viernes, 20 de diciembre de 2013

La Natividad o Pascua de Navidad



LA NATIVIDAD O PASCUA DE NAVIDAD
 
Extraído de Symbolisme.The Universal Langage, Aquarian Press, Wellingborough, 1982.
Traducción Española: El simbolismo, Lidiun, Buenos Aires,1988.
 
Es evidente que casi todas las ceremonias en honor del Dios Mortal pasaron al cristianismo, pero también sufrieron otras fuertes influencias provenientes de las tradiciones gala, teutónica, escandinava y céltica. En los países de habla inglesa, la fiesta de la Natividad se conoce con el nombre de Yuletide y, según algunas autoridades en la materia, "yule" derivaba del vocablo galo "gule", que significa "rueda" y representaba probablemente el movimiento del disco solar, y el paso de lo viejo a lo nuevo. Al igual que en las ceremonias de otros países, "yule" simbolizaba también el necesario retorno desde el caos y la oscuridad primigenia que deben preceder el nacimiento del nuevo año; la oscuridad informe representaba también la vida en la matriz antes del nacimiento. Es el regressus ad uterum de los ritos mítico s e iniciáticos . Los cultos de Tammuz, Atis, Dionisio, Wotanl Odín y Thor se ponen de manifiesto en las celebraciones de la Pascua de la Natividad. Los tres primeros dioses mencionados tenían como símbolo de nochebuena, el gran leño que se quemaba ritualmente al terminar el año viejo para simbolizar la muerte del invierno y la creciente fuerza e intensidad de los rayos solares. El fuego ahuyenta la oscuridad y el frío, es una fuerza creadora; destruye lo viejo y da nuevo impulso a la vida, tanto vegetal como humana, mientras que las cenizas, esparcidas sobre la tierra, contribuyen a fertilizar la nueva vida que habrá de emerger del suelo. El leño navideño se llevaba a casa ceremoniosamente , adornado con ramas de plantas siempre verdes y cintas de brillantes colores; las plantas perennes más usadas eran la hiedra, la "corona de Dionisio"y la "planta de Osiris". El leño provenía del roble, el Arbol Cósmico de los Druidas.
El pino de Atis y el abeto de Wotan son los antecesores de nuestro Árbol de Navidad. Venerado generalmente en los cultos teutónicos, el pino fue llevado en fecha reciente a Inglaterra por el príncipe Alberto, quien lo convirtió en la característica distintiva de la Navidad real en la época victoriana, y de aquí pasó a formar parte de la celebración navideña en casi todos los países. El pino de Atis se incorporó al cristianismo a través de la leyenda de San Bonifacio quien, según se cuenta, había impedido el sacrificio de un muchacho durante la ceremonia pagana del roble talando ese árbol sagrado de raíz. Al ver un pequeño pino que había crecido a la sombra del roble, consideró que era un símbolo de la vida que nunca muere. Además del árbol, el cristianismo incorporó también a la celebración navideña las luces y esferas luminosas, las cuales representan el sol, la luna y las estrellas en las ramas del Arbol Cósmico, que forman la bóveda del universo, pero representan también a Cristo como símbolo de la Luz del Mundo. Los templos eran iluminados con flores de cuyas ramas pendían lámparas en forma de flores y frutos. Las lámparas podían representar las almas de los muertos. En los Misterios medievales, el pino simbolizaba el Paraíso con sus ramas
cargadas de manzanas, el fruto mágico, símbolo de la edad de Oro y de la inmortalidad.
Los regalos que colgaban de los árboles tenían significados diferentes: en los árboles sagrados de Atis, Dionisio,Atargatis y Cibeles, los presentes eran donados por los devotos como una ofrenda a las divinidades, pero el abeto de Wotan colmaba de regalos a todos aquellos que veneraban el árbol sagrado. Para los cristianos, los regalos navideños representaban alegóricamente los presentes ofrecidos al Niño Dios
Por los Reyes Magos. Estos presentes simbolizaban en sí mismos la misión de Cristo en la Tierra: el oro de un rey, el incienso de un sacerdote y la mirra, señal de sacrificio. El "hada" que se colocaba en lo alto del árbol era originariamente el ángel que anunciaba a los pastores el nacimiento de Cristo. La estrella que reemplazó más tarde al
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hada, simbolizaba la estrella que guió a los tres Reyes Magos hasta Belén.
En la Natividad se revelan fuertes influencias nórdico-teutónicas: al parecer hay cierta relación entre Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás y Wotan/ Odín, dios de la mitología teutónica y escandinava. Este aparece a comienzos del solsticio de invierno, y su día es el 6 de diciembre, que coincide con el de San Nicolás, obispo de Myra, en torno al cual se tejían muchas leyendas sobre su bondad y generosidad. Según se cuenta, quería mucho a los niños , y se complacía en sorprenderlos con numerosos regalos. Tradicionalmente se dice que Santa Claus o Papá Noel bajaban por la chimenea con los presentes navideños, puesto que es un ser mágico y, por lo tanto, no puede pisar el suelo. La chimenea tiene una significación especial: es una apertura hacia el cielo y los poderes celestiales.
Varios otros santos están relacionados con las festividades de la luz que se celebran en el mes de diciembre. El 13 de diciembre se celebra en Suecia la fiesta de Santa Lucía, personificada por la hija mayor de la familia. Ese día, a primera hora de la mañana, la joven, coronada la cabeza por una guirnalda de hojas de hiedra y llevando en la mano velas encendidas que simbolizan el fin de la oscuridad invernal y la llegada de la luz, coincidente con el alargamiento de los días y el derretimiento del hielo (sic), va despertando a los miembros de la familia, mientras entona el siguiente canto:




