JOSE JIMÉNEZ LOZANO
A LA LUZ DE UNA CANDELA
(Diario de Ávila 20-2-2011)
Los famosos diez justos
Quizás nunca han pesado las desgracias del mundo sobre nuestros hombros como en estos momentos en que nos llega su noticia casi en tiempo real, y es ciertamente desolador tener que reaccionar certificando puramente nuestra impotencia; y quizás por eso se nos dispara nuestra solidaridad. Pero la solidaridad no es cosa fácil ni sencilla. En absoluto.
Conocí a un gobernador civil de la dictadura que, a punto de ser desbordado en su despacho por la intensidad de una manifestación a favor de la integración en España de Gibraltar -manifestación organizada naturalmente como siempre ocurre con estas cosas, antes de entonces y después de entonces-, tuvo una ocurrencia magnífica que le evitó tener que emplear la fuerza que nunca se sabe con qué consecuencias se hace. Ordenó instalar, en el amplísimo portalón del Gobierno Civil, cuatro mesas provistas de papel y correspondiente recado de escribir, y atendidas por burócratas muy receptivos; y, dirigiéndose a aquella masa vociferante, dijo que, en vista del fervor con que se reclamaba Gibraltar había dispuesto en los bajos del edificio una oficina de alistamiento, voluntario y provisional, por la que podían desfilar en perfecto orden para dar sus nombres. Y fue como mano de santo, porque el frenesí de la multitud amainó de inmediato y más tarde pudo comprobarse que no llegó ala treintena el número de los que desahogaron su fervor con el alistamiento. De modo que la solidaridad con la soberanía española sobre Gibraltar se vino abajo en cuanto tuvo que encarnarse en algo verdaderamente serio o que tenía todos los visos de ser la hora de la verdad.
Porque solidarios somos, de otro modo, de todo lo que nos echen encima porque no nos cuesta un duro y menos poner la piel en ello. Es pura retórica o hasta mero engaño, y, desde luego, un buen tranquilizador de conciencias. Pero el concepto jurídico de solidaridad o responsabilidad in solidum o responsabilidad solidaria quería decir que de una deuda, por ejemplo, no solo era responsable el deudor sino también los que con él eran solidaríos; y, desde el punto de vista moral, las cosas son de manera similar pero mucho más radicales. La solidaridad es algo mucho más serio quedecir «contigo pan y cebolla»; en realidad consiste en ponernos a pan y cebolla con aquel del que nos sentimos solidarios; de modo que no cabe duda de que ser solidario de una desgracia o de una causa justa es no solamente algo moralmente muy elevado, que nos hace olvidarnos de nosotros mismos, sino con frecuencia una pura obligación moral, que no acaba y ni siquiera comienza con la afirmación de que somos solidarios, pongamos por caso con un torturado, sino que implica que hacemos todo lo posible para lograr impedir tal barbarie. O, mejor, nos callamos.
Diez seres humanos verdaderamente solidarios constituyen un verdadero dique contra el mal, hoy exactamente como ayer; pero no es tan fácil encontrarse entre ellos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario