lunes, 16 de junio de 2008

Edy Minguzzi, Feminidad y feminismo (Edad de bronce)

EDY MINGUZZI

FEMINITÉ ET FEMINISME,
LA FEMME DANS LE MONDE DE LA TRADITION,
Pardès, Puiseaux 1991

(La Edad de Bronce)







Paralelamente a la degeneración progresiva de la virilidad, el principio femenino se ha desviado también de la sacralidad y la espiritualidad demetrianas. La Mujer no llega a vencer a los Titanes (conservemos la metáfora) si no rebajándose a su propio materialismo y asumiendo el modo de ser del varón caído. La espiritualidad femenina se oculta su vez: es la Edad de Bronce. "Fue una generación aterrante y potente a la cual solo complacían los desastrosos trabajos de Ares y sus violencias." Esos hombres no se alimentaban con alimentos base de harina, el alma de estos seres inabordables era de acero (...). De bronce eran sus armas, de bronce sus casas y es igualmente de bronce lo que ellos trabajaban: el negro hierro no existía aún. Vencidos de sus propias manos, descendían al oscuro palacio del terrible Hades, anónimos: tan terribles como fueron, la muerte negra los tomaba ella también (...)"(1). No es difícil destacar en estas figuras del "tiempo mítico" algunas características destacadas de nuestra propia civilización.

La Amazona y la encantadora.

Incapaz en adelante de imponerse sacralmente como tal, la feminidad acepta desvirtuarse con el fin de mantener su poder: ' contra los Titanes se levantan las Amazonas, expresión de un ginecocracia que, renunciando a las prerrogativas de la espiritualidad femenina, reviste trazos masculinos: los de la mujer del año 2000… (2).

Existe, en la Tradición Hebraica, una antigua leyenda: se habla de Lilith, primera esposa de Adán, la cual rechazaba someterse a él porque no se reconocía maestro. Amazónica de carácter, Lilith representa también la atracción erótica, la pasión, el sexo. La astrología, residuo hoy desacralizado del antiguo saber cosmológico tradicional, identificaba a Lilith con la Luna Negra. "Luna" porque mujer - pero desprovista del sacraldad "plateada", y en consecuencia “Negra”, madre de hijos muertos, prisionera de la materialidad en tanto que símbolo de la sexualidad viciosa y perversa.

La figura de Lilith sirve de característica de trazo de unión entre la Amazona y la Mujer-sexo; decaída del plano demétrico- maternal, la feminidad puede encarnarse o en la amazona asexual, o en la hetaira que se sirve del sexo para someter al varón. En los dos casos, el varón es relegado a nivel puramente fálico, instrumento ciego de procreación o placer: es el falso zángano ocioso que las abejas matan después de la fecundación de la Reina. Se puede ya desde ahora destacar que los aspectos más patentes del feminismo contemporáneo son o amazónico, o afrodisiano: esencialmente, ofrecen las características de Lilith, cara negra de la Luna.

Pero la tensión hacia el paraíso perdido no afloja tanto. La humanidad busca aún trascenderse - y lo hace, pero hacia abajo, hundiéndose cada vez más en la materialidad ectónica. A la orgía mística de la Gran Madre sucede la orgía sensual dionisíaca: no se tratan ya de una fusión con el puro principio espiritual femenino, sino de un abandono desordenado a su aspecto inferior y caótico: Es la masa desorientada en busca de un principio que justifique su propia existencia. No está ya de una vuelta consciente y sacral a la Madre de lo que se trata, sino de la liberación "ménadica" (y ménade está vinculada maínomai, "volver loco") de fuerzas, elementales y que termina por disolverse en el culto de Pan (literalmente, "todo"), el cual ve en el Todo no el Uno sino el Caos. Del Uno universal, el Andrógino divino, se cae en indiferenciación material que el Tarot representa, siempre en forma del andrógino, bajo las especies del Diablo, potencia natural irredimida. Pero se trata ya de la historia de la última edad: la nuestra.

(1) Hesiodo. Los trabajos y los días. Ver igualmente C. Kerényi, Gli Déi et gli Eroi..., cit., l, p. 189,.

(2) Lla cuestión fue tratada más completamente por, J. Evola, Rebelión..., cit., p. 309 sq. Et passim.




(Edy Minguzzi, Feminita et feminismo, la femme dans le monde de la Tradition, Pardès, Puiseaux 1991, p.72-74.)


La Mujer de los Héroes

Las guardianas de los manzanas de oro

Pero la humanidad no se resigna: crea un nuevo mito. Y no se trata en absoluto solamente de responder una exigencia de happy end *, sino de la revelación de una vía que sigue siendo libre para quien quiere y puede trascenderse. Es la vía indicada por el "ciclo heroico" de la mitología griega, sagas nórdicos y temas que se refieren a eso en las tradiciones esotéricas.

Hesiodo dice que después de la Edad de Bronce, pero antes de la Edad de Hierro (y recordemos que se hace claramente referencia aquí un "tiempo mítico", imposible definir con las "Eras" geológicas: es el tiempo donde la humanidad está a punto hundirse en pleno Caos), Zeus, viendo que el destino de la raza de los hombres consistía irremediablemente, en adelante, en anonadarse sin gloria en el Hadés, creó entonces la raza de los Héroes - última posibilidad concedida a los hombres de retornar al estado original. Los Héroes derrotan a los Titanes y, más particularmente, triunfan de la feminidad bajo sus aspectos amazónicos, afrodisianos y demetrianos. Su empresa es una restauración: Héraclés reconquista las Manzanas de Oro de las Hespérides y las restituye a la divinidad olímpica.

El significado de tal victoria salta a los ojos. El arquetipo femenino es la Vida, la cual puede manifestarse de dos maneras: Fuerza-Vida que, en su ciega materialidad, tiende a encarnarse, de una parte; y Vida como Ley de Vida, es decir sabiduría , de otra parte. Cambio y Ley inmutable del cambio, devenir y su propia Ley, materialidadyt trascendencia. Es en la mujer donde se encuentran las claves de la naturaleza. También el héroe “que conquista la mujer” es el que, sobrepasando los aspectos amazónicos, afrodisianos y demetrianos, alcanza la matriz profunda y trascendente (Vída-Sabiduría) de lo femenino.