                   El día de Santa Lucía ha llegado
                   La oscuridad no puede prolongarse
                               pronto ahuyentado por el sol
                   El frío Levanta su dedo helado.
 

 
 
En Holanda, San Nicolás arriba en barco desde España, cargado de regalos. Los suizos también tienen a S. Nicolás, y los niños franceses ponen los zuecos junto a la chimenea para que Papá Noellos llene de regalos.
El roble y el muérdago eran plantas sagradas para los druidas porque representaban los poderes masculino y femenino que existen en la naturaleza, ya que el muérdago era la Rama Dorada de los druidas. El roble proporcionaba el gran leño navideño, llamado nochebueno, y el muérdago se colgaba del techo durante la festividad. El muérdago que brota de las ramas del roble simbolizaba la fuerza vital o la esencia del roble; era, por lo tanto, una sustancia divina. Se creía que al caer el rayo sobre la rama del roble daba nacimiento al muérdago. Este hecho le confería cualidades espirituales especiales, puesto que todo lo que era alcanzado por un rayo gozaba del favor de los dioses. Debido a estas cualidades y a su naturaleza mágica, el muérdago no podía estar en contacto con el suelo sino colgarse. Cuando los druidas cortaban las ramitas de muérdago, con una hoz dorada, las sostenían entre sábanas blancas para que no cayeran al suelo. Como el muérdago no es ni árbol ni arbusto, participa de la ambigüedad de todo aquello que no es ni una cosa ni la otra, lo cual lo coloca, por analogía, dentro de la esfera de lo que está libre de limitaciones. De este modo, la persona que se detiene debajo del muérdago no está sujeta a las restricciones normales y entra en el mundo del caos donde todo puede suceder; pero como en esta situación la libertad de acción es absoluta, la persona carece de toda protección. Esta circunstancia, y el hecho de que el muérdago también es un símbolo del amor, da lugar a la costumbre de besar a la mujer que se coloca debajo del muérdago. Cuando concluye la fiesta de la Navidad, a veces se quema el muérdago en la Duodécima noche, víspera del día de Reyes, o se guarda hasta el Martes de Carnaval, otra fiesta que celebra la llegada de la luz, como cuando se enciende la llama con la que se cocinan los panqueques. El muérdago de la tradición escandinava era asociado con el Dios mortal Balder o Baldur, en el conocido mito en el que el muérdago causaba la muerte de esa deidad.
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La vid y la hiedra estaban consagradas al dios mortal Dionisio o Baco. Dionisio portaba en la cabeza una corona de hojas de hiedra, símbolo de la inmortalidad y de la vida eterna, que también se enroscaban alrededor de su tirso y del leño que lo representaba. Las bulliciosas fiestas que se celebraban en honor de Dionisio eran famosas por sus orgías. La hiedra también estaba consagrada al dios frigio Atis y al egipcio Osiris. La hoja de hiedra tenía carácter fálico, lo que explica su discreto uso en las estatuas que
representaban desnudos masculinos
. La hoja de higuera tenía el mismo significado. El acebo estaba consagrado a Saturno y era una de las plantas de hoja perenne empleada para decorar sus templos durante las Saturnales. Era también un atributo de los dioses solares y significaba gozo, buena voluntad, salud y felicidad. El cristianismo lo incorporó como símbolo de la crucifixión. La madera representaba alegóricamente el Árbol (al igual que el roble); sus hojas puntiagudas eran la corona de espinas y la pasión, y sus bayas rojas, la sangre de Cristo. El petirrojo se une al acebo en este simbolismo: el pecho rojo representa la sangre derramada en la cruz, símbolos expresados gráficamente en nuestras tarjetas de Navidad. Las tarjetas son, sin embargo, una innovación moderna y no tienen significado simbólico, salvo como recuerdo de la antigua costumbre de intercambiar presentes.
En tiempos primitivos se mataba animales de granja al comienzo del invierno, cuando el forraje escaseaba. La carne se salaba, secaba o conservaba para su uso durante los meses de invierno. La carne más utilizada era la de cerdo y muchas viejas cocinas de granjas y casas de campo tienen aún en sus techos grandes ganchos de hierro de los cuales colgaban los jamones y las lonchas de tocino. Como el cerdo era la comida principal durante el invierno, no debe sorprender que la cabeza de jabalí o puerco salvaje fuera el plato central de la festividad de la Pascua navideña, pues simbolizaba el asiento de la fuerza y la vitalidad. Se traía la cabeza de jabalí con gran ceremonia, adornadas sus orejas con ramitos de romero, una planta siempre verde, y también una planta funeraria, y una manzana en la boca. Pero aparte de proporcionar carne para el invierno, el jabalí, símbolo de fertilidad, procreación, protección, valor y hospitalidad, estaba consagrado a Wotan/Odín y a Frey, deidades nórdicas de la fertilidad (sic), y en Navidad se lo sacrificaba en honor de estos dioses.
