jueves, 9 de mayo de 2013

La doctrina del Crédito Social 1


El sistema financiero desde la perspectiva de estructura de pecado. La doctrina del Crédito Social




¿Es el estado el que controla el dinero o hay algo más? ¿Tiene que ver algo con la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Cuál es la doctrina del Crédito Social? De esto y mucho más reflexionamos en este artículo.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies; Sal 8, 6-7

¿QUÉ ES EL CRÉDITO SOCIAL? UN POCO DE HISTORIA

Clifford Hugh Douglas (1879-1952), un oficial (mayor) del ejército británico, ingeniero mecánico e industrial, fue pionero del movimiento por el crédito social y la democracia económica. Llego a ser Ingeniero Jefe de la empresa postal británica (a cargo de su sistema subterráneo de transportes) y Asistente Jefe Superintendente en una de las fabricas de aviones militares de la RAF durante la Primera Guerra Mundial.


Mientras estaba reorganizando esa fábrica aérea Douglas notó que el “ingreso” o coste semanal total de los bienes producidos era mayor que los montos pagados como sueldos y salarios, costos de material y dividendos o intereses. Esto parecía contradecir la teoría propuesta por Adam Smith y el resto de los pensadores las escuelas clásicas que tales ingresos son redistribuidos inmediatamente, constituyendo así la base del poder de compra.
Intrigado por esta aparente desconexión entre lo que había aprendido y la realidad, Douglas decidió investigar a través de la aplicación de los métodos de la ingeniería al sistema económico.

Coleccionó datos e información de sobre cien grandes empresas británicas y descubrió que —a excepción de empresas que más tarde llegaron a la quiebra— todas mostraban ese mismo efecto: las sumas pagadas como gasto total eran siempre menores que las ventas totales por bienes y servicios. Esto es teóricamente imposible: el poder de compra de la población en su conjunto solo puede venir de (igualar) la suma total de lo que se vende.


Dando cuenta de esta curiosa situación en un artículo que escribió en la revista English Review Douglas dice: “Estamos viviendo bajo un sistema de contabilidad que transforma la entrega de bienes y servicios por la nación a si misma en una imposibilidad técnica". Posteriormente —entre 1916 y 1920— escribió dos libros —Economic Democracy y Credit-Power and Democracy— ahondando en el tema y sus consecuencias.

De acuerdo a la Ley de los Mercados, cuando se produce un bien o servicio X se ha gastado lo necesario (comprando otros bienes o servicios) como para producir el dinero necesario para vender ese bien X. A nivel general, no hay otra fuente de ingresos y por lo tanto no hay dinero que exceda al generado por los gastos de producción. En otras palabras, hay un equilibrio monetario exacto entre lo que se vende y lo que se puede comprar y compra.


La situación descrita por Douglas presenta un problema mayor para esa visión: si todo lo que se vende es más (en términos monetarios) que todo lo que se ha gastado, hay que preguntarse de dónde proviene ese dinero extra, y cuáles son las consecuencias de ese fenómeno.

Adicionalmente, se da cuenta de que el sistema clásico funciona bien en teoría, pero no explica la expansión de las economías. Es decir, esas interpretaciones explican cómo un sistema que fuera estable y con una cantidad determinada de dinero, funcionaría más o menos indefinidamente de acuerdo a esos principios. Es posible incluso imaginar las condiciones que terminarían, ya sea con el dinero concentrándose en las manos de un solo individuo, o manteniéndose indefinidamente en circulación entre la población. Pero no es tan fácil ver cómo es que ese sistema crece o se expande (este problema no se ha resuelto incluso en la actualidad).

Douglas introduce aquí un concepto fundamental para su visión: los sistemas económicos pueden o no ser autoliquidizantes o autofinanciantes. Eso es la capacidad de un sistema para producir el circulante o liquidez que el sistema mismo necesita para funcionar. En su opinión, el sistema presente necesita más dinero que el que se genera en cada ciclo económico. Douglas explica: “el hecho que el sistema es autoliquidizante, que continuara funcionando más o menos igual en forma indefinida es tomado como un hecho, esa es la asunción de los economistas clásicos… La totalidad del presente sistema depende de la contención que el presente sistema de precios es autoliquidizante, es decir, que no importa qué precio se cobre por un artículo, habrá siempre el suficiente dinero para comprar ese artículo, y por lo tanto, no hay nada inherentemente en el sistema… que impida su funcionamiento en forma indefinida …(…) .. esa creencia no es correcta. El (presente) sistema de precios no es autoliquidizante.

