sábado, 26 de abril de 2014

Principios de alquimia interior. Algunos sustitutos del maestro espiritual (J.Biés)


Jean Biès

RETOUR A  L’ESENTIEL

Quelle spiritualité pour l’homme d’aujourd’hui?

Delphica. L’Age d’Homme. Lausanne  2004

               

 

PRICIPIOS DE ALQUIMIA INTERIOR

I

ALGUNOS SUSTITUTOS DEL MAESTRO ESPIRITUAL

La verdadera antropología se aplica a la vez al conocimiento normativo y a la ciencia operativa. Por un lado, hay la comprensión y la asimilación de estructuras ontológicas y de modalidades  dela  Energética  divina al nivel de lo universal y de lo humano; de otra parte , la utilización de medios de metamorfosis de transmutación personal  que permite el muerte de viejo  " hombre " y la aparición del  hombre nuevo ".Después de haber tomado conciencia de las  condiciones de la época en que se vive, y  lograda la revolución intelectual capaz de darle las estructuras doctrinales y los principios basados en la  Philosophia perennis, el Occidental ansioso de vida interior deberá acompañar  esta formación teórica de un cierto conjunto de prácticas. Es este aprendido y este vivido quienes solos, felizmente conjugados, permiten   acceder a una espiritualidad que corresponde  a la vez a una visión del mundo, un modo de vida, una manera de ser, una aristocracia no hereditaria del sangre, sino del sentido dado a la vida.

Se debe admitir aún que la vida  tiene un significado. Esto es lo que los existencialistas le niegan, y vemos las  salidas desastrosas de la opción. El esencialismo sostiene otro discurso completamente distinto, para el cual no solamente la vida tiene  un sentido, sino que este sentido es  la Vida  misma, que tiene por nombres el Espíritu, lo Uno, lo Esencial, el Sí. Sin embargo, " si el Si no es conocido, la vida es inútil ", afirma  Shankara, quien agrega que el Si puede ser conocido desde esta vida. Nada sin duda es más contrario al ser humano  que intentar sobrepasarse en dirección a lo Absoluto; y nada es más imperioso sin embargo que este deseo de sobrepasamiento. El hombre tiene a bien  resistir a esta exigencia interna, quedar sordo a los mensajes, a los mensajeros a los que mata porque vienen de otra parte que de la humanidad: - alguna cosa nueva surgió  con el hombre, a  pesar de él, contra él y en él, lo invencible, aspiración tumultuosa, sellada en sus genes, a otra cosa en él y alrededor de él, que lo justifica a sus propios ojos, justifica el universo que lo rodea, justifica al Autor del hombre y del universo. Si lo Divino suscita la dualidad que separa al hombre de su Principio, y por ahí lo separa de él mismo, es al sólo fin que busque con  tanteos este Principio, a través del laberinto de las contradicciones y de las dispersiones, que encuentre la Unidad perdida, regrese allí. El Acto creador de lo Divino contiene implícitamente lo que reúne, devuelve toda cosa su origen; el hombre se reabsorbe en lo Supremo porque él mismo es idéntico a lo Supremo.

La tradición hebraica refiere  que todas las almas humanas vieron a Dios cara a cara antes de nacer aquí abajo, cuando residían en el Mundo ontológico donde ellas eran todavía como tantas chispas del Sol divino. El séptimo Cielo era el lugar sin lugar donde Dios se presentó a ellas, o ellas se presentaron a Él, y las unas a las  otras, antes de tomar cuerpo en tal época, en tal grupo étnico y religioso, y de asumir tal misión, tal destino. En su recuerdo aquí abajo de Lo que vieron, trabajan a reactualizar su estado primero, a unirse de nuevo con Dios. El " Sed fecundos y multiplicaos " del  Génesis, trivialmente interpretado de ordinario, es a tomar en el sentido de una multiplicación cualitativa de las vibraciones ascendentes, de una vivificación de los gérmenes divinos, hasta realizar la  infinita Totalidad, la Realidad transcendental e inmanente del ser humano 1

1. El precepto será repetido hasta la saciedad. Basilio de Cesárea , citado por Gregorio de Nacianceno, dice  que " el hombre es un animal que recibió la orden (o l vocación) de hacerse Dios ". El Sufismo menciona el imperativo según el cual el hombre debe hacerse el espejo donde Dios contemplará sus Nombres.

