domingo, 2 de agosto de 2009

Fraudes y simulaciones (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila 2 agosto 2009)

A LA LUZ DE UNA CANDELA

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, PREMIO CERVANTES

Fraudes y simulaciones

(Diario de Ávila 2 Agosto 2009)

Cuenta el Padre Remesal que algunos conquistadores españoles se cuidaron mucho de que los indios supieran que su Dios ellos era un hombre que había muerto en una cruz, y, para ello, extendían un lien­zo pintado, que representaba a Santiago con un moro vencido bajo las patas del caballo que montaba, y hacían muchas reveren­cias ante tal pintura. Es decir, no afirmaban claramente que aquel caba­llero allí representado era su Dios, pero ha­cían todo para que los indios se lo imagina­ran; y todo este tejemaneje fraudulento es­taba calculado, claro está, para que aquellos indios pensaran, más bien, que aquel hombre montado en un caballo un animal tan hermoso y más rápido que el rayo, era quien protegía a los españo­les, con lo que a los indios no les con­venía presentar batalla, sino estarse sumisos.

Este asunto, que tanto sublevaba a Remesal, no es, sin embargo sino un caso más de las llamadas «guerras religiosas», que no son otra cosa que la politización y militarización de lo religioso, o teologización de la política, que tanto monta, y que siempre ha estado al alcance de cualquiera.

Desde los primeros choques que hubo en la Península entre moros y cristianos éstos oyeron que aquellos invocaban a Mahoma, y entonces ellos comenzaron a hacerlo con san Isidro, aunque claro estaba que Isidro era un pobre labrador, por lo que su invocación en plena pelea no resultaba muy
convincente.

Así que se decidieron a invocar a Santiago, «el Hijo del Trueno», a quien pronto se aseguró que se había visto en Clavijo ayudando a los cristianos en un momento de apuro de éstos; y finalmente llegó a ser Pa­trón de España y de los españoles, no sin ganar el concurso a Teresa de Jesús por la que votó Cervantes por cierto, mientras Quevedo, por ejemplo, hizo toda la campa­ña por Santiago.

El hecho es que la historia reunió a San­tiago y a España y que así han estado siglos, siendo una y la misma cosa en realidad, por­que la historia ha sido como ha sido. Y es bastante idiota sentirse heridos por el pasa­do tal y como éste ha sido, y tratar de ocul­tarlo o tergiversarlo.

Dietrich Bonhoeffer, un teólogo luterano precisamente, ahorcado por Hitler, escribía en la Navidad de 1942, una especie de tes­tamento ante la amenaza de una nueva bar­barie, en el que dice que, «cuando uno ya no sabe lo que se debe a sí mismo y a los de­más, cuando se desvanece la noción de la cualidad humana y la fuerza para guardar las distancias, entonces el caos está ante la puerta.

Cuando ... toleramos que la insolencia se nos acerque demasiado, entonces ya hemos capitulado, ya hemos permitido que la ma­rea del caos irrumpa».

Así que no tenemos por qué disimular quiénes somos, ni negar la historia propia o la de los otros, tal y como ha sido, ni exija­mos a los demás la siniestra «corrección po­lítica», o realmente nos haremos culpables respecto de la totalidad del caos y la barba­rie para todos.

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