de niños, desmentir al bueno de Trévisano lo fue menos, y esto fue la ciencia, con su deflagraciones, sus masacres ecológicas, sus experiencias que aumentaron o disminuyeron a voluntad la población (¿No era suficiente una píldora?), con su titilaciones insinuantes de núcleos atómicos - que acabarán quizá por decretar ellos solos la despoblación definitiva. Los físicos de Dürrenmatt se encierran voluntariamente en hospitales psiquiátricos expresando por ahí que sus conocimientos al servicio de la sociedad de consumo es la más terrible de armas. Pero la literatura es una cosa, la vida es otra. La ciencia es como la tela de Penélope. De día, ella se fabrica una máscara
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evangélica penitente y suelta mea culpa: por la fisión del átomo, por las enfermedades "iatrogénicas" para la locura colectiva de las cadenas de montaje, por los temblores de una tierra que sacuden los ensayos nucleares, por la masacre de peces pequeños, de agua dulce o de mar (pero, en el fondo, ¿qué importa? Tenemos ya beefsteaks de petróleo, dejadnos hacer, y os ofreceremos además pronto pescado). Y por la noche, ella reanuda su discurso con la industria donde lo había dejado, y la destrucción continúa.
Pero la ciencia se cree que sabe cómo defenderse contra todo, incluso contra si misma. Ella ha debido tomar al pie de la letra el mensaje de Schopenhauer y considera el mundo como "voluntad y representación": es suficiente quererlo y representarlo como el mejor de los mundos posibles y lo será - incluso en contra de cualquier apariencia. Y luego siempre hay forma de salir: si Fausto, signatario de un pacto con el diablo, ha sido rescatado, ¿por qué no deberíamos rescatarnos nosotros también? Si bien es cierto que, como dice Rabelais, "La ciencia sin consciencia no es más que la ruina del alma” *, basta con crear un nuevo eslogan "ciencia con conciencia ", y está jugada la partida. Pero ¿que conciencia si la de la Tradición ha desaparecido con los dioses, si la de la religión es una "superestructura" si la de la burguesía es farisaica? La consciencia simplemente humano, entonces. Sin embargo, hemos llegado demasiado tarde: la ciencia ahora no es más la medida del hombre. Ella le ha atrofiado las piernas con sus coches, el espíritu con los cerebros electrónicos y su estómago con sus alimentos homogeneizados. Los tradicionalistas ríen sarcásticamente: tienen siempre el macabro confort de concluir fatídicamente: "Os lo habíamos dicho." Pero los progresistas, con la boca llena de "alienaciónes", "instrumentalizaciones" y "cosificaciones", se imaginan siempre ser capaces de colonizar la luna y recuperar la mayonesa. Es la sabiduría de la brava Margarita de la antigua opereta: "Sabía muchas cosas, pero todas mal".
* En francés en el texto (N.D.T.).
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¿Quizá era en ellos en quien pensaba el visionario de Zaratustra cuando señala en El Gay Saber (¡nomen omen!): "Aquellos que tienen en la boca una voz demasiado gruesa son incapaces de tener pensamientos sutiles" ?
Y tenía razón. En el mundo del materialismo, lo sutil - oscuro legado de la época en la que se creía (locura lamentable) en los cuatro elementos y en la quintaesencia - ya no se existe: se ha evaporado. ¿Se habrá ido también a la Luna, junto con la razón del guerrero Rolando?
"¡Velad para que lo sutil no escapa de su recipiente! ", decían los sabios de los tiempos de antaño rumiando sobre sus alambiques. Nos hemos reído en sus narices, pensando que deliraban persiguiendo sus quimeras, mientras que en realidad se referían al espíritu del hombre y del mundo. Ahora que se ha evaporado la leyenda cobra todo su sentido, pero todavía estamos ahí, incluso privados mismo de espíritu, y decimos: “¿ Ha partido? Bien !paz a su alma ".
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(Op. Cit. P. 187-197)
LA PROSTITUTA DE BABILONIA Y LA VIRGEN-MADRE
La nueva civilización
La Ginecocracia y la sociedad contemporánea
Los más optimistas siempre pueden objetar que la destrucción general (de Dios, de la naturaleza y de la sociedad) forma parte de un plan querido y ordenado por la humanidad y cuyo fin último es la creación de una civilización mejor con el estandarte del igualitarismo y la ginecocracia. Otros reconocerán, con mayor sabiduría, que la destrucción estaba en la lógica de las cosas: una lógica imponderable e imprevisible llamado "el espíritu de la escalera". Y, de hecho, no es tanto la voluntad consciente de los hombres como la ley de la continuidad histórica lo que ha hecho que el capitalismo mismo, "patriarcal, represivo y falocrático" por excelencia, ha creado las primicias de su propia destrucción. No es difícil de identificarlas. La obligación de comprar que impone la sociedad de consumo, ha arrancado a la mujer del medio familiar insertándola en el mundo del trabajo; de inmediato se haderivado su independencia económica y su capacidad de ser autosuficiente en la promiscuidad las relaciones sociales. El papel protector del hombre ya no tiene ningún sentido y paralelamente, la función de la mujer, en una familia abandonada tanto física como espiritualmente, se desvanece.
Es fácil para las mujeres comprender el alcance del
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nuevo papel que es el suyo: la Ley del Trabajo y le enseña que economía y poder marchan al mismo paso - y la realidad cotidiana le confirma que, de hecho, la economía está en sus manos, al menos en dos tercios: su antigua misión de administración doméstica le permite controlar los ingresos del hombre, además de los suyos, mientras que en la empresa, puede decidir, en pie de igualdad con él, el empleo de los capitales. Y decir "en pie de igualdad" puede ser un anacronismo al día de hoy, ya que allí donde las mujeres no son la mayoría cuantitativamente, lo son en términos de calidad - al menos según lo que se considera hoy en día como tal-, la misma sociedad capitalista ha elevado a una virtud ciertas características que antes eran reservados al dominio de una existencia apagada, o considerada como vil o afeminada.
En un mundo donde vivir es ya una prueba de valentía, donde el razonar es inútil (este es el papel de los ordenadores) y decidir imposible (que se piense en la publicidad), se convierten en virtudes de primer orden: la diligencia, la adaptabilidad, la elasticidad mental, la afabilidad en las relaciones sociales - la famosa "simpatía"-. Las nuevas estructuras de la sociedad de trabajo no exigen prestaciones asociadas con el sexo específico de una persona: no existen más ni hombre ni mujer, sino "inteligentes" o "limitados", "stakhanovistes " o “absentistas","aptos" o "no aptos" sobrevaluando las capacidades neutras, es decir iguales en el hombre y la mujer, e incluso con mayor frecuencia más eminentemente las de la mujer, se ha favorecido, conscientemente o no, la afirmación del poder femenino. Y esta es la primera piedra la construcción de la nueva sociedad.
Colectivismo y Mutterrecht (1)
La mujer triunfa en el preciso momento en que prevalece la
(1) De la obra del mismo nombre de J.J: Bachofen, al cual nos hemos referido precedentemente.
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tendencia hacia el colectivismo. Como hemos señalado (2), las doctrinas tradicionales asocian, estigmatizándolas, igualitarismo y matriarcado en tanto manifestaciones exteriores de una misma realidad supra-histórica: a períodos durante los cuales se impone la forma , el acto (en sentido aristotélico), y el ordenamiento central y jerárquico - interpretados como cualidades viriles - suceden a través de un proceso de degeneración, épocas en que prevalece la potencialidad indiscriminada, la materialidad sujeta al devenir y el caos – las cuales se definirían como características femeninas.
Sin invocar valores metafísicos, otros han señalado la constancia de este fenómeno y lo han reducido a una interpretación psicoanalítica: al abominable autoritarismo patriarcal y jerárquico, debido a la identificación de la sociedad, en su conjunto, el padre edipiano, se oponen a la permisividad de las sociedades matriarcales y colectivistas, frutos de la identificación con la madre (3).
Cualesquiera que sean las motivaciones y la interpretación de esta "coincidencia”, permanece el hecho de que se ha verificado constantemente. Igualitarismo y colectivismo son precisamente dos de los temas más importantes del feminismo, que en sus aspectos más moderados, la lucha por reivindicaciones igualitarias - políticas, sociales o económicas -, mientras que acepta e incluso defiende, la feminidad como una realidad psicobiológica: ellas exigen ser respetadas como mujeres y en tanto que mujeres, aceptando sin reservas el papel femenino originalmente asignado por la Kultur androcrática. La corriente moderada no demanda la revolución, sino simplemente una nueva evaluación de la personalidad femenina a la luz de la nueva realidad social: en sustancia, demanda su deseo de ser "recuperada" y parte activa del bienestar general. La reivindicación igualitarista no se radicaliza más que entre las más progresistas, que rechazan incluso la distinción
(2) Cf. especialmente 1 '° parte, cap. V.
( 3) Cf. E. Rattray Taylor, Sex in History.
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de papeles entre hombres y mujeres, y ponen, en consecuencia, en cuestión los cimientos mismos sobre los que reposa la civilización patriarcal.
Si el feminismo moderado es compatible con el marxismo y la dictadura proletariado , el feminismo radical, como se ha visto, también lo rechaza porque encuentra, incluso si no se trata más que de sus epígonos, las estructuras misóginas de la sociedad androcrática.
El sexo colectivo
Y no lo ha hecho del todo mal. La experiencia demuestra que el colectivismo, tal como lo concibe el hombre, tan abierto e igualitario como parece ser, es siempre unilateral y tiene efectos adversos para la mujer. Hemos visto los resultados en el ámbito de la libertad sexual, tal como es enfocado y realizado por las corrientes más progresistas que sostienen, por otra parte, las franjas más inconsecuentes del feminismo. Se pensaba liberar a la humanidad de los tabúes sexuales (las "corazas" de W. Reich) y el resultado fue exactamente lo contrario: es el sexo el que se ha liberado de los tabúes, dominando ahora sin freno a la humanidad. Y es especialmente la mujer la que ha pagado las consecuencias: los tabúes eran la única defensa que le concedía la ley patriarcal, la cual guardaba, gracias a ellos, la tutela de su valiosa moneda de cambio (cf. IIª'Parte, cap. I). Desaparecidos estos, la sexualidad desencadenada se ha hecho dueña de la mercancía tan envidiada (que, por otra parte, no parece tal), y descarga en ella sus propios complejos de culpabilidad, acusándola de todos los males, y la ha etiquetado como " mujer objeto".
San Juan, sin duda, hijo de la sociedad judía y androcrática y judío además, fue más allá: la ha representado como una prostituta, cabalgando sobre la Gran Bestia, viva imagen de todas las torpezas. Muchos se refieren a él, identificando en la pandemia contemporánea de sexo la faz femenina de la prostituta de Babilonia. Y se regocijan al pensar que, por
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la gracia de Dios, vendrá la Virgen que dará a luz un hijo - en otras palabras, que vendrá la mujer, tal como ellos la conciben y dará a luz a un nuevo fundador de la androcracia.
No hay diferencia entre ser una mercancía, un objeto o una prostituta: la desaparición de los tabúes no ha hecho regalo a la mujer de esa alma que, según los Antiguos, ella no poseía. Un alma (hecha de autoconciencia, de responsabilidad y de dignidad) que habría debido construirse con antelación, antes de hacer caer sus defensas. De creer a las feministas, aun no es demasiado tarde. Ellas lo están haciendo, e interpretan como sigue la profecía joanica: de la mujer convertida en prostituta, porque privada de su dignidad, nacerá la mujer nueva que sentará las bases de una nueva sociedad basada en el Demétrismo y la díada la Madre-Hijo .
Se desprende de todo esto que la mujeres se han descubierto parcialmente antimarxista, ya que este colectivismo la instrumentaliza, y totalmente revolucionario frente a la sociedad actual, regida por el alienante complejo de Edipo.
El Androgino .
El hecho es que llevamos ese complejo "emboscado" en inconsciente (en el inconsciente "colectivo", precisa Jung), que como el arcángel Gabriel, espera el momento crucial de las mujeres vacilantes para reprimirlas en las casas que han abandonado. Lo hemos dicho, es por esto por lo que las feministas consideran el inconsciente como una moda pasajera Freud y sus colegas, y niegan que pueda existir. Por otra parte, nadie nunca lo ha visto jamás: él también es un tabú, el último quizá, después del cual el campo estará libre para edificar la nueva sociedad y la nueva ética. Una civilización de mujeres y una ética amazoniana. Y, sin embargo, esto no es seguro, ya que la cara más visible de la nueva feminidad que nos revelan ya un ser
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que, si no es hombre, desde luego, no es más mujer - al menos en el sentido tradicional.
La primera fase de su inserción en el mundo del trabajo ha impuesto a la mujer una máscara viril, para ser aceptados por la sociedad androcrática en la cual se sentía atávicamente inferior, ella ha considerado oportuno optar por la imitación, reprimiendo las características físicas y psicológicas que los distinguía como una hija de Eva. Ya hemos hecho alusión al tipo de estructuras impuestas por la sociedad contemporánea: el mundo del trabajo es asexuado, e incluso cuando reconocemos que sus postulados son ficciones, si no directamente paradojas, ella ha sido llevada inconsciente a asumir las reglas como normas de vida y de comportamiento. La mujer, ya está dispuesta a renegarse, emancipándose se ha desnaturalizado en el sentido de que ha perdido contacto con el plano más profundo, que tradicionalmente, la cualificaba como mujer. Ha resultado un ser neutro: un andrógino.
Frente a esto los hombres suelen adoptar generalmente actitud de laudatores tempori acti o bien imputan la culpa a las feministas. Y no piensan que ellos son precisamente los que, habiendo tomado la responsabilidad de la historia, han creado las premisas de una situación y se han conformado aquí, los primeros de todos: cronológicamente, el hombre afeminado precedió a la mujer virilizada.
Para el que acepta las tesis de pensamiento tradicional, el razonamiento según el cual, cuando se “desnaturaliza” uno de los dos polos (ya sea masculino o femenino), se "desnaturaliza" al mismo tiempo el otro polo -este razonamiento se sostiene. La sociedad patriarcal disponía para "redimir la Mujer en la mujer”, medios del que no era el menor el que aconsejaba Nietzsche: "¿Vas entre mujeres? No olvides tu látigo".
Si ella no ha llegado a redimirla en función de sus fines últimos, que recite su mea culpa. El proceso es irreversible ahora: las profundas fuerzas que definían la mujer absoluta ya no puede ser puestas en marcha porque no existe más
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el hombre absoluto - "castrado" como está por la mujer virilizada. Es un círculo vicioso del que no se ve la salida: es una de las aporías, entre tantas otras, de nuestro tiempo.
