RENE GUENON Y HENRY CORBIN:
DOS FORMAS CONVERGENTES DE ENFOCAR LO ORIENTAL
Por José Antonio Antón Pacheco
El Objeto de este estudio es discernir las relaciones .entre
dos
conceptos o ámbitos de conocimiento a través de dos autores
que
podemos considerar representativos al respecto. En lo que se
re-
fiere al primer punto, los dos conceptos son: metafIsica
tradícío-
nal y orientalismo. En lo que se refiere al segundo
apartado, los,
dos autores son: René Guénon y Henry Corbin. Sabemos que el
acercamiento de estos dos, pensadores puede producir. cierta
in-
comodidad entre los para los partidarios a ultranza, de cada
ámbito, Y esa
incomodidad vendría dada precisamente por la falta de
discerni-
miento entre las categorías y presupuestos utilizados por
dichos
autores.
René Guénon se inscribe
de lleno dentro" del denominado pen-
amiento tradicional. Según el mismo Guenon este pensamiento
(que para él supone la auténtica metafísica) pertenece a una
tra-
dición originaria que habría detentado la humanidad desde
sus prin-
cipios y que cada
cultura habría interpretado según sus partícu-
lares caracterlsticas. Ahora bien, dado el, desarrollo, que
el Occi-
dente europeo tomó a partir del Renacimiento, esa filosofia
tradi-
cional fue poco a poco eclipsándose hasta ser ahogada por
todas
las determinaciones de la Modernidad: visión cuantitativa de
la
real1dad, humanismo, psicologismo, nacionalismo, etc . es
decir,
todas las determinaciones antagónicas y contrarias a las del
pen-
samiento tradicional. Mientras que esto ocurre en el
,Occidente
europeo, el Oriente sigue conservando incólume los
fundamentos
metafísicos tradicionales, y es hacia ese Oriente al que hay
que
dirigirse -dice
Guénon- si aún queremos captar algo de autén-
tica metafísica. Y de
aquí viene la estrecha relación que Guénon
y sus discípulos
mantienen con los mundos árabe, indio y extre-
mo-oriental. Es en ellos donde, en la medida en que no ha
pene-
trado la civillzac1ón técnico-cuantitativa, persiste la
tradición pri-
migenia, ya casi totalmente olvidada en Occidente. Ahora
bien,
esto no quiere decir que Guénon quiera para si el titulo de
0rienta-
tallsta. A lo largo de toda su amplia obra no faltan
invectivas con-
tra el orientalismo oficial ,toda vez que para Guénon los
orienta-
listas no sabrían percibir la pulpa o sustancia de las
metafísicas
orientales, perdidos en el fárrago erudito 1. Existe, pues, una des-
confianza respecto a los resultados, y no tanto respecto al
método
de investigación, de los orientalistas académicos por parta
de René
Guénon y su línea de pensamiento. y decimos que no tanto
res-
pecto al método porque el Propio Guénon da muestras de sus
amplios conocimientos eruditos, así como de su dominio de
len-
guas orientales 2. Sólo que,
ciertamente, la utilización que de esos
conocimientos realiza Guénon no siempre parece resultar del
agra-
do de los medios académicos (suponiendo que los medios
acadé-
micos conozcan a Guénon). En definitiva, lo que Guénon nos
viene
a decir es que la acumulación de citas y una bibliografía
exhaus-
tiva no proporcionan la aprehensión de lo que es el
pensamiento
oriental-. Para acceder a ese conocimiento se requiere una
experien-
cia espiritual que realice intelectualmente (tomando el
intelecto en
su sentido medieval) el proceso metafísico que describen las
filo-
sofías orientales. Lo otro, el aparato crítico, puede servir
de ayu-
da, pero su misión no pasa de ser la de una
instrumentalización
hasta cierto Punto accesoria. Mientras que falte la
realización efec-
tiva y real der proceso filosófico mismo, sólo tendremos un
cono-
cimiento acumulativo, nunca un conocimiento transformativo.
