| Capítulo XIX: RITOS Y CEREMONIAS | |
| (René Guenon, Apreciaciones sobre la Iniciación) | |
| Después de haber esclarecido, tanto como nos ha sido posible, las principales cuestiones referentes | |
| a la verdadera naturaleza del simbolismo, podemos retomar ahora lo concerniente a los ritos: todavía | |
| nos quedan, sobre este tema, algunas enojosas confusiones por disipar. En nuestra época, las | |
| afirmaciones más extraordinarias son posibles e incluso se aceptan corrientemente, estando | |
| afectados quienes las emiten y quienes las aceptan de una misma falta de discernimiento; el | |
| observador de las diversas manifestaciones de la mentalidad contemporánea tiene que comprobar, a | |
| cada instante, tantas cosas de este género, en todos los órdenes y en todos los dominios, que | |
| debería llegar a no asombrarse de nada. Sin embargo, es a pesar de todo difícil guardarse de cierta | |
| estupefacción cuando se ve a pretendidos “instructores espirituales”, a los que algunos incluso creen | |
| encargados de “misiones” más o menos excepcionales, parapetarse tras su “horror a las ceremonias” | |
| para rechazar indistintamente todos los ritos, de la naturaleza que sean, declarándose incluso | |
| resueltamente hostiles a éstos. Este horror es, en sí mismo, algo perfectamente admisible, incluso | |
| legítimo si se quiere, a condición de tener en cuenta una cuestión de preferencias individuales y de no | |
| querer que todos la compartan forzosamente; en todo caso, en cuanto a nosotros, la comprendemos | |
| sin el menor esfuerzo; pero jamás hemos dudado, ciertamente, que algunos ritos puedan ser | |
| asimilados a “ceremonias”, ni que los ritos en general deban ser considerados como teniendo en sí | |
| mismos tal carácter. Es aquí donde reside la confusión, verdaderamente extraña para quienes tienen | |
| alguna pretensión más o menos reconocida de servir de “guías” al prójimo en un dominio donde, | |
| precisamente, los ritos poseen un papel esencial y la mayor importancia, en tanto que “vehículos” | |
| indispensables de las influencias espirituales sin las cuales no podría plantearse el menor contacto | |
| efectivo con realidades de orden superior, sino solamente con aspiraciones vagas e inconsistentes, | |
| “idealismo” nebuloso y especulaciones en el vacío. | |
| No nos demoraremos en buscar cuál puede ser el origen de la palabra “ceremonia”, que parece | |
| oscuro y sobre el cual los lingüistas están lejos de ponerse de acuerdo (1); está claro que la tomamos | |
| en el sentido que constantemente tiene en el lenguaje actual, y que es suficientemente conocido de | |
| todo el mundo como para que se deba insistir sobre él: se trata en suma siempre de una | |
| manifestación que conlleva un despliegue más o menos grande de pompa exterior, sean cuales sean | |
| las circunstancias que proporcionan la ocasión o el pretexto en cada caso particular. Es evidente que | |
| puede ocurrir, y a menudo de hecho ocurre, especialmente en el orden exotérico, que los ritos estén | |
| rodeados de tal pompa; pero entonces la ceremonia constituye simplemente algo sobreañadido al | |
| propio rito, luego accidental y no esencial con respecto a éste; deberemos volver en otro momento | |
| sobre este punto. Por otra parte, no es menos evidente que existe también, y en nuestra época más | |
| que nunca, una multitud de ceremonias que no tienen sino un carácter puramente profano, luego que | |
| no están en absoluto unidas al cumplimiento de un rito cualquiera, si es que no se les ha decorado | |
| con el nombre de ritos, por uno de esos prodigiosos abusos del lenguaje que frecuentemente hemos | |
| denunciado, y esto se explica, por otro lado, en el fondo por el hecho de que hay, en todas estas | |
| cosas, una intención de instituir en efecto “pseudo-ritos” destinados a suplantar a los verdaderos ritos | |
| religiosos, pero que, naturalmente, no pueden imitar a éstos sino de una forma totalmente exterior, es | |
| decir, precisamente por su sola parte “ceremonial”. El rito mismo, del cual la ceremonia no es en | |
| cualquier forma sino una simple envoltura, es desde entonces completamente inexistente, pues no | |
| podría haber un rito profano, lo que sería una contradicción en los términos; y se puede uno preguntar | |
| si los inspiradores conscientes de estas falsificaciones groseras cuentan simplemente con la | |
| ignorancia y la incomprensión generales para hacer aceptar una semejante sustitución, o si las | |
| comparten ellos mismos en cierta medida. No intentaremos resolver esta última cuestión, y solamente | |
