Restitución
La doctrina política tradicionalista de las relaciones del Estado con la sociedad fue resumida, genialmente, por el dirigente tradicionalista don José María Araúz de Robles en una sola palabra: "restitución". El Estado debe restituir a la sociedad tradicional las competencias y funciones que le ha ido usurpando progresivamente.
Telón de fondo de todo esta cuestión es el principio de subsidiariedad que dice que no puede sustraerse a las organizaciones sociales competencias y actividades que éstas pueden realizar por si mismas. Este principio, presente desde hace más de cien años en los principales documentos pontificios, es uno de los ejes del Derecho Público Cristiano y de la Doctrina Social de la Iglesia, que obligan en conciencia a todos los fieles. El Estado es subsidiario de la sociedad, y no al revés, como a veces parece y es, y se señala sin protestar.
El Estado en última instancia no es más que el soporte meramente burocrático que complica hasta la desesperación, con innumerables trabas por la multiplicació n de las diversas administraciones (y por la falta de libertad municipal, aunque eso es otro tema), cualquier intento de vivificación de la sociedad. En estas condiciones, entre el puro individualismo liberal y el Estado burocrático, es muy difícil hacer presentes a las organizaciones de la sociedad, siempre condicionadas entre el mercado y el Estado. En cambio la restitución del principio de autoridad sería la garantía de armonización de las relaciones entre sociedad y Estado, sin el medro de la finanza y el capitalismo.
Ha habido situaciones en que las organizaciones libres y espontáneas de la sociedad estaban tan quebrantadas (guerras, catástrofes, etc.) que no podían realizar sus funciones, y entonces, el Estado, subsidiariamente, asumía competencias que normalmente no le corresponderí an. Esto no quebrantaría el principio de subsidiariedad. Lo malo es que ese mismo Estado, vuelta la normalidad, retiene indefinida o injustificadamente esas funciones y en lugar de restituirlas las acumula.
Esta restitución es una operación necesaria para conseguir un equilibrio correcto entre las relaciones de la sociedad y el Estado. Pero a veces se produce un círculo vicioso. El crecimiento voraz del Estado debilita a la sociedad de la tal manera que, enferma de insuficiencia, se justifica, aparentemente, que el Estado siga "ayudándola" con nuevas confiscaciones. Hay que romper esa dinámica.
También forma parte de ese círculo vicioso que otras muchas veces la sociedad no alarga sus brazos hacia el Estado, mostrándole una terminal para recoger lo que éste le debe restituir. Faltan notables naturales, dirigentes, organizadores. Escasez o ausencia que al Estado le viene muy bien para justificar la retención y acumulación de lo que debería restituir. La sociedad en este caso es víctima culpable de sus propios errores.
Es, pues, nobilísima tarea fomentar desde la misma entraña de la sociedad las vocaciones de sus individuos a ser dirigentes en las más variadas actividades. Y vitalizar inmediatamente y ayudar a que se desarrollen los pequeños embriones de organizaciones libres que puedan surgir de manera silvestre, antes de que el propio Estado, voraz, las descubra y caiga en la tentación de aniquilarlas.
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