Y
esto es lo que Guénon reprocha al orientalismo oficial, el
ser una
pura acumulación de datos, fechas y citas sin profundizar en
la
esencia. No es que Guénon rechace lo otro, simplemente
dice" que
eso no es suficiente. Pues Guénon se encuentra tan lejos del
orien-
talismo (en el sentido negativo que él lo entiende) como de
excentricidades teosóficas a lo Madamme Blavasky 3.Rresumiendo
al máximo, René Guéron y con él el pensamiento tradicional,
aun
teniendo como objeto prioritario de su éstudio la filosofía
ori_
tal, no se. declara orientalista ni hace uso del aparato
clentifico
propio del orientalismo académico. .¡ ,:
El otro gran nombre que citábamos más arriba es el de Henry
Corbin, a quien podemos inscribirlo con todo derecho dentro
de
lo que denominábamos orientalismo oficial. En efecto, no es
ne-
cesario mencionar la
ingente e impresionante obra de Corbin para
saber que estamos ante un gigante del orientalismo. Nada
falta aI
los libros de Corbin para hacerlo representante del más
clásico
I Lo cual DO obsta parv. que el propio Gu4non haya escnto
Una o~ q¡;.
1 lo cual no obsta para que el propio Guenon haya escrito
una obra que podría haber pasado como
modelo de tesis doctoral académica. Me estoy
refiriendo a L'homme et son devenir selon le Vedanta.
2 En electo, Guénon
conocía el árabe, hebreo y sánscrito , más griego y latín y las
europeas modernas.
3
Cf. Le Théosophisme, histoire de une pseudo-relIgion.
orientalismo académico: critica textual, análisis
exhaustivos, cui-
dadas traducciones, conocimiento profundo de lenguas (árabe
y
persa concretamente), etc. ., A la sazón Henry Corbin fue
catedrá-
tico de la Sección de Ciencias Religiosas de la Escuela
práctica de
Altos Estudios de la Sorbona, sustituyendo a Louis Massignon
(otro
gran oriental1sta); fundador y director del Departamento de
Ira-
nología del Instituto franco-iranlo de Teherán; primer
traductor
al francés de Heidegger (de hecho, la fenomenología y el
existen-
cialismo fueron sus primeras armas filosóficas);
especialista en la
teología de Lutero y Schleiermacher; asistente asiduo a Ias
reu-
uniones Eranos, etc. En este sentido, Henry Corbin es la
antitesis
de Guenon 4. Ahora bien, Corbin no puede ser integrado, como
trataremos de hacer ver, dentro de la órbita de lo que
Guénon
un tanto despectivamente llamaba orientalistas oflciales. En
efec-
to, por poco que se haya leído a Corbin, notamos que este
pensa-
dor no puede alinearse al lado de los Max Mililer, Granet,
Oldern-
berg o, por citar a alguien del campo del islamismo, Klaus
(con
quien, a pesar de mostrar su reconocimiento ,difiere
explícítamen-
te Corbin). y esto es así porque el acercamiento de Corbin
al pen-
samiento oriental fue motivado no por curiosidad científica,
sino
por un íntimo impulso de búsqueda espiritual. Lo que Corbin
en-
cuentra en Arabl, Avicena o Sohravardi es el cumplimento de
unos
anhelos intelectuales que resultaban insatisfechos por la filosofía
occidental contemporánea; lo que Corbin halla en la
hermenéuti-
ca shilta es la confirmacíón de sus Investigaciones acerca
de la
exégesis simbólica de la Biblia. Ciertamente, Corbin .
emplearía en
todo esto un método rigurosamente erudito, pero él es el
primero.
en reconocer que ello ti no es sino un primer paso en la
búsqueda
esencial: el descubrimiento de la luz que ilumine y
transforme subs-
tancialmente al propio sujeto de la búsqueda.Y es esta
transfor-
mación, como decimos; la motivación que impulsa a Corbin a
ela-
borar el que, a
nuestro juicio, forma el corpus filosófico más serio
y profundo del sIglo xx: ediciones, monogra1las y
traducciones
no tienen otro objeto que el de servir de asideros o
apoyaturas a
todo aquél que se inicie en el camino del conocimiento
esencial
y aquí encontramos notables semejanzas con Ren! Guénon.
Vamos a sintetizar los que creemos elementos comunes a uno
y otro pensador. Antes que nada nombraremos la postura filosó-
fica que acerca a Corbin y Guénon: gnosticismo nos parece el
tér-
mino más propicio. Somos conscientes de las ambigüedades que
conlleva el concepto de gnosticismo, pues él hace referencia
al
movimiento filosóflco-religioso históricamente situado en
los pri-
4 Guénon leyó a Corbln como lo atestigua la recensión que
aquel hizo
del libro de Corbin Suhrawrdi d' Alep,
fondateur de la doctrlne iluminatlve.
en Études Traditionnelles, 1947, p.