La lucha mítica de los Héroes contra las presencias materiales del mundo fenoménico (sea la Hidra de Lerne, el León de Nemea o las tres bestias fieras que se encuentran con Dante), esta lucha es la transfiguración de una camino iniciático: el del hombre que, trascendiéndose (1), vence la Muerte.' Que se trate Eva-Hawa, "la Viviente", o de las Hespérides hijas de la Muerte (2), siempre se confiere la guarda de las manzanas de la Vida. a la Mujer Cualesquiera que sean sus distintas versiones legendarias, el objetivo es siempre el mismo: vencer a esta Mujer y poseer la Sabiduría abisal de la inmortalidad de la cual es depositaria y la cual ella se identifica.

Los ejemplos son innumerables: Atenea, principio sapiencial (como se sabe, nació de Zeus después que éste haya absorbido Metis, la Sabiduría), protege a Héraclés desde que se mostró capaz de ahogar, aún recién nacido, las dos serpientes mortales de Hera, principio femenino opuesto a Zeus, y después que haya conseguido vencer a las Amazonas; por otro lado, todos los trabajos de Hércules consisten luchar contra la Muerte, como lo observa muy justamente Kerényi (3). Y en recompensa de su victoria (su "bella victoria", por antonomasia, puesto que, después de eso, Héraclés llevó en adelante el apodo de Callinico, "la bella victoria") (4) ', él recibió a Hebe, diosa de la eterna juventud - encarnación clara del principio de Vida inmortal.

Hebe y Atenea son pues los dos aspectos del mítico árbol paradisíaco: la Vida y la Sabiduría. La empresa de Hércules es la restauración de la virilidad trascendente, de la inmortalidad, de la "Edad de Oro".

Matricidio Ritual

Pero, para trascenderse, es necesario matar la Madre, es decir el principio démetriano que quiere atar la virilidad trascendente encadenándola en el ciclo de las procreaciones materiales. He ahí porqué Parsifal, yendo a la conquista del Graal, "hace morir a su madre", la cual se ponía a través de su camino hacia la iniciación. Bajo algunos aspectos, se puede asignar el mismo significado a la figura de Edipo, de la que Freud y sus continuadores solo retuvieron el aspecto fálico. Ahora bien, la lectura completa del mito nos revela mucho más: Edipo mata a su padre y a continuación hace morir a su madre que no soporta la vergüenza del incesto; es entonces cuando se revienta los ojos. Ahora bien, la ceguera, prerrogativa mitológica del que "vio lo que no debía ver", es, por la misma razón, la señal también distintiva de los adivinos (Tiresias) y poetas (Homero). En el mito, la ceguera es el equivalente a menudo de una visión vuelta hacia el interior, hacia las verdades profundas que están más allá de las apariciones sensibles: es la visión del Espíritu. Los Dioses, en efecto, lejos de castigar a Edipo por su incesto y la sangre vertida, hacen de él árbitro del destino de Tebas y, después de largas peregrinaciones (seguramente las que evocan los textos herméticos bajo el nombre de "peregrinaje” a Santiago-de-Compostela , transposición del camino iniciático (5) ), lo hacen subir "al cielo". En la madera consagrada de Colona, Edipo desaparece –como el héroe Rómulo subido a los cielos en el Quirinal, o como Dante guiado por Beatriz-Sabiduría

* En inglés en el texto (N.D.T.).
(1) relativo a Ia identidad Mujer- Muerte, véase, más arriba, "Hierofanías de lo femenino?.
(2) Cf. C. Kerényi, Gli Déi e gli Eroi..., cit., II, p. 173.
(3). Ibid - p. 146-180 et passim.
(4). Como (' observa a Kerényi (ibid., p. 180), "la victoria ' bella de entre las bellas ' era aquélla naturalmente adquirida sobre la Muerte"."
(5) Cf.Fulcanelli, El misterio de las catedrales Jean-Jacques Pauvert, Paris, 1964; E. Minguzzi Alchimia cit., p. 108-110.

(Edy Minguzzi, Op Cit. pp.74-76.)

CAPÍTULO V

LAS BRUJAS

LAS CARAS DE LA BRUJA

Eros, sociedad y neurosis

En calidad de conclusión en la primera parte de esta obra, nos resultó oportuno examinar de cerca una encarnación de lo femenino que reaparecía bajo modalidades diversas a lo largo de los siglos - al punto que incluso recientemente, en la era sin alma de las máquinas, algunos vieron allí la esencia más profunda de la mujer: lo que, bajo ciertas reservas, no es quizá falso. Se trata de la bruja.

Innumerables definiciones de la brujería han sido enunciadas, lo que tendería a probar que, lejos de haber cogido el sentido profundo de tal fenómeno, se limitó sobre todo a observar los aspectos exteriores (variables de una época a otra y de una región á otra) para luego, sobre estas bases frágiles, ponerse á emitir juicios subjetivos, influidos por una cantidad de mitos y de fobias seculares.

Existe una interpretación psicológica, que reduce este fenómeno a una explosión colectiva de histerismo circunscrito a la época de la Inquisición: demasiado represiva, la fe religiosa habría creado tabúes sexuales que finalmente provocaron acceso de crisis neurótica. Lo demostrarían los episodios alucinantes en que conventos enteros de monjas de clausura fueron los protagonistas y donde el demonio que atormentaba a estas desgraciadas
presentaba trazos indudablemente eróticos. La interpretación es ciertamente simplista, pero no podemos negar la evidencia: estoa fue un aspecto de la brujería.