Incluso la física se ha adaptado aquí: por la evolución, si se quiere creer Darwin; a consecuencia de una involución interna, si se acepta el pensamiento tradicional. De hecho, estando en falta un centro diferenciado y diferenciante , el cuerpo mismo, por correspondencia psicosomática, acaba por conformarse a la indiferenciación interior.
Cuales quiera que sean las causas, esta situación se expresa, en el plano humano, por una determinada realidad social muy precisa: el desarrollo de la homosexualidad. Los más progresistas lo admiten el nombre de la libertad - o porque son las señales de advertencia de lo indiferenciado. Como hemos visto, las feministas radicales lo predican sin rodeos, por diversas razones: por liberarse sexualmente del varón, por fortalecer los lazos entre las mujeres, o bien porque (y esto es, para Freud, un punto crucial) se debería encontrar en la mujer, durante las relaciones sexuales, a su propia madre. Y ya que, hasta ahora, sólo los hombres se aprovecharon de esa incestuosa identificación, ahora es el turno de las mujeres que en busca la madre, se ponen a convertirse en lesbianas.
Pero la verdadera razón es muy diferente. La mujer está en busca de la androginia pero no sabiendo cómo justificarlo, rebate sobre los argumentos que le ofrece la cultura androcrática. A veces, la palabra fatal se le escapa, y con Germaine Greer (4), le gusta autodefinirse como "eunuco femenino" - pero inmediatamente después, ella invoca con una tendencia demagógica, a hacerse la víctima, el complejo de castración y asume esta definición en señal de protesta. De todas formas, ella lo asume. Vuela entonces a su rescate W. Reich que, como se ha visto, ha edificado una teoría sobre "orgones sexuales" neutros que conviene identificar más o menos con una fuerza vital más general. La sexualidad diferenciada fastidia: que exista
(4). G. Greer, la femme eunuque, tr fr., Robert Laffont, 1971.
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naturalmente, o que sea el producto de la cultura, más vale anexarla y reducirla al rasero de la energía eléctrica - lo que Reich hace, precisamente. La ginecocracia ha liberado el sexo; la androginia libera del sexo.
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(Op. Cit. P.199 - 206)
El hijo de la Amazona
Eurípides ha inmortalizado al casto Hipólito, hijo de la Amazona - el andrógino amante de la naturaleza y de los "prados no corrompidos”
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, misógino y más generalmente refractario al amor puesto que afecto a una casta y desapegada Artemisa," pótnia semnotate ", venerable y muy santa (Véase Euripides, Hipólito)."
Es a su repugnancia frente al sexo que se le debe la primera formulación del principio de la fecundación artificial para evitar todo contacto con las mujeres, el efebo proponía meter en frascos el líquido seminal y esperar que, con la ayuda a dioses, se realice el milagro de la vida. Quizá el mito antiguo al cual Eurípides se refería no había previsto intervención divina sino que se refería a operaciones complejas y altamente "científicas" - si es verdadero, como lo pretenden algunos-, que seamos los retoños de los muy evolucionados Atlantes (véase también el nacimiento sin madre de Atenea). Pero que importa: Eurípides, se dice, se divertía en complicar algunas historias y simplificar otras hasta la trivialidad.
Hipólito es el descendiente de la civilización ginecocrática por excelencia: la civilización amazónica, y es incontestablemente andrógino. Es suficiente una "ampolla" (1): tal es la solución que propone al problema de la compatibilidad entre androginia y continuidad de la especie. En la época en que Eurípides escribía, la cual ignoraba todo de la reproducción, esta solución legada por la prehistoria aparecía como un absurdo, como el delirio de un espíritu enfermo: no es ya el caso hoy. Previsores (o clarividentes), o guiados por un instinto (¿subconsciente, supraconsciente o memoria atávica ocultada en lo más profunda del uno o el otro?), los hombres velaron, mucho antes de que se perfile la posibilidad misma de la ginecocracia, a recapitular sus conocimientos científicos con el fin de realizar la fecundación artificial y, quizá, la reproducción en laboratorio de la vida. Al mismo tiempo, las mujeres comenzaron bruscamente a experimentar un irreducible disgusto por todo lo que se relaciona con
(1)Como es sabido, el hallazgo de Ia “ampolla” hizo reir mucho a Aristófanes: le afectó tanto que en su comedia las Ranas, con la cual triunfó en las fiestas de Dionisos en 405 a. J.-C., se divirtió al ridiculizar todos los discursos de Eurípides añadiendo la cantinela: “ha perdido una ampolla”.
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la función procreadora femenina: el embarazo se considera como una enfermedad (si no, sería inútil difundir libros y opúsculos que se destinan demostrar el contrario), el pecho se vuelve plano (y raras son las que amamanta, hoy día), el ciclo menstrual es un odioso castigo, una marca de infamia, un recuerdo de la castración. Reproducir la vida en laboratorio sería una liberación para todos.
Una voluntad profunda y latente empuja siempre a la humanidad a crear preventivamente el remedio a las enfermedades destinadas a afligirla. Así se comenzó por invalidar al anatema bíblico "parirá con el dolor", que sanciona la subordinación de Eva, antes de controlar racionalmente - y sin asesinatos de fetos - el aumento de los nacimientos.
Pero sobre todo, una vez reducido a la nada el fatal complejo de Edipo y toda su alienante mitología, con él desaparecieron el mito del padre, de la madre, del hijo y de la hija - así como del sexo en general. Más psicoanalistas para los futuros alienados. ¿Pero quizá allí no habrá más, y que el mejor los mundos verá el día?
Es necesario volver de nuevo al antiguo acto de fe. Si existen ontológicamente, como realidades suprahistóricas, el ser y el devenir, Kosmos y Caos, en este caso nos precipitamos hacia la materialidad más total y el caos. Y es inútil alegar la frase de Nietzsche: "Es necesario llevar en si mismo el caos para dar nacimiento una estrella que baila". Aquí, no hay estrellas. El caos del solitario de Sils- Maria es otro desierto y otra soledad.
Si todo, por el contrario, se puede reducir a una proyección del inconsciente, en este caso, la civilización contemporánea ha reencontrado su gran alivio, el indiferenciado pre-edipiano: ha retornado a su ser más auténtico, al inconsciente prenatal, al das Kind, al dulzor de los juegos infantiles en el seno de la naturaleza, la Gran Madre...
¿Y si esto sucede, que más feliz edad de oro que esta?
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(Op. Cit. P. 208-210)
En la actualidad, por el contrario, el fanatismo apocalíptico realza de la voluntad de los hombres, o más bien, de las mujeres. Y, más allá de la ironía fácil , y repetida hasta la saciedad, en cuanto a su relación con el demonio, nos es preciso constatar que el movimiento feminista, por la amplitud y la resonancia que está destinado a tomar (que dirigiéndose a pequeños grupos corporativos, ni al patriotismo estrecho de las naciones, sino a las mujeres de mundo entero) y por su misión, de la que no hace misterio, de revolución cultural, el feminismo, por lo tanto, se presenta como el movimiento mesiánico más formidable del que la historia se acuerde - formidable, también, al sentido etimológico del término, es decir "espantoso".
Ha llegado el momento de examinar los distintos aspectos del antiguo y del nuevo frenesí del Apocalipsis, afín de precisar en el interior de qué límites se sitúa la feminismo del Año 2000.
(Op. Cit. P. 213)
Es a partir del momento en que se desvanece la finalidad trascendente, que en el cuadro de una concepción tradicional, constituía el sentido y el fin de la existencia para la mujer, todo lo que le queda no es más que un amasijo de obligaciones privadas de significación. Lo que antaño era un sexo que convenía defender y proteger, porque era el “sexo débil”, ha llegado a ser hoy día débil sin más, y debe defenderse solo.
Y esta fatal debilidad es el terreno más fértil para los mitos apocalípticos. Por otra parte, el feminismo presenta todos los trazos del quiliasmo revolucionario. Se pretende protegido por un poder misterioso ( las brujas), al cual querría identificarse, y carga a los hombres de las mismas torpezas que, por ejemplo, el antisemitismo milenarista medieval atribuía a los judíos: sadismo, voluntad de castración, sevicias. “Insertados en el imaginario escatológico, el Judío y el eclesiástico se convirtieron en las figuras de un tipo absolutamente terrorífico (…) Los milenaristas (…) veían aquí un monstruo de furor destructivo y de potencia fálica “. Hoy día las feministas ven todo esto en el hombre, el cual goza ahora, en el drama escatológico, el papel del demonio medieval.
Las innumerables legiones de mujeres que, en el mundo entero, han identificado el varón a la Gran Bestia joánica , serán las propagadoras de una nueva guerra santa donde ellas harán explotar esa “rabia” que incuban desde hace mucho tiempo.
Según Spengler (2) el último proceso de una civilización material, ahora en pleno debacle, consiste en la irrupción de una espiritualidad salvaje , la “segunda religiosidad” ( a la cual
pertenece para nosotros , el neo-espiritualismo, cf, Iª parte, Cap I) : la mística apocalíptica del feminismo puede ser considerada como su manifestación más acabada. Es una mitad del mundo quien se revuelve contra la otra con el fin de destruir, más que la vida, el sentido de la vida, reduciendo así a nada las ligazones elementales que relacionan aun a la humanidad a su forma biológica más simple : la sexuación.
Y he aquí que toma cuerpo la idea de que, quizá por primera vez en la historia, el mito del Apocalipsis podrá desembocar en un verdadero apocalipsis como tapiz de fondo del paisaje desolado de una Tierra en agonía.
(2) O. Spengler, Le Declin de l’Occidente, Gallimard 1948
(Op. Cit. P. 220)
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Edy Minguzzi, Feminidad y feminismo (Edad de bronce)
EDY MINGUZZI
FEMINITÉ ET FEMINISME,
LA FEMME DANS LE MONDE DE LA TRADITION,
Pardès, Puiseaux 1991
(La Edad de Bronce)
Paralelamente a la degeneración progresiva de la virilidad, el principio femenino se ha desviado también de la sacralidad y la espiritualidad demetrianas. La Mujer no llega a vencer a los Titanes (conservemos la metáfora) si no rebajándose a su propio materialismo y asumiendo el modo de ser del varón caído. La espiritualidad femenina se oculta su vez: es la Edad de Bronce. "Fue una generación aterrante y potente a la cual solo complacían los desastrosos trabajos de Ares y sus violencias." Esos hombres no se alimentaban con alimentos base de harina, el alma de estos seres inabordables era de acero (...). De bronce eran sus armas, de bronce sus casas y es igualmente de bronce lo que ellos trabajaban: el negro hierro no existía aún. Vencidos de sus propias manos, descendían al oscuro palacio del terrible Hades, anónimos: tan terribles como fueron, la muerte negra los tomaba ella también (...)"(1). No es difícil destacar en estas figuras del "tiempo mítico" algunas características destacadas de nuestra propia civilización.
La Amazona y la encantadora.
Incapaz en adelante de imponerse sacralmente como tal, la feminidad acepta desvirtuarse con el fin de mantener su poder: ' contra los Titanes se levantan las Amazonas, expresión de un ginecocracia que, renunciando a las prerrogativas de la espiritualidad femenina, reviste trazos masculinos: los de la mujer del año 2000… (2).
Existe, en la Tradición Hebraica, una antigua leyenda: se habla de Lilith, primera esposa de Adán, la cual rechazaba someterse a él porque no se reconocía maestro. Amazónica de carácter, Lilith representa también la atracción erótica, la pasión, el sexo. La astrología, residuo hoy desacralizado del antiguo saber cosmológico tradicional, identificaba a Lilith con la Luna Negra. "Luna" porque mujer - pero desprovista del sacraldad "plateada", y en consecuencia “Negra”, madre de hijos muertos, prisionera de la materialidad en tanto que símbolo de la sexualidad viciosa y perversa.
La figura de Lilith sirve de característica de trazo de unión entre la Amazona y la Mujer-sexo; decaída del plano demétrico- maternal, la feminidad puede encarnarse o en la amazona asexual, o en la hetaira que se sirve del sexo para someter al varón. En los dos casos, el varón es relegado a nivel puramente fálico, instrumento ciego de procreación o placer: es el falso zángano ocioso que las abejas matan después de la fecundación de la Reina. Se puede ya desde ahora destacar que los aspectos más patentes del feminismo contemporáneo son o amazónico, o afrodisiano: esencialmente, ofrecen las características de Lilith, cara negra de la Luna.
Pero la tensión hacia el paraíso perdido no afloja tanto. La humanidad busca aún trascenderse - y lo hace, pero hacia abajo, hundiéndose cada vez más en la materialidad ectónica. A la orgía mística de la Gran Madre sucede la orgía sensual dionisíaca: no se tratan ya de una fusión con el puro principio espiritual femenino, sino de un abandono desordenado a su aspecto inferior y caótico: Es la masa desorientada en busca de un principio que justifique su propia existencia. No está ya de una vuelta consciente y sacral a la Madre de lo que se trata, sino de la liberación "ménadica" (y ménade está vinculada maínomai, "volver loco") de fuerzas, elementales y que termina por disolverse en el culto de Pan (literalmente, "todo"), el cual ve en el Todo no el Uno sino el Caos. Del Uno universal, el Andrógino divino, se cae en indiferenciación material que el Tarot representa, siempre en forma del andrógino, bajo las especies del Diablo, potencia natural irredimida. Pero se trata ya de la historia de la última edad: la nuestra.
(1) Hesiodo. Los trabajos y los días. Ver igualmente C. Kerényi, Gli Déi et gli Eroi..., cit., l, p. 189,.
(2) Lla cuestión fue tratada más completamente por, J. Evola, Rebelión..., cit., p. 309 sq. Et passim.
(Edy Minguzzi, Feminita et feminismo, la femme dans le monde de la Tradition, Pardès, Puiseaux 1991, p.72-74.)
La Mujer de los Héroes
Las guardianas de los manzanas de oro
Pero la humanidad no se resigna: crea un nuevo mito. Y no se trata en absoluto solamente de responder una exigencia de happy end *, sino de la revelación de una vía que sigue siendo libre para quien quiere y puede trascenderse. Es la vía indicada por el "ciclo heroico" de la mitología griega, sagas nórdicos y temas que se refieren a eso en las tradiciones esotéricas.
Hesiodo dice que después de la Edad de Bronce, pero antes de la Edad de Hierro (y recordemos que se hace claramente referencia aquí un "tiempo mítico", imposible definir con las "Eras" geológicas: es el tiempo donde la humanidad está a punto hundirse en pleno Caos), Zeus, viendo que el destino de la raza de los hombres consistía irremediablemente, en adelante, en anonadarse sin gloria en el Hadés, creó entonces la raza de los Héroes - última posibilidad concedida a los hombres de retornar al estado original. Los Héroes derrotan a los Titanes y, más particularmente, triunfan de la feminidad bajo sus aspectos amazónicos, afrodisianos y demetrianos. Su empresa es una restauración: Héraclés reconquista las Manzanas de Oro de las Hespérides y las restituye a la divinidad olímpica.
