lunes, 2 de agosto de 2010

La guerra de Vendée. Guerra civil, genocidio,memoricidio 3 (El libro negro de la Revolución francesa)

LA TOMA DE CONCIENCIA Y EL MÉMORICIDIO

Va a ser necesario esperar la caída de Robespierre para que la opinión pública local, nacional, internacional tome conciencia de “la enormidad del Acto” cometido en Vendée. Al estupor general, sigue muy rápido la cólera. Se exigen culpables y penas: los testimonios afluyen, los escritos se publican, los documentos revelan

El proceso Carrier no se comprende más que en este contexto: el hombre es visto a la vez como “un gran criminal contra los derechos fundamentales de los hombres” y el chivo expiatorio que debe pagar para todos otros. Desaparecido, se espera que el olvido hará tabla rasa de este crimen que mancha, se sabe ya , de manera indeleble, la Revolución. Su proceso es de una asombrosa modernidad y, en el fondo, muy próximo del de Nuremberg. Se plantean cinco grandes cuestiones: ¿quién es culpable? ¿Quién es responsable? ¿Cómo sancionar este crimen contra la humanidad? ¿Cómo memorizar este crimen de Estado? ¿Cómo llamarlo? Esta última cuestión es el objeto largos debates en razón misma de la primer especificidad de esta política de destrucción y exterminio. A falta de palabra, Gracchus Babeuf va a recurrir un neologismo: el populicide.

En efecto, el horror es tan grande que las consecuencias políticas se imponen a todos: más allá de los hombres, es el régimen político el que se condenado. Se entabla entonces una carrera contrarreloj cuya apuesta es la misma supervivencia de la Revolución y los revolucionarios.

Todo se juega entre el proceso Carrier de diciembre de 1794 y el de Turreau en diciembre de 1795.

El contexto está en la reconciliación y el olvido: los Vendeanos por los Tratados el Jaunaye (17 de febrero de 1795) y Saint-Florent-le-Vieil (2 de mayo de 1795) y los Chouans de Bretaña por el de Mabilais (20 de abril de 1795) se prestan al juego tanto más fácilmente por otra parte que se les promete secretamente la restitución del delfín rey Louis XVII, para el cual se construyó una casa en Belleville, y la restauración de la monarquía que aparece como el único sistema que pueda garantizar la libertad y la seguridad general. Por otra parte ésta parece inevitable y las elecciones legislativas están próximas: se divide a los republicanos, la miseria del país real, la opinión pública ultrajada.

Los convencionales, desesperados y asustados, deciden forzar el destino: una carta escrita por siete de ellos (Tallien, Treilhard, Sieyés, Doulcet, Rabaut, Maree, Cambacérés) y expedida a representante del pueblo Guezno explica la estrategia a retener: “Es imposible, querido colega, que la República pueda mantenerse si la Vendée no se reduce enteramente bajo el yugo. No podremos nosotros mismos creer en nuestra seguridad hasta que los bandidos que infestan el Oeste desde hace dos años hayan sido puestos en la impotencia de dañarnos y contrariar nuestros proyectos, es decir cuando hayan sido exterminado. Es ya un sacrificio demasiado vergonzoso haber sido reducido a tratar de la paz con rebeldes o más bien con canallas cuya gran mayoría mereció el cadalso. Convenceros de que nos destruirán si no los destruimos. Ellos no han puesto más buena fe que nosotros en el Tratado firmado y no debe inspirarles ninguna confianza en las promesas del Gobierno. Los dos partidos han transigido sabiendo bien que se engañaban. Es conforme a la imposibilidad en que estamos de esperar que podamos abusar mucho más tiempo de los Vendeanos, imposibilidad también demostrada a todos los miembros de los tres Comités, por la que es necesario buscar los medios de prevenir a los hombres que tengan tanta audacia y actividad como nosotros. Es necesario no dormirse porque el viento no agita aún las grandes ramas, ya que está bien cerca de soplar con violencia. El momento se acerca, en que según e artículo II del Tratado secreto, es necesario presentarles una especie de monarquía, y mostrarles a este pequeño por el cual se baten. Sería demasiado peligroso hacer un tal paso; nos perderían sin retorno. Los Comités sólo encontraron un medio de evitar esta dificultad verdaderamente extrema; helo aquí. La principal fuerza de los bandidos está en el fanatismo que sus jefes les inspiran; es necesario detenerlos, y disolver así, de golpe, a esta asociación monárquica que nos perderá si nos apresuramos a prevenirlo. Pero no es necesario perder vista, querido colega, que la opinión se nos vuelve cada día aún más necesaria que la fuerza; es necesario sacrificarlo todo para poner la opinión nuestro lado. Es necesario suponer que los jefes levantados quisieron romper el Tratado, creerse a príncipes de los departamentos que ocupan; que estos jefes tienen inteligencias con los ingleses; que quieren ofrecerles la costa, pillar la ciudad de Nantes y embarcarse con el fruto de sus rapiñas. Haga interceptar correos portadores de parecidas cartas, grite la perfidia y ponga sobre todo en este primer momento una gran apariencia de moderación para que el pueblo vea claramente que la buena fe y la justicia están de nuestro lado. Te lo repetimos, querido colega, la Vendée destruirá la Convención, si la Convención no destruye la Vendée. Si puedes tener los once jefes, la manada se dispersará. Concierta sobre el terreno con los administradores de llle-et-Vilaine. Comunica la presente desde su recepción a los cuatro representantes del distrito. Será preciso aprovecharse del asombro y del desaliento que debe producir la ausencia de los jefes para operar el desarme de los Vendeanos y de los Chouans. Es necesario que se someten al régimen general de la República o que perezcan; nada de medias tintas; nada de semi-medidas, ellas consienten todo en revolución. Es preciso, si es necesario, emplear el hierro y el fuego, pero haciendo a los Vendeanos culpables a los ojos de la nación del mal que les haremos. Atrapadas, te lo repetimos, querido colega, las primeras apariencias que se presentarán para asestar el gran golpe ya que los acontecimientos apresuran de todas las partes [...].”

