miércoles, 20 de enero de 2010

El lema de Don Práxedes (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila 17-1-2010)

A LA LUZ DE UNA CANDELA

El lema de don Práxedes

José Jiménez Lozano. Premio Cervantes
( El Diario de Ávila 17-1-2010)

Lo que se nos propone ahora es re­egar de nuestra historia y su cul­tura de siglos, de todo aquello por lo que podíamos y amábamos sentir­nos europeos, para complacer a los nuevos poderes imperiales; y lo que nos prescriben es realmente «una desbandada hacia la servidumbre», como decía Tácito, en la que nues­tros señores piensan, seguramente, que estarán aún mejor pagados que ahora.

Una Revolución Cultural como la de la China del señor Mao ha co­menzado ya a hacer tablarrasa de toda la antigualla cristiana de pen­samiento, o artística, literaria y reli­giosa. Y, más o menos, sabemos lo que se va a responder a las nuevas generaciones de europeos, por ejemplo ante una iglesita cistercien­se o una vieja universidad destina­das a asuntos deportivos. Pero claro está que, dadas las leyes educativas de estos años, y la desaparición de las viejas generaciones, es más que probable que las nuevas no pregun­ten nada de nada, y, en cualquier ca­so, que los nuevos arquitectos adap­ten catedrales para restaurantes o salas de adoctrinamiento cívico, pa­ra confeccionar carteles o Bao Dai y saber vocear en las manifestaciones contra lo que se les indique.

También se modificará toda la historia del arte; por ejemplo, lla­mando, como ya hacen los moder­nos, Joven con alas de rodillas ante una joven con libro, a una Anuncia­ción o Batalla contra la reacción a un San Miguel que lucha contra el dragón; y facilitando de este modo que el viejo arte universal se con­vierta en mera decoración de cafe­terías o chalés. Aquéllos de entre los surrealistas que anima­ron a derribar y quemar el arte antiguo, lleván­dose de paso al per­sonal por delante y, por descontado, si se trataba de una iglesia, quizás no estuvieran todavía conformes, pero tampoco les disgustaría se­guramente esta solu­ción de ahora mis­mo, que puede resu­mirse en la sustitu­ción de lo que llaman la obscenidad del arte antiguo por enigmá­ticos constructos, abstractos o del rea­lismo de urinario y fregadero, políticamente correctos, y sostenidos por la autoridad de los grandes consensos que son ahora la fuente de la moral y del arte.

Por mi parte, indiferente a las proclamas y declaraciones de prin­cipios, no tendría ningún interés es­pecial en fórmulas lapidarias y alti­sonantes, para los proyectos y pro­gramas del futuro de los que hablan los políticos, porque ya sabemos que, como las de la liber­tad, la fraternidad y la igualdad no van mucho más allá del café, puro y copa, según decía don Miguel de Unamuno, muerto ahora hace 74 años. Así que me en­cantaría que se hiciese le­ma español y europeo aquello que don Práxe­des Mateo Sagasta de­cía humildemente de sus gobiernos en el momento de hacer los presupuestos: «Ya que goberne­mos mal, goberne­mos barato». Siendo una fórmula tan racional y convincente, no me ex­plico cómo no se aplica en Europa.

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