La misma tradición enseña que el fin de la vida es identificarse con Shekinah, la " prometida de Dios ", a la Omnipresencia divina, identificada a Shabbath del último Día. Por ella, el hombre se religa  a lo Transcendente, al Silencio del Santo de los Santos, al Señor mismo. Si su receptividad espiritual no es obstruida, el alma vuelve a ser la Esencia de la que ha salido, la "hija" de Dios, esta Sulamite que es "negra", (porque su receptividad ha sido quemada por el sol de la divina Tiniebla), pero que es "bella", (porque transfigurada en él). Este reposo en el seno de lo Supremo, que es Shabbath, tendrá como resurgencia cristiana la  hesiquia , la "tranquilidad", la "serenidad", la suspensión de los pensamientos y de las pasiones, el cese de toda actividad psico-mental, el sueño vigilante en la remembranza permanente de Dios. El corazón humano se hace aquí el punto de fusión del Infinito y de lo finito, la " morada de la Paz " donde se elabora el estado de no dualidad, el " templo de la Presencia real " donde le es posible al hombre de pasar de la "imagen" a la "semejanza" que es a la vez encuentro y participación, consentimiento libre, adhesión a Dios.

El último fin, - la "deificación", - es evidentemente muy raramente alcanzado; lo que no es una excusa suficiente para dispensarse de intentar algunos pasos. Si la "deificación" no es el lote más que de algunos hombres, la "salvación" les concierne a todos a un nivel más directo y más interesado.

No incumbe a nadie prejuzgar del destino póstumo de los individuos. Pero tenemos el a preguntarnos si los hombres que viven hoy aparte de toda práctica espiritualizante, limitando su existencia a preocupaciones contingentes hechas de arribismo, de codicia, de voluntad de potencia, han  alcanzado verdaderamente el estado humano, y si su devenir post-mortem no les dirige hacia uno de esos

estados llamados "periféricos" que designan los Limbos. La sociedad de consumo, fabricando por millones de los seres ávidos de tener y de gozar, fabrica millones de prêta  cuya supervivencia en planos  superiores está eminentemente  comprometida 1.

1 Los prêta son las "sombras" de los seres insaciables que han limitado su existencia terrestre a nutrirse y a reproducirse, y cuyo comportamiento no difiere casi del de los animales

Los que pretenden que " después de la muerte, no hay nada más ", dicen probablemente verdad, por lo menos en lo que les concierne, - en la medida en que no han intervenido en nada para que hubiera algo, es decir para despertar en ellos y comenzar a desarrollar el " cuerpo de inmortalidad”. No vemos ni por qué ni cómo seres que, cada día de su vida, habrían celebrado las nupcias de lo irrisorio y de lo vulgar sin hacer el menor esfuerzo para sobrepasarse un poco de cuando en cuando, merecerían obtener un estado cualquiera de beatitud. Hasta un renacimiento en el estado humano parece un privilegio desproporcionado con relación a una vida voluntariamente reducida a lo infra-humano.

 El Budismo insiste sobre la suerte de un nacimiento humano y en el hecho de que tal suerte raramente regresa. Eso es tanto como decir que no debe ser desperdiciada. Es aquí donde se comienza a divisar por qué las religiones proponen de medios de salvación, por qué los "mandamientos" están para ayudar al hombre a remontar hacia su origen reunificando los fragmentos de los que se compone, invitándolo al bien, haciéndole  evitar el mal, para hacer que el Rigor y la condenación eterna lo cedan a la Gracia y la  salvación. Es aquí donde se comienza a sospechar por qué tan es a menudo repetido de no dilapidar sus energías, de no satisfacer sus exclusivos apetitos, de no vivir por fuera de sí, sino al que hace falta al contrario incansablemente, sacar provecho de esta vida para ganar algunos grados en la evolución de su ser; aquí que se descubre en qué las condiciones del mundo moderno son monstruosidad pura que condenan al hombre al materialismo, le sustraen totalmente posibilidades de concentración y de unificación.

Los principios espirituales inculcados al hombre siempre tuvieron por objeto prepararle al más allá liberando los centros sutiles enterrados y olvidados, que son como las células-madres del " cuerpo de resurrección”. La supervivencia se merece, la inmortalidad se conquista. Se trata de suscitar en sí una vida segunda, capaz de atravesar a la muerte, de subsistir independientemente de todo organismo y soporte físico, de resistir a las degradaciones y las disoluciones sucesivas, una vida la más autónoma posible, que no debe más que a sí misma el existir y atraviesa sin dificultad la segunda muerte”. Construcción sin la cual los elementos psíquicos que sobreviven en la corporeidad están destinados a esparcirse, a anudarse a otros y a desanudarse, antes de desvanecerse a su vez sin que quede en ellos una continuidad efectiva de conciencia... Ahora, esta vida autónoma comienza a construirse a partir de las primeras purificaciones y a partir del sobrepasamiento de los "deseos", (lo cual no es su rechazo 1); a partir , también  y sobre todo, de la renuncia del mi-yo que se pretendo algo, - este " caballero bermejo " que, en la epopeya artúrica, Parsifal mata con una jabalina en el ojo; - a partir de la extinción de la "sed" existencial, de la desidentificación con discontinuo, del desapego de las ilusiones... Vivir verdaderamente, es morir a todo lo que no es verdaderamente. Tal es la " muerte iniciática ", de desnudaciones sucesivas, y de la que el baile de Salomé es uno de los significados.

Sin duda tenemos el deber de respetar la libertad de elección de cada uno, de dejar tomar a cada uno sus responsabilidades. Pero en un tiempo en que son cuidadosamente escondidas a los hombres las perspectivas esenciales que les comprometen por entero y para siempre, tenemos más todavía el de informarles sobre ciertas realidades a las cuales quedan por otra parte libres de suscribir o de no suscribir, el de alertarlos y de hacerlos por lo menos reflexionar. La cuestión que se plantea es entonces ésta: ¿toda esperanza está desesperadamente perdida para los que no han emprendido nada o los que incluso no han oído hablar jamás de nada concerniente a la   vida de después?... La respuesta es no, en la

1. La Realización es la ausencia de todo deseo, incluido el de la Realización. Desear no tener más deseos es todavía un deseo; - de donde el "no actuar" taoísta, el "abandono" de Eckhart y de los hesicastas, el " Amor puro " de Mme Guyon, que no es quietismo. La trampa consiste en tomar la indiferencia, la tibieza espiritual, la holgazanea por esta ausencia de deseo.

 

medida en que hay siempre en la existencia de los individuos, - a excepción de casos-límites, - una cierta parte de simpatía, de devoción, una capacidad de amor no siempre forzosamente egoísta, una aspiración a formas de belleza, una posibilidad de heroísmo sacrificial, aunque sea involuntario En el curso de ciertas enfermedades mortales o de circunstancias particularmente trágicas, el ser humano puede revelarse asombrosamente diferente de lo que era, recobrar en algunas horas el despilfarro de varios años. Esto ya es mucho mejor que crimen, sadismo y negrura calculada. La respuesta también es no, en la medida en que toda una vida ha sido orientada hacia una cierta búsqueda espiritual, sin éxito efectivo, pero que creando, en el interior, " corrientes mentales " positivas, predisponiendo a vivir un poco por encima de los impulsos e instintos; una vida que suscita los gérmenes de otro estado que podrá desarrollarse en otro lugar y más tarde. Es y será siempre posible al hombre de ponerse en situación de aliviar su karma en lugar de agravarlo, de preparar el futuro con vistas a un mejor nacimiento más bien que a uno peor, de practicar ciertas "virtudes" cuyas frutos serán benéficos, de utilizar hasta las circunstancias contrarias volviéndolas en su provecho, de hacer pasar el orden del mundo " antes de sus caprichos personales o preferencias: una especie de tantrismo social, si se puede arriesgar esta alianza de palabras, que consiste en considerar hasta los vicios de una sociedad como fuentes de purificación del yo.

Otra cuestión es saber a qué tipo de prácticas puede entregarse el hombre de hoy Estas prácticas naturalmente difieren según los tipos humanos: el intelectual, el emotivo, el contemplativo tendrán cada uno seguir las que concuerdan mejor con su naturaleza, operando los reequilibrios necesarios. Muchos no saben apenas a cual vía consagrarse. La solución puede, en un primer momento, consistir en no decidir nada, esperando del Cielo que de un signo de asentimiento, una dirección, una respuesta concreta que no dejará de contradecir todo lo que se pensaba a partir de sus cortas vistas personales, a partir de sus querencias secretas, de sus prejuicios limitados. La vía a seguir aparecerá quizá tan pronto como se haya adoptado esta actitud de humilde espera y de renuncia. Varias experiencias son previsibles simultáneamente o sucesivamente, antes de que sea elegida la vía.

Persuadámonos en todo caso que no son en absoluto las prácticas las que son desusadas o inadaptadas, sino que son más bien los hombres que de buena gana las consideran tales para ahorrarse de recurrir a ellas, - lo que es señal de orgullo y de puerilidad. -Cualquiera que sea el tipo de hombre con cual se esté en relación, muchas de estas prácticas les conciernen, les interpelan. Sugeriremos sólo a algunas sin aspirar, lejos de ello, agotar el sujeto, pero no sin haber evocado primero el problema, a menudo planteado, de la ausencia de maestro espiritual, y su parcial resolución.

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Todas las tradiciones insisten en el carácter indispensable del maestro espiritual, - esta partícula de la Edad de Oro providencialmente extraviada en la Edad de Hierro, - para quienquiera que quiere comprometerse con seriedad en una vía de realización. Solo, el instructor cualificado puede evitar al discípulo de caer en las trampas del subjetivismo entregándose a ejercicios no controlados, derivando sin saberlo él, reforzando el ego en lugar de sobrepasarle. Pensamos aquí en la palabra de Abû Yazid al-Bistâmî:

“El que no tiene guía espiritual tiene Satanás como guía. " Ciertamente, el esfuerzo recae en el discípulo: " la liberación no puede ser obtenida por las palabras de un guru 1 ". Pero simultáneamente, " ninguno puede acabar en el Sí, que primero hubiera sido enseñado por otro 2 ".

