Una de las cuestiones que suscita siempre imprecisión en su concreción es el tema del nacionalismo, sobre todo en España, donde al revés que en la mayoría de los pueblos de Europa la palabra se refiere en principio más a los micronacionalismos periféricos que no a la propia España, donde nunca fue fuerte el nacionalismo al estilo moderno, quizá debido a lo que algunos denominarían sin rubor atraso secular en adaptar tarde y mal las ideas emanadas de la Revolución francesa. Menos aún sería cuestión de hablar de nacionalismo a la moderna en Castilla, donde, como recordaba Miguel Delibes, los castellanos tan solo se sienten vagamente españoles. Eso no obsta a la existencia de minúsculos grupos que se reclaman de nacionalismo castellano, por imitación bastante simiesca de los micronacionalismos periféricos, y dando al adjetivo castellano un sentido abstracto, bastante divagante que se corresponde poco o nada con lo que con cierta precisión se podría denominar castellano de acuerdo a las singularidades históricas.
Es interesante a este respecto el análisis que desde un punto de vista tradicional hace Jacques du Perron, en el capítulo VIII de su libro: DÉCADENCE ET COMPLOT. Droite et Gauche. Tradition et Revolution. Tome II. Éditions Godefroy de Bouillon. Paris 1998, que se trascribe íntegramente traducido al castellano.
Propone el autor unas aproximaciones al fenómeno nacionalista bastante ilustrativas, asi: " Los orígenes plebeyos del nacionalismo le transmiten numerosos caracteres que resultan de la psicología de las masas. "El nacionalismo no tiene teoría, a penas un programa: tiene antipatías potentes, aspiraciones vigorosas; es instintivo, pasional, sacudido por impulsos furiosos. ". Una caracterización que no es en absoluto extraña a los habitantes de la península ibérica, donde se sabe ahora mismo no solo de impulsos furiosos sino también criminales, convenientemente camuflados como guerra de liberación nacional, faltaría más.
Prosigue con su caracterización del moderno nacionalismo: “encuentra un terreno eminentemente favorable en las muchedumbres democráticas a las cuales da a la ilusión de ser los dueños de sus dueños; y al introducir el procedimiento de la delegación, da esta ilusión un color jurídico que place a las masas que luchan por sus "derechos." O también este otra: "las masas se divinizan ellas mismas instituyendo el culto de la Nación." El siglo XX y al parecer también el XXI ha tenido y sigue teniendo sobradas muestras de las masas siguiendo histéricas sus banderas y consignas lo mismo en Nürmberg que en Bilbao o en Tirana.
El nacionalismo aspira a su estado nacional, faltaría más, ya que los privilegios de supremacía racial, no solamente esgrimidos por un Sabino Arana sino también por catalanes como Pompeu Fabra y otros conspicuos líderes del nacionalismo catalán, aunque ocultado esto en lo posible tras la II guerra mundial; una más próspera situación económica y unos supuestos y horribles agravios históricos, que se pretenden comparar al genocidio armenio, judío o al gulag soviético, hacen perentorio en el discurso micronacionalista la exigencia inexcusable de un estado nacional fieramente independiente y ya, so pena de multiplicar crímenes y atropellos como tributo al ídolo nacional. De estado nos dice Jacques du Perron: Estado nacional, Evola pone de relieve la reducción de nivel espiritual, el paso de la calidad la cantidad, verdadero descenso al infierno, consecutivo al nacimiento del nacionalismo que se sitúa a nivel más bajo, el de la masa. "Es sobre esta masa que actúa el nacionalismo, por medio de mitos y sugestiones propios a galvanizarla, despertar instintos elementales, halagarlo con perspectivas quiméricas de primacía, de privilegios y de potencia. Cualesquiera que sean sus pretensiones de referirse una raza u otra, la sustancia del nacionalismo moderno no es un etnos, sino un demos, y su prototipo es el prototipo plebeyo suscitado por la Revolución francesa. "
En realidad el nacionalismo moderno, hijo de la Revolución francesa, es solo el primer paso hacia un internacionalismo global hacia cual ha tendido lo mismo el movimiento socialista que la alta finaza internacional. La pretensión igualitaria no solo pretende hacer tabla rasa de estamentos, privilegios y demás formas de distinción en una solo nación sino en el mundo entero. Pero en un mundo que siendo las pautas revolucionarias cada es vez más unitario, las diferencias económicas entre naciones y clases sociales cada vez son mayores, lo que hace cuestionarse al autor acerca de las intenciones ocultas de la Revolución: "¿Quiere verdaderamente establecer la igualdad? ¿O no es más que un señuelo destinado seducir a las muchedumbres?".
