SANGRE
No se sabe
muy bien porqué la sangre produce mareos a muchos solo con hablar de ella. A primera
vista la sangre tan solo parece ser, entre otras, el resultado inevitable que producen cosas tales como: malas
caldas, aperturas desafortunadas de latas, afeitados con navaja sin habilidad, los toros o bárbara fiesta nacional, las guerras y a veces también se produce como efecto no
querido de hurgarse las narices, sin
olvidar tampoco que es uno de los ingredientes
de platos tales como las afíllogas o la sangrecílla con cebolla. No obstante
los hematólogos la consideran por
su parte como un tejido que sirve de materia
prima para obtener recuentos y baremos de corpúsculos, que convenientemente aderezados con una
interpretación gaussíano-porcentual, se ha convertido en protocolo inevitable de la moderna práctica médica, aun
cuando no está del todo excluido que estos especialistas
confundan de entrada, lisa y llanamente,
la sangre con un preparado de agua con pimentón.
Al margen de estas apreciaciones vulgares de los sentidos y de la ciencia convencional, la sangre tiene
unos aspectos bastante más inquietantes en el macrocosmos humano
de los que casi todas las
tradiciones hablan (Alexandre de Dánann. Memoíre du sang. Milano 1990). Tanto la tradición bíblica, como la hindú, como la china
consideran que la sangre es el vinculo de unión del organismo corporal con el
estado sutil o alma. Esta unión con la
sangre se realiza por el lado inferior del estado sutil, es decir por el aspecto calórico (Thánhoa en la doctrina
taoísta) y no por el luminoso. La sangre está pues en relación directa con el lado inferior del estado sutil, de ahi
la posibilidad de la sangre de mantener al hombre sujeto a su aspecto
inferior. Esta posibilidad es
conocida con otro nombre como -fermento de
corrupción" y no significa otra cosa sino la presencia del mal en todo hombre, lo que desde el punto
de vista bíblico es la causa de la
herencia del pecado original:
" Nuestro pecados se imprimen en nuestra sangre y los trasmitimos a nuestros hijos como les trasmitimos las
enfermedades hereditarias, y esto es bastante ignorado hoy día-
(A. Dánann Loc. cit. pag 72).
Especificando más estas aserciones se trae a colación un texto del esoterísta y sabio alemán Eckarthausen en que describe el -status morbí" de la humanidad mediante correspondencias
entre la naturaleza variable del fermento de corrupción o gluten y los pecados
capitales (A. Dánann Loc. cit. pag 70).
No parece sensato pensar que la ciencia oficial de los hematólogos
aporte en un futuro reciente luz sobre estos temas. Ni tampoco que el millonario proyecto Genoma
aclare las leyes misteriosas de estas herencias. Lo que sin embargo parece más claro son las
prohibiciones alimentarías en torno a la sangre, frecuentemente aludidas en la
Biblia y en otros textos sagrados, y las dudosas ventajas de las transfusiones
sanguíneas, cuya prohibición basan algunos sectarios tales como los Testigos de
Jehová tanto en pasajes veterotestamentarios (Génesis 9,3-4,Levftíco 17,1011)
como neotestamentarios (Hechos 15,28~29).
Ya las sangres contaminadas usadas en transfusiones y patrocinadas y
autorizadas por las administraciones de algunos países espantan, pero incluso
también aquellos que aseguran poder conseguir sangres “sin contaminar"
para transfusiones, hacen cuando menos sonreír un poco.
El sentido unitario o, con adjetivo más a la moda del día, holístico,
del macrocosmos humano en las doctrinas tradicionales contrasta con las
infinitas piezas aisladas que maneja la ciencia convencional. Así la equivalencia de función de la sangre y
los huesos (Loc. cít pag 86 y 118) ,acerca de lo cual todo lo que la ciencia
convencional puede llegar a aclarar es que el origen de los glóbulos rojos radica
en la médula ósea, o el semen como quintaesencia particular de la sangre (Loc.
cit. pag 129) De esta forma sangre, huesos y semen forman una tríada portadora
de energía sutil vital e intercambiable entre ellas, es decir de sangre a semen
y huesos y viceversa, y cuyas potencialidades inferiores y siniestras pueden
resultar singularmente nefastas para el hombre.
