EL REINO DE LA CANTIDAD
Dalmacio Negro (La Razón 21 Enero 2003)
En la actual cultura cuantitativa impera el principio de la cantidad. Es significativa la importancia de la estadística, que de simple instrumento del conocimiento se ha convertido en el criterio del saber y de la acción. Esto se relaciona con la mentalidad colectivista de la que es a la vez causa y efecto. Es el imperio del número y casi se podría decir que el mundo está regido hoy por la estadística, que decide qué es lo que vale y lo quc se vale. La cultura cuantitativa es mecanicista: contempla la realidad como un conjunto de fuerzas en las que se impone la masa, concepto tomado de la física. Aplicado al mundo social y político, el criterio de la mayoría rige como absoluto: el peso de la mayoría, decide qué es bueno y qué es malo; qué es verdadero y qué es falso; qué es bello y qué es feo; qué se debe preferir y qué hay que rechazar u odiar; qué se debe hacer y qué no hay que hacer;... De este modo, hasta el relativismo, que se representa falsamente como pluralismo, se hace absoluto. Ya decía Comte que sólo hay una verdad absoluta: que todo es relativo. La cultura cuantitativa es un fruto, en cierto sentido la consecuencia casi inevitable, necesaria, del racionalismo moderno. El racionalismo absolutiza la razón, que es sólo un aspecto de la inteligencia. Pues la inteligencia es, como decía Zubiri, inteligencia sentiente, siendo la razón una de sus funciones, la de juzgar y discernir. Mas para el racionalismo, que es un reduccionismo, no hay más realidad efectiva que la que la razón descubre y manipula, siendo ella la que pone la realidad, la que decide qué es real, inventando el mundo y la realidad, falsificándolos. La razón absolutista prescinde de la realidad. Ésta es de suyo real, no porque la razón lo decrete. Por esta vía, la razón prescinde de la realidad, que no ve más que como una masa indefinida de hechos y de cosas, pura cantidad; y sólo reduciéndola a números puede controlarla creyendo que la conoce. Es así como se llega a perder la realidad, el contacto inteligente con lo real. Es el caso mencionado de la estadística.
El europeo, atenazado por el cientificismo, está alejado de la realidad. Por ejemplo, la política, que domina todo, se ha reducido a economía, y la ciencia económica, en la que juega hoy un papel fundamental la estadística, ha devenido macroeconomía perdiendo su sustancia política: la de ser un conocimiento de las normas de adiministración de la familia, del hogar (oikos y nomos, oikonomia=economía). Importan los grandes números, no las realidades humanas a las que se refieren. Los hombres y las mujeres concretos quedan reducidos a números, a individuos cuya vida regulan y deciden innumerables reglamentos y normas de toda laya.
Es así como se puede decir que una economía marcha muy bien si el producto nacional bruto aumenta, aunque exista paro, y no se sepa como reducirlo. O que, en casos concretos, como la política de la vivienda, ésta sea muy buena si se construyen más casas, aunque los destinatarios no puedan acceder a ellas por su coste debido a las leyes y a las numerosas interferencias y regulaciones administrativas ajenas a la realidad. O que los sistemas fiscales y asistenciales, que sólo ven individuos, no hombres y mujeres, destruyan materialmente la familia. O que la crisis demográfica, debida en gran parte, además de lo anterior, a la incertidumbre que suscita la cultura cuantitativa, se quiera remediar con la inmigración: si falta un número de hombres se sustituye por otro número de hombres sin contar los efectos que esto puede tener sobre la cultura; pues no sólo acabará influyendo en las actitudes ante la actividad productiva, sino sobre lo que se llama la cultura europea, que podría desaparecer como tal, como una cultura cualitativa, es decir, poseedora de unas características peculiares, con todas las consecuencias imaginables.
En el reino de la cantidad, la cantidad no es lo medido por la cultura; en él, la cantidad mide la cultura degradándola a una forma de ilusimismo en la que lo determinante es lo colosal, lo grande, lo llamativo, la novedad; lo que se tiene, no lo que es.
lunes, 24 de mayo de 2010
Los pacificadores (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila 15 mayo 2010)
A la luz de una candela
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO. PREMIO CERVANTES
Diario de Ávila 23 de mayo 2010
Los pacificadores
Hace unos años se tuvo la intención al menos, de crear en la enseñanza pública, y entre los mismos alumnos, el cargo o puesto de arreglador o buen componedor de conflictos. Y las funciones de este jovencito serian evitar todo roce o conflicto que pudiera nacer en ese ámbito escolar, si bien no se me alcanza -y solo las disposiciones legales oportunas me supongo que habrán solucionado las dudas- cuál ha de ser el grado de conflicto en el que intervendrán, y cómo se puede prever que éste surgirá. En otro tiempo, como se carecía de tales adelantos, los conflictos surgidos eran imprevisibles, y los que surgían solían congelarse antes de que pasaran a mayores; aunque no siempre; pero, si esto sucedía, venía luego la represión, un poco o un mucho como en la Edad Media se hacía con las comadres que se habían insultado y tirado de los pelos. Entonces, se las unía precisamente por las manos a una misma tabla, y, en los castigos escolares, aunque cada cual podía recibir su castigo particular, se encomendaba, además a los beligerantes una tarea común, porque desde siempre se ha sabido que la convivencia muy estrecha, y sobre todo en una misma suerte adversa, produce tolerancia y comprensión.
¿Ha intervenido, entonces, el Pacificador en un primer momento de violencia verbal? ¿En el momento en que cada uno de los chavales pasa lista a los que pudieran venir en su ayuda entre familiares y amigos, como en el anuncio televisivo del primo grandullón? ¿Qué adjetivos, epítetos, apelativos, y definiciones o contundencias comienzan a ser ocasión de conflictos o los generan? un difícil asunto, dado sobre todo que los niños pueden ver y escuchar la televisión en sus casas, y ver y escuchar, por lo tanto, en su esplendor, todo un abanico de insultos de boca de los señores políticos, un día sí y al siguiente también; y puede haber un rapaz que, usando de su derecho de réplica, señale con el dedo todo ese muestrario de violencia.
En estos mismos años, ha habido noticias de que admoniciones hechas a los chavales acerca de los palabras que salían de su boca han sido rechazadas por éstos con el no pequeño argumento de que hombres muy ilustres en política y letras también los decían en la tele mismo, con lo que podría deducirse que, con tales advertencias solo quería disuadírseles de su inclinación a ser pro-hombres públicos o literarios, ya que, sin ir más allá, estos palabras han sido elevados a categorías estéticas del nuevo realismo.
De manera que nada más necesario, sin duda, que el traslado a esos medios políticos y culturales, o la réplica en ellos, de esos cargos de Pacificadores en las aulas y los patios escolares. Pero nada también menos seguro en su eficacia; y parece que antes se logrará la pacificación y la cortesía en el colegio más conflictivo que en aquellas otras altas esferas, políticas y culturales.
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO. PREMIO CERVANTES
Diario de Ávila 23 de mayo 2010
Los pacificadores
Hace unos años se tuvo la intención al menos, de crear en la enseñanza pública, y entre los mismos alumnos, el cargo o puesto de arreglador o buen componedor de conflictos. Y las funciones de este jovencito serian evitar todo roce o conflicto que pudiera nacer en ese ámbito escolar, si bien no se me alcanza -y solo las disposiciones legales oportunas me supongo que habrán solucionado las dudas- cuál ha de ser el grado de conflicto en el que intervendrán, y cómo se puede prever que éste surgirá. En otro tiempo, como se carecía de tales adelantos, los conflictos surgidos eran imprevisibles, y los que surgían solían congelarse antes de que pasaran a mayores; aunque no siempre; pero, si esto sucedía, venía luego la represión, un poco o un mucho como en la Edad Media se hacía con las comadres que se habían insultado y tirado de los pelos. Entonces, se las unía precisamente por las manos a una misma tabla, y, en los castigos escolares, aunque cada cual podía recibir su castigo particular, se encomendaba, además a los beligerantes una tarea común, porque desde siempre se ha sabido que la convivencia muy estrecha, y sobre todo en una misma suerte adversa, produce tolerancia y comprensión.
¿Ha intervenido, entonces, el Pacificador en un primer momento de violencia verbal? ¿En el momento en que cada uno de los chavales pasa lista a los que pudieran venir en su ayuda entre familiares y amigos, como en el anuncio televisivo del primo grandullón? ¿Qué adjetivos, epítetos, apelativos, y definiciones o contundencias comienzan a ser ocasión de conflictos o los generan? un difícil asunto, dado sobre todo que los niños pueden ver y escuchar la televisión en sus casas, y ver y escuchar, por lo tanto, en su esplendor, todo un abanico de insultos de boca de los señores políticos, un día sí y al siguiente también; y puede haber un rapaz que, usando de su derecho de réplica, señale con el dedo todo ese muestrario de violencia.
En estos mismos años, ha habido noticias de que admoniciones hechas a los chavales acerca de los palabras que salían de su boca han sido rechazadas por éstos con el no pequeño argumento de que hombres muy ilustres en política y letras también los decían en la tele mismo, con lo que podría deducirse que, con tales advertencias solo quería disuadírseles de su inclinación a ser pro-hombres públicos o literarios, ya que, sin ir más allá, estos palabras han sido elevados a categorías estéticas del nuevo realismo.
De manera que nada más necesario, sin duda, que el traslado a esos medios políticos y culturales, o la réplica en ellos, de esos cargos de Pacificadores en las aulas y los patios escolares. Pero nada también menos seguro en su eficacia; y parece que antes se logrará la pacificación y la cortesía en el colegio más conflictivo que en aquellas otras altas esferas, políticas y culturales.
jueves, 20 de mayo de 2010
La reforma del sistema electoral - Antonio Ruiz Vega
antonio ruiz vega
20 de mayo de 2010 - El Manifiesto
ANTONIO RUIZ VEGA
Recientemente Izquierda Unida y el partido Unión Progreso y Democracia se han unido en su protesta contra el actual sistema de representación parlamentaria, que evidentemente les perjudica. El reglamento por el que se rigen las elecciones al Congreso (al fin y al cabo las más decisivas) ha sido objeto de muchas críticas ya que viene a primar a los partidos mayoritarios y reduce las expectativas electorales de los más pequeños.
No se suele entrar en la causa última de estos desajustes, que no es otra que la circunscripción electoral provincial, como demostraremos.
En efecto, son esos votos que van quedando descolgados en cada provincia lo que provocan la infrarrepresentación de los partidos minoritarios.
Una de las soluciones previstas para paliar el problema sería la de aumentar el número de escaños, pero en contra de ella cabe aducir que aumentaría el gasto público y la burocracia parlamentaria, ambos ya elefantiásicos.
El abandono de la circunscripción provincial solucionaría este problema de un modo radical, contribuyendo también a convertir el sistema electoral en matemáticamente justo.
Imaginemos que se fuera a una circunscripción única, de ámbito nacional, a la que cada partido presentara una lista por el total de los escaños a dirimir (más un número a decidir de suplentes). Concluido el escrutinio, se dividiría el total de votos válidos (vamos a dar una cifra teórica de 25 millones) entre los 350 escaños. En este caso el escaño saldría a unos 75.000 votos y al dividir por esta cantidad los votos obtenidos por cada partido daría el cociente de escaños, casi exacto, con apenas redondeo.
Basta hacer una pequeña extrapolación de datos para comprobar que los partidos mayoritarios verían así muy mermada su representación (el PSOE perdería unos 20 escaños y el PP algunos menos), mientras que IU, por ejemplo, obtendría unos 12 en lugar de los 2 actuales y UP y D, 4 en lugar del único actual.
Al desaparecer el vínculo (ya muy escaso, por no decir prácticamente nulo) entre diputado y territorio, aumentaría (más, si eso fuera posible), el control de los comités centrales de los partidos. No creo que la diferencia fuera espectacular, pues el actual sistema de formación de listas cerradas ya pone este control en manos de la cúpula del partido. Más sería imposible, francamente.
Una solución intermedia sería mantener las listas provinciales, cuyos diputados serían cubiertos según el resultado electoral, dejando un cupo “no territorial” para los votos que fueran quedando sueltos. El resultado, en escaños, sería el mismo.
En ambos casos, como puede fácilmente comprobarse, numerosas provincias quedarían sin representación parlamentaria, pues su electorado difícilmente daría ni para un solo diputado (menos todavía al, razonablemente, dividirse el voto entre varios partidos). Esto podrá parecer una tragedia, pero no creo que, en la práctica, fuera muy diferente al esquema actual, por cuanto el parlamentarismo español define la ausencia de vinculación entre electores y elegidos. La desaparición de la circunscripción provincial, o al menos su relativización, quizá promoviera estrategias regionales más compactas. En cualquier caso ya hay autonomías, como la catalana, que van paulatinamente a la eliminación de este estamento intermedio, la provincia, que muchos consideran obsoleto.
Es improbable, sin embargo, que este sistema (o cualquier otro semejante) llegue a aplicarse. Nadie tira piedras a su tejado y no veo el modo mediante el cuál partidos con escasa implantación, como los antedichos, podrían imponer su punto de vista (sin duda justo) a los mayoritarios. Hay que constatar, sin embargo, la injusticia intrínseca del actual estado de cosas, establecido durante la Transición en loor de una mayor “gobernabilidad” del país. En la práctica ha creado un bipartidismo no muy diferente del de la Restauración decimonónica y es un eficaz cerrojo a la participación ciudadana. Consagra la Partitocracia, que no es exactamente lo mismo que la Democracia.
20 de mayo de 2010 - El Manifiesto
ANTONIO RUIZ VEGA
Recientemente Izquierda Unida y el partido Unión Progreso y Democracia se han unido en su protesta contra el actual sistema de representación parlamentaria, que evidentemente les perjudica. El reglamento por el que se rigen las elecciones al Congreso (al fin y al cabo las más decisivas) ha sido objeto de muchas críticas ya que viene a primar a los partidos mayoritarios y reduce las expectativas electorales de los más pequeños.
No se suele entrar en la causa última de estos desajustes, que no es otra que la circunscripción electoral provincial, como demostraremos.
En efecto, son esos votos que van quedando descolgados en cada provincia lo que provocan la infrarrepresentación de los partidos minoritarios.
Una de las soluciones previstas para paliar el problema sería la de aumentar el número de escaños, pero en contra de ella cabe aducir que aumentaría el gasto público y la burocracia parlamentaria, ambos ya elefantiásicos.
El abandono de la circunscripción provincial solucionaría este problema de un modo radical, contribuyendo también a convertir el sistema electoral en matemáticamente justo.
Imaginemos que se fuera a una circunscripción única, de ámbito nacional, a la que cada partido presentara una lista por el total de los escaños a dirimir (más un número a decidir de suplentes). Concluido el escrutinio, se dividiría el total de votos válidos (vamos a dar una cifra teórica de 25 millones) entre los 350 escaños. En este caso el escaño saldría a unos 75.000 votos y al dividir por esta cantidad los votos obtenidos por cada partido daría el cociente de escaños, casi exacto, con apenas redondeo.
Basta hacer una pequeña extrapolación de datos para comprobar que los partidos mayoritarios verían así muy mermada su representación (el PSOE perdería unos 20 escaños y el PP algunos menos), mientras que IU, por ejemplo, obtendría unos 12 en lugar de los 2 actuales y UP y D, 4 en lugar del único actual.
Al desaparecer el vínculo (ya muy escaso, por no decir prácticamente nulo) entre diputado y territorio, aumentaría (más, si eso fuera posible), el control de los comités centrales de los partidos. No creo que la diferencia fuera espectacular, pues el actual sistema de formación de listas cerradas ya pone este control en manos de la cúpula del partido. Más sería imposible, francamente.
Una solución intermedia sería mantener las listas provinciales, cuyos diputados serían cubiertos según el resultado electoral, dejando un cupo “no territorial” para los votos que fueran quedando sueltos. El resultado, en escaños, sería el mismo.
En ambos casos, como puede fácilmente comprobarse, numerosas provincias quedarían sin representación parlamentaria, pues su electorado difícilmente daría ni para un solo diputado (menos todavía al, razonablemente, dividirse el voto entre varios partidos). Esto podrá parecer una tragedia, pero no creo que, en la práctica, fuera muy diferente al esquema actual, por cuanto el parlamentarismo español define la ausencia de vinculación entre electores y elegidos. La desaparición de la circunscripción provincial, o al menos su relativización, quizá promoviera estrategias regionales más compactas. En cualquier caso ya hay autonomías, como la catalana, que van paulatinamente a la eliminación de este estamento intermedio, la provincia, que muchos consideran obsoleto.
Es improbable, sin embargo, que este sistema (o cualquier otro semejante) llegue a aplicarse. Nadie tira piedras a su tejado y no veo el modo mediante el cuál partidos con escasa implantación, como los antedichos, podrían imponer su punto de vista (sin duda justo) a los mayoritarios. Hay que constatar, sin embargo, la injusticia intrínseca del actual estado de cosas, establecido durante la Transición en loor de una mayor “gobernabilidad” del país. En la práctica ha creado un bipartidismo no muy diferente del de la Restauración decimonónica y es un eficaz cerrojo a la participación ciudadana. Consagra la Partitocracia, que no es exactamente lo mismo que la Democracia.
jueves, 6 de mayo de 2010
El valioso tiempo de los maduros (Mario de Andrade)
EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS.
Mensaje de Mario de Andrade
(Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)
“..Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades como la envidia, los rencores o los celos.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa.....
Sin muchas golosinas en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas….
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí…. tengo prisa… por vivir con la intensidad, que solo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan…Estoy seguro que serán más exquisitas, que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás..... "
Mensaje de Mario de Andrade
(Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)
“..Conté mis años y descubrí, que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que viví hasta ahora...
Me siento como aquel chico que ganó un paquete de golosinas: las primeras las comió con agrado, pero cuando percibió que quedaban pocas, comenzó a saborearlas profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables donde se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se va a lograr nada.
Ya no tengo tiempo para soportar absurdas personas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para lidiar con mediocridades como la envidia, los rencores o los celos.
No quiero estar en reuniones donde desfilan egos inflados.
No tolero a maniobreros y ventajeros.
Me molestan los envidiosos que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus lugares, talentos y logros.
Detesto, si soy testigo, de los defectos que genera la lucha por un majestuoso cargo.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos.
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa.....
Sin muchas golosinas en el paquete...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reír, de sus errores.
Que no se envanezca, con sus triunfos.
Que no se considere electa, antes de hora.
Que no huya de sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee tan sólo andar del lado de la verdad y la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena.
Quiero rodearme de gente, que sepa tocar el corazón de las personas….
Gente a quien los golpes duros de la vida, le enseñó a crecer con toques suaves en el alma.
Sí…. tengo prisa… por vivir con la intensidad, que solo la madurez puede dar.
Pretendo no desperdiciar parte alguna de las golosinas que me quedan…Estoy seguro que serán más exquisitas, que las que hasta ahora he comido.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres queridos y con mi conciencia.
Espero que la tuya sea la misma, porque de cualquier manera llegarás..... "
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