La interpretación "social" no carece de apelación y pretende fundar la precedente en un conjunto mucho vasto: no es solamente la Iglesia, sino el conjuntos de la sociedad medieval – con la miseria, la explotación y el envilecimiento, particularmente de la mujer- que fueron responsables de esta epidemia neurosis y la causa de la revuelta contra la gestión "machista" de la sociedad y por tanto del orden establecido. Es la tesis de Michelet (1) nacido en la época de la Revolución Francesa y que vivió en el apogeo del positivismo. La bruja de Michelet es roussoniana, jacobina y progresista, su creador vio aquí incluso al ancestro de los sabios modernos: la que supo por primera vez, observar la naturaleza y descubrir las hierbas. "Con ella comenzó la industria, y en particular la industria soberana (es decir, la medicina), la que sana y renueva al hombre", dijo Michelet, restringiendo a esto la importancia de la bruja, aunque en la introducción, citando a Sprenger (2) y otros autores, ha apuntado casi justo.

Se lee en efecto: "Tenemos que decir la herejía de las brujas, no las brujas, que no han tenido ninguna importancia (...) por un brujo, diez mil brujas (...); la naturaleza las ha hecho brujas (...) Es el genio propio de la mujer y de su temperamento (...), más de Circe y Medea, ella que posee el cetro de milagro natural, y tiene como sostén y como hermana la naturaleza”.

Estas intuiciones han quedado sin respuesta: el autor limita de manera drástica este fenómeno a una pura dialéctica social-religioso y circunscrita a la Edad Media: "La Misa Negra del siglo XIV fue el gran y solemne desafío lanzado a Jesús (...) estas creaciones terribles no han venido a lo largo de una vena de la tradición. Surgieron del horror de los tiempos. ¿Cuándo ha nacido la bruja? En los tiempos cerrados a la esperanza”. De esta forma corresponde a la bruja medieval llevar todo el peso, y el honor, de la corporación entera. Esto no impide que el retrato pintado por Michelet sea relevante, pero este es sólo uno entre tantos oros.


Temblad, Temblad, de nuevo las brujas "

Y luego han llegado las feministas que, sin liarse con complicaciones medievales, vieron en las brujas una prefiguración de ellas mismas, ya que (en el nombre de la ciencia, de los dioses paganos, del psicoanálisis o del bravo Belcebú, como se quiera) los ancestros medievales crearon por su propia cuenta, finalmente, el primer movimiento de liberación de la mujer que osó oponerse a la androcracia. Si es totalmente exacto que se opusieron al varón , no son sin embargo las primeras feministas.


Ellas no lo fueron, incluso si el eslogan feminista de hoy día (“temblad, temblad, de nuevo las brujas-Cuidado, cuidado, somos las brujas") pretende evocar una atmósfera siniestra de horrores satánicos destinados a espantar a los varones, a semejanza de la cabeza cortada de la vieja Medusa.

Pero si se considera los efectos de la campaña de propaganda feminista, parece evidente que el espíritu altanero de la bruja de antaño no habría aceptado la oferta de una reencarnación en la que es nuestra época y se hubiera quedado allí, irritada, a contar sus hierbas a la luz de la luna. ¿Cómo es posible que la trasmigración de almas no haya ocurrido?. Sea como sea, los tiempos son todavía "represivos" para la mujer; los tabúes (y las neurosis a ellos ligadas) todavía existen y se trata de volver a la medicina natural y a la herboristería. En cuanto al espíritu progresista, se filtra por todas partes. Nosotros disponemos de todos los ingredientes que, según los especialistas deberían hacer explotar el fenómeno "bruja" - incluidos los anatemas clericales que favorecen las "herejías". En este dominio, a decir verdad, se puede señalar aquí y allí algunas veleidades “heréticas”: sin duda, a imitación de la antigua rebelión satánica, las feministas han asaltado un día la catedral de Milán "como una señal de protesta ", han lanzado a la venta sus folletos y se han limitado a sarcásticos comentarios sobre la bimilenaria sexofobia católica. Pero no han obtenido nada a cambio.

Incluso no el honor de una nueva Inquisición, a pesar de que se proclaman "brujas" a voz en grito. El poder establecido las ha dispersado placidamente, hizo limpiar por los empleados municipales las inmundicias que habían esparcido en el curso su recorrido y subir las más recalcitrantes en cestas para ensalada –para la gran juerga de los varones presentes que se partían de risa.


Las brujas de los tiempos de antaño podían al menos contar con la asistencia de un exorcista que se hacía cargo de su almas, y su ejecución movilizaba provincias enteras; se les acompañaba a la hoguera batiendo el tambor, mientras que las campanas volteaban. Y, ellas desde lo alto de su carro, rechinaban los dientes, sembrando el terror entre los hombres, las mujeres y los niños. En cuanto a sus mixturas, puesto aparte el hecho de que no tenían la costumbre de difundirlas por las calles, nadie , y los barrenderos menos que cualquiera, se habría atrevido a tocarlos: se tenía la costumbre de quemarlas, como se hace con las santas reliquias: el sacrum contamina! ¿Por qué esta diferencia de tratamiento, por qué esta "injusticia social" y esta caída de nivel? Evidentemente porque las brujas daban miedo- lo que no es el caso de las feministas.

Sus reivindicaciones pueden ser "sacrosantas" (¿quien lo niega?), ellas no dan miedo. Ellas muestran la evolución normal de los tiempos, la dialéctica - que se desarrolla a plena luz del día - entre el poder y el mundo del trabajo. Si las cosas se consideran desde el punto de vista de los varones más retrógrados, que son la gran mayoría, ¿ cual puede ser su crédito político, que es lo que finalmente demandan las feministas, más allá de las consignas sobre la "dignidad de la mujer", “ la realización de las mujeres en el hogar " y la "igualdad social"? Con cinismo, los hombres no han vista aquí más que la reclamación de algunos dólares de más. Y ellos, acostumbrados como están desde milenios a pagar para procurarse una mujer – cualquiera que sea el título bajo el cual se la apropian: prostitución, concubinato o matrimonio - han empezado por refunfuñar un poco, pero al final, se han dejado convencer. Sin embargo, esto no les da miedo. ¿Qué quieren ellas además? ¿La igualdad en el trabajo? Pero debido a que los hombres tienen ya la costumbre, con sus madres y sus mujeres, de estar bien quietos en casa, la idea de sufrir la misma suerte en la oficina no tenía nada terrible, después de todo. Por otra parte, las mujeres suelen ser más inteligentes, prácticas, precisas y capaces que los hombres, tanto que cederles los puestos de responsabilidad se convierte en casi en un alivio.