Desde el punto de vista de las doctrinas tradicionales acerca de la
función de la sangre, del semen y los efectos de su intercambio, se entienden
mejor algunas textos de maestros y practicantes de doctrinas tradicionales
orientales en los que, a diferencia de la tradición judeocristiana, no se
limitan a prescribir determinadas conductas, sino que van bastante al fondo
acerca de las posibles consecuencias de ciertos comportamientos, sus conexiones
con la sangre y los encadenamientos de causas a los que pueden dar lugar. Así por ejemplo leyendo a un maestro Zen:
“Si la mujer cambia a menudo de compañero su fisíologia se ve afectada
por ello y su psiquismo también sufre la influencia. Su sangre se mancha, su karma se complica e
influencia a sus hijos, a su familia.
Las consecuencias no se sitúan solo a nivel genético, sino que afectan
también al orden social, al tiempo, al país, al orden cósmico” ( Taïsen Deshímaru.La práctica de la
concentración. Barcelona 1982).
O este otro texto en que un maestro taoista responde a un occidental
desinhibido y liberado:
“La promiscuidad puede hacer con
facilidad que disminuye tu energía sí eliges parejas débiles física o
moralmente.
Si te acuestas con degenerados,
puede perjudicarte porque, con el tiempo, podrías adquirir la vileza de tu
compañera intercambiando energía sutil, absorbes la sustancia de la otra
persona. Te conviertes en la otra
persona y asumes un nuevo bagaje kármíco.
Por esa razón las parejas ancianas se parecen tanto: han intercambiado tanta energía que están hechos de la misma sustancia vital.
Al elegir un amante estás eligiendo
tu destino, por tanto asegúrate de que amas a la mujer con quien mantienes
relaciones sexuales'. (Mantak Chia. Secretos taoistas del amor. Barcelona 1991)
Sin olvidar tampoco algunos textos bíblicos que hacen oscuras
referencias a suciedades implícita que no necesariamente hay que interpretar
como un mero adorno literario:
,"Estos son los que no se han
manchado con mujeres, pues son vírgenes,”
(Apocalipsis 14,4)
El estilo de estos textos es ciertamente
diferente de las explícitas prohibiciones de la ley mosaica, que en su versión ibérico-católica
aprendimos en la niñez en el catecismo Ripalda o en el Astete, los que ya
tenemos cierta edad y desconocíamos la equivalencia de las clases de religión
con el juego del parchís. En estos
textos budistas y taoístas aún se trasparente una motivación sapiencias de la
conducta, mientras que desgraciadamente en el mundo moderno, y aun más en
occidente, la moral ciudadana, falta de un fundamento metafísico directo
quedado progresivamente relevada a apreciaciones meramente emocionales. El
problema es que derrumbadas las emociones que mantienen los valores morales no
queda nada, y entonces surge fácilmente el hombre moderno indiferente ,
descreído y sin prejuicios, que sin duda da por supuesto que la ley mosaica, la
venerable tradición budista o las sabías recomendaciones taoístas no son más
que paparruchas hijas de la represión y de la ignorancia, indignas de la
ilustración científica, del progreso, y de las geniales recomendaciones de la
medicina moderna, que sugiere el uso de preservativo como la varita mágica que
mediante un aventurero vagabundaje sexual acaso lleve al hombre a un moderno
paraíso en el que encontrará disfrute ilimitado, sin trabas ni peligros en
medio de este valle de lágrimas. De las
hazañas morales de este tipo humano se ven cada día con más intensidad las
consecuencias.
