jueves, 14 de noviembre de 2013

¿Implicaciones políticas en la obra de René Guenon?



Pietro Nutrizio: ¿IMPLICACIONES POLÍTICAS EN LA OBRA DE RENÉ GUÉNON? (1)

Recientemente se ha hablado (2), en esta revista (3), de un artículo de Julius Evola cuyo título es "René Guénon y el Tradicionalismo integral" (4); este artículo ha aparecido en el periódico mensual "La Destra", en el n° de abril de 1973, y el Sr. Manara, que 10 trataba entonces, evidenciaba principalmente la manera paródica que caracterizaba la exposición que se hacía de ciertos aspectos de la obra de René Guénon. N os parece oportuno actualmente, incluso aunque el asunto nos obligue a volver sobre algunos de los puntos ya tocados por el Sr. Manara, retomar su argumento, considerando sin embargo un punto de vista algo diferente, que parece afectar especialmente a numerosas personas que se interesan de algún modo en las cuestiones tradicionales.

El artículo del cual hablamos continúa, tras un intervalo de más o menos un año, a otro escrito del mismo autor, aparecido también en "La Destra" (5), que nos había asombrado por las intenciones que ocultaba y que, unido a otros síntomas provenientes de numerosos sectores (entre los cuales se encuentra el tono de ciertas entrevistas a Julius Evola publicadas por diferentes medios de comunicación, aunque casi siempre de inspiración política) se insertaría en un marco bastante bien definido, no carente de una cierta sutilidad. Este marco es, en suma, como podía preverse, principalmente político, y este aspecto ha ido definiéndose cada vez más en estos últimos tiempos. Se trata, como señala G. Manara en su "post-scriptum", de una vasta tentativa de "anexión" de la "figura" de R. Guénon en provecho de una "Derecha" concebida en un sentido "político y cultural" (es descrita de esta forma por sus propios adherentes), con el objetivo de apropiarse de un "pensamiento" del que en el fondo se siente desposeída. Las observaciones que seguirán se proponen demostrar que la doctrina que se expresa en la obra guenoniana escapa por su naturaleza propia a cualquier contaminación política en el sentido moderno -sean cuales sean, por otra parte, sus tendencias y "coloraciones"- y, además, hacer patentes las contradicciones que están en la base de esta tentativa de "anexión".

Para comenzar, diremos que es normal que cualquiera que haya tomado conciencia -en el grado y el nivel que sea- del desorden en el que el mundo moderno está en vías de hundirse, tenga posteriormente la intención de "reaccionar" frente a este desorden; esta intención no se traduce sin embargo para todo el mundo en una acción apropiada. Un gran número de aquellos que, aún de una manera sincera, no comparten las tendencias a la dispersión que caracterizan el modo de vida de nuestros días, ni siquiera piensan que sea posible en el fondo -e incluso que sea deseable- "hacer cualquier cosa" para remediarlo; la incoherencia que caracteriza a todas las manifestaciones de la mentalidad actual ha marcado demasiado fuertemente sus facultades como para que experimenten algún impulso para combatirla.

Es necesario entonces apreciar a aquellos que, habiendo comprendido la verdadera naturaleza del mundo moderno, intentan reaccionar contra sus tendencias esforzándose por reemplazarlas con algo más normal. En el fondo, el objetivo al que apuntaba la obra de R. Guénon en uno de sus aspectos era efectivamente hacer que los occidentales que fueran capaces de ello tomaran conciencia de la anormalidad de un mundo como el nuestro y de la necesidad de hacer algo para cambiarlo (6). Pero el diagnóstico que hacía R. Guénon del mundo moderno se basa en nociones que ciertamente no dependen de gustos o tendencias individuales; y, por otra parte, las fuerzas que están en acción en el movimiento exasperado y desordenado que caracteriza a nuestra época son demasiado imponentes como para dejarse domar por impulsos que provienen de su propio ámbito.