Douglas sugiere que lo anterior tiene otro resultado: el que los precios en conjunto del producto de una sociedad determinada sean mayor que el ingreso conjunto de esa misma sociedad, significa que no todos esos bienes podrán ser consumidos. En otras palabras, se tiene el resultado, intencional o no, de producir una escasez artificial.
Además observa que la solución al problema es que ese dinero es creado —
literalmente de la nada — especialmente por los bancos, que a su vez se lo prestan ya sea a las empresas o a los individuos.

De acuerdo a Douglas y sus seguidores, ese sistema tiene el resultado de transferir, incrementalmente, recursos al sector financiero —o quien sea que tenga el poder para crear ese dinero— en desmedro tanto de los productores como de los consumidores: en la medida que ambos sectores se ven obligados a recurrir a la deuda para solventar la diferencia económica entre lo que se produce y lo necesario para comprarlo, están, por lo tanto, obligados a pagar una porción de sus ingresos como interés por el uso de esos préstamos. Dado que el pago de ese interés reduce el monto disponible para el consumo, el uso de la deuda es, por un lado, autoperpetuante y, por el otro, incremental.
Por ejemplo, Kenneth Rogoff -profesor titular de Economía y Políticas Publicas en la Universidad Harvard- informa que en el presente (hasta mediados del 2008) el sector financiero había estado absorbiendo en EEUU un 30% de las ganancias de la industria y un 10% de los salarios.

Implicaciones y consecuencias

A consecuencia de lo anterior, Douglas postula que una o todas de las siguientes alternativas suceden:

1) La población entra en deuda, a través del uso del crédito (cheque, Tarjeta de crédito, etc.).
2) El gobierno se endeuda e incrementa la Deuda pública (ya sea externa o interna).
3) Los negocios piden préstamo a los bancos, de manera que se crea nuevo dinero (dinero fiduciario, letra de cambio).
4) Los negocios venden bajo el costo y eventualmente llegan a la quiebra.
5) Un estado recurre a la guerra, “exportando” bienes tales como bombas, balas, etc., al enemigo, financiando el proceso a través de la deuda publica, en la esperanza que el enemigo pagará por todo (si es derrotado).

6) Un estado gana una “guerra comercial” forzando a alguna otra nación a comprar lo que no se puede vender localmente, transfiriendo así el déficit y la deuda a otros.

Si esas cosas no suceden, las empresas se ven forzadas a despedir trabajadores,

el desempleo aumenta, la economía decae o entra en recesión, los ingresos fiscales por impuestos bajan, los servicios se reducen, y la pobreza aumenta,



mientras que, físicamente, todos podrían continuar viviendo en la abundancia.

Sus propuestas para superar esa situación se resumen en tres “demandas” centrales:
a- Que una “Oficina Nacional del Crédito” calcule sobre bases estadísticas el monto de crédito necesario en la economía.
b- Que se implante un mecanismo para ajustar los precios, reflejando el costo real de producción (basado en la demanda agregada) en el mismo período).
c- Implementa de lo que él llamó un
“Crédito Social", a fin de garantizar un ingreso mínimo a todos, sin consideración de si tienen trabajo o no.

Douglas creía que el Crédito Social puede resolver ese problema, en la medida que asegura que hay siempre el dinero necesario emitido (en la forma de créditos), como para comprar todo lo que se ha producido.

Douglas argumentó que esa última demanda es de sentido común, ahora que la automatización y las maquinarias que ahorran trabajo, han reducido no sólo el número de trabajadores que se necesitan para producir los bienes y servicios necesarios, sino también el número de horas de trabajo necesarias para producirlos.

En otras palabras, a lo que Douglas apuntaba era que el sistema financiero, basado en la posibilidad de los bancos de emitir dinero de la nada, y en consecuencia someter la nación entera en la situación de imposibilidad del pago de toda la deuda, era defectuoso per se. También argumentaba que la salida de esta situación tiene que pasar necesariamente por la devolución de la soberanía financiera a los estados, en concreto a los gobiernos desde la perspectiva del servicio a la comunidad. De allí también el sentido de su existencia.
Por estas ideas Douglas fue acusado, injustificadamente, de antisemitismo debido a que muchos bancos estaban en las manos de “judíos”. Douglas no apuntaba a eso, sino al sistema que es técnicamente inviable de por sí.

De hecho, el primer artículo de la Constitución de EE. UU. dice: “El Congreso tiene el derecho a acuñar moneda, reglamentar su valor y el de moneda extranjera, y fijar la Norma de Pesos y Medidas”. Pero, desde 1913, esta función es realizada por la Reserva Federal. Por una institución, privada, que es según muchos la institución menos democrática de Estados Unidos, llamada la “cuarta rama del Gobierno”. Y su responsabilidad ante el pueblo es mucho menor. Los estadounidenses no eligen a sus jefes. Son nombrados por el presidente, pero en este sentido, tampoco es libre en sus acciones: necesita dinero para la próxima campaña electoral, la que pueden pagar los gigantes de Wall Street. Después de todo, el Presidente es elegido cada cuatro años, y el jefe de la Fed cada 14 años.

