martes, 31 de marzo de 2009

Es por nuestro bien (José Jimenez Lozano, Diario de Ávila 29-3-2009)

A LA LUZ DE UNA CANDELA

José Jiménez Lozano, Premio Cervantes

Diario de Ávila domingo 29 de marzo de 2009


Es por nuestro bien

Parece que no puede dudarse que hasta hace muy poco no solo pa­recía que las gentes poseían un sen­tido de lo justo y lo injusto, sino algo más que el aroma del vaso, y no me­nos de un grosor de dos dedos de en­jundia jurídica, como de su cristian­dad decía Sancho. Es decir, suficien­te sabor de lo que es Derecho como para saber que el Derecho consiste en que vayan reyes do quieren leyes, y no a la inversa; y suficiente saber igualmente de que toda burla del Derecho se paga, y no muy a la lar­ga, con la esclavitud. Mi generación despreció y odió a los dos siniestros totalitarismos del siglo XX como nunca lo serían después, porque las generaciones que vinieron tras la nuestra cedieron a las fascinaciones de uno de ellos o de los dos, y admi­tieron la política como valor supre­mo, y la violencia y la mentira fun­dantes como instrumentos políticos para lograr una extraña justicia en un mundo nuevo, que exigía la des­trucción del nuestro.

Una verdadera revolución cultu­ral ha sido hecha, y el modo de co­nocer mismo y el lenguaje han sido cambiados y determinados. La tesis es que no hay verdad alguna ni esen­cia de las cosas, que nada es sino que se determina y se define, y naturalmente es el poder el que lo hace, me­dida de todas las cosas y aun crea­dor de la realidad partiendo de la na­da, o aniquilador de esa realidad tor­nándola a la nada. Cuatro patas no son necesariamente más que dos patas, y veintisiete puede ser más que veintiocho, como decía el señor Lenin; a tenor de la decisión del Par­tido que estaba en el secreto de la historia, pero ahora lo están sus epí­gonos de la modernidad y el progre­so progresado. Nada debe opo­nérseles, sino que será arro­jado a las tinieblas exteriores de la correc­ción política. Se im­planta higiénica y pe­dagógicamente en los cerebros tal sen­tir y doctrina, y lo que se espera de nosotros es au­toinculpación y agradecimien­to como en los famosos jui­cios de Moscú, o los es­lóganos de los esclavos bien educados: «¡Es por nuestro bien! ¡Es por nuestro bien!».

No hay ninguna sustancia y todo es ac­cidente. Ya no habrá guardias nocturnas en el castillo de Elsinor, que antes del canto del gallo puedan ver el fantasma del padre de Hamlet, porque tampoco hay ya fantasmas, y los muertos sólo se levantan para ser militarizados y apoyar las luchas de los vivos para que haya más muertos; ni tampoco hay Hamlets con dudas ni filosofías.

Ya no debemos leer los textos de los antiguos rostros pálidos europeos, ya no pueden importarnos. Un nuevo mundo se está le­vantando, y los nuevos adanes, creados a sí mismos como de­miurgos, están po­niendo nuevos nombres a las cosas, los seres, los aconteceres. En el momen­to del mayo revoluciona­rio del 68, cuando los alumnos que coreaban consignas de destruc­ción y nuevo mundo pidieron a Jacques Lacan que fuera su guía, él les dijo: «Lo que buscan ustedes es un amo. No se preo­cupen, lo tendrán».

Y casi siempre se trata de esto.

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