lunes, 13 de julio de 2009

Autoridad (Gabriele Adinolfi)

Autoridad

Auctoritas viene de augere (acrecentarse), como el nombre de Augusto. Ella aporta pues el crecimiento a la Polis (o, incluso antes, al clan, a la tribu), por tanto a la nación. La autoridad puede estar institucionalizada o no, pero siempre se reconoce, naturalmente, infaliblemente, incluso por el es hostil al que la detenta. En ausencia de autoridad tangible, el hombre trata de dar un carácter oficial a la función atribuyendo a esta la dignidad de aquella.

Si el que ejerce una responsabilidad en ausencia de alguien mejor que él, tiene la modestia de comportarse como suplente abnegado, todo va bien; si tiene la inmodestia de considerarse superior a lo que es realmente, por su hybris crea tensiones que recaerán inevitablemente sobre la comunidad, que pagará el precio.

En la lógica democrática moderna, la autoridad está vaciada de toda significación antes incluso de estar privada de sus funciones (ahora enteramente confiscadas por los “poderes fuertes”). En efecto es absurdo elegir por sufragio indirecto a personas que están inscritas en una lista, están elegidas por un grupo por la única razón que se tiene confianza en ellas y están sostenidas por los lobbys. Incluso si los poderes fuertes no hubieran reemplazado las instituciones a favor de un putsch, incluso si estas, sólidamente ancladas en el principio de la democracia indirecta, estuvieran siempre florecientes, no estaríamos menos a merced de las olas. Hoy día, de hecho, la autoridad no está encarnada en ninguna función institucional y las cosas no se mejoran. Arturo es aspirante a escudero en alguna parte donde haga de pinche y, entre tanto, la roca retiene prisionera sólidamente a Excalibur.

Gabriele Adinolfi
Pensées corsaires
Les Editios du Lore. 2008, P.37

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