92.
meros siglos del CristianIsmo. Pero sabemos que gnosticismo,
o
mejor gnosis, es la actitud filosófica que, por encima de
lugares
y tiempos, intenta alcanzar lo que Justamente responde al
térmi-
no gnosís: un conocimiento esencial que transforme esencialmen-
te al sujeto. En este sentido, gnosis equivaldría a la hokmá
judía
o a la jñana india. Se trata entonces de establecer las
caracterís-.
ticas que afectan al concepto de gnosís, lo cual nos llevan
así
mismo a establecer las notas comunes a Corbln y Guénon. Para
nosotros las principales son :a) Desvalorización de la
historia co-
mo medio de conocimiento. Más acentuado esto en Corbin que
en
Guénon, efectivamente la historia para el pensamiento
gnóstico es
el ámbito de lo sensible y contingente. La historia (el
sucederse la
historia, el fierí) no presenta un paradigma de categorías
metafí-
sicas, que por definición se sustrae a cualquier evolución
del orden
temporal. Es cierto que la historia de alguna manera revela
ese
paradigma categorial, pero en esa misma manera la historia
se
integra en el ámbito pleromático y deja de ser puro fluir crono-
lógico. También es verdad que una cierta dirección histórica
(Pre-
cisamente la nuestra, la técnico-cuantitativa) puede ocultar
la pre-
sencia de lo inteligible, pero ahí es donde Juega su papel
la fiIo-
sofía oriental : Según Guénon y Corbin en Oriente el pensamiento . ,
metafísico, por intrínseca configuración, accede a la
presencia da la
forma más efectiva (en el sentido de llevar a efecto lo
pensado)
que el pensamiento occidental moderno, ya que éste se mueve
a
impulsos de la historia (pues él mismo es histórico),
mientras que, I
aquél se mantiene fuera de los flujos del tiempo (pues él
mismo es
atemporal). No quiere decir esto que la historia sea el
ámbito de
la pura inteligibilidad. Tenemos constancia de que un cierto
orden factual nos
proporciona un esquema comprensible de la his-
toria, pero es eso, orden factual, orden sucesivo de hechos,
even-
tos al socaire de lo contingente. La historia, en cuanto que
histo-
ria, escapa al modelo esencial. Lo que ocurre es que en la
medida
en que ese modelo esencial se hace patente en la historia,
ésta
queda sustancialmente transformada, como transformado queda
el sujeto que accede a tal ámbito esencial. Y esto, para Guénon
y
Corbin es lo que sucede en la filosofía oriental y con la filosofía
oriental. O más simplemente con la gnosis 5.
b) La segunda característica que aslmila a Corbln con Gué-
non es el docetismo. Igualmente estamos aquí ante un
concepto
que se presta a equívocos. No entraremos en discusiones
sobre la
específico del contenido doceta, sino que vamos a entender
por
5 No afirmamos que explícitamente Guenon y Corbin hayan
tomado para
si el término gnosis. Corbin se refiere a él con
frecuencia, Guénon muy rara-
mente. Utilizamos gnosis simplemente como un concepto
definidor de postu-
ras
filosóficas.
