— La diversidad de la
historia es efecto de causas siempre iguales actuando sobre individualidades
siempre diversas.
— La índole del efecto, en
historia, depende de la índole del individuo sobre el cual la causa actúa.
— Pasada la embriaguez de
la juventud, sólo los lugares comunes nos parecen merecer cuidadoso examen.
— La tolerancia ilimitada
no es más que una manera hipócrita de dimitir.
— Tolerar hasta ideas
estúpidas puede ser virtud social; pero es virtud que tarde o temprano recibe
su castigo.
— La palabrería desatada
por una ilimitada libertad de expresión acaba reduciendo errores y verdades a
una igual insignificancia.
— Nunca he pretendido
innovar, sino no dejar prescribir.
— “Utilidad social” es
criterio que degrada un poco lo que pretende justificar.
— Riqueza de mercader, de
industrial, de financista, es estéticamente inferior a riqueza en tierra y
rebaños.
— De una acentuación
equivocada provienen la mayoría de los errores en nuestra interpretación del
mundo.
— Lo difícil en todo
problema moral o social estriba en que su solución acertada no es cuestión de
todo o nada, sino de más o de menos.
— La fe no es explicación,
sino confianza en que la explicación finalmente existe.
— Sólo nos convence
plenamente la idea que no necesita argumentaciones para convencernos.
— Al denunciar la
corrupción, la publicidad de la prensa la propaga.
— Los que no queremos
admitir sino lo que vale, les pareceremos siempre ingenuos a los que no
reconocen sino lo que rige.
— Si el determinismo es
real, si sólo puede acontecer lo que debe acontecer, el error no existe.
Errar supone que algo no
debido aconteció.
— Más que la inmoralidad
del mundo actual, es su fealdad creciente lo que incita a soñar en un claustro.
— Es moderno lo que sea
producto de un acto inicial de soberbia; es moderno lo que parezca permitirnos
eludir la condición humana.
— En
textos anodinos tropezamos de pronto con frases que penetran en nosotros como
una estocada a fondo.
— Los ritos preservan, los
sermones minan la fe.
— El calor humano en una
sociedad disminuye a medida que su legislación se perfecciona.
— Los partidarios que aún
le quedan a la libertad en nuestro tiempo suelen olvidar que cierta trivial y
vieja tesis burguesa es la evidencia misma: la condición sine qua non de la libertad, tanto para proletarios como para
propietarios, es la existencia de la propiedad privada.
Defensa directa de la
libertad de los unos; defensa indirecta de la libertad de los otros.
— Crece en el mundo moderno
el número de teorías que sólo vale la pena refutar alzando los hombros.
— Lo que preocupa al Cristo
de los Evangelios no es la situación económica del pobre, sino la condición
moral del rico.
— La sociedad moderna
trabaja afanosamente para poner la vulgaridad al alcance de todos.
— “Sentido”, “significado”,
“importancia”, son términos que no designan meramente relaciones transitivas.
Hay cosas con sentido,
significado, importancia, en sí.
— El ignorante cree que la
expresión “modales aristocráticos” significaba comportamientos insolentes: el
que investiga descubre que la expresión significaba cortesía, finura, dignidad.
— La función de la Iglesia
no es la de adaptar el cristianismo, al mundo, ni siquiera de adaptar el mundo
al cristianismo, su función es la de mantener un contramundo en el mundo.
— El historiador que habla
de causa, y no de causas, debe ser dado de baja inmediatamente.
— La causa económica
produce “algo”, pero sólo la coyuntura histórica decide “que”.
— El mecanismo esencial de
la historia es el simple reemplazo de unas individualidades por otras.
— Opinión obsoleta y opinión
errónea son para el tonto expresiones sinónimas.
— Nada más frecuente que
despreciar a muchos que debieran más bien despertar nuestra envidia.
— En el arte moderno
abundaron tendencias que agotaron la capacidad de indignación de la conciencia
estética.
— La índole de la obra de
arte puede depender de condiciones sociales, pero su calidad estética de nada
depende.
— Los
regímenes políticos se vuelven tolerables cuando comienzan a desacatar sus
propios principios.
— Dios no muere, pero
desgraciadamente para el hombre los dioses subalternos como el pudor, el honor,
la dignidad, la decencia, han perecido.
— La mayoría de las tareas
que el gobernante típico de este siglo se cree obligado a asumir no son más que
abusos de poder.
— La
policía es la única estructura social de la sociedad sin clases.
— La mayoría de las nuevas
costumbres actuales son viejos comportamientos que la civilización occidental
había púdicamente arrinconado en sus barrios bajos.
— Los límites de la ciencia
se revelan con mayor claridad a la luz creciente de sus triunfos.
— Todo lo que se pueda
reducir a sistema acaba en manos tontas.
— Son muchas las cosas ante
las cuales hay que aprender a sonreír sin irrespetar.
— La ridiculez de un
gobernante no impresiona nunca sino a minorías impotentes.