El significado de tal victoria salta a los ojos. El arquetipo femenino es la Vida, la cual puede manifestarse de dos maneras: Fuerza-Vida que, en su ciega materialidad, tiende a encarnarse, de una parte; y Vida como Ley de Vida, es decir sabiduría , de otra parte. Cambio y Ley inmutable del cambio, devenir y su propia Ley, materialidadyt trascendencia. Es en la mujer donde se encuentran las claves de la naturaleza. También el héroe “que conquista la mujer” es el que, sobrepasando los aspectos amazónicos, afrodisianos y demetrianos, alcanza la matriz profunda y trascendente (Vída-Sabiduría) de lo femenino.
La lucha mítica de los Héroes contra las presencias materiales del mundo fenoménico (sea la Hidra de Lerne, el León de Nemea o las tres bestias fieras que se encuentran con Dante), esta lucha es la transfiguración de una camino iniciático: el del hombre que, trascendiéndose (1), vence la Muerte.' Que se trate Eva-Hawa, "la Viviente", o de las Hespérides hijas de la Muerte (2), siempre se confiere la guarda de las manzanas de la Vida. a la Mujer Cualesquiera que sean sus distintas versiones legendarias, el objetivo es siempre el mismo: vencer a esta Mujer y poseer la Sabiduría abisal de la inmortalidad de la cual es depositaria y la cual ella se identifica.
Los ejemplos son innumerables: Atenea, principio sapiencial (como se sabe, nació de Zeus después que éste haya absorbido Metis, la Sabiduría), protege a Héraclés desde que se mostró capaz de ahogar, aún recién nacido, las dos serpientes mortales de Hera, principio femenino opuesto a Zeus, y después que haya conseguido vencer a las Amazonas; por otro lado, todos los trabajos de Hércules consisten luchar contra la Muerte, como lo observa muy justamente Kerényi (3). Y en recompensa de su victoria (su "bella victoria", por antonomasia, puesto que, después de eso, Héraclés llevó en adelante el apodo de Callinico, "la bella victoria") (4) ', él recibió a Hebe, diosa de la eterna juventud - encarnación clara del principio de Vida inmortal.
Hebe y Atenea son pues los dos aspectos del mítico árbol paradisíaco: la Vida y la Sabiduría. La empresa de Hércules es la restauración de la virilidad trascendente, de la inmortalidad, de la "Edad de Oro".
Matricidio Ritual
Pero, para trascenderse, es necesario matar la Madre, es decir el principio démetriano que quiere atar la virilidad trascendente encadenándola en el ciclo de las procreaciones materiales. He ahí porqué Parsifal, yendo a la conquista del Graal, "hace morir a su madre", la cual se ponía a través de su camino hacia la iniciación. Bajo algunos aspectos, se puede asignar el mismo significado a la figura de Edipo, de la que Freud y sus continuadores solo retuvieron el aspecto fálico. Ahora bien, la lectura completa del mito nos revela mucho más: Edipo mata a su padre y a continuación hace morir a su madre que no soporta la vergüenza del incesto; es entonces cuando se revienta los ojos. Ahora bien, la ceguera, prerrogativa mitológica del que "vio lo que no debía ver", es, por la misma razón, la señal también distintiva de los adivinos (Tiresias) y poetas (Homero). En el mito, la ceguera es el equivalente a menudo de una visión vuelta hacia el interior, hacia las verdades profundas que están más allá de las apariciones sensibles: es la visión del Espíritu. Los Dioses, en efecto, lejos de castigar a Edipo por su incesto y la sangre vertida, hacen de él árbitro del destino de Tebas y, después de largas peregrinaciones (seguramente las que evocan los textos herméticos bajo el nombre de "peregrinaje” a Santiago-de-Compostela , transposición del camino iniciático (5) ), lo hacen subir "al cielo". En la madera consagrada de Colona, Edipo desaparece –como el héroe Rómulo subido a los cielos en el Quirinal, o como Dante guiado por Beatriz-Sabiduría
* En inglés en el texto (N.D.T.).
(1) relativo a Ia identidad Mujer- Muerte, véase, más arriba, "Hierofanías de lo femenino?.
(2) Cf. C. Kerényi, Gli Déi e gli Eroi..., cit., II, p. 173.
(3). Ibid - p. 146-180 et passim.
(4). Como (' observa a Kerényi (ibid., p. 180), "la victoria ' bella de entre las bellas ' era aquélla naturalmente adquirida sobre la Muerte"."
(5) Cf.Fulcanelli, El misterio de las catedrales Jean-Jacques Pauvert, Paris, 1964; E. Minguzzi Alchimia cit., p. 108-110.
(Edy Minguzzi, Op Cit. pp.74-76.)
CAPÍTULO V
LAS BRUJAS
LAS CARAS DE LA BRUJA
Eros, sociedad y neurosis
En calidad de conclusión en la primera parte de esta obra, nos resultó oportuno examinar de cerca una encarnación de lo femenino que reaparecía bajo modalidades diversas a lo largo de los siglos - al punto que incluso recientemente, en la era sin alma de las máquinas, algunos vieron allí la esencia más profunda de la mujer: lo que, bajo ciertas reservas, no es quizá falso. Se trata de la bruja.
Innumerables definiciones de la brujería han sido enunciadas, lo que tendería a probar que, lejos de haber cogido el sentido profundo de tal fenómeno, se limitó sobre todo a observar los aspectos exteriores (variables de una época a otra y de una región á otra) para luego, sobre estas bases frágiles, ponerse á emitir juicios subjetivos, influidos por una cantidad de mitos y de fobias seculares.
Existe una interpretación psicológica, que reduce este fenómeno a una explosión colectiva de histerismo circunscrito a la época de la Inquisición: demasiado represiva, la fe religiosa habría creado tabúes sexuales que finalmente provocaron acceso de crisis neurótica. Lo demostrarían los episodios alucinantes en que conventos enteros de monjas de clausura fueron los protagonistas y donde el demonio que atormentaba a estas desgraciadas
presentaba trazos indudablemente eróticos. La interpretación es ciertamente simplista, pero no podemos negar la evidencia: estoa fue un aspecto de la brujería.
La interpretación "social" no carece de apelación y pretende fundar la precedente en un conjunto mucho vasto: no es solamente la Iglesia, sino el conjuntos de la sociedad medieval – con la miseria, la explotación y el envilecimiento, particularmente de la mujer- que fueron responsables de esta epidemia neurosis y la causa de la revuelta contra la gestión "machista" de la sociedad y por tanto del orden establecido. Es la tesis de Michelet (1) nacido en la época de la Revolución Francesa y que vivió en el apogeo del positivismo. La bruja de Michelet es roussoniana, jacobina y progresista, su creador vio aquí incluso al ancestro de los sabios modernos: la que supo por primera vez, observar la naturaleza y descubrir las hierbas. "Con ella comenzó la industria, y en particular la industria soberana (es decir, la medicina), la que sana y renueva al hombre", dijo Michelet, restringiendo a esto la importancia de la bruja, aunque en la introducción, citando a Sprenger (2) y otros autores, ha apuntado casi justo.
Se lee en efecto: "Tenemos que decir la herejía de las brujas, no las brujas, que no han tenido ninguna importancia (...) por un brujo, diez mil brujas (...); la naturaleza las ha hecho brujas (...) Es el genio propio de la mujer y de su temperamento (...), más de Circe y Medea, ella que posee el cetro de milagro natural, y tiene como sostén y como hermana la naturaleza”.
Estas intuiciones han quedado sin respuesta: el autor limita de manera drástica este fenómeno a una pura dialéctica social-religioso y circunscrita a la Edad Media: "La Misa Negra del siglo XIV fue el gran y solemne desafío lanzado a Jesús (...) estas creaciones terribles no han venido a lo largo de una vena de la tradición. Surgieron del horror de los tiempos. ¿Cuándo ha nacido la bruja? En los tiempos cerrados a la esperanza”. De esta forma corresponde a la bruja medieval llevar todo el peso, y el honor, de la corporación entera. Esto no impide que el retrato pintado por Michelet sea relevante, pero este es sólo uno entre tantos oros.
”Temblad, Temblad, de nuevo las brujas "
Y luego han llegado las feministas que, sin liarse con complicaciones medievales, vieron en las brujas una prefiguración de ellas mismas, ya que (en el nombre de la ciencia, de los dioses paganos, del psicoanálisis o del bravo Belcebú, como se quiera) los ancestros medievales crearon por su propia cuenta, finalmente, el primer movimiento de liberación de la mujer que osó oponerse a la androcracia. Si es totalmente exacto que se opusieron al varón , no son sin embargo las primeras feministas.
Ellas no lo fueron, incluso si el eslogan feminista de hoy día (“temblad, temblad, de nuevo las brujas-Cuidado, cuidado, somos las brujas") pretende evocar una atmósfera siniestra de horrores satánicos destinados a espantar a los varones, a semejanza de la cabeza cortada de la vieja Medusa.
Pero si se considera los efectos de la campaña de propaganda feminista, parece evidente que el espíritu altanero de la bruja de antaño no habría aceptado la oferta de una reencarnación en la que es nuestra época y se hubiera quedado allí, irritada, a contar sus hierbas a la luz de la luna. ¿Cómo es posible que la trasmigración de almas no haya ocurrido?. Sea como sea, los tiempos son todavía "represivos" para la mujer; los tabúes (y las neurosis a ellos ligadas) todavía existen y se trata de volver a la medicina natural y a la herboristería. En cuanto al espíritu progresista, se filtra por todas partes. Nosotros disponemos de todos los ingredientes que, según los especialistas deberían hacer explotar el fenómeno "bruja" - incluidos los anatemas clericales que favorecen las "herejías". En este dominio, a decir verdad, se puede señalar aquí y allí algunas veleidades “heréticas”: sin duda, a imitación de la antigua rebelión satánica, las feministas han asaltado un día la catedral de Milán "como una señal de protesta ", han lanzado a la venta sus folletos y se han limitado a sarcásticos comentarios sobre la bimilenaria sexofobia católica. Pero no han obtenido nada a cambio.
Incluso no el honor de una nueva Inquisición, a pesar de que se proclaman "brujas" a voz en grito. El poder establecido las ha dispersado placidamente, hizo limpiar por los empleados municipales las inmundicias que habían esparcido en el curso su recorrido y subir las más recalcitrantes en cestas para ensalada –para la gran juerga de los varones presentes que se partían de risa.
Las brujas de los tiempos de antaño podían al menos contar con la asistencia de un exorcista que se hacía cargo de su almas, y su ejecución movilizaba provincias enteras; se les acompañaba a la hoguera batiendo el tambor, mientras que las campanas volteaban. Y, ellas desde lo alto de su carro, rechinaban los dientes, sembrando el terror entre los hombres, las mujeres y los niños. En cuanto a sus mixturas, puesto aparte el hecho de que no tenían la costumbre de difundirlas por las calles, nadie , y los barrenderos menos que cualquiera, se habría atrevido a tocarlos: se tenía la costumbre de quemarlas, como se hace con las santas reliquias: el sacrum contamina! ¿Por qué esta diferencia de tratamiento, por qué esta "injusticia social" y esta caída de nivel? Evidentemente porque las brujas daban miedo- lo que no es el caso de las feministas.
Sus reivindicaciones pueden ser "sacrosantas" (¿quien lo niega?), ellas no dan miedo. Ellas muestran la evolución normal de los tiempos, la dialéctica - que se desarrolla a plena luz del día - entre el poder y el mundo del trabajo. Si las cosas se consideran desde el punto de vista de los varones más retrógrados, que son la gran mayoría, ¿ cual puede ser su crédito político, que es lo que finalmente demandan las feministas, más allá de las consignas sobre la "dignidad de la mujer", “ la realización de las mujeres en el hogar " y la "igualdad social"? Con cinismo, los hombres no han vista aquí más que la reclamación de algunos dólares de más. Y ellos, acostumbrados como están desde milenios a pagar para procurarse una mujer – cualquiera que sea el título bajo el cual se la apropian: prostitución, concubinato o matrimonio - han empezado por refunfuñar un poco, pero al final, se han dejado convencer. Sin embargo, esto no les da miedo. ¿Qué quieren ellas además? ¿La igualdad en el trabajo? Pero debido a que los hombres tienen ya la costumbre, con sus madres y sus mujeres, de estar bien quietos en casa, la idea de sufrir la misma suerte en la oficina no tenía nada terrible, después de todo. Por otra parte, las mujeres suelen ser más inteligentes, prácticas, precisas y capaces que los hombres, tanto que cederles los puestos de responsabilidad se convierte en casi en un alivio.
Esto ya no da miedo. Las feministas también quieren la “autogestión de los cuerpos” y la" liberación de los tabúes " pero no asusta a los hombres, y a los " falócratas " menos que a nadie: parece incluso que están perfectamente de acuerdo en sobre particular! Desde de siglos ruegan para que les sea otorgado ese favor – lo que traducen de manera expeditiva por " mujeres libres y disponibles". En cuanto al aborto, no hay hombre que no esté dispuesto a suscribirlo con alivio en su legislación. Tanta responsabilidad menos, cuantos más " matrimonios de reparación" evitados! Por otra parte, pensaran los más cínicos, son una vez más las mujeres las que sufrirán la intervención.
Es forzoso constatar que cuando los hombres afirman que las feministas "dan miedo” no hacen alusión en absoluto al misterioso temor de lo sagrado, al temblor que os sobrecoge ante la potencia del misterio, al supremo terror que hace decir al poeta : "¿Cuál es la que viene y que todos los hombres miran - y que hace temblar el aire con su esplendor ?”
Ellos expresan simplemente su bestialidad, deformando con un cinismo querido su programa: evitar ser "un objeto de deseo sexual."
E incluso si se dejan de lado las reacciones más o menos irónicas de las gentes que no quieren y no saben como interpretar este fenómeno, si nos referimos al juicio de alguno que considere las reivindicaciones de las feministas con pleno conocimiento de los hechos , es necesario constatar que no encuentra ningún motivo de "miedo" (3). Teniendo en cuenta la realidad de nuestra época, las reivindicaciones feministas son bien tímidas y honestas, a pesar del tumulto, convulsiones y caprichos que han marcado su camino. En todo esto, la faz enigmática y terrible de la bruja no aparece casi, incluso de lejos. A lo sumo, uno puede ver la cara asfixiada y violácea de la valiente ama de casa que un buen día, no puede más y grita "Basta ya! " en medio de montones de platos sucios, pañales y detergentes - y, según el hábito en adelante bien metido en las costumbres, baja a la calle para lavar aquí su ropa sucia. Y metáforas aparte, tiene más que nadie el derecho.
¿Qué diferencia hay entre todo esto y las hierbas cogidas en los cementerios a la luz de la Luna, los gatos negros, los huesos de los recién nacidos y la legendaria mandrágora, que conviene mezclar en oscuros filtros de amor o de muerte?