La vieja sabiduría de la sangre y sus
equivalentes conformó muchas normas de las sociedades tradicionales, como nos
recuerda concretamente acerca de La india Alain Daníelou, francés afincado en
la india, encargado de investigaciones en la universidad de Benarés, musicólogo
y convertido al hinduismo (hermano del que fue cardenal Danielou) en su libro “
Les quatre sens de la víe” (Éditíons du Rocher 1992). Las normas de preservación de la casta
incluyen por supuesto la virginidad prematrimonial de la mujer, prueba de que
se conoce bien el fenómeno de la impregnación, que hoy día tan solo parecen
conocer en occidente unos cuantos ganaderos y campesinos y algún extraño
investigador como el autor del “Díccionario de terminología médica explicada,". Se considera además que el adulterio de la
mujer en virtud de la transmisión de la energía sutil del semen a la sangre,
con el consiguiente ensuciamiento de la sangre y sus complicaciones kármicas
hace inhábil a la mujer a partir de ese momento para preservar la casta,
pudiendo dedicarse entonces la mujer a cortesana pero no a esposa y madre capaz
de preservar la casta (loc. cít pag 63).
La manera de seleccionar los esposos para el matrimonio se hace en época
temprana y respetando las consideraciones de casta, al menos en aquellas partes
de La India donde aún se conserva la tradición (loc.cit. pag 170). Esta costumbre no muy distinta de la que imperaba
en muchos lugares de Europa hasta hace relativamente poco tiempo, pero la
mentalidad moderna no la concibe hoy día.
En el mejor de los casos tan solo puede entender el matrimonio en base a
un amor que sea pasión devoradora, efímera e inestable. Concepción que desde la pasión trágica de
Trístán e Isolda y a través de sucesivas degeneraciones que llevan al más burdo
y hedonista donjuanísmo, ha ido aproximando al caos al mundo occidental, como
muy bien ha descrito Denis de Rougemont. De tan distinta manera de concebir el
matrimonio: la tradicional y la moderna, surgen diversas formas de orden
familiar. En la tradicional la mujer
acaba siendo una esposa entregada y una madre admirables, orden que sería
inútil esperar en un orden moderno en el que la mujer pletórica de experiencias
previas, tendrá secreta nostalgia de sus aventuras pasadas (loc. cit pag 171).
Ciertamente no son ni la virginidad prematrimonial ni la fidelidad, ni
posiblemente el amor valores que gocen de mucha simpatía en los jóvenes e
incluso en los no tan jóvenes de hoy día, que consideran tales conductas más
bien propias de la época de las diligencias.
No es demasiado difícil hoy día encontrar jovencitas de buena familia
cuyo capital de experiencias sexuales sea digno de la más desvergonzada
mesalina. Pero lo que llama más la
atención aún es que tampoco escasean los jóvenes de amplío criterio, que
exentos de cualquier tipo de honor calderoniano, son capaces de llevar al altar
o al juzgado a semejantes vestales.
Naturalmente que los desencantos, las protuberancias frontales óseas,
las tolerancias sin dignidad, las marimorenas y trifulcas, el divorcio y vuelta
a empezar son la canción cotidiana, a menos que se cruce de acera para hozar en
otros pastos.
En realidad tal estado de cosas corresponde a la edad de hierro o edad
oscura (Kali-yuga) cuyas características están previstas y descritas en textos
como el Vishnu-Purana (H. H. Wílson Lib.
IV Cap 24 y líb. VI cap 1,
Londres 1868):
“La casta dominante será la de los
siervos.
La
salud(interior) y la ley disminuirán de día en día hasta que el mundo esté
enteramente pervertido. La tierra no
será apreciada más que por sus tesoros minerales
Solo los bienes confirmarán el
rango. El único móvíl de la devoción
será la salud, el único vínculo entre los sexos el placer, la única vía de
éxito en las competiciones la falsedad.
Engañados por los impíos los
hombres se preguntarán ¿ Qué autoridad tienen los textos tradicionales? ¿ Qué
son los dioses? ¿ Que es la superhumanidad espiritual?. Los que distribuyan más dinero dominarán a
los hombres.
Durante esta edad, los matrimonios
dejarán de ser un ríto y las normas que vinculan un discípulo a un maestro
espiritual no tendrán fuerza.
