José Jiménez Lozano, Premio Cervantes
Diario de Ávila 23 noviembre 2008
Alzarse de hombros
La verdad, y a la vez lo más triste y peligrosamente significativo es que el casi continuo desfile de noticias sobre trapisondas, fraudes, y hasta robos en toda regla, ya ni rozan la epidermis del gran público, y no todas las moralizantes voces que se oyen están salvo de la intención de sacar alguna tajada política, revistiéndose de Robin Hood justiciero.
Las gentes hace ya bastante tiempo que están al cabo de la calle de que quien parte, reparte y se queda con la mejor parte, y de que los que están arriba disponen, y los demás miran. Así que, democráticamente, ¡no faltaba más!, los representantes del pueblo a todos los niveles no solo cuidan de sus especiales emolumentos, sino que incluso, han decretado para sí mismos un foro procesal especial, como en los tiempos estamentales del Antiguo Régimen de antes de 1789, y, entre nosotros, de 1810, para el caso de un eventual asunto de procesamiento de ellos, y, además, ya han nombrado a sus jueces. Pero aquí no pasa nada por esta marcha atrás en el tiempo, ni por otro desmán cualquiera.
En los discursos de venta de estos asuntos se dan mil maravillosas razones, e incluso se habla de la dignificación de los cargos u operación alquímica y espiritual, si las hay, de conversión de los dineros en dignidad, y también de la muy curiosa moralidad de que un político bien remunerado queda al margen de toda veleidad de introducir la mano de algún modo en el erario público. Argumentos, más bien, bovarísticos éstos que, si se dan la vuelta como a un calcetín, quieren decir a contrario que los simples mortales que no están ni van a estar dignificados por un suculento sueldo, no tienen dignidad, lo que haría, en todo caso, comprensible que, ya que no pueden meter la mano en bolsa alguna pública, por lo menos pudieran decidir un día no contribuir a llenarla. Para dignificarse, claro está, y maldito el que piense mal, como dice el escudo de la Gran Bretaña.
Pero es que los ciudadanos no van a pensar mal de nada, ni sienten el menor atisbo de actitud crítica ante lo que sea. Les es igual ocho que 80, y en casi todos los aspectos, si se descuentan los deportivos, las vacaciones y algo más por el estilo. Todo está en mirar las cosas bao el ángulo positivo, para no crearse traumas.
Indro Montanelli recordaba con alguna frecuencia que nunca una democracia en Europa ha sido liquidada desde fuera, sino que se ha liquidado a sí misma, casi siempre por las mismas razones, de las que la mayor sin duda es la burla del Derecho y la dimisión de la autoridad del Estado, pero entre las que tampoco ha estado ausente tampoco esa otra razón del autismo de la clase política y su deber de servicio convertido en patronazgo o apropiación de la cosa pública.
Lo verdaderamente serio, en todo caso, es que hay situaciones históricas en que ni la crítica tiene sentido.
Las gentes alzan los hombros ante cualquier cosa, y allá. Pero no sería nada tranquilizador forzar las cosas hasta llegar ahí.
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