Esencia y formas de la teología negativa
Georges
Vallin
Revue de Métaphysique et Morale 63 Anné nº 2/3 (Avril-Septembre
1958)
Presses
Universitaires de France
Cuando Dionisio Areopagita
retoma, según Filón de Alejandría y Gregorio de Nisa, en una doctrina que
prefigura la Noche oscura de San Juan de
la Cruz, el tema de la ascensión de Moisés, evocando la " Tiniebla divina
" 1 y la necesidad de sobrepasar el plano
de la " teología catafática " o afirmativa con el fin de delimitar con
más rigor la infinidad de la esencia
divina, cuando Plotino, Proclo o Damascio 2
comentan las alusiones platónicas de la
República al " Bien que trasciende la esencia " o prolongan la
dialéctico de la primera hipótesis del Parménides que concierne " Uno que es uno
" describiendo lo Absoluto como
escapando al saber, como lo Inefable " 3,
cuando reencontramos el tema del Dios
desconocido " 4 , o del Dios escondido
" en los gnósticos, en Pascal, Kierkegaard o Jaspers, o bien el tema de
" la ignorancia infinita " en
Evagrio el Póntico o el de la "
Docta Ignorancia " en Nicolás de Cusa,
cuando el pensador budista habla de lo Absoluto como del " Nirvânâ " 5,
cuando el maestro vedantino Shankara 6 nos
convida a sobrepasar la noción de Brahma saguna (o cualificado), es decir de Dios
concebido como persona o Señor (Ishvara)
hacia la de Brahma nirguna (o desprovisto de "cualidades", es decir hacia lo'
Absoluto transpersonal 7, puede parecer
legítimo, de buenas a primeras, englobar todos estos procesos en el término muy
general de " teología negativa " debido a su común exigencia de
rigor aparente y de despojamiento que
concierne tanto a la formulación dialéctica de
1. Cf. La teología mística, not ., cap. 1 y 3 en Obras completas,
trad. de Gandillac (Aubier), p. 176 y sig..
Para el tema de la Tiniebla en Gregorio de Nisa, cf. J. Danlélou: platonismo
y Teología mística (Albura), 3a parte(partida), p. 190 y suiv.
2. Cf. Bréhler: estudios de filosofía antigua, p. U. F, 1955, cap.
XXX: la Idea de la Nada y el problema del origen radical en el neoplatonismo
griego.
3. Cf. Damascio, Los Primeros Principios, trad. Chaignet (Leroux,
1898). Texto griego,Éd. Kopp, Francfort, 1826.
4. Cf. A.-J. Festugière, La Revelación de Hermes Trismegisto, tomo
IV: el Dios desconocido y la Ia gnosis (1954).
5. Términ que significa literalmente e extinción..
6. Cf. O. Lacombe: lo Absoluto según Védanta (Geuthner).
7. Según la expresión feliz de Sr. Olivier Lacombe (ibid)..
lo Absoluto como a la experiencia espiritual por la cual
el hombre espera unirse o identificarse con este último.
Pero ante la diversidad de los nombres que acabamos de
evocar, y de los contextos espirituales y metafísicos en los cuales se enraíza
la negatividad sus formulaciones
dialécticas, la unidad que señalamos corre evidentemente el riesgo de parecer sino
frágil y superficial, por lo menos más formal que efectiva.
La Teología negativa es entonces más que una noción cómoda, pero confusa, refiriéndose
a una realidad de la que nos parece urgente determinar la esencia y discernir
las diversas modalidades.
Entonces, al atarse demasiado en primer lugar al
parentesco que une, por ejemplo, la teología negativa de Plotino 1 y lo que Sr. Jean Wahl 2 llama
la "teología negativa de la
beatitud " de Kierkegaard, o la teología negativa de Damascio, de
Nagarjuna o de Gregorio de Nisa, corremos peligro de perder la esencia de la
teología negativa concebida como una actitud fundamental a la vez doctrinal y
espiritual y ver allí sólo un lenguaje simple o más aún un elemento en un conjunto doctrinal al cual
puede parecer sobreañadido de modo más o menos arbitrario, sin estar
relacionado con su esencia por lazos verdaderamente profundos.
Sin duda la teología negativa puede ser sólo una pieza relacionada
o un elemento inesencial en tal o cual contexto doctrinal que se encuentra muy
alejado de lo que nos aparecerá como la esencia de la teología negativa: tal es
particularmente el caso de ella " vía remotionis" en la teología
tomista que se despliega enteramente bajo el signo de una " catafasis"
de la que la " apofasis" simplemente pretende purificar el modo de expresión,
sin que la negación sea la indicación de un grado más profundo de la
Trascendencia del Principio.
Pero nos parece que bajo su forma más acabada, la
teología negativa es más que un asunto de lenguaje o de comodidad dialéctica. Es
una actitud radical a la vez intelectual y existencial frente al problema de la
Trascendencia. El apofatismo que lo caracteriza, impregna la totalidad de los
elementos doctrinales a los cuales confiere una significación nueva, que no
poseen en otro contexto doctrinal. La estructura negativa de los términos y de
las proposiciones que designan el
Principio no es más que un signo, entre otros, del espíritu
de negatividad metafísica de la teología negativa 3.
Porque veremos que esta negatividad formal de la expresión no sólo no desemboca
en la Nada, sino en la plenitud infinita de lo real, pero todavía ve necesariamente
1. Cf El Parménides de Platón
y la teología negativa de Plotin., apud; Bréhler,Estudios de filosofía antigua,
ch. XXVII, p. 232 y sig.
2. Cf. J. Wahl, Estudios kierkegaardianos, chap. 13, p. 409 (Aubier).
3. Ct ., por ejemplo, este texto de Plotin donde la negación toma
sitio entre otros modos de expresión:. Lo que nos instruye en ello(es decir el Bien), son las analogías, las negaciones, el conocimiento de los
seres nacidos de él y su gradación ascendente (En 6,7,par 36,trad Bréhier,e
Budé p.110)
coexistir al lado de ella una dialéctica afirmativa con
la cual se encuentra en una relación de implicación recíproca. En otros
términos, para delimitar la esencia de
la teología negativa, conviene sobrepasar su aspecto dialéctico (que puede muy
bien preferir, a veces, a la negación, los términos positivos o las propuestas
afirmativas, como en el caso del Védanta no dualista de Shankara), y de poner
en evidencia tanto su aspecto ontológico o metafísico como su aspecto
espiritual o existencial.
Conviene, en efecto, interrogarse sobre la naturaleza (que puede coincidir por otra
parte con el sobrepasamiento de toda " naturaleza o esencia) del
Principio, y también sobre la experiencia espiritual (o la ausencia de
experiencia) que la teología negativa cree poder asignarle al hombre en sus
relaciones con él.
Es claro que si todas las formas de teología negativa (e
incluso todas las teologías en general) se acuerden en reconocer - con más o
menos profundidad, rigor y legitimidad -
que el Principio o el Dios que nos
proponen es "indecible", es decir trasciende todas las formulaciones
dialécticas tanto negativas como positivas o afirmativas, hace falta que ellas se pongan de acuerdo sobre la esencia del Principio
o sobre la experiencia espiritual que nos es posible tener de él. Sin duda son
unánimes a afirmar su "Trascendencia", ya que también la teología negativa en general está fundamentalmente es vinculada a este tema,
pero el problema es saber de qué naturaleza es esta trascendencia que se afirma
sin duda más a menudo que se experimenta o que no la demuestra con un rigor
suficiente. Es precisamente esta actitud frente a la Trascendencia que nos
permitirá distinguir al lado de una forma radical de la teología negativa, las
formas secundarias o las derivadas, la profundidad y el rigor de la afirmación
de la Trascendencia divina no aparecerán correlativas del rigor del espíritu de
negatividad metafísica que inspira la teología negativa.
Meditar sobre la esencia de la teología negativa nos
conducirá no solamente al corazón del problema de la Transcendencia del
Principio, sino que nos aclarará también sobre lo que se ha convenido en llamar " la experiencia mística " y
a que preferimos llamar la experiencia espiritual
de Transcendencia. La teología negativa de un Plotino, de un Dionisio Areopagita o de un San Juan de la Cruz está vinculada
íntimamente - contrariamente a la " vía remotionis " del tomismo que
tiene sólo un significado teórico - no solamente a una cierta concepción más o
menos rigurosa de la Trascendencia divina, sino a una experiencia espiritual de este última.
La teología negativa es esencialmente, para repetir el lenguaje de Dionisio, "
teología mística ", es decir experiencia espiritual transformadora y
libertadora, que permite al hombre - cualesquiera que sean las implicaciones
doctrinales de este proceso - sobrepasar el plano "natural" de "la inmanencia", es decir del hombre
encerrado en su condición o su
naturaleza humana.
La teología negativa implica la " gracia" , en
el sentido tradicional de este término, o lo que creemos que nosotros podemos
poner como su equivalente.
Uno de los principales obstáculos a una comprensión de la
teología negativa, de su esencia y de sus diversas formas nos parece residir en
ciertos contrasentidos que conciernen a la trascendencia del Principio y
provienen particularmente del prejuicio "creacionista" del hombre religioso
que concibe el Principio y sus relaciones con la mundo y el hombre sólo con
arreglo a irreductible dualidad que separa Creador y criaturas. Este concepción
o esta perspectiva "religiosa"
que se encuentra no sólo en el contexto espiritual de la teología cristiana y
de las teologías elaboradas por las dos otras tradiciones monoteístas – sino en ciertas doctrinas arraigadas en tradiciones
de tipo " mitológico-metafísico" 1 - implica
generalmente una actitud polémica con respecto a las doctrinas que se
relacionan con lo que propusimos en otro lugar llamar " la perspectiva metafísica”.
Recordemos aquí que esta última, cuyo proceso fundamental se encuentra en un
neoplatónico como Plotino, en un vedantino no dualista como Shankara, en un
budista del " Gran Vehículo " como el " nihilista"
Nagarjuna, se distingue precisamente de la " perspectiva religiosa "
en que no admite una irreductible dualidad ontológica entre el Principio y la
manifestación. Su actitud con respecto a la Trascendencia del Principio, de la
" gracia" divina y sobre todo
de la experiencia mística o espiritual es tal que el hombre religioso acusa de
buena gana a sus representantes de orgullo, de panteísmo, de naturalismo,
reprochándoles particularmente por no tener el sentido de la Trascendencia
divina 2, de ignorar la distancia infinita que
separa lo creado y lo increado. Entonces nos parece que a perspectiva metafísica
constituye la forma el más radical del teología negativa, debido a lo que nos
aparece ser el radicalismo, es decir el
extremo rigor de su concepción de la Trascendencia.
Es importante pues liquidar el prejuicio creacionista de "el hombre religioso" si se quiere
comprender a la vez a la teología negativo y las doctrinas que se relacionan con la perspectiva metafísica. Es
por otra parte tanto más urgente comprender
las relaciones entre la perspectiva metafísica y la perspectiva religiosa que
constituyen las dos ópticas fundamentales en el marco de las cuales se integran
las principales formas de la teología negativa.
1. Cf. el adversario vedantlno del no dualista Shakara, Ramanuja, del
cual la experiencia espiritual de tipo "afectivo"
(bhakti) y las presuposiciones doctrinales son más próximas en ciertos aspectos
de los de un Santo Tomás que a los de sus adversarios " no dualistas".
2. Cl. nuestra obra: la perspectiva metafísica (Le Cercle du Livre).
3. Cf. particularmente los reproches de algunos pensadores tomistas
como M. de la Corte, con respecto a Plotino en "Aristote et
Plotin",Cap III, "La purification plotinienne" (Desclée)
1.
TEOLOGÍA NEGATIVA Y PERSPECTIVA METAFÍSICA.
Intentaremos determinar estas relaciones y disipar el
prejuicio que los falsea mostrando en primer lugar por qué la perspectiva metafísica
nos parece constituir la forma más profunda y la esencia misma de la teología
negativa.
En la perspectiva metafísica particularmente en Plotino o
Shankara la trascendencia del Principio que está referida por un doble movimiento simultáneo de negación y de interiorización integral
que se efectúa en el plano del Conocimiento reposa en el sobrepasamiento del
Ser como objeto de la ontología y de la teología positiva (tanto racional como
"revelada") hacia el Sobre-Ser o No-Ser, es decir hacia Principio en
tanto que despojado de toda cualidad, de toda determinación, y al cual - así
como lo señalan frecuentemente Vedantinos no dualista y los Neoplatónicos -
hasta no conviene el nombre de Principio en la medida en que este último
implica una relación con un otro término que él, es decir una multiplicidad real,
aunque sea muy interior y " transcendente". Sin duda todas las
teologías tradicionales 1 o clásicas 2, que son unánimes a afirmar la Transcendencia real del Principio, es decir su
independencia radical con respecto a una manifestación cuya imperfección no
atenta contra su plenitud absoluta y contra su perfección, insisten en la
" unidad" o la " simplicidad" divina.