Por una casualidad inaudita esta carta cae entre las manos del Chouans, Cháteaugiron, el 10 de junio, o sea dos meses después de la interceptación de un convoy de veneno en los alrededores de Ancenis, en la granja de Volfrése, por el vizconde de Scepeaux: es el estupor y la cólera. El 22 de junio, por una proclamación solemne a los habitantes del Poitou, del Anjou, de Maine, de Bretaña, de Normandía y de todas las provincias de Francia, los principales jefes bretones y vendeanos protestan cara tales métodos y gritan la traición.

Es demasiado tarde: los convencionales han trabajado en profundidad: el desembarque de Quiberon, el 27 de junio, el golpe de Estado del 13 vendémiaire (5 de octubre) harán el resto: nunca ,jamás la opinión pública nacional verá en los Vendeanos como en los el Chouans más que hombres perjurios.

El general Turreau, que sigue los acontecimientos de su prisión, comprendió esta evolución y, aunque amnistiado después del 13 vendimiario, exige ser juzgado: sabe que no sólo no arriesga ya nada sino que, por añadidura, puede recobrar su honor. Absuelto, no tiene incluso una mirada de compasión para Chapelain, el diputado republicano del Vendée, abucheado por el público por haber denunciado los horrores cometidos. Desesperado, asqueado, este último atentará incluso a sus días ya que sabe que la nación hizo una elección definitiva: los argumentos seguirán, lógicos, crueles, injustos, deshonestos. La unidad nacional, consciente e inconsciente, se cristalizó contra los Vendeanos: Nada más podrá ponerla en cuestión y desgracia a los que se atrevan a recordar la realidad de los acontecimientos.

Sólo, los generales vendeanos, debido a su envergadura, del respeto que suscitaban, de su conocimiento exacto de los acontecimientos, habrían podido eventualmente romper esta lógica naciente. Desgraciadamente, todos se habían muerto: Cathelineau, Bonchamps, Lescure, matados por balas anónimas; por Elbée, Carro, Stofflet, fusilados; el príncipe de Talmont, guillotinado, etc.

Permanece el problema de la memoria o más exactamente de las memorias ya que es necesario hacer la distinción entre la memoria nacional y la memoria local.

Bonaparte es el primer agente de la memoria nacional. Cuando toma el poder en 1799, una de sus primeras preocupaciones es el restablecimiento de la paz en Vendée. Además de la evidente finalidad política, el general tiene también un reflejo humanitario. Está, y lo dirá en muchas ocasiones, escandalizado por lo que se ha hecho: ¡“Ah! ¡Ahí está la guerra civil y su espantosa comitiva: he ahí sus inevitables resultados; sus frutos asegurados! Si algunos jefes hacen fortuna y sacan partido, el polvo de la población es siempre despreciado; ninguno de los males se le ahorra” El por otra parte se habían negado a viajar a Vendée en el cuadro de la represión. No se equivocaron los Vendeanos que, el 15 brumario del año VIII, se desgañitaron a gritar: ¡“Viva el rey, viva Bonaparte! ”