Aquí no se puede aplicar la frase "mutatis mutandis", porque esto no es una simple cuestión de forma: manzanas salteadas contra la mandrágora, la carne de vacuno en adobo contra pociones, pañales contra el sapo. La diferencia radica en otra parte: la feminista le implora a la sociedad androcrática conceder un poco de importancia a cambio de su trabajo, y si no lo obtiene hace explotar “su cólera”. Pero la bruja no implora a nadie, pues el poder, ella ya lo posee. He ahí porque los hombres se ríen de las feministas pero temen a las brujas. Se sabía esto en el época de Shakespeare: su " arpía "es pronto domada por el primer " falócrata "que la lleva a su casa - pero nadie puede domar la bruja del páramo desolado que, en medio de los vapores que se escapan de las profundidades de la tierra, impulsan a la masacre a Macbeth y le persiguen hasta la muerte.
Entre la "comadre" y la bruja, lo mismo que entre las feministas y las mujeres, hay una diferencia de poder: un poder que no se pueden recibir de otros, que no se puede más implorar que usurpar.
Existe un arte que aprende a suscitarlo y a canalizarlo en función de los fines que se la han fijado: las brujas conocían este arte, mientras que las feministas no sospechan incluso su existencia.
Dicho esto, es un absurdo querer hacer de la bruja la encarnación Universal del eterno adversario de todas las falocracias más o menos institucionalizadas en un poder político. Un hecho, entre otros, lo muestra claramente: si es cierto que nuestro siglo es el de falócratas, no es menos cierto que en este siglo, nadie ha visto con sus propios ojos la menor bruja.
El dios cornudo
La definición dada por la Iglesia parece ser la más digna de fe, ella que, después de tantas ejecuciones sumarias, debería haber adquirido una competencia soberana en la materia – ya sea la situación de la bruja o de los métodos más experimentados para reconocerla y, por tanto, eliminarla.
Pero , la Iglesia la acusaba de herejía. Las maleficae foemina alimentaban el resurgimiento del substrato religioso pre-cristiano: sus ritos se realizaban en la proximidad de los lugares antaño dedicados a los cultos paganos, especialmente druídicos, y el sabbat presentaba a menudo los rasgos de la orgía de tipo demétriano o Dionisiano. También se hablaba de una divinidad cornuda (y el cuerno, hemos visto, es un símbolo lunar) llamado Cernunnos ( "el Cornudo," de la misma forma sacada del latín cornus, griego keras "el cuerno"), objeto de un culto subterráneo desde el fondo de las edades, como todas las deidades lunares y ectonianas, y que era particularmente querido por las brujas. Y puesto que, como todos saben, el ser cornudo e infernal es el demonio, se deduce que las brujas adoraban al diablo – lo que, una vez hechas las reservas necesarias, tenía sin embargo un trasfondo de verdad. En efecto, bajo el pretexto anunciado de cazar brujas se ocultó la voluntad de erradicar cualquier residuo de las antiguas religiones paganas - que había echado raíces en especial entre el pequeño pueblo - a fin de consolidar y promover la fe cristiana. Y el mejor medio es aislar a los adeptos de los ritos antiguos y desacreditarlos a los ojos del pueblo atribuyendo a sus ceremonias (ya se trate de los tristemente famosos sábados o de orgías agrarias para obtener la fertilidad) siniestros y tenebrosos poderes maléficos, identificando sus dioses a demonios y tachando de inmoralidad sus asambleas.
Pero la sanguinaria cruzada contra las brujas no fue sólo el hecho del exclusivismo intolerante de la religión cristiana. La extinción de ritos paganos fue también un pretexto para una caza despiadada y más implacable, y en cierto sentido, más necesaria. Porque en algunos antiguos ritos estaba encerrada una fuerza, anterior a las religiones, como a los hombres, que solo las mujeres (las brujas precisamente) sabía invocar y dirigir sobre los individuos, y a veces sobre comunidades enteras. Decir que era la "fuerza del mal" no quería decir nada. Se trataba de una potencia de mil caras, difíciles de alcanzar y indefinible - como la noche, como el abismo, como la luz ilusoria de la Luna. Combatirla y, sobre todo, neutralizar el principio que la inspiraba, tal era la obsesión de la Iglesia: destruirla para no ser destruida por ella. Ahora, no es difícil darle un nombre: es el eterno poder de lo femenino. Es por lo que “se debe decir la herejía de las brujas y no las brujas” como la hacía remarcar justamente Michelet. La bruja asume las valencias inferiores de lo femenino, que llevan a nuestro autor a concluir: “Es el genio propio de la mujer y de su temperamento (...). La naturaleza las ha hecho brujas (...)”.
Y si se lo argumenta desde lo que hemos expuesto hasta aquí es difícil atribuirle fallo.
El pacto con el diablo
Es oportuna examinar más de cerca este poder, o “genio”, propio de la mujer
La bruja es el “condensador” de energías cósmicas inherentes al polo femenino. Aceptando sin reservas su propia feminidad, desarrollándola y activándola esotéricamente a través de su fusión con todos los demás aspectos cósmicos que expresan el sacrum femenino, una misteriosa corriente atraviesa el circuito que religa la Mujer, la Tierra, las Aguas, la Luna. Tal es el poder de la bruja. Hoy día se considera con una ironía condescendiente la tesis de los Escolásticos que en la Edad Media, elaboraron y sistematizaron la teoría del “pacto con el diablo” al cual las brujas debían sus poderes sobrenaturales. Pero nada justifica tal ironía. El Diablo, el Gran Pan, Dionisos son sinónimos que designan una misma realidad – la fuerza-vida de la Tierra a la cual solo la mujer puede llegar totalmente. Bajo tal aclaración, las interpretaciones historicistas examinadas más arriba aparecen a la vez parciales y fragmentarias. Es exacto que se trata de neurosis provocadas por la represión sexual, pero convendría sobre todo precisar que tal represión no hizo más que desarrollar un sentido de sacrum sexual así como la consciencia profunda y misteriosa de la polaridad. Reich (5) revela con razón que Eros no es una simple "pulsión" como creía Freud , sino una energía: una energía que, cuando no encuentra salida, acaba por explotar. En ciertas religiones orientales (y, sin duda, en el origen, en la religión católica), la continencia tenía como fin acumular dicha energía para a continuación canalizarla en un sentido trascendente; y la "serpiente Kundalini, que se encuentra detrás de la órganos sexuales, es probablemente la trascripción simbólica de esta energía que, despertada, debía pasar por los siete centros de vital importancia para llegar a "tercer ojo", es decir, a la visión superior. La "histeria" de las brujas y especialmente de las monjas de la Edad Media, podría ser en realidad la expresión una explosión de esta energía que no había sido previamente canalizada a fines transcendentes.
Del mismo modo se puede impugnar la reducción de este fenómeno a una simple rebelión femenina contra una situación económica-social difícil, como lo hace Michelet: situaciones similares se han presentado con frecuencia durante la historia , sin que, de repente, haya una proliferación pandémica de brujas. La motivación "social" sin duda ha desempeñado un papel, tanto como la orientación androcrática de la cultura. La una y la otra iban en el sentido de una mortificación material y moral, incitando a la mujer a buscar su propia vía de realización. Pero el fenómeno de la bruja, lejos reducirse a una lucha en el l plano material de la historia se desarrolló en el sentido de la trascendencia. Esta fue la batalla entre dos tipos de ascesis: la ascesis viril, que renovaba el ciclo heroico con la Caballería y buscaba así su propia restauración y la ascesis femenina que, si no llega a sublimarse en una forma divina, encuentra entonces la vía de la naturaleza y la posesión dionisiana.
Es por eso por lo que se puede, dentro de ciertos límites, afirmar que no existen brujas fuera de la Edad Media, ya que, entre las épocas sobre las que tenemos documentación suficiente, la Edad Media fue la que, más que ninguna otra, vio confluir y realizarse las condiciones necesarias para una superación: los dos poderes, sacerdotal y real, hiérofanías de polaridad primordial, se combatían en plena luz del día; la atmósfera milenarista, que no podía más que incitar a pensamientos trascendentes, y la constitución, como resultado, de las sectas iniciaticas; la efervescencia de los espíritus, destinada para dar lugar a poderosos realizaciones ascéticas individuales (es el caso de Dante) o en las crisis místico-sensuales (es el caso de un Jacopone Todi, entre otros, y en un marco más amplio, el de las brujas).
La droga sagrada
Visto el carácter extremadamente particular de la sabiduría de las brujas, es bastante evidente que sus medicinas mágicas no tienen nada que ver con nuestra farmacopea moderna. Si bien es cierto que para "hacer el sábado" ellas utilizaban afrodisíacos y alucinógenos - como la belladona, la henbane, el opio, el acónito, la amapola y cáñamo- , sin embargo, plantas universalmente conocidas desde la época de Hiparco: no se debe a las brujas el mérito, o la vergüenza de su descubrimiento, y mucho menos las aplicaciones farmacéuticas que han desarrollado hasta hoy. Por otra parte, es bueno destacar de paso que el uso esas drogas, conocido en todo la antigüedad, sin embargo, se limitaba estrictamente a prácticas rituales: servía a los sacerdotes e iniciados de las sectas esotéricas - previamente preparados para dominar y para dirigir los efectos - para favorecer la superación del estado normal de conciencia y el acceso a un nivel superior. Sólo el mundo moderno, podría distorsionar el sentido y la finalidad de estas prácticas culturales hasta el punto de invertir los efectos y reducirlos a un instrumento de autodestrucción insensata. Pero no son las brujas las llevan la responsabilidad! Las “ maleficae foeminae” se servían de estas plantas sólo para los fines permitidos por la tradición misma: para favorecer la eclosión de un cierto estado psico-físico que lleve a la extinción del yo y el paso a otra dimensión en la que el cosmos se revela en su totalidad (6). Es mediante el acceso a ese nivel de conciencia como las brujas “aprenden” el secreto de los filtros. Las pociones mágicas no eran nada más que el receptáculo de una fuerza preexistente, el pretexto material que servía de soporte para la manifestación de este: la prueba es que las recetas mágicas cuyo conocimiento se ha transmitido hasta nuestros días no ha revelado nada que pudiera demostrar su eficacia - al menos materialmente (7).
La actitud de la bruja frente a la naturaleza era diametralmente opuesta a la del sabio: la intuición contra la racionalidad, ritual mágico contra los ensayos de laboratorio; remedios en el nombre de principios considerados hoy como absurdos, tales como la ley de las analogías y, lo más importante, la creencia de que no era el remedio mismo, sino el poder del que lo preparaba (un poder obtenido de las raíces de la vida), lo que garantizaba la curación o la muerte. La bruja descendía al corazón de la naturaleza y se fundía con ella, anonadándose, mientras que el médico vigilante y atento permanece en el exterior, limitándose a observar, a disecar y a catalogar. A la bruja, la naturaleza revela su vida profunda, pero ¿qué puede revelara al ingeniero químico o al médico que hacen la autopsia? Nada - aunque sólo sea por el mero hecho de que la autopsia se practica sobre cadáveres-.
Solamente, tal vez, la Iglesia tuvo la intuición de la verdadera esencia de la bruja y del tipo de relaciones que le mantenía con la naturaleza: es por lo que su condenación fue tanto más severa cuanto más coherente era - a pesar de todos los horrores de las cámaras de tortura y exterminio en masa (8).
Los cristianos vieron en la brujería un retorno de los misterios de Eleusis y del dionisismo, pues las ménades se volvían a poner precisamente en el sustrato telúricos para alcanzar la potencia de lo femenino: a una naturaleza animada y misteriosa y no redimida, que como tal, revestía exactamente los trazos del "demonio". La religión, que había sublimada su Gran Madre en una Virgen Sapiencial, purificándola de las escorias del viejo culto telúrico-maternal, no recula ante una nueva cruzada (tan sanguinaria, cruel y inhumana fue) para expulsar de nuevo a los infiernos a las modernas encarnaciones de Afrodita Ectoniana, de Isis la Negra y de Durga -Kali.
(8). Al principio, la Iglesia se limitó a castigar con penas espirituales a los que practicaban la brujería (el Concilio de Elvira de 306, de Ancira en 314, de Trullo en 692). Posteriormente, la bula papal Vox in Roma papal Gregorio IX marcó el inicio de la persecución real: la primera bruja fue quemada en Toulouse en 1275 por el Inquisidor Hugues de Banyuls. Por instancia de los papas Juan XXII y Benedicto XII tuvieron lugar las persecuciones más duras. No es posible establecer el número exacto de víctimas, pero sabemos que solo el juez Benoit Carpzov presumió de haber condenado a 20 000 y que Rémy, juez de Lorena, sostenía haber quemado 800. Aproximadamente una tercera parte el número total de víctimas (probablemente más de un millónde personas entre el siglo XIV y el siglo XVIII ) fue condenado en los países protestantes. El summun se alcanzó en Francia (¡parece que en 1585, en el obispado de Troyes, una sola mujer escapó a la hoguera después que la Inquisición hiciera pasar a juicio dos pueblo enteros!), en Inglaterra y en América, especialmente en Salem.
(1). , J. Michelet, La sorciére, París, Lacroix, 1863; última ed .. Garnier-Flammarion, París, 1966.
(2.) Sprenger es el autor, con H. Institutoris, famoso Malleus Maleficarum, “ El martillo de brujas” de1489, después de que el Papa Inocencio VIII, por la burla Summis desiderantes affectibus (1484) le hubiera conferido facultades extraordinarias afín de combatir la brujería. Este libro exponía de manera orgánica todo lo que se sabía acerca de la brujas: demostración de su existencia, la ilustración de sus procesos y sus reuniones, maneras de reconocerlas y eliminarlas.
(3). "Yo no sólo daría una mano, sino las dos, a una feminista – mientras no daría incluso un dedo a una bruja. ¿Por qué? Pues porque ella me da francamente miedo: no sólo en el plano físico sino también en el intelectual ", ha declarado, por ejemplo, l escritor Roberto Gervaso en una reciente entrevista en Oggi, XXXIII, n . 32, 6/8/77.
(4). Uno de los altares fue precisamente encontrado en los cimientos de la Catedral de Notre-Dame de Paris. Cf.igualmente F. Murray The God of the witches, Sampon Low, 1933, trad. Com., Le Dieu des sorciéres, Denoél, col. "Le Tour Saint-Jacques París, 1958, E. y Minguzzi, Alchimia, cit.
(5). Se pueden encontrar en la segunda parte un más amplio examen de sus tesis.