¿Cuál será entonces el camino que podría conducir al cambio de la mentalidad actual, o al menos al inicio de un cambio efectivo, según principios derivados del mismo origen que ha permitido reconocer sus debilidades y sus errores? Ésta es -a groso modo- la pregunta a la que se enfrentan los "hombres de buena voluntad" cuando quieren adoptar una actitud activa y resolutiva frente al problema que les implica y, desde ese momento, corren el riesgo de encontrar la primera "tentación" a la que deben oponerse. Si se considera este problema bajo su forma más evidente, es decir, si se observan sus apariencias más exteriores, el desorden del mundo moderno aparece como el producto de una confusión de las funciones sociales y del desarrollo que ésta provoca al nivel de los fenómenos de la vida de grupo. Se trata de fenómenos que en toda civilización normal están regidos por un arte de la vida en común, fundado sobre una ciencia que, en estas civilizaciones, no puede ser sino tradicional. Sin embargo, los principios de una tal ciencia son en cierto modo relativos; están, al igual que aquellos que rigen sobre toda contingencia, contenidos en un principio puramente intelectual del que proceden integralmente; dicho de otra forma, su puesta en acción, para que sea verdaderamente eficaz, debe provenir de una fuente intelectual trascendente y universal que sea al mismo tiempo su justificación y su garantía. Si en la constitución de una ciencia cualquiera no es respetado este proceder que parte del conocimiento puro para llegar a las consecuencias, que' tratan de las aplicaciones, el resultado no será ya una "ciencia tradicional" en el sentido propio de la expresión, y en nuestro caso la eficacia de lo que se habrá reconocido como las reglas de la vida social será nula, al menos si se quiere considerar a estas reglas -lo que aquí nos interesa- en tanto que vehículo de un orden profundo y "natural".

Tan sólo podrán corresponder éstas a una percepción del orden en el nivel de las contingencias, percepción que deberá variar respecto a las individualidades que se arroguen el "derecho" de formular tales leyes, y cambiante con arreglo a las circunstancias. En el fondo, el mundo moderno está ya enormemente afligido de limitaciones de este orden en todos los dominios, y si se procediera de esta forma en el dominio especial del "gobierno de los pueblos" no se haría más que añadir inestabilidad a la inestabilidad y desorden al desorden. La "tentación" a la cual aludimos anteriormente, y que puede ejercerse especialmente sobre aquellos hombres que, como los occidentales modernos, han perdido la capacidad de distinguir lo particular y lo general de lo universal, es entonces la posibilidad que se ofrece a éstos de actuar de esta manera ilusoria.

La vía trazada por la tradición para quienes quieren emprender una tentativa seria de restaurar el orden social en un medio en el que éste se ha perdido se presenta, por el contrario, bajo la forma de una búsqueda de los principios sobre los cuales se funda el orden. Y tales principios, que es lo único que puede suministrar una base inquebrantable, susceptible de todas las adaptaciones en el espacio y el tiempo, no pueden situarse más que en el dominio de la metafisica, a la cual corresponde el verdadero conocimiento intelectual.

La dependencia de la eficacia real del gobierno de los pueblos con respecto a un conocimiento de los principios intelectuales que rigen el dominio del "devenir" y el procedimiento que deben seguir aquellos a quienes será confiada esta misión son descritos por Confucio con una claridad impresionante, en el siguiente pasaje del "Tahio", 13 parte: "Los antiguos príncipes, para hacer brillar las virtudes naturales en el corazón de todos los hombres (7), se aplicaban antes a gobernar bien sus principados. Para gobernar bien sus principados, antes ponían orden en sus familias. Para poner orden en sus familias, trabajaban antes en perfeccionarse ellos mismos. Para perfeccionarse ellos mismos, ordenaban antes los movimientos de sus corazones. Para ordenar los movimientos de sus corazones, tornaban antes su voluntad perfecta. Para hacer su voluntad perfecta, desarrollaban sus conocimientos tanto como era posible. Desarrollaban estos conocimientos escrutando la naturaleza de las cosas. Una vez escrutada la naturaleza de las cosas, los conocimientos alcanzan su más alto grado. Habiendo llegado los conocimientos a su más alto grado, la voluntad se hace perfecta. Siendo perfecta la voluntad, los movimientos de su corazón están ordenados. Estando ordenados los movimientos de su corazón, todo hombre está exento de defectos. Tras haberse corregido a sí mismo, se establece el orden en la familia. Reinando el orden en la familia, el principado está bien gobernado. Estando bien gobernado el principado, pronto todo el imperio gozará de paz".

En "Oriente y Occidente", René Guénon aborda con el mismo espíritu el problema de la constitución y de la organización de la "élite" occidental, primer y fundamental paso a realizar sobre la vía de una "normalización" en profundidad de la civilización occidental.

Tras haber hecho comprender que lo que él entiende con esta palabra "no tiene nada en común con lo que, en el occidente actual, es a veces designado con el mismo nombre", y que "los sabios y los filósofos más eminentes en sus especialidades pueden no estar en absoluto cualificados para formar parte de esta élite ( ... ) en razón de los hábitos mentales que han adquirido, de los múltiples prejuicios de los que son inseparables, y sobre todo de esa "miopía intelectual" que es su consecuencia más normal", continúa de esta manera: "Mucha gente, oyendo pronunciar la palabra "organización", se imaginan rápidamente que se trata de algo comparable a la formación de un grupo u de una asociación cualquiera. Es éste un completo error, y quienes se forman tales ideas demuestran con ello que no comprenden ni el sentido ni el alcance de la cuestión ( ... ). Al igual que la metafisica verdadera no puede ser encerrada en las fórmulas de un sistema o de una teoría particular, la élite intelectual no podría acomodarse a las formas de una "sociedad" constituida con sus estatutos, sus reglamentos, sus reuniones, y todas las restantes manifestaciones exteriores que necesariamente implica la palabra; se trata de algo muy distinto a semejantes contingencias". Y, más adelante: "Por rigurosa que sea la selección, sería muy dificil impedir, especialmente al principio y en un medio tan poco preparado, que se introdujeran algunas individualidades cuya incomprensión bastaría para comprometerlo todo; y es de prever que tales grupos correrían el riesgo de dejarse seducir por la perspectiva de una acción social inmediata, quizá incluso política en el sentido más estrecho de la palabra, lo que constituiría la más molesta de todas las eventualidades y la más contraria al fin propuesto" .

Este objetivo, es decir, la constitución inicial y el "reforzamiento" de la élite, debe realizarse recordando siempre que el papel de la élite no consiste en "mezclarse en luchas que, sea cual sea su importancia, son forzosamente extrañas a su dominio propio; su papel social no puede ser más que indirecto, pero no por ello será menos eficaz, pues, para dirigir verdaderamente aquello que se mueve, es necesario no estar implicado uno mismo en el movimiento".

Se notará que aquí se trata, de una forma quizá algo diferente en apariencia, de los mismos conceptos que los que se encuentran en el pasaje de Confucio que hemos citado, incluso aunque éste se refiera más particularmente sólo a la "acción de gobierno"; esta . "acción de gobierno" supone para R. Guénon -para que sea válida- un fundamento esencialmente tradicional, fundamento del cual habla de la siguiente manera: "Es esencialmente el retorno de occidente a una civilización tradicional, en sus principios y en todo el conjunto de sus instituciones; este retorno deberá efectuarse por orden, yendo de los principios a las consecuencias, y descendiendo por grados hasta las aplicaciones más contingentes (. .. ) Es preciso (. .. ) mantenerse en primer lugar en el punto de vista puramente intelectual, y, por una repercusión natural, las consecuencias se extenderán después gradualmente, y de manera más o menos rápida, en todos los dominios, incluido el de las aplicaciones sociales ... "

La analogía entre los principios que se expresan en el texto tradicional chino y en la obra de R. Guénon (y que claramente son el producto de una inspiración común), aparece entonces más evidentemente a medida que se desarrolla el texto guenoniano: "En suma, la élite trabajará primero para sí misma, puesto que, naturalmente, sus miembros obtendrán de su propio desarrollo un beneficio inmediato y que no podría faltarle, beneficio que constituirá por otra parte una adquisición permanente e inalienable; pero, al mismo tiempo, y por ello mismo, aunque menos inmediatamente, trabajará también necesariamente para el occidente en general, pues es imposible que una elaboración como ésta de la que se trata se efectúe en un medio cualquiera sin producir más tarde o más temprano considerables modificaciones; además, las corrientes mentales están sometidas a leyes perfectamente definidas, y el conocimiento de estas leyes permite una acción de una eficacia muy distinta a la derivada del uso de medios totalmente empíricos".

Lo que acabamos de decir nos parece suficiente como para que se comprenda que la obra de R. Guénon no puede en absoluto integrarse en acción o "cultura" alguna que tenga relación directa o indirecta con un tipo cualquiera de "política". Los pasajes de "Oriente y Occidente" que hemos citado son además apropiados para desmentir de la forma más clara la arrogante afirmación que el Sr. Evola hace en el artículo del que hablábamos en un principio, y según el cual R. Guénon "pertenece plenamente a la cultura de derecha". A la luz del texto guenoniano parece claro, por el contrario, que la perspectiva evoliana está en completa contradicción con los consejos que da R. Guénon a propósito del orden a seguir para llegar a la constitución de la élite occidental. Desde el punto de vista tradicional, como se expresa en la obra de R. Guénon, la reforma de las instituciones sociales aparece como uno más entre una indefinidad de otros factores de orden, y, lo que es más importante, posee las características de una consecuencia y no de una• causa de la influencia de la élite sobre el medio occidental.

