Pietro Nutrizio: ¿IMPLICACIONES POLÍTICAS EN LA OBRA DE RENÉ GUÉNON? (1)
Recientemente se ha hablado (2), en esta revista (3), de un
artículo de Julius Evola cuyo título es "René Guénon y el Tradicionalismo
integral" (4); este artículo ha aparecido en el periódico mensual "La
Destra", en el n° de abril de 1973, y el Sr. Manara, que 10 trataba entonces,
evidenciaba principalmente la manera paródica que caracterizaba la exposición que
se hacía de ciertos aspectos de la obra de René Guénon. N os parece oportuno actualmente,
incluso aunque el asunto nos obligue a volver sobre algunos de los puntos ya
tocados por el Sr. Manara, retomar su argumento, considerando sin embargo un punto
de vista algo diferente, que parece afectar especialmente a numerosas personas que
se interesan de algún modo en las cuestiones tradicionales.
El artículo del cual hablamos continúa, tras un intervalo de
más o menos un año, a otro escrito del mismo autor, aparecido también en
"La Destra" (5), que nos había asombrado por las intenciones que
ocultaba y que, unido a otros síntomas provenientes de numerosos sectores (entre
los cuales se encuentra el tono de ciertas entrevistas a Julius Evola
publicadas por diferentes medios de comunicación, aunque casi siempre de inspiración
política) se insertaría en un marco bastante bien definido, no carente de una cierta
sutilidad. Este marco es, en suma, como podía preverse, principalmente
político, y este aspecto ha ido definiéndose cada vez más en estos últimos
tiempos. Se trata, como señala G. Manara en su "post-scriptum", de
una vasta tentativa de "anexión" de la "figura" de R.
Guénon en provecho de una "Derecha" concebida en un sentido
"político y cultural" (es descrita de esta forma por sus propios
adherentes), con el objetivo de apropiarse de un "pensamiento" del
que en el fondo se siente desposeída. Las observaciones que seguirán se
proponen demostrar que la doctrina que se expresa en la obra guenoniana escapa
por su naturaleza propia a cualquier contaminación política en el sentido
moderno -sean cuales sean, por otra parte, sus tendencias y
"coloraciones"- y, además, hacer patentes las contradicciones que
están en la base de esta tentativa de "anexión".
Para comenzar, diremos que es normal que cualquiera que haya
tomado conciencia -en el grado y el nivel que sea- del desorden en el que el
mundo moderno está en vías de hundirse, tenga posteriormente la intención de
"reaccionar" frente a este desorden; esta intención no se traduce sin
embargo para todo el mundo en una acción apropiada. Un gran número de aquellos
que, aún de una manera sincera, no comparten las tendencias a la dispersión que
caracterizan el modo de vida de nuestros días, ni siquiera piensan que sea
posible en el fondo -e incluso que sea deseable- "hacer cualquier
cosa" para remediarlo; la incoherencia que caracteriza a todas las
manifestaciones de la mentalidad actual ha marcado demasiado fuertemente sus
facultades como para que experimenten algún impulso para combatirla.
Es necesario entonces apreciar a aquellos que, habiendo
comprendido la verdadera naturaleza del mundo moderno, intentan reaccionar
contra sus tendencias esforzándose por reemplazarlas con algo más normal. En el
fondo, el objetivo al que apuntaba la obra de R. Guénon en uno de sus aspectos
era efectivamente hacer que los occidentales que fueran capaces de ello tomaran
conciencia de la anormalidad de un mundo como el nuestro y de la necesidad de
hacer algo para cambiarlo (6). Pero el diagnóstico que hacía R. Guénon del
mundo moderno se basa en nociones que ciertamente no dependen de gustos o
tendencias individuales; y, por otra parte, las fuerzas que están en acción en
el movimiento exasperado y desordenado que caracteriza a nuestra época son
demasiado imponentes como para dejarse domar por impulsos que provienen de su
propio ámbito.
¿Cuál será entonces el camino que podría conducir al cambio
de la mentalidad actual, o al menos al inicio de un cambio efectivo, según
principios derivados del mismo origen que ha permitido reconocer sus
debilidades y sus errores? Ésta es -a groso modo- la pregunta a la que se
enfrentan los "hombres de buena voluntad" cuando quieren adoptar una
actitud activa y resolutiva frente al problema que les implica y, desde ese
momento, corren el riesgo de encontrar la primera "tentación" a la
que deben oponerse. Si se considera este problema bajo su forma más evidente,
es decir, si se observan sus apariencias más exteriores, el desorden del mundo
moderno aparece como el producto de una confusión de las funciones sociales y
del desarrollo que ésta provoca al nivel de los fenómenos de la vida de grupo.