Pero la perspectiva metafísica nos parece sobrepasarlas
por el rigor con cual pone la simplicidad de lo Absoluto, y por las consecuencias que saca.
Esta simplicidad que significa supra-personalidad y hipercausalidad
no es concebida aquí con arreglo a las exigencias de una multiplicidad cósmica
y real de la que se trataría de rendir razón y que constituye el punto de
partida más o menos explícito de la ontología y de la teología positiva. Ella es
sino captada al menos referida a ella misma y por ella misma. También la negación - por lo
menos un cierto tipo de negación - es el instrumento por excelencia de esta
mirada. El Principio no puede ser puesto en su trascendencia integral más que por
una negación que parece en primer lugar excluir radicalmente de él todas las
determinaciones o las limitaciones que constituyen el tejido de las realidades
cósmicas como tales. Esta negación no es aquí el complemento catártico de una afirmación previa que se situaría en el
plano de la " analogía" o de
la causalidad. Ella es absolutamente primera,
y la afirmación, en la medida en que es llamada aquí a recobrar sus derechos, está
rigurosamente subordinada. No en absoluto que esta negación desemboque en la
Nada: ella es en cierto sentido
afirmación radical, ya que se refiere a la plenitud y la positividad de una
Unidad parmenidiana sin fisura. Pero la negación simplemente indica aquí que si
el Uno
1. Así como los de un santo Tomás, de un Duns Scot, de un Avicena,
de un Ramanuja.
2. Así como los de un Descartes, de un Leibniz o de un Spinoza
debe ser comprendido en su esencia íntima, en su unidad y
su simplicidad absolutas, él no
sabría serlo a partir y en función de lo
Múltiple. También la gradación dialéctico por el cual la
negación se eleva hasta él no es más que una apariencia (lo mismo que la forma
negativa del dialéctica no es más una
concesión inevitable y última a la debilidad de nuestros medios de
investigación metafísica). Si el Principio es
en un sentido Inteligencia o Espíritu más bien que "cuerpo", y si la
negación del inteligible que es continuación de lo sensible nos acerca en un sentido más de él ,no resulta menos que lo inteligible no nos informa más que lo sensible
sobre la esencia de lo Absoluto en la medida en que se le contempla bajo el
ángulo de las condiciones limitativas que le distinguen o le separan de este
último. Es pues por la exclusión radical de la finitud como tal como la Unidad, la Simplicidad y la
Infinidad del Principio son miradas por
el apofatismo radical de la perspectiva metafísica que opera aquí una suerte de nivelación vertiginosa de todas las
jerarquías y distinciones ontológicas.
Negar que el Principio sea Ser o Inteligencia significa
pues que es imposible alcanzarlo a partir del Ser o a partir de la Inteligencia
contemplados en sus determinaciones cosmológicas y hasta supra-cosmológicas. A
este respecto el Dios de la teología positiva aparece como un obstáculo y un
velo análogo a otros y del que el
metafísico " ruega a Dios" que
se le libre 1 a fin de que pueda captar la " deidad en su
unidad y su infinitud radical. Se trata aquí no sólo de despojar de su antropomorfismo los " atributos divinos (la Bondad, la
Justicia, la Inteligencia), sino de despojar a Dios de toda atribución en
general, de todo cualificación determinativa, incluido ese misma por la cual se
le mira como causa productora o creadora de un mundo que pone fuera de él.
El apopfatismo metafísico opera pues aquí un sobrepasamiento
del " creacionismo" teológico.
Es preciso que Dios sea más que " creador " para que pueda ser puesto
en su trascendencia integral. O más profundamente esta trascendencia exige que
el aspecto "creador" de Dios
sea subordinado de modo efectivo y explícito al aspecto " supra-
causal y " supra - principial " de realidad infinita que excluye
radicalmente todo determinación limitativa.
Sin duda la posición de Dios (que se opera por
afirmación, y según las vías de la causalidad) como creando del mundo ex nihilo
comporta un sentido auténtico de la
Trascendencia divina que se encuentra por otra parte no sólo en la teología
cristiana llamada " revelada",
sino en todas las teologías
tradicionales en general. Pero Dios creatidor del mundo no está más allá del mundo más que en la medida en que es concebido
y puesto
1. Cf. Maestro Eckhart, Tratados y Sermones, trad. de Gandillac, p.
258 (Aubier): ". Es por eso que ruego a Dios se libere de Dios .
en función de la
existencia de este último, y donde no se puede evitar, para ponerlo en su
trascendencia, atribuirle en algún grado las cualidades y las condiciones
limitativas que constituyen la realidad misma de lo finito como tal. La
atribución tradicional y no metafórica a Dios de la "existencia" nos parece
significativa a este respecto 1: poner en Dios
la causalidad creadora como una última e infranqueable realidad equivale a finitizarlo en una cierta medida, sobre todo
cuando el acto creador , interpretado en un sentido más existencial y cosmológico que verdaderamente metafísico,
significa la posición efectiva fuera de Dios de una realidad cósmica sustancial
cuya esencia está por decirlo así en la infinita distancia que la separa de su
Principio.
En este caso la Transcendencia divina nos aparece ser más
abstracta, más formal y parcial que
efectiva y integral. Esto no significa por otra parte que la actividad creadora
del Principio no sea susceptible de una interpretación metafísica que lo
reintegra en la plenitud de una trascendencia verdaderamente concreta e integral.
Lo que llamamos el "creacionismo", y que corresponde a la
interpretación "cosmológica" de la actividad creadora que acabamos de
esbozar, es sin duda sólo el endurecimiento dogmático de una concepción más
profunda y más universal.
Afirmar que el mundo es creado ex nihilo puede pues
significar también, no solamente que no existe más que en tanto que se deriva
de Dios y depende de él, sino además que su esencia última es rigurosamente idéntica a
la esencia misma del Principio. La creación ex nihilo enfocada en su dimensión
metafísica implica pues la identidad esencial
del mundo y de " Dios”, en el sentido de que Dios es tan "
transcendental " a las
imperfecciones que constituyen el mundo en tanto que tal, es decir en
tanto parece ilusoriamente separado y
diferente de Dios, que lo "creado" no sabría asumir la realidad sustancial o modal de un efecto, sino que parece no ser más que
un reflejo esencialmente idéntico a su origen y transparente a ella. En otros
términos, a la trascendencia radical del Principio tal como ella se contempla
en la teología negativa según la perspectiva metafísica excluye la realidad
sustancial de lo manifestado que sería puesta como independiente de su causa.
El sobrepasamiento del aspecto "causal" del Principio implica pues un
sobrepasamiento del aspecto " efectivo" o" sustancial " de lo
creado.
Pero esto nos conduce a precisar la naturaleza de la
negación por la cual se encuentra aquí contemplada la trascendencia del
Principio. Exclusión radical, habíamos dicho, de las condiciones limitativas
que constituyen el tejido de lo finito como tal. Pero esta exclusión, señalémoslo
bien, no concierne a la
1. Cf. la apología notable y " existencial" del Dios de santo Tomás por E. Gilson en El
Tomismo (Vrin) y El Ser y la Esencia (Vrin).
2. Poca importa a este respecto que esta realidad sea la de una "
criatura" puesta por el flat contingente de la Voluntad del Dios creador o
la de un " modo" que
emana, necesariamente de la " Sustancia" spinozista.
realidad del mundo en tanto comporta una cierta plenitud
y una densidad ontológica: lo que se encuentra excluido del Principio por la
negación metafísica es precisamente la
negatividad limitativa e ilusoria por la cual lo "creado" o lo
"manifestado" podría ser puesto como efectivamente diferente del
Principio: es la nada de la finitud y
no lo que comporta de ser verdadera lo que se encuentra contemplado por esta
exclusión. También ésta no es un rechazo,
sino una integración de lo finito. La
negación metafísica es tal que no excluye del Principio más aquello por lo que
el mundo podría ser puesto como ilusoriamente bastándose a si mismo ilusoriamente en algún
grado en su autonomía existencial
Y es precisamente esta suficiencia en sí más o menos
implícita y relativa de lo finito como tal lo que serían una limitación a la
Trascendencia del Principio. Éste no puede ser alcanzado en el rigor de su infinitud metafísica más que por una exclusión radical de toda
determinación limitativa y separativa que introduciría tanto dentro de él como
fuera de él una distinción y una
multiplicidad reales.
Poner el Principio radicalmente transcendente al mundo,
excluir ahí las imperfecciones constitutivas de lo finito como tal equivale
pues igualmente aquí a excluir por así decir la exclusión real del mundo, es decir
la posición del mundo como la existencia autónoma y separada. La exclusión de
esta exclusión equivale de hecho a una integración. La negación metafísica no es pues tanto una negación de exclusión como una negación de integración, o, en otros
términos, la trascendencia integral del Principio es correlativa de su
inmanencia radical a lo manifestado.
Tal es la paradoja aparente de esta teología íntegramente
negativa que no rechaza realmente fuera
del Principio lo que primero negó de él, sino que es simultáneamente y
necesariamente conducida a integrar en él todo lo que lo finito puede comportar
de realidad efectiva. El acto de negación por el cual lo finito se encuentra
aquí sobrepasado es al mismo tiempo un acto de integración que conserva
simultáneamente lo que suprime , análogo a la Aufhebung hegeliana de la que se
distingue no obstante por una trazo capital, porque esta negación no es
histórica, sino intemporal, y por lo tanto no es promoción de una realidad nueva,
fuente de un enriquecimiento sustancial para el Principio mismo, sino retorno hacia
lo que la realidad aparentemente excluida o negada no ha dejado nunca de ser en su última verdad. La negación no es aquí más
que la supresión del velo que separaba ilusoriamente lo manifestado de su Esencia
o de su Fundamento.
Esta exclusión del negatividad cosmológico de lo finito
es pues es correlativa de una reintegración de lo finito en la realidad del
Principio que es no solamente, siguiendo a Damascio, lo Inefable más allá de lo Uno, sino
igualmente Uno-Todo (Εν παν), Totalidad infinita de lo real.
En otros términos, la dialéctica ascendente que conduce
por una negación integral a la posición radical de lo Incondicionado más allá
de toda forma de lo Múltiple debe prolongarse por una dialéctica "
descendente " que realiza la integración de lo finito en lo Infinito o la
inmanencia integral del Principio a lo
manifestado.
La exclusión parmenidiana masiva y brutal del "no-
ser" fuera de la plenitud indesgarrable
del Ser no sabría ser pues más que un momento arbitrariamente aislado en
la totalidad de la evolución de esta teología negativa. La nada que está
excluida del Principio en tanto que potencia engañosa y divisoria (aspecto
clásico de la Maya vedántica o de la " materia" neoplatónico) se encuentra allí integrada en
alguna medida en tanto que " Omnipotencia" o " magia creadora " (se trata
entonces del aspecto superior " de Maya " 1
o de la "Materia inteligible " de los neoplatónicos). La
Trascendencia radical del Principio contemplada por la negación de integración
o por la negación propiamente metafísica de esta teología negativa exige pues
que el Principio no excluya de él, sino envuelva en él mismo por así decirlo la
posibilidad de su propia negación. El Principio debe desdoblarse en apariencia
para que su inmanencia radical a lo manifestado sea el cumplimiento de su
trascendencia integral. Hay que atreverse a afirmar que el " no- ser"
es de alguna manera, como lo mostró Platón
en el Sofista, para que la Trascendencia misma del Ser o del Principio sea real
e integral, y no sólo abstracta y
parcial.
Estas observaciones nos ayudarán a precisar las relaciones
entre la teología negativa en el sentido estricto y la vía " afirmativa”,
en el cuadro de la perspectiva metafísica. En tanto que radicalmente trascendente a la finitud de lo
manifestado como tal, el Principio puede ser puesto aquí como conteniendo "
eminentemente" todas las
"perfecciones" inherentes a este último, o más profundamente como
conteniendo de modo actual y efectivo
todo lo que las realidades finitas pueden comportar de " realidad" o de " perfección".
Afirmar que el Principio o " Dios" es Sabiduría, Inteligencia, o también que
es el mundo significa que todo lo que
hay de real en la sabiduría humana o
en el mundo resulta ser rigurosamente y esencialmente
idéntica al Principio. En otros términos, no hay aquí, como en el tomismo, "
analogía de proporcionalidad propia" 2,
sino una analogía según la esencia.
La vía " afirmativa" indica
entonces la perfecta y rigurosa continuidad que lleva del Principio a la manifestación y que prohíbe poner a partir del Principio un hiato
infranqueable entre éste y ésa. Sin duda un abismo radical, el mismo que opone
la Nada como principio
metafísicamente ilusorio de división y de obnubilación, y el Ser, separa del Principio lo manifestado
contemplado
1. Que aparece en el Vedanta como la Shaktl, es decir la" Potencia".
2. Cl. J. Maritain, Los grados del saber, 5ª' éd ., Annexe II, p.
821 y sig.
bajo el ángulo de sus determinaciones limitativas y
separativas; y esta observación basta para apartar el reproche de panteísmo)
(esta " tarta a la crema " de la polémica antimetafísica del
dogmatismo religioso).Pero hay entre el Principio - y a partir de él - y lo
manifestado, una continuidad metafísica rigurosa que es por así decirlo la
contraprueba de su Trascendencia integral y quien se traduce por la doctrina de
los grados múltiples de realidad. Cada grado de realidad (Inteligencia, Alma,
Naturaleza plotiniana o las diferentes "vainas": vaina de beatitud,
vaina mental, vital, etc., en el Vedanta) participa del grado superior al cual
es esencialmente idéntico y al cual permite remontar. Esto se nos explica por
qué Plotino nos propone utilizar las
"analogías " tanto como las " negaciones " para
alcanzar Principio. El espíritu de negatividad metafísica da, en efecto, a la'
" analogía " un valor particular. No se trata de una analogía
dogmática de " proporcionalidad " entre un efecto y su Causa creadora
que están separados por un abismo infranqueable, sino de una analogía metafísica
que une el reflejo formal a su Esencia supraformal. Es porque la vía negativa
es primitiva y radical por lo que la analogía que le está subordinada - y no
paralela - alcanza aquí su máximo de profundidad. La Analogía, totalmente
impregnada de la negatividad metafísica que pretende purificar el Principio
tanto como lo manifestado de todo rastro de opacidad cosmológica, es al mismo
tiempo " negación " , lo mismo que la negación es " analogía
" .
La analogía que consiste en coger en cada grado el rastro o el reflejo que manifiesta lo precedente y que permite remontar a él de
tal modo que cada grado se encuentra ser rigurosamente idéntico por su esencia,
si no por sus condiciones limitativas
de manifestación, al grado superior, es
al mismo tiempo negación que excluye de cada grado las condiciones limitativas
que lo separan ilusoriamente de este último. La analogía en perspectiva
metafísica es pues rigurosamente idéntica a la negación de integración. Tomar
una analogía entre dos grados de lo manifestado, o entre lo manifestado en
general y el Principio vuelve a tomar la
identidad esencial que une a la vez a todos los grados entre ellos y la
totalidad de los grados a su Principio. Cada grado integra en él la realidad
esencial del grado inferior al mismo tiempo que excluye las condiciones
limitativas que lo distinguen y lo separan ilusoriamente de él. Tal es el fundamento de lo que
llamaremos el simbolismo metafísico
en virtud del cual una realidad finita es a la vez radicalmente distinta del
Principio por las condiciones limitativas que le determinan su grado de
realidad, es decir su alejamiento del Principio, y radicalmente idéntico a él
por su esencia íntima.
Anotemos de pasada las consecuencias de esta doctrina en
el dominio de la antropología: el hombre plotiniano o shankariano, que no se
define por su naturaleza de "animal
racional ", no está encerrado en las condiciones de su manifestación
cosmológica: es puesto como esencialmente
idéntico al principio, lo mismo que no importa que otra realidad manifestada.
De donde la ambigüedad de lo manifestado, sea la Maya vedántica o la Materia
Plotiniana: es al mismo tiempo una pantalla o un velo que es preciso apartar y
un reflejo que nos permite remontar a su fuente.
Esto nos explica el papel "positivo" que está
naturalmente - y no paradójicamente – llevado
a jugar a lo manifestado en tanto que símbolo en la teología negativa según la
perspectiva metafísica. Contrariamente a lo que pasará en la teología negativa
en perspectiva religiosa - por ejemplo, en la doctrina sanjuanista de la "
Noche oscura - el mundo no es puesto aquí a
priori como un obstáculo que hace falta negar sin piedad en un esfuerzo
violento de ascetismo. Al mismo tiempo que velos
o los obstáculos de los que se trata
de apartar las limitaciones y las imperfecciones necesariamente inherentes a su
finitud, las realidades cósmicas son unos símbolos cuya contemplación nos ayuda
a alcanzar el Principio informal de las que son reflejos.
Lo mismo podemos decir que la " contemplación del
Principio no es en cierto sentido más que el prolongamiento de la contemplación
las realidades finitas: pero a condición de recordar que la contemplación explícita de estas últimas como símbolos del Principio presupone la
negación radical e implícita gracias a la cual al Principio mismo es
contemplado en una trascendencia tan radical que toda realidad finita es
inmediatamente tomada en la luz de su perfecta transparencia a él.
Esta integración de la esencia o de la positividad de la finitud es particularmente
aparente ciertas disciplinas
espirituales que se relacionan íntimamente con las formulaciones doctrinales
más profundas de la perspectiva metafísica: las disciplinas fisiológicas del
Yoga que están unidas particularmente a las doctrinas orientales de Vedanta no
dualista o del Budismo del Gran Vehículo. Más allá de la apariencia superficial
de una lucha " pesimista" contra una naturaleza " mala tiene
(error de óptica bastante natural en nuestro maniqueísmo espontáneo) conviene
ver particularmente en las técnicas propiamente fisiológicas del Yoga, a saber
las de la postura " (asana) y de la respiración 1
(pranayama) un proceso de homologación de lo individual lo Universal que se
funda sobre el valor a la vez " positiva" tiene y " simbólico" de ciertas actitudes y funciones del cuerpo. Ninguna
parte lo que llamamos la negación metafísica de integración es más manifiesta que aquí: el cuerpo no es "odiado "
o molestado, sino sometido a un proceso metódico de reintegración cósmica de la realidad humana. El ascetismo como "
sacrificio" (y esto vale para el equivalente de la vía purgativa " en
la espiritualidad - o lo que por analogía se puede llamar la "mística",
1. Cf. las obras de M. Eliade, Yoga: inmortalidad y Libertad
(Payot), y Técnicas del Yoga (Gallimard).
en perspectiva metafísica) es aquí a la vez exclusión de ilusión y reintegración del reflejo o de la forma
cogida como un reflejo simbólico -y
no como una sustancia autónoma y
separada - en su esencia primero cósmica, luego supra cósmica. Exclusión de la
ilusión o " negación" de la
" negación", es decir aniquilamiento de la " nada, o del dominio
de la individuación y de la separatividad que constituye el objeto de la visión
"profana" del mundo. Hay " esfuerzo", pero no contra
natura, porque lo que se trata de " rectificar" " (por ejemplo, el carácter disarmónico del
ritmo respiratorio) no es referido ni vivido como una realidad definitivamente
coagulada en sus límites. La " naturaleza" es en realidad más que
ella misma: la mirada de sabiduría la
capta como vía y como reflejo, como camino
hacia en tanto reflejo de su origen,
y es porque el esfuerzo de sabiduría
conduce aquí de manera natural de la forma individual – de la que se abole su aspecto negativo, pero ilusorio de
obstáculo para coger y utilizar su aspecto positivo de reflejo simbólico y de vehículo
ontológico - hacia la esencia universal. De donde la ausencia de discontinuidades
radicales, dualismos trágicos de los que se alimenta la espiritualidad
individualista y pasional del hombre religioso. De donde también la falsa apariencia
de " naturalismo" que se puede estar tentado de descubrir en una tal evolución
espiritual. La trascendencia íntegra
puesta por el movimiento inicial de negación de integración exige, en efecto, la
superación de todas las formas de " dualismo" : el alma y el cuerpo,
la naturaleza y la gracia, etc. Lo mismo que el cuerpo es puesto a priori como envuelto en lo espiritual,
la " naturaleza" está cogida a priori y naturalmente como se englobada
en la " gracia. La evolución espiritual se cumple de una manera "
naturalmente sobrenatural" o "
sobrenaturalmente natural" en el
sentido de que la gracia reside ante
todo aquí en el sobrepasamiento espontáneo (en el doble plano de la intelección
teórica y del deseo - si no
evidentemente sobre el de la realización efectiva) de la individuación y la
separatividad. Tal es el don " sobrenatural”: la inmanencia integral del
Principio en lo manifestado que prohíbe poner una dualidad entra " naturaleza"
y " gracia" o aún la recuperación del individuo como el
reflejo o el símbolo metafísico de lo Universal. Esta inmanencia es
particularmente sensible en el instrumento de realización espiritual en
perspectiva metafísica: el Conocimiento.
La experiencia "mística" o más bien espiritual equivale, en Plotino
como en Shankara a una interiorización radical del sujeto que es correlativa de
una apertura del Conocimiento.
Sin duda en Plotino la interiorización " noética, a la
vez espiritual e intelectual, no conduce
en todo rigor más que al Ser o al Intelecto universal: la experiencia suprema,
la del Uno, es " extática”, arranque
del Espíritu a sí mismo, salida del ser fuera de sí 1
1 Tema que se encuentra frecuentemente en la " teología
mística" de varios Padres griegos ,
especialmente en Gregorio de Nisa o Dionisio el Areopagita
La teología mística del " contacto" con el Uno 1 es una teología negativa del éxtasis. También bien la
espiritualidad plotiniana no es radicalmente metafísica: está como lastada por
elementos "religiosos " que prohíben a la interiorización espiritual
y a la Transcendencia metafísica del Principio ser verdaderamente integrales.
La espiritualidad no dualista del Vedanta shankariano se revela aquí más
radicalmente " metafísica”. Entre las tres " vías " que el
hinduismo propone 2 a la elección de los buscadores
de perfección espiritual (vías de la Acción, del Amor, del Conocimiento), el
"no dualista" se compromete en esta última, que tiende a seguir hasta
su término. La integración de la finitud, correlativa de la Trascendencia integral,
desemboca en una mística que aparentemente es la de la " Inmanencia" y cuyo término es la identificación con
Principio por el Conocimiento. Enstasis
pues, para retomar la expresión de Eliade 3, y
no éxtasis, experiencia del "retorno" o de la " reminiscencia"
que pudo empujar a mucho polemista
distraído o mal informado a hablar aquí de " orgullo”. Reproche absurdo en
verdad, porque si es claro que el " gnóstico 4 "
no sale de sí mismo, hay que recordar que en cierto sentido jamás había entrado
aquí, ya que, el ego no está petrificado aquí en sus límites existenciales, sino
espontáneamente cogido en su
transparencia simbólica al Intelecto universal. El "deseo" que
conduce al hombre a identificarse con su Esencia ontológica o lo que se podría
llamar " el eros metafísico " es pues en absoluto egoísta, contrariamente a los comentarios de
Nygren 5. La ausencia de salida " fuera de
sí" o de éxtasis (contemplada sobre
un plano moral, ontológico o propiamente " místico" ) simplemente
significa aquí reintegración del ego en lo que aparece como su Sí (según la
expresión vedántica de "Atman"), como su Esencia que está más allá de
toda esencia y literalmente y no metafóricamente " intimior intimo meo". El esfuerzo
naturalmente sobrenatural de esta evolución metafísica, es en cierto sentido el
esfuerzo del Intelecto en mí (es
decir en el ego recuperado y vivido como reflejo y como soporte y no como
esencia) más bien que mi esfuerzo
hacia Él.
¿Cuál es entonces, sobre el plano de esta experiencia
metafísica del Principio por el Conocimiento, el significado del apofatismo o
de la teología negativa contemplado strictu sensu y no como una actitud global de
las que la apofasis propiamente dicha y la catafasis " son más que momentos?
El Principio, en virtud misma de su inmanencia radical,
que no es inmediata, recordémoslo, sino correlativa de una trascendencia integral,
1. Cf. Enéadas, 6, 9, por. 11, p. 187, o. c.
2. Cl. un análisis excelente de estas tres vías (" Margas",
apud O. Lacombe,
Lo Absoluto segúnel Vedanta,
p. 351.
