Sobre el hombre. Olivier Clement. Ediciones Encuentro Madrid 1984 Pp.163-169 |
PENSÉE
Il ne suffit point DE CONNAITRE LA VERITÉ QU'IL FAUT DIRE
Il faut savoir LA VRAI MANIÈRE DE LA PRESENTER aux âmes
Écrits pour REGNABIT
René Guénon.
arché.nino aragno
editore. Torino 1999 p.80
Diccionnnaire de René
Guénon.
Jean-Mark Vivenza
Le Mercure Dauphinois . Grenoble 2002 Pp.493-496
TRADICIÓN.
La tradición, es por esencia de origen "supra-humano",
esa es incluso muy exactamente su definición justa y nada d lo es tradicional puede
ser calificado como tal sin la presencia de este elemento fundamental, vital y
axial, que determina el carácter propio y auténtico.Es esta cuestión la que hace
precisamente totalmente inválidos los juicios de los agentes conscientes o inconscientes
de la "desviación moderna", incapaces en sus investigaciones de
percibir y detectar la existencia de este elemento "supra-humano" en
el seno de los dominios que estudian. En efecto, nada que es puramente humano
puede ser considerado tradicional, es por lo que es falso, como muy justamente dice René Guénon, hablar de una
"tradición filosófica" o de una "tradición científica",
como se hace habitualmente en nuestros porque solo pueden llamarse
"tradicionales" sólo puede decirse de aquellas formas herederas de
una sucesión ininterrumpida, de una cadena de transmisión (que en hebreo tiene
por nombre shelshelekt, en árabe silsilah,y en sánscrito parampard), cadena que garantiza la
realidad y la permanencia del "elemento vital", es decir de origen no
humano, en el interior de una tradición particular.
Ciertamente, la Tradición se expresa en diversas modalidades
que responden a las necesidades del
tiempo la época y del medio, que son la
ocasión de múltiples y necesarias adaptaciones que pueden adoptar diferentes
formas, pero estas formas son siempre e invariablemente potadoras de este
íntimo vínculo orgánico, de este enlace a una fuente "no humana" que testimonia
su autenticidad. Como se ve, el criterio central y, podríamos decir, el único
de juicio a propósito de la autenticidad de una forma, de la validez de una
enseñanza , o las calificaciones declaradas de los maestros, como la
legitimidad de las prácticas rituales ejecutadas, se trata de la presencia
efectiva, tangible y cierta de una conexión con una fundamento "supra-humano".
Así, si examinamos esta cuestión un
instante, percibimos claramente que, en el plano exotérico, las religiones poseen
todas, en todos los casos para las que son portadoras de una real base
intemporal todos ellos, un origen "humano" que les confiere una
autoridad incuestionable que les permite transmitir una " influencia espiritual.
Y es exactamente la misma manera para las corrientes esotéricas, que obedecen a
la mismas e idénticas reglas concernientes a las formas de transmisión, y deben
obligatoriamente estar vinculadas a una fuente igualmente también "no-humana".
Nada puede sustraerse a este imperativo categórico que se impone a todas las
tradiciones particulares, exotéricas o esotéricas, como criterio por excelencia
de su autenticidad, no puede haber absolutamente en este punto ninguna derogación
extraordinario o excepción especial. Estamos aquí en el dominio de las verdades
objetivas, lo que evidentemente significa que "el intermedio' es
imposible. Por lo tanto, o bien la respuesta a la cuestión es afirmativa, por
lo tanto autoriza el reconocimiento del carácter tradicional de la corriente
espiritual examinada, o es negativa, en cuyo caso estamos en presencia de una
"pseudo-tradición" que no puede beneficiarse de ningún reconocimiento
de cualquier orden que sea desde un punto de vista tradicional, y, por lo
tanto, debe ser considerado, como desprovistos de todo interés espiritual verdadero.
Otro aspecto, y no de los menores, surge de esta observación a propósito del
carácter objetivo de las verdades trascendentales, es que la vinculación al
dominio 'supra-humano', si constituye la base que permite afirmar que estamos
en presencia de una tradición auténtica, nos lleva a reconocer inevitablemente
que existe, bien entendido que a este nivel superior, es decir al nivel más interior,
una real “unidad trascendente de todas las formas tradicionales”. Unidad que es
una evidencia en la medida en que esta fuente “no-humana”, a la cual están
vinculadas todas las tradiciones, es absolutamente idéntica, indivisible y
única para el conjunto de las formas consideradas. No dividiéndose el Principio
y, siendo por esencia Absoluto, “el Uno” sin comienzo y sin segundo, la
Tradición a su vez es única y no puede más que tener finalmente, en todas las
latitudes y continentes, y a pesar de las divergencias circunstanciales
dependientes de condiciones humanas, el mismo discurso y enseñar la misma
doctrina,
Todas provienen de un origen similar, incluso si las
necesidades de la historia obligaron a particularizaciones indispensables
hechas inevitables por las contingencias relativas a las mentalidades de los
pueblos y de los diferentes periodos históricos, las formas tradicionales no
son en realidad más que un solo cuerpo espiritual y doctrinal, por paradójico
que esto puda parecer por otra parte para una mirada no avisada y puramente
exterior.
Parece evidente, de la lectura de lo que acaba de ser
subrayado, que “vinculación”, “transmisión” y “unidad” constituyen los polos
comunes a todas as tradiciones particulares, y que ellas son incluso
precisamente constitutivas de la Tradición en tanto que tal. Esto nos lleva naturalmente
a comprender que la Tradición, por su dependencia del Principio, es de
naturaleza transcendente en cuanto a su origen y universal por su contenido, y
que esta naturaleza no puede ser objeto de una adquisición posterior sino que
es dada a título plenario y entero; transmitida originalmente a las tradiciones
auténticas. Este enlace con la transcendencia, hace de estas formas
tradicionales verdaderas, de estas solamente, los instrumentos privilegiados e
intemporales de la conservación del depósito “supra-humano”, los fieles e
incansables obreros de la transmisión de las verdades principiales esenciales y
eternas.
(Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, IΙ°
parte, cap. II, Los principios de la unidad de las civilizaciones, ¿Qué debe
entenderse por tradición?", "Tradición y religión". El reino de la cantidad y los signos de los
tiempos, cap. XXXI, "Tradición y tradicionalismo", cap.XXXI Tradición
y tradicionalismo", cap. XXXVIII, "De la antitradición a la contra la
tradición". Perspectivas sobre la iniciación,
cap. VIII, "Sobre la transmisión iniciática", cap. IX,
"Tradición y transmisión", cap. XLV, "De l'infalibilité
traditionnelle". Iniciación y
realización espiritual, ch. IV, "La costumbre frente a la tradición"
cap. XVII, "Doctrina y método" cap. XXΙΙΙ, "Trabajo iniciático colectivo y la "presencia"
espiritual. Símbolos de la Ciencia
Sagrada, cap. V, "La tradición y el inconsciente", cap. VI,"La
ciencia de las letras", cap. X, "La triple enceinte druidique ",
cap. XI, "Los guardianes de Tierra Santa". Estudios sobre la
masonería y la Compañonería, t. II, "Palabra perdida y palabras
sustituidas", "La ortodoxia masónica. Formas tradicionales y Ciclos Cósmicos,"Atlántida e
Hiperbórea", "El lugar de la tradición atlante en el Manvatara",
"Cábala y ciencia de números". Apreciaciones
sobre el esoterismo islámico y el taoísmo, cap. I, "El esoterismo
islámico ", cap. X, "Taoísmo y confucianismo".Mélanges, III Parte III, cap. VI,
"La gnosis y las escuelas espiritualistas").
Diccionnnaire de René
Guénon.
Jean-Mark Vivenza
Le Mercure Dauphinois . Grenoble 2002 Pp. 299-302
METAFÍSICA.