Esto ya no da miedo. Las feministas también quieren la “autogestión de los cuerpos” y la" liberación de los tabúes " pero no asusta a los hombres, y a los " falócratas " menos que a nadie: parece incluso que están perfectamente de acuerdo en sobre particular! Desde de siglos ruegan para que les sea otorgado ese favor – lo que traducen de manera expeditiva por " mujeres libres y disponibles". En cuanto al aborto, no hay hombre que no esté dispuesto a suscribirlo con alivio en su legislación. Tanta responsabilidad menos, cuantos más " matrimonios de reparación" evitados! Por otra parte, pensaran los más cínicos, son una vez más las mujeres las que sufrirán la intervención.

Es forzoso constatar que cuando los hombres afirman que las feministas "dan miedo” no hacen alusión en absoluto al misterioso temor de lo sagrado, al temblor que os sobrecoge ante la potencia del misterio, al supremo terror que hace decir al poeta : "¿Cuál es la que viene y que todos los hombres miran - y que hace temblar el aire con su esplendor ?”
Ellos expresan simplemente su bestialidad, deformando con un cinismo querido su programa: evitar ser "un objeto de deseo sexual."

E incluso si se dejan de lado las reacciones más o menos irónicas de las gentes que no quieren y no saben como interpretar este fenómeno, si nos referimos al juicio de alguno que considere las reivindicaciones de las feministas con pleno conocimiento de los hechos , es necesario constatar que no encuentra ningún motivo de "miedo" (3). Teniendo en cuenta la realidad de nuestra época, las reivindicaciones feministas son bien tímidas y honestas, a pesar del tumulto, convulsiones y caprichos que han marcado su camino. En todo esto, la faz enigmática y terrible de la bruja no aparece casi, incluso de lejos. A lo sumo, uno puede ver la cara asfixiada y violácea de la valiente ama de casa que un buen día, no puede más y grita "Basta ya! " en medio de montones de platos sucios, pañales y detergentes - y, según el hábito en adelante bien metido en las costumbres, baja a la calle para lavar aquí su ropa sucia. Y metáforas aparte, tiene más que nadie el derecho.

¿Qué diferencia hay entre todo esto y las hierbas cogidas en los cementerios a la luz de la Luna, los gatos negros, los huesos de los recién nacidos y la legendaria mandrágora, que conviene mezclar en oscuros filtros de amor o de muerte?

Aquí no se puede aplicar la frase "mutatis mutandis", porque esto no es una simple cuestión de forma: manzanas salteadas contra la mandrágora, la carne de vacuno en adobo contra pociones, pañales contra el sapo. La diferencia radica en otra parte: la feminista le implora a la sociedad androcrática conceder un poco de importancia a cambio de su trabajo, y si no lo obtiene hace explotar “su cólera”. Pero la bruja no implora a nadie, pues el poder, ella ya lo posee. He ahí porque los hombres se ríen de las feministas pero temen a las brujas. Se sabía esto en el época de Shakespeare: su " arpía "es pronto domada por el primer " falócrata "que la lleva a su casa - pero nadie puede domar la bruja del páramo desolado que, en medio de los vapores que se escapan de las profundidades de la tierra, impulsan a la masacre a Macbeth y le persiguen hasta la muerte.

Entre la "comadre" y la bruja, lo mismo que entre las feministas y las mujeres, hay una diferencia de poder: un poder que no se pueden recibir de otros, que no se puede más implorar que usurpar.

Existe un arte que aprende a suscitarlo y a canalizarlo en función de los fines que se la han fijado: las brujas conocían este arte, mientras que las feministas no sospechan incluso su existencia.

Dicho esto, es un absurdo querer hacer de la bruja la encarnación Universal del eterno adversario de todas las falocracias más o menos institucionalizadas en un poder político. Un hecho, entre otros, lo muestra claramente: si es cierto que nuestro siglo es el de falócratas, no es menos cierto que en este siglo, nadie ha visto con sus propios ojos la menor bruja.

El dios cornudo

La definición dada por la Iglesia parece ser la más digna de fe, ella que, después de tantas ejecuciones sumarias, debería haber adquirido una competencia soberana en la materia – ya sea la situación de la bruja o de los métodos más experimentados para reconocerla y, por tanto, eliminarla.

Pero , la Iglesia la acusaba de herejía. Las maleficae foemina alimentaban el resurgimiento del substrato religioso pre-cristiano: sus ritos se realizaban en la proximidad de los lugares antaño dedicados a los cultos paganos, especialmente druídicos, y el sabbat presentaba a menudo los rasgos de la orgía de tipo demétriano o Dionisiano. También se hablaba de una divinidad cornuda (y el cuerno, hemos visto, es un símbolo lunar) llamado Cernunnos ( "el Cornudo," de la misma forma sacada del latín cornus, griego keras "el cuerno"), objeto de un culto subterráneo desde el fondo de las edades, como todas las deidades lunares y ectonianas, y que era particularmente querido por las brujas. Y puesto que, como todos saben, el ser cornudo e infernal es el demonio, se deduce que las brujas adoraban al diablo – lo que, una vez hechas las reservas necesarias, tenía sin embargo un trasfondo de verdad. En efecto, bajo el pretexto anunciado de cazar brujas se ocultó la voluntad de erradicar cualquier residuo de las antiguas religiones paganas - que había echado raíces en especial entre el pequeño pueblo - a fin de consolidar y promover la fe cristiana. Y el mejor medio es aislar a los adeptos de los ritos antiguos y desacreditarlos a los ojos del pueblo atribuyendo a sus ceremonias (ya se trate de los tristemente famosos sábados o de orgías agrarias para obtener la fertilidad) siniestros y tenebrosos poderes maléficos, identificando sus dioses a demonios y tachando de inmoralidad sus asambleas.