3. Cl. Técnicas del Yoga, p. 107.
4. Este término debe de ser tomado aquí en su sentidoetimológico
que es el equivalente riguroso del sánscrito " jnåni"
5. Cf. Eros y Agapè, p. 193. Trad Jundt(Aubier)
es en cierto sentido objeto de experiencia. Por definición,
no sabría ser puesto como escapando de la experiencia "a la vez
mística" y " intelectual "que corona la vía de Conocimiento.
Shankara no se cansa de repetir que es por el Conocimiento que el sabio experimenta su
identidad esencial con el Sí 1'. Experiencia que
no implica pues la inaccesibilidad más o menos relativa de su " objeto",
ya que precisamente se define por el sobrepasamiento radical de toda dualidad,
de toda distancia, incluido no sólo la que separa el sujeto y el objeto en
general, pero esa misma que separa el sujeto de él mismo en la conciencia de
sí.
Los términos negativos que se puede emplear entonces para
designar el Principio no significan pues la distancia, inexistente aquí, entre
el sujeto y el objeto de la experiencia de lo Absoluto, ya que el " sujeto"
de la experiencia, no sólo " recupera " aquí su "objeto",
sino que más profundamente sobrepasa el estadio donde esta distinción es pensable.
El apofatismo es simplemente una manera de expresar esta
experiencia metaempírica donde la interiorización
radical del conocimiento desemboca en el sobrepasamiento del conocer contemplado como la captación intuitiva
de un objeto por la conciencia o simplemente como la conciencia de sí. El
Principio es demasiado grande, como dice Plotino mismo, para conocerse a sí
mismo. También los neoplatónicos lo
llaman a menudo lo Incognoscible, en
tanto no es conocible, es decir intelectualmente captable, a la manera de otras
realidades 2, pero no en tanto que la esencia de
nuestra naturaleza nos prohibiría captar en cierto modo su perfección infinita.
El apofatismo se revela de nuevo aquí no como el signo de la trascendencia
abstracta del Principio, sino de su inconmensurabilidad con relación a toda
realidad determinada a partir de la determinación limitativa en la cual se
pretendería captarlo, conocerlo y nombrarlo. El juego aparentemente sutil -
pero inevitable - de la dialéctica apofática, que se encuentra por otra parte
en contextos doctrinales diferentes,
debe ser comprendido a la luz de estas observaciones. Declarar que
" conocemos el Principio como incognoscible" no significará, en la
perspectiva gnóstica del Vedanta shankariano o del neoplatonismo, que tenemos
consciencia de su inaccesibilidad, es decir del abismo que nos separa de él
(como será el caso de Gregorio de Nisa
o del Areopagita), sino sea estamos en
relación aquí con una experiencia que es conocimiento, es decir presencia
íntima de la " cosa" al
sujeto, por asimilación e interiorización, pero un conocimiento que está más
allá de todo conocimiento con sentido habitual del término. Esto conduce a
veces a los neoplatónicos a preferir el término de unificación ) o de
simplificación () al de conocimiento () así
1. Cf. The Bhagavad Gita with the
commentary of Shankara, cii. XVIII, p. 484 (Ed. Sastrulu, Madras, 1947).
2. Ct. Proclo, Comentario sobre Parménide tomo II, libro 6 trad
Chaignet, p 282 "el Primero es inconocible por los conocimientos que son
del mismo orden que los seres"
como lo testimonia este texto de Damascio 1: " debemos añadir que el Uno no es
absolutamente inefable, sino solamente que la palabra no puede expresarlo ni
por negación ni por afirmación, sino que es recuperable quizá al pensamiento
puro (), pero no al pensamiento lógico () o intelectual (),
sino a la forma unificada () del conocimiento... No es
completamente conocible incluso por el conocimiento unificado, porque lo que es
solamente uno y nada más no es conocible... Pero una tal noción de él, si es
purificada, se acerca bastante cerca de su propia naturaleza y, en tanto está
próxima de allí, arranca un cierto conocimiento de él; después de haberse
acercado a eso, cierra los ojos y deviene unión ' () en lugar de
conocimiento () .
El apofatismo significa pues aquí que si el Principio está más allá de toda naturaleza, más allá
de toda esencia y de toda existencia, no está más allá de toda experiencia. Es la combinación de las
fórmulas apofáticas y antinómicas que expresará mejor esta propiedad misteriosa
del Principio de ser experimentado y conocido por decirlo así más allá de toda
experiencia y de todo conocimiento. El
Principio es inaccesible e incognoscible en tanto se situara su conocimiento en
el prolongamiento de un conocimiento discriminativo y determinativo del que se habría previamente identificado la
esencia y las condiciones limitativas. Pero aparece también como
"conocible" a partir del conocimiento de no importa que realidad limitada en tanto se la contempla en
su transparencia esencial y simbólica al Principio y no en su sustancialidad
cósmica y en su autonomía existencial.
Es fácil justificar ahora y explicar, en el cuadro mismo de
la perspectiva metafísica, la diversidad de los modos de expresión de lo
Inexpresable, que encontraremos por otra parte, con un significado diferente,
en el marco de la perspectiva religiosa. Recordemos primero que la diversidad
de las técnicas de expresión: apofasis, afirmación, negación o sobrepasamiento
simultáneo de la afirmación y de la negación, la afirmación o la coincidencia
de los opuestos, hipérbole, recubre la
misma actitud radical frente a la trascendencia del Principio. Es necesario
anotar también que las diferentes modalidades de expresión se encuentran
inevitablemente en cada una de las diversas expresiones doctrinales orientadas sobre la perspectiva
metafísica.
Una comparación rápida del Vedanta shankariano y del
neoplatonismo de un Plotino 3 o de Damascius
bastaría para mostrar que la técnica apofática
2. Damascio, De los primeros principios, tomo I, p. 163, trad.
Chaignet (Leroux) (el texto griego al cual nos referimos es el de la edición
Kopp.)
3. Traduciríamos más de buena gana por unificación que por
unión, que propon
Chaignet.
3. Para un estudio detallado, cf. La perspectiva metafísica, o. e.
Un estudio de ciertos pensadores budistas del Gran Vehículo como Nagarjuna suministraría
otro ejemplo, análogo al del
neoplatonismo, de la importancia del apofatismo En tanto que técnica de expresión en el cuadro mismo de la
perspectiva metafísica. Nos permitimos reenviar al lector al esbozo de una
comparación entre Védanta shankarianon y Budismo nagarjuniano a la paerte 2 (formulación budista y formulación
vedantica) del cap. II (la diversidad de las formulaciones de la perspectiva
metafísica) de nuestra obra : "La perspectiva metafísica"
tiene más sitio en aquellos que en estos. Si el Vedanta
insiste en la incognoscibilidad y la sobredeterminación de Atman-Brahman que no
es ni esto, ni eso ( neti.. neti) 1, no recurre
menos allí muy frecuentemente a términos positivos o a propuestas
afirmativas para designar a la Deidad o el Sí que está más allá de
"Dios" o del "Ser"
(cf. Atman, Brahman, o la tríada Ser-Conocimiento-Beatitud (Sat-Chit-Ananda) y
las fórmulas célebres vulgarizadas por Schopenhauer 2:
"Tat tvam asi": esto, tú lo eres, también tu). La trascendencia integral
del Principio que desemboca sin
restricciones mentales en la doctrina de la identificación al Atman por el
Conocimiento conduce al Vedantin a una
comprensión como natural y espontáneo de la inmanencia radical del Sí a lo manifestado. También el mundo aparece a priori menos en su opacidad
existencial que en su transparencia simbólica al Sí. La positividad de los términos y de las
proposiciones de un lenguaje así purificado de sus escorias limitativas se
revela en el Vedanta el vehículo natural del hiperpositividad del Bien más allá
de la esencia.
La teología negativa como técnica de expresión nos parece tener un lugar tanto más reducido que
la teología negativa en tanto actitud
radical frente a la trascendencia del Principio manifiesta más sus
implicaciones esenciales. El miedo casi maniqueo de limitar el Principio
designándolo por términos positivos, que inspira si a menudo la técnica de
expresión de las teologías negativas tiene tantas menos razones de ser cuanto que
lo manifestado es contemplado en una identidad verdaderamente radical y no
residual al Principio. Es la ausencia de este temor la que explica la desenvoltura,
aparentemente escandalosa a nuestros
ojos, con la cual la sabiduría vedántica contempla las relaciones entre lo
"creado" y lo "increado”. Aquel en el que la mentalidad
contemplativa se encuentra espontáneamente sensibilizada evidentemente por la
irrealidad de la criatura, o más exactamente de su no realidad como existencia
más o menos relativamente separada de su fundamento metafísico, no necesita
verse recordar constantemente que Dios es infinitamente otro que él. "Dios"
no tiene que ser pensado aquí, por la
teología negativo tomada "strictu sensu", como más allá de un creado
con el cual se podría estar tentado de confundirle: pues es lo "creado"
que se encuentra aquí puesto, pensado y vivido como más allá de sí mismo, como
metafísicamente "negado", es decir integrado en la plenitud sobreesencial
de su Principio que le envuelve de manera integral.
A la inversa, es el temor a la idolatría que nos parece
explicar
1 Cf. Brhad-Aranyaka-upanishad, IV, 5, 15,
p. 88, trad. Senart (Belles Lettres).
2. Ct. Chandagoya - Upanishad, VI, 10, 2, p 86, trad. Senart (Belles Lettres).
la necesidad de recurrir de manera explícita y sistemática
a la negatividad de los términos o de las proposiciones en el cuadro mismo de la perspectiva metafísica. Tal nos aparece
ser, en ciertos aspectos, el caso del neoplatonismo que es manifiestamente
consciente de la trascendencia limpiamente metafísica del Principio, pero que
no alcanza - en el marco de sus formulaciones dialécticas - a contemplar las
consecuencias de esta trascendencia con la serenidad objetivo de una
contemplación íntegramente intelectual.
Las vacilaciones y las sutilezas por otra parte
admirables de la dialéctico de Damascio nos parecen reflejar en parte 1 la inquietud de una sabiduría auténticamente
metafísica, pero que se siente constantemente amenazada por la tentación de
idolatría o más precisamente por la "
cosmolatría " o la " antropolatría " que inspiran tan
manifiestamente el amor helénico por las " formas " . Esta tentación
es ésa misma que pesa sobre el dualismo
platónico, - sin duda más profundamente metodológico que ontológico, - que se
encuentra en el neoplatonismo y de la que el deseo nostálgico de evasión hacia
más allá (cf. La del fin de Enéadas, la que repite el qec del Thééheto)
se explica por un apego mal superado a la individuación y a la "forma", o por
una disponibilidad imperfecta a la perfección infinita de lo " supra
formal ".
Este amor de las formas puede explicarnos por qué la
negación metafísica no se revela aquí negación integralmente metafísica o de
integración, sino que comporta un aspecto de exclusión que corresponde a un apego pasional a la finitud.
También la Trascendencia de lo Uno permanece relativamente incompleta y
abstracta 2 en Plotino que, aunque reconozca que es reentrando en
ella misma 3 como
el alma remonta hacia la realidad " más allá de la esencia" , no
concibe menos la experiencia espiritual del Uno como un éxtasis por el cual el
alma misma se arranca a ella misma no
para identificarse a su Sí, sino para unirse al Principio que queda en
definitiva puesto como esencialmente distinto de ella misma. De donde una
teología negativa del éxtasis, que nos parece interrumpir el impulso metafísico
de la espiritualidad intelectual de Plotino, y de la que encontraremos las formas más características en el contexto de
la perspectiva religiosa.
II.
TEOLOGÍA NEGATIVA Y PERSPECTIVA RELIGIOSA
Lo que proponemos llamar la perspectiva religiosa que
caracteriza particularmente las formulaciones exotéricas de las tres grandes
tradiciones
1. Reflejan evidentemente también la misma ambigüedad del Principio
que no es ni ser, ya que es sobredeterminación infinita, ni no ser, en el sentido
que no está simplemente más allá del ser o la Existencia en tanto que las excluiría de su Transcendencia, ya que estamos
en relación con una negación de integración, y no de exclusión.
1. Así como intentamos mostrarlo más largamente en La perspectiva
metafísica, o. e.
