domingo, 6 de octubre de 2019

Escolios a un texto implícito 23 (Nicolás Gómez Dávila)



 — La diversidad de la historia es efecto de causas siempre iguales actuando sobre individualidades siempre diversas.

 — La índole del efecto, en historia, depende de la índole del individuo sobre el cual la causa actúa.

 — Pasada la embriaguez de la juventud, sólo los lugares comunes nos parecen merecer cuidadoso examen.

 — La tolerancia ilimitada no es más que una manera hipócrita de dimitir.

 — Tolerar hasta ideas estúpidas puede ser virtud social; pero es virtud que tarde o temprano recibe su castigo.

 — La palabrería desatada por una ilimitada libertad de expresión acaba reduciendo errores y verdades a una igual insignificancia.

 — Nunca he pretendido innovar, sino no dejar prescribir.

 — “Utilidad social” es criterio que degrada un poco lo que pretende justificar.

 — Riqueza de mercader, de industrial, de financista, es estéticamente inferior a riqueza en tierra y rebaños.

 — De una acentuación equivocada provienen la mayoría de los errores en nuestra interpretación del mundo.

 — Lo difícil en todo problema moral o social estriba en que su solución acertada no es cuestión de todo o nada, sino de más o de menos.

 — La fe no es explicación, sino confianza en que la explicación finalmente existe.

 — Sólo nos convence plenamente la idea que no necesita argumentaciones para convencernos.

 — Al denunciar la corrupción, la publicidad de la prensa la propaga.

 — Los que no queremos admitir sino lo que vale, les pareceremos siempre ingenuos a los que no reconocen sino lo que rige.

 — Si el determinismo es real, si sólo puede acontecer lo que debe acontecer, el error no existe.
 Errar supone que algo no debido aconteció.

 — Más que la inmoralidad del mundo actual, es su fealdad creciente lo que incita a soñar en un claustro.

 — Es moderno lo que sea producto de un acto inicial de soberbia; es moderno lo que parezca permitirnos eludir la condición humana.

 En textos anodinos tropezamos de pronto con frases que penetran en nosotros como una estocada a fondo.

 — Los ritos preservan, los sermones minan la fe.

 — El calor humano en una sociedad disminuye a medida que su legislación se perfecciona.

 — Los partidarios que aún le quedan a la libertad en nuestro tiempo suelen olvidar que cierta trivial y vieja tesis burguesa es la evidencia misma: la condición sine qua non de la libertad, tanto para proletarios como para propietarios, es la existencia de la propiedad privada.
 Defensa directa de la libertad de los unos; defensa indirecta de la libertad de los otros.

 — Crece en el mundo moderno el número de teorías que sólo vale la pena refutar alzando los hombros.

 — Lo que preocupa al Cristo de los Evangelios no es la situación económica del pobre, sino la condición moral del rico.

 — La sociedad moderna trabaja afanosamente para poner la vulgaridad al alcance de todos.

 — “Sentido”, “significado”, “importancia”, son términos que no designan meramente relaciones transitivas.
 Hay cosas con sentido, significado, importancia, en sí.

 — El ignorante cree que la expresión “modales aristocráticos” significaba comportamientos insolentes: el que investiga descubre que la expresión significaba cortesía, finura, dignidad.

 — La función de la Iglesia no es la de adaptar el cristianismo, al mundo, ni siquiera de adaptar el mundo al cristianismo, su función es la de mantener un contramundo en el mundo.

 — El historiador que habla de causa, y no de causas, debe ser dado de baja inmediatamente.

 — La causa económica produce “algo”, pero sólo la coyuntura histórica decide “que”.

 — El mecanismo esencial de la historia es el simple reemplazo de unas individualidades por otras.

 — Opinión obsoleta y opinión errónea son para el tonto expresiones sinónimas.

 — Nada más frecuente que despreciar a muchos que debieran más bien despertar nuestra envidia.

 — En el arte moderno abundaron tendencias que agotaron la capacidad de indignación de la conciencia estética.

 — La índole de la obra de arte puede depender de condiciones sociales, pero su calidad estética de nada depende.

 Los regímenes políticos se vuelven tolerables cuando comienzan a desacatar sus propios principios.

 — Dios no muere, pero desgraciadamente para el hombre los dioses subalternos como el pudor, el honor, la dignidad, la decencia, han perecido.

 — La mayoría de las tareas que el gobernante típico de este siglo se cree obligado a asumir no son más que abusos de poder.

 La policía es la única estructura social de la sociedad sin clases.

 — La mayoría de las nuevas costumbres actuales son viejos comportamientos que la civilización occidental había púdicamente arrinconado en sus barrios bajos.

 — Los límites de la ciencia se revelan con mayor claridad a la luz creciente de sus triunfos.

 — Todo lo que se pueda reducir a sistema acaba en manos tontas.

 — Son muchas las cosas ante las cuales hay que aprender a sonreír sin irrespetar.