Sería falso, por otra parte, idealizar el pasado imaginándose que los maestros eran ahí numerosos, fácilmente accesibles. En el décimo siglo ya, santo Barnasufo no contaba

1. Yoga-Vâsishtha, 6 B, 197.18

2. Katha-upanishad, I, 2,8

más de " tres hombres perfectos delante de Dios ", que habían sobrepasado la medida humana y recibido el poder de atar y de desatar: Juan en Roma, Elías en Corinto, otro, anónimo, en Jerusalén. Varios relatos se refieren a los viajes lejanos, a los gastos de dinero y de energía, a las pruebas que hay que aguantar, a los fracasos; muchas precauciones son hechas contra los impostores, que pululan... Sin embargo, los maestros existían; y en defecto, una cierta atmósfera, impregnada de irradiaciones y vibraciones positivas.

Muy diferente es hoy la situación.

El hombre que, en toda sociedad tradicional, es ese sin el cual la coherencia interna, y el orden externo, no pueden durar mucho tiempo, es justamente el que no existe más, o el que se enrareció hasta el punto de no parecer más que una especie de mito. Es la carencia fatal que aumenta el número de los hombres inquietos por el futuro, trabajados por lo espiritual, curiosos de un mundo del que no se les había hablado, deseoso de tocar las orillas, en busca de estos guías siempre deseados, siempre ausentes. La " muerte del maestro " no constituye solamente una dura puesta prueba, es una " prueba verdadera iniciática " impuesta a los hombres de hoy por un Maestro desconocido.

Dos cuestiones se ponen aquí: ¿por qué la actual ausencia de maestros? - ¿en tal situación, qué hacer?...

Podemos evocar como respuesta a la primera cuestión la fase cíclica descendente, que privilegia siempre más un materialismo exacerbado; pero también, las persecuciones de toda naturaleza ejercitadas sobre las comunidades espirituales, de las que la historia contemporánea no retiene oficialmente más que una parte, y  que rarificaron forzosamente las posibilidades de aparición de las más eminentes

Personalidades 1; una escolarización concebida en su totalidad para orientar  la conciencia de las nuevas generaciones en un

1. No será nunca posible evaluar exactamente el número millones de mártires de los totalitarismos del siglo xx siglo: Hassidim en Alemania, Cristianos de los países del este, Budistas del Tíbet y del Vietnam, Taoístas y confucianistas de China popular, etc., etc…

sentido deliberadamente ateo; en fin, el decaimiento de las virtudes espirituales de un hombre que perdió el "sentido metafísico ", la sensibilidad gnóstica ", y cuya vida moderna destruye irremediablemente los centros sutiles, le hace incapaz de oír el ruido de la hierba que crece ". En otros términos, podemos decir que si no hay más maestro para hablar, es simplemente porque no hay más nadie para escucharle.

A guisa de respuesta a la segunda cuestión, podemos observar que la Sabiduría eterna siempre que labora rodea obstinadamente los obstáculos, jamás está escasa de invenciones. Cuando el maestro espiritual no está más allí, el Maestro interior interviene, toma el relevo, recurre a otras modalidades de manifestación y de enseñanza, a estratagemas pedagógicas. En su poder inagotable y creativo, suscita a sustitutos de maestros, que delega hacia los hombres. Demos algunos ejemplos de estos sustitutos.

Los maestros están en realidad por todas partes alrededor de nosotros.

Hay unos lugares donde sopla el Espíritu: lugares de leyenda, lugares encantados donde algo pasa, - y pasa; - puntos de convergencia de las corrientes terrestres y celestes, dotados de una calidad vibratoria particular, cargadas de lo que Rudolf Otto llama lo  " numinoso ": Brocéliande, Delfos, Jerusalén,  Athos, Benarés y Chidambaram, el Fuji-Yama, Arunâchala, - (" Shiva mismo "). Pero más simplemente, la tumba de un sabio al lado del cual meditar, un santuario montañés, un paisaje impregnado de una belleza salvaje o serena, que permite, en  el impulso de admiración que provoca, una dilución del "yo" en la naturaleza, incluso la identificación del centro más íntimo del ser en el centro del universo mismo. Más simplemente todavía, un gabinete de reflexión donde guardar silencio, recobrar sus fuerzas, reunirse, un oratorio domestico donde dejar las preocupaciones del día, sustraerse a la multitud de las solicitaciones. En tanto que  tales lugares influyen en nuestras disposiciones interiores, las purifican, las pacifican, indirectamente juegan, podemos decir, el papel transformador que  en otras tiempos jugaba el instructor espiritual.

Los upaguru designan en el Hinduismo, - pero nosotros podemos adoptar la noción, - maestros secundarios, episódicos, capaces de enseñarnos algo por su palabra, su silencio, su comportamiento. Todo ser surgido de las profundidades del mundo que nos rodea puede ser portador de una nueva a meditar, de una actitud a imitar o a  proscribir. “El hombre bueno y el hombre malo también son mis maestros, aseguraba Confucio. El uno me muestra las virtudes que hay que adquirir, el otro, los defectos que hay que corregir 1 ".