2. Ct. Enn, VI,9 par 11,p.118, trad Bréhier
monoteístas 1 se opone a
la perspectiva metafísica particularmente por la manera limitada y dogmatizante
en que ella concibe su Principio y sus
relaciones con lo manifestado. Esta limitación nos parece particularmente
importante en la concepción propiamente religiosa de la Trascendencia: es el
punto capital que importa aclarar si se quiere comprender la significación de la teología negativa en
perspectiva religiosa; y esto tanto más cuanto cada dogmatismo religioso tiende
a monopolizar el sentido de la Transcendencia y a denegarla también tanto a los
otros dogmatismos 2 religiosos como a las
doctrinas arraigadas en la perspectiva metafísica. Por claridad de exposición
nos limitaremos a contemplar la perspectiva religioso en su oposición con la
perspectiva metafísica, pero queremos precisar que esta oposición que desde el
punto de vista religioso aparece necesariamente irreductible se revela, desde el
punto de vista metafísico, simplemente relativa, el contenido de las
"verdades" tanto "
racionales" (a los cuales se limita, por ejemplo, la " fe " en
el exoterismo islámico) como "reveladas" se encuentran, desde este punto de vista,
susceptibles de un ahondamiento que considera el dogma revelado o la
verdad " demostrada" como un
símbolo del que se pretende sobrepasar " la corteza "," la forma
" o la " letra" para coger " el núcleo" (para repetir una expresión eckhartiana), es
decir la esencia o el espíritu 3.
El dogmatismo religioso reposa en una concepción abstracta
o parcial de la Trascendencia. Su forma más característica consiste en lo que
hemos llamado anteriormente el
dogmatismo creacionista, según el cual la criatura puesta en el ser por el fiat
de la voluntad divina permanece esencialmente distinto del Principio. El
estatuto ontológico de lo manifestado está regido por infranqueable correlación
Creador-criatura en función de la cual
se ordenan tanto la teología, la cosmología, y la antropología como la mística
del dogmatismo religioso. El hombre religioso como tal no contempla el
Principio más que con arreglo a su propia
realidad ontológica de criatura: así es
como el hombre, en el contexto de la filosofía tomista, se define por su
condición aristotélica de animal razonable irremediablemente encerrado en
límites cosmológicos infranqueable. El hombre religioso - ya humanista en esto-
reduce pues la esencia del hombre a
su condición. Cuando afirma que
" Dios está más allá del mundo y del hombre, la afirmación por la cual pone a
Dios en su trascendencia implica una determinación, es decir una negación o una
limitación del Principio que se revela, una consecuencia inevitable de la
creencia en la realidad esencial del mundo
1 Y se encuentra por otra parte los elementos esenciales o por lo
menos equivalentes en ciertas doctrinas que se relacionan con tradiciones de
tipo · mitológico- metafísico *: por ejemplo, en la doctrina de adversario vedantin
de Shankara, el dualista Ramanuja (cf. Lacombe, Lo Absoluto según el Vedanta
o.c.)
2. Ct. particularmente la polémica del Islam contra la Encarnación
del Verbo.
3. Dos ejemplos particularmente netos de tal ahondamiento nos son suministrados por la exégesis
metafísica del Corán en el Sufismo. (Porejemplo, en Ibn Arabi) y de Ia Biblia
en el Maestro Eckhart.
o de lo finito como tal. Es este postulado capital que
jamás hay que perder de vista si se quiere comprender, por ejemplo, el
significado de la humildad de la criatura pecadora que se confirma como una nada frente al Creador. Afirmación
hiperbólica, sentimental, individualista y pasional, y no intelectiva objetiva
y serena de la irrealidad esencial de la finitud de lo creado. Lo mismo ocurre con
la Transcendencia divina que el
dogmatismo religioso afirma más
que verdaderamente sabe, porque el Dios
religioso de la cosmogonía creadora tanto como el del misticismo es
esencialmente puesto sea en el dinamismo interno de su relación a sí (Dios causa
sui, Dios trinitario) o en el dinamismo extrínseco de su causalidad creadora.
En otros términos el dogmatismo religioso limita la realidad divino a partir y en función
a una existencia cosmológica que se trata por lo menos tanto de
justificar en su autonomía existencial como de fundar sobre la realidad de la
Causa principial que la sacó de la nada.
Entonces la trascendencia de la Cause creadora con relación a su efecto, muy
lejos de introducirnos en "Todo Otro" que el mundo, no mira al contrario en el Principio más que lo que permite "existenciar " el
mundo, es decir vincularle a él. La infinitud derivada de la Existencia divina
se vuelve "aquí "esencial". La esencia de Dios no es aquí más
que existir,
y no ser. También el Principio y lo
manifestado en función de la realidad sustancial en la cual este último se
encuentra puesto son en definitiva la misma materia ontológica: no les separa
más que una exterioridad y una exclusión totalmente abstractas,
y no una desnivelación ontológica verdaderamente radical. Desde el punto de
vista metafísico, la Causalidad creadora o la Infinidad derivada, lejos de constituir
la esencia del que hace a la Deidad radicalmente transcendental a lo creado y
propiamente " imparticipable " 1 es
más bien el fundamento de la inmanencia del Principio a lo manifestado.
Inmanencia tanto más radical por otra parte, recordémoslo, que la trascendencia
de la que esta inmanencia es como la expresión y la consecuencia es ella misma más integral.
La realidad divina reducida a Ia Causalidad creadora y
cortado de la Sobreesencialidad metafísica del Principio, no es pues ni
verdaderamente transcendente, ya que es en definitiva de la misma materia
ontológica que el mundo en función de la realidad existencial del cual es exigida e inferida 2 , ni verdaderamente inmanente, ya que la realidad
divina que penetra sin duda la criatura hasta en su " acto de existir"
no la envuelve sin embargo de tal modo que no comporta más ninguna opacidad
residual: el efecto es realmente y esencialmente exterior aquí a su causa,
aunque que esté en " continuidad
existencial" con ella.
1. Porque se sitúa sobre un plano donde lo finito, encontrándose
rigurosamente reintegrado en el Infinito, no necesita más participar en este
último.
2. Tendría lugar ahí mostrar a propósito de eso cómo las "
pruebas cosmológicas de la existencia de Dios" son conformes a las
exigencias dinámicas del hombre religioso
La vía de "eminencia" o la analogía por la cual
se alcanza Principio a partir de la finitud contemplado en su sustancialidad
cósmica, y la cual se mueve sobre el plano positivo de las afirmaciones, se
vuelve aquí primera y no derivada. La afirmación de la realidad sustancial del
mundo es aquí la "hipótesis" fundamental en función de la cual es puesta la existencia misma de su Causa
creadora.
Pero es claro que remontar así del mundo a Dios por la
" vía de eminencia desemboca en una
afirmación que implica restricción de ser, limitación ontológica, es decir
negación. Este anagogia " positiva" se reposa de hecho en una negación parcial de
exclusión, que corresponde a la impotencia del hombre religioso a contemplar el
mundo en su transparencia simbólica y radical al Principio. Esta negación de
exclusión que podrá revestir por otra parte numerosos grados será tanto más
acentuada cuanto la naturaleza de Dios, de la criatura y de sus relaciones será concebida en un estilo más " cosmológico
" y " existencial " que " metafísico”.
Metafísicamente la pseudo-positividad y la
pseudo-plenitud inherentes a esta vía de la analogía dogmática reposan sobren
una negatividad fundamental, esencial y no derivado. El Dios creador aparece
entonces como la negación-determinación principial por el cual el Uno se
limita, se arranca a su sencillez
primordial para someterse a lo Múltiple.
Las " afirmaciones" de la " teología catafática " vulgar o
dogmática, es decir no subordinada a la teología apopfátca, se despliegan en el
clima rarificado de la negatividad real y sustancial que reviste falsamente una
apariencia de plenitud y de densidad ontológica. Sin duda no es esta la " vía negativa " la que pone aquí la Transcendencia del Dios creador cuya esencia
se agota en cavar el abismo infranqueable
que la separa de la "criatura". El tema de la trascendencia aparece aquí separado del de la teología negativa, ya que es de la positividad existencial de la criatura que se remonta
a la super - positividad no menos "
existencial" de la Voluntad creadora. No hay que " negar", que " sobrepasar
" aquí la criatura para alcanzar el Principio, ya que al contrario es a
partir de la criatura esencialmente identificado a sus límites cosmológicos como
se alcanza la trascendencia aparente de la Causalidad divina. Pero también bien
esta Trascendencia no es radical, precisamente en la medida en que implica la
negación de exclusión por la cual lo
finito y lo Infinito no se ponen por decirlo así más que limitándose y excluyéndose
recíprocamente. La negación está aquí en oposición de la integración
metafísica: decir que Dios no es la criatura no significa tanto que escapa de
las limitaciones existenciales que definen a la criatura como tal o que sea verdaderamente
de un otra orden que la criatura, sino más bien que su Infinidad y su Omnipotencia son
tales como no llegan a envolver al ser de la criatura en la radiación de una
omnipotencia verdaderamente integral.
Hablaríamos de buena gana aquí de un tipo "
trascendencia en la inmanencia”, es decir de un sobrepasamiento puramente abstracto y formal que
efectivamente no nos hace salir del círculo de la inmanencia cosmológica o de
la existencia condicionada. La causalidad creadora de Dios en tanto que primera
y no fundada sobre la sobreesencialidad de la "Deidad" metafísica
constituye sin duda un sobrepasamiento de lo finito, exigido por la conciencia
de la insuficiencia de este último, pero este sobrepasamiento nos parece más
formal y más intencional que efectivo. La trascendencia es aquí el objeto de
una afirmación, de una creencia y no de una evidencia
intuitiva. Corresponde a una exigencia del entendimiento dianoético quién
quiere rendir razón de una finitud que
se trata de fundar, de justificar o de habilitar de algún modo, pero no de trascender verdaderamente. No
reposa en la intuición intelectual de la infinitud
real y no metafórica del Principio.
¿Cuáles pueden ser, en estas condiciones, el lugar y el valor de la teología negativa que se reencuentra
indiscutiblemente en el contexto de la perspectiva religiosa?
Es muy evidente que la teología negativa en tanto que
radicalismo metafísico frente a la Transcendencia puede parecer – al menos en
el marco del dogmatismo religioso - como extraña a este último, aunque pueda, en
la óptica misma de la perspectiva metafísica, parecer constituir su verdad
profunda. Antes de responder a esta cuestión, intentemos precisar a la vez el
espíritu y el cuadro del análisis que vamos a esbozar:
I ° Tomaremos prestado nuestros ejemplos sólo a doctrinas
que se relacionan con la tradición
cristiana, con el exoterismo de la cual no se encuentran en conflicto aparente
- como en el caso del Maestro Eckhart (Gregorio de Nisa, San Juan de la Cruz).
2 ° No nos fijaremos aquí el aspecto histórico del
problema, bastante conocido por otra parte, contentándonos con recordar que las
obras de Dionisio Areopagita ampliamente
difundido por la traducción de Scoto Eriugena han tenido una influencia
considerable sobre todas las formas que pudo revestir la teología negativa en los
místicos medievales o posteriores 1.
La teología negativa, en la perspectiva religiosa de la
teología cristiana interviene sobre dos planos distintos:
1º Sobre el de la
teología racional o natural, donde aparece,
1. Estas observaciones levantan problemas delicados que merecerían
una atención extrema, pero que no sabríamos intentar resolver en el marco de
este artículo: ¿ La teología negativa de el Areopagita es verdaderamente extraña a la
esencia de la tradición cristiana - si no a su exoterismo dogmático? ¿ Es verdad que el
neoplatonismo, cuya influencia sobre los Padres griegos en general y sobre Dionisio
Areopagita en particular es tan
considerable, sea radicalmente incompatible con la esencia de esta tradición y
que sea deseable oponerle de modo cortante a esta última el paganismo de los
neoplatónicos?
en tanto que " vía remotionis ", como el
complemento de la " vía eminentiae
" de la teología afirmativa.
2 ° Sobre la de la teología mística donde envuelve los
diversos aspectos de negatividad y de oscuridad que conciernen también bien a
la purificación (como en el caso de las diferentes " noches" de la
mística sanjuanista) como la unión extática del alma con Dios personal
(Tiniebla gregoriana o dionisiana).
