— Se comenzó llamando
democráticas las instituciones liberales, y se concluyó llamando liberales las
servidumbres democráticas.
— Nada es suficientemente
importante para que no importe como está escrito.
— Las autobiografías
interesantes podrían abundar si escribir la verdad no fuese problema estético.
— La vida es un combate
cotidiano contra la estupidez propia.
— En las ciencias humanas
sólo se debe generalizar para individualizar mejor.
— El amor utiliza el
vocabulario del sexo para escribir un texto ininteligible al sexo solo.
— Cuidémonos de llamar
“aceptar la vida” aceptar sin resistencia lo que degrada.
— La mentalidad moderna es
hija del orgullo humano inflado por la propaganda comercial.
— Creer
que una verdad patente, claramente expresada, ha de convencer, no es más que
prejuicio ingenuo.
— Los problemas básicos de
una época nunca han sido el tema de sus grandes obras literarias.
Sólo la literatura efímera
es “expresión de la sociedad”.
— Proletario consciente en
el vocabulario marxista significa pueblo convertido a los ideales burgueses.
— No tengo pretensiones a
la originalidad: el lugar común, si es viejo, me basta.
— La “explicación” consiste
finalmente en asimilar un misterio insólito a un misterio familiar.
— Tan solo para defender
nuestras convicciones subalternas poseemos abundantes argumentos.
— Más que lo que dice, al
imbécil lo delata su dicción.
— El moderno conoce cada
día más al mundo y menos al hombre.
— La sinceridad, si no es
en confesión sacramental, es factor de desmoralización.
— Pedirle al estado lo que
sólo deber hacer la sociedad es el error de la izquierda.
— Nada suscita más desdén
recíproco que la diferencia de diversiones.
— El maquinismo embrutece
porque le hace creer al hombre que vive en un universo inteligible.
— No se suele llegar a
conclusiones sino desatendiendo objeciones.
— Del tedio cotidiano sólo
nos rescatan lo impalpable, lo invisible, lo inefable.
— El filósofo se
desequilibra fácilmente; sólo el moralista no suele perder el juicio.
— Las almas que el
cristianismo no poda nunca maduran.
— Lo vago y lo preciso, en
el universo, no son zonas bien o mal conocidas, sino zonas de estructura
diversa.
La zona, por ejemplo, donde
la buena voluntad basta, y la zona donde sólo el acierto cuenta.
— Las palabras son las
verdaderas aventuras del auténtico escritor.
— Una reforma de la
sociedad sólo puede esperarse de las contradicciones entre las insensateces
humanas.
— Hacer
lo que debemos hacer es el contenido de la Tradición.
— El que no busca a Dios en
el fondo de su alma, no encuentra allí sino fango.
— La “liberación sexual” le
permite al hombre moderno desentenderse de los múltiples tabús de otra índole
que lo gobiernan.
— El que se empeña en
refutar argumentos imbéciles acaba haciéndolo con razones estúpidas.
— No ha nacido escritor que
no haya escrito demasiado.
— El clero moderno afirma
que el cristianismo pretende resolver los problemas terrestres –confundiéndolo
así con la utopía.
— Un simple arrebato de
impaciencia suele suprimir pronto la distancia entre la utopía y el asesinato.
— El hombre es animal
educable, siempre que no caiga en manos de pedagogos progresistas.
— Los lugares comunes de la
tradición occidental son la pauta que no engaña en las ciencias humanas.
— Todo hombre vive su vida
como un animal sitiado.
— Las filosofías comienzan
en filosofía y acaban en retórica.
— Siendo diálogo la
filosofía, no hay razón para suponer que el último que opinó sea el que tiene
la razón.
— La vocación auténtica se
vuelve indiferente a su fracaso o a su éxito.
— El individualismo es cuna
de la vulgaridad.
— Lo más irónico en la
historia es que prever sea tan difícil y haber previsto tan obvio.
— Las intuiciones del
filósofo a veces nos deslumbran; frente a sus raciocinios nos erizamos de
objeciones.
— La estupidez se apropia
con facilidad diabólica lo que la ciencia inventa.
— Donde la igualdad deja
que la libertad entre, la desigualdad se le desliza.
— El sociólogo nunca sabe,
al manipular sus estadísticas, dónde importa la cifra relativa y dónde la cifra
absoluta.
— Donde el comunismo
triunfa, el silencio cae con ruido de trampa que se cierra.
— Conocer bien un episodio
histórico consiste en no observarlo a través de prejuicios democráticos.
— Entre los elegidos por el
sufragio popular sólo son respetables los imbéciles, porque el hombre
inteligente tuvo que mentir para ser elegido.
— El hombre no tiene la
misma densidad en toda época.
— El vicio que aqueja a la
derecha es el cinismo, y a la izquierda la mentira.