Las cosas son muy diferentes en la perspectiva del Sr. Evola. Éste opone, en efecto, a la idea de la élite intelectual expuesta por R. Guénon en "Oriente y Occidente" (y que con desenvoltura trasforma en plural, las "élites intelectuales", para poder aproximarlas a las sociedades de pensamiento francesas del siglo XVIII), la de la formación de algo que, aunque haya tenido la astucia de cambiarle el nombre, no es sino una forma especial -a la que estaríamos tentados de denominar un "travestismo político"- de esas asociaciones, o "sociedades", a las que aludía R. Guénon al considerar las posibles deformaciones occidentales del concepto de organización de la élite.

He aquí, en sus propias palabras, la formulación del pensamiento del Sr. Evola: "En lugar de ello (es decir, de la idea de élite expuesta por R. Guénon), nos parecería más adecuada la concepción de una especie de Orden, que reuniera a las personalidades fieles a ciertos principios, ancladas en la espiritualidad tradicional, pero teniendo además un contacto y una confrontación más directas con las realidades y las corrientes históricas. Esta Orden sería además la espina dorsal de una verdadera Derecha, y si sus miembros, que en absoluto estarían obligados a hacer alarde de su cualidad, consiguieran poco a poco ir ocupando ciertas posiciones clave en la sociedad y en la cultura contemporánea, se podría considerar como posible una acción de rectificación".

 

Si se examinara más de cerca este pasaje, no serían dificiles de identificar las debilidades de una tal concepción desde un punto de vista realmente intelectual (8); sin embargo, no es esto lo que pretendemos en esta ocasión, pues un examen semejante, que debería tener en cuenta ciertos datos doctrinales, nos alejaría demasiado del tema que nos interesa aquí y que trata sobre todo de las aplicaciones9. Nos limitaremos a indicar ciertas inconsecuencias que nos han sorprendido en los dos artículos citados, inconsecuencias que, en el fondo, están en la base de toda esa maniobra de anexión del "tradicionalismo integral" por parte de la "cultura de Derecha", cultura a la cual el Sr. Evola pertenece y de la que es incluso una de sus "voces" más escuchadas.

Como decíamos al principio de nuestro artículo, en el n° de marzo de 1972 de la revista "La Destra", el Sr. Evola publicó algunos extractos de cartas que R. Guénon le había enviado entre los años 1948 y 1950. Tales extractos, agrupados bajo el título de "Mi correspondencia con R. Guénon", estaban acompañados, como prueba de su autenticidad, de la fotocopia de una de ellas, fechada el 13 de junio de 1949 (10). Es muy probable que una maniobra de este género haya sido realizada con el objetivo de hacer resaltar ante un cierto público la existencia de relaciones confidenciales y continuadas entre Evola y Guénon; nuestra deducción está por lo demás confirmada por una corta presentación de esta correspondencia, presentación que señalaba las "relaciones personales cordiales" entre el Sr. Evola y el escritor francés, así como "una

correspondencia que se mantuvo, se puede decir, hasta la muerte de éste". Era la prueba

que el Sr. Evola ambicionaba para hacerse pasar ante los ojos de sus lectores como un asociado a la obra de R. Guénon y a su persona; por otra parte, ello no le impedía manifestar en esta misma ocasión, así como en otras, su oposición y su profunda incomprensión frente al concepto guenoniano de élite. Hasta aquí se trata sin embargo "solamente" de una cuestión de aplicaciones, incluso aunque sean muy importantes (11); se podría incluso pensar que desde el punto de vista de la doctrina pura las cosas son diferentes y que bajo este ángulo las aproximaciones entre Guénon y Evola podrían revelarse más legítimas. No obstante, incluso desde tal perspectiva, la posición del Sr. Evola es contradictoria: en efecto, en otro extracto del artículo "R. Guénon y el Tradicionalismo integral", afirmando en su comienzo que la sabiduría oriental "constituye el fundamento, declarado o sobreentendido (12), de las doctrinas expuestas por Guénon en diferentes libros", el Sr. Evola se apresura a añadir, como si se tratara de algo que le afectara particularmente, que "una reserva se impone", y esta reserva consiste en que "a menudo lo que el Sr. R. Guénon presenta como una metafisica en un sentido especial y trascendente, si se hace abstracción de la terminología, en el fondo no difiere sino muy poc9 de lo que existe bajo este nombre en la historia de la filosofia profana occidental, y a menudo no consiste sino en abstracciones bastante pesadas, como es por ejemplo el caso en todas las ocasiones que diserta acerca de la Posibilidad universal".