*
**
En cuanto a ella " vía remotionis " o "
negationis" que Santo Tomás, por ejemplo 1,
ha combinado a la " vía eminentiae ",
está claro que no aporta ningún
sobrepasamiento del plano ontológico de
la Personalidad divina o de la Causalidad creadora. No es más que el complemento de la teología positiva
considerada como primera. Y sabemos que tiene como oficio despojar las afirmaciones que conciernen a la
naturaleza divina y sus atributos del antropomorfismo de las que están inevitablemente lastradas. El contraste con
la teología negativa de tipo metafísico es aquí particularmente neto: mientras
que en esta última, la afirmación parece vinculada a la dialéctica descendente,
es decir a la inmanencia radical consecutiva a la trascendencia integral a la
que la dialéctico ascendente aspiró al término de la negación metafísica o de
integración,la vía remotionis se sitúa sobre el mismo plano que la vía de analogía: no alcanza el Principio más que
en la Trascendencia abstracta en la cual
desemboca la dialéctica de la inferencia y de la analogía dogmática. Lo que es
el aquí primero, es la afirmación limitativa del Dios creador y solamente personal 2,
que se encuentra vinculada a una negación parcial de exclusión: la teología negativa no puede ser aquí más
que confirmación de la Trascendencia
abstracta en la cual desemboca una
" catapfasis" no fundada sobre
un " apopfasis" integral, lo
mismo que la teología " positiva " en perspectiva metafísica era una
continuación necesaria y una confirmación del apofasis radical inherente a su punto
de partida.
Diríamos de buena gana que, desde el punto de vista
metafísico:
1º La vía
negationis así concebida reenvía a la "mala" inmanencia del Principio, porque negando que
los " atributos" divinos sean
idénticos a sus correspondientes cosmológicos, nos parece que el teólogo de
tipo religioso no hace aquí más que reconocer no tanto que Dios es
infinitamente otro que las limitaciones
inherentes a las criaturas como tales sino más bien que está más allá, es decir
separado en cierta medida, del ser mismo
de las criaturas que no llega a englobar
más que imperfectamente en su
omnipresencia abstracta.
2 ° vía analogiae " reenvía a la mala trascendencia
del Dios
1. CfÍ. Gilson, El Tomismo, p. 141 tipos de (Vrin).
2. II es claro, en efecto, que el " Dios" de la perspectiva metafísica no es impersonal, en un sentido privativo,
sino supra- personal.
exclusivamente personal, porque poniendo afirmativamente
las cualidades de Dios a partir de las de las "criaturas" que no se buscó
previamente sobrepasar íntegramente o integrativemente las limitaciones existenciales, se deja entender
que el Arquetipo o la Causa así apuntada no son
verdaderamente de un " orden totalmente otro" que las existencias
que son las expresiones o los efectos..
En otros términos, cuando la " vía negativa " no
es la primera, llega demasiado tarde para poner la trascendencia la radical del
Principio del que no hace más que confirmar el carácter abstracto y limitado. En tanto complemento de
la " vía de analogía ", teología la negativa da la impresión aquí de
una pieza inútil y devuelta.
Podría parecer a
priori que no sea lo mismo sobre el plano
de la " teología mística”. Vladimir Lossky, par ejemplo, ha mostrado netamente
el lugar y la importancia del " apofatismo
" en cuadro de la teología mística de la Iglesia de Oriente. Por otra parte, para tomar un ejemplo más característico de lo que
llamamos dogmatismo religioso, la teología la mística de San Juan de la Cruz no es más que una gigantesca y
perpetua negación que se prosigue hasta el término de vía la mística Se sabe por otra parte que teología mística de
la Iglesia de Oriente o de Occidente guarde con el neoplatonismo ligazones y afinidades mucho más profundas que con el cosmologismo
aristotélico. Este último, así como lo mostró E. Gilson, cuadra mejor que el "idealismo
" platónico con las exigencias del dogmatismo creacionista que caracteriza
por otra parte la ontología y la antropología del " hombre religioso".
La teología mística llega allí por otra parte bastante
naturalmente a reencontrar la teología negativa en tanto que actitud radical
delante de la Trascendencia en la medida en que su actitud presupone una cierta negación de la criatura que debe purificarse
y despojarse por así decir de ella para asimilarse a Dios en la unión la
mística. Pero aquí se revela una dificultad y como una contradicción fundamental
del hombre religioso en tanto permanece encerrado en una intelectualidad y una
espiritualidad dogmatizantes. Hay una contradicción al menos relativa entre la finalidad la mística
suprema de la vida espiritual del hombre religioso y el dogmatismo creacionista
de su cosmología tal como lo hemos definido..
Sin duda todas las teologías tradicionales (las del Islam o del Vedanta " ramanujiano"
interpretado en el modo " religioso
" como las del Cristianismo) tienen
un esquema fundamental que no se aparta esencialmente del de la perspectiva metafísica: la "
criatura ha salido de Dios que lo
conserva en la existencia y su fin último
es retornar a él. Pero es preciso señalar inmediatamente un dato "
dogmático"
1 Cf. V.Lossky , La Teología mística de la Iglesia de Oriente
(Aubier)
fundamental que viene a romper el equilibrio aparente que
puso el esquema precedente. Dios sacó a la criatura de la nada: lo que significa
que el ser de esta última no viene más que de Dios solo y sabemos que esta la verdad
" es tanto metafísica como religiosa, pero el acto creador interpretado en
un sentido no metafísico, sino según el dogmatismo religioso parece suscitar la
rotura del equilibrio principiai que nada más podrá restablecer. La criatura
puesta fuera de la " nada " por Dios es prácticamente concebida como
no pudiendo de hecho 1 volver a esta nada, es
decir a Dios mismo.
El único esquema " soteriológico " admitido por
el exoterismo religioso concierne a la vuelta de la criatura "caída" a
un estado de integridad. Cuando el Verbo se encarna para rescatar al hombre, es
según el exoterismo cristiano no para
librarlo de su estado de "criatura", sino de su estado de " pecado, la raíz del
"mal " encontrándose aquí no en la " tendencia " cósmica
por la cual lo manifestado se aleja del Principio, es decir, en lo que
concierne al hombre, en la misma existencia de su ego, sino en un aspecto de
éste, a saber la inversión satánica de su querer:
el orgullo. No hay pues equivalencia entra la promoción existencial de la
criatura por Dios y su llamado retorno a Dios de esta última. El retorno a Dios se reduce al retorno de la voluntad decaída hacia Dios. Esta
retorno del querer puede por otra parte revestir, particularmente en la
perspectiva cristiana, grados diferentes que corresponden a diversos grados de
conformidad o de unión con la Voluntad divina, desde la obediencia, de tipo
"judaico" a los "mandamientos"
divinos (exoterismo en el estado puro) y que concierne a la simple teología
moral hasta la unión mística del alma con Dios en " el estado teopatico
" (esoterismo en el exoterismo) y que concierne a la " teología
mística " propiamente dicha.
En perspectiva metafísica, la "criatura" sacada
de la "nada" está destinada a regresar allí, y este retorno no es más
que su reintegración en la plenitud infinita del Ser a la cual jamás dejó, a
pesar de su "caída", de ser esencialmente
idéntica. La finalidad espiritual que se le propone allí al hombre es la
Liberación fuera de las limitaciones cósmicas. La unión mística que constituye la
finalidad suprema 2 en el exoterismo religioso
puede aparecer a este respecto como una " Liberación " larvada,
bloqueada a medio camino, y en contradicción por consiguiente con las
implicaciones más profundas de la misma noción de creación ex nihilo. Por otra
parte, la teología mística que propone al hombre asimilarse a Dios con el fin
de ser apto para " la unión mística" está en contradicción mucho más
profunda todavía y más importante con el dogmatismo creacionista que identifica
la esencia de su criatura a su condición cosmológica. Los dos aspectos
fundamentales
1. A pesar de la afirmación totalmente verbal y sentimental según
la cual Dios podría, si lo quisiera, reducir a la nada a la criatura en
cualquier momento.
2. · La visión beatífica" no siendo más que la modalidad más
que la modalidad más alta de esta unio mystica en la perspectiva de la teología
dogmática de un Santo Tomás
que reviste la " teología negativa" en el cuadro
de la " teología mística " en perspectiva religiosa, y que
corresponden a las dos fases esenciales, iniciales y finales, del itinerario
espiritual (la purificación y la unión), nos parecen provenir de esta
contradicción fundamental que resuena sobre la naturaleza de la negación "
que se encuentra puesta en juego.
La purificación de la criatura identificada a sus
limitaciones existenciales implica una negación
parcial de exclusión que se funda ante todo sobre la voluntad, es decir
sobre el elemento "humano" y no sobre el elemento "divino"
que pertenecería esencialmente al
hombre. Es esta lucha radical y contradictoria de la voluntad humano contra la
naturaleza humano la que va a darnos lo que llamaremos: la teología negativa de la purificación.
La criatura una vez " purificada al término de esta
" Noche" oscura y amarga se une a Dios en " el éxtasis"
místico. Dios, al cual se une el alma
queda en el corazón mismo de la unión,
infinitamente otra que ella. A la Noche oscura de la purificación hace sitio la
Tiniebla del amor extático que es el
contenido de lo que llamaremos la
teología negativa del éxtasis místico.
Se trata allí de dos "paliers" de la vida
espiritual, donde el apofatismo concierne a los dos significados principales
que puede revestir el concepto de trascendencia:.
1º La purificación
se remite a la trascendencia como movimiento del alma, identificada a su
condición de criatura, hacia Dios a quien aspira a unirse.
2º El éxtasis místico concierne a la trascendencia como propiedad
infranqueable de un Dios que queda infinitamente distinto en su esencia del ser
mismo de la criatura que se une a él.
La negatividad es
aquí correlativa del carácter abstracto y
parcial de la Trascendencia, y nos parece tanto más masiva y acusada cuanto
esta abstracción es más manifiesta. En otros términos, es en la teología mística
en perspectiva religiosa que la importancia de la teología negativa en tanto técnica
de expresión se revela tanto más grande en tanto que su sitio como radicalismo metafísico frente a la Trascendencia
es más reducida. Los dos paliers que vamos a intentar describir corresponden por
otra parte al doble aspecto que puede
revestir la " Tiniebla divina en perspectiva religiosa: el primer aspecto,
que está vinculado a la purificación, se revela provisional y relativo a la
imperfección espiritual, de naturaleza pasajera, de la criatura todavía no llegada a la unión mística,
mientras que el otro aspecto que está vinculado a la distancia infinita de Creador
y de la criatura, parece definitivo e infranqueable.
a.
La teología negativa de la purificación:
La
Noche oscura de San Juan de la Cruz.
En la doctrina es sanjuanista de la " Noche oscura
" a que vamos a referir nuestro análisis de la teología negativa de la
purificación, porque es una de las que nos aparecen expresar con más brillantez,
en espiritualidad cristiana, la naturaleza de la ascesis del hombre religioso
por oposición a las técnicas ascéticas en perspectiva metafísica. La ascesis
sanjuanista está por decirlo así a medio camino entra la purificación 1 gregoriana, relacionada con una perspectiva
religiosa que queda vinculada a una gnosis contemplativa que lo impregna de una
serenidad metafísica y no pasional, y un ascesis de tipo exclusivamente
voluntarista, como el que nos ofrece la espiritualidad kierkegaardiana 2 donde se revela un tipo de límite de la teología
negativa de tipo religioso.
El esquema de la evolución espiritual es simple: el alma,
ontológicamente, es decir irreductiblemente identificada a su condición de
criatura por el fiat de la Voluntad divina, y accidentalmente apartada de Dios
por el pecado, debe arrancarse a lo creado y a ella misma , es decir a la
naturaleza, con la ayuda graciosa y sobrenatural de Dios ,a fin de unirse a este último en la unión
mística.
Anotemos primero que encontramos aquí una ruptura y una
dualidad radical, no sólo entre Dios y la criatura, sino que entre
"natural" y " sobrenatural, que no encontramos ni en la teología
mística de los Padres griegos ', ni, desde luego, en la perspectiva metafísica.
La "criatura" caída está puesta, sentida y
vivida aquí como radicalmente separada de una gracia "sobrenatural"
que no se sobreañadea ella más que desde fuera, de modo contingente y gratuito.
Sobre el plano "natural" de lo "creado",, es decir en ella
misma, en su misma esencia de criatura, y en el mundo de las "criaturas"
en general, no encuentra ningún signo, ni algún vehículo positivo que le ayude
a regresar al " Creador", es decir a reorientarse su querer hacia
Dios. Se encuentra esclavizada, de modo natural y esencial a lo creado, a la
vez por sus tendencias que la atan a sí y a las " criaturas", y por
su entendimiento que no es apto por esencia
más que para la comprensión de lo creado, y no para la de Dios 4.