Pero la sanguinaria cruzada contra las brujas no fue sólo el hecho del exclusivismo intolerante de la religión cristiana. La extinción de ritos paganos fue también un pretexto para una caza despiadada y más implacable, y en cierto sentido, más necesaria. Porque en algunos antiguos ritos estaba encerrada una fuerza, anterior a las religiones, como a los hombres, que solo las mujeres (las brujas precisamente) sabía invocar y dirigir sobre los individuos, y a veces sobre comunidades enteras. Decir que era la "fuerza del mal" no quería decir nada. Se trataba de una potencia de mil caras, difíciles de alcanzar y indefinible - como la noche, como el abismo, como la luz ilusoria de la Luna. Combatirla y, sobre todo, neutralizar el principio que la inspiraba, tal era la obsesión de la Iglesia: destruirla para no ser destruida por ella. Ahora, no es difícil darle un nombre: es el eterno poder de lo femenino. Es por lo que “se debe decir la herejía de las brujas y no las brujas” como la hacía remarcar justamente Michelet. La bruja asume las valencias inferiores de lo femenino, que llevan a nuestro autor a concluir: “Es el genio propio de la mujer y de su temperamento (...). La naturaleza las ha hecho brujas (...)”.

Y si se lo argumenta desde lo que hemos expuesto hasta aquí es difícil atribuirle fallo.

El pacto con el diablo

Es oportuna examinar más de cerca este poder, o “genio”, propio de la mujer

La bruja es el “condensador” de energías cósmicas inherentes al polo femenino. Aceptando sin reservas su propia feminidad, desarrollándola y activándola esotéricamente a través de su fusión con todos los demás aspectos cósmicos que expresan el sacrum femenino, una misteriosa corriente atraviesa el circuito que religa la Mujer, la Tierra, las Aguas, la Luna. Tal es el poder de la bruja. Hoy día se considera con una ironía condescendiente la tesis de los Escolásticos que en la Edad Media, elaboraron y sistematizaron la teoría del “pacto con el diablo” al cual las brujas debían sus poderes sobrenaturales. Pero nada justifica tal ironía. El Diablo, el Gran Pan, Dionisos son sinónimos que designan una misma realidad – la fuerza-vida de la Tierra a la cual solo la mujer puede llegar totalmente. Bajo tal aclaración, las interpretaciones historicistas examinadas más arriba aparecen a la vez parciales y fragmentarias. Es exacto que se trata de neurosis provocadas por la represión sexual, pero convendría sobre todo precisar que tal represión no hizo más que desarrollar un sentido de sacrum sexual así como la consciencia profunda y misteriosa de la polaridad. Reich (5) revela con razón que Eros no es una simple "pulsión" como creía Freud , sino una energía: una energía que, cuando no encuentra salida, acaba por explotar. En ciertas religiones orientales (y, sin duda, en el origen, en la religión católica), la continencia tenía como fin acumular dicha energía para a continuación canalizarla en un sentido trascendente; y la "serpiente Kundalini, que se encuentra detrás de la órganos sexuales, es probablemente la trascripción simbólica de esta energía que, despertada, debía pasar por los siete centros de vital importancia para llegar a "tercer ojo", es decir, a la visión superior. La "histeria" de las brujas y especialmente de las monjas de la Edad Media, podría ser en realidad la expresión una explosión de esta energía que no había sido previamente canalizada a fines transcendentes.

Del mismo modo se puede impugnar la reducción de este fenómeno a una simple rebelión femenina contra una situación económica-social difícil, como lo hace Michelet: situaciones similares se han presentado con frecuencia durante la historia , sin que, de repente, haya una proliferación pandémica de brujas. La motivación "social" sin duda ha desempeñado un papel, tanto como la orientación androcrática de la cultura. La una y la otra iban en el sentido de una mortificación material y moral, incitando a la mujer a buscar su propia vía de realización. Pero el fenómeno de la bruja, lejos reducirse a una lucha en el l plano material de la historia se desarrolló en el sentido de la trascendencia. Esta fue la batalla entre dos tipos de ascesis: la ascesis viril, que renovaba el ciclo heroico con la Caballería y buscaba así su propia restauración y la ascesis femenina que, si no llega a sublimarse en una forma divina, encuentra entonces la vía de la naturaleza y la posesión dionisiana.

Es por eso por lo que se puede, dentro de ciertos límites, afirmar que no existen brujas fuera de la Edad Media, ya que, entre las épocas sobre las que tenemos documentación suficiente, la Edad Media fue la que, más que ninguna otra, vio confluir y realizarse las condiciones necesarias para una superación: los dos poderes, sacerdotal y real, hiérofanías de polaridad primordial, se combatían en plena luz del día; la atmósfera milenarista, que no podía más que incitar a pensamientos trascendentes, y la constitución, como resultado, de las sectas iniciaticas; la efervescencia de los espíritus, destinada para dar lugar a poderosos realizaciones ascéticas individuales (es el caso de Dante) o en las crisis místico-sensuales (es el caso de un Jacopone Todi, entre otros, y en un marco más amplio, el de las brujas).


