martes, 9 de junio de 2009

Figuras platónicas (José Jiménez Lozano, Diario de Ávila 7 junio 2009)

Figuras platónicas

José Jiménez Lozano, Premio Cervantes

(A LA LUZ DE UNA CANDELA Diario de Ávila 7 junio de 2009 )


DESDE luego, lo que dice aquel ver­so de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique acerca de que «cómo a nuestro parescer / cualquier tiempo pasado fue mejor» parece una evidencia, pero no están tan claras las cosas. Y no hacen falta muchas filosofías, para comprobar que, sin ir más allá, el pan o la leche de ahora mismo son más bien imá­genes platónicas, más o menos, ingeribles, del pan y la leche de otro tiempo; es decir, del pan y la leche simplemente. Y otra cosa es que, con­forme a criterios científico-dietéti­cos, o científico-literarios, se nos ofrezcan, luego, productos muy su­periores al pan, la leche, o los libros. Yo en eso no me meto.

A lo que quería referirme es a que, sean como sean las cosas, lo cierto es que la especie ha dado algunas, bastantes y hasta muchas, docenas de individuos absolutamente ex­traordinarios, y bastantes miles o millones muy aceptables, que han hecho, y hacen, que el planeta no sea un puro corral de vacas.

Y es que, pese a todo, ha habido civilizaciones espléndidas, y supe­riores a la nuestra, y, sobre todo que la pequeña bondad humana de que habla Víctor Grossman, ha sobrevi­vido a todos los desastres, desengaños, y desesperanzas. Sigue siendo algo perfectamente antinatural, pe­ro, por eso mismo, aquello por lo que sabemos que un hombre es un hom­bre y no un puro bípedo. De manera que quien ayuda a otro ser humano, así sea a subir dos peldaños de esca­lera, resulta el espejo mismo de lo que es específicamente ser hombre, y de la civilidad y la cultura.

En medio de una indecente retó­rica acerca del pluralismo y la liber­tad, lo que impera en nuestro -mundo, y parece que a lo largo y lo ancho de él, es la voluntad y puesta en práctica de homologación del pensamiento, la palabra y la escritu­ra más recónditos, y desde luego del vivir.

E iba a decir, ingenuamente, que gracias a aque­llas civilizacio­nes, a su es­pléndido arte extraordinariamente o refinado, y a su pensar libre en cuyo ámbito cada cual era cada cual,
podemos ser también nosotros hombres; pero parece que esto es precisamente lo que se trata de en­cubrir y diluir del todo y como sea, a lo largo de lo que se llama educa­ción de la personalidad.

Las noticias que tenemos -cada vez más escasas y disimuladas, por cierto- nos hablan, como digo, del aplastamiento más o menos directo de los últimos restos de esas viejas civilizaciones, en medio de la indife­rencia general O, lo que es lo mismo, del triunfo más rotundo de la homo­logación en la aldea global, todo lo global que se quiera, pero ciertamente aldea, con bandos mu­nicipales para el orbe entero acerca de cómo gobernar el ánima de cada quien y cada cual ara que se asimile a la del atajo general de ovejos, balando incluso lo del pluralismo y la liber­tad.

Así que realmen­te no solo vivimos de metáforas y comparaciones, o de figuras de la rea­lidad, sino también de paradojas y oxímoros. Y estamos tan encantados y contentos

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