 — La ridiculez de un gobernante no impresiona nunca sino a minorías impotentes.

 — Para no vivir deprimido en medio de tanta opinión tonta, conviene recordar en todo instante que las cosas obviamente son lo que son, opine el mundo lo que opine.

 El que no aprendió latín y griego vive convencido, aunque lo niegue, de ser sólo semi-culto.

 — Las humanidades clásicas educan porque ignoran los postulados básicos de la mente moderna.

 — La historia claramente demuestra que gobernar es tarea que excede la capacidad del hombre.

 — El hombre se esfuerza en demostrar para eludir el riesgo finalmente ineludible de asumir.

 — Aun cuando los historiadores patriotas se indignen, la historia de muchos países carece totalmente de interés.

 — La inmigración del campesino en las ciudades fue menos desastrosa que la del notable del pueblo. La sociedad rural, por una parte, perdió la estructura de prestigios que la disciplinaba, y el notable, por otra, se convirtió en partícula anónima de la amorfa masa humana.

 — El moderno cree vivir en un pluralismo de opiniones, cuando lo que hoy impera es una unanimidad asfixiante.

 — Tratándose del conocimiento del hombre, no hay cristiano (siempre que no sea cristiano progresista) a quien alguien tenga algo que enseñarle.

 — La gloria de los escritores verdaderamente grandes es gloria artificialmente impuesta al público, gloria escolar y subvencionada.
 La gloria auténtica, popular, espontánea, no corona sino a mediocres.

 — Los espectáculos llamados técnicamente “para adultos” no son para mentes adultas.

 — Los resultados de la “liberación” moderna nos hacen recordar con nostalgia las abolidas “hipocresías burguesas”.

 — Llaman “fomentar la cultura” coronar a mediocres.

 — En filosofía basta a veces una sola pregunta ingenua para que todo un sistema se desplome.

 — Cuando sospechamos la extensión de lo congénito, caemos en cuenta de que la pedagogía es técnica de lo subalterno.
 Sólo aprendemos lo que nacimos para saber.

 — Nuestra meditación no debe consistir en tema propuesto a nuestra inteligencia, sino en un rumor intelectual que acompañe nuestra vida.

 — La mayor parte de las ideas políticas de una época depende del estado de las técnicas militares.

 — La voluntad le es concedida al hombre para que pueda negarse a hacer ciertas cosas.

 Hay argumentos de validez creciente, pero, en resumen, ninguno en ningún campo nos ahorra el brinco final.

 — La idea improvisada brilla y se apaga.

 — De las catástrofes individuales y sociales más graves las víctimas no suelen tener conciencia: los individuos se embrutecen, las sociedades se envilecen, inconscientemente.

 — Ni improvisación en sí, ni meditación en sí, logran mayor cosa. En realidad, sólo vale el fruto espontáneo de meditaciones olvidadas.

 — Lo difícil del filósofo difícil suele ser más su lenguaje que su filosofía.

 — No hay generalización sociológica que no parezca inadecuada al que cobija.

 — En la cultura que se compra abundan notas falsas; la única que nunca desafina es la que se hereda.

 — Cupo a la era moderna el privilegio de corromper a los humildes.

 — La discusión política pública no es intelectualmente adulta en ningún país.

 — El puritanismo es la actitud propia al hombre decente en el mundo actual.

 — El cristiano no finge resueltos los problemas que la religión plantea, sino los trasciende.

 — La uniformidad siniestra que nos amenaza no será impuesta por una doctrina, sino por un condicionamiento económico y social uniforme.

 — El gesto, más que el verbo, es el verdadero transmisor de las tradiciones.

 — “Escapismo” es la acusación que preferentemente hace el imbécil.

 — He visto la filosofía desvanecerse poco a poco entre mi escepticismo y mi fe.

 — Principio de inercia y noción de selección natural eliminaron la necesidad de atribuirle significado a los hechos, pero no demostraron que el significado no exista.

 La plena vileza del hombre no se patentiza sino en las grandes agrupaciones urbanas.

 — Mientras los contemporáneos sólo leen con entusiasmo al optimista, la posteridad relee con admiración al pesimista.

 — Está bien exigirle al imbécil que respete artes, letras, filosofía, ciencias, pero que las respete en silencio.

 — Educar al individuo consiste en enseñarle a desconfiar de las ideas que se le ocurren.

 — Ninguna de las épocas cimeras de la historia ha sido planeada. Al reformador sólo se le pueden acreditar errores.

 — Las palabras nacen en el pueblo, florecen entre escritores, mueren en boca de la clase media.

 — La civilización no conquista definitivamente: sólo celebra esporádicas victorias.

 Los monarcas, en casi toda dinastía, han sido tan mediocres que parecen presidentes.

 — Solo los años nos enseñan a manejar con tacto nuestra ignorancia.

 — Prosa perfecta es la que el lector ingenuo no nota que está bien escrita.