Ahora bien, incluso dejando de lado la afirmación de que la metafisica expuesta por René Guénon es asimilable a las consideraciones filosóficas que llevan abusivamente este nombre en la "filosofia profana", afirmación que raya lo grotesco, quienes conocen la importancia que tiene en la obra guenoniana y para la sabiduría oriental la concepción de la Posibilidad universal, fundamento esencial de toda auténtica doctrina tradicional, pueden ahora preguntarse lo que verdaderamente comparte el Sr. Evola con R. Guénon y en qué consiste realmente el fundamento intelectual de su obra. Nos parece entonces legítimo plantear esta cuestión: ¿por qué reivindicar a toda costa una aproximación personal con un autor de quien se rechazan ostentosamente no sólo las conclusiones que traten de las aplicaciones, sino aún los elementos doctrinales e intelectuales más esenciales?

 

o A propósito de ello se ha hablado, en esta misma revista, sea de ligereza, sea de mala fe doctrinal, y se sabe que, al menos en una ocasión particular, el propio R. Guénon avanzó, aunque en privado, semejante hipótesis; pero en las circunstancias actuales, y teniendo en cuenta la campaña "cultural" de "Derecha" que desde hace algún tiempo se manifiesta en Italia y otros lugares, nos parece justificado que se hable también de una maniobra más o menos sutil para "anexionarse" la obra y la figura de R. Guénon con un objetivo que no sale del dominio político, sean cuales sean por otra parte los esfuerzos hechos para presentarla con apariencias más "intelectuales". En efecto, no nos es posible creer que los partidarios del Sr. Evola sean incapaces de percibir la tremenda inconsecuencia de su posición doctrinal frente a la obra guenoniana: solamente un fin de naturaleza utilitaria puede llevarles a buscar el apoyo de alguien cuya doctrina es por el contrario de una naturaleza propia para reducir a la nada toda su construcción; y esto no deja también de ser contradictorio.

De todas formas, e incluso queriendo hipotéticamente suponer que las intenciones de tales personas no estén condicionadas por segundas intenciones maquiavélicas y que su incomprensión sea verdaderamente tan estrecha que no les permita siquiera entrever la inconsecuencia de su actitud, nos resta por hacer una última consideración. Intentar "anexionarse" la obra y la "figura" de R. Guénon, aunque sea de buena fe, no puede sino significar que se busca para sus propias tesis el apoyo de la Tradición al completo, dado que las ideas que Guénon ha expuesto no son suyas, sino que pertenecen a la Tradición.

Ahora bien, entre las ideas dela Tradición, no se puede escoger aquellas que nos son útiles y separarlas de aquellas otras que no nos convienen. La Tradición, tal como la entendemos (y especialmente como la entendía Guénon) es la expresión de la Verdad, y la Verdad es Una en su esencia. Aunque quizá sea necesario indicar que si bien la expresión tradicional de este Uno -en 10 que tiene de posible- no reviste en absoluto los rasgos de un "sistema" a la manera de los filósofos modernos, cada uno de sus aspectos se integra indisolublemente en los demás, de forma que si se intentara operar una escisión en su interior se caería -una vez más- en la contradicción y en el absurdo.

El que algunos puedan intentar hacer algo parecido, no es esto lo que aquí nos preocupa: cada uno puede aceptar todas las responsabilidades que quiera frente a sí mismo, y no seremos nosotros quienes intentemos persuadirle de lo contrario. Sin embargo, es la misma lógica 10 que nos obliga a señalar que, si a estas personas no se les puede lamentablemente impedir su tentativa (aquí se trata de Evola y de sus partidarios, aunque en nuestros días no son con seguridad los únicos que se prestan a este juego de prestigio ), quienes a ella asisten no deberán deducir que tales intentos son tradicionalmente legítimos, y aún menos, como pretenden sus autores, que los resultados que se derivan de ellos deban considerarse como integrados en el depósito de la Tradición y aprobados por Ella. Nuestra opinión está por lo demás corroborada, además de por la doctrina tradicional y por la lógica, por una declaración que el propio René Guénon hizo en vida.

