miércoles, 19 de noviembre de 2014

Un cristiano oriental habla sobre oración (Tony de Mello S.J.)


UN CRISTIANO ORIENTAL HABLA SOBRE LA ORACION

 

Por Tony de Mello S.J.

 

(De la revista CONCILIUM nº 179-nov 82)

 

I - LA SEMILLA

 

¿Por qué es Dios invisible? Dios no es invisible Vuestra visión está borrosa, y por eso no lográis verlo. La pantalla de cine se hace invisible cuando se proyecta sobre ella una película. Aunque la miráis incesantemente, no lográis verla; estáis demasiado agarrados por la película.

 

El meditador hindú se sienta con las piernas cruzadas y se mira a la punta de la nariz, como símbolo viviente de que Dios está precisamente enfrente de nosotros, pero nuestra mirada está fija más allá, en la distancia. No se trata de buscar y encontrar la punta de tu nariz. Hagas lo que hagas y vayas adonde vayas, despierto o dormido, te vuelvas adonde te vuelvas, está justo ante tus ojos. No la has perdido nunca. Simplemente, no logras distinguirla.

 

Durante siglos, la India hindú ha visto a Dios no “creando”, sino “danzando’ la creación. Lo verdaderamente extraordinario es que hombre ve la danza, pero no logra reconocer al danzante.

 

Por eso, en la búsqueda de Dios debemos comprender que no hay nada que buscar y alcanzar. ¿Cómo podéis poneros a buscar lo que está justo delante de vuestros ojos? ¿Cómo podéis alcanzar lo que ya poseáis? No se trata de esforzarse  sino de reconocer.

 

Los discípulos de Emaús tenían al Señor resucitado delante de ellos, pero hubo que abrirles los ojos. A los escribas y fariseos les sobraba esfuerzo, pero les faltaba reconocimiento. En el Juicio

Final la humanidad exclamará: “Estabas con nosotros y fuimos incapaces de verte!” La búsqueda de Dios es, por tanto, un esfuerzo por ver.

 

Un hombre ve cada día a una mujer, y ésta parece semejante a las demás hasta el día en que él se enamora de ella. Entonces se abren sus ojos y se asombra de haber estado contemplando durante años a aquella diosa adorable y no haber sido capaz de verla.

 

Dejad de buscar, dejad de viajar, y entonces llegaréis. ¡No hay adónde ir! Calmaos y ved lo que está ante vuestros ojos. Cuanto más rápido viajáis, más esfuerzo necesitáis para viajar y más fácil es que os extraviéis. La gente pregunta “dónde” encontrará a Dios. La respuesta es: “aquí’. ¿‘Cuándo” lo encontrarán? La respuesta es: ‘ahora. ¿‘Cómo” lo encontrarán? La respuesta es: “callad y ved’.(Un cuento oriental narra cómo un pez del océano sale en busca del

océano, pero no lo encuentra por ninguna parte: ¡no ve más que agua!).

 

II - EL TERRENO ROCOSO

 

Intentamos ver” a Dios. Pero, ¿llegamos a ver algo? Vemos una nueva flor y preguntamos: ‘Qué es esto?” Alguien dice: “Una flor de loto.” Todo lo que tenemos con eso es un nombre nuevo, un etiqueta nueva, pero erróneamente pensamos que tenemos una experiencia

nueva, una comprensión nueva. En cuanto logramos pegarle un nombre a algo, nos parece que hemos aumentado el caudal de nuestros conocimientos, cuando lo único que hemos hecho ha sido aumentar nuestra colección de etiquetas.

 

Cuando Dios se negó a revelar su nombre a Moisés y prohibió que se hicieran imágenes suyas, no sólo prohibió la idolatría de los ignorantes primitivos que le identificaban con una imagen, sino también la de los intelectuales modernos, que le identifican con una idea. Nuestros ídolos conceptuales son tan inadecuados para representar su realidad como lo eran los ídolos de piedra. y barro.

 

La palabra “europeo” os promete cierto saber, pero os niega todo conocimiento acerca del individuo que está ante vosotros. Cometeréis una injusticia contra él si pensáis que “europeo’, o cualquier otra palabra o grupo de palabras, os ofrece alguna comprensión de su individualidad única. Porque el individuo, como Dios, está más allá de las palabras: es inefable.

