lunes, 25 de octubre de 2010

Vengadores de Escándalos (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila, 3-10-2010)

A la luz de una candela
José Jiménez Lozano, Premio Cervantes

Vengadores de escándalos.

Uno de los estereotipos mentales de nuestro tiempo es la convicción de que hay que entregar al pú­blico como plato fuerte y notable­mente valioso toda noticia o pintura no solo de nuestra pobre debilidad humana, sino que rebaje a los hom­bres al más bajo rasero, ofreciendo la sensación, claro está, de que esto se hace en nombre de la más preclara virtud.

Pero, sean como sean las cosas, a lo que quería referirme es al éxito ase­gurado que en el hombre de hoy, al igual que en la última aldea medieval, tienen las viejísimas habladurías de solana y lavadero que puedan condu­cir al placer de ver caer a alguien de un podio y hacerse moralmente añi­cos. Y se trata, desde luego, de una es­pecie de radical instinto democrático de rasero por igual, que no es de hoy precisamente, pero ¿qué haría la in­dustria cultural sin estos trajines?

Hace un tiempo se dio la noticia de que un señor importante, Lars Gyllensten, que fue secretario de la Academia Sueca, y salió de allí dando un portazo, ha escrito un libro en el que de todos aquellos señores que conceden el Nobel, se nos dice que el que no cojea del bazo cojea del espi‑
nazo, que algunos de ellos quieren ha­cer su carrerita, y otros quieren el Pre­mio para sí mismos.
Es decir, algo muy normal, nada del otro jueves, al fin y al cabo, solo los habituales alifafes de nuestro ego y su instalación en el mundo. Y ya Ir­ving Wallace, en una novela y en un ensayo, contó interioridades sobre el Nobel, y algunas muy divertidas, pero todavía no estaba vigente el estilo co­madreo, y mucho menos el estilo ca­nalla que han venido después, ni tam­poco éstos eran los estilos del señor Wallace.

Lo curioso es que, en un momento en que referirse a la moral o a la ética, resulta alta­mente risible, diría­mos que estamos en un universo angelical, y esos denun­ciantes son los relucientes pro
fetas de la pureza, encargados de poner a los denunciados la letra A de color escar­lata, como en la terri­ble novela de Natha niel Hawthome, La letra escarlata. El hombre antiguo era desde luego mu­cho más expeditivo y bárbaro, cuan­do se tomaba esas cosas en serio, pon­gamos por caso la famosa corrupción administrativa. Yen el antiguo Egipto, por ejemplo, se cortaba la nariz a los empleados públicos que metían la mano en la bolsa, y había toda una tierra habitada por estos rinokoluros o gente de nariz cortada, que no se atrevía a vivir entre los demás.

Pero no estoy seguro de que, aunque hoy parezcamos menos bárba­ros, no lo sea menos este diario festival vengador de corrupciones que produce el destripamiento de las vidas de
muchas personas.

Y, sin embargo, parecería claro que, al margen de del cum­plimiento de la Justicia, la úni­ca actitud humana y civilizada sería la de los hijos de Noé,cuando vieron a su padreembriagado y desnudo:que yendo de espaldas,cubrieron su desnudez.

Nuestra actitud de vir­tuosos vengadores sola­mente resulta despreciable o cómica.

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