Futuro
azaroso
La démocratie
est-elle une fatalité?
Hubert de Mirleau
Ed Pardés
1991
¿Qué hacer, incluso si es demasiado tarde? Una cosa es
segura La rectificación siempre ha estado en contra de la democracia, porque su
necesidad se hacía sentir cuando esta último había llevado a la sociedad a un
estado de descomposición cercano al caos.
En el curso de las edades, las razas reales habían sabido
resolver la difícil cuestión de la relación entre gobernadores y gobernados, la
verdadera cuadratura del círculo que consiste en hacer coexistir principio de
mando y el principio de "libre consentimiento". Lo habían conseguido porque se habían sabido obtener la confianza
de abajo, a la vez que mantenían la autoridad en las esferas superiores. Es evidente
que hoy en día el juego está falseado. Los ilusionistas obtienen
"confianza" (eso es mucho que decir) de abajo haciendo brillar su
lotería ante los ojos aturdidos de los espectadores, guardándose mucho de no
indicar el precio verdadero, que es la pérdida de toda libertad auténtica, por
el abandono de todos las vías que permiten la realización espiritual.
Para oponerse a su juego, ¿podemos confiar en la
"voluntad popular", como pretenden algunos? Si tal voluntad
existiera, se sabría hace mucho tiempo. No hay más que voluntades populares,
contradictorias, antagonistas, cambiantes y que dejan la victoria al que habla
último o al que se impone por una fuerza superior en la cual la seducción y el
miedo no están nunca ausentes. Hoy, no podemos pedirle al pueblo lo que quiere,
a dónde quiere ir, porque lo sabe menos que nunca y las decisiones a tomar no son
expresables en balances cifrados. Es necesario que el polo Esencia, el polo
activo, se imponga con más vigor que nunca al polo Substancia, pasivo, en otras
palabras (el poder habiendo sido usurpado por la quinta casta a fuerza de halagos y mentiras), debe ser retomado
o remitido a las manos de una primera casta resucitada como el Fénix.
Tal reasunción del control, no nos engañemos, no podrá
hacerse en calma, hasta tal punto es verdad que "Polemos es rey y señor de
todas las cosas" y que, en el ciclo histórico en el que nos encontramos,
todo es un equilibrio de fuerzas (no siendo la fuerza, bien entendido, ciega brutalidad).
Los mundialistas no dejarán escapar un poder del que han tejido pacientemente
todos los hilos, como una araña en el centro de su telaraña. Para vencer el poder
de la contra-iniciación, representado por los señores del mundo al acecho a la
sombra de los gobiernos, es preciso que el nuevo héroe fundador pueda oponerle la clara faz de una perfección que se imponga
por su irradiación y que inspirará un orden armonioso, él mismo reflejo de la
perfección divina.
El orden es jerárquico por naturaleza, pero hay jerarquías
que se camuflan y otras que se osan proclamarse como tales. Las primeras son
mentiras, son el hecho de seres viles, impostores, mientras que las últimas son
la justa expresión de razas nacidas para mandar; y por raza, entendemos,
siguiendo a Evola, una cualidad más espiritual que física, aunque idealmente lo
exterior debe reflejar lo interior. Jerarquía restaurada a la luz del día,
porque las "flores inútiles" serán a la vez el modelo, el estímulo y
el legítimo orgullo de los pueblos que han contribuido a su florecimiento.
Para cumplir con su misión, para retomar por su cuenta el gesto
de la Creación, el héroe, tomando el contrapié de los mundialistas que tienen
la intención de privar a la humanidad de toda forma con el fin de esclavizarla
mejor "por su bien", deberá, por el contrario, proponerle una forma
ideal dentro de cuyos límites se ejercería una libertad, una nueva voluntad
reencontrada: "La forma, es la libertad"....
¿Quién podría convertirse en el faro de Occidente? Sólo un
príncipe, a nuestros ojos, podría encarnar auténticamente el principio del
Imperium, fundamento de una unidad reconquistada. En efecto, el príncipe, o el rey,
o el emperador, están inmediatamente, por su mismo nacimiento, por encima de lo
contingente. No es en función de su competencia, de su eficiencia que un
príncipe es traído o mantenido en el trono, sino por razón de su naturaleza
propia, ya que está ontológicamente por encima de los otros mortales. Para
tomar una comparación actual, cuando la moneda, manipulado por los financieros,
pierde su valor, la buena gente se precipita hacia el patrón oro, no tanto por
superstición, como porque el oro no miente, porque posee una cualidad intrínseca,
inalterable. La analogía no es fantástica.
Sin embargo, tengamos cuidado de no caer en el error de los conservadores
que no tienen como referencia más que el estado político o social que
prevalecía en el tiempo de sus padres y que ellos llaman con sus voces porque consideran que es preferible a la
situación actual (porque es menos decadente) y suficientemente próximo como
para no ser irrealizable. No, "la historia no retorna los platos",
como decía el buen Celine con su sentido del atajo; y sobre todo, el estado de
descomposición es tal que cualquier enyesado sería sólo un cauterio en una pata
de palo.
¿"Y la Providencia", se nos dirá? "¿piensas que Dios puede abandonar así su
Creación”? Por creación, se entiende, quien la dulce Francia, quien la Santa
Rusia, o más modestamente su pueblo natal y su descendencia. Además de la
muerte de los pueblos y las civilizaciones es, como hemos visto, una de las
constantes de la historia, es mostrar una gran cantidad de presunción, una gran
de inconsecuencia como reducir la Creación a una de sus formas, todas pasajeras.
El futuro, dijo Nietzsche, es para el que tenga la memoria más
larga es decir, a aquel a quien los árboles no esconderán nunca el bosque y
que, sublime iconoclasta, a ejemplo de los héroes fundadores arios, serán capaces de barrer con
las tradiciones, las formas políticas, culturales o religiosas contingentes,
para retroceder al principio inicial, la fuente de toda la fuerza, de toda armonía,
de toda la gloria. Es necesario recuperar la pureza de la luz primordial, la
simplicidad de las formas originales, cercanas a las fuerzas elementales. El
despojo dórico y su laconismo, pueden dar una idea, una imagen de la sociedad
del futuro: la sociedad fría, implacable, en reacción contra el sensualismo
burgués, la "grande bouffe" plebeya y la descomposición nauseabunda debida
al quinto Estado. Una sociedad mantenida en forma por una voluntad, una tensión
máxima, porque el orden imperial, si significa la paz, no significa el sueño no
obstante; una sociedad cuyas energías, emancipándose del humanismo y del
racionalismo, desprendiéndose de toda contingencia, tendería con todas su
fuerzas a la realización del Hombre Integral, representante auténtico de la
primera casta. Así el ciclo pudría empezar de nuevo.
¿Veremos emerger a este príncipe glorioso? ¿Será capaz de
cazar entre bastidores son tiradores de cuerda cuya potencia se basa sólo en la
mentira? No podemos estar seguros, ¿pero no está escrito en el Bhagavad Gita, sobre el retorno de los
Avatares (encarnación del Altísimo) en la tierra:
"Cada vez que el
Dharma desaparece y sube la injusticia, entonces Yo tomo nacimiento. Para la
liberación de los buenos, para la destrucción de los que hacen el mal, para
poner en el trono e la Justicia, Yo tomo nacimiento de edad en edad"?
París, verano de 1990
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