 

Para ‘ver” este árbol debo quitarle la etiqueta, porque me causa la ilusión de que, teniendo un nombre que ponerle, conozco el árbol. Todavía más: debo abandonar todaslias experiencias precedentes de otros árboles (como debo olvidar a cualquier otro europeo, si he de

hacer justicia a la individualidad de éste que tengo frente a mí) . Y todavía más: debo incluso desprenderme de todas las experiencias anteriores, incluso de este árbol; todos sabemos que negamos la oportunidad de manifestarse como es al individuo presente, porque constantemente le juzgamos por nuestras experiencias de él. ¿Debe sorprenderme entonces saber que, si quiero tener Ia experiencia de Dios ahora, debo abandonar todo lo que otros me han dicho de él, todas mis experiencias pasada de él y todas ias palabras y etiquetas de él, por sagradas que sean? La verdad no es una fórmula. Es una experiencia . Y la experiencia es intransferible. Las fórmulas son material transferible; por tanto, de poco valor. Lo valioso no se puede transferir.

 

La palabra la fórmula relioi0sa, el dogma se idearon en principiocomo medios que apunten indiquen, me ayuden y guíen en mi acercamiento a Dios. Pero a menudo se convierten en barrera. Como si tomara un autobús para ir a casa y me negase a bajar cuando he

llegado. Vemos muchas personas que dan vueltas y más vueltas, por que nunca les han enseñado a abandonar sus conceptualizaciones y teologizaciones sobre lo divino, que se niegan a abandonar sus reflexiones discursivas en la oración y a entrar en la noche oscura,

la noche aconceptual de que hablan los místicos. Van por la vida coleccionando cada vez más etiquetase como el hombre que acumula cada vez más posesiones materiales que nunca usará.

 

Ei río fluye ante tus ojos mientras tú mueres de sed, pero insistes en tener una definición del aguas porque estas convencido de que no podrás satisfacer tu sed hasta que no tengas la fórmula exacta. La palabra “amor” no es amor, y la palabra ‘Dios” no es Dios. Tampoco lo es su concepto. Nadie se emborracha con la palabra “vino”. Nadie se abrasa con la palabra ‘fuego.

 

El hombre se preocupa más de los reflejos que de la realidad. Vive en la ficción.Y cuando reflexiona sobre Dios, vive en una ficción religiosa. Está fascinado por los conceptos, porque piensa que reflejan lo real. Hay que romper los espejos. Alimento real’ y bebida “real’ es lo que se necesita para satisfacer hare y sed reales. De nada sirven alimentos y bebidas representados La fórmula H2O no quitará la sed, por más que científicamente sea exacta. Tampoco las creencias en Dios, por  verdaderas que sean. Harán de él un fanático religioso pero dejarán  insatisfecho su corazón. (Un místico árabe habla de un hombre muerto de hambre en el desierto que ve a lo lejos un saco y corre hacia él esperando que tenga algo que comer, pero dentro encuentra sólo piedras preciosas).

 

¿Debemos extrañarnos de que, no habiendo logrado entender esto, las Iglesias cristianas se hayan convertido en minas agotadas? Lo que ahora se extrae de las minas son palabras y fórmulas, y con ellas se abarrota el mercado. Pero la experiencia es escasa, y los cristianos nos estamos volviendo un pueblo palabrero”. Vivimos de palabras. como una persona que se alimente con la carta del menú sin probar los alimentos. La palabra “Dios”, la fórmula de Dios ,

se está haciendo más significativa para nosotros que la realidad  “Dios ’. Hay un gran peligro de que, cuando veamos la Realidad en formas que no encajen en nuestras fórmulas. seamos incapaces de reconocerla e incluso la rechacemos en nombre de nuestras fórmulas.

(Un maestro sufí dice: “Un burro alojado en una biblioteca no se hace sabio. De nada me ha servido todo mi saber religioso, como de nada sirve la presencia de un tesoro en un desierto para hacerlo fértil.’).

