martes, 27 de diciembre de 2016

Del concepto de creación ((Abbé Henri Stéphane 1907-1985)


TRATADO X. 1   Del concepto de creación

(Abbé Henri Stéphane 1907-1985, Introducción al esoterismo cristiano, Capítulo X Cosmología)



La dificultad que presenta esta cuestión se debe evidentemente a la enfermedad de nuestro espíritu y, como siempre, a la imperfección del lenguaje que es la expresión de nuestro pensamiento. Hay sin embargo aquí un obstáculo especial, una ilusión
sui generis, que vamos a intentar precisar. Es relativamente fácil, para un hombre normal y sano de espíritu, concebir a Dios como, por ejemplo, el Esse per se subsistens 1, eI Acto Puro, eI Infinito, el Incondicionado, etc. Además el hombre toma conciencia, de una manera inmediata, de su existencia y de la del mundo que lo rodea. La dificultad mayor es entonces la de la relación entre el universo y Dios, es decir precisamente al “problema” de la creación. En efecto estos dos “problemas”, el de Dios y el de la creación, son conexos. Si se hace de Dios una idea falsa o insuficiente, se estará tentado de deificar el universo y de acabar así en una u otra forma  de panteísmo, y el concepto de creación no tendrá obviamente ningún lugar en tal sistema. Pero  puede suceder que se tenga de Dios una idea exacta, pero por así decir “ineficaz”, y que se esté así  en una suerte de impotencia para concebir la relación del universo con Dios: no se ve la relación de lo finito - o de lo indefinido - y de lo Infinito, del tiempo y de la eternidad, de lo contingente y de lo necesario; parece que el espíritu humano falto entonces de una dimensión conceptual, de una
1. El Ser  subsistente por si

“ cualidad contemplativa “que le permite pasar del plano horizontal, donde se despliega el universo, a la “vertical” donde se sitúa realmente la Causa del Mundo. Esta incapacidad es casi congénita en los todo “cientifistas”, positivistas o humanistas y  finalmente materialistas del mundo moderno. Armados de los procedimientos de investigación de la ciencia, el telescopio y el microscopio electrónico, buscan, consciente o no, la causa del mundo en el mundo, a menos que, reducidos al estado de “sabios“, o de “ coleccionistas “, no se contenten con buscar el ”como“  de los fenómenos o de clasificarlos en un fichero de biblioteca. El agnóstico del mundo moderno es un impotente condenado a poner etiquetas sobre los hechos, o a tejer sobre los datos de sus observaciones una red de ecuaciones diferenciales que no explicarán nunca nada, pero que permitirán eventualmente de construir frigoríficos o aviones a reacción.

No habría razones para hacer hincapié aún más en el caso de estos impotentes, que no son en el fondo más “gamberros” de una clase especial,  y se podría abandonarlos a sus juegos de niños si no existiera entre ellos una serie de “filósofos“ que quieren erigir sus hipótesis o sus teorías científicas en sistemas pretendidamente metafísicos y susceptibles de proporcionar una “ explicación “del mundo. La inanidad de su empresa aparece inmediatamente en cuanto se percibe que sus trabajos y sus descubrimientos se sitúan solamente sobre eI “plano horizontal“ del mundo material, no permitiéndoles de ninguna manera de alcanzar la “dimensión vertical” del Cosmos que conecta a éste con su Causa ontológica. Después de estar así dispersados en un análisis indefinido de los hechos, experimentan a pesar de todo una cierta nostalgia del “metacosmos”, e intentan con la ayuda de hipótesis puramente imaginativas o de teorías mentales físico-matemáticas, de rehacer una síntesis a partir de hechos dispersos que tienen bajo sus ojos y entre los cuales han conseguido penosamente establecer “leyes” que no son más que generalizaciones estadísticas. Un simple ejemplo permitirá comprender  lo que es en realidad una ley física: cada vez que una corriente eléctrica pasa por un conductor, se produce
una determinada liberación de calor. Una fórmula matemática establece una relación entre medidas convencionales de magnitudes tales como la intensidad expresada en amperios y la cantidad calor expresada en calorías; se constata que esta ley se verifica siempre, y se admite que lo será siempre todavía, de donde su carácter esencialmente “estadístico”. El sabio puro se contenta con constatar la invariancia de este relación leyendo su termómetro  y su amperímetro, pero el científico “filosofo“ tiende a confundir esta ley con una
relación causal; confunde entonces el plano horizontal del mundo sensible con la vertical del “mundo inteligible “, y sin dudar, evidentemente, diviniza el cosmos; profesa un panteísmo materialista puro y simple.

