La perspectiva metafísica y el
principio de individuación
el 4 de
noviembre de 2008, por Murilo Cardoso de Castro
Extraído de "Être et individualité. Éléments pour une phénoménologie de l’homme moderne ", par Georges Vallin. PUF, 1959.II. - la perspectiva metafísica y el principio de individuación
A) La Trascendencia como la
interioridad absoluta.
Trascendencia,
subjetividad y vía negativa
( NA: Los
fundamentos metafísicos del " individuación de interioridad ")
La noción de
lo Absoluto que caracteriza la perspectiva metafísica reposa en una concepción integral
de la Trascendencia. Si lo Absoluto concebido en estilo metafísico, por
oposición a lo Absoluto concebida en estilo "religioso" escapa
rigurosamente, en tanto se lo contempla en sí mismo a toda relatividad, a toda
limitación, hasta interna o principial, es porque "se"
"sitúa" por decirlo así en el
límite extremo del movimiento de transascendencia que coincide con lo que
proponemos llamar analógicamente la individuación de interioridad. Está al
término de una "interiorización" del ser, que es sin duda posible
efectuar a partir de los "objetos" de la experiencia sensible, pero
que se incorpora preferentemente sobre un ahondamiento de la conciencia de sí.
La
perspectiva metafísica que, como lo mostramos en otro lugar (NA: La perspectiva
metafísica, op. cit ., III parte cap. I.) Sobrepasa la alternativa del
idealismo y del realismo, no realiza plenamente sin embargo el significado de
lo Absoluto que ella apunta, más que en el cuadro de una vía aparentemente
subjetiva que esencialmente se expresa en términos de conciencia y de
interioridad. La serenidad objetiva del conocimiento así como su universalidad
presuponen una interiorización previa. Es lo que nos parece conferir al aspecto
vedántico de la perspectiva metafísica una superioridad cierta sobre el aspecto
neoplatónico particularmente plotiniano,
que le es sin embargo, creemos, esencialmente equivalente (NA: esta
superioridad se manifiesta particularmente en la aplicación de la doctrina a la
realización espiritual. La interioridad del Sí presupuesta por la
"teoría" vedántica es como una invitación para realizar, para
"hacerse" lo que soy, mientras que " la objetividad " de lo
Uno produce primero como un reflejo de distancia.). Pero esta interiorización,
que se quiere radical, sobrepasa de hecho la dualidad entre el interior y el
exterior, y no es más que por razones de método, teniendo como punto de partida
de la experiencia misma, que el lenguaje de la conciencia y de la interioridad
es el menos inadecuado. Así como una reflexión sobre Cogito cartesiano puede asegurarnoslo,
el pasaje a lo Absoluto no puede cumplirse más que a partir de la interioridad
del sujeto pensante. Si se emplea el lenguaje del " exterioridad ",
es sin duda por razones "más "psicológicas" que
"profundamente "doctrinales" (NA: Plotino en un estilo
occidental, hablará de lo Uno o el Bien más bien que del Sí o de la no
Dualidad.). La exterioridad presupone la interioridad, la conciencia del mundo
presupone la conciencia de sí, mientras que ésta no presupone aquella. Descartes
mostró bien esta verdad, aunque posiblemente no hubiera descubierto las
implicaciones esenciales. Para pasar de lo relativo a lo Absoluto, es preciso primero pasar de la exterioridad a la
interioridad, es decir a la subjetividad. Esto nos explica que la
"prueba" fundamental de " la existencia " de lo Absoluto esté
orientada en Shankara sobre una especie
de Cogito (NA: Cf. Lacombe, Lo Absoluto según Vedanta, p. 229 sq.). Se trata de
despojar progresivamente a la conciencia de sí de todo lo que no es el Sujeto
puro, el Testimonio , el Espectador, que es necesario "discriminar" cuidadosamente
del "Espectáculo" (NA: Cf. " Cómo discriminar al espectador del
Espectáculo ", Tratado vedantico, Ed. Maisonneuve.). Pero la interioridad
de la conciencia de sí implica todavía una relatividad. También la
interiorización empujada hasta su extremo limita conduce a una interioridad
vaciada para decirlo así de toda relación con uno " en lo exterior ",
que estaría situado "en el interior" por ella misma. La
interiorización absoluta no acaba entonces en todo rigor en la Conciencia
absoluta, sino en la trascendencia
absoluta de un Absoluto realizado a partir de la conciencia de sí. En otros
términos, si lo Absoluto es interioridad absoluta, necesariamente está más allá
de la Conciencia en tanto ésta permanece
conciencia de sí, como está más allá de la oposición misma entre el exterior y
el interior. Es lo que indica bien el empleo de un pronombre de la tercera
persona: Atman, el Sí para designar de manera positivo aunque evidentemente
analógica, el término apuntado por este verdadero pasaje límite de la interiorización. Si se puede analógicamente
aplicarle el término de Conciencia (NA:
Chit) (NA: Cf. ternario clásico: Ser-Consciencia-Beatitud (NA: Sat-Chit-Ananda)
que es atribuido por Shankara al aspecto " transpersonal " de lo
Absoluto.), se trata allí de una conciencia que escapa de la ley que parece
deber aplicarse toda conciencia en general, y hasta a la de "Dios", y
según cuál toda conciencia es conciencia de algo (NA: sea conciencia del "mundo", o sea
conciencia de sí), y esto no a consecuencia de una imperfección ontológica, sino
por plenitud. La conciencia en tanto conciencia absoluta no es del ser al cual la "espiritualidad" se añadiría
misteriosamente a consecuencia de no sabemos que cataclismo metafísico. Ella posee eminentemente
la dimensión de interioridad que es
esencial a la conciencia. Pero esta interioridad que es propiamente
infinita, pues más allá de toda relatividad, en virtud misma de su plenitud y
de su actualidad ontológica, sobrepasa la Conciencia de sí conduciendo hasta su
término el movimiento de interiorización por el cual la conciencia misma
comienza por tomarse ella misma como distinta de sus objetos. Tal es lo que se
puede llamar el aspecto de "espiritualidad", o de
"interioridad" de lo Absoluto concebido en estilo metafísico (NA: es esta
la dimensión la que parece haber descuidado Spinoza, mientras que no está
ausente del neoplatonismo, a pesar del aspecto "extático" del "
contacto con el Uno.). La Trascendencia absoluta es primero interioridad
absoluta, subjetividad infinita, pero subjetividad transpersonal y
transsubjetiva, no limitada por la conciencia que tomaría de sí. No es más que
a este precio como la interiorización
radical puede desembocar en un Absoluto rigurosamente ilimitado, es decir
idéntica a la plenitud infinita y actual del ser (NA: este aspecto de
actualidad infinita del ser implica evidentemente el aspecto " de
eternidad ".). Lo real no sabría
pues encontrarse por fuera de la Subjetividad así, ya que la interioridad absoluta
sobrepasa la distinción de dentro y de fuera. Esta es la razón por la cual el ser no es deducido a
partir de la dimensión " de interioridad ", sino que coincide
rigurosamente con ella. Si lo Absoluto metafísico puede ser puesto como
universalidad concreta y actual del ser, precisamente es debido a su
interioridad, debido a su espiritualidad "meta-espiritual", debido a
su interioridad que trasciende la concepción dogmático que el
"espiritualismo" suele hacerse del Espíritu.
Vemos pues
en que sentido podríamos hablar de un individuación absoluta de la
Trascendencia así concebida. Lo Absoluto metafísico es en cierto sentido el
Individuo absoluto, que posee la indivisible plenitud de la interioridad.
Comprendemos
fácilmente que la interiorización absoluta que desemboca en la Trascendencia
absoluta coincida con una negación integral, es decir con un sobrepasamiento ontológico concreto - y radical - de toda
relatividad, de toda multiplicidad incluso "interior". Es por eso que
el apofatismo de la vía negationis se revela el instrumento por excelencia de la
dialéctica propiamente metafísica. No porque esta negación concierna
evidentemente al ser mismo de lo Absoluto, al menos bajo su aspecto más
profundo. No es más que el instrumento
necesario de un transascendencia a la vez epistemológica y existencial que se
efectúa de hecho a partir de la multiplicidad y a partir de la relatividad
empírica. Se trata de negar la negación, es decir la limitación constitutiva de
toda realidad empírica, para acabar en la plenitud positiva, que, contemplada en
ella misma, es afirmación absoluta, realidad infinita, en absoluta
indeterminación, etc.