Respondiendo a algunas insinuaciones que también debían tener un carácter político, señalaba a su interlocutor (reseña del n" de "Atlantis" de febrero de 1936, reproducida en "Comptes Rendus", París, 1973): "1) Que "nuestras doctrinas" no existen, por la buena razón de que jamás hemos hecho otra cosa que exponer, lo mejor que hemos sabido, las doctrinas tradicionales, que no podrían ser propiedad de nadie;

Que cada uno es naturalmente libre de citar nuestros escritos, a condición de hacerlo "honestamente", es decir, sin deformarlos, y que ello no implica por nuestra parte ni aprobación ni desaprobación de las particulares concepciones de quien los cita (13);

Que el dominio de la política nos es absolutamente extraño, y rechazamos formalmente que se nos asocie a cualquier consecuencia de este orden que se pretenda extraer de nuestros escritos, en cualquier sentido que sea, y que, en consecuencia, suponiendo que ello se produzca, no seremos con seguridad (. .. ) responsables, a los ojos de toda persona de buena fe y de juicio sano ... " (14).

Es necesario pensar que R. Guénon, que ciertamente conocía muy bien las tendencias de algunos de los representantes de la mentalidad moderna (15), preveía también de antemano las maniobras que se intentarían realizar tras su muerte, y él mismo tomó medidas para defender su obra de toda tentativa de contaminación y de "anexión" póstuma. Pero es cierto que esta defensa es solamente eficaz "a los ojos de toda persona de buena fe y de juicio sano"; es para estas personas que hemos escrito estas pocas consideraciones, las cuales habrán servido de algo si pueden ayudar a algunos, por pocos que sean, a comprender que las fantasías individuales jamás adquieren los caracteres de la realidad, aunque se haya tenido la astucia de hacerlas preceder del adjetivo "tradicional" o -aún mejor- "tradicionalista".

NOTAS:

l. Artículo publicado en el n° 39 (julio-agosto de 1973) en la "Rivista di Studi Tradizionali". Apareció posteriormente en "Vers la Tradition" , n° 21-22-23, marzo- agosto de 1986 (n° especial por el centenario del nacimiento de René Guénon). Nos basamos en esta última para la presente traducción (G.E.T.V).

2. Ver "Evola parodista", post-scriptum del artículo "Evola publica Ouspensky", por G. Manara, en el n° 38 de la "Rivista di Studi Tradizionali", enero-junio de 1973. 3. Se trata de la "Rivista di Studi Tradizionali", publicada en Turín desde 1961.

4. Con esta curiosa perífrasis, que al menos contiene dos ejemplos de evidente inconsecuencia, el Sr. Evola pretende denominar la doctrina expuesta por R. Guénon y

sus implicaciones.

5. "La mia correspondenza con René Guénon", en el n° 3, año 2, marzo de 1972. Se trata de una recopilación de extractos de cartas de R. Guénon a Julius Evola.

6. Basta, para ilustrar nuestra afirmación, recordar 10 que escribió R. Guénon en "Oriente y Occidente", "Conclusión", p. 227: "Mostrar a occidente sus defectos, sus errores y sus insuficiencias, no es una cuestión de hostilidad, sino al contrario, pues es la única manera de remediar el mal que sufre, y por el cual puede morir si no se reacciona a tiempo. La tarea es ardua, ciertamente, y no está exenta de inconvenientes; pero poco importa, si se está convencido de su necesidad; que algunos comprendan cuál es verdaderamente ésta es todo lo que deseamos. Por lo demás, cuando se ha comprendido, uno no puede quedar impasible, del mismo modo que, cuando se han asimilado ciertas verdades, no se las puede perder de vista ni rechazar aceptarlas con todas sus consecuencias ... "

7. También es éste, según Dante, el objetivo de la función real: se trata de una acción de guía necesaria para garantizar a los hombres "el ejercicio de la función propia" en la cual consiste la "beatitud de esta vida", es decir, el "Paraíso terrestre", o la realización de la perfección del estado humano. Ver "De Monarchia", 111, 16.

