Una breve pero interessantísima aportación, leerla enriquece. ......... para pensar...............
Japón, uno en mente
Por Víctor del Rosal Ahumada
En una situación de extrema adversidad, ¿qué lleva a un pueblo a reaccionar con orden y cortesía? En Japón, en medio de la devastación provocada por el terremoto y tsunami ocurridos este 11 de marzo, no hay indicios de saqueos o de violencia. Los residentes deben esperar en fila durante 12 horas para comprar alimentos. Lo hacen en calma y se conducen con cortesía.
Uno en mente
En un reportaje para ABC, una admirada Barbara Walters apunta al principio de unidad denominado 'Itai Doshin', la más básica de las enseñanzas budistas. Itai Doshin significa muchos en cuerpo, uno en mente.
La práctica de la consideración
Después de la gran tragedia humana y material en Japón, el Primer Ministro, Naoto Kan, anunció que habría recortes de energía eléctrica, apagones programados, con el fin de racionalizar el recurso. Cabe destacar que Japón ocupa el tercer lugar del mundo en consumo de energía per capita (fuente: The World Factbook 2011). Asimismo de acuerdo a Internet World Stats; el 78.2% de la población japonesa tiene acceso al Internet. El japonés vive 'conectado' a sus dispositivos, incluyendo celulares, consolas de videojuegos, pantallas de televisión, etc. Ante la posibilidad de tener que apagar sus equipos debido a los recortes anunciados, ¿cómo reaccionaron? Voluntariamente redujeron el consumo de electricidad, apagando equipos no esenciales y/o limitando el uso de otros dispositivos. Esto para una sociedad apegada a su tecnología, es de admirarse.
Más allá de la solidaridad
Hay reportes de que las familias japonesas han abierto sus casas a otras personas. 'Escuché a alguien decir que tenía dos botellas de agua y le dio una a otra persona,' comentó un profesor. Y es que los lazos familiares, las jerarquías sociales y el espíritu colectivo son importantes para los japoneses; no es una sociedad individualista. 'No hay duda de que los japoneses responden bien a este tipo de catástrofe, pero incluso si parece notable desde el exterior, no es nuevo', afirmó Carol Gluck, profesora de historia moderna japonesa del Instituto Weatherhead de Asia Oriental en la Universidad de Columbia. 'No es cultural o religioso, es una moral social creada históricamente basada en una respuesta a la comunidad y el orden social.' Por ejemplo, si una persona olvida una pertenencia en el metro de Tokyo, con toda certeza podrá encontrarla al día siguiente en la sección de artículos olvidados.
Creando una nueva cultura
¿Es posible lograr algo similar en nuestras sociedades? ¿Cómo podemos impulsar una cultura de ética, orden y respeto? 'Itai' significa que cada individuo despliega al máximo sus habilidades y sus cualidades particulares. 'Doshin' significa estar unidos en torno a un ideal. En este sentido, entonces, 'Itai Doshin' significa que el ideal se podrá lograr sólo cuando la rica diversidad de talentos converjan en torno a una meta suprema. En otras palabras, la verdadera 'magia' ocurre al tener fe en un ideal compartido, sabiendo que al aportar tu talento, tu tiempo, tus recursos, lo haces para crear algo más grande. Deja de ser un sacrificio y se convierte en un gusto. Así cada ciudadano, cada participante, cada miembro de la organización, del equipo realmente se compromete a aportar sus talentos para engrandecer la organización, la sociedad, el país al que pertenece. No lo hace por obligación, sino por gusto. El individuo triunfa y la sociedad también, y esto se convierte en un círculo virtuoso. Desde la perspectriva de 'Itai Doshin' esto es el logro de una individualidad iluminada. Busca la realización de la unidad armoniosa. 'Esta dinámica ayuda a trascender el ego y a respetar a los demás, aunque los demás parezcan ser muy diferentes a nosotros. Como resultado, llegamos a sentir una enorme sensación de libertad, de profunda gratitud por estar vivos,' afirman Pat Allwright y Eddy Canfor, para una publicación de marzo 1987 del UK Express. 'Por muy contradictorio que parezca, el "Itai Doshin" se logra cuando cada individuo se levanta... la acumulación de buena fortuna en nuestra vida, nos llevará, inevitablemente, a animar a los demás a que hagan lo mismo... depende de la decisión de cada uno de nosotros'. Es una muestra de que al mejorar tu vida, tu condición, mejoras tu mundo.
