La
apocatástasis no puede ser una certidumbre, debe de ser el fin de nuestro
combate espiritual. Oremos y discernamos
para que el fuego del Juicio, que es el fuego del amor divino, consuma, no a los
malos, sino la usurpación del mal en cada uno de nosotros. Porque el juez es también el Abogado, y la Cruz, dice Máximo el
Confesor, -constituye el «juicio del juicio». «El pecado de toda carne es, en
comparación con la misericordia de Dios, un puñado de arena en el inmenso mar»,
notaba Isaac el Sirio (sentencia 107), y para él, el verdadero pecado consiste
en no fijarnos suficientemente en la Resurrección, la cual, desde el fondo del
infierno nos resucita «a la alegría del amor en Cristo, ¿qué es el infierno
ante la gracia de la
Resurrección?» (Sentencia 118).Así, la Iglesia la ha integrado
como esperanza y como plegaria. No pocos
Padres del Occidente cristiano mantienen en ésto la misma posición que muchos
de los del Oriente.
(Olivier Clément. Sobre el hombre. Ediciones
Encuentro. Madrid 1983 p 257)
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