Es de una tal mentalidad simplista e ingenua de donde han nacido todas las tentativas de  explicación del mundo que pululan en la filosofía moderna, las pseudo-síntesis  así elaboradas
no son en definitiva más que un producto de la imaginación humana; a poco que se mezclen   consideraciones morales o sentimentales y una preocupación de propaganda o vulgarización, se consiguen sistemas lo más distantes posible de la metafísica  verdadera, del género del “marxismo” por ejemplo. Todo eso no es en realidad más que romanticismo, ya que la piedra angular de todos estos edificios  pseudo-metafísicos parece ser la idea de
progreso, igualmente designado bajo el nombre de evolución; por eso nos parece indispensable hacer hincapié un poco en este punto.

Si es verdad, como afirman ciertos teólogos
2 , que la “hipótesis evolucionista no tiene nada que ver con la idea de creación y que ella no compromete  de ninguna manera la tesis tradicional, no es menos verdad que constituye de hecho, si no de derecho, un caballo  de batalla temible. Su carácter seductor es capaz de minar irremediablemente las creencias tan inseguras de nuestros contemporáneos, en los cuales la debilidad mental  y física y la indigencia intelectual son impotentes para resistir eficazmente la  acción corrosiva de similar  invención. Esta  tiende pura y simplemente, como lo reconoce por otra parte el P. Sertillanges, a eliminar la necesidad de creador, por lo tanto en definitiva  a  Dios.

Podemos ahora precisar lo que  hemos llamado a principio de este artículo la ilusión
sui generis acerca de la creación:
2.  A. Sertillanges La Creación, p. 251.

consiste esencialmente en imaginarse que se ha explicado “el origen del mundo“ cuando se establece entre las cosas de aquí abajo relaciones temporales o un encadenamiento pseudo-causal, remontando, sin salir del plano horizontal, hasta una “monada “ o un “átomo” primitivo cualquiera, cualquiera que sea por otra parte la manera en que se lo imagine. La consecuencia desastrosa de esta fantasmagoría es, al menos para un gran número de “intelectualmente débiles“, la eliminación pura y simple del Creador. Se debe tener en cuenta a este respecto la conexión entre el concepto de creación, entendido correctamente, y las “pruebas
la existencia de Dios” tal como son desarrolladas por la filosofía escolástico. Los dos argumentos se implican mutuamente: la prueba de Dios por la contingencia creado del implica
la dependencia vertical y actual, extratemporal e incondicionada del cosmos frente a su Causa ontológica, a falta de la cual se llega a lo sumo a una concepción “demiurgica“
de la formación de las cosas y de la propio Divinidad. Es preciso concebir a la vez  concebir la Causa primera como absolutamente transcendente a sus efectos, y éstos en dependencia
total y actual respecto a aquélla; de allí resultan la importancia y la necesidad de una concepción exacta de la creación so pena de falsear igualmente la del Creador, así como la obligación de mostrar la inanidad y la nocividad de productos de reemplazo tales como el evolucionismo.


A decir verdad, la vanidad de una hipótesis científica o de una teoría matemática como tentativa de explicación del mundo aparece con una claridad evidente para los que han comprendido  el concepto de creación como nosotros venimos de  exponer en algunas palabras, aunque la refutación del evolucionismo debería consistir en exponer pura y simplemente la tesis tradicional. Desgraciadamente, en el siglo de la televisión, del deporte y del automóvil, ¿Quién es capaz de comprender la “relación causal“? Para los “gamberros” de todas las clases, el progreso técnico, debido a los descubrimientos de la ciencia y a sus aplicaciones, no tiene evidentemente nada que ver con una  concepción metafísica del mundo
incapaz de suministrar la menor realización técnica. Estamos finalmente frente a dos actitudes o de dos mentalidades aparentemente
incompatibles: la del materialista “ gamberro“ para quien este bajo mundo es el único real, siendo la metafísica  algo  abstracto, irreal y privado de todo
interés; la del espiritual “contemplativo “para quien, al contrario, el mundo es irreal y Dios lo único Real al cual está suspendido el mundo  en su totalidad.


En frente de la carencia intelectual – o de  la impotencia contemplativa- de nuestros contemporáneos, ciertos apologistas, ellos mismos o menos alcanzados de la misma ceguera, renuncian a exponer una tesis tradicional que no interesa nadie y que ellos mismos consideran
como “superada” o “caduca”, y se contentan generalmente “en discutir” las teorías científicas o evolucionistas, colocándose sobre el mismo terreno que ellas.  Así, se cree útil mostrar  por ejemplo que el evolucionismo no tiene ya la forma simplista del “transformismo” primitivo; otros piensan encontrar en los hechos la hipótesis de una “evolución regresiva “que puede a lo sumo atenuar el prestigio la teoría opuesta. Los “tradicionalistas” oficiales se contentan generalmente con oponer al evolucionismo la teoría “creacionista” que aparece en el relato del Génesis, pero
presentándola  sobre el mismo plano que una hipótesis científica como las otras, lo que le retira su verdadero significado que es de orden metafísico; querer que el relato bíblico sea alguna cosa “histórica”, es pura y simplemente hacer una concesión al “positivismo cientifista “, y finalmente es adoptar la misma mentalidad.


En realidad, el significado del relato bíblico es esencialmente metafísico, y de forma secundaria cosmológica: enfocar las diferentes especies como creadas por Dios las unas
después la las
otros, como una “sucesión temporal”, no tiene ningún interés; pero lo que es necesario ver más allá de este relato en su significado profunda, es la dependencia
total y actual de cada especie
frente a su Causa ontológica, así como la relación causal de lo creado respecto a lo Increado, tal como la enfocamos más arriba. Por el contrario, si se hace
depender una especie de una especie inferior, según la teoría evolucionista, se arriesga a no ver ya la dependencia total y actual de los seres, definidos precisamente por su pertenencia a tal o cual especie, frente a su Creador.


En otras palabras, lo que importa desde el punto de vista
teológico no es el juego de las “causas segundas “; no es incluso la cosmología tradicional y aún menos, o más bien en absoluto, las hipótesis científicas que no son básicamente más que fantasmagorías imaginarias que Satán utiliza a buena cuenta para desasosiego de los espíritus: lo que cuenta, es, una vez más, la relación causal concebida como dependencia total y actual y por decirlo así, directa de lo creado del frente a lo Increado, este dependencia directa que no excluye el juego de las “causas segundas”, sino que las pone en su lugar que es “ilusorio“ con relación a la “Causa Primera. En el  orden de la “salvación“ o de la “realización espiritual “, no tengo que creer en la  evolución, sino debo creer en Dios, el Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y la Tierra. Tal proposición sobrepasa infinitamente en su contenido afirmativo todas las cosmologías del mundo, y reduce a nada todas las pseudo-síntesis científicas y filosóficas.

Se podrá sin duda  lamentar la ausencia de una cosmología tradicional, que provoca así una suerte de divorcio entre la teología y al ciencia; es en efecto lo que se produjo al final de la Edad Media, ya que los ensayos de síntesis del género de la Suma teológica no fueron finalmente más que el “canto del cisne” del pensamiento medieval, y no pudieron sobrevivir al huracán de subversión moderna. Ciertos  “apologistas” contemporáneos conscientes de las fechorías de este divorcio, pero engañándose gravemente sobre las posibilidades de una “conciliación”, han intentado pseudo-síntesis dónde el crédito aportado a las teorías evolucionistas de todo pelaje arriesgan pura y simplemente provocar el hundimiento de las verdades esenciales de la teología en beneficio de un lío pseudo-intelectual y sentimental al uso de “progresistas” y “modernistas”, sin ningún provecho verdadero para el mantenimiento de la verdad en el seno de un mundo en plena descomposición. En la coyuntura actual, nos parece preferible dejar a la ciencia evolucionar sobre su propio plano, con la condición expresa de que se mantenga dentro de los estrechos límites de una “puesta en ecuación” del mundo material que permite las aplicaciones técnicas indispensables para la vida corporal de tres mil millones de insectos humanos, y que los científicos renuncien a toda pretensión filosófica. Es entonces esencial de mantener contra este maremoto la presa inmutable de una teología y de una  metafísica al abrigo de todo compromiso, intentando recordar a la inteligencia, como venimos de hacerlo a propósito del concepto de creación, las bases esenciales para el mantenimiento de la verdad en su pureza inalienable e intransigente

lunes, 26 de diciembre de 2016

Aspectos del Budismo Tibetano




 (Histoire des religions 3. Encyclopédie de la Pléiade)

III Las religiones del Tíbet. Anne Marie Blondeau

Extracto

Fue en Bsaniyas donde el rey publicó el edicto del que se ha podido decir que fue la carta fundacional del budismo tibetano: ordenaba en él que sus súbditos, sus descendientes y los descendientes de sus descendientes se comprometieran por juramento a no abandonar el culto de las tres Joyas. Fue también durante el reinado de Khri-sron lde-bcan cuando al parecer los primeros monjes tibetanos fueron ordenados por el mismo Santiraksita, vuelto al Tibet. Una predicción de éste, hecha antes de, morir, anunciaba un conflicto entre dos formas de budismo: la predicada por él y por los hindúes, la vía gradual que hacía hincapié en la necesidad de las obras virtuosas  la lenta maduración de los actos, existencia tras existencia, antes de lograr la iluminación; y la predicada por los chinos, que sostenía que la actividad fisica y mental era el obstáculo que impedía a cada hombre reconocer en sí mismo la naturaleza de buddha, por lo que, cuando toda actividad cesara, se produciría al mismo tiempo la uminación, es el Ch’an chino (más conocido en Occidente bajo su nombre japonés de Zen). El conflicto estalló en los últimos años del reinado de Khri-sroñ lde-bcan, y éste, para poner fin a la polémica y decidir de una vez por todas la ortodoxia a seguir, reunió al parecer a los adversarios, en su presencia, en el monasterio de Bsam—yas. Los debates duraron dos años (792-94), al término de los cuales el rey se decidió por el partido indio, representado por Kamalašila, discípulo de Šantiraksita.



La controversia entre las dos escuelas existió realmente (poseemos el dossier chino y los textos redactados por Kamalašila para exponer su doctrina) , pero probablemente no revistió la solemnidad que le atribuyen los textos posteriores y probablemente se prolongó durante un lapso de tiempo mayor. No cabe duda de que Kamalašila ni siquiera llegó a discutir sus puntos de vista con el máximo dirigente del budismo chino en el Tíbet, el monje conocido con el nombre de Mahayãna. Y no hay duda tampoco de que el dossier chino está en lo cierto cuando afirma que el rey zanjó la cuestión en favor del partido chino. Al menos en un primer momento, pues es innegable que la forma de budismo que posteriormente prevaleció fue el budismo indio. Pero esta última elección obedeció más a motivos de índole política que religiosa.



*

 En los manuscritos encontrados en Tuenhuang se distinguen dos tipos de textos. Los primeros estaban destinados a los monjes: traducciones del Vinaya (regias disciplinarias), de Sutra mahayánicos y en particular del sutra de la perfección de la sabiduría (Prajñãpãramita), versificado en cien mil estancias; rituales diversos, particularmente de confesión, y numerosas dhãraini (fórmulas mágicas). Es de destacar el pequeño porcentaje de textos tántricos. Los textos «revelados» posteriormente insisten en la desconfianza que hacia el tantrismo sentían el rey Khrisroñ lde-bcan y su corte; al parecer llegó a expulsar de Ias fronteras de su reino a varios monjes tibetanos que hablan traído de la India doctrinas y prácticas tántricas. Semejantes alegatos parecen encontrar confirmación en los manuscritos de Tuenhuang. No obstante, el tantrismo se difundió ampliamente desde la época antigua, como lo demuestra el hecho de que Atiša fuera invitado al Tíbet para luchar contra sus prácticas desviadas (1042); por otro lado, Khri—sroñ lde-bcan establece claramente en sus edictos el estatuto de los monjes y el de los tantristas. Se encuentra, en cambio, entre estos manuscritos un cierto número de textos doctrinales del Ch’an.



*

En el siglo XI, las distinciones de escuelas son aún prematuras; sólo adquirirán sentido a partir del siglo XIII. Pero la época que se extiende entre los siglos XI y XIII será la que vea surgir a la mayor parte de los que pasarán a convertirse en maestros reconocidos de estas escuelas, así como los monasterios en torno a los cuales se organizarán. Fue una época de extraordinario esplendor espiritual. Reanudando antiguos lazos, los tibetanos partían hacia la India, Nepal y Cachemira a buscar enseñanzas, o más bien a encontrar al maestro que les había sido predestinado. Estos maestros eran en su mayor parte sidda, cuyas doctrinas, seguramente Ias más florecientes del momento, se asemejaban en bastantes puntos a las de Ch’an: al igual que éste, enseñaban que el Absoluto sólo puede ser alcanzado mediante el conocimiento intuitivo en el momento en que cesa todo pensamiento discursivo. Hacían hincapié, en cuanto a su verdad absoluta, en la identidad entre nirvana y samsara, que sólo en el plano de la verdad relativa parecen oponerse. Propugnaban asimismo la utilización de las pasiones mediante su sublimación, oponiéndose así a las escuelas mahayánicas, uno de cuyos primeros fines era conseguir la extinción de las pasiones. A causa de esto, a los ojos de los no iniciados los siddha observaban una conducta extraña: no se abstenían de comer carne ni de beber alcohol y mantenían relaciones con mujeres. Con sus discípulos usaban un lenguaje rudo, y llegaban hasta la sevicia, con el fin de provocar en ellos el choque psicológico saludable que les permitiera captar la Verdad. En realidad, lo que distinguía sobre todo a la escuela de los

siddha del Ch’an eran los medios utilizados para alcanzar el conocimiento intuitivo: los primeros utilizaban las técnicas psicofisiológicas del yoga, asa como ritos de visualización e identificación con la divinidad llamados siddhi, «realización» (en tibetano: dnos-grub), de donde tomaban su nombre.



*

Si el fin último es único, las vías para alcanzarlo son múltiples y contradictorias en apariencia. Para superar estas contradicciones, los tibetanos adoptaron la clasificación india de los tres vehículos, expuesta en el Tíbet por Atisa en su Bodhipathapradipa, clasificacion que pretende justificar la existencia de estos tres vehículos: el Buddha reveló el Pequeño Vehículo (Hina yana) para los hombres de entendimiento y capacidad moral medios; el Gran Vehículo (Mahãyãna) es la vía ordinaria para los seres de entendimiento y capacidad moral superiores, y el Vehículo de los Tantra (Tantrayana o Vajrayana) es la vía extraordinaria para los seres de entendimiento y capacidad moral aún superiores. Mediante esta clasificación se mantiene, para los laicos en particular y también para los religiosos como estadio preparatorio, la utilidad y necesidad de la vía gradual, la de la acumulación de méritos y purificación progresiva a lo largo de los renacimientos, al mismo tiempo que se justifica la vía rápida, la de la intuición inmediata del Absoluto, realzada a través de las prácticas y las meditaciones tántricas. Mientras que el Hinayãna supone la vía estrecha de la salvación para sí mismo pratyekãbuddha), el Mahãyãna presenta a la vez una doctrina de la salvación para todos mediante el desarrollo del pensamiento del Despertar (bodhicitta) puesta en obra en la vida del bodhisattva, movido a compasión por los demás seres, y una reflexión filosófica sobre la naturaleza de las cosas (la vacuidad), tal como aparece en las enseñanzas de la Prajñãpãramta  tal como fue formulada por Nagarjuna. Estos dos vehículos tienen en común el proponer un camino lento hacia la Liberación, alcanzada al cabo de innumerables renacimientos gracias a Ia doble acumulación: de méritos (bsod-nam kyl chogs) y de sabiduría (ye-ses kyi chogs). El Vehículo de los tantra, por su parte, si bien acepta las premisas filosóficas dei Mahãyãna, ofrece una vía rápida que es la de la experiencia mística. Mediante esta experiencia se realiza en uno mismo la unión del «medio» (upaya, thabs), principio activo identificado con la compasión (sñin-rje), masculino, simbolizado bajo la forma de los dioses, y el conocimiento (prajna, ses-rab),principio pasivo, femenino, identificado con la vacuidad y representado como paredro de las divinidades. De su unión nace el Absoluto.



Por su misma naturaleza, la experiencia mística es incomunicable a nivel del conocimiento discursivo: es necesario un maestro que inicie al discípulo y lo guíe tanto en su meditaci6n como en el bloque de las liturgias y símbolos que es preciso descifrar, Ya hemos señalado el papel eminente atribuido al lama (guru), eslabón de una cadena oral ininterrumpida desde la primera revelación de la tradición (brgyud) de la que es depositario. Para que esta tradición sea eficiente, el discípulo debe recibir expresamente del maestro la instrucción textual (lun, upadesa), que a menudo se reduce a la lectura en alta voz por el lama del texto en que el discípulo es iniciado; debe también recibir las iniciaciones sucesivas propias del texto (dban) que le confieren su eficacia (dban también es «poder»). Estas iniciaciones son representadas como consagraciones (dbañ-bskur), cuyo número varía según los textos. En ausencia del lun y el dban conferidos por el lama autorizado, la lectura del texto no aporta sino una comprensión intelectual, fuente de errores. De este modo se han extinguido algunas tradiciones por falta de transmisión, a pesar de que los textos se conservan. A veces, no obstante, la tradición puede ser reanudada o una nueva tradición inaugurada por transmisión directa de una divinidad o de un maestro muerto al pensamiento del discípulo o mediante una visión.



Los lazos que unen al maestro y al discípulo son indisolubles; son considerados como los de un padre y un hijo. En el curso de sus anteriores existencias ha habido lazos que los han unido, que los predestinan a encontrarse en esta vida. No es raro que una visión revele al discípulo la identidad del maestro a quien debe unirse, o al maestro la llegada de su hijo espiritual (thugs-sras).



*



Reconocer la superioridad de lo místico sobre lo intelectual era admitir la multiplicidad de las experiencias individuales; esto necesariamente debía conducir a una multiplicación de los textos y de las representaciones figuradas, expresión de las visiones particulares. Por otro lado, como ya hemos dicho, el lama elige el tipo de tantra que conviene al discípulo, según sus aptitudes y su naturaleza. (La gran innovación del tantrismo con relación al Mahãyãna es en efecto la utilización de las tendencias pasionales: cólera, orgullo, lujuria, etc., mediante su sublimación; es el hombre en su totalidad el que alcanza el plano del Absoluto.) Se imponía pues una clasificación de los tantra. Dicha clasificación había sido ya establecida en la India, y los tibetanos se dedicaron posteriormente a clarificarla y definir los criterios según los cuales los tantra debían situarse en tal o cual categoría. Los criterios aplicados fueron tanto externos, por ejemplo, el lugar donde el tantra había sido predicado por primera vez, el auditorio al que había sido dirigido, etc., como internos, referentes a la naturaleza de la experiencia propuesta. Se llegó así a una clasificación que en su forma más corriente dividía los tantra en kriyatantra (bya-rgyud, tantra de los actos), en los que predominan las prácticas externas, fórmulas y ritos mágicos; Caryatantra (spyod-rgyud, tantra de la conducta), en los que estas mismas prácticas van acompañadas de la concentración mental en la meditación, y yogatantra (rnal- byor rgyud, tantra del yoga), en los que, como su nombre indica, las prácticas externas han dado paso a los procesos internos, con ayuda de las técnicas psicofisiológicas del yoga. En los tantra de esta dase aparecen los dos estadios de la meditación: el de la evocación mental (utpattikrama, bskyed-rim), en el que se evoca ante sí o en sí mismo a la divinidad a partir de su silaba-germen; y el estadio de la reabsorción (sampannakrama, rjiogs-rim), en el que, haciendo que se reabsorba en orden inverso al de su aparición la evocación que se habla provocado, se experimenta el carácter ilusorio de todo fenómeno y se alcanza as el Absoluto. Finalmente, los anuttaratantra (bla-na med rgyud, tantra sin superior), los más esotéricos, en los que la experiencia de la dualidad mundo de las apariencias-Absoluto y la del carácter no real de esta dualidad se realizan con la ayuda de una pareja, identificándose el meditante en la unión sexual con la divinidad y su paredro, símbolos del medio (thabs) y del conocimiento (ses’rab) cuya unión, recordémoslo, engendra el Absoluto. En estos tantra, el Absoluto-Vacuidad es definido como la Gran Felicidad (Mahasukba Bde-chen), trasposición o sublimación del  goce experimentado en la realización del acto sexual. Aquí intervienen, de nuevo, técnicas muy complejas de yoga.