Por definición, La metafísica se interesa en el dominio que
está más allá de la física , más allá del mundo material inmediato, por encima
de la naturaleza, y que, por lo tanto, puede llamarse propiamente
"sobrenatural", además, como escribe Guénon, "según su composición
esta palabra "Metafísica "significa literalmente 'más allá de física",
tomando "física" en la acepción
que este término siempre tuvo siempre para los antiguos, la de "ciencia de
la naturaleza" en toda su generalidad". Se podría decir, paralelamente,
que el objeto de La metafísica siendo “ilimitado y universal", supera
cualquier otro punto de vista más o menos especializado, ya sea de orden
religioso o teológico, marcada por la influencia de elementos sentimentales que
socavan la pureza intelectual de la doctrina inmemorial. "El punto de
vista teológico, escribe René Guénon, no es más que una particularización del
punto de vista metafísico, una particularización que implica una alteración
proporcional". El ejemplo se nos da de forma muy elocuente en Occidente,
en la utilización teológica de la visión unívoca llevada sobre el Ser* en
ciertos griegos, producto el mismo en su tiempo de una estrechamiento trágico
del campo hermenéutico. Por eso la metafísica occidental que, desde
Aristóteles, identifica la metafísica al conocimiento del "Ser en tanto ser",
reduce el inmenso campo real de la Metafísica a la sola ontología, es decir que
ella toma "la parte por el
todo" y no es en definitiva más que una Metafísica, incompleta, y por
decirlo claramente, "falsa". Para la Metafísica auténtica, es decir en
posesión de todo su amplitud verdadera " el Ser puro no es ni el primero
ni el más universal de los principios, pues es ya una determinación; es
necesario ir más allá del ser, y es incluso eso es lo que cuenta más". Por
esta razón, el Conocimiento metafísico es un conocimiento "supra-racional,
intuitivo e inmediato", una intuición intelectual pura, lo que quiere decir
no-sensible, "sin la cual", dice vigorosamente René Guénon, "sin
la cual no hay verdadera metafísica".
En efecto, el dominio de lo sensible como cualquier otro
dominio limitativo, debe ser imperativamente superado para alcanzar el dominio del
Conocimiento metafísico. Los fenómenos que tienen tal importancia en la
tradición aristotélica, no hacen en realidad , más que desviar al investigador
de su objeto esencial, y encerrarlo en la
positividad de un juicio existencial parcial, donde solo triunfa la muy
estrecha lógica de la prueba y de la "causa". "En tanto no se
supere la naturaleza, es decir el mundo manifestado en toda su extensión,
afirma Guénon, se está todavía en el dominio de la física”. Ahora, es
precisamente esto mundo sobre el cual importa esta "superación"
radical, so pena de hundirse en una pseudo-metafísica reducida a la grosera
ontología común de lo visible, pues "no hay conocimiento verdadero y
válido más que el que tiene su raíz profunda en lo universal y lo
informal". Esta metafísica "reducida", que se presenta en
Occidente como el modelo mismo de la aproximación fundamental, tendría que
hacer sonreír por su pueril pretensión a la "verdad" si,
desgraciadamente, su capacidad de hacer
daño no hubiera llevado a consecuencias
desastrosas que, hoy día ahora se
expresan tan pavorosamente en el mundo moderno, mundo no contento con haber
sometido a la lógica de lo verificable y lo y cuantificable los seres y las
cosas , ha terminado por transformar al hombre mismo en un miserable mecanismo
finalizado. Por lo tanto, Guénon tiene perfectamente razón en insistir como lo
hace, en la necesidad de los occidentales que quieran comprender la perspectiva
de la Tradición, de emprender, dejándose enseñar por la Metafísica verdadera,
una apertura liberadora más allá de la dictadura de la razón y de lo sensible para
alcanzar el dominio de lo inmutable mediante el despertar salvador del "intelecto
trascendente". Sin embargo, es importante ver que "no es en tanto hombre
que lograr esto, sino como ese ser que es humano en uno de sus estados, y es al
mismo tiempo otra cosa y más que un ser humano". Esto explica por qué
"es la toma de conciencia efectiva de los estados supraindividuales lo que
es el verdadero objeto de la metafísica, o, mejor aún, que es el conocimiento
metafísico mismo". Esto es sin duda uno de los puntos más importantes de
la comprensión metafísica, pues el individuo, lejos de ser una ser cerrada, o
acabado, "no representa en realidad más que una manifestación transitoria
y contingente del ser verdadero; no es más que un estado especial entre una
multitud indefinida de otros estados del mismo ser; y este ser es, en sí, absolutamente
independiente de todos sus manifestaciones (...)". Esto significa
concretamente, que lo que subsiste de más esencial en el individuo, es decir no
su pequeño "yo*" sin interés, sino su "Si", permanece
inalterable, estable y representa ese "Centro" principial del ser con
el cual entra en contacto e el "intelecto trascendente" , que está en
el origen del Conocimiento metafísico. El "intelecto trascendente",
no lo olvidemos, es lo que permite afirmar que un ser "es todo lo que él
conoce", sobre todo porque esta identificación por el conocimiento, es "el
principio mismo de la realización metafísica".