El upaguru pueden aparecer bajo un disfraz animal. Así, en las parábolas evangélicas, las " aves del cielo" que ni siembran ni cosechan , o todavía la serpiente y la paloma, los " lobos secuestradores " y las ovejas. Los animales de del Tetramorfo, - el toro, el león y el águila, - corresponden a los "temperamentos" de los diferentes evangelistas, pero simbolizan también prototipos celestes, los aspectos del Verbo. El Pânçatantra pone en escena a animales con una semejante intención pedagógica, no obstante menos metafísica que moral. En cuanto a Ittôryû, confía a una vieja gata el cuidado de enseñar la " no - intencionalidad " en la acción

El upaguru pueden provenir también del reino vegetal, tales los " lirios de los campos, " que no hilan ni tejen. ¿Qué árbol no nos enseña la lentitud en crecer, qué caña, la flexibilidad que hay que adoptar en la tempestad? - Todas las manifestaciones de la naturaleza pueden en resumidas cuentas enseñarnos, despertarnos a otro orden de realidad. La vista de los árboles le recordará al cristiano la cruz, como los peñascos le recordarán los que obstruía el sepulcro, como los ríos, el Jordán, como la noche estrellada, la " Tiniebla  más que luminosa " del Sobre-Ser y el sol, el Espíritu trinitario 2 ?

Cada elemento natural puede revelarse memorial de lo Divino

1. Lo mismo, Râmana Maharshi: " todo hombre, bueno o malo es un gurú para cada uno de nosotros. Los seres malos nos dicen por sus malas acciones: " ¡no se me acerque! Y los seres buenos nos dan el buen ejemplo”.

2. Leemos en San Efrén de Sirio: " una imagen del Padre, la tienes en el sol, del Hijo, en su brillo, del Santo Espíritu, en su calor; y sin embargo, todo esto es uno. "

para quien sabe ver y acordarse, firma de una realidad superior. “Podemos admitir, escribe Orígenes, que estos seres, semillas, plantas, raíces o bestias tienen como oficio elevar el alma y de conducirla a contemplar las cosas celestes 1 ". Es reunir el darshan, la contemplación reverencial del maestro espiritual. No hay objetos que no tengan que darnos parte de un saber, a hacernos beneficiar. En la India tradicional, en el Tíbet, el asceta considera sus maestros su ropa, las cenizas de las que se unge, su rosario. En la Vida de Milarepa, el discípulo de Marpa declara: " este vaso de tierra que era ' mi única riqueza, estrellándose se hizo gurú, porque expresó un discurso admirable sobre la  impermanencia. "

El upaguru todavía puede presentarse como acontecimientos que suscitan una lección, una puesta en cuestión, una reflexión sobre la serie de las causas y de sus consecuencias. Tal disgusto me permite observar el modo en el que me comporto respecto a él, de medir mi grado de paciencia o de desapego, de consentimiento al destino... Si los acontecimientos, felices o desgraciados, no nos dan la "sabiduría", nos dan esa "experiencia" que es como el prólogo. Objetaremos posiblemente que el upaguru ofrece un aspecto factico o insuficiente, que son alimento de pobres. Pero esto sería olvidar que los hombres de hoy son espiritualmente subdesarrollados, que les hacen falta platos simples y fácilmente digestibles... ¿Lo son por otra parte tanto como parece ?... No es abusivo sostener que todo puede revelarse como nuestro maestro, que en la fugacidad de sus apariciones, el gurú es omnipresente, deslumbrante a fuerza

1. Comentario del Cántico de los cánticos, 3. - Orígenes todavía precisa: " todo lo que se ve está en relación con alguna cosa  escondida, es decir que cada realidad visible es un símbolo y reenvía una realidad invisible a la cual se refiere. " Podríamos multiplicar las citaciones a partir de Platón, Hermes Trismegisto, Dionisio el  Areopagita, hasta José de Maistre, pasando por la Cábala.

de evidencia, y que la época que vivimos, tan fecunda en sufrimientos, dificultades, complicaciones, no usurpa en absoluto el papel del maestro, jugándolo. El maestro no hace nada, en efecto, para facilitar la tarea del discípulo. Es en ese sentido que se puede comprender la frase de Shrî Aurobindo: " toda vida es yoga. "

En la medida en que son el eco fiel de las enseñanzas iniciáticas, ciertas obras de base también pueden aspirar al mismo papel. En tal o tal libro de predilección se esconde el autor del libro, que, del fondo de las edades, nos habla a través de los signos de escritura. Sin duda jamás sabremos nada del sonido de su voz, los trazos  de su cara; sin duda, de lo que fue, no queda nada más un polvo disperso sobre el océano molecular del devenir. Pero es mejor así: del mensaje lanzado subsiste sólo lo esencial; el mensajero, si escapa de nosotros, nos evita todo afecto sentimental y los dramas que acompañan la desaparición física del maestro.

