UN CRISTIANO ORIENTAL
HABLA SOBRE LA ORACION
Por
Tony de Mello S.J.
(De
la revista CONCILIUM nº 179-nov 82)
I
- LA SEMILLA
¿Por
qué es Dios invisible? Dios no es invisible Vuestra visión está borrosa, y por
eso no lográis verlo. La pantalla de cine se hace invisible cuando se proyecta
sobre ella una película. Aunque la miráis incesantemente, no lográis verla;
estáis demasiado agarrados por la película.
El
meditador hindú se sienta con las piernas cruzadas y se mira a la punta de la
nariz, como símbolo viviente de que Dios está precisamente enfrente de
nosotros, pero nuestra mirada está fija más allá, en la distancia. No se trata
de buscar y encontrar la punta de tu nariz. Hagas lo que hagas y vayas adonde
vayas, despierto o dormido, te vuelvas adonde te vuelvas, está justo ante tus
ojos. No la has perdido nunca. Simplemente, no logras distinguirla.
Durante
siglos, la India hindú ha visto a Dios no “creando”, sino “danzando’ la
creación. Lo verdaderamente extraordinario es que hombre ve la danza, pero no
logra reconocer al danzante.
Por
eso, en la búsqueda de Dios debemos comprender que no hay nada que buscar y
alcanzar. ¿Cómo podéis poneros a buscar lo que está justo delante de vuestros
ojos? ¿Cómo podéis alcanzar lo que ya poseáis? No se trata de esforzarse sino de reconocer.
Los
discípulos de Emaús tenían al Señor resucitado delante de ellos, pero hubo que
abrirles los ojos. A los escribas y fariseos les sobraba esfuerzo, pero les
faltaba reconocimiento. En el Juicio
Final
la humanidad exclamará: “Estabas con nosotros y fuimos incapaces de verte!” La
búsqueda de Dios es, por tanto, un esfuerzo por ver.
Un
hombre ve cada día a una mujer, y ésta parece semejante a las demás hasta el
día en que él se enamora de ella. Entonces se abren sus ojos y se asombra de
haber estado contemplando durante años a aquella diosa adorable y no haber sido
capaz de verla.
Dejad
de buscar, dejad de viajar, y entonces llegaréis. ¡No hay adónde ir! Calmaos y
ved lo que está ante vuestros ojos. Cuanto más rápido viajáis, más esfuerzo
necesitáis para viajar y más fácil es que os extraviéis. La gente pregunta
“dónde” encontrará a Dios. La respuesta es: “aquí’. ¿‘Cuándo” lo encontrarán?
La respuesta es: ‘ahora. ¿‘Cómo” lo encontrarán? La respuesta es: “callad y
ved’.(Un cuento oriental narra cómo un pez del océano sale en busca del
océano,
pero no lo encuentra por ninguna parte: ¡no ve más que agua!).
II
- EL TERRENO ROCOSO
Intentamos
ver” a Dios. Pero, ¿llegamos a ver algo? Vemos una nueva flor y preguntamos:
‘Qué es esto?” Alguien dice: “Una flor de loto.” Todo lo que tenemos con eso es
un nombre nuevo, un etiqueta nueva, pero erróneamente pensamos que tenemos una
experiencia
nueva,
una comprensión nueva. En cuanto logramos pegarle un nombre a algo, nos parece
que hemos aumentado el caudal de nuestros conocimientos, cuando lo único que
hemos hecho ha sido aumentar nuestra colección de etiquetas.
Cuando
Dios se negó a revelar su nombre a Moisés y prohibió que se hicieran imágenes
suyas, no sólo prohibió la idolatría de los ignorantes primitivos que le
identificaban con una imagen, sino también la de los intelectuales modernos,
que le identifican con una idea. Nuestros ídolos conceptuales son tan
inadecuados para representar su realidad como lo eran los ídolos de piedra. y
barro.
La
palabra “europeo” os promete cierto saber, pero os niega todo conocimiento
acerca del individuo que está ante vosotros. Cometeréis una injusticia contra
él si pensáis que “europeo’, o cualquier otra palabra o grupo de palabras, os
ofrece alguna comprensión de su individualidad única. Porque el individuo, como
Dios, está más allá de las palabras: es inefable.
Para
‘ver” este árbol debo quitarle la etiqueta, porque me causa la ilusión de que,
teniendo un nombre que ponerle, conozco el árbol. Todavía más: debo abandonar
todaslias experiencias precedentes de otros árboles (como debo olvidar a
cualquier otro europeo, si he de
hacer
justicia a la individualidad de éste que tengo frente a mí) . Y todavía más:
debo incluso desprenderme de todas las experiencias anteriores, incluso de este
árbol; todos sabemos que negamos la oportunidad de manifestarse como es al individuo
presente, porque constantemente le juzgamos por nuestras experiencias de él. ¿Debe
sorprenderme entonces saber que, si quiero tener Ia experiencia de Dios ahora,
debo abandonar todo lo que otros me han dicho de él, todas mis experiencias
pasada de él y todas ias palabras y etiquetas de él, por sagradas que sean? La
verdad no es una fórmula. Es una experiencia . Y la experiencia es intransferible.
Las fórmulas son material transferible; por tanto, de poco valor. Lo valioso no
se puede transferir.
La
palabra la fórmula relioi0sa, el dogma se idearon en principiocomo medios que apunten
indiquen, me ayuden y guíen en mi acercamiento a Dios. Pero a menudo se
convierten en barrera. Como si tomara un autobús para ir a casa y me negase a
bajar cuando he
llegado.
Vemos muchas personas que dan vueltas y más vueltas, por que nunca les han
enseñado a abandonar sus conceptualizaciones y teologizaciones sobre lo divino,
que se niegan a abandonar sus reflexiones discursivas en la oración y a entrar
en la noche oscura,
la
noche aconceptual de que hablan los místicos. Van por la vida coleccionando
cada vez más etiquetase como el hombre que acumula cada vez más posesiones
materiales que nunca usará.
Ei
río fluye ante tus ojos mientras tú mueres de sed, pero insistes en tener una
definición del aguas porque estas convencido de que no podrás satisfacer tu sed
hasta que no tengas la fórmula exacta. La palabra “amor” no es amor, y la
palabra ‘Dios” no es Dios. Tampoco lo es su concepto. Nadie se emborracha con
la palabra “vino”. Nadie se abrasa con la palabra ‘fuego.
El
hombre se preocupa más de los reflejos que de la realidad. Vive en la ficción.Y
cuando reflexiona sobre Dios, vive en una ficción religiosa. Está fascinado por
los conceptos, porque piensa que reflejan lo real. Hay que romper los espejos.
Alimento real’ y bebida “real’ es lo que se necesita para satisfacer hare y sed
reales. De nada sirven alimentos y bebidas representados La fórmula H2O no
quitará la sed, por más que científicamente sea exacta. Tampoco las creencias
en Dios, por verdaderas que sean. Harán
de él un fanático religioso pero dejarán insatisfecho su corazón. (Un místico árabe
habla de un hombre muerto de hambre en el desierto que ve a lo lejos un saco y
corre hacia él esperando que tenga algo que comer, pero dentro encuentra sólo
piedras preciosas).
¿Debemos
extrañarnos de que, no habiendo logrado entender esto, las Iglesias cristianas
se hayan convertido en minas agotadas? Lo que ahora se extrae de las minas son
palabras y fórmulas, y con ellas se abarrota el mercado. Pero la experiencia es
escasa, y los cristianos nos estamos volviendo un pueblo palabrero”. Vivimos de
palabras. como una persona que se alimente con la carta del menú sin probar los
alimentos. La palabra “Dios”, la fórmula de Dios ,
se
está haciendo más significativa para nosotros que la realidad “Dios ’. Hay un gran peligro de que, cuando
veamos la Realidad en formas que no encajen en nuestras fórmulas. seamos
incapaces de reconocerla e incluso la rechacemos en nombre de nuestras
fórmulas.
(Un
maestro sufí dice: “Un burro alojado en una biblioteca no se hace sabio. De
nada me ha servido todo mi saber religioso, como de nada sirve la presencia de
un tesoro en un desierto para hacerlo fértil.’).