Sin duda hay un camino hacia Dios y la doctrina
sanjuanista se consagra a describir el carácter casi metódico y progresivo que
asigna a la evolución espiritual.
1. Cf. Daniélou, Platonismo y teología mística (o. c.).
2. En Kierkegaard la vida espiritual jamás sobrepases a la primera
Tiniebla, el temor y el temblor de una voluntad radicalmente despojado de toda "
gnosis" prohibiendo al alma la unión mística; la angustia espiritual se
encuentra entonces ser el elemento radical e infranqueable de los relaciones
entra la "subjetividad" y la
" Trascendencia".
3. Cf. Lossky, o. c ., p. 96.
4. Cl. Subida al Monte Carmelo, II, 3, p. 104. En Obras espirituales, trad. R. P. SaintJoseph (Ed du Seuil). Hace falta… que el
crea que Dios es, lo que no puede ser asido ni por el entendimiento, ni por la imaginación,
ect
Pero esta continuidad, totalmente psicológica, es
correlativa de una discontinuidad ontológica: la salida del alma " fuera
de lo creado " no signifiques que se realiza
en tanto increada, que ella se
identifica con un tipo de raíz sustancial e increada, como la Chispa eckhartiana
o el Atman shankariano: el alma creada se queda siempre criatura, y las etapas
de su purificación o de su "perfeccionamiento" son sólo los grados
del desapego de su querer con relación a sí y al "mundo". " Ontológicamente",
ningún progreso se efectúa, porque ningún intermediario sabría revelarse aquí
capaz de colmar la distancia infinita que separa lo creado y lo increado 1. Conviene recordar con fuerza que la infinidad de la
distancia que separa aquí a Dios de
la criatura no valora tanto la Infinidad efectiva y la Trascendencia integral
del Principio como la sustancialidad de una creación coagulada en sus
determinaciones cosmológicas y correlativo de una trascendencia solamente abstracta.
Es esta coagulación antimetafísica del alma en sus limitaciones
cosmológico la que determina la
estructura de la purificación y de la negatividad sanjuanistas. No se trata de
una interiorización progresiva del ser fundada sobre la continuidad de grados
diversos y ontológicos, sino de la costumbre y de la adaptación progresiva del
alma a la exterioridad infranqueable del objeto de su querer.
El alma sanjuanista en busca de Dios no encuentra con
vistas a su purificación o a su unión
ningún apoyo en ella misma, o, fuera de ella misma sobre el plano de lo " creado". El universo natural
del alma y de las criaturas es opaco y no transparente a sus prototipos
principiales. En otros términos, la técnica de purificación excluye
radicalmente el simbolismo tal que como lo habíamos encontrado en la perspectiva
metafísica, y tal como se lo encuentra, por ejemplo, en la purificación
religiosa de inspiración metafísica de un Gregorio de Nisa. La purificación
sanjuanista reposa en efecto, sobre un doble rechazo del simbolismo metafísico que caracteriza los
dos aspectos de su "Noche oscura":
1º El rechazo de
atribuir una cualidad divina al creado como tal, como se encuentra en la raíz
de la negación que caracteriza lo que llama la " Noche de los sentidos".
2º El rechazo de admitir en la criatura humana la
inmanencia del Intelecto universal: esta negativa nos aparece condicionar la
negación inherente a lo que llama la " noche el Espíritu" .
Sabemos que la "Noche de los sentidos "
concierne a la lucha del alma extravertida contra sea tendencias o sus "apetitos
naturales". Esta lucha se funda sobre el carácter negativo de estos
apetitos y de sus objetos. También bien comporta una dualidad fundamental: está,
de una parte, la actividad de la
voluntad humana que lucha contra las tendencias naturales de ésta. De otra
1. Subida al Monte Carmelo,
II, 3, p. 104, loe. cit.:. "Todo lo que puede allí de ser más elevado
sobre esta tierra en nuestros sentimientos, en nuestros conocimientos, está a
una distancia infinita de lo que Dios es en sí mismo"…
parte, está la " contemplación infusa ",
presente, desde el principio, es decir la gracia divina que " opera pasivamente en el alma la renuncia a ella misma y a todo el creado
" 1. La eficacia de esta lucha es de orden
" sobrenatural " y su resultado se revela esencialmente gratuito y
contingente, a pesar de la aparente necesidad del método espiritual. El querer
humano como tal no encuentra a engancharse en el orden de la inmanencia al cual está naturalmente ordenado: la voluntad
debe negarse a ella misma apoyándose en la exterioridad de una gracia y de la
que ella misma no aprovecha incluso el reflejo. No es la voluntad lúcida y consciente quien dirige
aquí su itinerario, como en el yoga: no es más que demasiado verdadero que no sabría
alcanzar allí ya que también bien está
esencialmente encerrada en el reino mágico de la finitud. Su lucha contra su
naturaleza no se funda sobre esta especie de evidencia contemplativa previa que
se encuentra al principio del ascesis " yóguica". El mundo no es un reflejo, sino solamente un efecto. No sabría ser cuestión de una
interiorización de la finitud, que descubriría la Esencia detrás del reflejo
simbólico. Lo creado, coagulado en su opacidad existencial no puede ser más que
un obstáculo y no un vehículo. La voluntad no puede atacarlo más que de frente, en un estilo
cuyo rigor masivo y brutal corresponde al masividad de su objeto: el querer
debe encarnizarse en sobrepasar este objeto natural con el único socorro de su
Objeto sobrenatural que permanece radicalmente exterior a él: apoyo precario y
contingente que se encuentra excluido del círculo de las evidencias afectivas o
intelectivas del alma. La "negatividad"
de la Noche oscura precisamente resulta de esta situación fundamental: el
objeto natural del alma no se encuentra interiorizable y depasable hacia su Esencia; está como descuartizada
entra la positividad opaca de su presencia natural que pone allí un obstáculo, y la negatividad de una ausencia a la cual se obliga el querer
en busca de perfección.
El objeto natural se encuentra negado de manera exterior
y abstracta; también la amenaza de
una recaída en su reino no está jamás radicalmente alejada. La negación es
exclusión, rechazo heroico que se arranca del universo de los objetos
naturales, por debajo de toda razón evidentemente suficiente, y quién, por
consiguiente, jamás sabría ser desapego integral.
Esta exclusión masiva caracteriza igualmente el depasamiento
de la inteligencia, en la " Noche
del Espíritu " correspondiendo a " la oscuridad y a la pureza de la
fe " 2, que es correlativa de " la
oscuridad " de querer que se desprende de sus objetos. Dios no es objeto
del entendimiento "natural": la "fe" es impulso ciego de querer, más allá de las evidencias
truncadas de un entendimiento que no encuentra en sus objetos " naturales ningún
vehículo para guiarla hacia su objeto
" sobrenatural ". La discontinuidad
1. Cf. Noche oscura, o. c ., p. 483.
2. Cf. Noche oscura, o. c.., p. 548.
se revela, en efecto, radical y definitiva. La exterioridad de Dios en tanto objeto sobrenatural
de la Fe es correlativo del exterioridad del objeto natural que el alma debe
negar para lanzarse a Dios.
El alma está como bloqueada entre dos opacidades
insuperables, la del objeto natural a la que no puede integrar, y la de Dios en quien no puede integrarse. Dios queda
siempre ausente porque el objeto
natural queda siempre presente, por debajo de su ausencia abstracta. En otros
términos, el alma es condenada a la tensión perpetua y heroica de un querer que
permanece prisionero de la finitud.
La " Noche oscura " o la teología negativa de
la purificación sanjuanista concierne pues al vacío y negatividad inherentes a
este esfuerzo heroico del alma en busca de Dios. La noche de los sentidos es
una "sequedad ":sabemos el rigor despiadado que empuja a Juan de la
Cruz a apartar todo "consuelo": al alma la criatura no aporta nada de Dios, es paradójicamente sentida (ella que está puesta sin embargo como
creada por Él 1) como vacía de Dios, y no como su reflejo.
El alma no sabría reposarse en ella, ni
encontrar allí un apoyo, un intermediario. De donde el carácter amargo
de esta purificación; no hay en absoluto
traza posible aquí de la aparente desenvoltura
de una evolución metafísia que
progresivamente penetra hacia regiones del ser cada vez más próximas a la Esencia
universal, a medida que caen las limitaciones ilusorias de los
"nombres" y "formas " que nuestra Ignorancia sobreimpone a
la Infinita plenitud del Ser. Lo mismo toda satisfacción fundada sobre la captación
de las criaturas se encuentra implacablemente negada. El sufrimiento y la
angustia se revelan pues indispensables para la purificación, y constituyen
como la esencia misma de la evolución espiritual en tanto depende de la
criatura como tal. También Juan de la Cruz nos describe las " tribulaciones
terribles " (más terribles aunque en la Noche del Espíritu en la de los
sentidos) que asaltan inevitablemente el alma del místico. Hay aquí una
necesidad del sufrimiento que es correlativa de la ausencia del carácter simbólico de lo creado. El carácter
nocturno " o " negativo " de esta vía es una consecuencia
ineluctable de su punto de partida. El alma aprisionada en la opacidad del
finitud no puede más que arrancarse a ella, y no desprenderse de eso o más bien no
puede verla desprenderse de ella y caer como una vana e ilusoria corteza.
Porque lo creado no es ilusorio, es masivamente real, no es un reflejo, sino
una cosa que está pegada a la misma sustancia del alma. La violencia de las
tribulaciones, de la angustia, del sufrimiento que Juan de la Cruz asigna al
alma religiosa en la noche de sus
purificaciones sucesivas es directamente proporcional a la violencia del apego natural del alma a lo creado. También su encaminamiento
espiritual es penoso y dramático: el alma es asaltada de pruebas que la
purifican. Pasa por alternativas de alegría y de sequedad; de certeza y de duda
etc. Ignora la purificación inherente a la interiorización contemplativa de lo creado,
que la haría sobrepasar la negatividad de la corteza Ilusoria para hacerle captar
la esencia detrás del reflejo que
ella manifiesta.
Niega lo creado, pero es incapaz de negarlo
verdaderamente, es decir de
interiorizarlo sobrepasándolo: la
cosa que tiene que sobrepasar permanece una cosa, un tipo de monstruo
contradictorio que implica una tensión violenta entre el apego y el arranque, y
no la síntesis pacificante del desapego. El alma está descuartizada entre una finitud que es su reino natural,
pero que rechaza, y la Infinidad que desea, pero de la que no es capaz de captar de modo natural y espontáneo
la sombra o el reflejo. Las tribulaciones amargas de la Noche oscura, que son
perfectamente extrañas para una espiritualidad de tipo metafísico (como el de
Shankara) o de inspiración metafísica como la de Gregorio de Nisa, son el precio
inevitable de la humildad sentimental, que enmascara un orgullo ontológico, y
en virtud del cual la nada de la criatura a
la cual se trata de arrancarse no es más que un nombre : es objeto de una afirmación heroica y casi desesperada,
de un acto de fe, y no de una evidencia contemplativa. También esta
"Noche" no ha hecho verdaderamente el Vacío, es decir alcanzado la
irrealidad esencial de la criatura y la Realidad sobreesencial del Principio:
es sólo una máscara sentimental y metodológica que no desemboca de ninguna manera
- y que no lo busca por otra parte - sobre la plenitud de Non-Ser de la
perspectiva metafísica. La negación centrada sobre el ego y la voluntad y no sobre lo Universal desemboca
en una limitación del Principio. Implica la exclusión recíproca del Infinito y
de lo finito, y no una integración del finitud. El "No" por el cual
la mística sanjuanista niega el mundo y se encamina hacia Dios, queda siempre
uno "Sí" que no se atreve a confesarse. La teología negativa de la
purificación desemboca en una teología positiva que no pone después de todo la
realidad de Dios más que en función de un mundo que lo exige para justificar su
sustancialidad cósmica. La negación parcial de exclusión por la cual el alma se
arranca a lo creado para lanzarse a Dios no es por otra parte más que la contrapartida espiritual de la afirmación
por la cual Dios se encuentra puesto a partir de la finitud cósmica que se
trata de fundar. Esta teología negativa de la purificación es pues el
complemento natural y no escandalosa de una teología catafática puesta como
primera e infranqueable.
b.
La teología negativa del éxtasis místico: Amor y Tiniebla.
Nos queda por describir ahora el segundo aspecto de la
teología negativo de tipo religioso, que precisamente concierne al alma en
tanto que llegada a la unión con Dios, es decir a la cumbre de la perfección
espiritual que la espiritualidad de tipo religioso se considera en derecho a
asignarle. Es en la teología mística de la Iglesia de Oriente dónde la
1. Cf. V. Lossky, La teología mística de la Iglesia de Oriente, not
., ch. 2, p. 21 y sig.( Las tinieblas divinas.)