Se trata de fenómenos que en toda civilización normal están regidos por un arte
de la vida en común, fundado sobre una ciencia que, en estas civilizaciones, no
puede ser sino tradicional. Sin embargo, los principios de una tal ciencia son
en cierto modo relativos; están, al igual que aquellos que rigen sobre toda contingencia,
contenidos en un principio puramente intelectual del que proceden integralmente;
dicho de otra forma, su puesta en acción, para que sea verdaderamente eficaz,
debe provenir de una fuente intelectual trascendente y universal que sea al
mismo tiempo su justificación y su garantía. Si en la constitución de una
ciencia cualquiera no es respetado este proceder que parte del conocimiento
puro para llegar a las consecuencias, que' tratan de las aplicaciones, el
resultado no será ya una "ciencia tradicional" en el sentido propio
de la expresión, y en nuestro caso la eficacia de lo que se habrá reconocido
como las reglas de la vida social será nula, al menos si se quiere considerar a
estas reglas -lo que aquí nos interesa- en tanto que vehículo de un orden
profundo y "natural".
Tan sólo podrán corresponder éstas a una percepción del
orden en el nivel de las contingencias, percepción que deberá variar respecto a
las individualidades que se arroguen el "derecho" de formular tales
leyes, y cambiante con arreglo a las circunstancias. En el fondo, el mundo
moderno está ya enormemente afligido de limitaciones de este orden en todos los
dominios, y si se procediera de esta forma en el dominio especial del
"gobierno de los pueblos" no se haría más que añadir inestabilidad a la
inestabilidad y desorden al desorden. La "tentación" a la cual
aludimos anteriormente, y que puede ejercerse especialmente sobre aquellos
hombres que, como los occidentales modernos, han perdido la capacidad de
distinguir lo particular y lo general de lo universal, es entonces la
posibilidad que se ofrece a éstos de actuar de esta manera ilusoria.
La vía trazada por la tradición para quienes quieren
emprender una tentativa seria de restaurar el orden social en un medio en el
que éste se ha perdido se presenta, por el contrario, bajo la forma de una búsqueda
de los principios sobre los cuales se funda el orden. Y tales principios, que
es lo único que puede suministrar una base inquebrantable, susceptible de todas
las adaptaciones en el espacio y el tiempo, no pueden situarse más que en el
dominio de la metafisica, a la cual corresponde el verdadero conocimiento intelectual.
La dependencia de la eficacia real del gobierno de los
pueblos con respecto a un conocimiento de los principios intelectuales que
rigen el dominio del "devenir" y el procedimiento que deben seguir
aquellos a quienes será confiada esta misión son descritos por Confucio con una
claridad impresionante, en el siguiente pasaje del "Tahio", 13 parte:
"Los antiguos
príncipes, para hacer brillar las virtudes naturales en el corazón de todos los
hombres (7), se aplicaban antes a gobernar bien sus principados. Para gobernar
bien sus principados, antes ponían orden en sus familias. Para poner orden en
sus familias, trabajaban antes en perfeccionarse ellos mismos. Para
perfeccionarse ellos mismos, ordenaban antes los movimientos de sus corazones.
Para ordenar los movimientos de sus corazones, tornaban antes su voluntad
perfecta. Para hacer su voluntad perfecta, desarrollaban sus conocimientos
tanto como era posible. Desarrollaban estos conocimientos escrutando la
naturaleza de las cosas. Una vez escrutada la naturaleza de las cosas, los
conocimientos alcanzan su más alto grado. Habiendo llegado los conocimientos a
su más alto grado, la voluntad se hace perfecta. Siendo perfecta la voluntad,
los movimientos de su corazón están ordenados. Estando ordenados los
movimientos de su corazón, todo hombre está exento de defectos. Tras haberse
corregido a sí mismo, se establece el orden en la familia. Reinando el orden en
la familia, el principado está bien gobernado. Estando bien gobernado el
principado, pronto todo el imperio gozará de paz".
En "Oriente y Occidente", René Guénon aborda con
el mismo espíritu el problema de la constitución y de la organización de la
"élite" occidental, primer y fundamental paso a realizar sobre la vía
de una "normalización" en profundidad de la civilización occidental.
Tras haber hecho comprender que lo que él entiende con esta
palabra "no tiene nada en común con lo que, en el occidente actual, es a
veces designado con el mismo nombre", y que "los sabios y los
filósofos más eminentes en sus especialidades pueden no estar en absoluto
cualificados para formar parte de esta élite ( ... ) en razón de los hábitos
mentales que han adquirido, de los múltiples prejuicios de los que son
inseparables, y sobre todo de esa "miopía intelectual" que es su
consecuencia más normal", continúa de esta manera: "Mucha gente,
oyendo pronunciar la palabra "organización", se imaginan rápidamente
que se trata de algo comparable a la formación de un grupo u de una asociación
cualquiera. Es éste un completo error, y quienes se forman tales ideas demuestran
con ello que no comprenden ni el sentido ni el alcance de la cuestión ( ... ).