— Para no vivir deprimido
en medio de tanta opinión tonta, conviene recordar en todo instante que las
cosas obviamente son lo que son, opine el mundo lo que opine.
— El
que no aprendió latín y griego vive convencido, aunque lo niegue, de ser sólo
semi-culto.
— Las humanidades clásicas
educan porque ignoran los postulados básicos de la mente moderna.
— La historia claramente
demuestra que gobernar es tarea que excede la capacidad del hombre.
— El hombre se esfuerza en
demostrar para eludir el riesgo finalmente ineludible de asumir.
— Aun cuando los
historiadores patriotas se indignen, la historia de muchos países carece
totalmente de interés.
— La inmigración del
campesino en las ciudades fue menos desastrosa que la del notable del pueblo.
La sociedad rural, por una parte, perdió la estructura de prestigios que la
disciplinaba, y el notable, por otra, se convirtió en
partícula anónima de la amorfa masa humana.
— El moderno cree vivir en
un pluralismo de opiniones, cuando lo que hoy impera es una unanimidad
asfixiante.
— Tratándose del
conocimiento del hombre, no hay cristiano (siempre que no sea cristiano
progresista) a quien alguien tenga algo que enseñarle.
— La gloria de los
escritores verdaderamente grandes es gloria artificialmente impuesta al
público, gloria escolar y subvencionada.
La gloria auténtica,
popular, espontánea, no corona sino a mediocres.
— Los espectáculos llamados
técnicamente “para adultos” no son para mentes adultas.
— Los resultados de la
“liberación” moderna nos hacen recordar con nostalgia las abolidas “hipocresías
burguesas”.
— Llaman “fomentar la
cultura” coronar a mediocres.
— En filosofía basta a
veces una sola pregunta ingenua para que todo un sistema se desplome.
— Cuando sospechamos la
extensión de lo congénito, caemos en cuenta de que la pedagogía es técnica de
lo subalterno.
Sólo
aprendemos lo que nacimos para saber.
— Nuestra meditación no
debe consistir en tema propuesto a nuestra inteligencia, sino en un rumor
intelectual que acompañe nuestra vida.
— La mayor parte de las
ideas políticas de una época depende del estado de las técnicas militares.
— La voluntad le es
concedida al hombre para que pueda negarse a hacer ciertas cosas.
— Hay
argumentos de validez creciente, pero, en resumen, ninguno en ningún campo nos
ahorra el brinco final.
— La idea improvisada
brilla y se apaga.
— De las catástrofes
individuales y sociales más graves las víctimas no suelen tener conciencia: los
individuos se embrutecen, las sociedades se envilecen, inconscientemente.
— Ni improvisación en sí,
ni meditación en sí, logran mayor cosa. En realidad, sólo vale el fruto
espontáneo de meditaciones olvidadas.
— Lo difícil del filósofo
difícil suele ser más su lenguaje que su filosofía.
— No hay generalización
sociológica que no parezca inadecuada al que cobija.
— En la cultura que se
compra abundan notas falsas; la única que nunca desafina es la que se hereda.
— Cupo a la era moderna el
privilegio de corromper a los humildes.
— La discusión política
pública no es intelectualmente adulta en ningún país.
— El puritanismo es la
actitud propia al hombre decente en el mundo actual.
— El cristiano no finge
resueltos los problemas que la religión plantea, sino los trasciende.
— La uniformidad siniestra
que nos amenaza no será impuesta por una doctrina, sino por un condicionamiento
económico y social uniforme.
— El gesto, más que el
verbo, es el verdadero transmisor de las tradiciones.
— “Escapismo” es la
acusación que preferentemente hace el imbécil.
— He visto la filosofía
desvanecerse poco a poco entre mi escepticismo y mi fe.
— Principio de inercia y
noción de selección natural eliminaron la necesidad de atribuirle significado a
los hechos, pero no demostraron que el significado no exista.
— La
plena vileza del hombre no se patentiza sino en las grandes agrupaciones
urbanas.
— Mientras los
contemporáneos sólo leen con entusiasmo al optimista, la posteridad relee con
admiración al pesimista.
— Está bien exigirle al imbécil
que respete artes, letras, filosofía, ciencias, pero que las respete en
silencio.
— Educar al individuo
consiste en enseñarle a desconfiar de las ideas que se le ocurren.
— Ninguna de las épocas
cimeras de la historia ha sido planeada. Al reformador sólo se le pueden
acreditar errores.
— Las palabras nacen en el
pueblo, florecen entre escritores, mueren en boca de la clase media.
— La civilización no
conquista definitivamente: sólo celebra esporádicas victorias.
— Los
monarcas, en casi toda dinastía, han sido tan mediocres que parecen
presidentes.
— Solo los años nos enseñan
a manejar con tacto nuestra ignorancia.
— Prosa perfecta es la que
el lector ingenuo no nota que está bien escrita.
— El pueblo hoy no se
siente libre sino cuando se siente autorizado a no respetar nada.