 — El pueblo hoy no se siente libre sino cuando se siente autorizado a no respetar nada.

 — El moderno perdió el alma y no es más ya que la suma de sus comportamientos.

 — El traje de etiqueta es el primer paso hacia la civilización.

 — Una educación sin humanidades prepara sólo para los oficios serviles.

 — Además de sociedades civilizadas y de sociedades semi-civilizadas, hay sociedades seudo-civilizadas.

 — En las ciencias humanas abundan problemas ininteligibles por naturaleza tanto al profesor norte-americano como al intelectual marxista.

 — Nada es más irritante que la seguridad con que opina sobre todo el que ha tenido éxito en algo.

 El verdadero cristiano no debe resignarse a lo inevitable: debe confiar en la impertinencia de una oración reiterada.

 — Aburridor, como visitante extranjero ilustre.

 — La industrialización de la agricultura está cegando el hontanar de la decencia en el mundo.

 La herejía que amenaza a la Iglesia, en nuestro tiempo, es el “terrenismo”.

 — Los mercaderes de objetos culturales no serían irritantes si no los vendieran con retórica de apóstol.

 — Los fragmentos del pretérito que sobreviven avergüenzan el paisaje moderno dentro del cual se levantan.

 — En la fe hay parte que es intuición y parte que es apuesta.

 — La regla de oro en política está en no hacer sino cambios mínimos y en hacerlos con la mayor lentitud posible.

 — El pueblo a veces acierta cuando se asusta; pero siempre se equivoca cuando se entusiasma.

 ¿Para qué engañarnos?
 — La ciencia no ha contestado ni una sola pregunta importante.

 — La desigualdad injusta no se cura con igualdad, sino con desigualdad justa.

 — En la sociedad sana, el estado es órgano de la clase dirigente; en la sociedad contrahecha, el estado es instrumento de una clase burocrática.

 — El tonto viendo que las costumbres cambian dice que la moral varía.

 — El cristiano sabe con seguridad cuál debe ser su comportamiento personal, pero nunca puede asegurar que no se equivoca al prohijar tal o cual reforma social.

 — La mayoría de las costumbres propiamente modernas serían delito en una sociedad auténticamente civilizada.

 — No es en manos de las mayorías populares donde el poder más fácilmente se pervierte, es en manos de los semi-cultos.

 — La presión demográfica embrutece.

 — La izquierda pretende que el culpable del conflicto no es el que codicia los bienes ajenos sino el que defiende los propios.

 — La envidia es clave de mas historias que el sexo.

 — “Tener fe en el hombre” no alcanza a ser blasfemia, es otra bobería más.

 — No sabemos a fondo sino lo que no nos sentimos capaces de enseñar.

 — La religión no es socialmente eficaz cuando prohíja soluciones socio-políticas, sino cuando logra que sobre la sociedad espontáneamente influyan actitudes puramente religiosas.

 — Después de haber sido, en el siglo pasado, el instrumento del radicalismo político, el sufragio universal se está convirtiendo, como lo previó Tocqueville, en mecanismo conservador.

 — La Iglesia educaba; la pedagogía del mundo moderno tan sólo instruye.

 — Hay momentos en que el peor defecto, peor delito, peor pecado, parece ser la mala educación.

 — Los llamados prejuicios de las clases altas suelen consistir en experiencias acumuladas.

 — El clero moderno, para salvar la institución, trata de desembarazarse del mensaje.

 — Sus contradicciones definen menos al individuo que la manera como se acomoda en ellas.

 — Barroquismo, preciosismo, modernismo, son enfermedades nobles; pero enfermedades al fin.

 — Todo en el mundo reposa finalmente sobre sendos “porqué sí” últimos.

 — Las tesis no son expuestas con claridad sino cuando logran que las exponga un hombre inteligente que no las comparte.

 — Salvo en pocos países, querer “fomentar la cultura” recomendando la lectura de “autores nacionales” es empresa contradictoria.

 — El anhelo secreto de toda sociedad civilizada no es el de abolir la desigualdad, sino el de educarla.

 — Existen dos interpretaciones del voto popular: una democrática, otra liberal.
 Según la interpretación democrática es verdad lo que la mayoría resuelve; según la interpretación liberal la mayoría meramente escoge una opinión.
 Interpretación dogmática y absolutista, la una; interpretación escéptica y discreta, la otra.

 — La “Naturaleza” fue descubrimiento pre-romántico que el romanticismo propagó, y que la tecnología está matando en nuestras días.

 — Lo que desacredita la religión no son los cultos primitivos, sino las sectas norte-americanas.

 — En la sociedad moderna, el capitalismo es la única barrera al espontáneo totalitarismo del sistema industrial.

 El ideal del reaccionario no es una sociedad paradisíaca. Es una sociedad semejante a la sociedad que existió en los trechos pacíficos de la vieja sociedad europea, de la Alteuropa, antes de la catástrofe demográfica, industrial y democrática.

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