Para aplicar la filosofía
Una forma simplificada para aplicar la filosofía del Itai Doshin es:
1 Identificar lo más valioso que cada uno podemos aportar a una familia, a una organización, a una sociedad. ¿Cuál es tu talento único o característico, qué es lo que te distingue y que puede aportar el mayor valor a los demás?
2 Idear un plan. Haz una lluvia de ideas y dales estructura.
3 Comenzar con una acción. Pónle fecha y házlo público.
4 Animar a otros a hacer lo propio, practicando siempre la cultura de orden y respeto. La filosofía que vive y respira el japonés es y ha sido la base de su riqueza. Su mentalidad de orden y respeto, aunado a la cultura del trabajo y excelencia seguramente los llevará a reponerse muy pronto de la devastación que han sufrido.
Daisaku Ikeda, escritor, poeta, educador y fundador de varias instituciones dedicadas a fomentar la cultura, la educación y los estudios sobre la paz alrededor del mundo, afirma:
'La transformación dentro de cada individuo puede no sólo modificar su propio destino, sino también el de toda una nación y, más aún, el de toda la humanidad.'
jueves, 31 de marzo de 2011
Japón uno en mente (Victor del Rosal Ahumada)
miércoles, 30 de marzo de 2011
Crímenes económicos
TRIBUNACrímenes económicos contra la humanidad . LOURDES BENERÍA / CARMEN SARASÚA 29/03/2011 .
El País 30-3-2011.
Según la Corte Penal Internacional, crimen contra la humanidad es "cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil". Desde la II Guerra Mundial nos hemos familiarizado con este concepto y con la idea de que, no importa cuál haya sido su magnitud, es posible y obligado investigar estos crímenes y hacer pagar a los culpables.Solo Islandia persiguió penalmente a los responsables de la crisis y dejó que sus bancos se hundieranLos Gobiernos protegen a quienes han provocado la crisisSituaciones como las que ha generado la crisis económica han hecho que se empiece a hablar de crímenes económicos contra la humanidad. El concepto no es nuevo. Ya en los años 1950 el economista neoclásico y premio Nobel Gary Becker introdujo su "teoría del crimen" a nivel microeconómico. La probabilidad de que un individuo cometa un crimen depende, para Becker, del riesgo que asume, del posible botín y del posible castigo. A nivel macroeconómico, el concepto se usó en los debates sobre las políticas de ajuste estructural promovidas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial durante los ochenta y noventa, que acarrearon gravísimos costes sociales a la población de África, América Latina, Asia (durante la crisis asiática de 1997-98) y la Europa del Este. Muchos analistas señalaron a estos organismos, a las políticas que patrocinaron y a los economistas que las diseñaron como responsables, especialmente el FMI, que quedó muy desprestigiado tras la crisis asiática.En la actualidad son los países occidentales los que sufren los costes sociales de la crisis financiera y de empleo, y de los planes de austeridad que supuestamente luchan contra ella. La pérdida de derechos fundamentales como el trabajo y la vivienda y el sufrimiento de millones de familias que ven en peligro su supervivencia son ejemplos de los costes aterradores de esta crisis. Los hogares que viven en la pobreza están creciendo de forma imparable. Pero ¿quiénes son los responsables? Los mercados, leemos y oímos cada día.En un artículo publicado en Businessweek el 20 de marzo de 2009 con el título "Wall Street's economic crimes against humanity", Shoshana Zuboff, antigua profesora de la Harvard Business School, sostenía que el que los responsables de la crisis nieguen las consecuencias de sus acciones demuestra "la banalidad del mal" y el "narcisismo institucionalizado" en nuestras sociedades. Es una muestra de la falta de responsabilidad y de la "distancia emocional" con que han acumulado sumas millonarias quienes ahora niegan cualquier relación con el daño provocado. Culpar solo al sistema no es aceptable, argumentaba Zuboff, como no lo habría sido culpar de los crímenes nazis solo a las ideas, y no a quienes los cometieron.Culpar a los mercados es efectivamente quedarse en la superficie del problema. Hay responsables, y son personas e instituciones concretas: son quienes defendieron la liberalización sin control de los mercados financieros; los ejecutivos y