(6) Es así como los Tracios y los Pitagóricos, adoradores de Dionisos, utilizaron excitantes de todas clases (licores embriagantes, danzas, orgías sexual) para favorecer la eclosión de una disposición espiritual que permitía ver al dios en su totalidad Cf. E. Roltde, Psyché
(7) En el manuscrito nº-2, 327 de la B.N., folio 256, citado por el M. Berthelot, Los orígenes de la Alquimia ( París, 1885 Otto Zeller, Osnabrück, 1968i), p 10, n.4, se lee una declaración de Isis a su hijo Horus, donde la diosa afirma haber aprendido de Ammaël, el primero de los ángeles y los Profetas, como recompensa de haberse entregado a él, la revelación del secreto del cosmos, que Tertuliano ( De cultu foem 1,2 b) describe como los secretos de los metales, el arte de los venenos y de los encantamientos mágicos. El Corán ( II,96) habla de los dos ángeles Harut y Marut, que embargados de deseos por las mujeres, descendieron sobre la Tierra y les enseñaron la magia – esa precisamente que los Titanes querían arrancar.
(Edy Minguzzi, Op Cit. pp. 111-123.)
Desde siempre la mujer mata al hombre: sea llevándolo a “asimilarse a su naturaleza propia” a través del erotismo como fin en si mismo, sea a través de la maternidad, aprisionando en el devenir su simiente que ella encarna en un ciego proceso de reproducción. Es la razón por la cual hemos tenido ya la ocasión de observar como ciertas religiones imponían a sus sacerdotes la castidad, el hecho “de estar puro de la mujer”(3).
“Bruja” es la mujer que, dejando tras ella las superestructuras de la cultura (sea falocrática, ginecocrática o bien de otro tipo) se remonta a la raíz de su ser profundo y sigue las leyes. Ella tiene la faz de Demeter y de Afrodita, pues es sobre estas dos funciones como la naturaleza funda su dominación del varón. No es ciertamente a la bruja a la que pueden referirse las feministas de hoy día, ellas que, a la naturaleza afrodisiana, oponen el safismo, y a la naturaleza maternal la esterilidad. No hay más que un aspecto que pueda darles alguna cosa en común con ella, al menos exteriormente: una práctica de las más siniestras entre las atribuidas a las brujas.
Existe todo un conjunto de mitos que el pasado nos ha transmitido con horror, mitos muy alejados de la claridad apolínea de la Hélade. Se trata de mitos relativos al infanticidio.
Un mismo filón une la bruja Megeria, la maga Medea y Agave la bacante.
La leyenda de Medea y de Megeria , expurgada de las tinieblas del horror, limpiada de residuos “supersticiosos”, “desmitificada”, psicoanalizada, pasada por la criba luminosa de la Ciencia y caída a continuación en el dominio social se presenta hoy bajo un nuevo atavío: se llama “derecho al aborto”.
El infanticidio mágico era la afirmación, llevada más allá de los límites humanos, de la adhesión de la mujer a su naturaleza propia. Inversamente, el aborto es la extrema capitulación, pues traduce la renuncia de la mujer a encarnar la Fuerza-Vida, fuente de su poder. Y era inevitable, ya que los lazos sutiles que unían la mujer al plano más profundo y más arquetípico de su ser se han roto definitivamente de ahora en adelante. En efecto lo que ha desaparecido, son las premisas mismas y las finalidades (que, para el pensamiento tradicional, están implícitas en el mismo hecho de existir) las que permitirían orientar su vida conforme a su propia esencia trascendente. El espíritu perdido es irrecuperable y no sirve de nada recriminarlo: todo lo que el mundo de la materia puede ofrecer es un vago humanitarismo capaz de distribuir, cuando es posible, bienes de consumo y “Justicia Social”
(3) Inversamente ciertas sectas iniciáticas han practicado una utilización mágica de la sexualidad destinada a tomar a la mujer su poder. El esoterismo hebraico evoca esto, pero sobre todo los Tantras , a los cuales reenviamos al lector. Para regresar a Europa, un personaje muy controvertido como Aleister Crowley (que tenía por costumbre hacerse llamar “la Gran Bestia 666”, haciendo suya la apelación atribuida por San Juan, en el Apocalipsis, al Anticristo), nos ha dejado documentos atestiguando el uso de prácticas sexuales de tipo tántrico con sus “mujeres escarlatas”.
(Edy Minguzzi, Op Cit. pp. 128-131.)
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Notas de Mitología griega
AFRODITA
Representa al deseo sexual como una de las fuerzas creadoras del universo, a la que todos los seres vivos, animales, hombres o dioses están sometidos.
Su nombre y sus epítetos hacen referencia a su nacimiento. Afrodita es un derivación de aphros, la espuma. También se la llama Citerea, la de Citera; Cipris, la chipriota o Anadiomene, la que vino del mar. Afrodita nace de la espuma que forma el esperma de los órganos genitales de Urano, al ser arrojados al mar por su hijo Cronos, que se los había cortado con una hoz mientras dormía. Fue criada por las Horas y las Gracias.
Diosa del amor, la belleza y el deseo sexual. También es una diosa temible, que inspira pasiones monstruosas a los que descuidan su culto o despiertan su antipatía, como es el caso de Fedra o de Pasífae. Posee un ceñidor mágico que tiene el poder de enamorar a mortales y a inmortales.
Es también la fecundidad en la naturaleza vegetal y animal. La lasciva paloma es su ave. Su hijo es Eros-el latino Cupido-caprichoso flechero de dos dardos: uno para los amores felices, para los desgraciados el otro.
Aunque a menudo se alude a ella en la cultura moderna como «la diosa del amor», es importante señalar que no era el amor en el sentido cristiano o romántico, sino específicamente Eros (atracción física o sexual). Un aspecto universal del culto de Afrodita y sus predecesoras que muchos mitógrafos de los siglos XIX y XX han omitido es la práctica de la prostitución religiosa en sus santuarios y templos. El eufemismo griego para estas prostitutas es hieródula, ‘sierva sagrada’.
AMAZONAS
La variante griega del nombre estaba relacionada por etimología popular con el a-privativo + mazos, ‘sin pecho’, relacionado con la tradición etiológica que decía que las amazonas se cortaban o quemaban el pecho derecho, para poder ser capaces de usar el arco con más libertad (los griegos de la época tensaban la cuerda hasta el esternón), y criaban a sus hijas con el izquierdo.
En algunas versiones, ningún varón tenía permiso para residir en el país de las amazonas, pero una vez el año, para evitar la extinción de su raza, éstas visitaban a los gargarios, una tribu vecina. Los niños varones que resultaban de estas visitas era sacrificados o enviados de vuelta con sus padres; las niñas se quedaban con ellas y eran criadas por sus madres, y adiestradas en las labores del campo, la caza y el arte de la guerra (Estrabón xi. p. 503).
Herodoto las llamó Andróctonas (‘asesinas de varones’).
HÉCATE
Hija de Perses y de Asteria. Diosa de la magia y los encantamientos. Como la madre de las brujas, Hécate representa la magia y la elaboración de hechizos
Entre sus numerosas sacerdotisas estaban Medea y Circe. Es una titánide a la que Zeus respeta y por ello le concede numerosas prerrogativas. Carece de mitos propios.
Preside las encrucijadas, lugares tradicionalmente mágicos. En estos cruces de caminos, es frecuente encontrar una estatua suya tricéfala, o sea, con tres cuerpos que representan su poder sobre el aire, el mar y la tierra. . Esto es una manifestación de su carácter de Diosa Triple (doncella, madre y vieja) y forma diversas tríadas como en el caso de Artemisa-Selene-Hécate y Perséfone (Kore)-Deméter (Ceres)-Hécate. A pesar de no encontrarse entre los dioses del Olimpo, retuvo su dominio sobre el cielo y la tierra y el submundo, lo que hizo de ella la otorgadora de riquezas y de las bendiciones de la vida.
Experta en el arte de la adivinación, concede a los mortales sueños y visiones que, si se interpretan correctamente, les proporciona una mayor claridad para resolver sus problemas.
PRIAPO
Príapo suele ser considerado hijo de Dionisos y Afrodita. Era una divinidad de carácter obsceno, representado como un enano deforme, con un enorme falo en perpetua erección, símbolo de la fuerza fecundadora de la naturaleza, es un dios menor rústico de la fertilidad tanto de la vegetación como de todos los animales relacionados con la vida agrícola.
PROMETEO
El titán Japeto tuvo 4 hijos con la ninfa Climena: Atlas, Menecio, Prometeo, quien tenía el don de predecir el futuro, y Epimeteo, quien veía el pasado.
Después de llenar el mundo de vegetación y criaturas de todas las especies, los dioses llamaron a Prometeo (hay quien dice que también a Epimeteo), para repartir dones a todas las criaturas y crear un ser superior a ellas, llamado "hombre". Repartió los dones generosamente y se dio cuenta que no quedaba ninguno para el hombre. Modeló al hombre con barro, en forma similar a la de los dioses. Eros le dio el aliento de vida y Atenea le dio un alma. Orgulloso, Prometeo observó al hombre y le transmitió todos sus conocimientos.
Zeus, irritado ante el progreso de los humanos, quiso acabar con todos los hombres, pero Prometeo los defendió. Entonces Zeus dispuso que no habría fuego para ellos para castigarlos, y Prometeo, pidió ayuda a Atenea para subir al Olimpo, tomó una brasa del sol y sin que lo nadie lo descubriera, regresó al mundo, donde entregó el fuego a los mortales. Cuando Zeus se enteró, se enfureció y juró venganza.
Mandó encadenar a Prometeo a las rocas del Cáucaso, donde un buitre todos los días le arrancaba el hígado, que le volvía a crecer cada noche. Y así no había final para su suplicio, hasta que, muchos siglos después, Hércules mató al buitre y lo liberó.
Como segunda parte de la venganza, Zeus ordenó a Hefesto crear una mujer de barro y darle vida. Las diosas la llenaron de encantos. Era la mujer más hermosa que existió jamás y la llamaron Pandora.
Entonces Zeus ordenó a Hermes llevársela a Prometeo para hacerla su esposa, junto con un regalo de bodas, una caja; pero éste, sospechando que después de lo que había hecho nada bueno podría llegarle de los dioses, no la aceptó y previno a su hermano Epimeteo.
Pero cuando la vio, Epimeteo pensó que nada malo podría venir de tal criatura y se casó con ella. Cuando Hermes la llevaba con Epimeteo, le aconsejó que por nada del mundo deberían abrir la caja que les dieron como dote. Llena de curiosidad, Pandora abrió la caja y de ella salieron todos los males de la humanidad: enfermedades, guerras, tristezas, vicios, ira, muerte, etc. y se regaron por toda la Tierra. En el fondo de la caja sólo quedó la Esperanza. Y así, el mal entró al mundo, pero detrás de él venía la esperanza para mostrarles el camino a un mundo mejor.Con este truco, Zeus se aseguró que los hombres no pudieran llegar a ser hábiles e inteligentes, con el riesgo de que lo suplantaran, y se convirtieron en criaturas imperfectas. Después de que los males aparecieron en la Tierra, los hombres empezaron a ser más soberbios, ruines, criminales y perversos, por lo que Zeus decidió aniquilar a toda la raza humana con un diluvio universal, a pesar de que él fue quien ocasionó tal comportamiento.
Deucalión, hijo de Prometeo, quien era considerado el más justo de los hombres, fue el único que se salvó, junto con su esposa Pirra, hija de Pandora y Epimeteo, gracias a que Prometeo les aconsejó que construyeran un arca, donde permanecieron nueves días y nueve noches, hasta que Zeus decidió que dejara de llover.
Su arca quedó en el monte Párnaso, y cuando enviaron a una paloma y ésta regresó con una hoja de olivo, desembarcaron.
Deucalión le ofreció un sacrificio a Zeus y rogó por que la raza humana continuara. El dios lo oyó y les envió a Temis con este mensaje: "Cúbranse la cabeza y arrojen sobre su espalda los huesos de su madre".
Ellos intuyeron que por madre se refería a la Tierra, y por lo tanto sus huesos serían las piedras. Así que tomaron piedras y las arrojaron sobre sus espaldas. De cada piedra que lanzaba Deucalión, surgía un hombre; y de las piedras que arrojaba Pirra, una mujer. De esta forma, la Tierra se pobló nuevamente.
Deucalión y Pirra pronto fueron padres de Heleno, quien daría su nombre a los helénicos, o griegos.
FEMINITÉ ET FEMINISME,
LA FEMME DANS LE MONDE DE LA TRADITION,
Pardès, Puiseaux 1991
(La Edad de Bronce)
Paralelamente a la degeneración progresiva de la virilidad, el principio femenino se ha desviado también de la sacralidad y la espiritualidad demetrianas. La Mujer no llega a vencer a los Titanes (conservemos la metáfora) si no rebajándose a su propio materialismo y asumiendo el modo de ser del varón caído. La espiritualidad femenina se oculta su vez: es la Edad de Bronce. "Fue una generación aterrante y potente a la cual solo complacían los desastrosos trabajos de Ares y sus violencias." Esos hombres no se alimentaban con alimentos base de harina, el alma de estos seres inabordables era de acero (...). De bronce eran sus armas, de bronce sus casas y es igualmente de bronce lo que ellos trabajaban: el negro hierro no existía aún. Vencidos de sus propias manos, descendían al oscuro palacio del terrible Hades, anónimos: tan terribles como fueron, la muerte negra los tomaba ella también (...)"(1). No es difícil destacar en estas figuras del "tiempo mítico" algunas características destacadas de nuestra propia civilización.
La Amazona y la encantadora.
Incapaz en adelante de imponerse sacralmente como tal, la feminidad acepta desvirtuarse con el fin de mantener su poder: ' contra los Titanes se levantan las Amazonas, expresión de un ginecocracia que, renunciando a las prerrogativas de la espiritualidad femenina, reviste trazos masculinos: los de la mujer del año 2000… (2).
Existe, en la Tradición Hebraica, una antigua leyenda: se habla de Lilith, primera esposa de Adán, la cual rechazaba someterse a él porque no se reconocía maestro. Amazónica de carácter, Lilith representa también la atracción erótica, la pasión, el sexo. La astrología, residuo hoy desacralizado del antiguo saber cosmológico tradicional, identificaba a Lilith con la Luna Negra. "Luna" porque mujer - pero desprovista del sacraldad "plateada", y en consecuencia “Negra”, madre de hijos muertos, prisionera de la materialidad en tanto que símbolo de la sexualidad viciosa y perversa.
La figura de Lilith sirve de característica de trazo de unión entre la Amazona y la Mujer-sexo; decaída del plano demétrico- maternal, la feminidad puede encarnarse o en la amazona asexual, o en la hetaira que se sirve del sexo para someter al varón. En los dos casos, el varón es relegado a nivel puramente fálico, instrumento ciego de procreación o placer: es el falso zángano ocioso que las abejas matan después de la fecundación de la Reina. Se puede ya desde ahora destacar que los aspectos más patentes del feminismo contemporáneo son o amazónico, o afrodisiano: esencialmente, ofrecen las características de Lilith, cara negra de la Luna.
