martes, 17 de enero de 2017

GIOVANNI PONTE: DIEZ AÑOS DESPUES

GIOVANNI PONTE: DIEZ AÑOS DESPUÉS

Diez años han transcurrido ya desde que René Guénon escribió sus últimas páginas, y el carácter irreemplazable de su obra aparece hoy aún mejor que entonces. Diremos incluso que en realidad esta obra no tiene que ser reemplazada; ella está ahí, acabada, su autor ha cumplido su función de una manera ejemplar, en el verdadero sentido de la palabra. A los que quedan les incumbe cumplir el suyo propio también, y, si han seguido el esfuerzo de "rectificación" y el combate incansable  que ha llevado René Guénon en su vida y en su obra, combate para el cual sacaba la fuerza y encontraba la dirección allá donde toda oposición está resuelta, les resta proseguir ese "combate con el caos de las formas", según sus propias posibilidades y aprovechándose de la dirección que les ha sido indicada.
¿"Y ahora, qué hacer?", ha podido preguntarse hace diez años, en el momento de trastorno muy comprensible provocado en algunos por la desaparición de René Guénon. Hay mucho que hacer sin duda, hoy como entonces, comenzando por sacar las consecuencias formidables que se desprenden de su obra para cualquiera que en ella penetre aunque sólo sea un poco. Es cierto que, forzosamente, una actuación comporta peligros de errores o incluso de desviaciones; pero éstas no hacen sino traducir los límites, a veces no aparentes, de la posibilidad de comprehensión inicial, de manera que en todo caso, en el fondo, cada uno cumplirá su función, la diferencia existiendo solamente entre los que la cumplen conscientemente y los que se ilusionan.

Estas consideraciones nos recuerdan por otra parte, que la lucha contra el error debe ser continuada, puesto que la ilusión no está definitivamente vencida, agotada. Un simple asentimiento de principio –por la razón y el sentimiento- a la obra de Guénon es ciertamente ya mucho; pero no es más que un instrumento previo con vistas a la función que resta por cumplir y de la realización que su cumplimiento debe permitir. Evidentemente, estar de acuerdo "en principio" no basta, y, por otro lado, combatir la oposición ilusoria a la verdad puede muy bien suponer un soporte operativo para realizar la superación de las oposiciones.

No tenemos la intención de examinar aquí, incluso de manera sumaria, el conjunto de los errores producidos acerca de la obra de René Guénon, o de las deducciones defectuosas que se  han sacado en estos diez años, durante los cuales el autor ya no estaba ahí para responder ni para servirse de los ataques mismos hechos contra él para aclarar nuevos aspectos de la Verdad. Dejarems especialmente de lado los ataques groseros  como aquellos de los que todavía se trató 1 en el número de mayo-junio de 1960 de esta revista; para ver hasta que punto tales empresas son miserables, sin duda no es necesario, como se ha visto apoyarse sobre una comprehensión de orden esotérico, y, a propósito de cosas de este género(que desgraciadamente no son nuevas), nos contentaremos con transcribir la conclusión de la respuesta de René Guénon a las observaciones malvadas de los "Etudes Carmelitaines" 2 acerca del Symbolisme de la Croix : "...¡buena manera de defender el Cristianismo! Las gentes así no pueden evitar el intentar suprimir todo lo que les sobrepasa; pero harán bien, pues ellos no sabrían lograr la Verdad  es demasiado alto para ellos" (E. T., 1934, p. 42).

   Sin duda es bueno denunciar cosas de este género; pero querríamos ahora dirigir más bien nuestra atención sobre otros errores de interpretación menos fácilmente discernibles quizás a primera vista, incluso para lectores que tengan cierto conocimiento de la obra de René Guénon.
Expliquémonos: como esta obra va directamente al encuentro de las tendencias fundamentales inherentes a la mentalidad del medio en que vivimos, no hay que sorprenderse si ese medio, que es el instrumento del espíritu antitradicional, se esfuerza, si así puede decirse, por "neutralizarla" actuando a través de las "fisuras" que pueden existir, según los casos, en la individualidad de los que se dicen "guenonianos".