| recordaremos, a quienes se extrañen de lo que ello pueda suponer, que el conocimiento de las | |
| realidades propiamente espirituales, en el grado que sea, está rigurosamente cerrado a la “contrainiciación” | |
| (2); pero todo lo que nos importa por el momento es el hecho mismo de que existan | |
| ceremonias sin ritos, tanto como ritos sin ceremonias, lo que es suficiente para demostrar hasta qué | |
| punto es erróneo querer establecer entre ambas cosas una identificación o una asimilación | |
| cualquiera. | |
| A menudo hemos dicho que, en una civilización estrictamente tradicional, todo tiene verdaderamente | |
| un carácter ritual, incluidas las propias acciones de la vida cotidiana; ¿debería entonces suponerse | |
| por ello que los hombres deben vivir, si puede decirse así, en estado de ceremonia perpetua? Esto es | |
| literalmente inimaginable, y no hay sino que formular así la cuestión para hacer resaltar | |
| inmediatamente toda su absurdidad; es preciso decir más bien que es todo lo contrario a tal | |
| suposición lo que es cierto, pues siendo entonces los ritos algo completamente natural, y no teniendo | |
| en grado alguno el carácter de excepción que parecen presentar cuando la conciencia de la tradición | |
| se debilita y el punto de vista profano toma nacimiento y se difunde en la misma proporción que este | |
| debilitamiento, cualquier ceremonia que los acompañase, subrayando en cualquier forma ese carácter | |
| excepcional, no tendría con seguridad ninguna razón de ser. Si nos remontamos a los orígenes, el rito | |
| no es otra cosa que “lo que es conforme al orden”, según la acepción del término sánscrito rita (3); es | |
| entonces lo único realmente “normal”, mientras que la ceremonia, por el contrario, da inevitablemente | |
| siempre la impresión de algo más o menos anormal, fuera del curso habitual y regular de los | |
| acontecimientos que ocupan el resto de la existencia. Esta impresión, digámoslo de pasada, podría | |
| quizá contribuir por un lado a explicar la manera tan singular en que los occidentales modernos, que | |
| casi no saben separar la religión de las ceremonias, consideran a la primera como algo | |
| completamente aislado, sin ninguna relación real con el conjunto de las demás actividades a las | |
| cuales “consagran” su vida. | |
| Toda ceremonia tiene un carácter artificial, incluso convencional si se quiere, porque no es, en | |
| definitiva, sino el producto de una elaboración completamente humana; incluso si está destinada a | |
| acompañar a un rito, este carácter se opone al del rito mismo, que, por el contrario, conlleva | |
| esencialmente un elemento “no humano”. Quien cumple un rito, si ha alcanzado un cierto grado de | |
| conocimiento efectivo, puede y debe incluso tener consciencia de que hay ahí algo que le sobrepasa, | |
| que no depende en modo alguno de su iniciativa individual; pero, en cuanto a las ceremonias, por | |
| mucho que puedan imponerse a quienes asisten a ellas, y que se encuentran reducidos al papel de | |
| simples espectadores más bien que al de “participantes”, está claro que aquellos que las organizan y | |
| que regulan su ordenación saben perfectamente a qué atenerse y se dan cuenta de que toda la | |
| eficacia que pueda alcanzarse está completamente subordinada a las disposiciones tomadas por | |
| ellos mismos y a la manera más o menos satisfactoria en que sean ejecutadas. En efecto, esta | |
| eficacia, al no tener nada que no sea humano, no puede ser de un orden verdaderamente profundo, y | |
| no es en suma sino puramente “psicológica”; he aquí el por qué puede decirse que se trata de | |
| impresionar a los asistentes o de imponérsele con toda clase de medios sensibles; e, incluso en el | |
| lenguaje ordinario, ¿no es justamente uno de los mayores elogios que pueden hacerse de una | |
| ceremonia el calificarla de “imponente”, sin que por otra parte el verdadero sentido de este epíteto sea | |
| generalmente comprendido? Señalemos todavía, a propósito de esto, que quienes no quieran | |
| reconocer a los ritos sino efectos de orden “psicológico” los confunden también por ello, quizá sin | |
| darse cuenta, con las ceremonias, puesto que desconocen su carácter “no humano”, en virtud del | |
| cual sus efectos reales, en tanto que ritos propiamente dichos e independientemente de toda | |
| circunstancia accesoria, son por el contrario de un orden totalmente diferente. | |
| Sin embargo, podría plantearse esta cuestión: ¿por qué razón juntar así las ceremonias a los ritos, | |