docetismo la doctrina que acepta formas aparicionales no
reduci-
bles a materia sensible. Como se sabe, esta es una de las
tesis fun-
damentales de todo el pensamiento de Henry Corbin, tesis
extraída
de sus múltiples y profundos estudios sobre shiismo y sufismo
y
cotejada con las pautas más importantes del gnosticismo
cristia-
no, donde la noción de caro spiritualis juega un papel
fundamen-
tal por lo que respecta al docetismo. Guénon no utiliza
estas ex-
presiones normalmente, por cuanto que él se aproxima en sus
análisis más que nada al Vedanta, pero es evidente que
Guénon,
en virtud de las mismas Ideas vedánticas sobre los múltiples
esta-
dos de ser, acepta el docetismo en lo que éste comporta
fundamen-
talmente: por una parte, y tal como decíamos, la posibilidad
de
existencia de un estadio de la realidad que siendo
fenoménico no
es reducible a lo materialmente sentiente (caro spiritualis,
cuer-
po sutil, spessudo spiritualis); y como consecuencia, la posibilidad
de estados intermedios (mediadores) entre lo material y lo
espi-
ritual. Lo cual nos conduce a un axioma esencial en Corb1n y
Gué-
non: la no-dualidad o no ruptura absoluta entre Materia y
Espl-
rítu, esto es, el no-dualismo. Tesis que ambos constatan
precísa-
mente en la filosofía oríental, Queremos hacer ver la
conexión
existente entre el punto b) y el punto a): Creemos que los
dos
se coímplícan en la medida en que si la historia contiene
eventos de
orden no puramente fenomenal, quiere decir que la historia
mis-
ma es capaz de revelar algo que escapa de manera sustancial
a
la ley de la facticidad, esto es, ]a historia deja de ser
historia para
adentrarse ella misma en un ámbito cualitativamente distinto
6. Y
viceversa, la desvalorización de la hIstoria como fuente de
conoci-
miento supone la constatación en medio del flujo histórico
de algo
que se sustrae a tal flujo, y que, por su composición
cualitativa e
intr1nsecamente diferente a la de la historia, es lo que en
realidad
aporta conocimiento.
e) El tercer punto que establece una unión entre René Gué-
non y Henry Corbln también está, asimismo, en estrecha
conexión
con el apartado anterior. Nos estamos refiriendo a la teoría
de los
múltiples estados del ser en Guénon, que en Corbin se
traduce en
angeleologIa. La jerarquía universal del Ser se despliega en
múl-
tiples ámbitos de inteligibilidad que tienen como misión
hacer
acceder a la inteligibilidad todos los órdenes de la
realidad, al mís-
mo tiempo qué religar esos órdenes con las más altas jerarquías
del Ser. Estamos, pues, ante un no-dualismo (existe una
continui-
dad procesuable, es decir, recorríble, entre todos los
estadios de
6 Y en ese ámbito en el que Corbin instala eventos tales como la
Encar-
nación (que por lo tanto no es tal encarnacl6n sino en el sentido
de hacerse
carne doceta) , la Resurreccl6n (al Igual que para Guenon para
Corbln es
resurrección del cuerpo sutil). etc.
La realidad que no aboca a la abstracta identidad del monismo,
sino que lo Uno se manifiesta dejando lugar a la variada
plurali-
dad de lo real Esa manifestación del Uno es, naturalmente,
mani-
festación pleromética, inteligible, espiritual; lo kenomático
parti.
cipa de la manifestación en la medida en que ella misma descien-
de hasta el Kenoma. Pues bien tal manifestación viene dada
para
Henry Corbin por el símbolo de los ángeles, los cuales
represen-
tan la expansión del Uno en lo múltiple y la religación de
lo múl-
tiple con lo Uno. El sistema angeológico empleado por Corbln
es,
una vez más, el de la tradición íranío-shítta, cotejado con
la teorla
de los Nombres
divinos del Pseudo-Dtoniso, con las Hénades da
Proclo o con la propia angeleología gnóstica. En última instancia,
cada Hénade, Angel o Nombre suponen un posible estadio
noético
mediante los cuales el ser humano tiene la posibilidad de
acceder
a grados superiores de espiritualidad. Y aquí enlazamos con
Gué-
non, sólo que para él la teoría de los diversos estadios del
Ser tie-
ne su formulación paradigmática en el sistema vedántico y
tam-
bién en el de Arabl.
Por lo demás, Guénon compara y homologa
los múltiples estados del Ser y su papel religador (al mismo
tíem-
po que la posibilidad de ser recorridos y asumidos por la
inteligi-
billdad humana con los símbolos de los ángeles, del árbol;
de los
pájaros, etc, Es decir, con símbolos tematizados por Henry
Corbin.
La relación entre la teoría de los despliegues o estados del
Ser y
el docetismo, relación a la que más arriba aludíamos,
estriba en
que la cualidad doceta es precisamente uno de esos estados
de
Ser, si se quiere un estado Intermedio entre lo puramente mate-
rial y las primeras Jerarquías de lo Inteligible.
d) El último punto que establecemos corno cíngulo de unión
entre Corbin y Guénon podría sintetizarse una vez más bajo
el
contenido que designa la palabra gnosis. Esto hace ahora relación
con la forma que tienen ambos autores de considerar lo
oriental.