El sectarismo del Directorio y las persecuciones que se siguieron acabaron luego en una formidable extensión de la guerra al Oeste en 1799. Muchos contemporáneos han señalado las graves consecuencias que podían resultar, tales dos informes anónimos (firmados X.) de 23 y 26 ventoso año VI expedidos de Nantes al Ministro. El primer texto indica el renacimiento de las críticas contra el mismo régimen, por parte de personas al parecer sumadas a la República: las pasiones se animan; los agentes son víctimas de amenazas; los descontentos elevan la voz. Los culpables, según los testimonios, son indudablemente los sacerdotes que “se agitan más que nunca y abusan de su pérfida influencia para adoctrinar a los débiles en el momento de la llegada de las fiestas de Pascua”. Reuniones populares para recitar el rosario tienen lugar un poco por todas partes, cada noche: “los habitantes son convocados en los lugares, indicados por medio de cuernos.” El segundo informe habla de “manejos subversivos” y se quejan aún de los sacerdotes que “predican la rebelión” y anuncian el próximo final del Gobierno.

La administración, cara estos acontecimientos, adopta, inicialmente, una actitud moderada, luego se coloca francamente del lado de los Vendeanos. Prohíbe representar aires patrióticos al comienzo de los espectáculos y reacciona vivamente, en septiembre de 1798,a la decisión del Directorio de proceder un nuevo levantamiento de hombres. Esta reacción implica el fracaso del la ley llamada ley Jourdan. El Directorio, furioso, decide entonces sancionar los supuestos culpables y hace volver a ocupar militarmente el país, de donde la multiplicación de las manifestaciones de cólera, tanto más violentas cuanto que se persigue al clero de nuevo y la práctica religiosa es prohibida.

Por lo tanto, todo se juega entre mediados de octubre y finales de diciembre de 1799. La primera tarea de los cónsules es el restablecimiento de la paz religiosa: esto es la famosa proclamación del 7 nivosos del año VIII (28 de diciembre de 1799) del que el contenido señala una ruptura con relación a la política del Directorio. Después de haber condenado la acción “de los traidores vendeanos al Inglés [...], hombres a quienes el Gobierno no debe ni consideración ni declaración de principios”, los cónsules se dirigen a los “ciudadanos caros a la patria, que fueron seducidos por sus astucias y quienes se deben las luces y la verdad”. Recuerdan en pocas palabras los abusos arbitrarios de los gobiernos anteriores: “leyes injustas han sido promulgadas y ejecutadas, actos arbitrarios alarmaron la seguridad de los ciudadanos y la libertad de conciencia; por todas partes inscripciones aventuradas en listas de emigrantes afectaron ciudadanos que nunca abandonaron ni su patria ni incluso sus hogares; en fin grandes principios de carácter social han sido violados. ”

No solamente, según el texto, el Gobierno actual no ha continuado esta política, sino, al contrario, lo ha denunciado; mejor “trabaja sin descanso preparar la reforma de las malas leyes y una combinación más feliz de las contribuciones publicas. Cada día está, y, estará marcado por actos de justicia [...]. El Gobierno perdonará, hará merced al arrepentimiento. ” Recusación, amnistía, cierto, y también, y sobre todo, libertad total del culto católico. “Los cónsules declaran aún que la libertad de culto está garantizada por la Constitución, que ningún magistrado puede atentar, que ningún hombre puede decir otro hombre: ejercerás un único culto, tu sólo ejercerás un único día. ” Esta frase, impresa en caracteres especiales, es decisiva: disminuye o suprime las reivindicaciones religiosas. Ya, el Tratado del Jaunaye puesto entre los Vendeanos y la República, el 17 de febrero de 1795, por una dirección de los representantes Morisson y Gaudin, había declarado la libertad de culto pero había sido puesta en cuestión.

Esta proclamación, muy hábil en su declaración, hace coincidir, por primera vez, la legitimidad del clero refractario con una determinada legalidad. Le reconoce, en efecto, y le confiere mismo un papel de intermediario que se había visto rechazar hasta entonces: “Nadie conocerá más que un único sentimiento: el amor de la patria. Los Ministros de un Dios de paz serán los primeros motores de la reconciliación y la concordia: que vayan en estos templos reabiertos para ellos a ofrecer con sus conciudadanos el sacrificio que expiará los crímenes de la guerra y la sangre vertida. ” La palabra “sacrificio” no fue retenida por casualidad: es una definición católica fundamental y no un deísmo o incluso un cristianismo de tipo protestante o modernista. Bonaparte, mediterráneo, está muy al hecho a la sensibilidad católico. El clero no se equivoca. La proclamación va seguida todas las órdenes que cancelan las restricciones y humillaciones anteriores. Declaran el derecho a apelar a las funciones públicas de nobles o padres de emigrantes juzgados dignos de confianza. El juramento constitucional es sustituido por una promesa de respetar la Constitución consular que no interfiere con lo espiritual. Esta declaración es considerada como una victoria por los Vendeanos. Justifica de manera brillante su combate.