empresas que se beneficiaron de los excesos del mercado durante el boom financiero; quienes permitieron sus prácticas y quienes les permiten ahora salir indemnes y robustecidos, con más dinero público, a cambio de nada. Empresas como Lehman Brothers o Goldman Sachs, bancos que permitieron la proliferación de créditos basura, auditoras que supuestamente garantizaban las cuentas de las empresas, y gente como Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal norteamericana durante los Gobiernos de Bush y Clinton, opositor a ultranza a la regulación de los mercados financieros.La Comisión del Congreso norteamericano sobre los orígenes de la crisis ha sido esclarecedora en este sentido. Creada por el presidente Obama en 2009 para investigar las acciones ilegales o criminales de la industria financiera, ha entrevistado a más de 700 expertos. Su informe, hecho público el pasado enero, concluye que la crisis se hubiera podido evitar. Señala fallos en los sistemas de regulación y supervisión financiera del Gobierno y de las empresas, en las prácticas contables y auditoras y en la transparencia en los negocios. La Comisión investigó el papel directo de algunos gigantes de Wall Street en el desastre financiero, por ejemplo en el mercado de subprimes, y el de las agencias encargadas del ranking de bonos. Es importante entender los distintos grados de responsabilidad de cada actor de este drama, pero no es admisible la sensación de impunidad sin "responsables".En cuanto a las víctimas de los crímenes económicos, en España un 20% de desempleo desde hace más de dos años significa un enorme coste económico y humano. Miles de familias sufren las consecuencias de haber creído que pagarían hipotecas con sueldos mileuristas: 90.000 ejecuciones hipotecarias en 2009 y 180.000 en 2010. En EE UU, la tasa de paro es la mitad de la española, pero supone unos 26 millones de parados, lo cual implica un tremendo aumento de la pobreza en uno de los países más ricos del mundo. Según la Comisión sobre la Crisis Financiera, más de cuatro millones de familias han perdido sus casas, y cuatro millones y medio están en procesos de desahucio. Once billones de dólares de "riqueza familiar" han "desaparecido" al desvalorizarse sus patrimonios, incluyendo casas, pensiones y ahorros. Otra consecuencia de la crisis es su efecto sobre los precios de alimentos y otras materias primas básicas, sectores hacia los que los especuladores están desviando sus capitales. El resultado es la inflación de sus precios y el aumento aún mayor de la pobreza.En algunos casos notorios de fraude como el de Madoff, el autor está en la cárcel y el proceso judicial contra él continúa porque sus víctimas tienen poder económico. Pero en general, quienes han provocado la crisis no solo han recogido unas ganancias fabulosas, sino que no temen castigo alguno. Nadie investiga sus responsabilidades ni sus decisiones. Los Gobiernos los protegen y el aparato judicial no los persigue.Si tuviéramos nociones claras de qué es un crimen económico y si existieran mecanismos para investigarlos y perseguirlos se hubieran podido evitar muchos de los actuales problemas. No es una utopía. Islandia ofrece un ejemplo muy interesante. En vez de rescatar a los banqueros que arruinaron al país en 2008, la fiscalía abrió una investigación penal contra los responsables. En 2009 el Gobierno entero tuvo que dimitir y el pago de la deuda de la banca quedó bloqueado. Islandia no ha socializado las pérdidas como están haciendo muchos países, incluida España, sino que ha aceptado que los responsables fueran castigados y que sus bancos se hundieran.De la misma forma que se crearon instituciones y procedimientos para perseguir los crímenes políticos contra la humanidad, es hora de hacer lo mismo con los económicos. Este es un buen momento, dada su existencia difícil de refutar. Es urgente que la noción de "crimen económico" se incorpore al discurso ciudadano y se entienda su importancia para construir la democracia económica y política. Como mínimo nos hará ver la necesidad de regular los mercados para que, como dice Polanyi, estén al servicio de la sociedad, y no viceversa.Lourdes Benería es profesora de Economía en la Universidad de Cornell. Carmen Sarasúa es profesora de Historia Económica en la Universidad Autónoma de Barcelona.
miércoles, 23 de marzo de 2011
Necrófilos negocios (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila 20-3-2011)
A LA LUZ DE UNA CANDELA
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO -PREMIO CERVANTES
(Diario de Ávila 20 marzo 2011)
Necrófilos negocios
Los hombres se han visto obligados ha convivir desde siempre con accidentes especialmente terribles y catastróficos que se originan en la naturaleza misma, y esto desde terremotos a inundaciones, y siempre han querido librarse de ellos naturalmente, pero nunca se han extrañado de que existiesen.
El hombre antiguo miraba con temor la Naturaleza, sabiendo que su desmande, por así decirlo, podía suceder en cualquier momento y dar lugar a un desastre. Y todavía vemos a veces señales en los edificios públicos antiguos, que nos indican que hasta allí llegó una inundación en un determinado momento; o que ocurrió un alud de tierra o nieve o piedras, o que alguien había muerto al caerse inesperadamente una pared o fulminado por un rayo. Esto es, que el hombre antiguo, y hasta el de ayer por la mañana mismo, se sabía un ser muy frágil y no le molestaba que unas señales le recordasen esa condición, no le perturbaba para nada su alegría. Pero ahora no es éste el caso, y, sin embargo, es casi con la tanatofilia del barroco -pesadumbre que era un amargor perverso porque llegaba a amarse- con la que se nos hace convivir.
En el diario y siniestro obituario que se nos sirve, pongamos por caso, en los media y en la televisión especialmente, los muertos son casi siempre por manos violentas o a causa de desastres naturales; pero todo eso parece que se hace como para ponernos un escalofrío en la espalda y suscitar una emoción, aunque solo para compensarnos enseguida con las noticias deportivas y, desde luego, con los anuncios de objetos deseables o inexcusable signo de nivel y calidad de vida. Es la muerte-espectáculo, y la venta asegurada de algo.
No son el miedo y la melancolía que se sintió en la última Edad Media, o el miedo del barroco, que concluyó con vestir de negro a toda Europa, pero también en quedar ahógado en un gran espectáculo. Ahora todo sucede como si se quisiera reconciliarnos con lo horrible y acostumbrarnos a la muerte, y especialmente a la muerte con violencia, y violencia que se diseña para nosotros por encima de nuestras cabezas y resulta mucho más irracional, imprevisible y convulsiva que la de la guerra.
Leyes psicológicas invocadas ya por Sade, uno de cuyos personajes,un Príncipe, afirma que el gobiernode las gentes exige que experimenteno tengan cerca un infierno en este mundo para que se dejen gobernar fácilmente, o leyes muy parecidas al as de Pavlov son manejadas hasta por la propaganda comercial, y no solo por la política. Y esto desde los tiempos más inocentes de la publicidad que sabía, pongamos por caso, que los anuncios de los productos más caros y atrayentes, como los coches, debían estar al lado o frente por frente de las esquelas mortuorias, porque el lector lanzaba entonces como un suspiro de alivio notándose en verdad vivo.
Somos así y, por esa razón se puede jugar con nosotros hasta con la muerte. Nos parece que la conjuramos comprando.
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO -PREMIO CERVANTES
(Diario de Ávila 20 marzo 2011)
Necrófilos negocios
Los hombres se han visto obligados ha convivir desde siempre con accidentes especialmente terribles y catastróficos que se originan en la naturaleza misma, y esto desde terremotos a inundaciones, y siempre han querido librarse de ellos naturalmente, pero nunca se han extrañado de que existiesen.
El hombre antiguo miraba con temor la Naturaleza, sabiendo que su desmande, por así decirlo, podía suceder en cualquier momento y dar lugar a un desastre. Y todavía vemos a veces señales en los edificios públicos antiguos, que nos indican que hasta allí llegó una inundación en un determinado momento; o que ocurrió un alud de tierra o nieve o piedras, o que alguien había muerto al caerse inesperadamente una pared o fulminado por un rayo. Esto es, que el hombre antiguo, y hasta el de ayer por la mañana mismo, se sabía un ser muy frágil y no le molestaba que unas señales le recordasen esa condición, no le perturbaba para nada su alegría. Pero ahora no es éste el caso, y, sin embargo, es casi con la tanatofilia del barroco -pesadumbre que era un amargor perverso porque llegaba a amarse- con la que se nos hace convivir.
En el diario y siniestro obituario que se nos sirve, pongamos por caso, en los media y en la televisión especialmente, los muertos son casi siempre por manos violentas o a causa de desastres naturales; pero todo eso parece que se hace como para ponernos un escalofrío en la espalda y suscitar una emoción, aunque solo para compensarnos enseguida con las noticias deportivas y, desde luego, con los anuncios de objetos deseables o inexcusable signo de nivel y calidad de vida. Es la muerte-espectáculo, y la venta asegurada de algo.
No son el miedo y la melancolía que se sintió en la última Edad Media, o el miedo del barroco, que concluyó con vestir de negro a toda Europa, pero también en quedar ahógado en un gran espectáculo. Ahora todo sucede como si se quisiera reconciliarnos con lo horrible y acostumbrarnos a la muerte, y especialmente a la muerte con violencia, y violencia que se diseña para nosotros por encima de nuestras cabezas y resulta mucho más irracional, imprevisible y convulsiva que la de la guerra.
Leyes psicológicas invocadas ya por Sade, uno de cuyos personajes,un Príncipe, afirma que el gobiernode las gentes exige que experimenteno tengan cerca un infierno en este mundo para que se dejen gobernar fácilmente, o leyes muy parecidas al as de Pavlov son manejadas hasta por la propaganda comercial, y no solo por la política. Y esto desde los tiempos más inocentes de la publicidad que sabía, pongamos por caso, que los anuncios de los productos más caros y atrayentes, como los coches, debían estar al lado o frente por frente de las esquelas mortuorias, porque el lector lanzaba entonces como un suspiro de alivio notándose en verdad vivo.
Somos así y, por esa razón se puede jugar con nosotros hasta con la muerte. Nos parece que la conjuramos comprando.
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martes, 8 de marzo de 2011
Civilidad y barbarie (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila 6-3-2001)
A LUZ DE UNA CANDELA JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
Civilidad y barbarie
(Diario de Ávila 6 marzo 2011)
Contaba Unamuno que un alcalde que hubo en Béjar (Salamanca) se dormía con frecuencia en las sesiones municipales, pero si oía una voz más alta que otra, o al caer un silencio en el salón, se despertaba, alarmado, y preguntaba: «¿A quién tengo que sacudir?». Y esto era, sin duda, porque tenía una concepción de la autoridad un tanto unidimensional; esto es, que tener autoridad o mostrarla es asunto únicamente de medidas contundentes para enderezar algún entuerto. Al fin y al cabo, el mismo concepto de las cosas que tenía el conde de San Luis que, refiriéndose a la paz y la tranquilidad públicas, dijo en una ocasión que tranquilidad venía de tranca.
Y su algo de razón tenían estos señores, porque la tranquilidad pública a veces solo se mantiene por miedo a la tranca. Son así las cosas, y así serán. Desde luego, puede imaginarse un mundo perfectamente civilizado en el que los ciudadanos, también perfectamente educados, se comporten muy civilizadamente, y no haya necesidad alguna de ninguna tranca. Hace unos 150 años, parecía que iban por ahí las cosas. Las autoridades municipales, por ejemplo, ya no necesitaban aludir en sus bandos públicos a que se prohibía tirar aguas por los balcones, amontonar los desechos de la cocina a la puerta de la casa, o levantar basureros a la entrada de los pueblos, o comer y beber en la calle, y cosas por el estilo. Exactamente como los manuales de urbanidad en la mesa ya no advertían que no se debía eructar después de la comida, echar los huesos debajo de la mesa, o escupir, como tenían que advertirlo los manuales de buenas maneras de otros tiempos.