Ni Corbin ni Guénon se dejan llevar en ningún momento por el
exotismo o por el gusto hacia lo maravilloso que siempre
suele
implicar lo oriental. Por el contrario, erudición científica
en Cor-
bin y extrema sobriedad expositiva en Guénon son dos constantes
que hacen repeler la lectura de estos autores a toda la ignara
le-
gión de aficionados a las "ciencias ocultas". Pues
lo oriental, para
nuestros dos pensadores, antes que una designación geográfica
es
un estado del alma. Esto se ve muy claramente en Corbin,
quien
repetidas veces dice que el Oriente hacia el que ha de
retirarse el
peregrino del espíritu (el filósofo) no es tanto el levante
señalable
en un mapa cuanto el lugar donde sale el sol, esto es, la
Luz del
conocimiento y el estado de religamiento con esa Luz. Frente
al
Occidente -el lugar donde muere el sol-, que es el ámbito de
la
Oscuridad intelectual, el peregrino del esplrltu no es que
vaya ha-
cia el Oriente para contemplar el nacimiento del sol, sino
que él
mismo tiene que hacer nacer el Sol en su alma, es decir,
tiene que
descubrir e integrarse en la suprema Luz inteligilibizadora.
Por tan-
to, el Oriente es antes que nada una idea filosófica, el
descubrimien-
to del Ser, no ya en un lejano y exótico país, sino en lo
más pro-
tundo de uno mismo. Por eso Corbin recurre constantemente a
la
ftgura de Sohravardi y de los ishraquiyun, sus discípulos filosófi-
cos; éstos son los filósofos orientales porque pertenecen al
Ishráq,
al oriente, Pero íshraquIytûn esta tomado aqul en un sentido
espi-
ritual ,al Igual que AI-Isbrâq: son orientales porque han
encontra-
do la Luz que nace auroreando el conocimiento esencial, esto
es,
han accedido a la Aurora misma, a la Luz misma que se identifica
con ese conocimiento esencial, en una palabra, al Oriente,
el cual
no es ya un lugar sino la Luz misma naciendo en el alma del filó-
sofo oriental. En definitiva, el Oriente se identifica con
la luz que
le supone, al Igual que el alba supone la luz matutina.
Hagamos
notar lo siguiente: se establece una relación simbólica
entre el pe-
regrinar fáctico de Occidente a Oriente( por ejemplo el de
Arabl)
con el peregrinar espiritual desde la oscuridad del alma
hasta la
Luz de Oriente; del mismo modo, existe una analogía
simbólica
entre el exilio occidental de Sohtavardi, históricamente
sucedido, y
la etapa de exilio espiritual que el alma sufre antes de
penetrar
en los ámbitos de la claridad metafísica, Esto implica lo
siguien-
te: la historia es significativa sólo en la media en que
representa
simbólicamente procesos inteligibles y espirituales del alma
o del
mundo pleromático, por lo que el peso específico del valor
ontoló-
gico recae no en la historia sino en la metahistoria, no en
el cuer-
po individual, sino en la estructura doceta del cuerpo
individual;
no en el despliegue de los eventos históricos, sino en el
despliegue
de las categorías (hénades, ángeles) del mundo pleromátíco.
Aunque explícitamente esta concepción puramente espiritual
del Oriente no nos aparece en René Guénon, no es tampoco
nece-
sario manipular sus textos para damos cuenta de que esta
Idea
subyace el pensamiento todo de Guénon. El mismo símbolismo
universal, que en Guénon se nos aparece como el sistema por
el
cual lo inteligible se hace presente en el mundo, está posibilitando
aquella concepción del Oriente como ámbito metafísico de la
luz
del conocimiento esenciales. Existe además una cita de
Guénon
donde se hace patente esta concepción de la que, hablamos.
AsI,
refiriéndose a los Rosa-cruces, afirma Guénon: ”... se dice
que, poco
después de la guerra de los Treinta Años, ellos dejaron
Europa y
se retiraron a Asia, lo que por otra parte debe
interpretarse sim-
bólicamente antes que literalmente" 7. Esta frase no está tomada
aIsladamente, fuera de contexto, sino que sirve de paradigma
para
7 L'homme et son devenir selon le Vadanta p.
206.
comprender una actitud generalizada en Guénon: Asia lo oriren-
tal, es ante todo un estado del alma, un estado al que se ha
de
avocar si es que se quiere realizar plenamente la acción filosófica:
la gnosis.
