jueves, 12 de junio de 2008

INMIGRACIÓN (Carlos Aguirre, generacionXXI.com)

INMIGRACIÓN (Carlos Aguirre, generacionXXI.com)

INMIGRACIÓN...

Los auténticos apocalípticos son los integrados...los que insisten que habitamos el mejor de los mundos mientras disimulan los mecanismosde destrucción que alientan tal mundo. (Rafael Argullol)

Por Carlos Aguirre

Pateras a la deriva e hileras de cuerpos sin vida desparramados en la superficie del mar... Éste es el dantesco paisaje que todos los Veranos se repite en las aguas del Estrecho, justo a la altura de El Ejido. Ese pueblo que se sublevaba ante la presencia del norteafricano en sus calles, el mismo pueblo que de manera simultánea lo contrata y explota en sus huertas como mano de obra casi esclava. Visitar los barracones de El Ejido es adentrase en ese mundo de pesadilla que tan bien retratara Elia Kazan en "Las uvas de la ira"... ¿Cabe un ejercicio mayor de idiocia e hipocresía?

El esperpento que brindó esta localidad almeriense parece un desafío a la reflexión. Así las cosas, qué cifras y qué claves determinan los colosales flujos migratorios a los que asistimos hoy en día sino las exigencias impuestas por un capital en permanente expansión. El mercado, nadie más, es quien decide sobre la pertinencia y ocasión de dichos movimientos de masas y así contribuye de paso, todo hay que decirlo, a la atomización y dispersión de la clase obrera como interlocutor social y potencial enemigo de clase. Sus principales víctimas son unos inmigrantes reducidos existencialmente a la categoría de mano de obra barata y como tales condenados a ver su cultura, es decir a verse ellos mismos, languidecer y desaparecer, tratados como mero apunte estadístico. Toda cultura, empezando por las occidentales, ha de ser disuelta en los circuitos del capital. La politicidad rectora del mercado es completamente excluyente. No se permite barrera alguna a su implantación, ni siquiera las surgidas desde las diferencias que plantean las culturas. Sus perfiles deberán de ser desdibujadas, eso si de la mano de la tolerancia... Así, sin tapujos, se expresan los manuales de comerciales, publicistas e imagólogos. Nada que amenace el universo de la producción y el consumo será amparado por la sociedad de mercado. El diseño de las conciencias en los flujos de oferta y demanda será la referencia totalitaria de dicha sociedad. ¿Los inmigrantes?, una mercancía más. Lo mismo que nuestras conciencias. Así las cosas el resultado de todas estas corrientes migratorias sólo tendrá como resultado la explotación del tercer mundo sin salir de casa, y además con la coartada de algún principio filantrópico... Nunca con tanto descaro los ideales de la Ilustración habían sido tan vaciados de contenido en el mercado, o quizá estos, tal y como Carlos Marx intuyera, nunca habían mostrado con tanta evidencia su trasfondo economicista y burgués. Y es que el mercado exige ese individuo cincelado, ese hombre universal, transparente, intercambiable, transcultural, productivo y moldeable, conjurado desde los sueños utópicos de los ilustrados. Toda diferencia cultural no será sino un obstáculo en el encaje de ese hombre nuevo en los circuitos de expansión del capital. No deberán existir barreras a mi operar. Este es el más importante mandamiento del nuevo ídolo: el mercado. También lo será de ese individuo moldeado a su medida.

Haz las maletas y vete a trabajar en el seno de una sociedad que las más de las veces ni entiendes y que te desprecia tanto como tu desprecias... Éste es el más reciente oráculo del dios-mercado. Jose Stalin en su tarea de ingeniería social por decreto fue infinitamente más tosco que el capital, de ahí su mala prensa. El mercado es capaz de presentar su programa antiutópico y totalitario con la más absoluta naturalidad. Lo cierto es que estas migraciones entre cuyos efectos podemos encontrar el reemplazo a bajo coste de nuestra misérrima natalidad, el abaratamiento de los costes de producción y la quiebra de los discursos de legitimación del estado del bienestar en la fractura de la cohesión social, sólo vienen a proclamar, y esto es importante señalarlo, la vigencia universal del patrón americano de vida y su modelo de sociedad. Consideremos que tras dos siglos de expansión del capital la cultura europea se encuentra completamente agotada, prácticamente extinta, y no es más que un mero espejismo del universo de imágenes que el gran supermercado global nos ofrece. En este sentido el destino del emigrante es verse abducido por ese mercado sin rostro en tanto mutación devenida de la cultura occidental. Esta, tras varios siglos de nihilismo a sus espaldas, ha sido testigo de su vaciamiento y finalmente de su disolución de la mano de la utopía planetaria del librecambio. Los emigrantes vivirán ese traumático proceso en un par de generaciones. A fin de cuentas los problemas derivados de la marginación social y los choques culturales los soportarán los desposeídos y los sin poder... No olvidemos lo fácil que resulta silenciar esta clase sin voz sometida al milimétrico control de esa burguesía progre, siempre vigilante a la hora de en enmascarar dichos conflictos con la acusación de xenofobia y racismo, a la mayor gloria del mercado y su diseño del mundo. Además las diferencias culturales que los generan habrán desaparecido en dos o tres generaciones de la mano del poder titánico de la sociedad de mercado...

Bienvenidos todos a la realidad virtual, o mejor a este apocalipsis devenido, en el que unos consumen en la opulencia y otros, más de tres cuartas partes de la población mundial, son explotados de manera brutal y en completo silencio. Vivimos en el mejor de los mundos, ¿o acaso el universo del consumo y sus imágenes no son como un paraíso? Tal es el movimiento del nihilismo.

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