Pero la tensión hacia el paraíso perdido no afloja tanto. La humanidad busca aún trascenderse - y lo hace, pero hacia abajo, hundiéndose cada vez más en la materialidad ectónica. A la orgía mística de la Gran Madre sucede la orgía sensual dionisíaca: no se tratan ya de una fusión con el puro principio espiritual femenino, sino de un abandono desordenado a su aspecto inferior y caótico: Es la masa desorientada en busca de un principio que justifique su propia existencia. No está ya de una vuelta consciente y sacral a la Madre de lo que se trata, sino de la liberación "ménadica" (y ménade está vinculada maínomai, "volver loco") de fuerzas, elementales y que termina por disolverse en el culto de Pan (literalmente, "todo"), el cual ve en el Todo no el Uno sino el Caos. Del Uno universal, el Andrógino divino, se cae en indiferenciación material que el Tarot representa, siempre en forma del andrógino, bajo las especies del Diablo, potencia natural irredimida. Pero se trata ya de la historia de la última edad: la nuestra.
(1) Hesiodo. Los trabajos y los días. Ver igualmente C. Kerényi, Gli Déi et gli Eroi..., cit., l, p. 189,.
(2) Lla cuestión fue tratada más completamente por, J. Evola, Rebelión..., cit., p. 309 sq. Et passim.
(Edy Minguzzi, Feminita et feminismo, la femme dans le monde de la Tradition, Pardès, Puiseaux 1991, p.72-74.)
La Mujer de los Héroes
Las guardianas de los manzanas de oro
Pero la humanidad no se resigna: crea un nuevo mito. Y no se trata en absoluto solamente de responder una exigencia de happy end *, sino de la revelación de una vía que sigue siendo libre para quien quiere y puede trascenderse. Es la vía indicada por el "ciclo heroico" de la mitología griega, sagas nórdicos y temas que se refieren a eso en las tradiciones esotéricas.
Hesiodo dice que después de la Edad de Bronce, pero antes de la Edad de Hierro (y recordemos que se hace claramente referencia aquí un "tiempo mítico", imposible definir con las "Eras" geológicas: es el tiempo donde la humanidad está a punto hundirse en pleno Caos), Zeus, viendo que el destino de la raza de los hombres consistía irremediablemente, en adelante, en anonadarse sin gloria en el Hadés, creó entonces la raza de los Héroes - última posibilidad concedida a los hombres de retornar al estado original. Los Héroes derrotan a los Titanes y, más particularmente, triunfan de la feminidad bajo sus aspectos amazónicos, afrodisianos y demetrianos. Su empresa es una restauración: Héraclés reconquista las Manzanas de Oro de las Hespérides y las restituye a la divinidad olímpica.
El significado de tal victoria salta a los ojos. El arquetipo femenino es la Vida, la cual puede manifestarse de dos maneras: Fuerza-Vida que, en su ciega materialidad, tiende a encarnarse, de una parte; y Vida como Ley de Vida, es decir sabiduría , de otra parte. Cambio y Ley inmutable del cambio, devenir y su propia Ley, materialidadyt trascendencia. Es en la mujer donde se encuentran las claves de la naturaleza. También el héroe “que conquista la mujer” es el que, sobrepasando los aspectos amazónicos, afrodisianos y demetrianos, alcanza la matriz profunda y trascendente (Vída-Sabiduría) de lo femenino.
La lucha mítica de los Héroes contra las presencias materiales del mundo fenoménico (sea la Hidra de Lerne, el León de Nemea o las tres bestias fieras que se encuentran con Dante), esta lucha es la transfiguración de una camino iniciático: el del hombre que, trascendiéndose (1), vence la Muerte.' Que se trate Eva-Hawa, "la Viviente", o de las Hespérides hijas de la Muerte (2), siempre se confiere la guarda de las manzanas de la Vida. a la Mujer Cualesquiera que sean sus distintas versiones legendarias, el objetivo es siempre el mismo: vencer a esta Mujer y poseer la Sabiduría abisal de la inmortalidad de la cual es depositaria y la cual ella se identifica.
Los ejemplos son innumerables: Atenea, principio sapiencial (como se sabe, nació de Zeus después que éste haya absorbido Metis, la Sabiduría), protege a Héraclés desde que se mostró capaz de ahogar, aún recién nacido, las dos serpientes mortales de Hera, principio femenino opuesto a Zeus, y después que haya conseguido vencer a las Amazonas; por otro lado, todos los trabajos de Hércules consisten luchar contra la Muerte, como lo observa muy justamente Kerényi (3). Y en recompensa de su victoria (su "bella victoria", por antonomasia, puesto que, después de eso, Héraclés llevó en adelante el apodo de Callinico, "la bella victoria") (4) ', él recibió a Hebe, diosa de la eterna juventud - encarnación clara del principio de Vida inmortal.
Hebe y Atenea son pues los dos aspectos del mítico árbol paradisíaco: la Vida y la Sabiduría. La empresa de Hércules es la restauración de la virilidad trascendente, de la inmortalidad, de la "Edad de Oro".
Matricidio Ritual
Pero, para trascenderse, es necesario matar la Madre, es decir el principio démetriano que quiere atar la virilidad trascendente encadenándola en el ciclo de las procreaciones materiales. He ahí porqué Parsifal, yendo a la conquista del Graal, "hace morir a su madre", la cual se ponía a través de su camino hacia la iniciación. Bajo algunos aspectos, se puede asignar el mismo significado a la figura de Edipo, de la que Freud y sus continuadores solo retuvieron el aspecto fálico. Ahora bien, la lectura completa del mito nos revela mucho más: Edipo mata a su padre y a continuación hace morir a su madre que no soporta la vergüenza del incesto; es entonces cuando se revienta los ojos. Ahora bien, la ceguera, prerrogativa mitológica del que "vio lo que no debía ver", es, por la misma razón, la señal también distintiva de los adivinos (Tiresias) y poetas (Homero). En el mito, la ceguera es el equivalente a menudo de una visión vuelta hacia el interior, hacia las verdades profundas que están más allá de las apariciones sensibles: es la visión del Espíritu. Los Dioses, en efecto, lejos de castigar a Edipo por su incesto y la sangre vertida, hacen de él árbitro del destino de Tebas y, después de largas peregrinaciones (seguramente las que evocan los textos herméticos bajo el nombre de "peregrinaje” a Santiago-de-Compostela , transposición del camino iniciático (5) ), lo hacen subir "al cielo". En la madera consagrada de Colona, Edipo desaparece –como el héroe Rómulo subido a los cielos en el Quirinal, o como Dante guiado por Beatriz-Sabiduría
* En inglés en el texto (N.D.T.).
(1) relativo a Ia identidad Mujer- Muerte, véase, más arriba, "Hierofanías de lo femenino?.
(2) Cf. C. Kerényi, Gli Déi e gli Eroi..., cit., II, p. 173.
(3). Ibid - p. 146-180 et passim.
(4). Como (' observa a Kerényi (ibid., p. 180), "la victoria ' bella de entre las bellas ' era aquélla naturalmente adquirida sobre la Muerte"."
(5) Cf.Fulcanelli, El misterio de las catedrales Jean-Jacques Pauvert, Paris, 1964; E. Minguzzi Alchimia cit., p. 108-110.
(Edy Minguzzi, Op Cit. pp.74-76.)
CAPÍTULO V
LAS BRUJAS
LAS CARAS DE LA BRUJA
Eros, sociedad y neurosis
En calidad de conclusión en la primera parte de esta obra, nos resultó oportuno examinar de cerca una encarnación de lo femenino que reaparecía bajo modalidades diversas a lo largo de los siglos - al punto que incluso recientemente, en la era sin alma de las máquinas, algunos vieron allí la esencia más profunda de la mujer: lo que, bajo ciertas reservas, no es quizá falso. Se trata de la bruja.
Innumerables definiciones de la brujería han sido enunciadas, lo que tendería a probar que, lejos de haber cogido el sentido profundo de tal fenómeno, se limitó sobre todo a observar los aspectos exteriores (variables de una época a otra y de una región á otra) para luego, sobre estas bases frágiles, ponerse á emitir juicios subjetivos, influidos por una cantidad de mitos y de fobias seculares.
Existe una interpretación psicológica, que reduce este fenómeno a una explosión colectiva de histerismo circunscrito a la época de la Inquisición: demasiado represiva, la fe religiosa habría creado tabúes sexuales que finalmente provocaron acceso de crisis neurótica. Lo demostrarían los episodios alucinantes en que conventos enteros de monjas de clausura fueron los protagonistas y donde el demonio que atormentaba a estas desgraciadas
presentaba trazos indudablemente eróticos. La interpretación es ciertamente simplista, pero no podemos negar la evidencia: estoa fue un aspecto de la brujería.
La interpretación "social" no carece de apelación y pretende fundar la precedente en un conjunto mucho vasto: no es solamente la Iglesia, sino el conjuntos de la sociedad medieval – con la miseria, la explotación y el envilecimiento, particularmente de la mujer- que fueron responsables de esta epidemia neurosis y la causa de la revuelta contra la gestión "machista" de la sociedad y por tanto del orden establecido. Es la tesis de Michelet (1) nacido en la época de la Revolución Francesa y que vivió en el apogeo del positivismo. La bruja de Michelet es roussoniana, jacobina y progresista, su creador vio aquí incluso al ancestro de los sabios modernos: la que supo por primera vez, observar la naturaleza y descubrir las hierbas. "Con ella comenzó la industria, y en particular la industria soberana (es decir, la medicina), la que sana y renueva al hombre", dijo Michelet, restringiendo a esto la importancia de la bruja, aunque en la introducción, citando a Sprenger (2) y otros autores, ha apuntado casi justo.
Se lee en efecto: "Tenemos que decir la herejía de las brujas, no las brujas, que no han tenido ninguna importancia (...) por un brujo, diez mil brujas (...); la naturaleza las ha hecho brujas (...) Es el genio propio de la mujer y de su temperamento (...), más de Circe y Medea, ella que posee el cetro de milagro natural, y tiene como sostén y como hermana la naturaleza”.
Estas intuiciones han quedado sin respuesta: el autor limita de manera drástica este fenómeno a una pura dialéctica social-religioso y circunscrita a la Edad Media: "La Misa Negra del siglo XIV fue el gran y solemne desafío lanzado a Jesús (...) estas creaciones terribles no han venido a lo largo de una vena de la tradición. Surgieron del horror de los tiempos. ¿Cuándo ha nacido la bruja? En los tiempos cerrados a la esperanza”. De esta forma corresponde a la bruja medieval llevar todo el peso, y el honor, de la corporación entera. Esto no impide que el retrato pintado por Michelet sea relevante, pero este es sólo uno entre tantos oros.
”Temblad, Temblad, de nuevo las brujas "
Y luego han llegado las feministas que, sin liarse con complicaciones medievales, vieron en las brujas una prefiguración de ellas mismas, ya que (en el nombre de la ciencia, de los dioses paganos, del psicoanálisis o del bravo Belcebú, como se quiera) los ancestros medievales crearon por su propia cuenta, finalmente, el primer movimiento de liberación de la mujer que osó oponerse a la androcracia. Si es totalmente exacto que se opusieron al varón , no son sin embargo las primeras feministas.
Ellas no lo fueron, incluso si el eslogan feminista de hoy día (“temblad, temblad, de nuevo las brujas-Cuidado, cuidado, somos las brujas") pretende evocar una atmósfera siniestra de horrores satánicos destinados a espantar a los varones, a semejanza de la cabeza cortada de la vieja Medusa.
Pero si se considera los efectos de la campaña de propaganda feminista, parece evidente que el espíritu altanero de la bruja de antaño no habría aceptado la oferta de una reencarnación en la que es nuestra época y se hubiera quedado allí, irritada, a contar sus hierbas a la luz de la luna. ¿Cómo es posible que la trasmigración de almas no haya ocurrido?. Sea como sea, los tiempos son todavía "represivos" para la mujer; los tabúes (y las neurosis a ellos ligadas) todavía existen y se trata de volver a la medicina natural y a la herboristería. En cuanto al espíritu progresista, se filtra por todas partes. Nosotros disponemos de todos los ingredientes que, según los especialistas deberían hacer explotar el fenómeno "bruja" - incluidos los anatemas clericales que favorecen las "herejías". En este dominio, a decir verdad, se puede señalar aquí y allí algunas veleidades “heréticas”: sin duda, a imitación de la antigua rebelión satánica, las feministas han asaltado un día la catedral de Milán "como una señal de protesta ", han lanzado a la venta sus folletos y se han limitado a sarcásticos comentarios sobre la bimilenaria sexofobia católica. Pero no han obtenido nada a cambio.
Incluso no el honor de una nueva Inquisición, a pesar de que se proclaman "brujas" a voz en grito. El poder establecido las ha dispersado placidamente, hizo limpiar por los empleados municipales las inmundicias que habían esparcido en el curso su recorrido y subir las más recalcitrantes en cestas para ensalada –para la gran juerga de los varones presentes que se partían de risa.
Las brujas de los tiempos de antaño podían al menos contar con la asistencia de un exorcista que se hacía cargo de su almas, y su ejecución movilizaba provincias enteras; se les acompañaba a la hoguera batiendo el tambor, mientras que las campanas volteaban. Y, ellas desde lo alto de su carro, rechinaban los dientes, sembrando el terror entre los hombres, las mujeres y los niños. En cuanto a sus mixturas, puesto aparte el hecho de que no tenían la costumbre de difundirlas por las calles, nadie , y los barrenderos menos que cualquiera, se habría atrevido a tocarlos: se tenía la costumbre de quemarlas, como se hace con las santas reliquias: el sacrum contamina! ¿Por qué esta diferencia de tratamiento, por qué esta "injusticia social" y esta caída de nivel? Evidentemente porque las brujas daban miedo- lo que no es el caso de las feministas.
Sus reivindicaciones pueden ser "sacrosantas" (¿quien lo niega?), ellas no dan miedo. Ellas muestran la evolución normal de los tiempos, la dialéctica - que se desarrolla a plena luz del día - entre el poder y el mundo del trabajo. Si las cosas se consideran desde el punto de vista de los varones más retrógrados, que son la gran mayoría, ¿ cual puede ser su crédito político, que es lo que finalmente demandan las feministas, más allá de las consignas sobre la "dignidad de la mujer", “ la realización de las mujeres en el hogar " y la "igualdad social"? Con cinismo, los hombres no han vista aquí más que la reclamación de algunos dólares de más. Y ellos, acostumbrados como están desde milenios a pagar para procurarse una mujer – cualquiera que sea el título bajo el cual se la apropian: prostitución, concubinato o matrimonio - han empezado por refunfuñar un poco, pero al final, se han dejado convencer. Sin embargo, esto no les da miedo. ¿Qué quieren ellas además? ¿La igualdad en el trabajo? Pero debido a que los hombres tienen ya la costumbre, con sus madres y sus mujeres, de estar bien quietos en casa, la idea de sufrir la misma suerte en la oficina no tenía nada terrible, después de todo. Por otra parte, las mujeres suelen ser más inteligentes, prácticas, precisas y capaces que los hombres, tanto que cederles los puestos de responsabilidad se convierte en casi en un alivio.
