De la Muerte y de la Resurrección (Kallistos Ware).
https://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/muerte_resurreccion.htm
Nuestra existencia humana puede ser comparada con un libro: la mayoría de la gente considera su vida aquí abajo como un texto real, como la historia principal y ve la vida futura – por supuesto cree en su realidad --- como un simple apéndice. La actitud cristiana autentica es exactamente la inversa: nuestra vida presente en realidad no es mas que el prefacio, la introducción del libro. La vida futura constituye por el contrario la historia principal. El momento de la muerte no es la conclusión del libro sino el comienzo del primer capitulo.
Sin embargo nuestro realismo y nuestra determinación al darle un sentido a la muerte no deberían llevarnos a reducir la segunda verdad: el carácter misterioso de la muerte. A pesar de todo lo que puedan decirnos las diferentes tradiciones religiosas, no comprendemos casi nada de "ese país desconocido del cual ningún viajero retorna...." Es verdad, como lo hace notar Hamlet, el temor a la muerte "estorba la voluntad." No debemos darle poca importancia a la muerte, es un hecho ineluctable y real pero también es el gran desconocido. (...)
Si la muerte es algo que nos llega a todos también es profundamente anormal, es monstruosa y trágica. Ante la muerte de nuestro prójimo y nuestra propia muerte cualquiera sea nuestro realismo, nuestros sentimientos de desolación, de horror y también de indignación, están justificados: "no entren dulcemente en aquella buena noche. Rabien, vociferen contra la agonía de la luz," dice el poeta Dylan Thomas. Jesús mismo lloró ante la tumba de su amigo Lázaro (Jn 11:35); y en el jardín de Getsemani El estaba lleno de angustia ante la perspectiva inminente de su propia muerte (Mateo 26:38). San Pablo considera la muerte como un "enemigo que sera destruido" (1 Co 15:26) y la liga estrechamente al pecado: "el aguijón de la muerte es el pecado" (1 Co 15:56). Como vivimos todos en un mundo caído, distorsionado, desunido, loco, destruido, vamos a morir.
No podemos mas que tenuemente adivinar la transparencia y la vitalidad, la liviandad y la sensibilidad de las que nuestro cuerpo resucitado, al mismo tiempo material y espiritual, será revestido en el siglo venidero. Como lo escribe San Efren el Sirio (+373): "mira a este individuo en el cual había hecho su morada una legión de diablos: ignorábamos que ellos se encontraban allí porque sus almas estaban mejor mantenidas y eran más sutiles que el alma. Y todo entero en un solo cuerpo, este ejército pudo residir. Ahora bien, están cien veces mejor mantenidos y son cien veces más sutiles los cuerpos de los justos que se levantan el día de la resurrección y están hechos a semejanza de un espíritu que sería capaz de crecer y agrandarse a su voluntad, de apretarse y de encogerse. Encogido está en un lugar y agrandado está en todas partes. (...) ¿alcanzará entonces el Paraíso (¡que sea bendecido!) para todos estos espíritus cuya sustancia es tan sutil que aún los pensamientos no pueden lograr percibirlos?"6 Tal vez sea esta la mejor descripción que podamos esperar de la gloria de la resurrección. Dejemos el resto al silencio. "Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser" (1 Juan 3:2).
No hay comentarios:
Publicar un comentario