¿Alguien más decía algo parecido? Nada menos que Pío XI: “Los gobiernos se han rendido a sus nobles funciones y se han convertido en los sirvientes de intereses privados”.
O: “Aquellos que controlan el dinero, controlan nuestro nivel de vida. Aquellos que controlan el dinero y el crédito se han vuelto los maestros de nuestras vidas… sin su permiso, nadie puede respirar.”
(Pío XI, Encíclica Quadagesimo Anno)

O: “Su poderío llega a hacerse despótico como ningún otro, cuando, dueños absolutos del dinero, gobiernan el crédito y lo distribuyen a su gusto; diríase que administran la sangre de la cual vive toda la economía, y que de tal modo tienen en su mano, por decirlo así, el alma misma de la producción, para que nadie se atreva a respirar siquiera contra su voluntad”. (Pío XI, Encíclica Quadagesimo Anno)

No crean que los pontífices han dejado de hablar del tema, Juan Pablo II: “La reforma más urgente, corregir el sistema financiero”. (Discurso ante la ONU, 1985).

Recientemente Benedicto XVI ha denunciado varias veces la usura del sistema financiero actual y la imposibilidad del pago de la deuda por muchos países.

Nos quieren hacer creer que no hay salida a la situación:

Pero lo más curioso es que el tema fue visto perfectamente ya en el 1935 por el líder del partido liberal canadiense y el presidente de Canadá, MACKENSIE KING:

“Una vez que una nación otorga el control de su divisa y crédito, no importa quien haga las leyes del país. La usura, una vez en control, destruirá cualquier nación. Hasta que el control de la emisión del dinero y del crédito le sea restablecido al gobierno y reconocido como su responsabilidad más conspicua y sagrada, cualquier charla sobre la soberanía del Parlamento y sobre democracia es ociosa y fútil.

En el otoño de 1935, Canadá estaba pasando por una elección federal. El Gobierno Conservador del Señor Bennett estaba llegando a su quinto año. La Gran Depresión que dio inicio en 1929 seguía rampante.

Esta crisis no se debía únicamente al Partido Conservador. Era una crisis mundial que alcanzó a las naciones occidentales sin importar los regímenes políticos ni los partidos en el poder. En Canadá, comenzó bajo el Gobierno Liberal de Mackensie King y fue debido a esta crisis que los electores reemplazaron a los Liberales por los Conservadores en las elecciones de 1930. Cuando la gente está descontenta cambia al partido en el poder.
Sin importar cuáles fueran los ataques de los oradores Liberales contra los Conservadores, Mackensie King sabía perfectamente bien que la Depresión no se debía al partido en el poder. Sabía perfectamente bien que la Depresión había tenido su origen en la restricción del crédito bancario, provocando la escasez del dinero en circulación. Estaba muy consciente del hecho de que un mecanismo adecuado para la emisión del crédito, buscando los intereses de la gente, podría proveer a la población de todo el dinero requerido para responder a sus necesidades.

Más aún, Mackensie King había escrito previamente un libro, Industry and Humanity (Industria y Humanidad), publicado en 1918, un año antes de su elección como líder del Partido Liberal de Canadá. Había escrito en ese libro, entre otras cosas: “El dinero consiste solamente en cifras acuñadas en metal, impresas en papel o escritas en los libros de los bancos.” ¿Por qué entonces dejar que toda una nación se sumiera en una depresión por causa del control viciado de dichas cifras?

Mackensie King entendía la importancia de este hecho. Por tanto, justo al inicio de la campaña electoral, en 1935, hizo declaraciones sobresalientes, como líder de su partido:
“Una vez que una nación otorga el control de su divisa y crédito, no importa quien haga las leyes del país. La usura, una vez en control, destruirá cualquier nación. Hasta que el control de la emisión del dinero y del crédito le sea restablecido al gobierno y reconocido como su responsabilidad más conspicua y sagrada, cualquier charla sobre la soberanía del Parlamento y sobre democracia es ociosa y fútil.”

“El Partido Liberal cree que el crédito es una cuestión pública y no del interés de los banqueros únicamente, sino concerniente en forma directa a cada ciudadano. El Partido Liberal se declara a sí mismo a favor del establecimiento inmediato de un banco nacional constituido para el control de la emisión del dinero en términos de las necesidades públicas. El flujo del dinero debe estar en relación con las necesidades domésticas, sociales e industriales del pueblo canadiense.”