La droga sagrada

Visto el carácter extremadamente particular de la sabiduría de las brujas, es bastante evidente que sus medicinas mágicas no tienen nada que ver con nuestra farmacopea moderna. Si bien es cierto que para "hacer el sábado" ellas utilizaban afrodisíacos y alucinógenos - como la belladona, la henbane, el opio, el acónito, la amapola y cáñamo- , sin embargo, plantas universalmente conocidas desde la época de Hiparco: no se debe a las brujas el mérito, o la vergüenza de su descubrimiento, y mucho menos las aplicaciones farmacéuticas que han desarrollado hasta hoy. Por otra parte, es bueno destacar de paso que el uso esas drogas, conocido en todo la antigüedad, sin embargo, se limitaba estrictamente a prácticas rituales: servía a los sacerdotes e iniciados de las sectas esotéricas - previamente preparados para dominar y para dirigir los efectos - para favorecer la superación del estado normal de conciencia y el acceso a un nivel superior. Sólo el mundo moderno, podría distorsionar el sentido y la finalidad de estas prácticas culturales hasta el punto de invertir los efectos y reducirlos a un instrumento de autodestrucción insensata. Pero no son las brujas las llevan la responsabilidad! Las “ maleficae foeminae” se servían de estas plantas sólo para los fines permitidos por la tradición misma: para favorecer la eclosión de un cierto estado psico-físico que lleve a la extinción del yo y el paso a otra dimensión en la que el cosmos se revela en su totalidad (6). Es mediante el acceso a ese nivel de conciencia como las brujas “aprenden” el secreto de los filtros. Las pociones mágicas no eran nada más que el receptáculo de una fuerza preexistente, el pretexto material que servía de soporte para la manifestación de este: la prueba es que las recetas mágicas cuyo conocimiento se ha transmitido hasta nuestros días no ha revelado nada que pudiera demostrar su eficacia - al menos materialmente (7).

La actitud de la bruja frente a la naturaleza era diametralmente opuesta a la del sabio: la intuición contra la racionalidad, ritual mágico contra los ensayos de laboratorio; remedios en el nombre de principios considerados hoy como absurdos, tales como la ley de las analogías y, lo más importante, la creencia de que no era el remedio mismo, sino el poder del que lo preparaba (un poder obtenido de las raíces de la vida), lo que garantizaba la curación o la muerte. La bruja descendía al corazón de la naturaleza y se fundía con ella, anonadándose, mientras que el médico vigilante y atento permanece en el exterior, limitándose a observar, a disecar y a catalogar. A la bruja, la naturaleza revela su vida profunda, pero ¿qué puede revelara al ingeniero químico o al médico que hacen la autopsia? Nada - aunque sólo sea por el mero hecho de que la autopsia se practica sobre cadáveres-.

Solamente, tal vez, la Iglesia tuvo la intuición de la verdadera esencia de la bruja y del tipo de relaciones que le mantenía con la naturaleza: es por lo que su condenación fue tanto más severa cuanto más coherente era - a pesar de todos los horrores de las cámaras de tortura y exterminio en masa (8).

Los cristianos vieron en la brujería un retorno de los misterios de Eleusis y del dionisismo, pues las ménades se volvían a poner precisamente en el sustrato telúricos para alcanzar la potencia de lo femenino: a una naturaleza animada y misteriosa y no redimida, que como tal, revestía exactamente los trazos del "demonio". La religión, que había sublimada su Gran Madre en una Virgen Sapiencial, purificándola de las escorias del viejo culto telúrico-maternal, no recula ante una nueva cruzada (tan sanguinaria, cruel y inhumana fue) para expulsar de nuevo a los infiernos a las modernas encarnaciones de Afrodita Ectoniana, de Isis la Negra y de Durga -Kali.

(8). Al principio, la Iglesia se limitó a castigar con penas espirituales a los que practicaban la brujería (el Concilio de Elvira de 306, de Ancira en 314, de Trullo en 692). Posteriormente, la bula papal Vox in Roma papal Gregorio IX marcó el inicio de la persecución real: la primera bruja fue quemada en Toulouse en 1275 por el Inquisidor Hugues de Banyuls. Por instancia de los papas Juan XXII y Benedicto XII tuvieron lugar las persecuciones más duras. No es posible establecer el número exacto de víctimas, pero sabemos que solo el juez Benoit Carpzov presumió de haber condenado a 20 000 y que Rémy, juez de Lorena, sostenía haber quemado 800. Aproximadamente una tercera parte el número total de víctimas (probablemente más de un millónde personas entre el siglo XIV y el siglo XVIII ) fue condenado en los países protestantes. El summun se alcanzó en Francia (¡parece que en 1585, en el obispado de Troyes, una sola mujer escapó a la hoguera después que la Inquisición hiciera pasar a juicio dos pueblo enteros!), en Inglaterra y en América, especialmente en Salem.

(1). , J. Michelet, La sorciére, París, Lacroix, 1863; última ed .. Garnier-Flammarion, París, 1966.

(2.) Sprenger es el autor, con H. Institutoris, famoso Malleus Maleficarum, “ El martillo de brujas” de1489, después de que el Papa Inocencio VIII, por la burla Summis desiderantes affectibus (1484) le hubiera conferido facultades extraordinarias afín de combatir la brujería. Este libro exponía de manera orgánica todo lo que se sabía acerca de la brujas: demostración de su existencia, la ilustración de sus procesos y sus reuniones, maneras de reconocerlas y eliminarlas.
(3). "Yo no sólo daría una mano, sino las dos, a una feminista – mientras no daría incluso un dedo a una bruja. ¿Por qué? Pues porque ella me da francamente miedo: no sólo en el plano físico sino también en el intelectual ", ha declarado, por ejemplo, l escritor Roberto Gervaso en una reciente entrevista en Oggi, XXXIII, n . 32, 6/8/77.
(4). Uno de los altares fue precisamente encontrado en los cimientos de la Catedral de Notre-Dame de Paris. Cf.igualmente F. Murray The God of the witches, Sampon Low, 1933, trad. Com., Le Dieu des sorciéres, Denoél, col. "Le Tour Saint-Jacques París, 1958, E. y Minguzzi, Alchimia, cit.
(5). Se pueden encontrar en la segunda parte un más amplio examen de sus tesis.
(6) Es así como los Tracios y los Pitagóricos, adoradores de Dionisos, utilizaron excitantes de todas clases (licores embriagantes, danzas, orgías sexual) para favorecer la eclosión de una disposición espiritual que permitía ver al dios en su totalidad Cf. E. Roltde, Psyché

(7) En el manuscrito nº-2, 327 de la B.N., folio 256, citado por el M. Berthelot, Los orígenes de la Alquimia ( París, 1885 Otto Zeller, Osnabrück, 1968i), p 10, n.4, se lee una declaración de Isis a su hijo Horus, donde la diosa afirma haber aprendido de Ammaël, el primero de los ángeles y los Profetas, como recompensa de haberse entregado a él, la revelación del secreto del cosmos, que Tertuliano ( De cultu foem 1,2 b) describe como los secretos de los metales, el arte de los venenos y de los encantamientos mágicos. El Corán ( II,96) habla de los dos ángeles Harut y Marut, que embargados de deseos por las mujeres, descendieron sobre la Tierra y les enseñaron la magia – esa precisamente que los Titanes querían arrancar.