¿Cuál es entonces el verdadero fin de la Revolución? , la respuesta no deja lugar a dudas: "la revolución deseada es moral y espiritual, una anarquía por la cual todos los principios establecidos durante diecinueve siglos serán invertidos, todas tradiciones pisoteadas por los pies, y finalmente el ideal cristiano suprimido." Si tal es el objetivo de la Subversión, no puede faltar de manifestarse en todos los ámbitos de la existencia y particularmente en el ámbito religioso; se trata no solamente de luchar contra la Religión, sino de crear una contra-religión.
Y añade: el resultado lógico del pensamiento revolucionario que no ha dejado desde siglos de poner todo en cuestión, de combatir los fundamentos de las sociedades humanas, incluido del orden cósmico.
De acuerdo con esta visión: "el socialismo no es un programa de división de las riquezas, sino en realidad un método de consolidar y controlar la riqueza". Aunque hay todavía demasiada ignorancia e ingenuidad este respecto. La corriente mundialista, de la que nuestro autor opina que : es demasiado potente para que se la reduzca a la acción de simples idealistas, por numerosos que sean, está básicamente impulsada por la alta finanza internacional y el socialismo en sus diversas variantes y a nivel de sofismas intelectuales por la teoría del Caos de la que afirma taxativamente : La teoría del Caos sería a nivel filosófico lo que es el socialismo a nivel político. De hecho entre las hipótesis sófisticas de dicha teoría se encuentra una vaga solidaridad en base a la cual se propugna la liquidación de los viejos estados nacionales en pro del mundialismo, " mediante la revivificación de las fórmulas federativas y confederativas para sobrepasar el Estado-nación." En España se oye hablar mucho de eso, es al parecer la panacea de muchos micronacionalistas; de lo que no cabe duda sin embargo es que una balcanización de la península ibérica facilitaría mucho las cosas en pro de una rápida mundialización, sobre todo a la alta finaza internacional; probablemente detrás de todo esto haya fuerzas mucho más poderosas que los partidos micronacionalistas conocidos públicamente.
La Revolución, que según el autor comenzó mucho antes del episodio histórico de la revolución Francesa, precisa para sus fines una revolución a nivel pedagógica, de la cual dice: Conocer esta revolución pedagógica permite accesoriamente explicar el hecho paradójico de una subida constante de los créditos consagrados a la Enseñanza seguida por una reducción no menos continua de la calidad de los estudios. En efecto, no se trata ya de despertar los espíritus y de transmitirles un conocimiento, sino del transformarlos en instrumentos flexibles del futuro Orden mundial. De eso sabemos también un poco en España; ahora comienza precisamente una nueva etapa de dicha revolución con la formación para la ciudadanía.
El autor concluye este capítulo con la siguiente conclusión: En cualquier caso, podemos pretender, en virtud de todos los elementos de los que disponemos, que el reino de la Igualdad no es más que un objetivo secundario de la Revolución, su objetivo principal, pero oculto, consiste establecer un régimen totalitario que será la prefiguración de reino del Anticristo.
************* ANEXO *******************
Jacques du Perron, DÉCADENCE ET COMPLOT. Droite et Gauche. Tradition et Revolution. Tome II.
Éditions Godefroy de Bouillon. Paris 1998
Pp 285-318
Subjetivamente, el valor del imperialismo y la de su cercano padre, el nacionalismo, no son grandes." Pero objetivamente, parece que estas fuerzas pertenecen al reducido número de las que pueden aún tener en fracaso el socialismo.
"Vilfredo Pareto"
“el mundo se unifica, no se une. “
Abel Bonnard
Ahora, tenemos el Estado mundial. Y las Ceremonias del Día de Ford, y los cantos en común, y los Oficios de Solidaridad.
Aldous Huxley
Capítulo IX
NACIONALISMO E INTERNACIONALISMO
1. LA REVOLUCIÓN
Después de la Revolución francesa la Derecha y la Izquierda van a dividirse en varias corrientes divergentes. La Izquierda, hija espiritual de la Revolución que se la puede considerar como una poderosa fuente de energía, va a heredar una prodigiosa fuerza de expansión. Entonces la madre y la hija, que es a menudo difícil distinguir, van a suscitar todos los trastornos políticos de los tiempos moderno: 1830, 1848,.1870 (La Comuna), 1917. Con la socialdemocracia alemana (1869) la Izquierda va a crear el primer partido político de la historia que solo había conocido hasta entonces facciones y el tentativas sin mañana de los Jacobinos. Por último, y es lo más importante, va a inventar una nueva religión o una contra-religión, una religión secular - cualquiera que sea el término conveniente -, destinada colmar el vacío espiritual que creó destruyendo la religión en el espíritu de las masas: esta será la ideología, alianza sorprendente, debida Karl Marx, entre el materialismo del siglo XVIII, el idealismo utópico, y el milenarismo de las sectas heréticas, alianza colocada bajo la égida de la Ciencia, nuevo ídolo de los tiempos modernos. El marxismo, personificación de la Izquierda como religión, estaba destinado a conquistar la tierra entera; pero no consiguió unificar completamente la Izquierda, que, desafiando toda autoridad, lleva en ella todos los gérmenes de la división y la discordia.
Se pueden en efecto, con Jean Defrasne (1), distinguir tres izquierdas salidas de la Revolución francesa: las de la Libertad, de la Autoridad, de la Rebelión. El primera, inspiradora del Girondinos, va a dar nacimiento al liberalismo. Si los liberales, como consecuencia del proceso de "siniestrismo" se sitúan hoy a la derecha sobre el tablero político, no era lo mismo en el siglo anterior. "El liberalismo, escribe René Rémond, aparece, en el siglo XIX, como una doctrina subversiva. Y, de hecho, es una fuerza propiamente revolucionaria cuyo impulso implica el rechazo de las autoridades, que condena a todas las instituciones que sobrevivieron la tormenta de la revolución, y lleva en él la destrucción del orden antiguo. "(2) No olvidemos que son los liberales los que prepara y comienzan las revoluciones antes de ceder el lugar hombres más radicales. La segunda izquierda, la de los Jacobinos, es autoritaria; inspira una corriente, ejerciendo una gran influencia, que coloca todas sus esperanzas en un fuerte Estado, único capaz de realizar la utopía socialista -el resultado natural de esta corriente que es la dictadura del Proletariado. Finalmente la tercera izquierda, la de la Rebelión, presenta en los enrabiados y en Babeuf, generará la izquierda revolucionaria y el anarquismo.
Es útil completar la clasificación de Jean Defrasne por la visión cronológica de las izquierdas debida Georges Lefranc (3), que hace resaltar la evolución de la Izquierda como carrera a los extremos. Georges Lefranc, que escribe una historia de las izquierdas lo mismo que René Rémond escribe una historia de las derechas, distingue cuatro períodos que suceden en el tiempo –cada período por la preeminencia de una tendencia de la Izquierda. Son las de la izquierda liberal (1804-1880), de la izquierda anticlerical y democrática (1880-1905), de la izquierda socialista (1905-1917), de la izquierda comunista (1917-?). Así aparecía claramente la tendencia a la radicalización, al extremismo, de la Izquierda - tendencia en resumen natural para una fuerza revolucionaria. De los liberales de 1789, amasados de buenas intenciones, partidarios de los derechos del hombre, se concluye en los tiranos inhumanos de los regímenes comunistas del siglo XX, pasando por los demócratas "comedores de curas".
La izquierda liberal hace excepción: no se radicaliza, al contrario se humaniza a tal punto que se vuelve conservadora. Curioso fenómeno que se explica por el desarrollo de la historia. Los burgueses liberales, que habían desencadenado la Revolución de 1789, retornaron al poder algunas décadas más tarde - muy naturalmente se convirtieron en conservadores en tanto que partidarios del nuevo orden burgués. Gracias a la Monarquía de Julio, expresión perfecta del reino de la Burguesía, el liberalismo va a transformarse en orleanismo que no se sabe ya cómo calificar: ¿falsa izquierda o falsea derecha? El orleanismo va a mantenerse todavía hasta nuestros días llegando a ser lo que Julius Evola nombró la "derecha económica" que en efecto se sitúa a la derecha de los partidos de izquierda, sin ser por tanto derecha.
En consecuencia de la traición de la burguesía, la Revolución va a colocar todas sus esperanzas en el Proletariado. La Izquierda en adelante va a defender la causa de los desheredados y explotados - esta posición adoptada, confiriéndole al mismo tiempo una justificación cuasi-sacramental, va a garantizarle una influencia y una radiación universal. Al crear el mesianismo del Proletariado, la Izquierda prolonga el mesianismo de los movimientos milenaristas de la Edad media. El mérito de Karl Marx consistirá en aprovechar esta oportunidad; según una frase célebre, el busca la Revolución y encuentra el Proletariado, no al contrario. Con del tesis de la dictadura del Proletariado, el marxismo se volverá el representante oficial de la izquierda autoritaria y triunfará al imponerse a sus competidores. "El marxismo permanece después de 1870 la única corriente ideológica coherente del socialismo." Sólo anarquismo le disputa el lugar con éxito pero en zonas muy limitadas (...) . Hasta 1917, el marxismo seguirá siendo la ideología oficial de todos los partidos socialistas continentales. "(4)
Después de la Revolución de Octubre el marxismo va a dividirse en dos grandes esferas de influencia:" la esfera de influencia comunista y la esfera de influencia socialista, que se mantiene hasta este día. Se podría mantener que el socialismo no es más que un marxismo edulcorado, más reformista que autoritario, pero el ejemplo del régimen socialista sueco viene a contradecir esta aserción puesto que se pudo hablar a su respecto de nuevo totalitarismo.