Pero no se
ha tomado siempre conciencia de las implicaciones más importantes de esta
negación. Es así como la teología
negativa es concebida en el hombre religioso en función de una negación, es decir en función de a una
transascendance más intencional y abstracta que efectiva. La vía negativa
reviste por otra parte en la perspectiva religiosa dos funciones esenciales:
1. Sobre el
plano "dialéctico" de la teología natural de un santo Tomás, por
ejemplo, aparece como el simple complemento de la teología catafática ,
destinado a despojar de su antropomorfismo las calidades que ésta le atribuye
por analogía a Dios, es decir al Absoluto personal. No es concebida por santo
Tomás como un instrumento destinado a sobrepasar lo que la teología oriental,
más metafísica, llama las "Energías" frente " la Esencia "
de Dios. No es concebida más que con arreglo a la " vía de analogía
", encontrados ésta por otra parte
en relación estrecha con la técnica de las pruebas a posteriori, que parten del
mundo para acabar en Dios y que no conciben a Dios más que en función de a su
relación con el mundo , es decir como Causa creadora. Hay que advertir por otra parte que el sobrepasamiento tomista de la teología natural hacia la
teología trinitaria "revelada" no llega ( NA: Y no lo busca por otra parte) a sobrepasar esta
"relatividad" pretendiendo apuntar a la "vida íntima" de la
divinidad (NA: la teología mística de la Iglesia de Oriente nos parece
reservar, gracias a su apofatismo, lo que es capaz de sobrepasar las exigencias
pasionales de la conciencia religiosa, la posibilidad de una comprensión
propiamente metafísica de los "misterios" de la Trinidad.).
2. Sobre el
plano "existencial" de la " teología mística " de un san Juan
de la Cruz, el método negativo aparece primero como el rechazo voluntario de
este mundo en la realidad sustancial del cual el espiritual invenciblemente ha
sido condicionado a creer, de donde la negatividad pasional de la angustia y de las
tinieblas de "noche" sanjuanista.
La negación
metafísica es a la vez integra y concreta. Realmente va hasta el límite del
transascendencia, y es por eso que alcanza naturalmente y necesariamente este
aspecto de irrelatividad y de interioridad radicales de lo Absoluto que
constituye la Subjetividad transpersonal (NA: sabemos que el apofatismo de la
perspectiva metafísica se traduce por el empleo de términos de estructura
negativa para designar lo Absoluto metafísico: no dualidad vedantica, no Actuar
taoísta, Non-Ser guénoniano, etc. (NA: cf. La perspectiva metafísica, op. cit .,
I Parte, cap. II).).
B) La inmanencia de lo Absoluto
metafísico y el origen de la negación
Significado
metafísicos y justificación del " individuación por la materia”
1. El aspecto positivo de la
individuación de exterioridad
La "Materia inteligible”
La
perspectiva metafísica se distingue por el rigor de su concepción de lo
Absoluto y las conclusiones que saca (NA: mostramos en otro lugar cómo este
extremo rigor está unido a una ausencia
de dogmatismo. La perspectiva metafísica no es un sistema. Esta ahí lo que nos parece distinguir muy
profundamente a Platón, Plotino o Shankara de un filósofo como Spinoza, que se
acerca sin embargo a su perspectiva por muchos aspectos de su sistema.).
Acabamos de tener un ejemplo con su concepción radical de la negación. Vamos
encontrar otro en su concepción del origen mismo de la negación, que es sólo
una consecuencia rigurosa de la Trascendencia absoluta o de la Infinidad del
Principio.
Lo Absoluto
no sería verdaderamente absoluto, si dejara lo relativo fuera de de él. Y Hegel
lo había comprendido bien, haciendo de lo "negativo" la esencia misma
de lo Absoluto o del Espíritu”. La perspectiva metafísica no hace de la esencia
misma, sino una consecuencia necesaria. Esta distinción es capital. Lo Absoluto
que se "negará" en la manifestación no dejará por eso de permaneer lo
Absoluto tal como lo acabamos de describir, es decir plenitud infinita y sobreactual
de la realidad. La negación, es decir la limitación en virtud de la cual la
relatividad y la multiplicidad pueden manifestarse, es posterior y subordinada
a lo Absoluto sin introducir en su esencia el menor rastro de dualidad. Vamos a
ver en que sentido se puede decir que la negación procede de lo Absoluto
concebido en el extremo rigor de su noción metafísica, abordando un segundo aspecto
de la dialéctica propiamente metafísica, a saber su aspecto antinómico, o su
"antinomismo" que consiste en un sobrepasamiento del principio de no contradicción. La negación
o la transascendencia que acaba en la plenitud del Sí, o de lo Uno es
correlativa de la aplicación rigurosa del principio de identidad en tanto se lo
contempla bajo su aspecto "ontológico". Conocemos por otra parte la
aplicación que ha hecho Parménides. El Ser es, el no ser no es. El metafísico vedantino
o neoplatónico no dice otra cosa. Pero lo dice de modo más profundo. Porque lo Uno
de Parménides queda petrificado en su trascendencia, como el Dios de Aristóteles.