Estas obras están en estado sólo de abastecer un conjunto de argumentos metafísicos indiscutibles frente a las filosofías de lo absurdo, de la rebelión y de la nada impuestas por todas partes y oficialmente a una juventud frustrada de todo argumento contrario; de devolver una mentalidad simbolista, de dar su justo sitio a enseñanzas burladas y ocultadas.

Aunque los " gurús de bolsillo " son reputados como insuficientes, no están menos cargados de un número imponente de puntos de vista, de reflexiones, de explicaciones que exceden con mucho todo lo que es posible registrar y realizar en una vida humana, y su "rumia" contribuye ampliamente a los primeros cambios de mentalidad. Sabemos, además, que para el esoterismo hebraico, por ejemplo, la Torah, que preexistía a la Creación y que se confunde con Sophia eterna, no es solamente un volumen sagrado: incluye en sus letras la Potencia divina; es en su esencia un concentrado del Nombre de Yaveh, cuya trascendencia recorre, visita, impregna el texto, como ella está incluida en el maestro espiritual. Según la tradición china, los hexagramas del YiKing hacen las veces de "padres", es decir de maestros. El oráculo profiere facilitar al consultante una respuesta sin mentira, un consejo, una confirmación, lo invita a la flexibilidad, a la disponibilidad, al cambio de mirada, a " dejar venir ", a la adhesión al presente; y esto, sin hacer sin embargo jamás presión sobre él. No vemos en que el guía espiritual obra de otro modo con el discípulo, ni  que le enseña otra cosa.

Pero los maestros están también en nosotros.

Así de ciertos principios de vida, como el yama-niyama del Hinduismo, aplicables a los Occidentales: el no perjuicio, que consiste en no perjudicar a ninguna criatura; - la abstención de robo y de mentira bajo cualquier forma que sea, la abstención de todo lo que no es indispensable para la existencia; - el desinterés en la acción, cumplida sin esperar nada a cambio, y ofrecida a lo Divino; - la aceptación de los quereres del destino, aunque sean aparentemente caprichosos o incomprensibles; - el estudio de las Escrituras, la obediencia a sus preceptos; - una confianza inquebrantable en la Divinidad, tomada como el eje inmutable de toda nuestra vida, cualesquiera que sean las situaciones con las cuales estamos confrontados. No es sin duda posible, en las condiciones del mundo actual y teniendo en cuenta que la " debilidad " del hombre moderno, satisfacer a la vez y plenamente a estas exigencias; Pero lo es adaptarlas e integrar ciertas partes, según las circunstancias del momento y las posibilidades de cada uno.

En cuanto al dharma, designa la conformidad con nuestra naturaleza profunda. Tender lo más posible hacia la perfección de este estado, es realizar eso para lo que se está hecho y que corresponde a una vocación irresistible, a una actividad soberana por la cual cumplirse, a la cual dedicar su ser. Entonces, señalándome lo que tengo que hacer, el dharma  me indica al mismo tiempo lo que soy; y es por ahí por lo que merece, él también, ser considerado como un guía espiritual. Es preciso por otra parte añadirle los ritos, consumados los momentos simétricos del día y en lugares fijos. La atención que se aporta a eso, la obediencia a la regularidad que exigen, desarrollan las "virtudes" que el maestro desarrollaba también, y, como él, contribuyen a sanear al que los practica, le ayuda a encontrar su centro, regulan los "soplos" y los "ritmos" de su vida.

Emisarios del maestro interior, ciertos sueños nos transmite sus mensajes, sus consignas; nos revelan aspectos desconocidos de nosotros mismos, nos dan directivas, nos avisan del futuro. Privados de todo artificio, nos dicen lo que es, nos ponen desnudos frente a nosotros  mismos.

La interpretación y la amplificación de los sueños, tales sobre todo como se practican en la psicología analítica, extraerán el contenido, los extenderán a las dimensiones de verdaderos mitos personales. Inaugurarán este " trabajo sobre el inconsciente " que provoca la desestimación de las proyecciones, la resolución de los polos opuestos, la obtención de una unidad interior; harán cambiar de actitud hacia  sí mismo, y por tanto hacia otro, mejorarán la calidad del tejido existencial, sobrepasarán los determinismos. Sería por cierto difícil si no imposible, cumplir este trabajo solo; el terapeuta unido a una fuente espiritual ayudará allí. Pero no es por eso un " liberado viviente "; y serán los sueños quienes quedarán aquí los verdaderos representantes del maestro, del que el analista no es más que intérprete.