| como si lo “no humano” tuviera necesidad de esta ayuda humana, cuando debería más bien | |
| permanecer tan desprendido como fuera posible de semejantes contingencias? La verdad es que | |
| ésta es simplemente una consecuencia de la necesidad que se impone de tener en cuenta las | |
| condiciones de hecho de la humanidad terrestre, al menos en tal o cual período de su existencia; se | |
| trata de una concesión hecha a cierto estado de decadencia, desde el punto de vista espiritual, en los | |
| hombres que son llamados a participar en los ritos; son estos hombres, y no los ritos, quienes tienen | |
| necesidad del auxilio de las ceremonias. No podría ser en absoluto cuestión de reforzar o intensificar | |
| el efecto de los ritos en su propio dominio, sino únicamente de hacerlos más accesibles a los | |
| individuos a los que se dirigen, de preparar a éstos, tanto como se pueda, colocándolos en un | |
| apropiado estado emotivo y mental; esto es todo lo que pueden hacer las ceremonias, y debe | |
| reconocerse que están lejos de ser inútiles bajo este aspecto, y que, para la generalidad de los | |
| hombres, desempeñan en efecto muy bien este cometido. Este es también el motivo de que no | |
| tengan verdaderamente razón de ser mas que en el orden exotérico, que se dirige indistintamente a | |
| todos; si se trata del orden esotérico o iniciático todo es distinto, pues éste debe quedar reservado a | |
| una élite que, por definición, no tiene necesidad de estas “ayudas” exteriores, implicando | |
| precisamente su cualificación que esté por encima del estado de decadencia de la mayoría; además, | |
| la introducción de ceremonias en este orden, si no obstante, a veces se produce, no puede explicarse | |
| sino por cierta degeneración de las organizaciones iniciáticas donde tal hecho tiene lugar. | |
| Lo que acabamos de decir define el papel legítimo de las ceremonias; pero, aparte de esto, también | |
| hay abuso y peligro: como lo que es puramente exterior es además, por la fuerza de las cosas, lo que | |
| hay de más inmediatamente aparente, es siempre de temer que lo accidental haga perder de vista a | |
| lo esencial, y que las ceremonias tomen, a ojos de quienes son sus testigos, mucha más importancia | |
| que los ritos, a los que éstas disimulan en cierto modo bajo una acumulación de formas accesorias. | |
| Puede incluso ocurrir, lo que todavía es más grave, que este error sea compartido por quienes tienen | |
| como función cumplir los ritos en calidad de representantes autorizados de una tradición, si ellos | |
| mismos son alcanzados por esta decadencia espiritual general de la que hemos hablado; y resulta | |
| entonces que, habiendo desaparecido la verdadera comprensión, todo se reduce, al menos | |
| conscientemente, a un “formalismo” excesivo y sin razón, que se aplicará de buen grado | |
| especialmente a mantener el brillo de las ceremonias y a exagerarlo más de la cuenta, teniendo casi | |
| como algo despreciable al rito, que sería reducido a lo esencial, y que es no obstante lo único que | |
| debería realmente contar. Esta es, para una forma tradicional, una especie de degeneración que | |
| limita con la “superstición” entendida en sentido etimológico, puesto que el respeto a las formas | |
| sobrevive a su comprensión, y así la “letra” asfixia completamente al “espíritu”; el “ceremonialismo” no | |
| es la observancia del ritual, sino más bien el olvido de su valor profundo y de su significado real, la | |
| materialización más o menos grosera de las concepciones de su naturaleza y su papel, y, finalmente, | |
| el desconocimiento de lo “no-humano” en provecho de lo humano. | |
| NOTAS: | |
| (1). La palabra proviene de las fiestas de Ceres entre los romanos, o bien, como otros han supuesto, | |
| del nombre de una antigua villa de Italia llamada Ceré. Poco importa en el fondo, pues este origen, | |
| en todo caso, puede, como el de la palabra "místico" del cual hemos hablado anteriormente, no tener | |
| sino muy poca relación con el sentido que la palabra ha adoptado en el uso corriente y que es el único en el cual es actualmente posible emplearla. | |
| (2). Véase Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, caps. XXXVIII y XL. | |
| (3). Cf. Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, caps. III y VIII. | |
Primera versiónl publicada en "Etudes
Traditionnelles", febrero de 1937.
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domingo, 27 de noviembre de 2016
Ritos y ceremonias (René Guenon)
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