Trascendencia divina nos parece más íntimamente vinculada
al tema de la " Teología negativa. V. Lossky mostró bien la importancia
primordial del apofatismo en las doctrinas espirituales y metafísicas de los Padres
griegos 1 sabemos que la Tiniebla divina es un tema capital de Ia
mística de un Gregorio de Nisa o de un Dionisio
Areopagita.
Antes de describir esta Tiniebla sobre el plano
espiritual, es decir en sus relaciones con la unión mística, nos parece
oportuno determinar rápidamente la
importancia de este tema "aparentemente "místico" sobre el plano
"ontológico" o metafísico de la "teología oriental". Es a la doctrina dionisíana, de la que se sabe la influencia considerable sobre la
mística occidental, a la que nos referiremos nuestro esbozo. La Tiniebla dionisiana
nos revela admirablemente la ambigüedad de la teología negativa (como técnica
de expresión) de la que la dialéctica
"formal " puede pretender un contenido tanto metafísico como
religioso. Aunque se desarrolla en el aparente contexto doctrinal y espiritual
de un dogmatismo creacionista, la teología negativa de Areopagita presenta
afinidades manifiestas con la perspectiva metafísica del neoplatonismo. Su
terminología negativa e hiperbólica pretende apuntar la Trascendencia divina de
una manera aparentemente radical, análoga a la que habíamos puesto en evidencia
en la perspectiva metafísica. La distinción entre Dios y Deidad de la que se
encuentra el equivalente en Eckhart y Shankara, y que se traducirá por la
distinción, completamente clásica en teología oriental, entre la Esencia divina
y las Energías increadas 1 recuerda la distinción platónica entre el Uno
y el Ser.
Dionisio declara, en efecto, que " el objeto de la
ciencia sobreesencial " que constituye la teología mística, es Inconocimiento
() de esta " Sobreesencialidad que sobrepasa razón, pensamiento y esencia
" 2. Esta Sobreesencialidad se llama
también " Tearquía sobreesencial 3, situado más allá mismo de Dios o " la Deidad transcendente 5 o " El que es más que Bien y más que Dios"
6 o
" el Secreto sobreesencial " 7 o "La Tiniebla que está más allá de lo
Inteligible ", o " la Deidad sobreesencial y secreta 8 que
se le reveló a Moisés en " La Tiniebla mística del Inconocimiento ".
Lenguaje aparentemente iniciático y metafísico, que nos señala por lo menos la
posibilidad de una interpretación metafísica del dogmatismo religioso.
En efecto, este Inconocimiento podría significar un saber
que es más allá del conocimiento
racional " o " inteligible " y que nos
1. Ct. Lossky, o. c ., p. 31.
2. Nombres divinos, p. 68, in Obras completas, trad. P. de
Gandillac (o. e.).
3. Ídem, p. 73.
4. Ídem, p. 81.
5. Ídem, p. 174.
6. Ídem, p. 169.
7. Ídem, p. 84.
8. Ídem, p. 69.
9. Ídem, p. 179.
haría penetrar por una identificación noética radical en
la Sobreesncia que constituye la " Deidad" o el Sí, más allá de toda
determinación, incluso principial , como
el Ser o Dios. En otros términos, el lenguaje dionisiano nos parece poder por
lo menos categóricamente referirse a una interiorización intelectiva, de tipo
metafísico, de la noción " onto-teológica" de Dios, significando la
oscuridad de Tiniebla el sobrepasamiento radical de lo creado al mismo tiempo
que de lo increado que no es radicalmente infinito. Lenguaje de estructura
" negativa", análogo al que habíamos descubierto en las formulaciones
negativas de tipo metafísico en el Neoplatonismo o el Budismo " nihilista"
de un Nagarjuna 1. La Tiniebla divina podría significar entonces la
Trascendencia integral y concreta de la Deidad que escaparía de todo saber
determinado, pero no necesariamente a todo Saber, la Ignorancia pudiendo
coincidir aquí con una identificación noética del alma con la Deidad que
constituye su Sí. La empresa eckhartiana podría venir en apoyo de una
posibilidad semejante de interpretación, sin contar la presencia, en la misma obra de Areopagita,
de un simbolismo que sería como la prueba de una inmanencia verdaderamente
radical, y consecutiva a la Transcendencia integral apuntada por la perspectiva metafísica 2.
Pero se trata manifiestamente aquí de una apariencia. No
tenemos aquí más que elementos de la perspectiva metafísica: o más precisamente
no estamos en relación aquí más que con la teología negativa como técnica de
expresión, y no como una mirada auténtica de la " Trascendencia integral
", es decir " como radicalismo metafísico . Otras doctrinas
patrísticas, como el de Evagrio el Póntico, que ciertos historiadores le oponen
muy justamente a Dioniso 3 se prestarían más
fácilmente a una interiorización metafísica. La " Ignorancia infinita
" de Evagrio es correlativa, en efecto, de un tipo de connaturalidad
" entre el Intelecto y " Dios”. La " trascendencia " en
tanto evolución significa aquí que el
espíritu se contenta de " salir de las criaturas": el " ignora" y
" trasciende " las criaturas, pero con el fin de reentrar en sí y de encontrar allí reencontrar y
conocer a Dios. Teología negativa de la enstasis, como en Shankara, que se
desarrolla en una perspectiva intelectiva, donde el amor no es más que la
puerta del Conocimiento.
El contexto de la espiritualidad dionisíana es
completamente diferente: desarrolla repitiendo ciertos temas de la mística de Gregorio
de Nisa, una teología negativa del éxtasis y del amor que se sitúa en un
contexto típicamente religioso y no metafísico.
1. Por oposición a la estructura más bien positiva del lenguaje vedantico
de un Shankara.
2. Otro argumento podría ser buscado en Ia técnico espiritual de la
Hesicasmo, que recuerda a las técnicas por las cuales el yoga pretende realizar
la transmutación progresivo del ser humano en su Esencia increada (cf. Sr.
Ellade, Yoga: Inmortalidad y libertad p.75 y 394 (Payot)
3 Cf Intr. De J. Pegon a las Centurias sobre la Caridad de Máximo
el Confesor (Cerf) p.47
Es en función de la doctrina del " amor extático
", que se encuentra ampliamente desarrollado en Gregorio de Nisa, al que
vamos a referirnos ahora, como conviene interpretar a la técnica de expresión
de la teología negativo de un Dionisio o de un Gregorio de Nisa. Examinemos
este pasaje, extraído del Comentario sobre el Cántico 1
de Gregorio de Nisa, cuyo lenguaje es completamente análogo al de Dionisio:
"El alma que ha caminado hacia las
cumbres, habiendo abandonado las cosas de abajo, tanto como le es posible a la
naturaleza humano, entra en los santuarios dl conocimiento místico ()
rodeado por todas partes por Ia Tiniebla
divina y).
Allí, todas las apariencias que han sido dejadas fuera, sólo quedan propuestos
a la contemplación del alma lo invisible y lo incomprensible donde está Dios.
"
El problema es análogo al que levantábamos al instante
para Dionisio. Se trata de saber en qué consiste este " conocimiento
místico" del alma llegada a su máximo de perfección, al término de las dos
primeras " vías" (purgativa e iluminativa) y qué se encuentra en una
cierto relación con Dios. Es la naturaleza de este conocimiento la que nos
instruirá sobre la de la Transcendencia divina, es decir sobre el contenido que
se esconde detrás de la expresión formal de la teología negativa.
Este "conocimiento" es una
"ignorancia", que no es metafísica, como en una perspectiva de tipo
"gnóstico". Tiniebla divina significa la exterioridad o la alteridad de Dios con relación al alma y
no la " Sobrerealidad " de la Deidad con relación a Dios.
En efecto, en el pasaje siguiente Gregorio precisa:
" el verdadero conocimiento del que busca, es, en efecto, comprender que ver
consiste a no ver, porque trasciende todo conocimiento, estando separado por todas partes por su
incomprensibilidad como por una tiniebla "... Es porque que Juan el Místico
que ha penetrado en esta tiniebla luminoso dice que "nadie jamás ha visto a
Dios ", definiendo por esta negación que el conocimiento de la naturaleza
divina es inaccesible, no sólo al hombre, sino que a toda naturaleza
intelectual. Es porque Moisés, desde entonces, que ha progresado en la gnosis,
declara que ve a Dios en la tiniebla, es decir que él conoce que Dios esencialmente es lo que trasciende toda
gnosis y escapa de las apreciaciones del espíritu "2.
Este pasaje capital nos alumbra sobre el sentido de la
teología negativa en perspectiva religiosa: Tiniebla significa aquí no la trascendencia radical de
Dios con relación a las limitaciones cosmológicas de las criaturas, sino la
imposibilidad para la criatura humana esencialmente identificada con sus limitaciones
o sus condiciones cosmológicas de captar a Dios, es decir de identificarse con
él por el Conocimiento. En este caso, Dios pues no trasciende toda naturaleza -
porque es esencialmente Ser y Persona
1. Citado según la traducción de J. Danlélou, in Platonismo y
teología mística, o. c., p. 193.
2. Cf. o. c ., p 194
- sino toda captación
intelectual, todo conocimiento asimilador e identificador. Está más allá de la
criatura y más allá de su poder de intelección: permanece separado de ella por
una distancia infinita e infranqueable, en el corazón mismo de la unión
mística.
La negación de exclusión que habíamos descrito en la
" vía purgativa de Juan de la Cruz se encuentra pues en la cumbre de la
experiencia mística del hombre religioso. Así como lo dice el P. Daniélou 1,
esta vida mística en la " tiniebla
" " es en primer lugar una vida que se queda pura fe, es decir desgajada todo apoyo intelectual”. En otros términos, el
alma es esencialmente incapaz, a causa de esta naturaleza finita, a la cual se
reduce aquí su esencia, de conocer
realmente, es decir de devenir Dios. Dios permanece radicalmente exterior a
su naturaleza. En otros términos, su trascendencia es abstracta.
La relación del alma con Dios no equivale pues de ninguna
manera a una identificación por el conocimiento - que sobrepasaría por otra
parte, de hecho, todo contacto, toda relación-, porque la captación
intelectual, de la que la perspectiva religiosa se prohíbe explorar las
modalidades más profundas, hace sitio aquí a un movimiento de amor. La trascendencia abstracta de un Dios que no sobrepasó verdaderamente
su propia determinación principial es correlativa de una teología negativa del
éxtasis, del "amor extático”. El alma misma no reentra en ella misma para identificarse por interiorización
intelectiva a la Deidad que es su Sí, sino debe salir de ella misma para unirse
por el amor, es decir por un movimiento de querer que la mantiene en el
reino de la separación, de lo múltiple y de lo Moviente, con un Dios personal
que es infinitamente Otro que ella.
Dios no trasciende
pues aquí más que la impotencia de un
alma radicalmente aprisionada en su finitud, y no sus propias determinaciones o
Cualidades gracias a las cuales el alma
religiosa puede tender hacia él y unirse a él en el amor.
La Tiniebla del hombre religioso enmascara pues la positividad cuasi existencial y dinámico del
Dios viviente que corresponde a sus necesidades espirituales. El hombre
religioso no está suficientemente despegado
del ego y de la finitud para realizar la
Infinidad integral de Dios: no puede captar a Dios más que por el amor, no puede unirse a
él más que en el corazón de una separación fundamental y definitiva, porque se
niega a cumplir el último salto que es sin embargo la finalidad secreta de su
inquietud espiritual. La identidad metafísica del ego y del Sí que es plenitud
superabundante para el contemplativo "metafísico" se reduce para él a
la Nada y a la muerte. La negación metafísica, o de integración, intelectiva e
interiorizante, se vuelve entre sus manos negación de exclusión, volitiva y separativa.
La teología negativa no es pues más, en el hombre
religioso, apertura
1. Ct. o. c ., p. 195.
a la vez intelectual y existencial a la Trascendencia integral
del Principio, sino simple técnica de expresión correlativa de una teología
catafática que permanece primera y fundamental. Es sólo un guarda-fuegos que
preserva su instinto de idolatría y de consmolatría de olvidar su "nada" de criatura, de
la que jamás toma por otra parte más que
una conciencia parcial y no total, poniendo la distancia "infinita"
que lo separa de Dios.
GEORGES VALLIN
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