Si los sueños son las olas de fondo del océano psíquico, las sincronicidades  son  como las salpicaduras. Tejen toda una red de " coincidencias significantes " entre tal estado de dentro y tal fenómeno de fuera, de signos a menudo imperceptibles  que es bueno tener en cuenta. Su brusquedad nos asombra, llama la atención de detalles que serían, de otro modo, insignificantes. A ejemplo del maestro, religan  nuestro centro a Todo, y nos religan a nosotros mismos; desgarran el reverso de este universo para hacer descubrirlo el anverso; un universo construido, - el alzado  del mundo  arquetípico.-

Tal, como lo incluyen en su repetición ritual las tradiciones más diversas, el Nombre divino es otra manifestación del maestro espiritual. Es incluso una expresión esencial. En el Cristianismo, la invocación del Nombre del Cristo, fundada sobre la respiración y la concentración del espíritu, no tiene tanto un valor mágico o mántrico, como que no reviste un aspecto metafísico supereminente. Establece una relación con el " Maestro interior ", pide auxilio, suscita la Presencia trinitaria, hace respirar al hombre en el Espíritu hasta revelarle el color de zafiro del " lugar de Dios 1”

Esta alquimia espiritual determina un estado de conciencia que, por el ensayo de las mismas sonoridades, tiende a adormecer las funciones mentales, las pasiones en efervescencia, a licuarle las resistencias a Ia Gracia desarrollando un cierto clima de emotividad, a aliviar el karma, ya que el tiempo dedicado a la oración onomástica suspende la acción, lo santifica, a reintegrar al hombre en su esencia ontológica de la que no está separado más que de  modo ilusorio. La invocación del Nombre le devuelve al hombre moderno disperso e inestable, la seguridad de una estabilidad, una referencia al axialidad de lo que representa el Nombre, y esto, a pesar de los azares de una existencia constantemente trastornada, de las incertidumbres, de las pruebas. Es practicable en cualquier lugar, en cualquier momento, en cualquier circunstancia. En la soledad más completa, en abisal devastación, en el corazón de la clandestinidad, es la única realidad que resiste y atraviesa, la única riqueza de la que ninguno puede expoliarnos. Bajo su aspecto simplista, es el modo espiritual que Conviene mejor al hombre de los epílogos cíclicos. En fin, prepara metódicamente el " gran pasaje”. Se ha dicho, en efecto, que el hombre le obtiene el estado póstumo correlativo a aquel en el que se encontraba in articulo mortis. Concentrarse entonces sobre el recuerdo del Nombre es el mejor medio, y el único solo restante, para alcanzar la estancia suprema. Todavía conviene, para tener este último "reflejo", esa "presencia de ánimo", haberse entrenado mucho tiempo, antes, en la reminiscencia divina.

Acompañando el recuerdo- invocación, la contemplación de las letras del Nombre, en Islam por ejemplo, o la de, en la Ortodoxia, los iconos del Cristo y de su Madre, constituye un coadyuvante precioso. Esta síntesis del arte visual de los ciudadanos y

1. Evagrio Póntico: " cuando el espíritu, habiendo despojado al viejo hombre, haya revestido al hombre de la gracia, entonces verá su  propio Estado, en el momento de la oración, semejante del color del zafiro o del cielo, lo que  la Escritura llama el lugar de Dios, que ha sido visto por los Antiguos sobre la montaña de Sinaí. " Sabemos la correlación que existe entre zafiro y sefirah.

el arte auditivo de los nómadas recuerda al orante que debe establecer su fijeza en el infinito; introduce a una recapitulación de la historia humana en cada hombre. Mostrando la Faz del que se profiere el Nombre, tal método ayuda al hombre a devenirlo. La Gracia incluida en la faz divina pasa por delante en el que adora y venera no una tabla pintada de madera, ni incluso una imagen, - sería idolatría, - sino  la esencia que transmite a través del " ayuno de los ojos  1 ". "Manifestación visible del Invisible ", el icono participa en el misterio teándrico ; es lugar de la " Presencia real "; manifiesta y actualiza lo Divino para transfigurar lo humano; acostumbra la mirada a la Luz de Gloria, - " Todo lo que aparece es luz  2 ", - lo inicia el aprendizaje de la visión del " siglo venidero ". Por estas razones diversas, el icono valora, podemos decir, el papel del maestro, del que los discípulos buscan piadosamente el darshan.

Totalmente como lo asume excelentemente el Nombre mismo que contribuye a nuestra Liberación. “Dios y su Nombre son idénticos ", decía Râmakrishna. Entonces, Dios es bien el Maestro de los maestros  humanos y de sus "sustitutos". El " Maestro del Nombre ", en cuanto a él, - el Baal-Shem, - invocando el Nombre del Ser del  que  todos los seres proceden, descubre en este Nombre a su Maestro. En otros términos, si el Nombre de Dios iguala a Dios, y si Dios iguala al Maestro por excelencia, es justo concluir que el Nombre iguala al Maestro. Todavía podemos decir, en una perspectiva complementaria de la precedente, que invocar el Nombre, es identificarse al  Nombre, y que identificarse al Nombre será identificarse a  Dios, es decir, deificarse.  Hay que precisar en  fin que en la medida en que  cada cristiano es en potencia " hijo de Dios ", el nombre del Cristo es también.

