martes, 29 de septiembre de 2009

Pirómanos y extintores (Juan Manuel de Prada)

12 MAGAZINE Firmas
ANIMALES DE COMPAÑÍA por Juan Manuel de Prada

(XLSEMANAL 27 DE SEPTIEMBRE DE 2009)

Pirómanos y extintores

Uno de los rasgos más distintivos v definitorios de nuestra época es la incapa­cidad para percibir la idea, el denominador común o principio que explica los fenómenos que se despliegan ante nuestros ojos; v de ahí se desprende la incapacidad para combatir las calamidades que nos afligen, a las que atacamos en sus con­secuencias, sin atender a sus orígenes (o lo que aún resulta irás aflictivo. después de haberlas alimentado en sus orígenes). Así, el hombre contemporáneo se halla inmerso en un fárrago de problemas que no sabe cómo solucionar: o para los que dispone soluciones que sólo los com­baten en su expresión contingente, sin atender a sus causas. Ocurre esto porque ya no existe una capacidad para enjuiciar la realidad desde una perspectiva abarca­dora que la explique de modo coherente; y así todos nuestros juicios están atra­pados en una telaraña de impresiones confusas v contradictorias. Y, cuanto más tratamos de enfrentarnos a lo con­tingente, más nos enredamos en su tela­raña mistificadora.

Pruebas de esta incapacidad las tene­mos por doquier: si aumenta el número de crímenes perpetrados por adolescen­tes, pensamos que la solución consiste en rebajar la edad penal; si las escuelas se han convertido en aquelarres donde triunfa la indisciplina, pensamos que la solución consiste en otorgar a los maes­tros rango de «autoridad pública»; si crecen los embarazos no deseados, pen­samos que la solución se halla en repar­tir condones o en legalizar el aborto, etcétera. O bien proponemos soluciones alternativas, que entran en colisión con las soluciones expuestas; pero que com­parten con ellas un mismo rasgo carac­terístico: son soluciones fundadas en juicios contingentes, incapaces de pene­trar el meollo del problema, incapaces de abarcarlo por entero y de combatirlo en sus orígenes. Naturalmente, esta inca­pacidad para combatir las calamidades en sus orígenes beneficia a quienes han hecho del combate de las calamidades en sus consecuencias su coartada vital; que, por lo común, son los mismos que las han alimentado en sus orígenes. Y es que, manteniendo nuestro juicio sobre la realidad en un plano puramente con­tingente, se azuza el rifirrafe ideológico; y así se evita que los problemas sean sanados en su raíz. Porque la garantía de supervivencia del rifirrafe ideológico consiste en impedir que la gente llegue a saber dónde se halla la raíz del proble­ma, engolfada como está en elegir entre las soluciones contingentes que se ofre­cen a su elección.

Para garantizar su supervivencia, los promotores del rifirrafe ideológico cuen­tan con un poderosísimo instrumento de mistificación, disfrazado de «pluralidad», «libertad de opinión» y demás bellas falsedades muy del gusto de nuestra época. Consiste este instrumento en convertir os medios de comunicación en un pandemónium o guirigay de opiniones en porfía, proferidas por personas que, a imagen y semejanza de los promotores del rifirrafe ideológico, son incapaces de conducir los hechos hasta sus prime­ras causas, incapaces de hallar entre el embrollo de enrevesadas minucias con que nos golpea la realidad el hilo conduc­tor que lleva hasta los principios origi­narios. Esta incapacidad para alcanzar los principios originarios suele deberse a que son personas carentes de principios, que sustituyen por una adscripción ideológi­ca; v así, en lugar de rescatar del estrépito circundante la nota originaria que podría otorgar una melodía a la realidad, añaden nuevos ruidos discordantes al estrépi­to. De este pandemónium o guirigay se abastece luego el pueblo sometido (esto es, la ciudadanía); y cualquier intento de quebrar este círculo vicioso resulta un empeño estéril, porque la realidad se ha convertido va en un campo de Agramante en el que cualquier razonamiento que trate de ascender hasta los orígenes del problema se torna ininteligible.

Y sí, en medio de este campo de Agramante en el que se desenvuelve el pueblo sometido, los promotores del rifirrafe ideológico pueden dedicarse impunemente a alimentar las calamida­des en sus orígenes, para luego proponer soluciones contingentes -siempre inefi­caces- que las combatan en sus conse­cuencias. Son pirómanos que, después de prender fuego, tratan de tranquilizar­nos, aduciendo que tienen un extintor a mano; v, a la vista del extintor, el pueblo sometido discute el modo de dirigir el chorrito contra las llamas, sin darse cuenta de que la raíz del mal está en el pirómano, no en las llamas; y que la Solución no está en el extintor, sino en la reducción del pirómano.

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