III
- LA TIERRA BUENA
Esta
actitud se ve perfectamente en el tipo de escuelas de teología que dirigimos
los cristianos. Cabría esperar que estas escuelas formaran personas que ayudasen
al hombre moderno a saciar su sed de Dios. Pero se han convertido en copias de
las escuelas seculares. Tienen profesores, en vez de Maestros; y ofrecen
enseñanza,en vez de iluminación. El profesor enseña, el Maestro despierta. El
profesor ofrece conocimiento; el Maestro ofrece ignorancia, destruye
conocimiento y crea experiencia; os ofrece conocimiento como un vehículo, sólo
para apearos de él cuando llegue el momento y el conocimiento no impida el
reconocimiento. El aprendizaje secular se realiza por medio de la reflexión, el
pensamiento, la palabra. La religión se aprende a través de la meditación
silenciosa. (En el Oriente, “meditación” -dhyan- no significa reflexión, como
ocurre en Occidente, sino el acallar toda reflexión y pensamiento). La escuela
secular produce eruditos. La escuela religiosa, meditadores. La tragedia es que
muchas escuelas cristianas de teología se limitan a hacer de un erudito secular
un erudito religioso. La escuela secular intenta explicar las cosas creando
“conocimiento”. La escuela religiosa enseña a contemplar las cosas de tal modo
que crea “asombro”. Ei hombre tiene una ignorancia enraizada. Su aprendizaje
secular no suprime esta ignorancia: la oculta más, dándole la ilusión de
conocimiento. En la escuela religiosa, esta ignorancia es sacada a luz y
expuesta, ya que dentro de ella hay que
encontrar lo divino. Pero es rara la es cuela religiosa que haga esto; con
demasiada frecuencia queda enterrada bajo nuevas capas de conocimiento
religioso.
La
escuela religiosa cristiana debe, por tanto, desarrollar técnicas para utilizar
el conocimiento como un medio para exponer la ignorancia, para utilizar l
palabra de modo que conduzca al silencio. Como el mantra o bhajan en la India,
donde la palabra o la fórmula se entienden primero con la mente, luego es
repetida incesantemente hasta crear un silencio en el que la fórmula es transferida
desde la mente al corazón, y su significado profundo se siente más allá de toda
palabra o fórmula. Los estudiantes religiosos deben ser entrenados de tal modo
que cuando lean o escuchen la palabra, su corazón sintonice incesantemente con la
realidad sin palabras que resuena en la
palabra. Deben seguir una disciplina rigurosa hasta que sus mentes queden
serenas y, en silencio, aprendan a “considerar las cosas en su corazón. (Un
oficial del gobierno preguntó al gran Rinzai cuál era el secreto de la religión
resumido en una palabra. “Silencio’, respondió Rinzai. ‘Y cómo se alcanza el
silencio?. “Meditación”. ‘Y qué es la meditación?’. “Silencio”.
Los
estudiantes religiosos leerán la Biblia, pero en esa Biblia una página sí y
otra no quedarán en blanco, para indicar que las palabras sagradas están
encaminadas a producir un profundo silencio, un silencio enriquecido por las
palabras sagradas, como el valioso silencio que sigue al tañido del gong en el
templo. Deberán dedicar tanto tiempo a las páginas en blanco de su Biblia como
al texto, porque sólo así serán capaces de comprender el texto. Porque la
Biblia brotó de esas páginas en blanco, de hombres y mujeres que cultivaron lo
bastante el silencio como para experimentar una verdad inefable que nunca
pudieron describir, pero que procuraron señalar y sugerir con palabras que
pudieran conducir a otros a la experiencia de la misma verdad.
IV
- LA FLOR
La
Biblia enseña que nadie puede ver a Dios y seguir vivo. Cuando se acalia la
mente, se ve a Dios, y el Yo muere. Los Maestros de Oriente están de acuerdo en
que, cuando el silencio entra en el corazón, el Yo muere. ¿Cómo? No por aniquilamiento,
sino por visión”. En la calma del silencio se ‘ve” que el Yo es una ilusión. El
psicópata que se cree Napoleón está curado cuando ve, comprende, que su “yo
napoleónico” es una ilusión. Ei hombre se cura cuando ‘ve”, cuando experimenta
que su yo—centro, su yo—separado es maya, ilusión.
Es
como si la danza entrara dentro de sí misma y “viera que no tiene centro, que
no tiene más ser que el del danzante, que no es en absoluto un ser”, sino una
acción. Sólo el danzante es ser. Slo él es. La danza no tiene ser, solamente
está—en—el—danzante. — Dios dijo a Catalina de Siena: Yo soy el que es. Tú eres
la que no es.” Cuando entráis en el silencio, experimentáis que no sois; el
centro ya no está en vosotros, está en Dios, vosotros sois la periferia.