Las mujeres no obedecerán a sus
maridos, ni a sus padres, serán egoístas, abyectas, desquiciadas, mentirosas y
se entregarán a una vida disoluta. Se
convertirán en un simple objeto de satisfacción sexual.”
Evidentemente las escrituras orientales son tan misóginas como las bíblicas,
pero mucho más explícitas. Acaso los anteriores tengan semejanza con textos
bíblicos referentes a la situación de los últimos tiempos, aunque con un estilo
semítico mucho más alambicado, tales como:
“Y los restantes hombres, los que
no murieron con estas plagas, no se convirtieron ni abandonaron las obras de
sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro y de plata
y de bronce y de piedra y de madera,- que no pueden ver ni oír ni andar, ni se
convirtieron dejando sus crímenes, sus hechizos y sus robos”. (Apocalipsis
9,20-21)
“... y los que habitan la tierra
se embriagaron con el vino de la fornicación”(
Apocalipsis 17,2).
“porque han bebido todas las razas
del vino de ira de su prostitución”
(Apocalipsis 18,3)
En realidad, las escrituras tradicionales nos confirman plenamente que
vivimos inmersos en el Kalí-yuga, podemos ya diagnosticar los pródromos de un
episodio que será bastante más severo, y que consistirá tal vez en una crisis
ecuestre (Apocalipsis 6,1-17). Acaso
algunos de los que viven hoy vean parte del espectáculo.
En la sangre no solo queda plasmada la conducta individual y familiar,
sino que también quedan plasmados los caracteres de raza y de casta y sus
inevitables degeneraciones con el transcurso del tiempo. En este orden de cosas Bruno Bruneau-Píaud
describe interesantes correspondencias para los grupos sanguíneos en su artículo
“Métaphysique de la sang" (Totalité, Puisseaux 1985). Para empezar, plantea una curiosa
observación, los componentes del ADN son 64, los mismos que el Yi King chino,
tal vez nos aclaren los científicos algún día esta misteriosa correspondencia.
Los grupos sanguíneos considerados son los básicos A, O y B, y su
correspondencia con las tendencias psicológicas se basa en un estudio realizado
en Francia a nivel de comportamiento ordinario, de acuerdo con sus resultados
las correspondencias son:
Sangre A. Armónico
Sangre O. Melódico
Sangre B. Ritmíco.
Los trazos psicológicos que corresponden a esas tendencias son los
tipos humanos: intelectual, emotivo y pasional que a su vez corresponden el
ternario sufí: ma'rifah (conocímiento),mahabbah (amor) y makhafah (temor) (
'loc. cit. pag 32) y a las tres gunas de la doctrina vedántica hindú: sattva,
rajas, tamas (loc. cit. pag 32) que posteriormente se pueden hacer corresponder
a las tres castas ksatría, vaisya y sudra (guerreros, comerciantes y
artesanos). Es curioso también como las
incompatibilidades de los grupos sanguíneos corresponden con las
incompatibilidades de las castas (loc. cit. pag 48)
Desde el punto de vista racial la cuestión presenta más dificultades,
puesto que cada raza contiene castas, aunque la preponderancia de cada casta es
distinta según las razas. En base a
datos tradicionales, que en ocasiones también coinciden con datos geológicos
paleontológicos, en la dispersión de la humanidad hiperbóreo de la edad de oro
los clanes con dominancia en A se dirigieron al oeste, los O hacía el este y
los B hacia el sur (loc. cit. pag 44) ,de hecho el grupo A domina en Occidente
en las razas nórdica y alpina, en el este con relación a Asía, es decir en
América, el grupo O predomina netamente en la raza Amerindia. El sur de Asía, La India es el polo de la
sangre B, especialmente la raza dravidiana en La india del Sur, que parece que
es el residuo de una civilización (lemur) del anterior Manvatara. Las lenguas
anteriores a las invasiones arias del Mediterráneo, etrusco, vascuence,
georgiano parece que derivan de esta civilización dravídica del Sur(loc. cit.
nota 21, pag 62). Reciente
investigaciones del historiador Jorge Alonso Garcia acerca de la antigua lengua
ibérica y etrusca permiten afianzar estas correspondencias (reseñas en El Mundo
28-1-96,5-5-96,20-10-96 y 16-3-97).
