Demain, la décroissance! Penser l´écologie jusqu’au bout
Alain de Benoist
Éditions Edite. Paris 2007
(pp. 61-64)
Los adversarios del decrecimiento alegan también de la situación del tercer mundo que, a su modo de ver, tendría obviamente necesidad de crecimiento para salir del "subdesarrollo". En los países pobres, donde la población no come siempre cuando aprieta el hambre, la reducción del nivel de vida aparece moralmente como un objetivo dudoso e inaceptable. ¿Cómo puede preconizar la disminución en un momento donde tantos hombres viven aún en una total indigencia? La denegación del crecimiento aparece como un ideal de ricos, en un momento en que los pobres no aspiran más que a cesar de serlo. Los partidarios del decrecimiento pueden entonces ser diabolizados como despreciadores de las aspiraciones legítimas del tercer mundo.
Esta crítica tiene de interesante que se la encuentra también tanto en algunos medios altermundialistas o de extrema izquierda - que estigmatizan también la simpatía de los partidarios del decrecimiento para las sociedades tradicionales, su defensa de la causa del pueblo, su voluntad "de permitir a los países del Sur volver a entablar con sus tradiciones" - como en los medios más liberales. Las grandes instituciones mundiales, apoyadas por las sociedades multinacionales, son los primeras razonar como si el modo occidental fuera un modelo exportable a todo el mundo. Todas estas críticas se basan en realidad en la idea de que el desarrollo es el único medio para los países del tercer mundo "de salirse".
Además de que el decrecimiento deberá por supuesto ser en primer lugar puesto en funcionamiento en los países occidentales, ya que "el post-desarrollo es necesariamente plural" (Latouche), es fácil responder a este argumento que el desarrollo no permitirá nunca al tercer mundo salirse, y que es al contrario desde que busquen "desarrollarse" cuando los "países pobres" acumulan los "retrasos" y ven su situación global deteriorarse. La pobreza del tercer mundo, en otros términos, no resulta de un insuficiente desarrollo, sino completamente de su inserción en del sistema del desarrollo. Es en gran medida el resultado de la organización actual del mundo, de las capacidades predadoras del sistema capitalista y de la división internacional del trabajo.
Se cree que las poblaciones del tercer mundo vivían, antes del tiempo de la industrialización y del "desarrollo", en condiciones aún más miserables que hoy. Pero es lo contrario lo que es verdadero. Los relatos de los primeros viajeros en las tierras alejadas (Mungo Park, Poncet et Brevedent, etc.) están de acuerdo sobre la ausencia de miseria, la abundancia material relativa y la buena salud física que eran la regla en la mayoría de las sociedades tradicionales. Al igual que el campesinado europeo, éstas producían lo esencial de lo que consumían y se bastaban a ellas mismas. Además, la noción misma de "pobreza" no tenía absolutamente el sentido económico que le da la modernidad comercial. La palabra "pobre" simplemente no existe en la mayoría de las lenguas africanas - su equivalente más cercano es "huérfano". Los hombres de las sociedades tradicionales poseían pocas cosas, pero no se consideraban como “pobres", tanto más que todos se insertaban en una red de relaciones sociales, comunidades orgánicas y familias ampliadas estructuradas en clanes. Estando “encastrada” la economía (Karl Polanyi) en las relaciones sociales, todas las funciones que se consideran hoy día como funciones económicas estaban consideradas como funciones sociales no monetizables. El PNUD define hoy la pobreza humana como un conjunto de faltas. Pero realmente, la pobreza no es fundamentalmente del orden de la falta, ni que exprese una relación entre una determinada suma de necesidades y los medios satisfacerlos, es una relación entre los hombres. "La pobreza es un estado social, y como tal una invención de la civilización (54)", escribe Marshall Sahlins. La pobreza en sentido moderno del término es al contrario una situación económica (la pobreza monetaria, caracterizada por la debilidad de la renta) que encadena una desvaloración social. No puede pues comprenderse más que en términos de anomia (Durkheim) y exclusión. Son las sociedades ricas, llamadas de abundancia, quienes dan más importancia el concepto de escasez.
El desarrollo, como lo ha mostrado bien Edward Goldsmith, no crea la riqueza, sino la pobreza. En el tercer mundo, implica la entrada el sistema de la división internacional del trabajo (en virtud de la teoría de la "ventaja comparativa" de Ricardo), cuyas consecuencias son el empobrecimiento de los mercados interiores a causa de la prioridad otorgada a las exportaciones, la fragilidad económica y la dependencia con relación a los precios mundiales, la desaparición de las culturas campesinas y el agotamiento de las culturas de supervivencia (principal causa de las hambrunas), el endeudamiento permanente, la urbanización salvaje, etc." La renta global de los un 20% de habitantes más pobres del planeta disminuyó de más de la mitad entre 1960 y 1977. En Indonesia, la pobreza aumentó un 50 % desde 1997. En Rusia, pasó de 2,9 un 32,7% entre 1966 y 1998. Animar a los países del tercer mundo "recuperar su retraso", esto es a endeudarse "para desarrollarse" y desarrollarse para poder consumir más, tiene por único resultado volver estos países más dependientes, más vulnerables y más pobres.
(54) Marshall Shalins, The Original Affluent Society. Stone Age Economiics. Aldine, New York 1972
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