Esas "fisuras" pueden ser de géneros muy variados; René Guénon, en Oriente y Occidente hace alusión por ejemplo a los espíritus "temerosos e inquietos" de los que no veía que partido podía sacarse, añadiendo firmemente: "aquel que no es capaz de mirar toda verdad a la cara , aquel que no se siente con la fuerza para penetrar en la "gran soledad", aquel no podría ir muy lejos en este trabajo metafísico del que hemos hablado , y de lo  cual el resto depende estrictamente"3 .En el mismo lugar, se ocupa también  de "los que tienen en ellos mismos una confianza excesiva", en lugar de ponerla "en algo más elevado que su individualidad... , en esos estados superiores cuya conquista total y definitiva puede ser obtenida por el conocimiento metafísico puro" 4. Se dirá que esas son cuestiones de actitud, que no tienen  relación directa con las falsas interpretaciones de una doctrina tradicional. Pero no es menos cierto que tales defectos de actitud general, de los que acabamos de recordar dos ejemplos típicos, condicionan y a veces determinan las concepciones y las interpretaciones de los afligidos por ellos. Especialmente, sería fácil mostrar la relación existente entre la confianza excesiva y el apego inmoderado al propio "yo" por una parte, y por la otra, una interpretación cómoda de la doctrina concerniente al "Sí", confundiendo en la práctica el dominio individual y el dominio metafísico, y  evitando la sumisión a medios exteriores de los que se habría realizado su naturaleza "ilusoria". No es que René Guénon haya omitido el señalar este género de error: pero es un recurso  natural que logra frecuentemente poner "entre paréntesis", incluso sin advertirlo, lo que no cuadra con la opinión que uno se ha hecho. ¿No se ha visto últimamente presentar el estudio de Guénon como impulsando a una apreciación entusiasta de escritos procedentes de un "Zen" cuyo carácter progresista y humanitarista muestra suficientemente su degeneración? 5

Otra equivocación, quizás no menos insidiosa, es el apego no al propio orgullo seudointelectual, al propio "yo" particular, sino a un mundo psíquico correspondiente al propio medio de origen. Todavía en Oriente y Occidente, René Guénon denunciaba especialmente el peligro de "cierto sentimentalismo" que solo podría impulsar a no recurrir sino a medios puramente occidentales"6. Este sentimentalismo, reforzado por el celo interesado de algunos, parece representar justamente una fisura de las más importantes para la neutralización de la voluntad de buena parte de los que estarían decididos a sacar todas las consecuencias de la obra de René Guénon; este punto merece que nos detengamos un poco.

  Es este sentimentalismo pro-occidental de intención, pero muy poco provechoso para el Occidente en realidad, el que ha hecho posible para cierto número de guenonianos el "poner entre paréntesis" cosas que René Guénon ha dicho y repetido constantemente a través de todo el desarrollo de su obra; que "la élite intelectual... es verdaderamente inexistente en Occidente"7;  que "el elemento interior... falta actualmente" a la "tradición religiosa del Occidente"8, que "el verdadero espíritu tradicional, con todo lo que implica, sólo tiene representantes auténticos en Oriente"9; que "la élite existe todavía en las civilizaciones orientales, y...subsistirá...hasta el final...para guardar el depósito de la tradición que no podría perecer" mientras que "en Occidente, por el contrario, la élite ya no existe actualmente"10; que desde la época de la guerra de los Treinta Años "el depósito del conocimiento iniciático efectivo no es ya guardado realmente por ninguna organización occidental: todo lazo instituido conscientemente por medio de organizaciones regulares está actualmente roto, y es así desde hace ya varios siglos"11; que "para el mundo occidental, no hay ya "Tierra Santa" que guardar, puesto que el camino que allí conduce está enteramente perdido en adelante"12; que en Occidente se comprueba "la decadencia de la doctrina religiosa"y "la pérdida total del esoterismo correspondiente"13; que ,siempre en Occidente "las iniciaciones  pertenecientes a distintas categorías que las artesanales""han desaparecido completamente desde hace largo tiempo"14; que, incluso teniendo en cuenta la subsistencia de "algo"de ciertas formas de iniciación cristiana  -de las que René Guénon muestra que las conocía- el Cristianismo "en su estado actual, no es ciertamente otra cosa que una religión, es decir, una tradición de orden exclusivamente exotérico, y no tiene otras posibilidades que las de todo exoterismo"15 ; que, en fin, según lo aparecía ya en 1948,en medios católicos se iba a "preparar la constitución de un nuevo seudo-esoterismo, de un género algo particular, destinado a dar una apariencia de satisfacción a los que no se contentan ya con el exoterismo, aun disuadiéndolos del esoterismo verdadero"16

