La Métaphysique de
René Guénon
Jean-Marc Vivenza
Le Mercure Dauphinois. Grenoble 2004
Pp 55-63
SER PURO Y POSIBILIDAD
"Idealismo de lo divino", como se puede
constatarlo, la crítica no carece de intransigencia, e incluso se señala por
una singular virulencia, con el pretexto de que la posición de Guénon ignora las
exigencias de lo real. Pero ¿pero qué es lo que determina la actitud doctrinal
de Guénon, empujándole para no detenerse en el Ser? ¿Para no hacer subsistir
toda su metafísica en la contemplación
del Ser? Simplemente porque el Ser es ciertamente una determinación primordial,
pero no representa de ninguna manera la Totalidad a la que debería aspirar la
investigación metafísica. El ser es una determinación limitada al reino de la manifestación,
a lo que aparece en el ser, pero el dominio propiamente metafísico es
precisamente el que abarca el más allá de la determinación.
Si el Ser está pues determinado, si es incluso una forma
particularmente significativa de determinación, se deduce naturalmente que es
no contiene en sí misma el conjunto de los posibles. Se podría incluso decir
que es sólo una de las formas, y no la más esencial, del Principio. El Ser es
sin duda la primera de las determinaciones desde el punto de vista existencial,
pero no es menos una determinación, su rango de primacía a este nivel no le da
ninguna superioridad metafísica particular. No identificable con el Principio
Supremo, ya que el Principio para ser tal debe estar más allá de todas las determinaciones,
el Ser no representa más que un aspecto parcial de la metafísica, sin duda, lo que
puede eventualmente sorprender, el aspecto más pequeño y estrecho. Como tal, se
entiende fácilmente que la metafísica occidental al haber hecho de Ser su único
sujeto de preocupación, su principal objeto de estudio, se ha aislado de toda
la dimensión esencial de la investigación trascendente. Mientras que se ha
asistido durante siglos en una búsqueda centrada en un campo fragmentario de la
reflexión, uno se da cuenta fácilmente de que el Ser, incluso determinando
todos los estados de los cuales es el principio, deja fuera de él el conjunto
de lo no-manifestado, el conjunto de lo que conviene designar como siendo la
Posibilidad universal.
En la medida en que el verdadero objeto de interés
metafísico está dirigido precisamente a lo que excede cualquier limitación, se
puede comprender que sea necesario efectuar una especie de vigoroso salto teórico colocándonos en la capacidad
de abrazar el vasto campo de lo ilimitado y lo indeterminado, la perspectiva
amplia que incluye Ser y No Ser, necesidad y
libertad, contingencia y permanencia. Para hacerlo, debe ser
perfectamente captada la inmensa importancia de abrirse al Infinito, o la
Posibilidad, capaz de conducirnos al auténtico dominio del conocimiento plenario,
allí donde se despliegan las luces del Todo, de lo Absoluto. Guénon lo recuerda
en sus obras en numerosas ocasiones: "El Ser no siendo más que la primera
afirmación, la determinación más primordial, no es el Principio supremo de
todas las cosas; no es, lo repetimos, el principio de la manifestación, y se ve
por allí cuánto se restringe el punto de vista metafísico por aquellos que pretenden
reducirlo solamente a la "ontología"; hacer así abstracción del No
Ser, es incluso excluir propiamente todo
lo que es lo más verdadera y puramente metafísico.52
"Los pensadores occidentales han olvidado ,desgraciadamente, en su examen
cuasi sistemático de la realidad ontológica, que el Ser, evidentemente,
comprende las posibilidades de manifestación, pero deja fuera de él todas las
posibilidades de no-manifestación, posibilidades que son las más importantes desde
el punto de vista de la metafísica. A este respecto, la Posibilidad total,
reuniendo en sí misma y en su Infinidad las posibilidades de manifestación y de
no manifestación, es únicamente la que puede corresponder al objeto de la
investigación metafísica pura y completa. Releamos de nuevo a Guénon sobre este
punto, ya que es tan necesario precisar bien claramente lo expuesto a fin de
penetrar realmente en el seno del auténtico conocimiento metafísico: "El ser no es infinito ya que no coincide con
la Posibilidad Total; y esto tanta más cuanto el Ser, en tanto principio de la
manifestación, comprende bien en efecto todas las posibilidades de
manifestación, pero solamente en tanto ellas se manifiestan. Aparte del Ser, está
pues todo el resto, es decir, todas las posibilidades de no manifestación
mismas, en tanto están en el estado no manifestado; y el Ser mismo se encuentra
allí incluido, ya que, no pudiendo pertenecer a la manifestación, ya que es el
principio de ella, ella misma es no-manifestada. Para designar lo que es así
fuera y más allá de del Ser, estamos obligados, a falta de otro término, a llamarlo No-Ser 53
"
52. R. Guénon, Les Êtats multiples de l'être, op. cit. pp. 39-40.
53. op. cit., p. 25.