Hemos cogido cuatro puntos por los que establecemos una re.
laclón entre Henry Corbin y René Guénon. A estos cuatro
puntos
podríamos haber añadido otros supuestos filosóficos (no menos
importantes) comunes a los dos pensadores. Así, por ejemplo,
la
prioridad de lo oculto y latente sobre lo manifiesto y
presente; o
lo que es lo mismo, la prioridad ontológica de la potencia
sobre el
acto, cuestión ésta que a nuestro Juicio es la diferencia funda-
mental (ya explícitamente señalada por Guénon) entre el
pensa-
miento occidental (pensamiento del acto, de lo que se manifiesta)
y el oriental (pensamiento de la potencia, de lo que permite
que
haya manifestación). O bien, podríamos haber hablado también
de
la importancia trascendental que para nuestros dos autores
tiene
el simbolismo, tanto en la exégesis del Libro revelado, como
en la
hermenéutica general (el mundo como Libro simbólico). Pero
cree-
mos que con los cuatro puntos es suficiente para mostrar,
aunque
sea sucintamente, lo que nos propusimos: la identidad entre
dos
pensadores a través del tema de lo oriental.
Todos aquellos apartados están implicando una concepción
uní-
Taria y total de la realidad que creemos es la de ambos
pensado-
res. El hilo conductor que nos ha permitido ir enlazando a
Guénon
y Corbin a través de todo lo dicho es la cuestión oriental.
Partien -
do de maneras distintas de enfocar la filosofía de Oriente,
estima-
mos que los dos autores convergen en lo esencial. Tampoco
que-
remos ocultar las posibles diferencias, aunque creemos que
éstas
son más bien superficiales. Tal vez estas diferencias estén
motí-
vadas sobre todo por la formación de cada uno: la de Guénon
se !\
puede decir que es autodidacta, en cierto, modo solitaria: la
de
Corbin académica y en contacto con los medios intelectuales
de
su época. Es posible que la disparidad más clara, pero no
írreduc- '
tible, entre Guénon y Corbin sea el protestantismo del útlmo
y
la pecullar manera de concebir el catolicismo el primero.
Aunque .
decimos que no es una disparidad irreductlble. No podemos
entrar
en el fondo de esta cuestión pues desbordada con mucho Ios
lími-
tes de este trabajo, meramente propedéutico. Digamos tan
sólo
que para Corbin el problema de la pluralidad religiosa es
una mues-
tra de la misma pluralidad de las manifestaciones hipostáticas
del
Ser, y que al igual que esa multiplicidad inteligible se
unifica en
la suprema unidad del Uno (sentido gnóstico del Tawhid), la
mul-
tiplicidad de religiones se unifica también en ese Uno que
quiere
para si tal participación en la plural. Concepción ésta que
cierta-
mente aprobada. Guénon 8.
Esta división que hemos hecho entre filósofos tradicionales
Y
orientalistas académicos no debe tomarse como un rígido
esquema
aplicable sin más matizaciones. Tenemos et caso ejemplar de
Anan-
da K. Coomaraswamy. ¿Qué podríamos decir de él? Por un la-
es un hombre dentro del ámbito guenoniano 9, un defensor 'de
la
filosofla perenne como filosofía tradicional, esto es,
dependiente
de la tradición única de la humanidad. Por otro lado, Cooma-
raswamy es autor de erudición prodigiosa, cuyas obras están
regidas
por los moldes del más estricto academicismo. La prueba la
te-
nemos en que es citado tanto por unos (tradicionales, así Schuon),
como por otros (académicos, así Zimmer). En este sentido
Cooma-
raswarny representa la más perfecta síntesis entre dos
actitudes
que, si bien distintas, no deben ser antagónicas.
8 En última instancia, tanto uno como otro pertenecería a la Iglesia
de
San Juan, nombre que precisamente lleva la Universidad fundada por
Corbln:
San Juan de Jerusalén.
9 Y no un teosfista como burda e Ignorantemente se ha dicho en una
revista que se supone prestigiosa (Cuadernos del Norte).
No hay comentarios:
Publicar un comentario