Nos hemos limitado a mencionar aquí muy rápidamente esos pasajes para memoria, y los lectores de Guénon no tendrían dificultad en encontrar otros análogos, tales cuestiones estando por otra parte estrechamente ligados a la perspectiva general de todo el conjunto de su obra. Todo ello es tan neto que, si es cierto que las interpretaciones más singulares no deben sorprender, se puede igualmente encontrar extraordinario que algunos hayan llegado prácticamente a desconocer totalmente el alcance de la posición de Guénon sobre este punto importante, no viendo ahí sino una vertiente totalmente desdeñable y periclitada de su obra.

Si, como decimos, este "olvido" se ha vuelto posible por las inclinaciones sentimentales de las que hablaba Guénon en el pasaje citado anteriormente, hay que decir también que otras confusiones han desempeñado una función importante a este respecto, y estimamos que sería muy útil disiparlas. Una confusión capital consiste en el hecho de sustituir la significación verdadera de los términos empleados en los escritos de Guénon, por otra significación acomodada a la mentalidad profana, lo que, por otra parte, no es ciertamente fácil de evitar. Si, por ejemplo, alguien se hace del esoterismo una idea eminentemente libresca, si se cree que su base necesaria está constituida por largos estudios sobre ciencias muy complejas (tradicionales, bien entendido), si se cree que pobres iletrados no pueden ser verdaderos iniciados 17, entonces hay que admitir que el Occidente no es inferior al Oriente desde el punto de vista del estado de la Tradición, y la oposición misma de estos dos términos, que para Guénon eran casi sinónimos de "profano" y de "tradicional", no tiene ya por qué presentarse. Con los libros de Guénon por una parte, y lo que resta de los datos tradicionales occidentales de otra, se puede evidentemente construir una "élite" de los más sabios 18, cuyo "esoterismo" sería por otra parte algo sobreañadido, una suerte de perfeccionamiento moral y espiritual de lo que puede ser recibido por la religión.

 Lo que no se comprendería bien en esta perspectiva, es la necesidad afirmada por Guénon 19, del  apoyo de intermediarios con el Oriente, incluso simplemente en la fase preliminar de la constitución de la élite en Occidente, para la asimilación del espíritu tradicional verdadero y para poder recibir a continuación una ayuda más directa del Oriente, sola ayuda que tornaría concebible el mantenimiento autónomo de elementos tradicionales propiamente occidentales.

 En realidad, la élite tradicional de la que habla Guénon es la que comprende en su seno a unos seres que han pasado, por la realización metafísica, más allá de toda limitación individual; para éstos solamente la influencia suprahumana, única que puede restituir el orden verdadero al mundo humano -en el macrocosmos como en el microcosmos- actúa de manera efectiva, por la simple razón de que han actualizado en ellos mismos los estados del ser superiores al estado humano. Y no hemos hablado aquí todavía de lo que es más importante, de esta totalización del ser en el Hombre Universal que sostiene y ordena todos los mundos. Es esa élite la que está siempre presente en Oriente y que ya no existe desde hace largo tiempo en Occidente; René Guénon no tenía ciertamente necesidad de recurrir a relativos servicios de "información" para saberlo, y, al mismo tiempo, es precisamente a esta élite verdadera a la que es preciso unirse de nuevo, más o menos directamente, para hacer un trabajo efectivo en el sentido que él ha indicado 20