— El moderno perdió el alma
y no es más ya que la suma de sus comportamientos.
— El traje de etiqueta es
el primer paso hacia la civilización.
— Una educación sin
humanidades prepara sólo para los oficios serviles.
— Además de sociedades
civilizadas y de sociedades semi-civilizadas, hay sociedades seudo-civilizadas.
— En las ciencias humanas
abundan problemas ininteligibles por naturaleza tanto al profesor
norte-americano como al intelectual marxista.
— Nada es más irritante que
la seguridad con que opina sobre todo el que ha tenido éxito en algo.
— El
verdadero cristiano no debe resignarse a lo inevitable: debe confiar en la
impertinencia de una oración reiterada.
— Aburridor, como visitante
extranjero ilustre.
— La industrialización de
la agricultura está cegando el hontanar de la decencia en el mundo.
— La
herejía que amenaza a la Iglesia, en nuestro tiempo, es el “terrenismo”.
— Los mercaderes de objetos
culturales no serían irritantes si no los vendieran con retórica de apóstol.
— Los fragmentos del
pretérito que sobreviven avergüenzan el paisaje moderno dentro del cual se
levantan.
— En la fe hay parte que es
intuición y parte que es apuesta.
— La regla de oro en
política está en no hacer sino cambios mínimos y en hacerlos con la mayor
lentitud posible.
— El pueblo a veces acierta
cuando se asusta; pero siempre se equivoca cuando se entusiasma.
— ¿Para
qué engañarnos?
— La ciencia no
ha contestado ni una sola pregunta importante.
— La desigualdad injusta no
se cura con igualdad, sino con desigualdad justa.
— En la sociedad sana, el
estado es órgano de la clase dirigente; en la sociedad contrahecha, el estado
es instrumento de una clase burocrática.
— El tonto viendo que las
costumbres cambian dice que la moral varía.
— El cristiano sabe con
seguridad cuál debe ser su comportamiento personal, pero nunca puede asegurar
que no se equivoca al prohijar tal o cual reforma social.
— La mayoría de las
costumbres propiamente modernas serían delito en una sociedad auténticamente
civilizada.
— No es en manos de las
mayorías populares donde el poder más fácilmente se pervierte, es en manos de
los semi-cultos.
— La presión demográfica
embrutece.
— La izquierda pretende que
el culpable del conflicto no es el que codicia los bienes ajenos sino el que
defiende los propios.
— La envidia es clave de
mas historias que el sexo.
— “Tener fe en el hombre”
no alcanza a ser blasfemia, es otra bobería más.
— No sabemos a fondo sino
lo que no nos sentimos capaces de enseñar.
— La religión no es
socialmente eficaz cuando prohíja soluciones socio-políticas, sino cuando logra
que sobre la sociedad espontáneamente influyan
actitudes puramente religiosas.
— Después de haber sido, en
el siglo pasado, el instrumento del radicalismo político, el sufragio universal
se está convirtiendo, como lo previó Tocqueville, en mecanismo conservador.
— La Iglesia educaba; la
pedagogía del mundo moderno tan sólo instruye.
— Hay momentos en que el
peor defecto, peor delito, peor pecado, parece ser la mala educación.
— Los llamados prejuicios
de las clases altas suelen consistir en experiencias acumuladas.
— El clero moderno, para
salvar la institución, trata de desembarazarse del mensaje.
— Sus contradicciones
definen menos al individuo que la manera como se acomoda en ellas.
— Barroquismo, preciosismo,
modernismo, son enfermedades nobles; pero enfermedades al fin.
— Todo en el mundo reposa
finalmente sobre sendos “porqué sí” últimos.
— Las tesis no son
expuestas con claridad sino cuando logran que las exponga un hombre inteligente
que no las comparte.
— Salvo en pocos países,
querer “fomentar la cultura” recomendando la lectura de “autores nacionales” es
empresa contradictoria.
— El anhelo secreto de toda
sociedad civilizada no es el de abolir la desigualdad, sino el de educarla.
— Existen dos
interpretaciones del voto popular: una democrática, otra liberal.
Según la interpretación
democrática es verdad lo que la mayoría resuelve; según la interpretación
liberal la mayoría meramente escoge una opinión.
Interpretación dogmática y
absolutista, la una; interpretación escéptica y discreta, la otra.
— La “Naturaleza” fue
descubrimiento pre-romántico que el romanticismo propagó, y que la tecnología
está matando en nuestras días.
— Lo que desacredita la
religión no son los cultos primitivos, sino las sectas norte-americanas.
— En la sociedad moderna,
el capitalismo es la única barrera al espontáneo totalitarismo del sistema
industrial.
— El
ideal del reaccionario no es una sociedad paradisíaca. Es una sociedad
semejante a la sociedad que existió en los trechos pacíficos de la vieja
sociedad europea, de la Alteuropa, antes de la catástrofe demográfica,
industrial y democrática.