Los siniestros acontecimientos de la historia europea del siglo XX,
hacen mirar con prevención cualquier tema en que se mencione la palabra
raza. A este respecto no deja de ser
irónico las presunciones del ilustre “hematólogo”, el señor Arzallus, cuando
reclama con no disimulado orgullo los títulos distintivos de la sangre
euskéríca, que asombrosamente no es sino una predominancía del grupo B, que
corresponde a la más baja de las castas, los sudras o siervos; a una raza que
en buena parte es una supervivencia degenerada de un Manvantara anterior
(lemures); a un guna o tendencia inferior y disolvente, el tamas; a un tipo
humano espiritualmente ínfimo, el pasional y a una tendencia psicológica sin
flexibilidad y propensa a la violencia, el rítmico. Tal vez esto ayude a explicar cosas como la
preocupación que manifestaba ya el gran novelista Don Benito Perez Galdós
(canario de origen vasco) en el siglo pasado en sus Episodios Nacionales, por
la violencia crónica del Pais Vasco (dos guerras civiles carlistas en el siglo
XIX), y el fenómeno más reciente del terrorismo y de la ETA, con sutiles
connivencias y simpatías en los medios más nacionalistas. A este respecto no está fuera de lugar
recordar la influencia del viejo carlismo en el moderno nacionalismo.
Ciertamente las antiguas sociedades tradicionales cuidaban el
mantenimiento de los caracteres de casta y de raza por motivos espirituales,
pues no todas las castas tienen las mismas condiciones psicológicas ni las
mismas virtudes hereditarias para la realización espiritual, fenómenos que no
alcanzan a desentrañar las modernas teorías genéticas. Ese racismo espiritual, por llamarlo de
alguna manera, no tiene nada que ver con el racismo biológico y materialista
del mundo moderno, tal como el nazi y el del señor Arzallus (cabellos rubios de
querubín, ojos azules como la mar serena, nariz sabiniano-arcaica, grupo B o
sabañón en el sobaco izquierdo). Es
evidente que en un mundo sin
castas , es decir en un mundo de parías, y en un mundo dentro de poco absolutamente mestizo y sin razas, es decir un mundo caótico sin cualidades ni
jerarquías espirituales (Sacerdotes sin fe, soldados sin valor, intelectuales
sin responsabilidad, comerciantes sin honradez, artesanos sin amor a su obra,
vínculos familiares disueltos ect.) , cualquier apelación al mito de la sangre
no es más que un aquelarre siniestro que atrae fatalmente a las potencias
infernales o tamásícas con la que está en contacto el fermento de corrupción de
la sangre humana. Basta recordar “la
sang ímpur quí abreuve les sillons” de los revolucionarios franceses del tercer
estado y su festival de sangre y terror, “la sangre sublime de obreros y
campesinos” marxistas con sus secuelas millonarias de crímenes a cargo de los
virtuosos Pol Pot, el padrecíto Stalin y Mao el gran timonel, o
la sangre pura de los nazis con su corolario de Zyclon B,
Auswitz, Mathausen y Treblínka. Todo
eso sin olvidar mencionar “la sangre de cristiano viejo,"
mucho más cercana a nuestra cultura
que tantos potros, descoyuntamiento
de miembros, mazmorras y hogueras
costó a los que no eran tan cristianos viejos, aunque ciertamente en este caso, ¡los
pobres españoles siempre tan atrasados!,
la pureza sanguínea aun no estaba ligada a apolíneos cabellos rubios
ni a narices eusquérico-ancestrales.
Eran los últimos estertores de un racismo espiritual degenerado y lamentable, aún no habían llegado los tiempos
del racismo moderno que superaron ampliamente
los excesos del pasado, produciendo
además océanos de sangre.
Verdaderamente tan solo el hablar
de la pupa, produce mareos.