Esta perspectiva, que está sin duda muy lejos del punto de vista profano, y extraña a la mentalidad occidental 21, es simplemente normal para los Orientales. La idea de que la mediación entre el mundo humano y los principios verdadero no puede operarse realmente más que por seres que han realizado efectivamente los estados suprahumanos o que están en contacto con la "Voluntad del Cielo", puede encontrarse fácilmente en las doctrinas hindú, extremo-oriental e islámica; Además, podrían citarse nombres de seres que, precisamente en nuestro siglo, han mostrado exteriormente que cumplían esta función; incluso allá donde la forma tradicional presentaba una distinción entre esoterismo y exoterismo 22. Por otra parte, la potencia espiritual irradiante de esta élite, que en Occidente se imagina a veces confinada "en las nubes", da la posibilidad de una relación consciente a millares de individuos, cuya cualificación está al menos representada por esta participación casi natural en el espíritu tradicional que es tan difícil restablecer entre los Occidentales, incluso cuando se despierta en ellos una aspiración iniciática 23

Esperamos que estas observaciones ayudarán a comprender mejor el alcance de afirmaciones de René Guénon como las que hemos citado anteriormente, y a comprender que sería la mayor equivocación el no tenerlas en cuenta en el trabajo a cumplir sea que se considere una revivificación de las formas tradicionales occidentales, sea que se encare la eventualidad de una intervención más directa del Oriente tradicional, conforme a la "segunda hipótesis" de René Guénon 24 No podemos por otro lado tocar aquí más que algunos puntos entre los que nos parecen dar motivo para una primera reflexión. Por lo demás, diez años tras la muerte de René Guénon, el trabajo para quitar de en medio la barrera formada por los equívocos y los prejuicios, trabajo a rehacer frecuentemente dado el medio en que estamos, y que, esperamos podrá proseguirse, es una vez más el punto de partida obligatorio si se quiere procurar abrir, en la medida de las propias posibilidades, las vías de la Verdad.   
    