 

III - LA TIERRA BUENA

 

Esta actitud se ve perfectamente en el tipo de escuelas de teología que dirigimos los cristianos. Cabría esperar que estas escuelas formaran personas que ayudasen al hombre moderno a saciar su sed de Dios. Pero se han convertido en copias de las escuelas seculares. Tienen profesores, en vez de Maestros; y ofrecen enseñanza,en vez de iluminación. El profesor enseña, el Maestro despierta. El profesor ofrece conocimiento; el Maestro ofrece ignorancia, destruye conocimiento y crea experiencia; os ofrece conocimiento como un vehículo, sólo para apearos de él cuando llegue el momento y el conocimiento no impida el reconocimiento. El aprendizaje secular se realiza por medio de la reflexión, el pensamiento, la palabra. La religión se aprende a través de la meditación silenciosa. (En el Oriente, “meditación” -dhyan- no significa reflexión, como ocurre en Occidente, sino el acallar toda reflexión y pensamiento). La escuela secular produce eruditos. La escuela religiosa, meditadores. La tragedia es que muchas escuelas cristianas de teología se limitan a hacer de un erudito secular un erudito religioso. La escuela secular intenta explicar las cosas creando “conocimiento”. La escuela religiosa enseña a contemplar las cosas de tal modo que crea “asombro”. Ei hombre tiene una ignorancia enraizada. Su aprendizaje secular no suprime esta ignorancia: la oculta más, dándole la ilusión de conocimiento. En la escuela religiosa, esta ignorancia es sacada a luz y expuesta, ya  que dentro de ella hay que encontrar lo divino. Pero es rara la es cuela religiosa que haga esto; con demasiada frecuencia queda enterrada bajo nuevas capas de conocimiento religioso.

 

La escuela religiosa cristiana debe, por tanto, desarrollar técnicas para utilizar el conocimiento como un medio para exponer la ignorancia, para utilizar l palabra de modo que conduzca al silencio. Como el mantra o bhajan en la India, donde la palabra o la fórmula se entienden primero con la mente, luego es repetida incesantemente hasta crear un silencio en el que la fórmula es transferida desde la mente al corazón, y su significado profundo se siente más allá de toda palabra o fórmula. Los estudiantes religiosos deben ser entrenados de tal modo que cuando lean o escuchen la palabra, su corazón sintonice incesantemente con la realidad sin palabras  que resuena en la palabra. Deben seguir una disciplina rigurosa hasta que sus mentes queden serenas y, en silencio, aprendan a “considerar las cosas en su corazón. (Un oficial del gobierno preguntó al gran Rinzai cuál era el secreto de la religión resumido en una palabra. “Silencio’, respondió Rinzai. ‘Y cómo se alcanza el silencio?. “Meditación”. ‘Y qué es la meditación?’. “Silencio”.

 

Los estudiantes religiosos leerán la Biblia, pero en esa Biblia una página sí y otra no quedarán en blanco, para indicar que las palabras sagradas están encaminadas a producir un profundo silencio, un silencio enriquecido por las palabras sagradas, como el valioso silencio que sigue al tañido del gong en el templo. Deberán dedicar tanto tiempo a las páginas en blanco de su Biblia como al texto, porque sólo así serán capaces de comprender el texto. Porque la Biblia brotó de esas páginas en blanco, de hombres y mujeres que cultivaron lo bastante el silencio como para experimentar una verdad inefable que nunca pudieron describir, pero que procuraron señalar y sugerir con palabras que pudieran conducir a otros a la experiencia de la misma verdad.

IV - LA FLOR

 

La Biblia enseña que nadie puede ver a Dios y seguir vivo. Cuando se acalia la mente, se ve a Dios, y el Yo muere. Los Maestros de Oriente están de acuerdo en que, cuando el silencio entra en el corazón, el Yo muere. ¿Cómo? No por aniquilamiento, sino por visión”. En la calma del silencio se ‘ve” que el Yo es una ilusión. El psicópata que se cree Napoleón está curado cuando ve, comprende, que su “yo napoleónico” es una ilusión. Ei hombre se cura cuando ‘ve”, cuando experimenta que su yo—centro, su yo—separado es maya, ilusión.

 

Es como si la danza entrara dentro de sí misma y “viera que no tiene centro, que no tiene más ser que el del danzante, que no es en absoluto un ser”, sino una acción. Sólo el danzante es ser. Slo él es. La danza no tiene ser, solamente está—en—el—danzante. — Dios dijo a Catalina de Siena: Yo soy el que es. Tú eres la que no es.” Cuando entráis en el silencio, experimentáis que no sois; el centro ya no está en vosotros, está en Dios, vosotros sois la periferia. Recordemos las poderosas palabras atribuidas al maestro Eckhart: “Únicamente un Ser tiene derecho a utilizar el pronombre personal ‘yo’: ¡Dios!”.