(Edy Minguzzi, Op Cit. pp. 111-123.)

Desde siempre la mujer mata al hombre: sea llevándolo a “asimilarse a su naturaleza propia” a través del erotismo como fin en si mismo, sea a través de la maternidad, aprisionando en el devenir su simiente que ella encarna en un ciego proceso de reproducción. Es la razón por la cual hemos tenido ya la ocasión de observar como ciertas religiones imponían a sus sacerdotes la castidad, el hecho “de estar puro de la mujer”(3).

Bruja” es la mujer que, dejando tras ella las superestructuras de la cultura (sea falocrática, ginecocrática o bien de otro tipo) se remonta a la raíz de su ser profundo y sigue las leyes. Ella tiene la faz de Demeter y de Afrodita, pues es sobre estas dos funciones como la naturaleza funda su dominación del varón. No es ciertamente a la bruja a la que pueden referirse las feministas de hoy día, ellas que, a la naturaleza afrodisiana, oponen el safismo, y a la naturaleza maternal la esterilidad. No hay más que un aspecto que pueda darles alguna cosa en común con ella, al menos exteriormente: una práctica de las más siniestras entre las atribuidas a las brujas.

Existe todo un conjunto de mitos que el pasado nos ha transmitido con horror, mitos muy alejados de la claridad apolínea de la Hélade. Se trata de mitos relativos al infanticidio.

Un mismo filón une la bruja Megeria, la maga Medea y Agave la bacante.

La leyenda de Medea y de Megeria , expurgada de las tinieblas del horror, limpiada de residuos “supersticiosos”, “desmitificada”, psicoanalizada, pasada por la criba luminosa de la Ciencia y caída a continuación en el dominio social se presenta hoy bajo un nuevo atavío: se llama “derecho al aborto”.

El infanticidio mágico era la afirmación, llevada más allá de los límites humanos, de la adhesión de la mujer a su naturaleza propia. Inversamente, el aborto es la extrema capitulación, pues traduce la renuncia de la mujer a encarnar la Fuerza-Vida, fuente de su poder. Y era inevitable, ya que los lazos sutiles que unían la mujer al plano más profundo y más arquetípico de su ser se han roto definitivamente de ahora en adelante. En efecto lo que ha desaparecido, son las premisas mismas y las finalidades (que, para el pensamiento tradicional, están implícitas en el mismo hecho de existir) las que permitirían orientar su vida conforme a su propia esencia trascendente. El espíritu perdido es irrecuperable y no sirve de nada recriminarlo: todo lo que el mundo de la materia puede ofrecer es un vago humanitarismo capaz de distribuir, cuando es posible, bienes de consumo y “Justicia Social”

(3) Inversamente ciertas sectas iniciáticas han practicado una utilización mágica de la sexualidad destinada a tomar a la mujer su poder. El esoterismo hebraico evoca esto, pero sobre todo los Tantras , a los cuales reenviamos al lector. Para regresar a Europa, un personaje muy controvertido como Aleister Crowley (que tenía por costumbre hacerse llamar “la Gran Bestia 666”, haciendo suya la apelación atribuida por San Juan, en el Apocalipsis, al Anticristo), nos ha dejado documentos atestiguando el uso de prácticas sexuales de tipo tántrico con sus “mujeres escarlatas”.

(Edy Minguzzi, Op Cit. pp. 128-131.)

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Notas de Mitología griega

AFRODITA

Representa al deseo sexual como una de las fuerzas creadoras del universo, a la que todos los seres vivos, animales, hombres o dioses están sometidos.
Su nombre y sus epítetos hacen referencia a su nacimiento. Afrodita es un derivación de aphros, la espuma. También se la llama Citerea, la de Citera; Cipris, la chipriota o Anadiomene, la que vino del mar. Afrodita nace de la espuma que forma el esperma de los órganos genitales de Urano, al ser arrojados al mar por su hijo Cronos, que se los había cortado con una hoz mientras dormía. Fue criada por las Horas y las Gracias.
Diosa del amor, la belleza y el deseo sexual. También es una diosa temible, que inspira pasiones monstruosas a los que descuidan su culto o despiertan su antipatía, como es el caso de Fedra o de Pasífae. Posee un ceñidor mágico que tiene el poder de enamorar a mortales y a inmortales.
Es también la fecundidad en la naturaleza vegetal y animal. La lasciva paloma es su ave. Su hijo es Eros-el latino Cupido-caprichoso flechero de dos dardos: uno para los amores felices, para los desgraciados el otro.
Aunque a menudo se alude a ella en la cultura moderna como «la diosa del amor», es importante señalar que no era el amor en el sentido cristiano o romántico, sino específicamente Eros (atracción física o sexual). Un aspecto universal del culto de Afrodita y sus predecesoras que muchos mitógrafos de los siglos XIX y XX han omitido es la práctica de la prostitución religiosa en sus santuarios y templos. El eufemismo griego para estas prostitutas es hieródula, ‘sierva sagrada’.

AMAZONAS

La variante griega del nombre estaba relacionada por etimología popular con el a-privativo + mazos, ‘sin pecho’, relacionado con la tradición etiológica que decía que las amazonas se cortaban o quemaban el pecho derecho, para poder ser capaces de usar el arco con más libertad (los griegos de la época tensaban la cuerda hasta el esternón), y criaban a sus hijas con el izquierdo.
En algunas versiones, ningún varón tenía permiso para residir en el país de las amazonas, pero una vez el año, para evitar la extinción de su raza, éstas visitaban a los gargarios, una tribu vecina. Los niños varones que resultaban de estas visitas era sacrificados o enviados de vuelta con sus padres; las niñas se quedaban con ellas y eran criadas por sus madres, y adiestradas en las labores del campo, la caza y el arte de la guerra (Estrabón xi. p. 503).
Herodoto las llamó Andróctonas (‘asesinas de varones’).