Así que ahora podemos entender lo que llevó a Guénon a
rechazar la imperativa dominación del Ser, y le hizo combatir los postulados axiomáticos
de la metafísica occidental, o más exactamente, en realidad, de la ontología
presentada como el conocimiento por excelencia. Ahora se sabe, de igual manera,
cuál es el vigor de la crítica anti-guenoniana que se expresó su rechazo que concierne a detenerse en el dominio del Ser solo, y se comprende
quizá más claramente sobre que se funda pronunciadas con relación a Guénon, a
saber, el pretendido idealismo desrealizante
que le hace rechazar la sumisión al Ser en favor de un vértigo puramente
racional o conceptual.
EL PROBLEMA DE LA INTRODUCCIÓN NO CONCEPTUAL DEL SER
Si es preciso creer a los críticos, la metafísica de Guénon
no sería más que un acto de razón, una construcción ideal pura. Esta fuerte objeción merece por lo tanto una respuesta
clara que, hasta ahora, a nuestro conocimiento, rara vez se había formulado.
En efecto, el realismo aristotélico, todo brumoso en sus
certezas tranquilizadoras, no se da cuenta generalmente de que de hecho funda
el conjunto de su discurso sobre un
presupuesto hasta tal punto "enorme"
que se vuelve transparente e invisible a la reflexión, pero que, sin embargo, viene
a falsear todo su pesado aparato argumental 54.
Remachados, o más exactamente como hipnotizados por su apertura al
"Ser", que sería según ellos, fundamental y originalmente el acto de actos,
nuestros excelentes doctores están olvidando, por desgracia, que la ontología
no sabría ser por ella sola toda la metafísica. Y esto por la único, pero
radical y brutal razón, como René Guénon nos recuerda a justo título, que
"El Ser no es verdaderamente el más
universal de todos los principios, que sería necesario para que la metafísica
se reduzca a
54. "Nos
parece legítimo afirmar", argumenta Georges Vallin, "que lo esencial de la metafísica
occidental, lejos de constituir un conjunto de verdades eternas e inmutables,
se reduce a la historia de esta metafísica. Este en tanto que especulación
sobre el ser en tanto que ser y sobre los primeros principios y las primeras
causas" comienza con Aristóteles, y más precisamente con el rechazo
aristotélico de la trascendencia de las ideas platónicas. Toda la especulación
metafísica de Occidente nos parece que lleva la carga y la marca de este origen
que está caracterizado por la reducción de la metafísica a la ontología, es
decir, a una teoría del ser en general basada en la hipótesis de la realidad
del ego y de las formas individuales, en otras palabras, la incapacidad de una
comprensión propiamente "universal" y "metafísica" de los
"primeros principios". Esta reducción tiene consecuencias capitales.
Lleva a una concepción abstracta y teórica del conocimiento metafísico, así
como al reino masivo y exclusivo del principio de no contradicción. La
metafísica como ontología es una especulación ajena a la experiencia
espiritual. Todo lo más, se superpone aquí de forma accidental y artificial. Por
otra parte la naturaleza del primer
Principio, tal como lo concibe la ontología, reposa en una limitación, en una negación
de la universalidad principial. El ser universal, lejos de ser el Sobre-Ser principial
, no es más que el Siendo supremo, puesto en función de la realidad de los siendos
derivados [...]. Una estrecha solidaridad nos parece que une el carácter
abstracto y teórico del conocimiento del ser tal como lo enfocaron la ontología
clásica así siguiendo a Aristóteles, y la naturaleza limitada de ser concebido "G. Vallin, Lumière du non-dualisme Presses
universitaires de Nancy, 1987,pp. 34 y 35).
la ontología y esto
porque, incluso si es la más primordial de todas las determinaciones posibles, no
es menos ya una determinación, y toda es una limitación, en la cual el punto de
vista metafísico no sabría detenerse " 55.