 NOTAS

1. Publicado en   Études Traditionnelles, janvier-février,1961.
2. Por los Padres Dominicos H. Cornelis   y A. Leonard, en  La Gnose éternelle, collection Je sais, Je crois.
3. Oriente y Occidente, 2ª Ed., p. 222.
4. Ibid., p. 222-223.
5. Se trata de temas que se repiten, por otro lado, con demasiada insistencia para no ser el fruto  de una misma corriente de caricatura de las ideas tradicionales: se trata del empleo abusivo de enunciaciones metafísicas con vistas a la afirmación de un pretendido "advenimiento del hombre interior". Desprendido al fin  de las obligaciones tradicionales exteriores, reconocidas como buenas, eventualmente, para otras épocas. Lo que es más inquietante son las tentativas de precisar "métodos" para suscitar este "advenimiento", constituyendo un sedicente "esoterismo moderno" que, bien entendido, por definición misma, no podría ser otra cosa que un seudo-esoterismo.
6. Oriente et Occident, 2ª ed., p. 165.
7. Orient et Occident, 2ª ed., p. 171.
8. Idem, p. 195.
9. La Crise du Monde moderne, 2ª ed., p.33.
[1] Idem, p. 126-127.
10. Le Roi du Monde, 4ª ed., p.71.
11. Aperçus sur l´Esotérisme Chrétien, p.,25-26.
12. Le Regne de la Quantité et les signes des Temps, p.86.
13. Idem, p., 61.
14. Aperçus sur lÉsoterisme Chrétien, p. 25,26.
15. Initiation et Réalisation spirituelle, p. 102. En el mismo lugar, destacamos esta observación importante, añadida en nota: La incorporación de algunos elementos realmente tradicionales no impediría que, en tanto que "construcción" y en su conjunto, ello no sea más que un seudo-esoterismo. Estos recordatorios pueden encontrarse con más amplios desarrollos en un artículo que a ello está consagrado en el "Symbolisme" de julio-septiembre de 1960,p. 353. 
16. Argumento bizarro avanzado para negar que Jacques de Molay, último Gran Maestre de los Templarios, formara parte de una orden iniciática.
17. Señalemos de pasada un síntoma poco tranquilizador para los intérpretes de este tipo: muy recientemente la idea de esta pretendida "élite" occidental no ha dejado de ser explotada con complacencia, en escritos cuya inspiración subversiva es bastante evidente, donde se ha llegado hasta afirmar que "mientras que la noche espiritual sumerge al Oriente", en Occidente la Edad de Oro ha comenzado ya (desde1877),reuniendo así las fantasías ridículas de los partidarios de la "Era de Acuario" y de la "nueva era". Apenas hay necesidad de recordar que nada es más contrario a las advertencias hechas por René Guénon en Le Regne de la Quantité y por otro lado, y además, según los datos tradicionales, el fin de un "Manvantara" debe necesariamente estar marcado por una ruptura en la continuidad temporal, con reabsorción completa de la humanidad actual en las modalidades sutiles. 
18. Ppor ejemplo, en Oriente y Occidente, 2ª ed., p.200.
19. Tanto más cuando, como ha sido observado, a falta de ese reanudamiento, incluso los elementos tradicionales subsistentes todavía no estarían al abrigo del peligro de ser utilizados para el juego del "adversario" mientras que, al contrario, la influencia de la élite verdadera garantizaría que incluso el juego del "adversario" sería utilizado siempre para un orden superior.
20. Se diría que los Occidentales han perdido toda idea de esta mediación normal entre el mundo humano y el "sobrenatural", y que  la han reemplazado por la "localización" de esta mediación en el personaje histórico de Cristo. Quizás es todo lo que de ello podían concebir en general, y esta especie de "exoterización" puede haber permitido la obtención de la salvación para gentes que llevan en la práctica una vida profana. Todo eso, bien entendido, está muy lejos del sentido original y universal del Cristianismo. Y si se habla de éste, notémoslo de pasada, nos parece bien irrisorio poner en relación como se ha hecho, la voluntad de Guénon de pasar en Oriente los últimos años de su vida y ¡su "falta de inclinación por el Cristianismo!
21. Esto contradice incluso en los hechos más evidentes la tesis según la cual el esoterismo, para ser tal, debe mantener oculta su existencia misma: tesis empleada para negar el carácter esotérico de la Masonería actual. Es una muy extraña transposición exterior  de la verdadera significación del secreto iniciático, con relación al cual, los secretos no pueden ser sino accidentales; podemos incluso añadir que cuando organizaciones esotéricas deben ocultar su existencia para mantenerse al abrigo de reacciones hostiles por parte de los exoteristas, ello es un pésimo signo para éstos.
22. Entiéndase que, en estos últimos años sobre todo, hay que tener también en cuenta la invasión de la occidentalización, en todas sus formas, lo que corresponde a las condiciones más y más desfavorables del fin del ciclo. Recordamos por otro lado, que, ya en Oriente y Occidente René Guénon señalaba que entre los Orientales (y el habla de los Orientales auténticos y conscientes de su función) iba a prevalecer la tendencia a aceptar transitoriamente los medios de Occidente para acelerar el final de su dominio aparente; esto puede corresponder también al agotamiento de las posibilidades ofrecidas por estos medios, y nos trae de nuevo a esta utilización del juego del "adversario" en el cuadro de un orden superior de la que se hablaba antes.    


23. Cf. Introduction générale a l´étude des doctrines hindoues, 4ª ed., p.308 y sig.                                               

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