HÉCATE

Hija de Perses y de Asteria. Diosa de la magia y los encantamientos. Como la madre de las brujas, Hécate representa la magia y la elaboración de hechizos
Entre sus numerosas sacerdotisas estaban Medea y Circe. Es una titánide a la que Zeus respeta y por ello le concede numerosas prerrogativas. Carece de mitos propios.

Preside las encrucijadas, lugares tradicionalmente mágicos. En estos cruces de caminos, es frecuente encontrar una estatua suya tricéfala, o sea, con tres cuerpos que representan su poder sobre el aire, el mar y la tierra. . Esto es una manifestación de su carácter de Diosa Triple (doncella, madre y vieja) y forma diversas tríadas como en el caso de Artemisa-Selene-Hécate y Perséfone (Kore)-Deméter (Ceres)-Hécate. A pesar de no encontrarse entre los dioses del Olimpo, retuvo su dominio sobre el cielo y la tierra y el submundo, lo que hizo de ella la otorgadora de riquezas y de las bendiciones de la vida.

Experta en el arte de la adivinación, concede a los mortales sueños y visiones que, si se interpretan correctamente, les proporciona una mayor claridad para resolver sus problemas.

PRIAPO

Príapo suele ser considerado hijo de Dionisos y Afrodita. Era una divinidad de carácter obsceno, representado como un enano deforme, con un enorme falo en perpetua erección, símbolo de la fuerza fecundadora de la naturaleza, es un dios menor rústico de la fertilidad tanto de la vegetación como de todos los animales relacionados con la vida agrícola.

PROMETEO

El titán Japeto tuvo 4 hijos con la ninfa Climena: Atlas, Menecio, Prometeo, quien tenía el don de predecir el futuro, y Epimeteo, quien veía el pasado.
Después de llenar el mundo de vegetación y criaturas de todas las especies, los dioses llamaron a Prometeo (hay quien dice que también a Epimeteo), para repartir dones a todas las criaturas y crear un ser superior a ellas, llamado "hombre". Repartió los dones generosamente y se dio cuenta que no quedaba ninguno para el hombre. Modeló al hombre con barro, en forma similar a la de los dioses. Eros le dio el aliento de vida y Atenea le dio un alma. Orgulloso, Prometeo observó al hombre y le transmitió todos sus conocimientos.
Zeus, irritado ante el progreso de los humanos, quiso acabar con todos los hombres, pero Prometeo los defendió. Entonces Zeus dispuso que no habría fuego para ellos para castigarlos, y Prometeo, pidió ayuda a Atenea para subir al Olimpo, tomó una brasa del sol y sin que lo nadie lo descubriera, regresó al mundo, donde entregó el fuego a los mortales. Cuando Zeus se enteró, se enfureció y juró venganza.
Mandó encadenar a Prometeo a las rocas del Cáucaso, donde un buitre todos los días le arrancaba el hígado, que le volvía a crecer cada noche. Y así no había final para su suplicio, hasta que, muchos siglos después, Hércules mató al buitre y lo liberó.
Como segunda parte de la venganza, Zeus ordenó a Hefesto crear una mujer de barro y darle vida. Las diosas la llenaron de encantos. Era la mujer más hermosa que existió jamás y la llamaron Pandora.
Entonces Zeus ordenó a Hermes llevársela a Prometeo para hacerla su esposa, junto con un regalo de bodas, una caja; pero éste, sospechando que después de lo que había hecho nada bueno podría llegarle de los dioses, no la aceptó y previno a su hermano Epimeteo.
Pero cuando la vio, Epimeteo pensó que nada malo podría venir de tal criatura y se casó con ella. Cuando Hermes la llevaba con Epimeteo, le aconsejó que por nada del mundo deberían abrir la caja que les dieron como dote. Llena de curiosidad, Pandora abrió la caja y de ella salieron todos los males de la humanidad: enfermedades, guerras, tristezas, vicios, ira, muerte, etc. y se regaron por toda la Tierra. En el fondo de la caja sólo quedó la Esperanza. Y así, el mal entró al mundo, pero detrás de él venía la esperanza para mostrarles el camino a un mundo mejor.Con este truco, Zeus se aseguró que los hombres no pudieran llegar a ser hábiles e inteligentes, con el riesgo de que lo suplantaran, y se convirtieron en criaturas imperfectas. Después de que los males aparecieron en la Tierra, los hombres empezaron a ser más soberbios, ruines, criminales y perversos, por lo que Zeus decidió aniquilar a toda la raza humana con un diluvio universal, a pesar de que él fue quien ocasionó tal comportamiento.
Deucalión, hijo de Prometeo, quien era considerado el más justo de los hombres, fue el único que se salvó, junto con su esposa Pirra, hija de Pandora y Epimeteo, gracias a que Prometeo les aconsejó que construyeran un arca, donde permanecieron nueves días y nueve noches, hasta que Zeus decidió que dejara de llover.
Su arca quedó en el monte Párnaso, y cuando enviaron a una paloma y ésta regresó con una hoja de olivo, desembarcaron.
Deucalión le ofreció un sacrificio a Zeus y rogó por que la raza humana continuara. El dios lo oyó y les envió a Temis con este mensaje: "Cúbranse la cabeza y arrojen sobre su espalda los huesos de su madre".
Ellos intuyeron que por madre se refería a la Tierra, y por lo tanto sus huesos serían las piedras. Así que tomaron piedras y las arrojaron sobre sus espaldas. De cada piedra que lanzaba Deucalión, surgía un hombre; y de las piedras que arrojaba Pirra, una mujer. De esta forma, la Tierra se pobló nuevamente.
Deucalión y Pirra pronto fueron padres de Heleno, quien daría su nombre a los helénicos, o griegos.

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