Otras comidas de Navidad son el pudding de ciruelas y el pastel de carne y frutas. El pudding de ciruelas fue originariamente un potaje de fruta y especias, y el pastel de carne se hacía antes con carne picada, generalmente de cordero. En las navidades cristianas, los recipientes para los pasteles de carne tenían forma de cuna para representar el pesebre donde nació el Niño Jesús. En cada uno de los doce días de Navidad se comía un pastel de carne para tener buena suerte durante cada uno de los doce meses del nuevo año. Entre paréntesis, se suponía que estos doce días indicaban las alternativas del tiempo en los próximos meses.
El ganso de Navidad era, como hemos visto, un ave solar, y constituía la comida típica de las fiestas de San Miguel y Navidad; representaba el declinar y luego el creciente poder del sol. El pavo, al cual ya nos hemos referido, se incorporó en fecha relativamente tardía a las festividades navideñas, introducido desde América.
El "wassail", una bebida caliente compuesta de vino, cerveza y especias, se convirtió más tarde en el ponche. Los lugareños iban de casa en casa cantando villancicos y brindando con "wassail" a la salud de los vecinos. En las regiones donde se bebía sidra, ésta compartía el mismo simbolismo mágico de la manzana de los celtas, el fruto de la Rama de Plata.
Los juegos, pantomimas y danzas con que los antiguos sumerios celebraban esos doce días de diversión, jolgorio y caos se transmitieron a lo largo de los siglos. En la
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época medieval, los carnavales europeos, con sus máscaras, disfraces y travestismo, continuaron la tradición; en pueblos y aldeas, los jóvenes de ambos sexos iban de casa en casa representando piezas teatrales o dramas tradicionales, que siempre versaban sobre el teme del triunfo de la luz sobre la oscuridad, y, por lo tanto, del bien sobre el mal. El triunfo de San Jorge sobre el dragón era un tema típico, así como la muerte del Año Viejo, ya sea en una pieza dramática o en una danza simbólica. Los villancicos navideños eran acompañados originariamente con danzas que se realizaban alrededor de un pesebre, levantado en una iglesia o en la casa familiar. La mayoría de los villancicos perpetuaban los casi agonizantes símbolos divinos de la estrella, el nacimiento de la Virgen, los tres Reyes Magos y el Sacrificio del Dios-Rey. En nuestra época sólo se conservan vestigios de esa simbología en los villancicos, que ya no cuentan con el acompañamiento de la danza. El retablo navideño teatralizado aún se representa en algunos lugares, pero ha degenerado al nivel de la pantomima, en la cual la escena de la transformación aún describe, inconscientemente, el antiguo caos y los símbolos del renacimiento, aun cuando los cuentos de hadas sobre los cuales se basan las pantomimas tenían un carácter altamente simbólico. La Cenicienta, por ejemplo, simboliza el viaje del alma desde el estado de bienaventuranza celestial( el cuento debería comenzar con la historia de la Cenicienta, quien era completamente feliz en su hogar hasta que al morir la madre, el padre vuelve a casarse y sus horribles hermanas, símbolos de las maldades de este mundo, la reducen a la penosa situación de una pobre sirvienta) hasta las pruebas y tribulaciones por las que ha de pasar en la encarnación terrena, en la que es ayudada o perseguida por fuerzas benéficas o maléficas hasta que finalmente sale vencedora y alcanza la perfección y la unidad.

Extraído de Symbolisme.The Universal Langage, Aquarian Press, Wellingborough, 1982.
Traducción Española: El simbolismo, Lidiun, Buenos Aires,1988.

Otras obras del autor: Fairy Tales, Aquarian Press, Wellingborough, 1983. Trad. Esp.:

Cuentos de hadas, Sirio, Málaga, 1986.

Taoism, Aquarian Press, Wellingborough, 1972. Trad. Esp.: Taoísmo, Lidiun, Buenos
Aires.

Yin y Yang, Idem, Idem, 1981. Trad. Esp.: Yin y Yang, Edaf, Madrid, 1985, 1991.

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