Los intereses del monopolio del dinero están en franca contradicción con el bienestar de la gente. Mackensie King también sabía eso, pero aparentemente determinado a desafiar su dominio financiero, enfáticamente declaró, hablando en Saskatoon: “Si mi partido es reinstalado en el poder haremos nuestra una buena política monetaria tal, que se dará la más grande batalla entre el poder del dinero y la gente de Canadá, como no se haya visto jamás.”

Después de la elección

Los resultados de la votación, emitidos el 14 de octubre de 1935, le dieron al Partido Liberal una mayoría sin precedentes en la Casa de los Comunes. En una declaración difundida por los medios en la noche de su victoria Liberal, Mackensie King reiteró su compromiso de cortar con la dictadura de las finanzas: “La elección se debe al punto de vista de los Liberales que ven al crédito como un asunto público y no del interés de los banqueros únicamente, sino algo que concierne a cada ciudadano.

Es un claro veredicto contra la posesión privada y el control de un banco nacional y a favor de un banco nacional debidamente constituido para el control de la emisión de la divisa en términos de las necesidades públicas. No puede haber ningún error al exigir que se restaure al gobierno de Canadá el control sobre el crédito y la emisión de su moneda.
En la medida en que la campaña prosiguió, el asunto del control, por parte del pueblo, de todas las funciones del gobierno a través de sus representantes en el Parlamento, y no por ningún otro poder, se hizo cada vez más claro. El electorado ha declarado que un ministro responsable, y no la economía organizada ni el poder monetario internacional, debe controlar todos los asuntos de Estado”.

¿Por qué Sr. King?

Estas palabras permanecieron tan claras justo antes como después de la elección: la tiranía financiera debe detenerse, la gente debe obtener, de un banco que realmente le pertenezca, todo el dinero requerido para poner la productividad de la nación al servicio de sus necesidades domésticas, sociales e industriales.

Uno puede preguntarse por qué, después de tales declaraciones tan claras y reiterativas, no se tuvo un seguimiento por parte del líder Liberal; y, por qué, incluso con el Banco de Canadá completamente nacionalizado, la gente no fue capaz, y no lo es aún, de obtener los medios económicos totales para lograr que sus posibilidades físicas disponibles sirvieran a sus necesidades públicas y privadas. ¿Por qué, una vez en función, Mackensie King inmediatamente nombró como Ministro de Finanzas al presidente del Banco Barclay Internacional, el Sr. Charles Dunning, quien ni siquiera era un miembro del Parlamento y tampoco había participado en la elección? ¿Quién le impuso esta elección a Mackenzie King?… Por tanto, aún estamos esperando hoy día presenciar “la más grande batalla entre el poder monetario y la gente de Canadá, como no se haya visto jamás.”
El artículo previo fue escrito por Louis Even en 1958. En otro artículo que escribió en 1952 el Sr. Even revela información muy interesante sobre el mismo tema. He aquí la conclusión de dicho artículo: Estas declaraciones de Mackenzie King crearon una sensación atrás en los años 1935, al menos en los círculos informados sobre la dictadura del dinero y del crédito. Años más tarde, una australiana que estaba de visita en Canadá, la Sra. Bearne, pidió y obtuvo una entrevista con el Primer Ministro Mackenzie King. Ya en confianza por la afabilidad del Primer Ministro, ella le inquirió: ¿Puedo hacerle directamente una pregunta sin formalidad alguna?

Mackenzie King: Por supuesto señora

Sra. Bearne: Sr. Primer Ministro, hay muchos ciudadanos en Australia y ciertamente en todos lados, que se quedaron asombrados en 1935 cuando supieron sobre su declaración sobre el control del dinero y del crédito y la necesidad de regresarle este control a la nación si se quiere una verdadera democracia. Nos decíamos a nosotros mismos: “Al fin, he aquí al Primer Ministro de una nación de la Comunidad de Naciones Británica que pondrá a temblar a la dictadura que ha hecho tanto daño a todo el universo civilizado.” Ya estábamos aclamándolo como el más grande estadista de los tiempos modernos. ¿Por qué nuestra esperanza no se ha cristalizado todavía?

Mackenzie King: Señora, hacemos lo que podemos.

De acuerdo a la presión

Mackenzie King sabía pero “no podía” o pensaba que no podía. ¿De dónde venía la oposición, sino de aquellos que disfrutaban del control del dinero y del poder que éste otorga? ¿De qué apoyo o de qué presión careció el Sr. King para realizar su cambio, sino el apoyo y la presión de una población informada que deseaba liberarse a sí misma?
Lo anterior fue escrito por Louis Even (En esta era de abundancia, cap. 24),


cofundador de los Peregrinos de San Miguel, una asociación de fieles católicos con dedicación especial a la promoción de la Doctrina Social de la Iglesia.

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