Desde un punto de vista puramente histórico, Guénon pensaba
que Occidente había tenido, en la antigüedad y en la Edad Media, en su poder
una doctrina metafísica completa, reservada sin embargo para el uso de una
determinada élite, y que era capaz de conducir a la realización de las
posibilidades del ser, realización que, "para la mayoría de los modernos
es sin duda una cosa apenas concebible; si Occidente también ha perdido por
completo el recuerdo de la misma", añade Guénon muy pertinentemente, es
porque ha roto con sus propias tradiciones, y es porque la civilización moderna
es una civilización anormal y desviada". Como vemos, la posesión de una
doctrina metafísica completa, lejos de ser un simple enriquecimiento para eruditos,
es muy por el contrario, la base indispensable para la restauración de una
civilización normal. Es pues indispensable, en nuestros tiempos actuales,
pensaba Guénon, que los medios de la realización metafísica puedan ser
presentados a los que sean juzgados dignos, "sabiendo que deberán ser
adaptados a las condiciones del estado humano, ya que es en este estado que se
encuentra actualmente el ser que, partiendo de ahí, deberá tomar posesión de
los estados superiores". Convendrá pues, para el ser, en su vía
metafísica, servirse preliminarmente de palabras, signos, símbolos, ritos, etc.
Y tomar como un punto de apoyo sobre “sus formas pertenecientes a este mundo
donde se sitúa su manifestación presente" a fin de elevarse a continuación
por encima de este mundo mismo, y alcanzar finalmente el "estado
primordial ","el estado absolutamente incondicional liberado de toda
limitación, razón por la cual es enteramente inexpresable, y todo lo que se
puede decir no se traduce más que por términos de forma negativa: negación de
los límites que definen y determinan toda existencia en su relatividad. La
obtención de este estado, es lo que la doctrina hindú llama
"Liberación", cuando ella lo considera con relación a los estados
condicionados, y también " La Unión" cuando lo enfoca con relación al
Principio supremo. Tal es el sentido profundo de la expresión "eterno” que,
en cierta manera, resume en ella misma la esencia infinita de la verdadera
metafísica, cuando la Tradición afirma que ella es de origen
"no-humano" e "infinito".
(Introducción general
al estudio de las doctrinas hindúes Cap V " Caracteres esenciales de
la metafísica", Cap VI " Relación de la metafísica y la
teología", Cap VIII " Pensamiento metafíco y pensamiento
filosófico", Cap X " La realización metafísica". El hombre y su devenir según el vedanta,
Cap I " Generalidades sobre el vedanta", Cap II “Distinción
fundamental del "Si" y del "yo", Cap VI " Los grados
de la manifestación individual". Los
estados múltiples del ser Cap III " El Ser y el No-Ser", Cap IV
" Fundamento de la teoría de los estados múltiples" Cap XV " La
realización del ser por el conocimiento", Cap XVIII " La noción
metafísica de libertad". La
Metafísica Oriental)
Diccionnnaire de René
Guénon.
Jean-Mark Vivenza
Le Mercure Dauphinois . Grenoble 2002 pp. 365-367
PANTEISMO.
Una teoría esencialmente "antimetafísica", según René
Guénon, el panteísmo es una forma bastante extendida de confusión intelectual puntual,
que sin embargo marca profundamente una buena parte de la filosofía occidental desde
hace siglos, por una tentación constante de esta última hacia un tipo de tesis
que halaga desconsideradamente la mente de los pensadores y los hace muy
complacientes con relación a esa concepciones más que "dudosas" desde
el punto de vista de la Verdad tradicional.
Por otra parte, se ha pretendido desde hace mucho tiempo en
ciertos medios, por ignorancia o mala fe, cuando no era por una combinación de
estos dos elementos, que las doctrinas orientales no eran en realidad más que
Panteísmo "disfrazado". Uno puede asombrarse legítimamente de que
algunas personas, en una época aún reciente, hayan creído que tenían que
"pontificar" sobre estos asuntos con tal ligereza y una falta también
vertiginosa de honestidad intelectual, dando lugar a generaciones de ecólatras estériles
que se hacen repetidores poco inspirados de este pensamiento indigente.
