lunes, 1 de septiembre de 2008

FUTURO IMPERFECTO 1:¿FUTURO PARADISÍACO?

El hombre occidental tenía hasta hace bien poco tiempo dos religiones: lo que podríamos denominar una religión más o menos tradicional y la religión de la nación; desaparecida en buena parte la primera, que no suele caracterizarse en el ámbito cristiano más que por una adscripción ritual con ocasión del bautismo,comunión, cada vez menos en boda y alguna otra ocasión excepcional; la religión de la nación por el contrario mantiene un vigor bastante notable sobre todo en países como España o Bélgica en donde a la moribundia de los viejos estados nacionales ha seguido un efervescente rebrote de micro-nacionalismos con pretensiones de fiera independencia.

No sería cuestión aquí de examinar los mitos fundadores del micro-nacionalismo moderno: raza, lengua, oprobios sin cuento o trayectorias históricas gloriosas o fantásticas, según el énfasis más o menos delirante del intérprete nacionalista de turno. Épocas de preponderancia de lo cuantitativo y de lo económico, se hecha mano hoy día de argumentos comerciales, fiscales, balanzas, cuentas de resultados, inversiones públicas y un sin fin de cosas propias de la economía de libre mercado y la democracia; modernas divinidades que exigen adoración sin réplica, pero donde lo que realmente existe es un mercado mucho menos libre de lo postulado y una partitocracia que apenas deja unos residuos de participación auténticamente democrática.

El individualismo moderno se extiende no solo a las personas físicas con su lema: “no hay que meterse en la vida de los demás”; sino también a regiones, autonomías, ciudades semisoberanas o distritos étnico-tribales, que de todo hay en la viña del Señor. En estas últimas, pasto privilegiado del actual micro-nacionalismo, se escuchan hasta la saciedad los argumentos del individualismo económico: ni un céntimo en impuestos que no revierta en la micro-nación, no consumir productos del enemigo, acabemos de una vez con la compensación de cargas sociales de países extraños y aumentemos nuestras pensiones subsidios, atraigamos el capital extranjero con menores impuestos y otra larga serie de etcéteras. El asunto no es nada raro se trata de la guerra comercial, el comercio siempre fue una guerra con ganadores y perdedores, guerra que no siempre se realizó con el código de comercio en la mano, sino que en –demasiadas- ocasiones se utilizó el máuser y las cañoneras.

El micro-nacionalismo postula en definitiva ventajas inmediatas sin cuento, que no duda en exponer en contiendas electorales, con éxitos más o menos apreciables. El lema de nuestro tiempo es: siempre más, o también bueno, bonito y barato. Claro que este lema no lo siguen solo los micro-nacionalismos, también las naciones de más vieja alcurnia se mueven al conjuro de siempre más y mejor. Incluso en regiones poco proclives a nacionalismos de ninguna especie, como es el caso de Castilla, no hay más que escuchar el discurso del partido turnante
del poder, para escuchar la misma salmodia.

La mejora y el progreso material indefinido es condición sine qua non para cualquiera que pretenda ser escuchado en la actual organización o mejor dicho tinglado social. Hoy empieza a haber claras evidencias de que eso sencillamente no puede ser, así sin más. Naturalmente que se trata de ocultar tales evidencias a todos los niveles, así por ejemplo la economía académica bautiza los brutales problemas actuales con el término apaciguador de externalidades, supone que con una estrategia más o menos astuta de medidas fiscales podrá seguir eternamente el juego feliz –para algunos- de la economía de libre mercado, A nivel popular la cosa es mucho más burda, aquí la selección natural favorece a las fuerzas de la negación psicológica. El individuo se beneficia como tal a partir de su habilidad para negar la verdad incluso cuando la sociedad en su conjunto, de la que forma parte, sufre.

La situación del mundo actual en lo que se refiere a su futuro , recuerda la de aquellos judío deportados trasladados en vagones de ganado hacia lugares de exterminio durante la segunda guerra mundial; sencillamente a pesar de los rumores acerca de su destino estaban ampliamente difundidos, no creían que tal suerte fuera con ellos e incluso amenazaban a los que daban la alarma anunciando que los conducían a la muerte. La novela recientemente traducida al castellano de Vasili Grossman “Vida y destino” nos ha dejado descripciones inolvidables de aquellos sucesos. ¿Escribirán los novelistas del futuro algo similar de los hombres del siglo XXI ?

Un interesante libro de Guillaume Corvus titulado La convergence des catastrophes, DIE (Difusión Internacional Edition), Paris 2004, investiga con profusión de datos la naturaleza de las siete catástrofes que confluyen en el mundo en este momento y aventura un pronóstico a corto plazo para la humanidad de carácter poco optimista que simplifica en tres escenarios progresivamente más duros. Siendo imposible verter en soporte informático todo el libro, se da aquí una versión en castellano –no demasiado perfecta- de la conclusión del libro (Pp191-218), que debido a su propia imperfección no merece el nombre de traducción y que acaso por eso merezca la benevolencia de la editorial y quede libre de las amenazas y prohibiciones que figuran en el libro susodicho, puesto que el fin no es más que suscitar debate y acaso redunde en beneficio del autor si los lectores decidieran comprar el libro para consultar en profundidad el arsenal de datos en que justifica las conclusiones finales.

En base a estas consideraciones parece llegado el momento de plantearse la cuestión de conservar el acervo cultural del pasado, porque tal vez sea cuestión de echar mano de él dentro de no mucho tiempo. Así aún cuando la luz se suministre por la red eléctrica es conveniente disponer de velas por si acaso hay apagón; tenemos ahora a la vista la probabilidad de un importante apagón económico, cultural y civilizatorio de una magnitud jamás conocida antes. Muy probablemente el texto expuesto a continuación será considerado por muchos de un alarmismo desagradable y exagerado que no merece ser tenido en cuenta, y que hará volver a los más al la ilusión de un progreso infinito y deparador de comodidades sin cuento lejos de toda visión de aguafiestas inoportunos. Unos pocos precavidos quizá tomen en consideración las advertencias y comiencen a preparar las velas para el apagón, por si las moscas. Las velas en este caso consistirán en conservar el conocimiento de las antiguos y modernos métodos de cultivo natural, los saberes de la medicina natural, las artesanías populares de los tejidos, la construcción, la preparación de alimentos, energías alternativas blandas, y un sin fin de cosas que la vida urbana, la especialización infinita y la proliferación de redes cada vez más delicadas y frágiles han arrinconado a un olvido cada vez mayor.

Así queda para los pocos precavidos que haya la tarea urgente de velar, en tanto pueblo abandonado o semi-abandonado de la postergada Castilla, por la reconstrucción de los sistemas de riego, conservación de aperos, recordatorio de las lindes, preparación de semilleros, restauración de casas, reconstrucción de telares, afeitado a navaja al antiguo modo y otra serie de cuestiones que van mucho más allá de la industria de casas rurales para fines de semanas de ciudadanos pijos que quieren oxigenar un poco los pulmones; industria por otra parte – no lo olvidemos- cuya suerte está ligada a la previsible crisis gigantesca de la moderna civilización urbana.

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