En cuanto a la izquierda de la Rebelión, muy minoritaria, aún está representada hoy por los anarquistas a los cuales se podría adjuntar los Trotskistas. "Ciertos anarquistas consideran que son ellos los socialistas más auténticos y los más consecuentes." (5) ¿Cómo no darles razón? El anarquismo es el resultado lógico de la Revolución que destruyó la Realeza y la Religión, que desafía a toda autoridad apropiándose de la divisa de los anarquistas: "ni Dios ni amo".
Comparada la Izquierda triunfante que no dejó de progresar desde la Revolución francesa y que gobierna ahora nuestro planeta por regímenes liberales o comunistas interpuestos, la Derecha presenta la triste cara de la decadencia. Más bien que hablar de división en distintas corrientes, sería más realista pronunciar la palabra de desaparición; en efecto la verdadera derecha, la derecha tradicional, desaparece con el conde de Chambord, al final del siglo XIX . Ciertamente se encuentran aún hoy día los tradicionalistas, los monárquicos, pero la derecha tradicional ha dejado de existir como fuerza política - Evola afirma que se ha mantenido en Austria hasta la víspera de la segunda Guerra Mundial. ¿Cómo podría ser de otra manera en un mundo fundamentalmente antitradicional? Esta es la razón por la que la distinción establecida por René Rémond entre tres derechas se revela finalmente bastante superficial: útil como instrumento de análisis, no va al fondo de las cosas pero sigue siendo válida a nivel parlamentario... Así, no se puede contestar que hasta al principio de la III República, los legitimistas, los orleanistas, los bonapartistas, forman la derecha de la Asamblea. La primera derecha, la derecha legitimista, va pues a desaparecer, en cuanto a los otras dos: el orleanismo y el bonapartismo, estas no son, lo hemos visto, más que falsas derechas.
¿Por qué falsas derechas? Es lo que sería necesario explicar. Hemos visto que la Burguesía revolucionaria se convirtió en conservadora después de apoderarse del poder en 1830. Así toma nacimiento el orleanismo que no es más que un avatar del liberalismo, expresión de la filosofía burguesa. Por lo que se refiere al bonapartismo, el estudio de sus orígenes se muestra suficientemente aclarador. Bonaparte era un Jacobino, como lo prueba su actitud hacia la Iglesia y la Realeza, pero un Jacobino pragmático que, para realizar el sueño de Estado centralizador, a debido transigir con la sociedad de su tiempo, de donde la firma del Concordato y la creación de una nueva nobleza. El bonapartismo, nacido de la Revolución francesa, es un cesarismo plebeyo que toma apoyo sobre las masas populares - no podría ser más anti-tradicional. Napoleón III juzgó muy bien la acción de Napoleón I. "Mató al Antiguo Régimen restableciendo todo lo que este régimen tenía de bueno. Mató el espíritu revolucionario haciendo triunfar los beneficios de la Revolución. "(6) Es pues imposibles considerar el bonapartismo como un verdadero partido de derecha, incluso si se convirtió en conservador (¡pero no reaccionario!)" y si figura a la derecha del tablero político. El fenómeno de las falsas derechas puede explicarse por el conservatismo natural de los pueblos que repugnan el cambio – no siendo la Revolución más que una crisis artificial suscitada por los complots (o conspiraciones). Una sociedad, so pena de hundirse en la anarquía, no puede vivir sin un partido conservador, un partido del orden. Debido al "siniestrismo", propio Francia, pero que tiende ahora extenderse al mundo entero, los partidos políticos situados hoy a la derecha solo son antiguos partidos de izquierda. Los liberales, revolucionarios en el siglo XIX, se consideran en el siglo XX como gente de derecha.
Notas
(1) Cf. J. Defrasne, La Gauche en France de 1789 á nos jours.
(2) René RÉMOND, Introduction á 1'histoire de notre temps siécle, p.96.
(3) Cf. G. Lefranc, Les Gauches en France 1789-1972.
(4) Jean TOUCHARD, Histoire des idées politiques, p.314.
(5) Daniel GUÉRIN, L'anarchisme, p.47.
(6) NAPOLÉON III cité par J.C. Petitfils in La droite en France de 1789 á nos jours, p.47.
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