Al igual que la metafisica verdadera no puede ser encerrada en las fórmulas de
un sistema o de una teoría particular, la élite intelectual no podría
acomodarse a las formas de una "sociedad" constituida con sus
estatutos, sus reglamentos, sus reuniones, y todas las restantes
manifestaciones exteriores que necesariamente implica la palabra; se trata de algo
muy distinto a semejantes contingencias". Y, más adelante: "Por
rigurosa que sea la selección, sería muy dificil impedir, especialmente al
principio y en un medio tan poco preparado, que se introdujeran algunas
individualidades cuya incomprensión bastaría para comprometerlo todo; y es de
prever que tales grupos correrían el riesgo de dejarse seducir por la
perspectiva de una acción social inmediata, quizá incluso política en el sentido
más estrecho de la palabra, lo que constituiría la más molesta de todas las eventualidades
y la más contraria al fin propuesto" .
Este objetivo, es decir, la constitución inicial y el
"reforzamiento" de la élite, debe realizarse recordando siempre que
el papel de la élite no consiste en "mezclarse en luchas que, sea cual sea
su importancia, son forzosamente extrañas a su dominio propio; su papel social
no puede ser más que indirecto, pero no por ello será menos eficaz, pues, para
dirigir verdaderamente aquello que se mueve, es necesario no estar implicado
uno mismo en el movimiento".
Se notará que aquí se trata, de una forma quizá algo
diferente en apariencia, de los mismos conceptos que los que se encuentran en
el pasaje de Confucio que hemos citado, incluso aunque éste se refiera más
particularmente sólo a la "acción de gobierno"; esta . "acción
de gobierno" supone para R. Guénon -para que sea válida- un fundamento esencialmente
tradicional, fundamento del cual habla de la siguiente manera: "Es esencialmente
el retorno de occidente a una civilización tradicional, en sus principios y en todo
el conjunto de sus instituciones; este retorno deberá efectuarse por orden,
yendo de los principios a las consecuencias, y descendiendo por grados hasta
las aplicaciones más contingentes (. .. ) Es preciso (. .. ) mantenerse en
primer lugar en el punto de vista puramente intelectual, y, por una repercusión
natural, las consecuencias se extenderán después gradualmente, y de manera más
o menos rápida, en todos los dominios, incluido el de las aplicaciones sociales
... "
La analogía entre los principios que se expresan en el texto
tradicional chino y en la obra de R. Guénon (y que claramente son el producto
de una inspiración común), aparece entonces más evidentemente a medida que se
desarrolla el texto guenoniano: "En suma, la élite trabajará primero para
sí misma, puesto que, naturalmente, sus miembros obtendrán de su propio
desarrollo un beneficio inmediato y que no podría faltarle, beneficio que
constituirá por otra parte una adquisición permanente e inalienable; pero, al mismo
tiempo, y por ello mismo, aunque menos inmediatamente, trabajará también necesariamente
para el occidente en general, pues es imposible que una elaboración como ésta
de la que se trata se efectúe en un medio cualquiera sin producir más tarde o más
temprano considerables modificaciones; además, las corrientes mentales están sometidas
a leyes perfectamente definidas, y el conocimiento de estas leyes permite una acción
de una eficacia muy distinta a la derivada del uso de medios totalmente empíricos".
Lo que acabamos de decir nos parece suficiente como para que
se comprenda que la obra de R. Guénon no puede en absoluto integrarse en acción
o "cultura" alguna que tenga relación directa o indirecta con un tipo
cualquiera de "política". Los pasajes de "Oriente y
Occidente" que hemos citado son además apropiados para desmentir de la forma
más clara la arrogante afirmación que el Sr. Evola hace en el artículo del que hablábamos
en un principio, y según el cual R. Guénon "pertenece plenamente a la cultura
de derecha". A la luz del texto guenoniano parece claro, por el contrario,
que la perspectiva evoliana está en completa contradicción con los consejos que
da R. Guénon a propósito del orden a seguir para llegar a la constitución de la
élite occidental. Desde el punto de vista tradicional, como se expresa en la
obra de R. Guénon, la reforma de las instituciones sociales aparece como uno
más entre una indefinidad de otros factores de orden, y, lo que es más
importante, posee las características de una consecuencia y no de una• causa de
la influencia de la élite sobre el medio occidental.
Las cosas son muy diferentes en la perspectiva del Sr.
Evola. Éste opone, en efecto, a la idea de la élite intelectual expuesta por R.
Guénon en "Oriente y Occidente" (y que con desenvoltura trasforma en
plural, las "élites intelectuales", para poder aproximarlas a las sociedades
de pensamiento francesas del siglo XVIII), la de la formación de algo que, aunque
haya tenido la astucia de cambiarle el nombre, no es sino una forma especial -a
la que estaríamos tentados de denominar un "travestismo político"- de
esas asociaciones, o "sociedades", a las que aludía R. Guénon al
considerar las posibles deformaciones occidentales del concepto de organización
de la élite.
He aquí, en sus propias palabras, la formulación del
pensamiento del Sr. Evola: "En lugar de ello (es decir, de la idea de
élite expuesta por R. Guénon), nos parecería más adecuada la concepción de una
especie de Orden, que reuniera a las personalidades fieles a ciertos
principios, ancladas en la espiritualidad tradicional, pero teniendo además un contacto
y una confrontación más directas con las realidades y las corrientes
históricas. Esta Orden sería además la espina dorsal de una verdadera Derecha,
y si sus miembros, que en absoluto estarían obligados a hacer alarde de su
cualidad, consiguieran poco a poco ir ocupando ciertas posiciones clave en la
sociedad y en la cultura contemporánea, se podría considerar como posible una
acción de rectificación".
Si se examinara más de cerca este pasaje, no serían
dificiles de identificar las debilidades de una tal concepción desde un punto
de vista realmente intelectual (8); sin embargo, no es esto lo que pretendemos
en esta ocasión, pues un examen semejante, que debería tener en cuenta ciertos
datos doctrinales, nos alejaría demasiado del tema que nos interesa aquí y que
trata sobre todo de las aplicaciones9. Nos limitaremos a indicar ciertas inconsecuencias
que nos han sorprendido en los dos artículos citados, inconsecuencias que, en
el fondo, están en la base de toda esa maniobra de anexión del
"tradicionalismo integral" por parte de la "cultura de
Derecha", cultura a la cual el Sr. Evola pertenece y de la que es incluso
una de sus "voces" más escuchadas.
Como decíamos al principio de nuestro artículo, en el n° de
marzo de 1972 de la revista "La Destra", el Sr. Evola publicó algunos
extractos de cartas que R. Guénon le había enviado entre los años 1948 y 1950.
Tales extractos, agrupados bajo el título de "Mi correspondencia con R.
Guénon", estaban acompañados, como prueba de su autenticidad, de la
fotocopia de una de ellas, fechada el 13 de junio de 1949 (10). Es muy probable
que una maniobra de este género haya sido realizada con el objetivo de hacer resaltar
ante un cierto público la existencia de relaciones confidenciales y continuadas
entre Evola y Guénon; nuestra deducción está por lo demás confirmada por una
corta presentación de esta correspondencia, presentación que señalaba las
"relaciones personales cordiales" entre el Sr. Evola y el escritor
francés, así como "una
correspondencia que se mantuvo, se puede decir, hasta la
muerte de éste". Era la prueba
que el Sr. Evola ambicionaba para hacerse pasar ante los
ojos de sus lectores como un asociado a la obra de R. Guénon y a su persona;
por otra parte, ello no le impedía manifestar en esta misma ocasión, así como
en otras, su oposición y su profunda incomprensión frente al concepto
guenoniano de élite. Hasta aquí se trata sin embargo "solamente" de
una cuestión de aplicaciones, incluso aunque sean muy importantes (11); se
podría incluso pensar que desde el punto de vista de la doctrina pura las cosas
son diferentes y que bajo este ángulo las aproximaciones entre Guénon y Evola
podrían revelarse más legítimas. No obstante, incluso desde tal perspectiva, la
posición del Sr. Evola es contradictoria: en efecto, en otro extracto del
artículo "R. Guénon y el Tradicionalismo integral", afirmando en su
comienzo que la sabiduría oriental "constituye el fundamento, declarado o
sobreentendido (12), de las doctrinas expuestas por Guénon en diferentes
libros", el Sr. Evola se apresura a añadir, como si se tratara de algo que
le afectara particularmente, que "una reserva se impone", y esta reserva
consiste en que "a menudo lo que el Sr. R. Guénon presenta como una
metafisica en un sentido especial y trascendente, si se hace abstracción de la
terminología, en el fondo no difiere sino muy poc9 de lo que existe bajo este
nombre en la historia de la filosofia profana occidental, y a menudo no
consiste sino en abstracciones bastante pesadas, como es por ejemplo el caso en
todas las ocasiones que diserta acerca de la Posibilidad universal".
Ahora bien, incluso dejando de lado la afirmación de que la
metafisica expuesta por René Guénon es asimilable a las consideraciones
filosóficas que llevan abusivamente este nombre en la "filosofia
profana", afirmación que raya lo grotesco, quienes conocen la importancia
que tiene en la obra guenoniana y para la sabiduría oriental la concepción de la
Posibilidad universal, fundamento esencial de toda auténtica doctrina
tradicional, pueden ahora preguntarse lo que verdaderamente comparte el Sr.
Evola con R. Guénon y en qué consiste realmente el fundamento intelectual de su
obra. Nos parece entonces legítimo plantear esta cuestión: ¿por qué reivindicar
a toda costa una aproximación personal con un autor de quien se rechazan
ostentosamente no sólo las conclusiones que traten de las aplicaciones, sino
aún los elementos doctrinales e intelectuales más esenciales?
o A propósito de ello se ha hablado, en esta misma revista,
sea de ligereza, sea de mala fe doctrinal, y se sabe que, al menos en una
ocasión particular, el propio R. Guénon avanzó, aunque en privado, semejante
hipótesis; pero en las circunstancias actuales, y teniendo en cuenta la campaña
"cultural" de "Derecha" que desde hace algún tiempo se
manifiesta en Italia y otros lugares, nos parece justificado que se hable
también de una maniobra más o menos sutil para "anexionarse" la obra
y la figura de R. Guénon con un objetivo que no sale del dominio político, sean
cuales sean por otra parte los esfuerzos hechos para presentarla con
apariencias más "intelectuales". En efecto, no nos es posible creer
que los partidarios del Sr. Evola sean incapaces de percibir la tremenda
inconsecuencia de su posición doctrinal frente a la obra guenoniana: solamente
un fin de naturaleza utilitaria puede llevarles a buscar el apoyo de alguien
cuya doctrina es por el contrario de una naturaleza propia para reducir a la
nada toda su construcción; y esto no deja también de ser contradictorio.
De todas formas, e incluso queriendo hipotéticamente suponer
que las intenciones de tales personas no estén condicionadas por segundas
intenciones maquiavélicas y que su incomprensión sea verdaderamente tan
estrecha que no les permita siquiera entrever la inconsecuencia de su actitud,
nos resta por hacer una última consideración. Intentar "anexionarse"
la obra y la "figura" de R. Guénon, aunque sea de buena fe, no puede
sino significar que se busca para sus propias tesis el apoyo de la Tradición al
completo, dado que las ideas que Guénon ha expuesto no son suyas, sino que
pertenecen a la Tradición.
Ahora bien, entre las ideas dela Tradición, no se puede
escoger aquellas que nos son útiles y separarlas de aquellas otras que no nos
convienen. La Tradición, tal como la entendemos (y especialmente como la
entendía Guénon) es la expresión de la Verdad, y la Verdad es Una en su
esencia. Aunque quizá sea necesario indicar que si bien la expresión
tradicional de este Uno -en 10 que tiene de posible- no reviste en absoluto los
rasgos de un "sistema" a la manera de los filósofos modernos, cada
uno de sus aspectos se integra indisolublemente en los demás, de forma que si
se intentara operar una escisión en su interior se caería -una vez más- en la
contradicción y en el absurdo.
El que algunos puedan intentar hacer algo parecido, no es
esto lo que aquí nos preocupa: cada uno puede aceptar todas las
responsabilidades que quiera frente a sí mismo, y no seremos nosotros quienes
intentemos persuadirle de lo contrario. Sin embargo, es la misma lógica 10 que
nos obliga a señalar que, si a estas personas no se les puede lamentablemente
impedir su tentativa (aquí se trata de Evola y de sus partidarios, aunque en
nuestros días no son con seguridad los únicos que se prestan a este juego de prestigio
), quienes a ella asisten no deberán deducir que tales intentos son tradicionalmente
legítimos, y aún menos, como pretenden sus autores, que los resultados que se
derivan de ellos deban considerarse como integrados en el depósito de la Tradición
y aprobados por Ella. Nuestra opinión está por lo demás corroborada, además de
por la doctrina tradicional y por la lógica, por una declaración que el propio
René Guénon hizo en vida.
Respondiendo a algunas insinuaciones que también debían
tener un carácter político, señalaba a su interlocutor (reseña del n" de
"Atlantis" de febrero de 1936, reproducida en "Comptes
Rendus", París, 1973): "1) Que "nuestras doctrinas" no
existen, por la buena razón de que jamás hemos hecho otra cosa que exponer, lo
mejor que hemos sabido, las doctrinas tradicionales, que no podrían ser
propiedad de nadie;
Que cada uno es naturalmente libre de citar nuestros
escritos, a condición de hacerlo "honestamente", es decir, sin
deformarlos, y que ello no implica por nuestra parte ni aprobación ni
desaprobación de las particulares concepciones de quien los cita (13);
Que el dominio de la política nos es absolutamente extraño,
y rechazamos formalmente que se nos asocie a cualquier consecuencia de este
orden que se pretenda extraer de nuestros escritos, en cualquier sentido que
sea, y que, en consecuencia, suponiendo que ello se produzca, no seremos con
seguridad (. .. ) responsables, a los ojos de toda persona de buena fe y de
juicio sano ... " (14).
Es necesario pensar que R. Guénon, que ciertamente conocía
muy bien las tendencias de algunos de los representantes de la mentalidad
moderna (15), preveía también de antemano las maniobras que se intentarían
realizar tras su muerte, y él mismo tomó medidas para defender su obra de toda
tentativa de contaminación y de "anexión" póstuma. Pero es cierto que
esta defensa es solamente eficaz "a los ojos de toda persona de buena fe y
de juicio sano"; es para estas personas que hemos escrito estas pocas consideraciones,
las cuales habrán servido de algo si pueden ayudar a algunos, por pocos que
sean, a comprender que las fantasías individuales jamás adquieren los
caracteres de la realidad, aunque se haya tenido la astucia de hacerlas
preceder del adjetivo "tradicional" o -aún mejor-
"tradicionalista".
NOTAS:
l. Artículo publicado en el n° 39 (julio-agosto de 1973) en
la "Rivista di Studi Tradizionali". Apareció posteriormente en
"Vers la Tradition" , n° 21-22-23, marzo- agosto de 1986 (n° especial
por el centenario del nacimiento de René Guénon). Nos basamos en esta última
para la presente traducción (G.E.T.V).
2. Ver "Evola parodista", post-scriptum del
artículo "Evola publica Ouspensky", por G. Manara, en el n° 38 de la
"Rivista di Studi Tradizionali", enero-junio de 1973. 3. Se trata de
la "Rivista di Studi Tradizionali", publicada en Turín desde 1961.
4. Con esta curiosa perífrasis, que al menos contiene dos
ejemplos de evidente inconsecuencia, el Sr. Evola pretende denominar la
doctrina expuesta por R. Guénon y
sus implicaciones.
5. "La mia correspondenza con René Guénon", en el
n° 3, año 2, marzo de 1972. Se trata de una recopilación de extractos de cartas
de R. Guénon a Julius Evola.
6. Basta, para ilustrar nuestra afirmación, recordar 10 que
escribió R. Guénon en "Oriente y Occidente", "Conclusión",
p. 227: "Mostrar a occidente sus defectos, sus errores y sus insuficiencias,
no es una cuestión de hostilidad, sino al contrario, pues es la única manera de
remediar el mal que sufre, y por el cual puede morir si no se reacciona a
tiempo. La tarea es ardua, ciertamente, y no está exenta de inconvenientes;
pero poco importa, si se está convencido de su necesidad; que algunos
comprendan cuál es verdaderamente ésta es todo lo que deseamos. Por lo demás,
cuando se ha comprendido, uno no puede quedar impasible, del mismo modo que,
cuando se han asimilado ciertas verdades, no se las puede perder de vista ni
rechazar aceptarlas con todas sus consecuencias ... "
7. También es éste, según Dante, el objetivo de la función
real: se trata de una acción de guía necesaria para garantizar a los hombres
"el ejercicio de la función propia" en la cual consiste la
"beatitud de esta vida", es decir, el "Paraíso terrestre",
o la realización de la perfección del estado humano. Ver "De
Monarchia", 111, 16.
8. Un poco antes del párrafo citado aquí, el Sr. Evola
reconocía en efecto que la palabra "intelectual" "no tiene (en
la obra de R. Guénon) el sentido corriente", pero el esfuerzo que ha
realizado para descubrir cuál es verdaderamente ese sentido no debe haber sido excesivo,
ya que poco después llega a la conclusión de que "incluso aunque él (R. Guénon)
no hubiera tenido a la vista a los intelectuales de hoy, sino una
intelectualidad de un género conservador (?) y tradicional, este concepto
tiene, en las actuales condiciones (? 1) algo de abstracto". Para quienes
son capaces de leer un poco entre líneas -es decir, de hacer abstracción de
todo el verbalismo confuso e inútil que caracteriza a buena parte de la obra
del Sr. Evola- la limitación que conduce a este autor a una interpretación tan
restringida y banal del punto de vista guenoniano tiene su origen en esa
incapacidad básica para distinguir entre la verdadera intelectualidad e el intelectualismo
racionalista que caracteriza a todo el pensamiento moderno, sea filosófico o
científico. A propósito de esto, es interesante referir aquí un juicio dado por
R. Guénon a uno de sus corresponsales (26.1.1926): "Evola no carece de
pretensiones, como puede Vd. observar, pero, por mi parte, insisto en pensar
que no acaba de comprender lo que nosotros entendemos por
"intelectualidad", "conocimiento", "contemplación",
etc., y que ni siquiera sabe hacer distinción entre el punto de vista "iniciático"
y el punto de vista "profano" ... Si se nos objetara que este juicio
se remonta a 1926, podríamos responder que, a juzgar por sus escritos actuales,
la situación no ha cambiado demasiado.
9. De todas formas, este examen más propiamente teórico de
las ideas que están en la base de la construcción activista y política de Evola
-evidentemente, a la luz de una doctrina tradicional seria- es un trabajo que
no dejaría de ser interesante y que por otra parte ya ha sido emprendido en
esta revista por el Sr. Giovanni Ponte, principalmente en el artículo
"Julius Evola o el rinoceronte sobre el asfalto" (1963, números 8 y
9). Un tal examen podría aclarar algunos puntos que nosotros no hacemos más que
esbozar en nuestro artículo, y creemos que mucha gente podría quedar
sorprendida. Por otra parte, hay en el escrito de Evola al cual nos referimos
principalmente aquí una observación que en cierto modo ofrece la posibilidad de
este desarrollo futuro; he aquí en efecto lo que escribe más adelante:
"Las consideraciones más específicas sobre el dominio de la realización,
acompañadas de un examen del libro de Guénon "Apercus sur
l'Initiation", quedarían fuera del marco del presente escrito y no es esta
revista ( "La Destra") el medio más adecuado. No haremos más que
señalar que existen algunas reservas que hacer en cuanto a las posibilidades
que el Sr. Guénon toma casi exclusivamente en consideración. Él insiste en la
necesidad de la vinculación, a través de una "cadena" determinada,
con "una organización regular" dada, para la transmisión de una
influencia espiritual". El Sr. Evola se refiere con esto casi con
seguridad a una serie de consideraciones realizadas por él en un largo artículo
titulado "Sui limiti della regolaritá iniziatica" ("Sobre los
límites de la regularidad iniciática") y que apareció en una recopilación
de escritos de diferentes autores reunidos en tres gruesos volúmenes, que tenían
como título general "Introduzione alla Magia quale scienza dell io"
("Introducción a la Magia como ciencia del ego"). Estas
consideraciones fueron firmadas como "Ea", un seudónimo de Evola,
quien más tarde reconoció su paternidad en una entrevista publicada en el
n" 1 de la revista "Arthos" , septiembre-diciembre de 1972.
Ahora bien, ese artículo es un ataque declarado a los fundamentos de la teoría
tradicional de la iniciación.
10. Uno de los pasajes citados por Evola (extraído de una
carta del 25.7.1950), si se interpreta de una manera correcta, nos ofrece un
curioso ejemplo de los ilogismos de los que nuestro autor no parece darse
cuenta. He aquí el texto en cuestión (texto del cual traducimos la versión
italiana de Evola): "En lo que concierne a la constitución de una Orden y
de vuestro proyecto, no sabría verdaderamente qué decir, pues, si no es posible
establecer una vinculación auténtica y regular, no se tratará más que de una
asociación como tantas otras, e incluso aunque fuera considerado un cierto
aspecto "esotérico", ello solamente podría dar lugar a un simple
"grupo de estudios", sin que ello corresponda a ninguna realidad
efectiva. No creo que, sean cuales sean sus intenciones, las asociaciones más o
menos exteriores puedan desembocar en resultados verdaderamente serios, y, a mi
entender, más bien implicarían una
pérdida de tiempo y de esfuerzos. En semejantes condiciones, sería preferible
no hacer nada a limitarse a una especie de "simulacro".
¿Cómo es posible entonces, ante una afirmación de este
género, sostener -como hará el Sr. Evola en el artículo siguiente- que R.
Guénon, hablando de la acción de la élite intelectual, debía estar pensando en
aquella "que ejercían antaño -aunque en un sentido opuesto, pues tenían
como objetivo la subversión- las llamadas "sociedades de pensamiento",
hasta la Revolución francesa y al margen de la Masonería"?