 

Quien experimenta esto, despierta. Se vuelve un nadie’, un vacío, una “encarnación” a través de la cual lo divino brilla y actúa. El poeta, el pintor, el músico, experimentan a veces momentos de inspiración en los que parecen perderse, y sienten que los atraviesa un flujo de actividad del que son más un canal que una fuente. Lo que ellos experimentan en su arte, el hombre despierto lo experimenta en su vida. Sigue actuando, pero ya no es él quien actúa. Sus acciones ya no las hace él, sino que le suceden a él. Seexperimenta a sí mismo haciendo cosas que, simultáneamente no son hechas por él, parecen ocurrir a través de él. Sus esfuerzos se

convierten en facilidad, su trabajo se transforma en juego, en lila, en deporte divino. ¿ Podría ser de otro modo cuando se experimenta a sí mismo como una danza danzada por lo divino, como una flauta hueca de la que brota la música de Dios?

 

V-EL FRUTO

 

Cuando el silencio produce la muerte del  Yo, nace el amor. El hombre despierto, iluminado, se siente a sí mismo como diferente:,pero no separado de los demás hombres ni del resto de la creación. Porque sólo hay un Danzante, y toda la creación constituye una danza. Los experimenta a todos como a su “cuerpo”, a su Yo. Así, ama a todos los hombres cuando se ama a sí mismo.

 

No se lanza necesariamente al servicio. Sabe que cualquiera que busca servir está en peligro de convertirse en un ser semejante a tanta gente “caritativa” que no es en absoluto religiosa; es gente que se siente culpable; bienhechores forzosos que se entremeten en las vidas de otros. Es posible, por desgracia, que des tus bienes para alimentar a los pobres y que tu cuerpo arda, pero que no tengas amor. El mejor servicio que puedes hacer al mundo es que tú desaparezcas. Entonces te transformarás en vehículo de lo divino. Entonces el servicio será espontáneo, pero sólo si Dios te empuja a ello. Puede ocurrir que te empuje a cantar canciones o a retirarte al desierto, y el mundo entero se enriquecerá con tus canciones o con tu silencio, en vez de ser perjudicado con tu servicio. (‘Perdóname”, dijo el mono, mientras colocaba encima de la rama de un árbol al pez que protestaba, “simplemente evito que te ahogues’. —

¡La servicialidad puede matar!).

 

Independientemente de lo que hagas, sea servir, callar o cantar,estarás totalmente absorto, porque tu Yo no estará por medio, y consagrarás a cada actividad la totalidad de tu ser. Esto es la religión en su cumbre. No sentarse en la soledad ,ni recitar oraciones,ni ir a la iglesia, sino ir a la vida. Todas tus acciones brotarán del silencio, de un Yo silenciado. Cada acción tuya se habrá transformado en meditación.

 

Actualmente, la acción cristiana corre el peligro de brotar de la ‘charla’ y de la “reflexión”, más que del “silencio”. El cristianismo corre el peligro de convertirse en una religión ‘habladora” y “pensadora”. Se dice de la eucaristía que es una “celebración”, pero se está convirtiendo más bien en una “cerebración”; el sacerdote habla al pueblo, el pueblo habla para responderle, y juntos hablan a Dios. Si queremos convertir de nuevo la religión en celebración, debemos disminuir el “pensar’ y el “hablar’, y aumentar el ‘callar” y el danzar’. (Preguntado cómo había alcanzado a Dios, el guru respondió al discípulo: poniendo el corazón en blanco con una meditación silenciosa, no ennegreciendo el papel con una composición religiosa’. Nosotros podríamos añadir: y no espesando el aire con conversaciones espirituales).

Un filósofo preguntó-a san Antonio: “Padre .¿cómo puedes estar entusiasmado si se te ha quitado el solaz de los libros?” Replicó: “Mi libro, oh filósofo, es la naturaleza de las cosas creadas, y siempre que quiero leer la palabra de Dios la tengo inmediatamente delante de mí”.

 

No hay comentarios: