martes, 22 de enero de 2013

Conflicto Imperio y Papado 3


Los desórdenes actuales en la Iglesia romana —de una gravedad sin precedentes— prueban que la concepción latina de la Iglesia es teológicamente estrecha y jurídicamente excesiva; si no lo fuera, estos desórdenes serían inconcebibles.(2) Por otra parte, parece haber algo trágicamente insoluble en la estructura misma de Ia Cristiandad: dad la supremacía total al pontífice y se convertirá en un césar mundano y conquistador; dad la supremacía al emperador, y hará del pontífice su esclavo y su instrumento.(3) Pero hay que reconocer que éste es un círculo vicioso cuyas huellas se encuentran en todas partes donde hay hombres.

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(2) El advenimiento dei protestantismo, en el Occidente latino, implica por lo demás Ia misma prueba. Psicológicamente —no doctrinalmente— el protestantismo reedita en ei fondo, con mucho mayor exceso, por supuesto, Ia protesta dei arrianismo, que contiene a pesar de todo una partícula de verdad y un elemento de equilibrio.

 

(3) Muy paradójicamente, una cosa no impide la otra. Es lo que se ha producido en el Occidente latino, en el que el Papado se ha convertido finalmente en presa, no del emperador por supuesto, sino de la política, y por consiguiente de  democracia, puesto que ésta determina a aquélla. A partir de la Revolución Francesa, la Iglesia está por decir lo así substancialmente a merced de las repúblicas laicistas —incluidas las pseudomonar
quías de hecho republicanas—, pues es su ideología la que decide quién es digno de ser obispo; y gracias a una coyuntura histórica particularmente favorable, la política ha con seguido introducir en el molde de la Iglesia una materia humana heterogénea con respecto a Ia Iglesia. El último concilio fue ideo-político y no teológico; su irregularidad resulta del hecho de que no estuvo determinado por situaciones concretas evaluadas a partir de la teología, sino por abstracciones ideo-políticas opuestas a esta última, o, más preci
samente, por el democratismo del mundo, que hizo monstruosamente las veces de Espíritu Santo. La humildad. y la caridad», manejables a voluntad y a partir de ahora en sentido único, están ahí para asegurar el éxito de la empresa.

 

(Frithjof Schuon, Forma y substancia en las religiones)

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