lunes, 2 de marzo de 2009

Polémicas y escándalos (José Jiménez Lozano. D. de Ávila 1 marzo 2009)

A la luz de una candela

José Jiménez lozano, premio Cervantes

Diario de Ávila domingo 1 de marzo de 2009


Polémicas y escándalos

Aquí, entre nosotros, desde hace unos años, hay una trifulca apo­calíptica cada semana y hasta con mayor frecuencia, que, desde luego, se denomina polémica o debate, pe­ro que, como digo, sólo es una es­candalera o gresca de solana. Y esto, tanto si se trata de algo importante como si se trata de una simpleza, que se convierte en asunto de vida o muerte, en cuanto hay un colecti­vo o cualquier tipo de politiquería detrás. Y es un fenómeno incluso di­vertido, si se lo mira así por encima, pero que da un cierto escalofrío si se analiza un poco de cerca.

Pero lo que realmente maravilla, es que, en un ámbito público, en el que de las cotidianas manifestacio­nes, incluidas las políticas, literarias, y artísticas, son tan frecuentemente zafias, algo pueda considerarse po­lémico, e incluso escandaloso. Cuando se advierten los vislumbres del genio en la irrisión y pateamien­to de todo lo que es frágil, delicado o hermoso, y se aplaude, pongamos por caso, la subversión de una ópe­ra de Verdi con ilustración de ino­doros utilizados durante aquella, o el cuadro de una Virgen pintada con estiércol de elefante, y se nos ase­gura, además, que masas enteras copan las audiencias de los media para gozarse con todo esto, ¿cómo es posible que tan finas sensibilida­des polemicen o se escandalicen de algo?

Conductas que se tenían por im­propias e inciviles del pasado nos parecen absolutamente innocuas, e incluso a veces nos hace sonreír, sin ir más lejos, que el doctor Sigmund Freud avisase de los profundos de­sajustes psíquicos que denotaba el hecho de que alguien saliese del ba­ño abotonándose el pantalón, y de que otros desajustes y hasta maldades muy perversas se ocultaban en el usó los palabros.

Pero es que no­sotros mismos po­demos comprobar el fondo verdade­ramente inquie­tante de esos comportamien­tos, si lo mira­mos de cerca y más des­pacio, por­que lo que revela es una sociedad conformada y tribalizada según unos estereoti­pos, en la que la po­lémica y el escándalo surgen precisamente cuando alguien se diferencia de ellos en sus juicios y en sus actos.

No hace tanto, hubo incluso un profesor universitario que tuvo que dejar de dar sus clases como medi­da de seguridad, tras amenazas y ví­as de hecho contra él por no plegar­se al antisemitismo ambiente; y es­to no se explica, sin más, por puras politiquerías y sus siniestras conse­cuencias, sino por la tribalización social que nos avisa, aunque fuera un solo caso, de que la Sierpe ya es­tá ahí. Pero el asunto no ha generado polémica, ni si­quiera noticia

La burla del respeto a la inteli­gencia y a la dignidad hu­mana, o a la delicadeza de las relaciones individuales y so­ciales no genera polémi­cas ni escándalos; y en­tonces no pondría yo la mano en el fuego para afirmar que no hemos reculado ya, en todo esto, un buen trecho y peligrosamente, ha­cia la tribu y el nean­dertal. Hacia los instan­tes más ominosos del pa­sado, desde luego. Aunque con tanto trajín y tanto co­che no se vea fácilmente.

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