lunes, 24 de noviembre de 2008

Quiero ser banquero.Pere Bonnín.Diario Metro 6-11-2008

Quiero ser banquero

Pere Bonnín

Periodista; Diario Metro 6 noviembre 2008


A mi edad ya solo tengo que preocuparme de que la crisis no se coma mis ahorros de toda la vida depositados en el banco. Pero les aseguro que en mi próxima reencarnación abandona­ré cualquier zarandaja artístico-literaria y me haré banquero. Empezaré de niño inspirando confianza a mis amiguitos para que me confíen su dinero de bolsillo. Prestaré parte de ese dinero a otros niños cobrándoles in­terés. Si consigo que muchos niños se fíen de mí, tendré dinero suficiente no sólo para prestarlo, sino también pa­ra comprar y vender por mi cuenta invirtiendo en productos de alta rentabilidad Si un niño que obtuvo un préstamo mío no puede pagar, le quitaré el ordenador, la PlayStation o el móvil, que venderé para compensar la pérdida provocada por el insolvente. En caso de que sean muchos los niños que no puedan pagar los intereses ni devolver el dinero, amenazaré con cerrar el banco. Enton­ces, todos los niños, para no perder el dinero depositado, harán una colecta entre ellos para sufragar las deudas de los morosos y permitir que yo continúe con mi negocio.

Esto es lo que hacen ahora mismo los bancos con ayuda de los gobiernos. La crisis me está enseñando mucho. El Deutsche Bank, que presumía de buena ges­tión y rechazaba, por vergonzante, la ayuda estatal, estudia ahora, sucumbir a la tentación. Ha descubierto que sus competidores en Esta­dos Unidos y Europa salen reforzados con la ayuda del Estado pudiendo pagar dividendos más altos a sus accionistas. Porque ésta es otra. Los 33 bancos estadounidenses que ya se acogieron al "paquete salvavidas" del Gobierno ingresaron más de 163.000 millones de dólares del Tesoro. Consumirán en dividendos el 52% de la ayuda estatal de tres años. La empresa Chrysler fue requerida a suspender el pago de dividendos mientras recibía ayuda del Tesoro en 1979, y algunos gobiernos como el francés y el alemán también lo exigen a los bancos que se acojan al socorro público. Pero la ley aprobada por el Congreso de Estados Unidos pasa por alto esta cuestión. De modo que, con esta crisis, los empresarios pierden su empresa, los obreros su tra­bajo, los hipotecados su vivienda, mientras los banque­ros, principales responsables de la hecatombe, siguen repartiendo beneficios.

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