Esto ya no da miedo. Las feministas también quieren la “autogestión de los cuerpos” y la" liberación de los tabúes " pero no asusta a los hombres, y a los " falócratas " menos que a nadie: parece incluso que están perfectamente de acuerdo en sobre particular! Desde de siglos ruegan para que les sea otorgado ese favor – lo que traducen de manera expeditiva por " mujeres libres y disponibles". En cuanto al aborto, no hay hombre que no esté dispuesto a suscribirlo con alivio en su legislación. Tanta responsabilidad menos, cuantos más " matrimonios de reparación" evitados! Por otra parte, pensaran los más cínicos, son una vez más las mujeres las que sufrirán la intervención.
Es forzoso constatar que cuando los hombres afirman que las feministas "dan miedo” no hacen alusión en absoluto al misterioso temor de lo sagrado, al temblor que os sobrecoge ante la potencia del misterio, al supremo terror que hace decir al poeta : "¿Cuál es la que viene y que todos los hombres miran - y que hace temblar el aire con su esplendor ?”
Ellos expresan simplemente su bestialidad, deformando con un cinismo querido su programa: evitar ser "un objeto de deseo sexual."
E incluso si se dejan de lado las reacciones más o menos irónicas de las gentes que no quieren y no saben como interpretar este fenómeno, si nos referimos al juicio de alguno que considere las reivindicaciones de las feministas con pleno conocimiento de los hechos , es necesario constatar que no encuentra ningún motivo de "miedo" (3). Teniendo en cuenta la realidad de nuestra época, las reivindicaciones feministas son bien tímidas y honestas, a pesar del tumulto, convulsiones y caprichos que han marcado su camino. En todo esto, la faz enigmática y terrible de la bruja no aparece casi, incluso de lejos. A lo sumo, uno puede ver la cara asfixiada y violácea de la valiente ama de casa que un buen día, no puede más y grita "Basta ya! " en medio de montones de platos sucios, pañales y detergentes - y, según el hábito en adelante bien metido en las costumbres, baja a la calle para lavar aquí su ropa sucia. Y metáforas aparte, tiene más que nadie el derecho.
¿Qué diferencia hay entre todo esto y las hierbas cogidas en los cementerios a la luz de la Luna, los gatos negros, los huesos de los recién nacidos y la legendaria mandrágora, que conviene mezclar en oscuros filtros de amor o de muerte?
Aquí no se puede aplicar la frase "mutatis mutandis", porque esto no es una simple cuestión de forma: manzanas salteadas contra la mandrágora, la carne de vacuno en adobo contra pociones, pañales contra el sapo. La diferencia radica en otra parte: la feminista le implora a la sociedad androcrática conceder un poco de importancia a cambio de su trabajo, y si no lo obtiene hace explotar “su cólera”. Pero la bruja no implora a nadie, pues el poder, ella ya lo posee. He ahí porque los hombres se ríen de las feministas pero temen a las brujas. Se sabía esto en el época de Shakespeare: su " arpía "es pronto domada por el primer " falócrata "que la lleva a su casa - pero nadie puede domar la bruja del páramo desolado que, en medio de los vapores que se escapan de las profundidades de la tierra, impulsan a la masacre a Macbeth y le persiguen hasta la muerte.
Entre la "comadre" y la bruja, lo mismo que entre las feministas y las mujeres, hay una diferencia de poder: un poder que no se pueden recibir de otros, que no se puede más implorar que usurpar.
Existe un arte que aprende a suscitarlo y a canalizarlo en función de los fines que se la han fijado: las brujas conocían este arte, mientras que las feministas no sospechan incluso su existencia.
Dicho esto, es un absurdo querer hacer de la bruja la encarnación Universal del eterno adversario de todas las falocracias más o menos institucionalizadas en un poder político. Un hecho, entre otros, lo muestra claramente: si es cierto que nuestro siglo es el de falócratas, no es menos cierto que en este siglo, nadie ha visto con sus propios ojos la menor bruja.
El dios cornudo
La definición dada por la Iglesia parece ser la más digna de fe, ella que, después de tantas ejecuciones sumarias, debería haber adquirido una competencia soberana en la materia – ya sea la situación de la bruja o de los métodos más experimentados para reconocerla y, por tanto, eliminarla.
Pero , la Iglesia la acusaba de herejía. Las maleficae foemina alimentaban el resurgimiento del substrato religioso pre-cristiano: sus ritos se realizaban en la proximidad de los lugares antaño dedicados a los cultos paganos, especialmente druídicos, y el sabbat presentaba a menudo los rasgos de la orgía de tipo demétriano o Dionisiano. También se hablaba de una divinidad cornuda (y el cuerno, hemos visto, es un símbolo lunar) llamado Cernunnos ( "el Cornudo," de la misma forma sacada del latín cornus, griego keras "el cuerno"), objeto de un culto subterráneo desde el fondo de las edades, como todas las deidades lunares y ectonianas, y que era particularmente querido por las brujas. Y puesto que, como todos saben, el ser cornudo e infernal es el demonio, se deduce que las brujas adoraban al diablo – lo que, una vez hechas las reservas necesarias, tenía sin embargo un trasfondo de verdad. En efecto, bajo el pretexto anunciado de cazar brujas se ocultó la voluntad de erradicar cualquier residuo de las antiguas religiones paganas - que había echado raíces en especial entre el pequeño pueblo - a fin de consolidar y promover la fe cristiana. Y el mejor medio es aislar a los adeptos de los ritos antiguos y desacreditarlos a los ojos del pueblo atribuyendo a sus ceremonias (ya se trate de los tristemente famosos sábados o de orgías agrarias para obtener la fertilidad) siniestros y tenebrosos poderes maléficos, identificando sus dioses a demonios y tachando de inmoralidad sus asambleas.
Pero la sanguinaria cruzada contra las brujas no fue sólo el hecho del exclusivismo intolerante de la religión cristiana. La extinción de ritos paganos fue también un pretexto para una caza despiadada y más implacable, y en cierto sentido, más necesaria. Porque en algunos antiguos ritos estaba encerrada una fuerza, anterior a las religiones, como a los hombres, que solo las mujeres (las brujas precisamente) sabía invocar y dirigir sobre los individuos, y a veces sobre comunidades enteras. Decir que era la "fuerza del mal" no quería decir nada. Se trataba de una potencia de mil caras, difíciles de alcanzar y indefinible - como la noche, como el abismo, como la luz ilusoria de la Luna. Combatirla y, sobre todo, neutralizar el principio que la inspiraba, tal era la obsesión de la Iglesia: destruirla para no ser destruida por ella. Ahora, no es difícil darle un nombre: es el eterno poder de lo femenino. Es por lo que “se debe decir la herejía de las brujas y no las brujas” como la hacía remarcar justamente Michelet. La bruja asume las valencias inferiores de lo femenino, que llevan a nuestro autor a concluir: “Es el genio propio de la mujer y de su temperamento (...). La naturaleza las ha hecho brujas (...)”.
Y si se lo argumenta desde lo que hemos expuesto hasta aquí es difícil atribuirle fallo.
El pacto con el diablo
Es oportuna examinar más de cerca este poder, o “genio”, propio de la mujer
La bruja es el “condensador” de energías cósmicas inherentes al polo femenino. Aceptando sin reservas su propia feminidad, desarrollándola y activándola esotéricamente a través de su fusión con todos los demás aspectos cósmicos que expresan el sacrum femenino, una misteriosa corriente atraviesa el circuito que religa la Mujer, la Tierra, las Aguas, la Luna. Tal es el poder de la bruja. Hoy día se considera con una ironía condescendiente la tesis de los Escolásticos que en la Edad Media, elaboraron y sistematizaron la teoría del “pacto con el diablo” al cual las brujas debían sus poderes sobrenaturales. Pero nada justifica tal ironía. El Diablo, el Gran Pan, Dionisos son sinónimos que designan una misma realidad – la fuerza-vida de la Tierra a la cual solo la mujer puede llegar totalmente. Bajo tal aclaración, las interpretaciones historicistas examinadas más arriba aparecen a la vez parciales y fragmentarias. Es exacto que se trata de neurosis provocadas por la represión sexual, pero convendría sobre todo precisar que tal represión no hizo más que desarrollar un sentido de sacrum sexual así como la consciencia profunda y misteriosa de la polaridad. Reich (5) revela con razón que Eros no es una simple "pulsión" como creía Freud , sino una energía: una energía que, cuando no encuentra salida, acaba por explotar. En ciertas religiones orientales (y, sin duda, en el origen, en la religión católica), la continencia tenía como fin acumular dicha energía para a continuación canalizarla en un sentido trascendente; y la "serpiente Kundalini, que se encuentra detrás de la órganos sexuales, es probablemente la trascripción simbólica de esta energía que, despertada, debía pasar por los siete centros de vital importancia para llegar a "tercer ojo", es decir, a la visión superior. La "histeria" de las brujas y especialmente de las monjas de la Edad Media, podría ser en realidad la expresión una explosión de esta energía que no había sido previamente canalizada a fines transcendentes.
Del mismo modo se puede impugnar la reducción de este fenómeno a una simple rebelión femenina contra una situación económica-social difícil, como lo hace Michelet: situaciones similares se han presentado con frecuencia durante la historia , sin que, de repente, haya una proliferación pandémica de brujas. La motivación "social" sin duda ha desempeñado un papel, tanto como la orientación androcrática de la cultura. La una y la otra iban en el sentido de una mortificación material y moral, incitando a la mujer a buscar su propia vía de realización. Pero el fenómeno de la bruja, lejos reducirse a una lucha en el l plano material de la historia se desarrolló en el sentido de la trascendencia. Esta fue la batalla entre dos tipos de ascesis: la ascesis viril, que renovaba el ciclo heroico con la Caballería y buscaba así su propia restauración y la ascesis femenina que, si no llega a sublimarse en una forma divina, encuentra entonces la vía de la naturaleza y la posesión dionisiana.
Es por eso por lo que se puede, dentro de ciertos límites, afirmar que no existen brujas fuera de la Edad Media, ya que, entre las épocas sobre las que tenemos documentación suficiente, la Edad Media fue la que, más que ninguna otra, vio confluir y realizarse las condiciones necesarias para una superación: los dos poderes, sacerdotal y real, hiérofanías de polaridad primordial, se combatían en plena luz del día; la atmósfera milenarista, que no podía más que incitar a pensamientos trascendentes, y la constitución, como resultado, de las sectas iniciaticas; la efervescencia de los espíritus, destinada para dar lugar a poderosos realizaciones ascéticas individuales (es el caso de Dante) o en las crisis místico-sensuales (es el caso de un Jacopone Todi, entre otros, y en un marco más amplio, el de las brujas).
La droga sagrada
Visto el carácter extremadamente particular de la sabiduría de las brujas, es bastante evidente que sus medicinas mágicas no tienen nada que ver con nuestra farmacopea moderna. Si bien es cierto que para "hacer el sábado" ellas utilizaban afrodisíacos y alucinógenos - como la belladona, la henbane, el opio, el acónito, la amapola y cáñamo- , sin embargo, plantas universalmente conocidas desde la época de Hiparco: no se debe a las brujas el mérito, o la vergüenza de su descubrimiento, y mucho menos las aplicaciones farmacéuticas que han desarrollado hasta hoy. Por otra parte, es bueno destacar de paso que el uso esas drogas, conocido en todo la antigüedad, sin embargo, se limitaba estrictamente a prácticas rituales: servía a los sacerdotes e iniciados de las sectas esotéricas - previamente preparados para dominar y para dirigir los efectos - para favorecer la superación del estado normal de conciencia y el acceso a un nivel superior. Sólo el mundo moderno, podría distorsionar el sentido y la finalidad de estas prácticas culturales hasta el punto de invertir los efectos y reducirlos a un instrumento de autodestrucción insensata. Pero no son las brujas las llevan la responsabilidad! Las “ maleficae foeminae” se servían de estas plantas sólo para los fines permitidos por la tradición misma: para favorecer la eclosión de un cierto estado psico-físico que lleve a la extinción del yo y el paso a otra dimensión en la que el cosmos se revela en su totalidad (6). Es mediante el acceso a ese nivel de conciencia como las brujas “aprenden” el secreto de los filtros. Las pociones mágicas no eran nada más que el receptáculo de una fuerza preexistente, el pretexto material que servía de soporte para la manifestación de este: la prueba es que las recetas mágicas cuyo conocimiento se ha transmitido hasta nuestros días no ha revelado nada que pudiera demostrar su eficacia - al menos materialmente (7).
La actitud de la bruja frente a la naturaleza era diametralmente opuesta a la del sabio: la intuición contra la racionalidad, ritual mágico contra los ensayos de laboratorio; remedios en el nombre de principios considerados hoy como absurdos, tales como la ley de las analogías y, lo más importante, la creencia de que no era el remedio mismo, sino el poder del que lo preparaba (un poder obtenido de las raíces de la vida), lo que garantizaba la curación o la muerte. La bruja descendía al corazón de la naturaleza y se fundía con ella, anonadándose, mientras que el médico vigilante y atento permanece en el exterior, limitándose a observar, a disecar y a catalogar. A la bruja, la naturaleza revela su vida profunda, pero ¿qué puede revelara al ingeniero químico o al médico que hacen la autopsia? Nada - aunque sólo sea por el mero hecho de que la autopsia se practica sobre cadáveres-.
Solamente, tal vez, la Iglesia tuvo la intuición de la verdadera esencia de la bruja y del tipo de relaciones que le mantenía con la naturaleza: es por lo que su condenación fue tanto más severa cuanto más coherente era - a pesar de todos los horrores de las cámaras de tortura y exterminio en masa (8).
Los cristianos vieron en la brujería un retorno de los misterios de Eleusis y del dionisismo, pues las ménades se volvían a poner precisamente en el sustrato telúricos para alcanzar la potencia de lo femenino: a una naturaleza animada y misteriosa y no redimida, que como tal, revestía exactamente los trazos del "demonio". La religión, que había sublimada su Gran Madre en una Virgen Sapiencial, purificándola de las escorias del viejo culto telúrico-maternal, no recula ante una nueva cruzada (tan sanguinaria, cruel y inhumana fue) para expulsar de nuevo a los infiernos a las modernas encarnaciones de Afrodita Ectoniana, de Isis la Negra y de Durga -Kali.