Recordemos las poderosas palabras atribuidas al maestro Eckhart: “Únicamente un
Ser tiene derecho a utilizar el pronombre personal ‘yo’: ¡Dios!”.
Quien
experimenta esto, despierta. Se vuelve un nadie’, un vacío, una “encarnación” a
través de la cual lo divino brilla y actúa. El poeta, el pintor, el músico,
experimentan a veces momentos de inspiración en los que parecen perderse, y
sienten que los atraviesa un flujo de actividad del que son más un canal que
una fuente. Lo que ellos experimentan en su arte, el hombre despierto lo experimenta
en su vida. Sigue actuando, pero ya no es él quien actúa. Sus acciones ya no
las hace él, sino que le suceden a él. Seexperimenta a sí mismo haciendo cosas
que, simultáneamente no son hechas por él, parecen ocurrir a través de él. Sus
esfuerzos se
convierten
en facilidad, su trabajo se transforma en juego, en lila, en deporte divino. ¿
Podría ser de otro modo cuando se experimenta a sí mismo como una danza danzada
por lo divino, como una flauta hueca de la que brota la música de Dios?
V-EL
FRUTO
Cuando
el silencio produce la muerte del Yo,
nace el amor. El hombre despierto, iluminado, se siente a sí mismo como
diferente:,pero no separado de los demás hombres ni del resto de la creación. Porque
sólo hay un Danzante, y toda la creación constituye una danza. Los experimenta
a todos como a su “cuerpo”, a su Yo. Así, ama a todos los hombres cuando se ama
a sí mismo.
No
se lanza necesariamente al servicio. Sabe que cualquiera que busca servir está
en peligro de convertirse en un ser semejante a tanta gente “caritativa” que no
es en absoluto religiosa; es gente que se siente culpable; bienhechores
forzosos que se entremeten en las vidas de otros. Es posible, por desgracia,
que des tus bienes para alimentar a los pobres y que tu cuerpo arda, pero que
no tengas amor. El mejor servicio que puedes hacer al mundo es que tú desaparezcas.
Entonces te transformarás en vehículo de lo divino. Entonces el servicio será
espontáneo, pero sólo si Dios te empuja a ello. Puede ocurrir que te empuje a
cantar canciones o a retirarte al desierto, y el mundo entero se enriquecerá
con tus canciones o con tu silencio, en vez de ser perjudicado con tu servicio.
(‘Perdóname”, dijo el mono, mientras colocaba encima de la rama de un árbol al
pez que protestaba, “simplemente evito que te ahogues’. —
¡La
servicialidad puede matar!).
Independientemente
de lo que hagas, sea servir, callar o cantar,estarás totalmente absorto, porque
tu Yo no estará por medio, y consagrarás a cada actividad la totalidad de tu
ser. Esto es la religión en su cumbre. No sentarse en la soledad ,ni recitar
oraciones,ni ir a la iglesia, sino ir a la vida. Todas tus acciones brotarán del
silencio, de un Yo silenciado. Cada acción tuya se habrá transformado en
meditación.
Actualmente,
la acción cristiana corre el peligro de brotar de la ‘charla’ y de la
“reflexión”, más que del “silencio”. El cristianismo corre el peligro de
convertirse en una religión ‘habladora” y “pensadora”. Se dice de la eucaristía
que es una “celebración”, pero se está convirtiendo más bien en una
“cerebración”; el sacerdote habla al pueblo, el pueblo habla para responderle,
y juntos hablan a Dios. Si queremos convertir de nuevo la religión en
celebración, debemos disminuir el “pensar’ y el “hablar’, y aumentar el
‘callar” y el danzar’. (Preguntado cómo había alcanzado a Dios, el guru
respondió al discípulo: poniendo el corazón en blanco con una meditación
silenciosa, no ennegreciendo el papel con una composición religiosa’. Nosotros
podríamos añadir: y no espesando el aire con conversaciones espirituales).
Un
filósofo preguntó-a san Antonio: “Padre .¿cómo puedes estar entusiasmado si se
te ha quitado el solaz de los libros?” Replicó: “Mi libro, oh filósofo, es la
naturaleza de las cosas creadas, y siempre que quiero leer la palabra de Dios la
tengo inmediatamente delante de mí”.