8. Un poco antes del párrafo citado aquí, el Sr. Evola reconocía en efecto que la palabra "intelectual" "no tiene (en la obra de R. Guénon) el sentido corriente", pero el esfuerzo que ha realizado para descubrir cuál es verdaderamente ese sentido no debe haber sido excesivo, ya que poco después llega a la conclusión de que "incluso aunque él (R. Guénon) no hubiera tenido a la vista a los intelectuales de hoy, sino una intelectualidad de un género conservador (?) y tradicional, este concepto tiene, en las actuales condiciones (? 1) algo de abstracto". Para quienes son capaces de leer un poco entre líneas -es decir, de hacer abstracción de todo el verbalismo confuso e inútil que caracteriza a buena parte de la obra del Sr. Evola- la limitación que conduce a este autor a una interpretación tan restringida y banal del punto de vista guenoniano tiene su origen en esa incapacidad básica para distinguir entre la verdadera intelectualidad e el intelectualismo racionalista que caracteriza a todo el pensamiento moderno, sea filosófico o científico. A propósito de esto, es interesante referir aquí un juicio dado por R. Guénon a uno de sus corresponsales (26.1.1926): "Evola no carece de pretensiones, como puede Vd. observar, pero, por mi parte, insisto en pensar que no acaba de comprender lo que nosotros entendemos por "intelectualidad", "conocimiento", "contemplación", etc., y que ni siquiera sabe hacer distinción entre el punto de vista "iniciático" y el punto de vista "profano" ... Si se nos objetara que este juicio se remonta a 1926, podríamos responder que, a juzgar por sus escritos actuales, la situación no ha cambiado demasiado.

9. De todas formas, este examen más propiamente teórico de las ideas que están en la base de la construcción activista y política de Evola -evidentemente, a la luz de una doctrina tradicional seria- es un trabajo que no dejaría de ser interesante y que por otra parte ya ha sido emprendido en esta revista por el Sr. Giovanni Ponte, principalmente en el artículo "Julius Evola o el rinoceronte sobre el asfalto" (1963, números 8 y 9). Un tal examen podría aclarar algunos puntos que nosotros no hacemos más que esbozar en nuestro artículo, y creemos que mucha gente podría quedar sorprendida. Por otra parte, hay en el escrito de Evola al cual nos referimos principalmente aquí una observación que en cierto modo ofrece la posibilidad de este desarrollo futuro; he aquí en efecto lo que escribe más adelante: "Las consideraciones más específicas sobre el dominio de la realización, acompañadas de un examen del libro de Guénon "Apercus sur l'Initiation", quedarían fuera del marco del presente escrito y no es esta revista ( "La Destra") el medio más adecuado. No haremos más que señalar que existen algunas reservas que hacer en cuanto a las posibilidades que el Sr. Guénon toma casi exclusivamente en consideración. Él insiste en la necesidad de la vinculación, a través de una "cadena" determinada, con "una organización regular" dada, para la transmisión de una influencia espiritual". El Sr. Evola se refiere con esto casi con seguridad a una serie de consideraciones realizadas por él en un largo artículo titulado "Sui limiti della regolaritá iniziatica" ("Sobre los límites de la regularidad iniciática") y que apareció en una recopilación de escritos de diferentes autores reunidos en tres gruesos volúmenes, que tenían como título general "Introduzione alla Magia quale scienza dell io" ("Introducción a la Magia como ciencia del ego"). Estas consideraciones fueron firmadas como "Ea", un seudónimo de Evola, quien más tarde reconoció su paternidad en una entrevista publicada en el n" 1 de la revista "Arthos" , septiembre-diciembre de 1972. Ahora bien, ese artículo es un ataque declarado a los fundamentos de la teoría tradicional de la iniciación.

10. Uno de los pasajes citados por Evola (extraído de una carta del 25.7.1950), si se interpreta de una manera correcta, nos ofrece un curioso ejemplo de los ilogismos de los que nuestro autor no parece darse cuenta. He aquí el texto en cuestión (texto del cual traducimos la versión italiana de Evola): "En lo que concierne a la constitución de una Orden y de vuestro proyecto, no sabría verdaderamente qué decir, pues, si no es posible establecer una vinculación auténtica y regular, no se tratará más que de una asociación como tantas otras, e incluso aunque fuera considerado un cierto aspecto "esotérico", ello solamente podría dar lugar a un simple "grupo de estudios", sin que ello corresponda a ninguna realidad efectiva. No creo que, sean cuales sean sus intenciones, las asociaciones más o menos exteriores puedan desembocar en resultados verdaderamente serios, y, a mi        entender, más bien implicarían una pérdida de tiempo y de esfuerzos. En semejantes condiciones, sería preferible no hacer nada a limitarse a una especie de "simulacro".

¿Cómo es posible entonces, ante una afirmación de este género, sostener -como hará el Sr. Evola en el artículo siguiente- que R. Guénon, hablando de la acción de la élite intelectual, debía estar pensando en aquella "que ejercían antaño -aunque en un sentido opuesto, pues tenían como objetivo la subversión- las llamadas "sociedades de pensamiento", hasta la Revolución francesa y al margen de la Masonería"?

