OPINIÓN
DIARIO DE ÁVILA
DOMINGO 30 DE ENERO DE 2011
¿Quién no ha sido alguna vez heterodoxo?
(Ávila en la memoria,
José Belmonte Díaz)
El pasado verano acompañé con Adolfo Yáñez de inimaginable guía, a la profesora y pedagoga pa
lentina María Pescador Grajal, en una ruta inolvidable. Destino: Arenas de San Pedro, capital de la Andalucía de Ávila. María desconocía la belleza de las tierras de Ávila. Adolfo fue nuestro anfitrión. Es capaz de improvisar y llenar los oídos de músicas celestiales con su verbo fácil y trenzado de bellas e insospechadas florituras. Es un gran conversador, y capaz hasta de improvisar una conferencia -ya ha sucedido- cuando el conferenciante se ha visto impedido de acudir a la cita.
Bajando el Puerto del Pico, entre tomillos y jaramas, a través del barranco de las Cinco Villas, nos habló de su obra Heterodoxos y olvidados, a la que daba los últimos retoques, volvimos a hablar sobre aquel ensayo, a la sombra del Castillo de la Triste Condesa.
Allí, en Arenas, aprovechó para obtener un testimonio gráfico del Convento de Carmelitas con la sierra de Gredos al fondo. En su cementerio reposan las cenizas de Carmen Díez de Rivera, «la musa de la transición», bella y excepcional, que Yánez describe como «mujer de latir convulso y generoso.». Adolfo Yáñez, la considera heterodoxa de nuestro tiempo yen verdad lo fue. En Arenas, duerme el último sueño, reposa «arropada por los murmullos de piñas y embalsamada por aromas de jara».
El arevalenseYáñez es un excepcional poeta. ¡Qué gran libro Playas interiores! que, en noches de soledad -en mí son todas- nos aquieta, nos hace encontrar o añorar sueños perdidos. Ahora, la compartiremos, en noches en blanco, con Heterodoxos y olvidados que, en visión casi cinematográfica , cuidada prosa y precisión léxica impecable, refleja, mejor diríamos nos transporta o nos sumerge en las vidas de tantos y tantos heterodoxos que están en el baúl de los olvidos. De todos y cada uno, y de otros que no retrata, como Baruch Spinoza y su impronta en Amsterdam, quisiéramos saber más. Nos conformaremos con los olvidados personajes que nos brinda. Su olvido se ha producido, en gran parte, por su disconformidad con el mundo que les circundaba, extorsionador, impenitente. Ellos, cruzaron o atravesaron, o gozaron- ¿por qué no decirlo?- el mundo de la heterodoxia en España y singularmente en Ávila.
En el ensayo no ha de tomarse su título como un tratado sobre herejes o que sustentaran doctrinas no conformes con el mundo católico, aunque existan algunos encasillados en este sentido, sino en el sentido más amplio de disconformidad con la doctrina fundamental de cualquier sistema. Yen esta acepción, heterodoxos seríamos legión. Emite semblanzas de hombres y mujeres, marginados en el tiempo en que les tocó vivir y hoy muchos de ellos, olvidados.
En su obra, desfilan desde «Masones abulenses» que «tuvieron el coraje de remar contracorriente», hasta el último, Daniel González Linacero, asesinado en
Arévalo durante nuestra guerra. ¿Cómo es posible que este brillante pedagogo fuese asesinado solo por ser maestro y por atreverse a censurar la enseñanza que se daba en su tiempo? Y que aquel «activista» de la cultura muriese acribillado por la delación de un sacerdote palentino.
Adolfo Yánez no reduce el mundo de los heterodoxos a hombres y mujeres contemporáneos. En su ensayo desfilan también figuras como Prisciliano, el mancebo de Arévalo, la beata de Piedrahíta, el judío arevalense afincado en Ámsterdam Abraham Gómez Silveira, Sagasta, Ciges Aparicio, los hermanos Cuesta... y no podía estar ausente la figura de Jorge Ruiz de Santayana, «alma de Ávila, filósofo del mundo».
La descripción que hace Yáñez del Santayana universal de Boston es una maravilla.
En reciente conferencia presentada por la Asociación de Vecinos Puerta del Alcázar bajo el título 'Personajes de Ávila en el Siglo XX' nos detuvimos en el profesor de Harvard. Y desde allí, pese a su lejanía de Ávila, la ciudad fue para él un poderoso imán.Y con este señuelo o aroma embriagador, el abulense trenzó su extensa e inigualable obra filosófica: Personas y lugares, Mi anfitrión el mundo. . .
Ávila sirvió para Santayana de escenario de fondo de sus escritos: Catedral, plazas, callejas, Sonsoles, Valle de Amblés... Santayana -decíamos- se explaya y se pregunta y se contesta a sí mismo sobre las cosas de los abulenses, e inclu so intenta tratar de desentrañar su atavismo, el porqué de su religiosidad, su estoicismo. Son profundas reflexiones sobre el alma de los moradores de esta ciudad , como lo eran su inhóspito vivir, su arraigado conformismo, sus penas y sus miserias y sus contadas alegrías y, hasta sus convencionalismos. Ávila despertó en él emociones: «por naturaleza -escribía- Ávila es esencialmente un «oppidum», una ciudad amurallada, una ciudad catedralicia, toda grandiosidad y granito...».
Ávila le acogió en su regazo una decena de años, y siguió habitándola en espíritu desde todas las lejanías. En fin, mejor que mis palabras sobre Santayana, son las de Adolfo Yánez en la semblanza que de él hace en su obra. A su muerte en Roma, en un hospital de religiosas, El Diario de Ávila publicó sobre este gran genio un comentario: 'Límites de un elogio'. No le cita Yáñez. Posiblemente no conoce aquella triste necrológica -valga la redundancia- porque es cruel y despiadada. Yo, humildemente, hoy a mas de medio siglo de su muerte -lo hace Adolfo magistralmente- quiero recordar su figura. La obra deYánez tendrá la acogida que merece. Los tiempos han cambiado. Dijo Eugenio d'Ors, como la inmortalidad, siempre ha sido precedida por el sacrificio. Es el caso de Jorge de Santayana y el de tantos y tantos heterodoxos y olvidados. Nos queda el consuelo de Pericles: «Los hombres ilustres, tienen por sepulcro la tierra eterna».
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