— Saber no resuelve sino
problemas subalternos, pero aprender protege del tedio.
— Los que reemplazan la
“letra” del cristianismo por su “espíritu” generalmente lo convierten en una
pamplinada socio-económica.
— Humanidad es lo que
elaboraron en la animalidad del hombre la reticencia y el pudor.
— Nada inquieta más al
incrédulo inteligente que el católico inteligente.
— El realismo de la
fotografía es falso: omite en la representación del objeto su pasado, su
trascendencia, su futuro.
— La perfecta transparencia
de un texto es, sin más, una delicia suficiente.
— Nuestra vida es anécdota
que esconde nuestra personalidad verdadera.
— Hablar sobre Dios es
presuntuoso, no hablar de Dios es imbécil.
— Las personas sin
imaginación nos congelan el alma.
— El espectáculo de un
fracaso es tal vez menos melancólico que el de un triunfo.
— Ciertas ideas sólo son
claras formuladas, pero otras sólo son claras aludidas.
— Al repudiar los ritos, el
hombre se reduce a animal que copula y come.
— El hombre moderno no
defiende enérgicamente sino su derecho a la crápula.
— La
objeción del reaccionario no se discute, se desdeña.
— En materia religiosa la
trivialidad de las objeciones suele ser más obvia que la fragilidad de las
pruebas.
— Cuando los elegidos en
una elección popular no pertenecen a los estratos intelectuales, morales,
sociales, más bajos de la nación, podemos asegurar que subrepticios mecanismos
anti-democráticos han interferido el funcionamiento normal del sufragio.
— Al estallar una
revolución, los apetitos se ponen al servicio de ideales; al triunfar la
revolución, los ideales se ponen al servicio de apetitos.
— Entre las causas de una
revolución y su realización en hechos se insertan ideologías que acaban
determinando el curso y hasta la naturaleza de los acontecimientos.
Las “ideas” no “causan” las
revoluciones, pero las encauzan.
— Los que defienden las
revoluciones citan discursos; los que las acusan citan hechos.
— La falsificación del
pasado es la manera como la izquierda ha pretendido elaborar el futuro.
— “Tener sentido” es
atributo irreductible, inanalizable, último, de ciertas presentaciones.
— La sensibilidad es
brújula menos susceptible de enloquecerse y de desorientar que la “razón”.
—
El día se compone de sus momentos de silencio.
Lo demás es
tiempo perdido.
— El hombre solamente es
importante si es verdad que un Dios ha muerto por él.
— El afán moderno de
originalidad le hace creer al artista mediocre que en simplemente diferir
consiste el secreto de la originalidad.
— No todos los vencidos son
decentes, pero todos los decentes resultan vencidos.
— Aun los gobernantes más
austeros acaban asistiendo al circo para complacer a la muchedumbre.
— Todo en la historia
comienza antes de donde creemos que comienza, y termina después de donde
creemos que termina.
— Desigualdad e igualdad
son tesis que conviene defender alternativamente, a contrapelo del clima social
que impere.
— Ni
declaración de derechos humanos, ni proclamación de constituciones, ni
apelación a un derecho natural, protegen contra la arbitrariedad del estado.
Sólo es barrera al despotismo el derecho consuetudinario.
— Sus prejuicios no
embrutecen sino al que los cree conclusiones.
— De soberanía de la ley
sólo se puede hablar donde la función del legislador se reduzca a consultar el
consenso consuetudinario a la luz de la ética.
— Las grandes teorías
históricas se vuelven útiles cuando renuncian a querer explicar todo.
— La comprensión de lo
individual y la comprensión de lo general se condicionan en historia recíprocamente.
— No hay ciencia humana tan
exacta que el historiador no necesite corregirla y adaptarla para poderla
utilizar.
— Al hombre no lo educa el
conocimiento de las cosas sino el conocimiento del hombre.
— La patanería intelectual
es el defecto que en este siglo menos sabemos evitar.
— Determinar cuál es la
causa y cuál el efecto suele ser en historia problema insoluble.
— El hombre nunca calcula
el precio de cualquier comodidad que conquista.
— No hay casualidad en
historia que no se supedite a la casualidad de las circunstancias.
— La noción de determinismo
ha ejercido un terrorismo corruptor de la faena filosófica.
— Sólo se puede releer al
que sugiere más de lo que expresa.
— Nadie ignora que los
acontecimientos históricos se componen de cuatro factores: necesidad,
casualidad, espontaneidad, libertad.
Sin embargo rara es la
escuela historiográfica que no pretende reducirlos a uno solo.
— “Necesidad histórica”
suele ser meramente nombre de la estupidez humana.
— El espectáculo de la
humanidad no adquiere cierta dignidad sino gracias a la deformación a que el
tiempo lo somete en la historia.
— El político nunca dice lo
que cree cierto, sino lo que juzga eficaz.
— Más que del inquietante
espectáculo de la injusticia triunfante, es del contraste entre la fragilidad
terrestre de lo bello y su esencia inmortal en donde nace la esperanza de otra
vida.
— La retórica cultural
reemplaza hoy la retórica patriótica, en las efusivas expectoraciones de los
tontos.
— Un tacto inteligente
puede hacer culminar en perfección del gusto la austeridad que la pobreza
impone.
— El
hombre ya no sabe inventar nada que no sirva para matar mejor o para vulgarizar
el mundo un poco más.
— Sólo la religión puede
ser popular sin ser vulgar.
— Su libertad no libera al
hombre de la necesidad. Pero la tuerce en imprevisibles consecuencias.
— Cambiar un gobierno
democrático por otro gobierno democrático se reduce a cambiar los beneficiarios
del saqueo.
— Es sobre las antinomias
de la razón, sobre los escándalos del espíritu, sobre las rupturas del
universo, sobre lo que fundo mi esperanza y mi fe.
— El estado no se ha
portado con discreción y mesura sino bajo la vigilancia celosa de burguesías
ricas.
— Las verdades subalternas
suelen eclipsar las más altas verdades.
— Aun cuando lograra
realizar sus más atrevidas utopías, el hombre seguiría anhelando transmundanos
destinos.
— Las dudas no se disipan
una a una: se disuelven en un espasmo de luz.
— Es ante todo contra lo
que el vulgo proclama “natural” contra lo que el alma noble se rebela.
— Todo lo eximio en la
historia resulta de equilibrios singularmente inestables.
Nada dura ciertamente, pero
lo mediocre dura más.
— Sólo es transparente el
diálogo entre dos solitarios.
— Formular
los problemas de hoy en un vocabulario tradicional los despoja de falsos
prestigios.
— En los siglos
espiritualmente desérticos, sólo cae en cuenta de que el siglo está muriéndose
de sed el que aún capta aguas subterráneas.
— La libertad no es fruto
del orden sólo, es fruto de concesiones mutuas entre el orden y el desorden.
— Mis convicciones son las
mismas que las de la anciana que reza en el rincón de una iglesia.
— La realidad última no es
la del objeto que la razón construye, sino la de la voz a que la sensibilidad
contesta.
— Las ciencias humanas no
son propiamente ciencias inexactas, sino ciencias de lo inexacto.
— Hablan enfáticamente de
“transformación del mundo”, cuando lo más a que pueden pretender es a ciertas
remodelaciones sociales secundarias.
— Lo que aconseja renunciar
a las opiniones progresistas y atrevidas es la inevitabilidad con la cual tarde
o temprano el tonto finalmente las adopta.
— No viviría ni una
fracción de segundo si dejara de sentir el amparo de la existencia de Dios.
— No cometo la torpeza de
negar los indiscutibles éxitos del arte moderno; pero ante el arte moderno en
sí, como ante el arte egipcio o chino, me siento ante un arte exótico.
— Después de experimentar
en qué consiste una época prácticamente sin religión, el cristianismo aprende a
escribir la historia del paganismo con respeto y con simpatía.
— Ante el marxismo hay dos
actitudes igualmente erróneas: desdeñar lo que enseña, creer lo que promete.
— Filosofar es adivinar,
sin poder nunca saber si acertamos.
— Marxismo y psico-análisis
han sido los dos cepos de la inteligencia moderna.
— Estado sanamente
constituido es aquel donde inmúmeros obstáculos embarazan y estorban la
libertad del legislador.
— Nuestras repugnancias
espontáneas suelen ser más lúcidas que nuestras convicciones razonadas.
— “Revolucionario”
significa hoy individuo para quien la vulgaridad moderna no está triunfando con
suficiente rapidez.
— Aun cuando estén llenos
de amenazas, no logro ver en los Evangelios sino promesas.
— El emburguesamiento de
las sociedades comunistas es, irónicamente, la postrer esperanza del hombre
moderno.
— Una sociedad civilizada
necesita que en ella, como en la vieja sociedad cristiana, igualdad y
desigualdad permanentemente dialoguen.
— La envidia difiere de los
demás vicios por la facilidad con que se disfraza de virtud.
— La actividad política
deja de tentar al escritor inteligente, cuando al fin entiende que no hay texto
inteligente que logre tumbar ni a un alcalde de pueblo.
— En el hombre inteligente
la fe es el único remedio de la angustia.
Al tonto lo curan “razón”,
“progreso”, alcohol, trabajo.
— El placer de adivinar el
significado ingenioso de una metáfora pretende reemplazar, en la “poesía”
moderna, la misteriosa jubilación del canto.
— La fe no es una
convicción que poseemos, sino una convicción que nos posee.
— La frontera entre la
inteligencia y la estupidez es movediza.
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