La negación que conduce a afirmar que sólo " lo Uno es " y que "
el no ser no es " queda finalmente abstracta: llega a poner el mundo
aparte de lo Uno, dejando por así decirlo fuera de lo Uno su propia negación,
y limitándolo por ahí mismo por la
ausencia de esta última. Pudimos alabar a Platón por el parricidio de Parménides. Pero todavía
conviene comprender en que sentido lo
"mató", es decir sobrepasado el principio de no contradicción.
Creemos que
lo sobrepasó no porque era más "físico" o "más
"poeta", es decir más atado a lo Múltiple, a la diversidad infinita de
la realidad, sino porque era más profundamente metafísico, en el sentido
riguroso que damos a este término. El genio de Platón no es tanto haber
introducido la "vida" y el "movimiento" en el corazón de
las Ideas (NA: Hegel lo hizo con más audacia, pero menos sutileza que el
metafísico "puro".) como de haber conservado simultáneamente la
inmovilidad y el movimiento. La Idea, aunque eternamente actual, "se"
"mueve", y el mundo puede "participar" en su esplendor
gracias a este movimiento que no añade rigurosamente nada a su plenitud actual.
Es porque la Idea es verdaderamente transcendental que es también, correlativamente
radicalmente inmanente. Lo que es verdad de la Idea lo es a fortiori de lo Uno
o del Sí.
Para que el
Ser sea verdaderamente, hace falta que el no ser sea también de una manera
cierta. Tal es la clave paradójica de la perspectiva metafísica. Si el no ser
no fuera, si no participara en el ser, estaría fuera del ser, se pondría por
decirlo así aparte del ser que limitaría
por ahí mismo su plenitud infinita.
El no-metafísico,
a consecuencia de su crispación dogmática sobre una idea incompleta del Ser o
de lo Absoluto, llega a limitar prácticamente la Infinidad del Principio que
creía al contrario justificar y protegía
por su "negación" del "no ser" (NA: es curioso por lo menos
anotar a este respecto que Parménides, a pesar de su "Eleatismo" está
más próximo de Aristóteles que de Platón. Su monismo teórico es un dualismo de
hecho como el de Aristóteles. Nada es menos Platón que "dualista",
sino por razones de metodología espiritual.). La aplicación rigurosa del
principio de identidad y de la dialéctica apofática implica pues un sobrepasamiento
aparente del principio de no contradicción y la aplicación de una dialéctica
antinómica. La negación aparente de lo Absoluto es necesaria para preservar la
realidad de su Trascendencia, para evitar acabar en una Trascendencia
abstracta, es decir separada de lo que niega. Hace falta que Dios mismo afirme
por decirlo así el mundo negándose a sí mismo para no estar limitado por la
ausencia de su propia negación. La Trascendencia puede ser absoluta o radical
sólo si es correlativamente, pero sobre otro plano, inmanencia absoluta o integral
(NA: esta coincidencia de los polos opuestos es la misma marca del verdadero
Infinito, del Infinito metafísico. Si sobrepasa la razón, es a la manera en la
que lo Absoluto trasciende concretamente la manifestación, no excluyéndolo, sino
integrándola.).