1. Recordemos, si esto es necesario, si el icono está justificado por la Encarnación, que hace irradiar las Energías divinas hasta en la materia. “No venero la materia, sino venero al Creador de la materia que para mí se hizo materia. " Esta frase de Juan Damasceno resume toda la actitud ortodoxa y toda " teología del icono " frente a los iconoclastas.

2. Efesios, V, 13

virtualmente, el nombre de cada cristiano, otro polo eterno e indisociable del Dios- Padre. “Santificado sea tu nombre " equivale desde entonces a " mi Nombre, " (con el fin de volver a ser Dios en Ti) 1.

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La búsqueda de los maestros espirituales guarda toda su legitimidad; el hecho de  que se oculten o se esconden no significa que no existan. No es  menos verdad que esta búsqueda oculta hoy un número evidente de dificultades sin seguridad de éxito. Sabemos, por otra parte, que el guía se presente solamente cuando el discípulo está listo, en el momento conveniente y justo, que escapa de nuestros cálculos, y bajo un aspecto de ordinario inesperado o desconcertante. Si no se presenta, lo mejor es decirse que no lo ha hecho, y esto, por razones sólo le conciernen, o que nos es lícito adivinar. Aceptar que sea así puede ser la accesis  que nos pide por ahora. El " desierto interior " aparece como una situación de espera, una purificación, un período probatorio de  valor positivo, - " no hay que dormir durante ese tiempo ", - bastante semejante a la retirada momentánea de Dios, que sólo los hombres sin fe, -ni Ley, - toman por su defunción.

Sepamos que los "sustitutos" mencionados más alto satisfacen ya ampliamente a la exigencia moderna, si queremos recibir con un corazón que reconoce todo lo que nos aportan, y del cual saber sacar partido. Qué desde ahora, los lugares elegidos sean pues nuestros maestros de admiración, los libros, nuestros maestros para  reflexionar, los principios morales y el upa guru, nuestros maestro de  vivir, los sueños, nuestros maestros de despertar, los Nombres

1. Sabemos que en hebreo, el Nombre del Padre es el Tetragrama YHWH, el del Hijo, YH Sb WH, - Yeshouhaï, - el shin intercalado  figurando la maestría de las Energías divinas, cósmicas y humanas, la  actividad vivificadora universal, la naturaleza teándrica del Amigo de Dios.

divinos, nuestros maestros que hay que rogar. Es al pie de ésos en primer lugar que conviene inclinarnos. Y estemos seguros que el que, a falta de guía espiritual, recurre, con el  respeto que se impone, a estos maestros, si no alcanza la Liberación, no hace nada para esquivarlo, se ahorra muchos males de los que esta Edad es fértil, hasta puede eventualmente beneficiar  mucho a otros de su avance. Es a este al que el Cielo ayudará porque él mismo se ayudó.

Pero antes  de terminar con esta cuestión, querríamos insistir en un punto particular del Cristianismo. Este, en efecto, como por premonición de un tiempo en que los maestros  vendrían a faltar, no concede a la noción de maestro  la importancia mística que le conceden las tradiciones anteriores. Sin renegar el papel del geïrôn o del starets, el Cristianismo privilegia al Fundador mismo, del cual   " las palabras no pasarán ", como éste reenvía al Principio  del que emana; de donde recomendaciones tales como: " no os hagáis  llamar Rabbî, porque no tenéis más que un solo Maestro 1 ". Desde entonces, el maestro humano necesariamente cede el lugar  al Maestro divino, el cual se manifiesta místicamente a través de varios lugares: la cara del Cristo en el icono, - " el que me ha visto ha visto la Padre 2 "; - la oración fraternal: " allí dónde dos o tres están  reunidos en mi Nombre, estoy en medio de ellos 3 "; El Nombre divino mismo: "yo he  manifestado tu Nombre a los hombres 4 "; - por fin, los sacramentos, entre los que están, en primer lugar, la comunión eucarística.

La noción inherente a estas diferentes manifestaciones del Maestro  supremo y que los religa juntos no es otro que la Shekinah, la " Presencia real " de la Divinidad, síntesis de los Sephiroth, dispensadora de "bendición", comunicando

1. Mateo XXIII, 8. - en la India, Mâ Anandamayî " Dios solo es el guru ".

2. Juan, XIV, 9.

3. Mateo, XVIII,20

4. Juan, XVII, 6.

su "influencia" en el lugar del maestro faltante, Esposa de Metatron, el Ángel  de la Faz, el Maestro interior, el Mediador, el  Enviado.

Mucho más que un consuelo, hay que ver en esta perspectiva la seguridad de una solución que, muy probablemente y cada vez más, estará para el " pequeño resto " como la solución por excelencia al problema doloroso de la ausencia del maestro espiritual.

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