Pero, más grave aún, es sobre la pretendida pureza de la percepción
no conceptual del Ser que surge en el famoso "juicio de existencia" en
que reposa lo esencial del aparato crítico de los adversarios de Guénon. El
idealismo de la posición guénoniana, por una metafísica de lo posible y no del
acto, haría imposible, para nuestros críticos, la aprehensión, el contacto
efectivo con el "acto de existir". En efecto, la afirmación, que
generalmente emerge de los textos neotomistas, se centra en el hecho de que el
Ser es una noción supraconceptual no aprehendida por la abstracción
intelectual, que "la existencia es un
dato primitivo para el espíritu mismo que le da un campo
--
55. R. Guénοn, Introduction
générale à l'étude des doctrines hindoues, éd. Marcel Rivière 1921,p 131
supra-observable
infinito, la fuente primera y supra-inteligible de la inteligibilidad
"56.
De manera similar, Étienne Gilson insiste, de manera más mesurada es
cierto, en el carácter desnudado de esencia del acto de existir: "El acto de existir tiene por esencia no tener
una esencia.57 ». O, el "ser en tanto que ser", si es de
hecho el objeto formal de la metafísica según Aristóteles 58, es también, por necesidad obligatoria, el objeto
primero de la inteligencia. Por lo tanto, uno puede preguntarse ¿qué podría ser
un objeto de la inteligencia analítica
que no fuera un objeto conceptual? El juicio de existencia, segunda operación
del el espíritu, ¿no es atribuible a las nociones que inevitablemente se apoyan
sobre conceptos que no son otra cosa que formulaciones de ideas? Tomás de
Aquino no duda en decir que "el ser
es lo que cae primero en el conocimiento de la inteligencia 59", lo que conduce a Ferdinand van Steenberghen
a admitir: "La idea de ser es una idea
abstracta y universal, como todas nuestras ideas.60
"La idea abstracto del ser, ¿no sería ella misma un ser de la razón, e incluso
un ser de razón de los más significativos que haya? El acto de existir ¿no es,
en primer lugar una introducción de la inteligencia llevando su mira sobre las
esencias que siempre y en todas partes se manifiestan esencias particularizadas,
y por lo tanto son recibidas como tales por la inteligencia conceptual que está
"animada" por su presencia 61 ?
56. A este respecto, podemos recordar las palabras de
Jacques Maritain, consciente de la dificultad de la comprensión ontológica,
escribiendo: "La comprensión del ser
es difícil en el sentido de que es difícil llegar al punto de purificación
intelectual donde este se cumple en nosotros; donde nos hemos vuelto lo suficientemente
disponibles, lo suficientemente vacantes, para escuchar lo que todas las cosas murmuran
y para escuchar, en lugar de fabricar
respuestas. "J. Maritain, Court traitéTratado de l’existence et l'existant,
Flammarion, 1964, pp. 42-43).
57. E. Gilson, L'Existence, Gallimard, 1945, p. 80.
58. Aristóteles, Mètaphysiquea, libro 1V, cap. 1 & 2,
t. I, n. 1, Vrin, 1953, p. 171.
59. Tomás de Aquino, Suma Teológica, la, 5, 2, & Ia,
11, 2, ad 4um.
60. F. van Steenberghen, Ontologie, Publications
Universitaires de Lovaina, 2' ed. 1952, p. 41.
61.11 Es interesante leer sobre este tema los preocupantes
desarrollos de Jacques Maritain, percibiendo bien las diferentes dificultades que surgen
en la percepción virginal del (Cf. J. Maritain, Sept leçons sur l’être p. 56, &, Fayard, 1973, pp. 249-291). Se
podrá igualmente apreciar sobre la cuestión de la apertura de disponibilidad
silenciosa, en el espíritu de una aproximación realista pero sin embargo muy
sutil, la excelente obra de Joseph Rassam Le
silence comme introduction a la mètaphyísique, Publications de l’Université
de Toulouse-le-Mirail, 1980.
Nuestro intelecto no es únicamente un receptor pasivo, una
potencia de inercia sometida y dependiente, hay una actividad en él, una fuerza
activa que le da la capacidad de actualizar las formas inteligibles que
permanecen como en "potencia" en las cosas materiales. El intelecto
es en efecto capaz de hacer las cosas inteligibles en acto, lo que es propia y
formalmente conferirles su presencia
específica en el ser, les dan su visibilidad de conocimiento.
A esta capacidad, "a
este poder activo, Santo Tomás da el nombre de intelecto agente, que fue empleado
por los árabes para designar un intelecto trascendental, que ilumina nuestros espíritus
al mismo tiempo que informa la materia, y que estaba situado por ellos en el
límite inferior del mundo sideral, el último de los orbes celestes, el de la
Luna.» 62. Luz natural, el intelecto agente
ilumina los objetos inmediatos preparando así la intelección conceptual, una
facultad que nos da la posibilidad de detectar e identificar la existencia como
"Ser", de pensarlo en tanto que tal como Ser, y de la misma manera
aislar en este Ser percibido e identificado su idea y por lo tanto,
verdaderamente, "abstraer"
verdaderamente de alguna manera su acto. El intelecto "concibe" el
Ser y el existir, extrayéndole de cualquier modo existencial determinado, lo
lleva al pensamiento realizando una operación de pura "abstracción".