La
"necesidad" de esta "negación" no arrastra ninguna
limitación así como lo imagina la ontología pasional de la perspectiva
religiosa: la necesidad coincide rigurosamente aquí con la libertad (NA:
necesidad y contingencia son unas categorías que son antinómicamente
sobrepasadas al nivel de lo Absoluto metafísico: el "necesitarismo"
masivo y dogmático del vocabulario espinosista justificaba la afirmación más
pasional y más dogmática de la "libertad" divina entre sus
adversarios " creacionistas ".); la inmanencia de lo Absoluto es rigurosamente
idéntica a su Trascendencia. En otros términos, la Trascendencia verdadera de
lo Absoluto, que implica como una " consecuencia necesaria " (NA: se
trata aquí de lo que se podría llamar una necesidad de perfección.) su inmanencia
absoluta exige la doctrina metafísica de la Ilusión cósmica, de la Maya vedántica,
de la Alteridad o de la Materia inteligible del neoplatonismo. La
superabundancia infinita de lo Absoluto "exige" su manifestación (NA:
así como Espinosa lo vio bien, pero en una óptica muy diferente, que no
preservaba realmente la Trascendencia divina). Pero la manifestación en su entera
totalidad no sólo no es rigurosamente
nada fuera del Infinito (NA:Espinosa dirá que los modos no existen realmente más que en Dios) sino que no
es rigurosamente nada más que el Infinito mismo (NA: podríamos mostrar cómo la
teoría emanantista de Espinosa introduce en Dios una limitación análoga a la
que criticaba en el creacionismo. Desde el punto de vista de la perspectiva metafísica,
la oposición no está entre Monismo y Dualismo, sino entre no dualismo
metafísico y ontoteología dogmática (NA: Aristóteles, santo Tomás, Espinosa).).
La manifestación consecutiva a la "negación" de lo Absoluto no constituye
más que una negación ilusoria, de la que importa determinar bien su sentido.
Ilusorio no significa "irreal". Maya o la Alteridad o la materia
inteligible no es irreal en la medida en que no es diferente de lo Absoluto
(NA: Shankara), en la medida en que participa en el Ser (NA: Platón).
Si no fuera,
es decir si fuera "irreal", si no participara en el ser, se quedaría
aparte de él, separada de él, y sería pues " en cierto sentido mucho más
"real" que siendo puesta como "ilusoria". No diferente de
lo Absoluto, la Materia inteligible no le es tampoco idéntica, nos dice Shankara.
Su identidad
(NA: expresada bajo la forma más rigurosa que convenga a la " teología
negativa " de la perspectiva metafísica, a saber el apofatismo vinculado
al anti-nomismo (NA:ni diferente, ni no
diferente).) en lo Absoluto preserva la
afirmación de la plenitud infinita de este último. Su no-Identidad identificada
paradójicamente a su identidad con él preserva el carácter de la Trascendencia
de lo Absoluto. Manifestándose, lo Absoluto verdaderamente no sale de mismo, o
más profundamente el "mundo" siendo manifestado no sólo
verdaderamente no " sale " de Dios (NA: el emanantismo reúne a este
respecto la limitación del creacionismo.) pero no cesa jamás de serle efectiva o esencialmente
idéntico.
Es esta identidad
metafísica rigurosa entre lo Absoluto y lo manifestado que, lejos de deshacer
lo manifestado, le confiere al contrario toda la realidad de la que es capaz.
La negatividad está pues arraigada en lo Absoluto, pero no es su
esencia (NA: Cf. Plotino, Enn ., II, 4, 5: " no que esta indefinidad sea
en lo Uno, sino (NA:) la crea. ").
Procede misteriosamente de su plenitud infinita pero sin alterar a esta última.
La inmanencia de lo Absoluto en lo manifestó
coincide con lo que llamaremos la generalización metafísica del principio de
individuación por la materia. Vimos que la "Nada", o la "Materia" no
es ni verdaderamente diferente de lo Absoluto ni verdaderamente idéntica. Ni
real, ni irreal, esta naturaleza engañosa no es pues solamente engañosa. Es lo que se olvida
demasiado a menudo refiriéndose a la imagen un poco similista que Occidente, a
consecuencia de Schopenhauer, tiende a hacerse de la Maya vedántica. Nos parece rigurosamente idéntica,
así como lo mostramos en otro lugar, a la Materia plotininiana, de la que
reviste el aspecto doble. La nada en tanto que no diferente de lo Absoluto aparece como
principio positivo de individuación. Equivale a lo que llamaremos el aspecto
positivo de individuación de exterioridad, estando bien entendido que la
individuación en el sentido riguroso de este término se reduce a esta última
(NA: Lo que llamamos el individuación de interioridad no es pues designado más
que impropiamente por esta expresión. Se
trataba más bien del principio de interiorización. Pero la misma posibilidad de
emplear legítimamente esta última es un signo de la ambigüedad de esta noción
fundamental, que sólo refleja la ambigüedad del principio metafísico de
individuación mismo, de esta Nada, de esta "Materia" o de este
"Mâyâ", la que es a la vez la potencia tenebrosa que aleja (NA:
ilusoriamente) de lo Absoluto (NA: individuación de exterioridad) y la potencia
atractiva que le vuelve a traer a él la manifestación (NA: individuación de
interioridad).).
Este aspecto
positivo se traduce de maneras diversas. Corresponde a lo que Plotino llamó la
Materia inteligible, que se revela la condición de la producción de las Ideas o
de la Inteligencia, es decir de esta determinación eminentemente positiva que
es el Ser en tanto Unidad de lo Múltiple, como multiplicidad inteligible (NA:
Cf. Enéadas, II, 4, 5.). La materia inteligible aparece en Plotino como la raíz
de la multiplicidad infinita de las Ideas. En Shankara, Maya es la raíz del
"Señor" (NA: Ishvara), es decir de Dios causa primera, el productor
del mundo, correspondiente al Intelecto universal del platonismo. Aparece como
la fuente de un aspecto eminentemente positivo del Infinito. No potencia de
ilusión, sino omnipotencia productora, Energía, Madre divina (NA: Cf. el culto
de la Madre divina en el Hinduismo.). En el tantrismo, es el aspecto de lo
Absoluto que prevalecerá, pero como integrado en el aspecto de interioridad, de
no dualidad pura. La perspectiva religiosa se limita exclusivamente a este
aspecto de lo Absoluto, y es en el sentido que la individuación " de exterioridad
" por la "materia inteligible " puede ser puesta como el
principio metafísico de la Persona, es decir de la Conciencia de sí. La "negatividad"
o más bien la "Omnipotencia" de lo Absoluto que es paradójicamente
idéntica y no idéntica a este último la conduce a manifestarse a sí misma en la
multiplicidad infinita de los aspectos inteligibles de su Verbo. La Materia
inteligible es el aspecto de infinidad, de expansión infinita, de lo Absoluto
pero que se queda (NA: por decirlo así) en la misma sombra de lo Absoluto (NA:
Es lo que explica la interpretación unilateral pero completamente válida que
hace el teísta Ramanuja de la Maya vedántica, y
que se encuentra también en la "potencia maravillosa " que
circula, en la inteligibilidad de la que habla Plotino en En ., II, 9, 8.). Multiplicidad no
dispersiva, multiplicidad de riqueza, principio "creativo" o más bien
manifestador " ya que na hace más que revelar por la multiplicidad de las
ideas la plenitud infinita de lo Absoluto.
Es a este nivel
que se encuentra el aspecto cualitativo o esencial del límite, en virtud del
cual el límite, es decir la Esencia, la Idea, distingue los seres sin
separarlos, los une sin confundirlos. La alteridad "inteligible"
inherente a la Idea platónica, desempeña un papel positivo, en la puesta en
orden del cosmos a partir de la
potencialidad cósmica que está constituida por el reflejo invertido de esta "materia inteligible ", es
decir por el aspecto "propiamente "negativo" de la Nada. Esta
"Alteridad" es idéntica a la potencia infinita del "Padre"
que engendra de toda eternidad al "Hijo", es decir al Verbo eterno de
la teología trinitaria el Cristianismo. Es el aspecto en cierto modo positivo
de la "Nada" que se encuentra en las diversas formas de
"esencias". Y es en virtud de su participación más o menos profunda en
" la Alteridad inteligible ", en Esencia concebida no más en su interioridad pura, sino en su
exteriorización principial, que la subjetividad y a las realidades a las que se
refiere en el mundo revisten un aspecto de determinación positiva.
El aspecto
positivo (NA: por oposición al aspecto "negativo" que se se
desarrollará al máximo en el temporalismo nihilista de Sartre.) de la
conciencia de sí, que caracteriza la estructura de la Persona espiritual en el
marco de la perspectiva religiosa nos aparece la forma más importante del
positividad de esta Alteridad inteligible (NA: este análisis nos ayuda a
comprender que no hay esencia pura de toda "materia", si no la raíz
"esencial" de todas las esencias, que se sitúa ella misma " más allá de la esencia ", según la
fórmula de Platón. La perspectiva metafísica no retenida por limitaciones
sentimentales, nos conduce pues a reconocer que Dios, como "creador"
del mundo, es material a algún grado.).
Pero lo que
constituye, en la perspectiva metafísica, la real positividad de la Materia inteligible es su
" conversión a lo Uno ", como dice Plotino. Es su orientación hacia
la interiorización absoluta que da a esta individuación de exterioridad principial
su aspecto positivo.
No es más que en esta perspectiva donde la
trascendencia absoluta del Infinito envuelve su inmanencia absoluta que se
revela posible una misterioso (NA: más bien que paradójica) coincidencia de
estos polos opuestos que son la Universalidad del Ser y la singularidad del
individuo aparentemente sometido a el separatividad de la "materia".
Es la no dualidad de la perspectiva metafísica que nos parece fundar y
justificar más profundamente la singularidad cualitativa de los seres. Es
porque el Intelecto plotiano es sólo una exteriorización principial de lo Uno o
del Sí, que su inmanencia radical a la manifestación permite hacer corresponder
a cada uno de los individuos singulares a uno de los aspectos innumerables
incluidos en la universalidad concreta del mundo inteligible (NA: de donde la
teoría plotiniana de las " Ideas de los Individuos ". Cf. Enn ., V,
7.).
El individuo
debe ser concebido como perteneciendo, para hablar el lenguaje de Plotino, a lo
inteligible por el lado superior de su ser, para que los acontecimientos y los
accidentes singulares que ritman su devenir puedan "ser deducidos" de
su esencia.
Hace falta
para esto que la realidad de este individuo tal como ella es concebida por Dios
sea realmente - y no verbalmente - más que su proyección en el cosmos. Y no
puede ser realmente más que si el aspecto personal del Dios creador es
sobrepasado hacia el aspecto suprapersonal del Sí shankariano, de la
"Deidad" eckhartiana. En otros términos, la criatura no puede ser
interiorizada hasta el punto de justificar metafísicamente la Idea divina de un
ser singular más que si la interiorización misma del Creador es empujada así
como la suya propia hasta su límite (NA:
en otros términos no hay verdadera integración de lo indefinido más que por una
coincidencia paradójica entre la inmanencia absoluta y la trascendencia
absoluta. No es más que a este precio que la lógica según el entendimiento de
Aristóteles puede ser realmente sobrepasada. Es Plotino o Nicolas de Cusa quien
realmente sobrepasan la lógica de Aristoteles, y no Leibniz o Hegel.). Hace
falta que la criatura y el creador se interioricen en la absoluta
transpersonalidad del Sí para que haya una justificación verdaderamente integral,
o una integración en el sentido más metafísico del término de la indefinida
multiplicidad cualitativa de los accidentes singulares que caracterizan a un
ser individual. No es más que a este precio que los seres y los acontecimientos
singulares pueden tener, como en Nicolas de Cusa, " un valor teofánico
" (NA: Según la expresión de Sr. de Gandillac, in Obras escogidas, de N.
de Cusa, p. 38 (NA: edit.. Alubier).). Dios no podía saber que César franquearía
el Rubicón más que porque en él y por encima de él su Deidad era más que su
Persona.
2. El aspecto negativo de la
individuación de exterioridad.
La Nada como
Materia no inteligible y la situación del "principio" de individuación
por la materia.
La
ambigüedad fundamental de esta "Materia" principial (NA: si Plotino
no habla apenas de la materia inteligible y teme divulgar sus
"secretos", tiene por lo menos una conciencia neta de la ambigüedad
de Mâyâ, ya que nos habla de " dos materias) " (NA: Enn ., II, 4).),
que no es ni diferente ni no diferente de lo Absoluto, exige que al lado de su
transparencia radical a lo Absoluto, que se expresaba en la materia
inteligible, o en el aspecto positivo del individuación de exterioridad, se
encuentren un aspecto diferente y negativo de esta última que se expresará
particularmente en el principio de individuación por la materia tal, como es
contemplado en la ontología clásica. Se trata aquí del aspecto inferior de Maya,
de lo que Vedantinos llaman el " poder de obnubilación " (NA: avarana
shakti) que vela lo Absoluto, o todavía la Ignorancia (NA:
Avidya).