Por ello, Guénon se tomó la molestia, en múltiples
ocasiones, de precisar bien las bases que fundan verdaderamente las
concepciones metafísicas de las doctrinas orientales, con el fin de evitar los
errores y falsas interpretaciones erróneas que se cometen regularmente en estas
áreas. Así, gracias a estas explicaciones detalladas y precisas que tienen el
mérito de clarificar numerosos puntos que quedarían obscuros para la gran mayoría
de las personas, nos es posible constatar, en cuanto a la relación entre la
relación entre Dios y la Naturaleza cuando se considera desde el punto de vista
de su relación recíproca, que está lejos de reducirse a una simple
confusión" o "indistinción". Dios y la Naturaleza, en efecto,
" aparecen respectivamente como el principio activo y el principio pasivo
de la Manifestación, o como "acto" y la "potencia" en el
sentido aristotélico de estos dos términos: acto puro y potencia pura con
relación a la Manifestación universal, acto relativo y el poder relativo en
cualquier otro nivel más determinado y más restringido que este, es decir
siempre, en suma como “esencia” y “substancia”… ". La dificultad viene de que
Dios, cuando es percibido en el plano de la Manifestación, "no puede ser enfocado
como el Principio tal como es en sí, pues
este, estando más allá de toda distinción, no puede entrar en correlación con
lo que sea, y la manera que se presenta el ternario (Dios, Hombre, Naturaleza),
implica una cierta correlación, e incluso una especie de complementarismo,
entre Dios y Naturaleza; se trata pues necesariamente, precisa Guénon, de un punto de vista que puede decirse
que es más bien "inmanente" que "trascendente" en relación al
Cosmos, del que estos dos términos son como los dos polos, que, aunque estén
fuera de la Manifiestación, no pueden no obstante ser considerados
distintamente más que desde el punto de vista esta. El problema proviene del
hecho de que ni la "teología natural", incapaz de llegar a un alto
nivel de abstracción metafísica por sus propios medios, ni la "teología
revelada", aunque incomparablemente superior a la a la primera, pero que
no representa el conocimiento del Principio más que en el orden exotérico, es
decir de una manera no suprema, no son capaces de alcanzar o captar el Principio
en su Verdad misma, es decir, libre de su relación con la Manifestación. Este límite
es la causa de importantes confusiones que, desgraciadamente, no son superables
en tanto sobre posiciones "racionales", "lógicas " o
"dogmáticas", no dejando ninguna parte de la Verdad última por falta
de comprensión.
Según los orientales, 'El Cielo el instrumento del Principio", y a este título no es más que
el rostro "divino" de ese mismo Principio, una simple imagen para el
mundo manifestado, nada más que una "rostro", no el Principio mismo. Guénon
indica por otra parte que los misioneros cristianos cuando quieren traducir "Dios"
en chino, lo hacen por Tien o por Chang-ti, es decir, el "Soberano de lo
alto", equivalente, desde el punto de vista del significado, al Cielo.
"Esto parecería indicar, probablemente sin que tengan claramente consciencia,
que para ellos el punto de vista "teológico" en sí mismo, en sentido
más propio y más completo de la palabra, escribe Guénon, no va realmente hasta
el Principio". Y esta es toda la dificultad pues la metafísica integral enseña
que el Principio no es Dios más que con relación al Mundo. Permaneciendo no
afectado en tanto que Principio, dos modalidades han surgido del Ser primordial
(Tai-ki) " la pasividad de la Tierra que se ofrece al Cielo, la actividad
del Cielo que se ejerce en sobre la Tierra, de ambos nacieron todos los seres".
Es a partir de la acción y reacción entre el Cielo y Tierra
que se produce toda modificación, como se expresa Tchouang-tseu: "Comienzo y cesación, plenitud y vacío (...).
La vida se desarrolla hacia un fin, la muerte es un retorno a un término. Las génesis
y las disoluciones se suceden sin que se sepa el origen, sin que se vea el
término (origen y término estando el uno y el otro escondidos en el
principio)". Cielo y Tierra surgen del mismo Principio; Dios (Natura
naturans) y la naturaleza (Natura naturata), el Yin y el Yang, Inicio y disolución
están unidos en el seno de la misma Realidad primordial (o Suprema) y aquí está
claro que estamos muy lejos, en lo que concierne a la doctrina y formalmente
tanto del panteísmo como del dualismo.
(Apreciaciones sobre
el esoterismo islámico y el taoísmo, cap. IX, "Creación y manifestación".
La Gran Tríada, cap XIX,
"Deus", "Homo", "Natura'. Los estados múltiples del ser, cap. I, "Infinito y
posibilidad", cap.XVII, "Necesidad y Contingencia". El hombre y su devenir según el Vedânta,
cap. I, "Generalidades sobre el Vedânta', cap. IV, 'Purusha y Prakriti").