Por lo tanto, se puede decir que hay una "abstracción" que fluye de
la percepción del Ser por la inteligencia, y que esta abstracción es incluso la
forma más fiel de inteligencia, y que esta abstracción es incluso la forma más fiel de lo que el Ser es,
ya que no puede desprenderse, extraerse de su aprehensión conceptual que parece
ser la identidad íntima de Ser en tanto que Ser.
62. J. Moreau, De la connaissance selon saint Thomas d'Aquin,
Beauchesne's 1956 p 74
Como vemos, una metafísica del acto de ser no puede, inevitablemente,
más que ser una metafísica conceptual, una metafísica de la idea de Ser, que en
sí misma no es censurable, pero obliga, por lo menos, a un reconocimiento
teórico que, no se puede más que lamentar, es rechazado por los pensadores
realistas. Hay allí como una especie de extraña sospecha del pensamiento
conceptual que nos permite formular la idea de Ser, incluso decir que no es una
idea, sospecha que sin duda merecería un examen especial, pero que se la puede
considerar como una especie de actitud no justificable desde el punto de vista
doctrinal. Sin duda, estamos en presencia de un problema que requiere un
replanteamiento de la cuestión de la relación del Ser en el pensamiento y que, por
lo menos, obliga a considerar como intrínsecamente unidos los dos elementos de
la cuestión, a saber, ser pensante y el Ser pensado. Reconozcamos que Guénon ha
sabido, con pertinencia, retomar sobre esta difícil problemática, no dudando en
colocar en colocar en el fundamento inicial de la metafísica la idea del
Infinito, situándola como base esencial para todo el desarrollo ulterior de la investigación
trascendental. Percibiendo bien el carácter imperativo de esta primera
posición, vio con rara penetración, hasta qué punto era necesario volver al
pensamiento tradicional, de manera que pueda de nuevo tomar un enfoque de conocimiento metafísico auténtico.
Por otra parte es fácil descubrir que su insistencia en la
cuestión fundamental de la idea de Infinito, en realidad tiene un doble
disparador, ya que no sólo ofrece una posibilidad soberana de compromiso dentro
de la búsqueda metafísica, sino que, además, autoriza un descubrimiento mayor,
por no decir central, es decir, la puesta de manifiesto de la unidad principial
que une el Ser y conocerlo en el acto mismo de conocimiento. Recordemos, a
todos los fines útiles, que Santo Tomás, siguiendo los pasos de Aristóteles,
será por otra parte tan consciente de esa
unidad, que vendrá a afirmar que en la intelección en acto el objeto
inteligible coincide con el sujeto inteligente, coincidencia que, como señaló
Aristóteles, (lo que de una considerable importancia sobre el plano de la metafísica,
como lo subrayará René Guénon), tiene por consecuencia directa de llegar a esta
conclusión mostrándonos que los objetos no materiales no hacen más que uno con lo
conocido; lo cual puede, en cierto modo, resumirse en la siguiente fórmula: lo
que es inmaterial es inteligible en acto 63.
La metafísica del acto no escapa como se ve, a pesar de sus
vehementes protestas, al idealismo conceptual, y esto tanto más cuanto que ella
se niega a considerar como realizable la
posibilidad de un pasaje más allá del Ser, lo que trágicamente lo encierra en
un nivel extremadamente reducido de la realidad. Esto es porque "fijada" rígidamente sobre el Ser hasta
el punto de llegar a ser ciega y cerrada a las inmensas riquezas de las
experiencias meta-ontológicas, ella rechaza como siendo una construcción puramente
lógica la apertura metafísica, propuesta por Guénon, sobre el al más allá del
Ser. Apertura no obstante salvadora que se efectúa por medio de un "Conocimiento
suprarracional, intuitivo e inmediato[...] intuición intelectual pura sin la cual
no hay verdadera metafísica" 64.
63. Summ. theol. I 14, 2: "Unde dicitur in libro De anima (III 8, 431 b 22-23) quod sensibile in actu est sensus in actu,
et intelligibile in actu est intellectus in actu. »
64. R. Guénon, La
Métaphysique orientale, op. cit. p. 11.