(8). Al principio, la Iglesia se limitó a castigar con penas espirituales a los que practicaban la brujería (el Concilio de Elvira de 306, de Ancira en 314, de Trullo en 692). Posteriormente, la bula papal Vox in Roma papal Gregorio IX marcó el inicio de la persecución real: la primera bruja fue quemada en Toulouse en 1275 por el Inquisidor Hugues de Banyuls. Por instancia de los papas Juan XXII y Benedicto XII tuvieron lugar las persecuciones más duras. No es posible establecer el número exacto de víctimas, pero sabemos que solo el juez Benoit Carpzov presumió de haber condenado a 20 000 y que Rémy, juez de Lorena, sostenía haber quemado 800. Aproximadamente una tercera parte el número total de víctimas (probablemente más de un millónde personas entre el siglo XIV y el siglo XVIII ) fue condenado en los países protestantes. El summun se alcanzó en Francia (¡parece que en 1585, en el obispado de Troyes, una sola mujer escapó a la hoguera después que la Inquisición hiciera pasar a juicio dos pueblo enteros!), en Inglaterra y en América, especialmente en Salem.
(1). , J. Michelet, La sorciére, París, Lacroix, 1863; última ed .. Garnier-Flammarion, París, 1966.
(2.) Sprenger es el autor, con H. Institutoris, famoso Malleus Maleficarum, “ El martillo de brujas” de1489, después de que el Papa Inocencio VIII, por la burla Summis desiderantes affectibus (1484) le hubiera conferido facultades extraordinarias afín de combatir la brujería. Este libro exponía de manera orgánica todo lo que se sabía acerca de la brujas: demostración de su existencia, la ilustración de sus procesos y sus reuniones, maneras de reconocerlas y eliminarlas.
(3). "Yo no sólo daría una mano, sino las dos, a una feminista – mientras no daría incluso un dedo a una bruja. ¿Por qué? Pues porque ella me da francamente miedo: no sólo en el plano físico sino también en el intelectual ", ha declarado, por ejemplo, l escritor Roberto Gervaso en una reciente entrevista en Oggi, XXXIII, n . 32, 6/8/77.
(4). Uno de los altares fue precisamente encontrado en los cimientos de la Catedral de Notre-Dame de Paris. Cf.igualmente F. Murray The God of the witches, Sampon Low, 1933, trad. Com., Le Dieu des sorciéres, Denoél, col. "Le Tour Saint-Jacques París, 1958, E. y Minguzzi, Alchimia, cit.
(5). Se pueden encontrar en la segunda parte un más amplio examen de sus tesis.
(6) Es así como los Tracios y los Pitagóricos, adoradores de Dionisos, utilizaron excitantes de todas clases (licores embriagantes, danzas, orgías sexual) para favorecer la eclosión de una disposición espiritual que permitía ver al dios en su totalidad Cf. E. Roltde, Psyché
(7) En el manuscrito nº-2, 327 de la B.N., folio 256, citado por el M. Berthelot, Los orígenes de la Alquimia ( París, 1885 Otto Zeller, Osnabrück, 1968i), p 10, n.4, se lee una declaración de Isis a su hijo Horus, donde la diosa afirma haber aprendido de Ammaël, el primero de los ángeles y los Profetas, como recompensa de haberse entregado a él, la revelación del secreto del cosmos, que Tertuliano ( De cultu foem 1,2 b) describe como los secretos de los metales, el arte de los venenos y de los encantamientos mágicos. El Corán ( II,96) habla de los dos ángeles Harut y Marut, que embargados de deseos por las mujeres, descendieron sobre la Tierra y les enseñaron la magia – esa precisamente que los Titanes querían arrancar.
(Edy Minguzzi, Op Cit. pp. 111-123.)
Desde siempre la mujer mata al hombre: sea llevándolo a “asimilarse a su naturaleza propia” a través del erotismo como fin en si mismo, sea a través de la maternidad, aprisionando en el devenir su simiente que ella encarna en un ciego proceso de reproducción. Es la razón por la cual hemos tenido ya la ocasión de observar como ciertas religiones imponían a sus sacerdotes la castidad, el hecho “de estar puro de la mujer”(3).
“Bruja” es la mujer que, dejando tras ella las superestructuras de la cultura (sea falocrática, ginecocrática o bien de otro tipo) se remonta a la raíz de su ser profundo y sigue las leyes. Ella tiene la faz de Demeter y de Afrodita, pues es sobre estas dos funciones como la naturaleza funda su dominación del varón. No es ciertamente a la bruja a la que pueden referirse las feministas de hoy día, ellas que, a la naturaleza afrodisiana, oponen el safismo, y a la naturaleza maternal la esterilidad. No hay más que un aspecto que pueda darles alguna cosa en común con ella, al menos exteriormente: una práctica de las más siniestras entre las atribuidas a las brujas.
Existe todo un conjunto de mitos que el pasado nos ha transmitido con horror, mitos muy alejados de la claridad apolínea de la Hélade. Se trata de mitos relativos al infanticidio.
Un mismo filón une la bruja Megeria, la maga Medea y Agave la bacante.
La leyenda de Medea y de Megeria , expurgada de las tinieblas del horror, limpiada de residuos “supersticiosos”, “desmitificada”, psicoanalizada, pasada por la criba luminosa de la Ciencia y caída a continuación en el dominio social se presenta hoy bajo un nuevo atavío: se llama “derecho al aborto”.
El infanticidio mágico era la afirmación, llevada más allá de los límites humanos, de la adhesión de la mujer a su naturaleza propia. Inversamente, el aborto es la extrema capitulación, pues traduce la renuncia de la mujer a encarnar la Fuerza-Vida, fuente de su poder. Y era inevitable, ya que los lazos sutiles que unían la mujer al plano más profundo y más arquetípico de su ser se han roto definitivamente de ahora en adelante. En efecto lo que ha desaparecido, son las premisas mismas y las finalidades (que, para el pensamiento tradicional, están implícitas en el mismo hecho de existir) las que permitirían orientar su vida conforme a su propia esencia trascendente. El espíritu perdido es irrecuperable y no sirve de nada recriminarlo: todo lo que el mundo de la materia puede ofrecer es un vago humanitarismo capaz de distribuir, cuando es posible, bienes de consumo y “Justicia Social”
(3) Inversamente ciertas sectas iniciáticas han practicado una utilización mágica de la sexualidad destinada a tomar a la mujer su poder. El esoterismo hebraico evoca esto, pero sobre todo los Tantras , a los cuales reenviamos al lector. Para regresar a Europa, un personaje muy controvertido como Aleister Crowley (que tenía por costumbre hacerse llamar “la Gran Bestia 666”, haciendo suya la apelación atribuida por San Juan, en el Apocalipsis, al Anticristo), nos ha dejado documentos atestiguando el uso de prácticas sexuales de tipo tántrico con sus “mujeres escarlatas”.
(Edy Minguzzi, Op Cit. pp. 128-131.)
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Notas de Mitología griega
AFRODITA
Representa al deseo sexual como una de las fuerzas creadoras del universo, a la que todos los seres vivos, animales, hombres o dioses están sometidos.
Su nombre y sus epítetos hacen referencia a su nacimiento. Afrodita es un derivación de aphros, la espuma. También se la llama Citerea, la de Citera; Cipris, la chipriota o Anadiomene, la que vino del mar. Afrodita nace de la espuma que forma el esperma de los órganos genitales de Urano, al ser arrojados al mar por su hijo Cronos, que se los había cortado con una hoz mientras dormía. Fue criada por las Horas y las Gracias.
Diosa del amor, la belleza y el deseo sexual. También es una diosa temible, que inspira pasiones monstruosas a los que descuidan su culto o despiertan su antipatía, como es el caso de Fedra o de Pasífae. Posee un ceñidor mágico que tiene el poder de enamorar a mortales y a inmortales.
Es también la fecundidad en la naturaleza vegetal y animal. La lasciva paloma es su ave. Su hijo es Eros-el latino Cupido-caprichoso flechero de dos dardos: uno para los amores felices, para los desgraciados el otro.
Aunque a menudo se alude a ella en la cultura moderna como «la diosa del amor», es importante señalar que no era el amor en el sentido cristiano o romántico, sino específicamente Eros (atracción física o sexual). Un aspecto universal del culto de Afrodita y sus predecesoras que muchos mitógrafos de los siglos XIX y XX han omitido es la práctica de la prostitución religiosa en sus santuarios y templos. El eufemismo griego para estas prostitutas es hieródula, ‘sierva sagrada’.
AMAZONAS
La variante griega del nombre estaba relacionada por etimología popular con el a-privativo + mazos, ‘sin pecho’, relacionado con la tradición etiológica que decía que las amazonas se cortaban o quemaban el pecho derecho, para poder ser capaces de usar el arco con más libertad (los griegos de la época tensaban la cuerda hasta el esternón), y criaban a sus hijas con el izquierdo.
En algunas versiones, ningún varón tenía permiso para residir en el país de las amazonas, pero una vez el año, para evitar la extinción de su raza, éstas visitaban a los gargarios, una tribu vecina. Los niños varones que resultaban de estas visitas era sacrificados o enviados de vuelta con sus padres; las niñas se quedaban con ellas y eran criadas por sus madres, y adiestradas en las labores del campo, la caza y el arte de la guerra (Estrabón xi. p. 503).
Herodoto las llamó Andróctonas (‘asesinas de varones’).
HÉCATE
Hija de Perses y de Asteria. Diosa de la magia y los encantamientos. Como la madre de las brujas, Hécate representa la magia y la elaboración de hechizos
Entre sus numerosas sacerdotisas estaban Medea y Circe. Es una titánide a la que Zeus respeta y por ello le concede numerosas prerrogativas. Carece de mitos propios.
Preside las encrucijadas, lugares tradicionalmente mágicos. En estos cruces de caminos, es frecuente encontrar una estatua suya tricéfala, o sea, con tres cuerpos que representan su poder sobre el aire, el mar y la tierra. . Esto es una manifestación de su carácter de Diosa Triple (doncella, madre y vieja) y forma diversas tríadas como en el caso de Artemisa-Selene-Hécate y Perséfone (Kore)-Deméter (Ceres)-Hécate. A pesar de no encontrarse entre los dioses del Olimpo, retuvo su dominio sobre el cielo y la tierra y el submundo, lo que hizo de ella la otorgadora de riquezas y de las bendiciones de la vida.
Experta en el arte de la adivinación, concede a los mortales sueños y visiones que, si se interpretan correctamente, les proporciona una mayor claridad para resolver sus problemas.
PRIAPO
Príapo suele ser considerado hijo de Dionisos y Afrodita. Era una divinidad de carácter obsceno, representado como un enano deforme, con un enorme falo en perpetua erección, símbolo de la fuerza fecundadora de la naturaleza, es un dios menor rústico de la fertilidad tanto de la vegetación como de todos los animales relacionados con la vida agrícola.
PROMETEO
El titán Japeto tuvo 4 hijos con la ninfa Climena: Atlas, Menecio, Prometeo, quien tenía el don de predecir el futuro, y Epimeteo, quien veía el pasado.
Después de llenar el mundo de vegetación y criaturas de todas las especies, los dioses llamaron a Prometeo (hay quien dice que también a Epimeteo), para repartir dones a todas las criaturas y crear un ser superior a ellas, llamado "hombre". Repartió los dones generosamente y se dio cuenta que no quedaba ninguno para el hombre. Modeló al hombre con barro, en forma similar a la de los dioses. Eros le dio el aliento de vida y Atenea le dio un alma. Orgulloso, Prometeo observó al hombre y le transmitió todos sus conocimientos.
Zeus, irritado ante el progreso de los humanos, quiso acabar con todos los hombres, pero Prometeo los defendió. Entonces Zeus dispuso que no habría fuego para ellos para castigarlos, y Prometeo, pidió ayuda a Atenea para subir al Olimpo, tomó una brasa del sol y sin que lo nadie lo descubriera, regresó al mundo, donde entregó el fuego a los mortales. Cuando Zeus se enteró, se enfureció y juró venganza.
Mandó encadenar a Prometeo a las rocas del Cáucaso, donde un buitre todos los días le arrancaba el hígado, que le volvía a crecer cada noche. Y así no había final para su suplicio, hasta que, muchos siglos después, Hércules mató al buitre y lo liberó.
Como segunda parte de la venganza, Zeus ordenó a Hefesto crear una mujer de barro y darle vida. Las diosas la llenaron de encantos. Era la mujer más hermosa que existió jamás y la llamaron Pandora.
Entonces Zeus ordenó a Hermes llevársela a Prometeo para hacerla su esposa, junto con un regalo de bodas, una caja; pero éste, sospechando que después de lo que había hecho nada bueno podría llegarle de los dioses, no la aceptó y previno a su hermano Epimeteo.
Pero cuando la vio, Epimeteo pensó que nada malo podría venir de tal criatura y se casó con ella. Cuando Hermes la llevaba con Epimeteo, le aconsejó que por nada del mundo deberían abrir la caja que les dieron como dote. Llena de curiosidad, Pandora abrió la caja y de ella salieron todos los males de la humanidad: enfermedades, guerras, tristezas, vicios, ira, muerte, etc. y se regaron por toda la Tierra. En el fondo de la caja sólo quedó la Esperanza. Y así, el mal entró al mundo, pero detrás de él venía la esperanza para mostrarles el camino a un mundo mejor.Con este truco, Zeus se aseguró que los hombres no pudieran llegar a ser hábiles e inteligentes, con el riesgo de que lo suplantaran, y se convirtieron en criaturas imperfectas. Después de que los males aparecieron en la Tierra, los hombres empezaron a ser más soberbios, ruines, criminales y perversos, por lo que Zeus decidió aniquilar a toda la raza humana con un diluvio universal, a pesar de que él fue quien ocasionó tal comportamiento.
Deucalión, hijo de Prometeo, quien era considerado el más justo de los hombres, fue el único que se salvó, junto con su esposa Pirra, hija de Pandora y Epimeteo, gracias a que Prometeo les aconsejó que construyeran un arca, donde permanecieron nueves días y nueve noches, hasta que Zeus decidió que dejara de llover.
Su arca quedó en el monte Párnaso, y cuando enviaron a una paloma y ésta regresó con una hoja de olivo, desembarcaron.
Deucalión le ofreció un sacrificio a Zeus y rogó por que la raza humana continuara. El dios lo oyó y les envió a Temis con este mensaje: "Cúbranse la cabeza y arrojen sobre su espalda los huesos de su madre".
Ellos intuyeron que por madre se refería a la Tierra, y por lo tanto sus huesos serían las piedras. Así que tomaron piedras y las arrojaron sobre sus espaldas. De cada piedra que lanzaba Deucalión, surgía un hombre; y de las piedras que arrojaba Pirra, una mujer. De esta forma, la Tierra se pobló nuevamente.
Deucalión y Pirra pronto fueron padres de Heleno, quien daría su nombre a los helénicos, o griegos.
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