En 1808. el emperador invitado por su amigo el barón Dupin, prefecto de Deux-*Sèvres, esposo de la viuda de Danton, cuando a su vuelta de por España, cruza el Vendée. Asombrado por el estado de desolación general, va aún más lejos y decide estimular el reconstrucción compensando a las poblaciones siniestradas. Un decreto sale inmediatamente, el 8 agosto, para la Vendée, seguido de dos otro, en 1811, para los Deux-Sèvres y el Loira-Inferior: entre otras cosas, los Vendeanos son eximidos de contribuciones durante quince años y se pagan algunas subvenciones. Luis XVIII y Carlos X, a pesar de los discursos oficiales que parten del principio que “el rey no sabe nada, el rey tiene todo olvidado” con el fin de no excitar las pasiones, prosigue este política y la amplían: pensiones, indemnizaciones, subvenciones, honores, el trabajo se distribuyen espontáneamente o a raíz de solicitudes. Los supervivientes, estimulados por las autoridades, comienzan también a contar los acontecimientos como los vivieron. Escritores, periodistas dan prueba también. Victor Hugo mismo, en 1819, le dedica a la Vendée una de sus más bellas odas titulada “Vendée”.

Con el reino de Luís Felipe comienza la revisión de la historia y el trabajo de manipulación de la memoria en nombre del interés superior de la nación y los principios “fundadores” del Revolución como la ha explicado tan bien el gran historiador del Siglo XIX siglo, a Hippolyte Taine, en la introducción de su obra, Los Orígenes de la Francia contemporánea, aparecido en 1884: “Este volumen, como los precedentes, dice, sólo se escribe para los aficionados de zoología moral, para los naturalistas del espíritu, para los investigadores de verdades, textos y pruebas, para ellos solo y no para el público que, sobre la revolución, tiene su partido tomado, su opinión hecha. Esta opinión comenzó formarse en 1825-1830 después de la jubilación o la muerte de los testigos oculares: desaparecidos ellos, se pudo convencer al buen público que los cocodrilos eran filántropos, que varios de ellos tenían genio, que no comieron casi más que culpables y que sí a veces comieron demasiados culpables, ha sido sin su conocimiento, a pesar suyo o por dedicación, sacrificio de ellos mismo al bien común.” ”

La operación consiste lavar la Revolución de toda mancha, a quitar la mancha de sangre vendeana. Como se es incapaz de explicar el crimen cometido, se prefiere negarlo, relativizarlo, justificarlo, banalizarlo, el método más extendido en los historiadores “negacionistas”, método siempre utilizado hoy día. Leamos, por ejemplo, los libros escolares sobre la cuestión: lal Vendée se resume sabiamente en una pequeña guerra civil, nacida en marzo de 1793 y muerta en diciembre del mismo año. Los hechos de 1794 no se definen más que por relación a una guerrilla o cínicamente se concentran sobre una masacre cometida por los Blancos, Machecoul, masacre única por otra parte, que es consecuencia de una masacre cometida por los azules en Pornic, tres días antes y de un seudo-asesinato de un niño soldado llamado Bara , muerte de la que no se conoce el origen, y cuyo mito ha sido creado en todas sus partes por el mismo Robespierre a pesar de las protestas del superior del niño que será condenado por otra parte a muerte por esta razón y ejecutado. Este negacionismo va tan lejos que niega y denuncia la existencia de las leyes de destrucción y exterminación, a pesar de su publicación por el Diario Oficial de la época del llamado plan de Turreau, plan del que los archivos del fuerte de Vincennes conservan el original redactado por el mismo Turreau, de los ahogamientos, de las matanzas de masa, en particular, de niños y mujeres, de los hornos crematorios, de las curtidurías de pieles humanas, de las fundiciones de grasa, etc algunos de estos historiadores no vacilan, por otra parte, justificar lo injustificable en nombre de la Revolución, a partir del principio que la Revolución que es un bloque, nada debía mancharla. Este argumento se utiliza por primera vez con motivo del pleito Carriere. El abogado Tronson-Ducoudray lo denuncia vivamente en términos precisos: “Hay, dice, otra calumnia que los facciosos lanzan desde hace algún tiempo, con habilidad, entre el pueblo. Afirman que al recordar los horrores del Vendée, se va a hacer el pleito de la Revolución.”

