lunes, 4 de febrero de 2008

LAS TRES REVOLUCIONES. Tage Lindbom (2. Revolución Rusa)

EL FRACASO DE LAS DOS GRANDES REVOLUCIONES

La última gran esperanza en el mundo ateo es la revolución. La Revolución francesa de 1789 proclamó al individuo libre y, al mismo tiempo, al ciudadano libre. El hombre es el gran sujeto; el mundo, el objeto y campo de experimentación, terreno de conquista. Pero aquella revolución no trajo la solución definitiva. El mundo continuó siendo una dualidad, tensión entre hombre y materia, entre individuo y sociedad, entre lo espiritual y lo material.

Ante estos dilemas, la Revolución rusa de 1917 nos prometió dar una respuesta. Con ayuda de la dialéctica hegeliana, se nos explicó que el hombre liberado de toda enajenación y alienación reconquistaría en la sociedad comunista su puesto como hombre total y primordial. Con el comunismo el hombre llega a ser a la vez individual y universal, hombre singular y hombre social. El hombre es libre y también miembro del "kosmos". Para hablar en lenguaje marxista, el hombre y la sociedad constituyen una unidad dialéctica.

Ahora bien, estos revolucionarios, los jacobinos, y los bolcheviques, ambos estaban orientados contra lo institucional. Ambos destruyeron las instituciones sociales, políticas y económicas. Las clases sociales, los gremios, la propiedad privada, todo fue destruido. ¿Pero era esto la solución definitiva del "Reino del Hombre"? ¿Salió de estas revoluciones el prometido "hombre nuevo"? Después de dos guerras mundiales y todos los sufrimientos que hemos tenido que vivir, hay motivos suficientes para formular esta pregunta.

Tras la segunda guerra mundial, se hizo cada vez más claro para los ateos, para los partidarios del "Reino del hombre", que todas las reformas y revoluciones, que solamente habían destruido las instituciones externas, eran insuficientes. Porque, ¿el sufragio universal hace a todos los hombres iguales? ¿Se hace el hombre verdaderamente libre e igual por la socialización? Apenas nada.Por ello cada vez se alza más fuerte la exigencia de que para la verdadera libertad e igualdad es necesaria una tercera revolución, la revolución interna. ¿No tienen, por ejemplo, los jóvenes y los niños los mismos derechos en el fondo que los adultos? Pero, ¿quién puede autorrealizarse mientras exista y domine la autoridad paterna? ¿Puede el hombre, en general, ser libre e igual mientras no haya una total igualdad entre los sexos?

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