— El problema de la creciente inflación económica sería soluble, si la mentalidad moderna no opusiera una resistencia invencible a cualquier intento de restringir la codicia humana.
— Donde no sea
consuetudinario, el derecho se convierte fácilmente en simple arma política.
— ¿Por qué no imaginar
posible, después de varios siglos de hegemonía soviética, la conversión de un
nuevo Constantino?
— El pueblo que se
despierta, primero grita, luego se emborracha, roba, asesina, y después se
vuelve de nuevo a dormir.
— Si ignoramos el arte de
una época, su historia es un relato incoloro.
— Los acontecimientos
históricos dejan de ser interesantes a medida que sus participantes se
acostumbran a juzgar todo con categorías puramente laicas.
Sin la intervención de
dioses todo se vuelve aburrido.
— El moderno llama “cambio”
caminar más rápidamente por el mismo camino en la misma dirección.
El mundo, en los últimos
trescientos años, no ha cambiado sino en ese sentido.
La simple propuesta de un
verdadero cambio escandaliza y aterra al moderno.
— Son menos irritantes los
que se empeñan en estar a la moda de hoy que los que se afanan cuando no se
sienten a la moda de mañana.
La burguesía es
estéticamente más tolerable que la vanguardia.
— El clero moderno cree
poder acercar mejor el hombre a Cristo, insistiendo sobre la humanidad de
Jesús.
Olvidando así que no
confiamos en Cristo porque es hombre, sino porque es Dios.
— Comparadas a la
estructura sofisticada de todo hecho histórico, las generalizaciones del
marxismo son de una ingenuidad enternecedora.
— Una
burocracia le resulta al pueblo siempre finalmente más costosa que una clase
alta.
— Hay que cuidarse de
quienes se dice que “tienen mucho mérito”. Siempre tienen algún pasado que
vengar.
— El mundo moderno resultó
de la confluencia de tres series causales independientes: la expansión
demográfica, la propaganda democrática, la revolución industrial.
— Nada indigna tanto al
incrédulo como las apologías del cristianismo basadas sobre el escepticismo
intelectual y la experiencia interna.
— Se requiere ingenuidad
ilimitada para poder creer que el mejoramiento de un estado social cualquiera
pueda ser otro que lento, paulatino, e involuntario.
— Que la renuncia al “para que” en las ciencias haya sido
fecunda es indiscutible, pero es una confesión de derrota.
— Sociedad noble es aquella
donde obediencia y mando son comportamientos éticos, y no meras necesidades
prácticas.
— Si no se cree en Dios, lo
único honesto es el Utilitarismo vulgar.
Lo demás es retórica.
— Superficial, como la
explicación sociológica de cualquier conducta.
— Nadie más insoportable
que el que no sospecha, de cuando en cuando, que pueda no tener razón.
— El tan decantado “dominio
del hombre sobre la naturaleza” resultó ser meramente una inmensa capacidad
homicida.
— Desde Wundt, uno de los
lugares clásicos de “desempleo disfrazado” es el laboratorio de psicología
experimental.
— La historia sí es
historia de la libertad, pero no de una esencia “Libertad”, sino de los actos
humanos libres y de sus imprevisibles consecuencias.
— El error del cristiano
progresista está en creer que la polémica perenne del cristianismo contra los
ricos es una defensa implícita de los programas socialistas.
— La moda, aun más que la
técnica, es causa de la uniformidad del mundo moderno.
— En el estado moderno ya
no existen sino dos partidos: ciudadanos y burocracia.
— La
sociedad hasta ayer tenía notables; hoy sólo tiene notorios.
— La
urbe moderna no es una ciudad, es una enfermedad.
— Donde el cristianismo
desaparece, codicia, envidia y lujuria inventan mil ideologías para
justificarse.
— La Iglesia contemporánea
practica preferencialmente un catolicismo electoral.
Prefiere
el entusiasmo de las grandes muchedumbres a las conversiones individuales
— Nadie en política puede
prever las consecuencias ni de lo que destruye, ni de lo que construye.
— No pudiendo ser definidos
unívocamente, ni demostrados de manera irrefutable, los llamados “derechos
humanos” sirven de pretexto al individuo que se insubordina contra una
legislación positiva.
El individuo no tiene más
derechos que la prestación que pueda desprenderse de un deber ajeno.
— No es meramente que la
basura humana se acumula en las ciudades, es que las ciudades vuelven basura lo
que en ellas se acumula.
— El elector ni siquiera
vota por lo que quiere, tan sólo vota por lo que cree querer.
— En su afán pueril y vano
de seducir al pueblo, el clero moderno concede a los programas socialistas la
función de esquemas realizadores de las Bienaventuranzas.
El truco consiste en
reducir a una estructura colectiva y externa al individuo, un comportamiento
ético que si no es individual e interno no es nada.
El clero moderno predica,
en otros términos, que hay una reforma social capaz de borrar las consecuencias
del pecado.
De lo que se
puede deducir la inutilidad de la redención por Cristo.
— Los
Evangelios y el Manifiesto comunista palidecen; el futuro del mundo está en
poder de la coca-cola y la pornografía.
— Lo importante no es que
el hombre crea en la existencia de Dios, lo importante es que Dios exista.
— La envidia suele ser el
verdadero resorte de las indignaciones morales.
— El rival de Dios no es
nunca la creatura concreta que amamos. Lo que termina en apostasía es la veneración
del hombre, el culto de la humanidad.
— Ocuparse intensamente de
la condición del prójimo le permite al cristiano disimularse sus dudas sobre la
divinidad de Cristo y la existencia de Dios.
La caridad puede
ser la forma más sutil de la apostasía.
— Escribir es la única
manera de distanciarse del siglo en el que le cupo a uno nacer.
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