Pero las conquistas de la civilización son siempre frágiles, y, una vez que se pasan por alto,
se deteriora todo rapidísimamente; porque la cabra tira al monte, y nosotros al neandertal, o más atrás aún, al mono, que ahora tiene mucho prestigio cultural. Y se habla porque se supone también que lo que nos gusta es hozar en la basura. Así que, a este respecto, hay toda una exitosa industria cultural en toda clase de soportes, desde el libro al celuloide, que cultiva estas «sinceridades» y «autenticidades».
Y claro está que también los hombres del poder o de la revolución supieron siempre que, si los hombres se comportan como ganado, lo que quieren son zanahorias, y ni siquiera hay que sacar la tranca.
Pero, pese a todo, se consiguió un cierto asentamiento de las templadas y civilizadas costumbres;aunque también hubo luego otros vendavales, y no hay más que abrir los ojos para ver que estamos en uno de ellos. El simple saludo a un desconocido,compañero de viaje, no solo no es contestado, sino que su rostro se tensa como si lo hubiéramos insultado, o fuéramos dementes; y las contestaciones que pueden dársenos a la pregunta más inocente son a la vez de una altanería y una burrez bastante elaboradas. ¡Quésé yo qué será de este de la civilidad en la España!
Civilidad y barbarie
(Diario de Ávila 6 marzo 2011)
Contaba Unamuno que un alcalde que hubo en Béjar (Salamanca) se dormía con frecuencia en las sesiones municipales, pero si oía una voz más alta que otra, o al caer un silencio en el salón, se despertaba, alarmado, y preguntaba: «¿A quién tengo que sacudir?». Y esto era, sin duda, porque tenía una concepción de la autoridad un tanto unidimensional; esto es, que tener autoridad o mostrarla es asunto únicamente de medidas contundentes para enderezar algún entuerto. Al fin y al cabo, el mismo concepto de las cosas que tenía el conde de San Luis que, refiriéndose a la paz y la tranquilidad públicas, dijo en una ocasión que tranquilidad venía de tranca.
Y su algo de razón tenían estos señores, porque la tranquilidad pública a veces solo se mantiene por miedo a la tranca. Son así las cosas, y así serán. Desde luego, puede imaginarse un mundo perfectamente civilizado en el que los ciudadanos, también perfectamente educados, se comporten muy civilizadamente, y no haya necesidad alguna de ninguna tranca. Hace unos 150 años, parecía que iban por ahí las cosas. Las autoridades municipales, por ejemplo, ya no necesitaban aludir en sus bandos públicos a que se prohibía tirar aguas por los balcones, amontonar los desechos de la cocina a la puerta de la casa, o levantar basureros a la entrada de los pueblos, o comer y beber en la calle, y cosas por el estilo. Exactamente como los manuales de urbanidad en la mesa ya no advertían que no se debía eructar después de la comida, echar los huesos debajo de la mesa, o escupir, como tenían que advertirlo los manuales de buenas maneras de otros tiempos.
Pero las conquistas de la civilización son siempre frágiles, y, una vez que se pasan por alto,
se deteriora todo rapidísimamente; porque la cabra tira al monte, y nosotros al neandertal, o más atrás aún, al mono, que ahora tiene mucho prestigio cultural. Y se habla porque se supone también que lo que nos gusta es hozar en la basura. Así que, a este respecto, hay toda una exitosa industria cultural en toda clase de soportes, desde el libro al celuloide, que cultiva estas «sinceridades» y «autenticidades».
Y claro está que también los hombres del poder o de la revolución supieron siempre que, si los hombres se comportan como ganado, lo que quieren son zanahorias, y ni siquiera hay que sacar la tranca.
Pero, pese a todo, se consiguió un cierto asentamiento de las templadas y civilizadas costumbres;aunque también hubo luego otros vendavales, y no hay más que abrir los ojos para ver que estamos en uno de ellos. El simple saludo a un desconocido,compañero de viaje, no solo no es contestado, sino que su rostro se tensa como si lo hubiéramos insultado, o fuéramos dementes; y las contestaciones que pueden dársenos a la pregunta más inocente son a la vez de una altanería y una burrez bastante elaboradas. ¡Quésé yo qué será de este de la civilidad en la España!
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