jueves, 7 de octubre de 2021

POLÍTICA (Nicolás Gómez Dávila)

 

POLÍTICA

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El militante comunista antes de su victoria merece el mayor respeto.

Después no es más que un burgués atareado.

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La tiranía de un individuo es preferible al despotismo de la ley, porque el tirano es vulnerable y la ley incorpórea,

El pueblo no elige a quien lo cura, sino a quien o droga.

El reaccionario es el instigador de esa radical insurrección contra la sociedad moderna que la izquierda predica, pero cuidadosamente elude en sus farsas revolucionarias.

El reaccionario anhela convencer a las mayorías, el demócrata sobornarlas con la promesa de bienes ajenos.

Solo lo trivial nos ampara del tedio.

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Con la industrialización de la sociedad comunista culmina la hegemonía burguesa.

La burguesía no es tanto una clase social como el ethos de la sociedad industrial misma.

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Los fanáticos de la libertad acaban de teorizantes de la policía.

La doctrina de Fichte, por ejemplo, culmina en una teoría del pasaporte.

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Obedecer a la ley que depende la voluntad mayoritaria es obedecer al capricho, obedecer a un hombre que reconoce normas objetivas, es obedecer a la ley.

Verdadero aristócrata es el que tiene vida interior. Cualquiera que sea su origen, su rango, o su fortuna.

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Los gobernantes que representan solo a una minoría tienen que inventar la civilización para no perecer.

Los delegados de una mayoría, en cambio, puden ser soeces, chabacanos, crueles, impunemente.

Mientras mayor sea la mayoría que lo apoya, el gobernante es menos precavido, menos tolerante, menos respetuoso de la diversidad humana.

Cuando los gobernantes se juzgan mandatarios de la humanidad entera el terror se aproxima.

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El hombre actual reclama libertad para que la vileza florezca impune.

El pre-marxista es infantil, el marxista burdo, solo el post-marxista es adulto.

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El problema político es radicalmente insoluble, porque consiste en la exigencia contradictoria de imponer por la fuerza valores que se anulan  cuando la fuerza los impone.

El político traiciona igualmente, sea que admita la impotencia del bien, sea que lo pertreche de armas.

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Los periodos históricos son lapsos durante los cuales un tipo distinto de normas predomina.

Los siglos XVII y XIX fueron el periodo de las normas jurídicas. El siglo XX ha sido el periodo de las normas económicas.

Un nuevo periodo se esboza durante el cual predominarán las normas biológicas; pues la época que comienza afronta primordialmente conflictos étnicos, una presión demográfica creciente, y creciente envilecimiento de la especie,

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Hallarse a merced de los caprichos populares, gracias al sufragio universal, es lo que el liberalismo llama garantía de la libertad.

Si el reaccionario no despierta en el conservador, se trataba solo de un progresista paralizado.

Los problemas sociales son el refugio delicioso de quienes huyen de sus propios problemas.

El que no sabe dar a cada cual lo suyo resuelve dar a todos lo mismo.

Hay que agitar nuestras soluciones para que no se depositen en sistema.

El reaccionario no anhela la vana restauración del pasado, sino la improbable ruptura del futuro con este sórdido presente.

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El orden es engaño.

Pero el desorden no es solución.

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La derecha pierde el poder cuando el pueblo olvida los cataclismos de izquierda que se lo dieron.

La calidad moral del que no pierde en política debe inquietarnos.

La mentalidad moderna no concibe que se pueda imponer orden sin recurrir a reglamentos de policía.

Por culpa de las pocas tonterías en que el misoneista incurre, nadie le abona las innumerables que evita.

La condición necesaria y suficiente del despotismo es la desaparición de toda especie de autoridad no conferida por el estado.

Ser burgués es no imaginar que la industrialización pueda no ser codiciable y que sus productos puedan no ser codiciados.

Como el aparato intelectual de nuestros contemporáneos es únicamente sensible a ideas de frecuencia autorizada por los dogmas modernos, las democracias astutas comprendieron la superficialidad de la censura.

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La suficiencia colectiva llega a repugnar más que la individual.

El patriotismo debe ser mudo.

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Tres factores han corrompido, en América, la noble reciedumbre de la lengua española: el solecismo mental del inmigrante no-hispano, la facundia pueril del negro, la melancolía huraña y sumisa del indio.

Las naciones son flora parasitaria que se seca cuando termina de succionar las savias regionales.

La nación -fenómeno reciente sin bases geográficas o étnicas, pura construcción legal y política -suprime tanto la comunidad real del Kleinstaat como la comunidad ideal del Sacro Imperio.  

El peor totalitarismo no es el estatal ni el nacional, sino el social: la sociedad como meta englobante de todas las metas.

Contra la evacuación moderna del misterio afirmemos su presencia englobante.

La transformación de los gobiernos militares de facto en gobiernos militares de iure ha sido el invento político a que el hombre debe los trechos civilizados de su historia.

Madurar es descubrir que todo objeto deseado es solo la metáfora del objeto trascendente de nuestro deseo.

El anonimato de la sociedad moderna obliga a todo el mundo a pretenderse importante.

Desagradecimiento, deslealtad, resentimiento, rencor definen el alma plebeya en toda época y caracterizan este siglo.

La mayor capacidad de matar es el criterio de progreso entre dos pueblos o dos épocas.

La urbe moderna no es una ciudad, es una enfermedad.

Ser reaccionario es haber aprendido que no se puede demostrar, ni convencer, sino invitar.

 

 

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