domingo, 19 de noviembre de 2023

MÍSTICA OCCIDENTAL Y ORIENTAL ( Nicolás Berdiaev)

 

MÍSTICA OCCIDENTAL Y ORIENTAL

 

Nicolás Berdiaev

 

El sentido de la creación

 

Ediciones Carlos Lohlé. Buenos Aires 1978. Pp 371-373 

 

Existe una mística eclesiástica oficial del Oriente y del Occidente, una mística ortodoxa y una mística católica. Y la diferencia entre los caminos tomados en el mundo por el Oriente ortodoxo y el Occidente católico se pueden explicar por aquello que los distingue en el plano de la experiencia mística. Hay una diferencia profunda en el vínculo original respecto de Dios y del Cristo. Para el Occidente católico, el Cristo es objeto, está fuera del alma humana, en calidad de instrumento de la inspiración y objeto de amor y de exaltación. Por eso la experiencia católica arrastra al hombre hacia la altura, hacia Dios. El alma católica es gótica. El frío se une en ella con la pasión. La imagen concreta, evangélica, del Cristo, la Pasión del Cristo están íntimamente próximas al alma católica. El alma católica está apasionadamente enamorada del Cristo; tiembla de amor por É1, recibe sobre su propio cuerpo los estigmas. La mística católica está penetrada de sensualidad, languidece y se desvanece, para ella no existe otro camino que aquél hacia donde la lleva su imaginación sensible. La corriente antropológica llega allí a su tensión más elevada. El alma católica clama: "Jesús, Jesús mío, mi prójimo, mi amado". Se lanza hacia él, pero Dios no penetra en ella: por ello el alma católica tiene frío, como hace frío también en su templo. Dios no desciende ni a éste ni a aquélla. En cambio, el alma, apasionadamente, voluptuosamente, sube en su busca, tiende hacia su objeto y hacia el blanco de su amor. La mística católica es romántica y está llena de romántica languidez. Es una mística hambrienta, que ignora la saciedad; no conoce el matrimonio sino solo la voluptuosidad. Ahora bien, esta concepción de Dios como objeto, en tanto término de una aspiración, es precisamente la que crea el dinamismo exterior del catolicismo. La experiencia católica creo una cultura marcada fuertemente por ese candente deseo de Dios. La energía católica se esparció por todos los caminos de la historia, y ello fue porque, en lugar de aprehender a Dios en el corazón humano, fue este corazón humano el que se lanzaba hacia Dios y lo buscaba por los caminos de una dinámica mundanal. La experiencia católica hizo nacer del hambre espiritual y de la pasión religiosa insatisfecha, la belleza. 30

 

Para el Oriente pravoeslavo, el Cristo es un sujeto, es inmanente al alma humana; el alma aprehende al Cristo en el interior de ella misma, en la profundidad del corazón. El deseo amoroso del Cristo y su espera son, pues, imposibles en la mística pravoeslava. No tiende a Dios sino que se disuelve en él. El templo ortodoxo, como el alma, es todo lo contrario del gótico: no hay en él ni frío ni pasión. En la ortodoxia, hay una temperatura tibia, hasta hace calor. La imagen evangélica y concreta del Cristo no aparece allí tan próxima. La ortodoxia considera la sensualidad como un "sortilegio" y rechaza la imaginación como una vía quimérica. Ningún ortodoxo grita: "Jesús mío, mi prójimo, mí bien amado'. Pero en el templo y en el alma pravoeslavas, el Cristo penetra y los caldea. Y no existe allí ninguna pasión languideciente. La ortodoxia no es romántica, sino realista y sobria. La temperancia es el camino místico de la ortodoxia. La ortodoxia esta saciada, colmada espiritualmente, y su experiencia es un matrimonio y no una relación de amor. Entendido Dios, como sujeto, concebido en la profundidad del corazón humano, la espiritualidad absolutamente interior de ese vínculo no crea un dinamismo exterior, esta vuelta exclusivamente hacia una unión interna. Esta experiencia de la mística ortodoxa no es, pues, acogedora para la cultura, no crea la belleza. Parecería estar muda para el mundo exterior. La energía ortodoxa no se esparcirá, pues, por los caminos históricos, no creara en lo externo. Esta diferencia de las sendas tomadas por la experiencia religiosa encierra un secreto profundo, y ambos caminos son auténticamente cristianos.

 

Hay una mística oficial pravoeslava y una mística oficial católica, pero la naturaleza misma de la mística es supraconfesional. La mística se encuentra en un nivel más profundo que las dispersiones y las antinomias eclesiásticas confesionales. De todas maneras, los distintos tipos de la experiencia mística pueden engendrar también tipos eclesiásticos diferentes. La profundización de la mística puede renovar la vida de la Iglesia, combatir su necrosis evidente. Las raíces vivientes de la vida eclesiástica están en la mística. El sacerdocio efectivo se queda en la superficie, en la periferia: la Iglesia encarnada en el plano físico de la historia es siempre periférica. Y los místicos tienen no solo que salir de esta región periférica para revivificar la vida religiosa sino para explorar todo lo que implica la mística y que quizá tenga que ser rechazado. Porque existe una experiencia mística que tiende a retornar hacia la nada y el reposo inicial, al seno de la divinidad, que renuncia al movimiento, a la dinámica creadora, es decir, a la significación misma del desarrollo divino y mundanal. Es que, hasta el presente, la mística había nacido al azar de los individualismos particulares, había permanecido secreta, clandestina. En la actualidad han llegado los tiempos de una mística universal, objetiva y plenamente revelada. La revelación de la mística es característica de nuestra época, y la época implica la necesidad de reconocer qué mística puede ser dirigida hacia un devenir creador

 

30 La mística católica alcanzó a veces cimas de extraordinaria elevación. Hay en Ángela de Foligno que superan por su atrevimiento, por la elevación del conocimiento humano, todo lo que pudo encontrar en los libros místicos.” En la inmensa tiniebla, veo la Trinidad santa, y en la Trinidad, percibida en la noche, me veo a misma de pie, en el centro” (Le libre des visions et instructions de la bieheureuse Angèle de Foligno, traducción E. HELLO)  

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