*

A este respecto, como a otros muchos, los Rñin-ma-pa aparecen como la rama ms aberrante de las escuelas budistas tibetanas: plantean una identidad de naturaleza entre la inteligencia pura (rig-pa), la Vacuidad y la Gran Felicidad (sublimación del placer experimentado en la unión con la pareja femenina), mientras que para ellos el espíritu (sems) es la actividad mental engañosa que engendra las ilusiones del  samsara. Además de la particular configuración, ya señalada, de su revelación y su transmisión, los Rñin ma-pa no respetan la división clásica en el  Tibet de la doctrina en tres Vehículos; ellos reconocen nueve, de los que los seis últimos son los de los tantra: Vehículo de los oyentes y Vehículo de los buddha para si mismo, correspondientes al Hinayãna; Vehículo de los bhodhisattva, correspondiente al Mahãyãna; Kriyãtantra, Upayogatantra y Yogatantra, que son los tres Vehículos inferiores del Vajrayana; Mahayogatantra, Anuyogatantra y Atiyoga, que son los tres Vehículos Superiores de éste, siendo el más inminente el Atiyoga. Los tres primeros Vehículos son los de las causas; los cinco siguientes, los de los frutos (o resultados); el último trasciende causas y frutos. La enseñanza esencial de esta última clase es la Gran Perfección (Rjogs-chen), que según los Rñin-ma-pa fue introducida en el Tibet por Vairocana en tiempos del rey Khri-sroñ lde-bcan. En los tantra de esta clase no hay ya ni mandala ni divinidades sobre Ias que meditar. Solo el Vacío luminoso, increado, sin principio ni fin, tiene una existencia en sí: es la base primordial y se le da el nombre de Kun-tu bzan-po; está más allá del samsara y del nirvana (está pues vacío igualmente de buddha); es también la Inteligencia (rig-pa) que cada ser posee. La liberación consiste en realizar la naturaleza de esta inteligencia desembarazándose de las manchas de

la no inteligencia (ma-rig) engendradas por el espíritu sems, manchas que nos atan al samsara. El proceso para llegar a ello es una meditación sobre la luz, siendo el signo del éxito la absorción del  cuerpo en la luz, en forma de cuerpo de arco iris (‘ja’-lus); dicho de otro modo, Ia desaparición de la envoltura carnal. Para alcanzar este fin, es preciso dejar atrás toda actividad mental, y especialmente la volición: de ahí el otro nombre dado a esta doctrina, el de doctrina de la no acción. Esta terminología, unida al hecho de que el fin puede ser alcanzado en una aprehensión súbita (aunque también tras largos procesos de meditación) ha hecho que ei Rjos-chen haya sido acusado por los adversarios de los Rñiñ-ma-pa de ser un resurgimiento del  Ch’an chino. Otros lo han condenado como herético, relacionándolo con el Bon y con ciertas doctrinas hinduistas, lo que parece más acertado.




miércoles, 21 de diciembre de 2016

Del nacimiento eterno (Abbé Henri Stéphane 1907-1985)


TRATADO VII.2 Del nacimiento eterno 6

(Abbé Henri Stéphane 1907-1985, Introducción al esoterismo cristiano, Capítulo VII. La realización espiritual)