Este aspecto
de la "materia" es evidentemente el más importante para el metafísico
en tanto que "espiritual"
enfrentándose con la realidad del mal, del sufrimiento o de la muerte, que se
trata a la vez de comprender y de sobrepasar (NA: La unidad profunda de la
" vía del conocimiento " de la sabiduría vedántica valora la
imposibilidad de separar estos dos aspectos: el sobrepasamiento exige el conocimiento, el conocimiento es el
instrumento por excelencia de este sobrepasamiento , de esta transascendencia
metafísica que es una integración no sólo pensada sino efectuada o realizada.) existencialmente
. También Shankara por ejemplo contempla en general a Mâyâ como Avidya, como Inciencia,
raíz de la Ignorancia que nos separa ilusoriamente de lo Absoluto.
Es este aspecto
de "Mâyâ" que la perspectiva metafísica nos parece situar en la raíz
de lo que llamaremos la individuación separativa.
Al lado de la Alteridad convertida en el "Bien", hay una Alteridad
que se aparta de él y que está en la
misma raíz del aspecto "sustancial" del límite. O más precisamente,
esta Materia no inteligible, este "irracional" principial que,
contemplado en él mismo es radicalmente
ininteligible, es como el reflejo
invertido del Infinito, que no sabría jamás constituir el objeto de un
Conocimiento verdadero (NA: no es alcanzado , como dice Platon, más que por un
razonamiento bastardo (NA: cf. Timée, foque. Cit.).).
Es lo ilimitado
por ausencia total de límites esenciales, y es ella la que constituye el principio de la limitación separativa
o sustancial. En otros términos, es lo que llamamos con Guenon (NA: Cf. Guenon,
El hombre y su devenir según Vedanta, p. 45 sg. (NA: las Ediciones
tradicionales).), la " Sustancia universal " pero en el estado puro,
la cara "oscura" de Mâyâ, reflejo necesario de la plenitud infinita,
del Sí, como la Alteridad inteligible era la omnipotencia inteligible de lo Uno.
Bajo este aspecto aparece como principio de Ilusión, potencia engañosa. Sobre el
plano del Conocer es Avidya o " Inciencia ". Sobre el plano
ontológico, es potencia divisoria y constituye el conjunto de las limitaciones
por las cuales el mundo parece múltiple y distinto de su Principio. Pero la
inmanencia perfecta del Sí a la manifestación exige que este separatividad sea
rigurosamente nula en tanto se busque oponerla al Principio. La multiplicidad
como tal es pues puramente ilusoria. La separación está fundada sobre la
Ignorancia. A este respecto hay que precisar que, en Shankara, el " mundo inteligible "
también se encuentra rigurosamente sobrepasado él también en tanto que presenta
un aspecto de multiplicidad. Si Plotino reconoce
una real positividad en el mundo
inteligible, podemos decir que el radicalismo metafísico (NA: pero no
dogmático, como el de Parménides) de Shankara admite también este aspecto de
ilusión al nivel del Ser mismo - (NA:
Cf. Comentarios de Shankara en Mandukyupanisad (NA: Ed. Adyar).) de la Persona
divina. Dios aparece como "sobreimpuesto" a lo Absoluto, en la medida
en que se le contempla a partir de la limitación que lo constituye, y no a
partir de su esencia en la que esta limitación eminentemente esencial tiene
toda su realidad. Lo Absoluto es pues radicalmente transcendental al mundo en
tanto que éste está exclusivamente contemplado bajo el aspecto de las
limitaciones separativas que lo constituyen. La forma rigurosa del no Dualismo
shankariano tiende a contemplar el mundo sobre todo bajo este aspecto, en la
medida en que el aspecto positivo de Maya sería como una invitación para
interrumpir el movimiento transascendente de interiorización radical: El
aspecto "personal" de Dios juega sólo un papel secundario en la vía
del Conocimiento puro, por lo menos en la " dialéctica ascendente " o
la subida hacia lo Absoluto, es claro que la interiorización absoluta debe
sobrepasar el mismo aspecto limitativo principial, de lo Absoluto, antes de
poder reencontrar el mundo, al término
de esta ascensión, como rigurosamente idéntico a él.
Georges
Vallin
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