11. Debe comprenderse la afirmación que acabamos de hacer en un sentido muy relativo. En el dominio tradicional, la "práctica" (o el aspecto "operativo" y "metódico") es una rigurosa consecuencia de la doctrina, no siendo en el fondo sino la aplicación de ésta a un nivel determinado; en consecuencia, si no se la acepta como lo que es, no se aceptan ya, de la Tradición, los contenidos doctrinales. Confróntese, a propósito de ello, el pasaje siguiente de R. Guénon ("Oriente y Occidente", "Constitución y papel de la élite" , p. 177): "Por otra parte, las cuestiones de método, aquí, dependen estrechamente de los propios principios; es decir, tienen una importancia mucho más considerable que en cualquier otro dominio, y consecuencias también mucho más graves que en el dominio científico, donde sin embargo están lejos de ser despreciables".

12. Interpretamos este último adjetivo como una verdadera insinuación maliciosa, puesto que sobreentiende que R. Guénon ha podido hacer pasar como propias ideas que tienen un origen tradicional y que provienen de oriente; ahora bien, al final del prólogo a su "Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes" (que fue además su primera obra) Guénon decía textualmente: " ... pero algunas indicaciones sobre el pensamiento oriental pueden hacer reflexionar a algunos, y este simple resultado tendría, por sí mismo, una importancia insospechada. Por otra parte, incluso aunque este objetivo no se alcanzara, todavía tendríamos otra razón para emprender una exposición de este género: sería la de reconocer en cierto modo todo lo que intelectualmente debemos a los orientales, y de lo cual los occidentales jamás nos han ofrecido el menor equivalente, siquiera parcial e incompleto".

13. La última reserva puede eventualmente aplicarse, con las necesarias adaptaciones, también a aquellos que, habiendo recibido -durante la vida de R. Guénon- algunas cartas suyas, pensaran erróneamente que, por el solo hecho de haber mantenido con ellos una cierta correspondencia, aprobaba sus "particulares concepciones" ...

14. Puesto que el Sr. Evola, en un cierto punto de su artículo, se apresura a informar a sus lectores que R. Guénon, habiendo sido "alérgico a todo lo que es política en un sentido estricto" -ya que pensaba que no existía "ningún movimiento al cual podía adherirse"- "consintió (. .. ) excepcionalmente en que algunos extractos de sus escritos llevando su firma fueran publicados bajo forma de artículos en una página cultural (. .. ), el "Diorama", del periódico "Régime fascista" de Crémone", le recordaremos que también algunos artículos del Maestro masón R. Guénon aparecieron en la publicación ... antiínasónica "La France anti-maconnique'', lo que prueba la poca importancia que concedía a las "etiquetas" modernas y cuán poco se sentía ligado a ellas. Por otra parte, sus intenciones en esta ocasión eran muy claras; lo sabemos por una observación que se encuentra en una carta que envió a uno de sus corresponsales y que justamente trataba del ofrecimiento a colaborar en el "Regime fascista" que le hizo Evola. Esta carta está datada el 27.1.1934, y dice a propósito de ello: "Quizá todo esto sea un esfuerzo vano, dada la mentalidad de esta gente, pero igualmente es posible que algo llegue a algunas personas susceptibles de comprender".

15. Que nadie se asombre de esta expresión, atribuida al Sr. Evola: "hace falta algo más que un confuso, tanto como presuntuoso, "tradicionalismo" para estar efectivamente    vinculado a esos principios que hacen de alguien: un hombre no moderno".

Contrariamente a lo que ocurre en los escritos de Evola, donde las palabras "tradición" y "tradicionalismo" son empleadas de un modo casi indiferente, nos servimos aquí del término "tradicionalismo" a propósito y con un objetivo muy definido. Nos referimos en efecto al siguiente pasaje de R. Guénon: " .. .la idea misma de la tradición ha sido destruida hasta tal punto que quienes aspiran a encontrarla no saben ya a donde dirigirse, y no están sino demasiado dispuestos a aceptar todas las falsas ideas que se les presenten en su lugar y con su nombre (. .. ) Aquellos de quienes acabamos de hablar pueden ser calificados propiamente de "tradicionalistas", es decir, son aquellos que solamente tienen una especie de tendencia o de aspiración hacia la Tradición, sin ningún conocimiento real de ésta; se puede medir con ello toda la distancia que separa al espíritu "tradicionalista" del verdadero espíritu tradicional, que por el contrario implica esencialmente un tal conocimiento, y que en cierto modo no hace sino uno con este mismo conocimiento" (El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, pp. 204-205).
 

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