Localmente, hasta en 1814-1815, los Vendeanos permanecen relativamente discretos con relación a los acontecimientos, seguramente debido al contexto y también a falta de portavoz de envergadura y medios, en particular, financieros, medios enteramente consagrados a la reconstrucción. Con la Restauración, los Vendeanos aprenden apropiarse su historia gracias, entre otras cosas, a la publicación de testimonios, como los de las marquesas de Bonchamps y de Rochejaquelein, las erecciones de monumentos, en particular, de estatuas en honor de Rochejaquelein, de Bonchamps, de Charette, de Cathelineau…, la transferencia de los despojos de los grandes jefes, de víctimas aisladas e incluso de sepulcros de masa como en Bouguenais y en la Chapelle-Basse-Mer. A partIr de los años 1830, es decir en el momento de la puesta en obra a nivel de Estado de la manipulación de la historia oficial frente a la Vendée, comienza una verdadera política de devoción, tanto más intensa cuanto que los últimos testigos están desapareciendo. Sin embargo, si el recuerdo de los acontecimientos se transmite de generación en generación, masivamente hasta en los años sesenta, en ningún momento los Vendeanos tomaron conciencia, y en consecuencia integrado, la especificidad del crimen de Estado cometido a su respecto. A título de ejemplo, es lo que explica que algunos municipios vendeanos hayan dado el nombre de sus verdugos calles como en Challans lal de Lazare Carnot, autor de la carta, el 8 de febrero de 1794, que avala el plan de Turreau.

A nivel nacional, el bicentenario de la revolución habría debido ser la ocasión de abordar, al margen de ideología, este periodo, No solamente no ha sido así en absoluto sino que se hizo todo con relación al dogma oficial. A título de ejemplo, los coloquios científicos, organizados sobre la cuestión vendeana, sólo tenían este objetivo. Se había por otra parte tomado la precaución de evitar invitar a cualquier contradictor, tachado de revisionista, el colmo, haciendo al mismo tiempo lo necesario para impedirles ser contratados como profesores o investigadores.

Este planteamiento tiene consecuencias gravísimas. A nivel humano, era una ocasión de reparar un delito histórico cometido frente a los Vendeanos que la historia oficial hace aún traidores y de sus verdugos, de los “santos laicos” y de las víctimas; a nivel científico, de delimitar la verdadera dimensión del drama vendeano que es un genocidio matricial como lo había visto tan bien, desde 1795, Gracchus Babeuf, a través de una obra de un increíble modernidad titulada del sistema de despoblación o la vida y los crímenes de Carrier. Por otra parte, los líderes comunistas como Lenin, Pol Pot, etc no se equivocan: han extraído de ahí sus reflexiones y sus métodos. Yendo más lejos, se habría podido reflexionar sobre una serie de cuestiones como la filiación entre el Terror y los sistemas comunista y nazi, el soporte jurídico de la deportación judía en el cual se basó Vichy, etc; al nivel del derecho internacional, era la ocasión de ampliar el campo de acción del concepto de genocidio la memoria y de definir el crimen de memoricidio. En efecto, crimen contra la humanidad, el concepto de genocidio se limita a la concepción o a la realización o a la complicidad en el exterminio parcial o total de un grupo humano de tipo racial, étnico o religioso y del que se encuentran excluidas la memoria y la manipulación. En 1991, yo había publicado en Olivar Orban una obra titulada Judíos y Vendeanos, de un genocidio a otro: la manipulación de la memoria. Concluía escribiendo: “Los asesinos de la memoria son peligrosos: si consiguen convencer a la opinión pública, siempre presta a rechazar lo que supera su entendimiento, que el genocidio judío no tiene lugar o que se justifica, el impensable de ayer puede convertirse en la realidad de mañana. Esta es la razón por la que la memoria judía no es solamente asunto de los Judíos sino de todos como la Vendée habría debido serlo anteayer y eso por la dignidad de la humanidad. ” El coloquio negacionista organizado por Irán, en diciembre de 2006, es una etapa de la que es necesario no subestimar la importancia ni marginalizarla puesto que los intereses ideológicos y políticos priman naturalmente sobre la verdad cualquiera que sea: la Vendée ha sido el ejemplo matricial.

REYNALD SECHER,

doctor en letras.

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