11. Debe comprenderse la afirmación que acabamos de hacer en
un sentido muy relativo. En el dominio tradicional, la "práctica" (o
el aspecto "operativo" y "metódico") es una rigurosa
consecuencia de la doctrina, no siendo en el fondo sino la aplicación de ésta a
un nivel determinado; en consecuencia, si no se la acepta como lo que es, no se
aceptan ya, de la Tradición, los contenidos doctrinales. Confróntese, a
propósito de ello, el pasaje siguiente de R. Guénon ("Oriente y
Occidente", "Constitución y papel de la élite" , p. 177):
"Por otra parte, las cuestiones de método, aquí, dependen estrechamente de
los propios principios; es decir, tienen una importancia mucho más considerable
que en cualquier otro dominio, y consecuencias también mucho más graves que en
el dominio científico, donde sin embargo están lejos de ser
despreciables".
12. Interpretamos este último adjetivo como una verdadera
insinuación maliciosa, puesto que sobreentiende que R. Guénon ha podido hacer
pasar como propias ideas que tienen un origen tradicional y que provienen de
oriente; ahora bien, al final del prólogo a su "Introducción general al
estudio de las doctrinas hindúes" (que fue además su primera obra) Guénon
decía textualmente: " ... pero algunas indicaciones sobre el pensamiento oriental
pueden hacer reflexionar a algunos, y este simple resultado tendría, por sí mismo,
una importancia insospechada. Por otra parte, incluso aunque este objetivo no
se alcanzara, todavía tendríamos otra razón para emprender una exposición de
este género: sería la de reconocer en cierto modo todo lo que intelectualmente
debemos a los orientales, y de lo cual los occidentales jamás nos han ofrecido
el menor equivalente, siquiera parcial e incompleto".
13. La última reserva puede eventualmente aplicarse, con las
necesarias adaptaciones, también a aquellos que, habiendo recibido -durante la
vida de R. Guénon- algunas cartas suyas, pensaran erróneamente que, por el solo
hecho de haber mantenido con ellos una cierta correspondencia, aprobaba sus
"particulares concepciones" ...
14. Puesto que el Sr. Evola, en un cierto punto de su artículo,
se apresura a informar a sus lectores que R. Guénon, habiendo sido
"alérgico a todo lo que es política en un sentido estricto" -ya que
pensaba que no existía "ningún movimiento al cual podía adherirse"-
"consintió (. .. ) excepcionalmente en que algunos extractos de sus
escritos llevando su firma fueran publicados bajo forma de artículos en una
página cultural (. .. ), el "Diorama", del periódico "Régime
fascista" de Crémone", le recordaremos que también algunos artículos
del Maestro masón R. Guénon aparecieron en la publicación ... antiínasónica
"La France anti-maconnique'', lo que prueba la poca importancia que concedía
a las "etiquetas" modernas y cuán poco se sentía ligado a ellas. Por
otra parte, sus intenciones en esta ocasión eran muy claras; lo sabemos por una
observación que se encuentra en una carta que envió a uno de sus corresponsales
y que justamente trataba del ofrecimiento a colaborar en el "Regime
fascista" que le hizo Evola. Esta carta está datada el 27.1.1934, y dice a
propósito de ello: "Quizá todo esto sea un esfuerzo vano, dada la
mentalidad de esta gente, pero igualmente es posible que algo llegue a algunas personas
susceptibles de comprender".
15. Que nadie se asombre de esta expresión, atribuida al Sr.
Evola: "hace falta algo más que un confuso, tanto como presuntuoso,
"tradicionalismo" para estar efectivamente vinculado a esos principios que hacen de alguien: un hombre no
moderno".
Contrariamente a lo que ocurre en los escritos de Evola,
donde las palabras "tradición" y "tradicionalismo" son
empleadas de un modo casi indiferente, nos servimos aquí del término
"tradicionalismo" a propósito y con un objetivo muy definido. Nos
referimos en efecto al siguiente pasaje de R. Guénon: " .. .la idea misma
de la tradición ha sido destruida hasta tal punto que quienes aspiran a
encontrarla no saben ya a donde dirigirse, y no están sino demasiado dispuestos
a aceptar todas las falsas ideas que se les presenten en su lugar y con su
nombre (. .. ) Aquellos de quienes acabamos de hablar pueden ser calificados
propiamente de "tradicionalistas", es decir, son aquellos que
solamente tienen una especie de tendencia o de aspiración hacia la Tradición,
sin ningún conocimiento real de ésta; se puede medir con ello toda la distancia
que separa al espíritu "tradicionalista" del verdadero espíritu
tradicional, que por el contrario implica esencialmente un tal conocimiento, y
que en cierto modo no hace sino uno con este mismo conocimiento" (El reino
de la cantidad y los signos de los tiempos, pp. 204-205).
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