Un día que Jesús estaba a mesa con sus discípulos, les mandó no alejarse de Jerusalén, sino esperar la promesa del Padre…: dentro de poco de días vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo. Ellos pues.. le preguntaron  ¿ señor, ha llegado el tiempo en que  restableceréis el reino de Israel? " (Actos I,4-6)

Por la Verdad Eterna, yo afirmo que jamás un hombre que ha comprendido lo que quiere decir: " bautizados en el Espíritu Santo "


6. Pequeño tratado " a la manera del  " Maestro Eckhart”. Ver, en particular, los
cuatro sermones de  Maestro Eckhart: " del nacimiento eterno " (Editions Petit , p, 36 y ss).

no pregunta con los discípulos: ”¿Señor cuando restableceréis el Reino de Israel?”Esto, en efecto, “ser bautizado en el Espíritu Santo” esto, digo, no se cumple en el tiempo, sino en la eternidad, fuera del tiempo. Todo hombre que se encuentra en el tiempo no puede comprender esta palabra pero hay en  el hombre "alguna cosa" que está fuera del tiempo, y esta “alguna cosa " es un “lugar " fuera del espacio, y es en este “lugar “ donde se cumple " el bautismo en el Espíritu Santo "

Y ahora, escuchadme bien, porque voy a decir cosas que no han sido dichas jamás, pero quienquiera que no haya crecido a la medida de esta Verdad no es capaz de comprenderme.

“ Seréis bautizados en el Espíritu Santo ", tal es la promesa del Padre. Y lo que el Padre promete, es lo que quiere cumplir. Y el Padre no puede querer más que una cosa: es ¡engendrar el Hijo Único! Y lo engendra por el Espíritu Santo, allí está la Obra del Padre, y no hay no otras obras. Esta es la obra única del Padre, eterna, infinita, fuera del tiempo y del espacio. ¿ Y dónde se cumple esta Obra única del  Padre? Aquí, en este “lugar”en esta "alguna cosa" que está en el hombre y que está fuera del tiempo, y no puede cumplir otras obras sino engendrar al Hijo Único en este lugar " que se encuentra el hombre.
 

Y ahora he aquí algo que no he dicho jamás: Dios cuando crea el mundo, no" " hace" nada. Pero  cuando dice:” Hagamos al hombre a imagen y semejanza de Dios ", entonces hace allí  " hace” su Obra: ¡ Él engendra al Hijo Único! ¡Este Nacimiento eterno, fuera del tiempo, se cumple en el hombre, fuera del tiempo, y allí, ¡toda la Creación y "Dios mismo" desaparecen ¡ No hay  más que el Padre que engendra al Hijo Único por el Espíritu Santo en el hombre, fuera del tiempo, en la Eternidad!


Este Nacimiento eterno del Hijo Único no  puede cumplirse más que en “el hombre fuera del tiempo” es decir en el hombre perfecta y totalmente “virgen”. Es el misterio de la  Inmaculada  Concepción . Y Maria, Nuestra Señora, es el soporte temporal de este Nacimiento Eterno:
Ave, gratia plena, Dominus tecum. El Padre engendra al Hijo Único en Nuestra Señora por el Espíritu Santo: es el misterio de la Encarnación. Y esta generación del Hijo Único en Nuestra Señora ,  es Jesus: Benedictus fructus ventIris tui, Jesus. Es la misma generación del Hijo Único que el Padre cumple en el “alma virgen ", fuera del tiempo. Según las apariencias, Jesús nace en el alma, pero en la Realidad es el alma ,devenida  perfecta y totalmente " virgen " fuera del tiempo - y con ella todo la Creación, y " Dios " mismo – quien desaparece, quien es absorbida en este Nacimiento del Hijo y quien entra el seno del Padre: ¡ es el Misterio de la Asunción de la Virgen!


Y ahora, considerad bien lo que he dicho : no hay más que una obra, única, eterna, sublime, tiene allí sólo una vida, única, eterna, sublime, que el Padre quiere cumplir: esta es el Nacimiento eterno del Hijo en la Virgen, por el Espíritu Santo.


¡Qué vuestras  almas sean bautizadas así en el  Espíritu Santo , dentro de pocos días y que en esto, Dios os ayude! Amen.